Revolución #158, 8 de marzo de 2009


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UNA DECLARACIÓN: POR LA LIBERACIÓN DE LA MUJER Y POR LA EMANCIPACIÓN DE TODA LA HUMANIDAD

Déle una vuelta al globo terráqueo. En cualquier parte que se mire, se está manteniendo a las mujeres subordinadas y forzosamente en una posición atrasada.

Desde China…

Donde el nacimiento de un varón es motivo de celebración y alegría. Pero el nacimiento de una niña trae condolencias y a menudo esta aparece en un relleno sanitario al lado de basura apestosa… 1

Hasta El Salvador…

Donde arrestan a las mujeres en salas de urgencia del hospital por sospecha de abortar, y donde el estado ha confiscado su historial médico e incluso ha usado su útero como evidencia para encarcelarlas. 2

¡NECESITAMOS UNA REVOLUCIÓN!

Desde Bangkok, Bangalore y Moldova…

Donde literalmente millones de mujeres jóvenes son víctimas del secuestro, sus familias famélicas las venden, o salen vendidas en el comercio transfronterizo de esclavas sexuales a una escala nunca antes vista en la historia después de ser atraídas con promesas de empleo...

Hasta China, Vietnam y el Valle Silicon, Estados Unidos…

Donde el trabajo de las mujeres en la red de maquiladoras mundiales potenció las últimas dos décadas de expansión capitalista... y donde estas mismas mujeres ahora vuelven a casa, con las manos vacías, acabadas y abandonadas en la crisis capitalista.

¡NECESITAMOS UNA REVOLUCIÓN!

Desde los focos de privilegio en las afueras de las ciudades…

Donde las chicas de la clase media tienen que sortear una vida de mensajes mutuamente excluyentes —de ser sexy pero a la vez guardarse la “pureza”; para subir la escalera corporativa, pero a la vez recordar que lo más significativo que pueden hacer es ser una madre que pone su familia ante todo— y donde en algunos lugares se ha fomentado un culto de la virginidad arraigado en la Biblia, en que los padres les dan a sus hijas “anillos de pureza” y millones asumen “juramentos de abstinencia”; y donde las mismas mujeres adolescentes se cortan y pasan hambre en proporciones epidémicas.

Hasta las calles desesperadas de las zonas urbanas…

Donde entre los más oprimidos ha crecido una generación en una cultura que ridiculiza a las mujeres como “putas” y “perras”, ensalza abiertamente a los proxenetas y la violencia contra las mujeres; donde a pesar de sus alardes de “grandes libertades”, en Estados Unidos están una tercera parte de todas las presas del mundo 3 ; donde se hace pensar a las mujeres adolescentes que su único valor y sentido en la vida está en tener un hijo y luego las obligan a aguantar la pobreza y la humillación y a menudo a tomar medidas desesperadas y degradantes para dar de comer a sus hijos; y donde mujeres de México y otras partes de América Latina corren el peligro de la violación o de morir de hambre en el desierto, a fin de llegar a “El Norte” y así trabajar horas interminables para apoyar a su familia en su tierra natal, a quienes a menudo las presionan agentes migratorios, patrones y otros hombres a cambio de favores sexuales traficando con su vulnerabilidad porque no tienen papeles.

¡NECESITAMOS UNA REVOLUCIÓN!

Desde los países destrozados por la guerra…

Donde en el Congo, tal como en Bosnia antes, la violación de las mujeres ha sido una parte sistemática de una guerra civil y donde decenas de miles de mujeres y chicas han sido violadas tan brutalmente que sus entrañas están desgarradas y ya no se pueden controlar la vejiga o los intestinos. 4

Hasta el hogar de la familia…

Sea en Estados Unidos, donde cada 15 segundos una mujer padece una golpiza de parte de su pareja y todos los días tres mujeres mueren a manos de amantes posesivos y esposos abusivos 5 ... o en partes del África, donde la tradición dicta que las familias mutilen a sus propias hijas, cortándoles los genitales a niñas pre-púberes a fin de eliminar para siempre el placer sexual y “prepararlas” para la posición de una “esposa leal y correcta”, sin la tentación de alejarse de su marido... o la India, donde todos los años una vez que han pagado la dote (el dinero pagado a la familia del novio), maridos o suegros prenden fuego o matan a cientos, tal vez miles, de esposas… o por todo el mundo, donde bajo la influencia del fundamentalismo religioso y las relaciones sociales atrasadas, los hermanos y los padres matan a las mujeres si estas “le traen vergüenza” a la familia.

¡NECESITAMOS UNA REVOLUCIÓN!

Desde los “votos sagrados”…

Cuando el ritual de la “reina por un día”, la novia vestida de un “blanco virginal” el día de la boda —ahora fomentado en proporciones descabelladas en países como Estados Unidos— señala el paso de una mujer a lo que es con vertiginosa frecuencia una vida de trabajo doméstico y subordinación, sin importar que ella trabaje fuera de la casa y muy a menudo aun cuando ella tiene una educación superior y una posición en una profesión prestigiosa.

Hasta los “textos sagrados”…

En los que las religiones dominantes consagran la subyugación de las mujeres mediante el mito (que Eva causó “la caída del hombre”), mediante el código (el Corán y la sharia [las leyes islámicas] en que el testimonio de una mujer vale la mitad de él de un hombre y se autoriza que un hombre le pegue y azote a su esposa a fin de que ella siga obedeciéndolo) y mediante oraciones (la oración judía de un hombre que le agradece a Dios por no haber nacido mujer).

¡NECESITAMOS UNA REVOLUCIÓN!

Desde las cunas…

En que apenas nace una niña y se le pone en un camino que —a pesar de las afirmaciones de que en los países “modernos” como Estados Unidos no hay límites a lo que una joven pueda llegar a ser— en realidad se caracterizará por muchísimas limitaciones y degradaciones impuestas por la sociedad sobre las niñas y las mujeres.

Hasta la “vejez”…

Donde la mujer mayor es, la mayoría de las veces, víctima del abandono, insulto, olvido, ridículo y devaluación…

Hasta la tumba…

Las mujeres mueren innecesariamente: en el parto, por abortos mal practicados, por falta de cuidado médico y sin comida o agua potable. Las mujeres mueren de manera violenta: a manos de sus maridos y hermanos, de padres y parientes políticos, de soldados conquistadores y proxenetas. Las mujeres mueren subvaloradas: pulverizadas e ignoradas en los trabajos más peligrosos, zonas de guerra y calles desconocidas.

¡NECESITAMOS UNA REVOLUCIÓN —UNA REVOLUCIÓN DE VERDAD—
LA REVOLUCIÓN MÁS RADICAL Y LIBERADORA EN LA HISTORIA!

* * * * *

La estructura de la opresión de la mujer ha sido tallada profundamente en las manos callosas de las trabajadoras de las maquiladoras y fábricas de superexplotación de China y Honduras. Ha cubierto los rostros de las jóvenes de Arabia Saudita e Indonesia. Ha desnudado a las jóvenes de Moldova y Bangkok vendidas en burdeles por todo el mundo y la asumen como premio las preadolescentes estadounidenses y europeas a quienes les enseñan a vestirse y contonearse como objetos sexuales mucho antes de entender ni siquiera de qué se trata el sexo. Esta estructura entrelaza todas las épocas de la historia, sigue un sendero sinuoso alrededor del mundo, forra todas las religiones dominantes y “códigos morales” y está entretejida en cada aspecto de la sociedad humana. Es un velo pesado que arroja las tinieblas de las primeras divisiones opresivas de la humanidad sobre la vida, los sueños y los proyectos de los seres humanos en cada rincón del globo en el siglo 21.

No se justifica vivir así en este planeta en el siglo 21 y no se debe aceptar. No se debe tolerar ni permitir nada de eso con el consejo de la paciencia.

NOSOTROS DECLARAMOS: ¡NUNCA MÁS!

La mujer necesita la emancipación. Necesita liberarse de las milenarias cadenas de la tradición. Esta declaración se fundamenta en reconocer claramente que para el avance de todo ser humano, es necesario quitarle a la mitad de la humanidad la centenaria condena de ser la propiedad del hombre y de vivir despiadadamente explotada, humillada y degradada de mil maneras.

La mujer no es una reproductora. No es un ser de menos. No es un objeto creado para el gozo sexual del hombre. La mujer es un ser humano capaz de participar plena e igualmente en toda esfera de la actividad humana. Cuando a la mujer se le restringe, eso frena el avance de la humanidad en conjunto. La mujer tiene que conquistar la liberación y solamente se liberará por medio de la transformación revolucionaria del mundo y la emancipación de toda la humanidad y al ser una poderosa fuerza motriz en dicha revolución.

En este momento en que muchos proclaman que es necesario, o además deseable, encontrar “puntos en común” con los fundamentalistas religiosos, esta declaración no acepta la esclavización de la mujer y no le hará concesiones. No les tiene paciencia a los que nos aconsejan ser “realistas” conformándose con hacer pequeños ajustes a los horribles confines del mundo como es. Esta declaración desenmascara la bancarrota moral e ideológica de los que se adjudican el estandarte del avance de la mujer, pero cuya única intención es “sacar una tajada” del mundo como es — de librar una batalla perversa y perdida por el “derecho” de la mujer de conseguir una parte igual en el manejo del imperio, la explotación de los demás o hasta el nivel humillante de hacer promoción y venta de sus propios cuerpos como mercancía sexual.

En un momento en que tan pocos se atreverán a hacerlo, esta declaración clama por algo que no se ha visto en generaciones: una resistencia masiva consecuente de mujeres y hombres por todo el mundo que no permiten que se oprima a la mujer, que la golpeen, la encarcelen, la insulten, la violen, abusen de ella, la acosen, la exploten, la asesinen, que le escupen o que le echen ácido, que la manoseen, la avergüencen y la subvaloren sistemáticamente.

Esta declaración clama por una revolución, de la cual una piedra angular será la plena emancipación de la mujer. Una revolución que desencadena la furia de la mujer como una fuerza poderosa y que capta lo central que es esta cuestión para arrancar de raíz y abolir toda la explotación, opresión y relaciones sociales degradantes y las ideas acompañantes, en toda la humanidad a través del mundo.

Es una declaración comunista, que convoca a un movimiento revolucionario de emancipadores de la humanidad.

Es este, y nada menos, el reto ante nosotros.

LA OPRESIÓN DE LA MUJER NO ES “NATURAL”: SURGE CON LA DIVISIÓN DE LA SOCIEDAD EN EXPLOTADORES Y EXPLOTADOS Y ES UNA PARTE INTEGRAL DEL CAPITALISMO “MODERNO”, EL CUAL LA PERPETÚA...

Al crecer en una sociedad dada, es fácil creer que sean “naturales” nuestro modo de vivir, todo lo que se da por sentado y las relaciones cotidianas de que estamos acostumbradas o además, según nos dicen a menudo, que los haya decretado algún dios u otros seres o fuerzas sobrenaturales. Es probable que esta situación no se dé más que en el caso del modo de pensar y la experiencia de la gente con respecto a la familia y las relaciones entre el hombre y la mujer.

Sin embargo no existe NINGÚN orden natural, ni divino ni biológico, que no se cambia y no se puede cambiar. La historia de la familia, como la de la “naturaleza humana”, es una historia de la transformación continua.

En la mayoría de las sociedades humanas primitivas, contaban el linaje de los niños por la  descendencia de la madre. Si bien en estas sociedades existía una división de trabajo entre el hombre y la mujer, basada entonces principalmente en el papel de la mujer en el parto y la necesidad de amamantar prolongadamente, no tenían relaciones institucionalizadas de opresión ni dominación entre mujer y hombre. Solo cuando la sociedad logró desarrollar la capacidad de producir un excedente por encima de lo que fuese suficiente para la mera supervivencia y el surgimiento de la propiedad privada sobre esa base, se llegó a presentar la división entre explotador y explotado y surgió un estado para imponer el dominio de una clase sobre otra. Aunado con ese desarrollo, se transformó más la división inicial de trabajo por género en una relación opresiva del dominio del hombre sobre la mujer.

Las familias y la institución del matrimonio no se originaron en la asociación romántica de hombre y mujer y un hogar para criar y cuidar a los hijos, sino al contrario surgieron en forma de una unidad económica y social que apuntalaba las relaciones de riqueza y poder dentro de una sociedad así como el linaje de la sucesión para legar la riqueza y el poder acumulados (o la falta de los mismos) de una generación a otra. El origen de la palabra “familia” revela mucho sobre su función original. Proviene de la palabra en latín “familia” que significaba “una familia de esclavos” y se refería en la Roma antigua a un hogar encabezado por un hombre en el cual se contaba como su propiedad no solo los esclavos y sirvientes sino también las esposas e hijos, sobre los cuales tenía el poder de vida y muerte.

No se pueden romper todas las cadenas menos una. No se puede decir que uno quiere eliminar la explotación y la opresión, pero quiere que persista la opresión de la mujer por el hombre. No se puede decir que uno quiere liberar a la humanidad, pero mantener a una mitad esclavizada por la otra. La opresión de la mujer está íntimamente ligada a la división de la sociedad en amos y esclavos, explotadores y explotados, y acabar con todo esto es imposible sin liberar completamente a la mujer. Por eso la mujer desempeñará un enorme papel en el proceso de hacer la revolución y garantizar que no pare a medias. Es imprescindible desencadenar la furia de la mujer como una fuerza poderosa para la revolución.

Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos

Desde que surgió la propiedad privada de la riqueza que la sociedad produce en conjunto y desde que con ella surgieron las divisiones de clases —las divisiones entre los seres humanos según sus diferentes papeles en la producción de esa riqueza y la parte correspondiente mayor o menor de la riqueza que reciben—, se suponía que la mujer conservara su virginidad hasta contraer el matrimonio y luego ser madre subordinando sus sueños y proyectos incondicionalmente y canalizándolos a satisfacer al marido y criar a los hijos de él. Se le ha considerado como “puta” o se le ha sometido a otras formas de degradación y persecución a la mujer que no se portó así o se negó a hacerlo, haciendo de ella blanco del desdén y muchas veces de la violencia, cuya única utilidad es como objeto de gratificación sexual y botín, o de la marginación completa. Mediante diversas culturas, períodos históricos y mitos religiosos —de las figuras bíblicas de la Virgen María y Jezabel a los “iconos” de la cultura popular como Britney Spears y su transición en la prensa sensacionalista de niña inocente a seductora despreciada)—, estos modelos de la “mujer casta” y de la “puta” han perdurado (e incluso se han combinado perversamente, tal como en la imagen de la “puta virgen”, o sea, la tentadora que siempre está allá pero no la puedes tocar, que crean los que moldean la “cultura de masas” en países como Estados Unidos). Desde el embate religioso actual contra el aborto y los anticonceptivos, hasta las redes mundiales de la esclavitud sexual y la prostitución, estos dos modelos siguen destrozando la vida de miles de millones de personas en este planeta y envenenan el ambiente en el cual se relacionan todo hombre y toda mujer.

De este modo, durante miles de años se ha desperdiciado y asfixiado el potencial humano de generación tras generación de mujeres y niñas —o sea, a la MITAD DE LA HUMANIDAD— y se ha estropeado su espíritu y su vida. Han quedado reducidas a nada menos que su capacidad biológica de dar a luz y de tener utilidad para el hombre.

Todo eso es la verdadera raíz de la familia que se dice que es la piedra angular más importante de la sociedad. Por todo eso la realidad de la vida de la familia se vuelve para tantas mujeres una prisión que con crueldad convierte en una parodia el amor, la compasión y apoyo que ellas buscaban en primer lugar en ella. Por todo eso, incluso cuando los seres humanos se unen sobre la base de lazos genuinos de amor y un verdadero deseo de tener igualdad y respeto, a menudo la manera en que se estructura la familia y la sociedad como parte de las relaciones generales de dominación, explotación y opresión que imperan en cada rincón del mundo de hoy, los mete en un papel que nunca juraron desempeñar. Por todo eso la familia, para tantas mujeres así como niños, es el lugar de horrores aplastantes y degradantes.

Estas brutalidades y restricciones de la familia no son traiciones de una institución romántica, cariñosa y querida. Son sus verdaderas raíces y su papel continuo en las sociedades de hoy, sean “atrasadas” o “modernas”, que surgen incluso de las mejores intenciones de la gente y las deforman.

La primera división de la sociedad en explotadores y explotados —en que algunos capturaron y esclavizaron a otros— estaba fuertemente relacionada con la aparición de las relaciones opresivas entre los hombres y las mujeres. (Tomar a mujeres como “botín de guerra” y mantenerlas como concubinas —esclavas sexuales— tuvo un rol importante en el desarrollo de las relaciones amo-esclavo. Los “textos sagrados” de las mayores religiones, por ejemplo la escrituras “judeocristianas” y el Corán del islam, consagran y de hecho celebran esta situación.) Desde los tiempos de las antiguas sociedades esclavistas, en que la economía se basaba en la agricultura y/o el pastoreo, tener muchos hijos les era importante a los terratenientes y dueños de propiedad masculinos como una fuente de trabajadores para trabajar la tierra o pastorear los rebaños y en el caso de los varones, una fuente de guerreros para hacer incursiones y librar batallas contra tribus y aldeas rivales o guerras contra imperios rivales. El papel esencial de la familia y en particular de la mujer (esposa y madre) en la familia era darle a la cabeza masculina del hogar hijos y criarlos para así cumplir su papel “correcto” según la división del trabajo de la sociedad, que incluye a la división entre los hombres y las mujeres; mantener y perpetuar las relaciones de propiedad de entonces en que los hijos de un hombre así como su esposa eran su propiedad, todo lo que se imponía por ley o al menos por las tradiciones, costumbres y códigos imperantes. De este modo la familia sirvió de “célula” básica de la sociedad más amplia, la cual era crucial para reproducir no solo la población de esa sociedad sino también sus relaciones sociales dominantes (entre ellas la de tener o no tener propiedad), relaciones de desigualdad y explotación.

Donde la industrialización y el capitalismo han reemplazado a la agricultura y al pastoreo como base principal de la economía, la familia ha seguido siendo una “célula” importante de la sociedad, que desempeña un papel esencial para mantener y reproducir las relaciones de explotación y opresión típicas del capitalismo. El capitalismo es una forma de sociedad en que se producen y cambian como mercancías (objetos que se compran y se venden) las necesidades materiales para la vida y los productos y servicios en general. En esta sociedad, la propia capacidad de trabajar (la fuerza de trabajo) se convierte en una mercancía: esta capacidad de trabajar, cuando se pueda encontrar trabajo, se vende a un empleador (capitalista) que la usa en beneficio propio a cambio de un sueldo o salario.

Los capitalistas están enfrascados en la competencia despiadada con otros capitalistas y no pueden escaparse de ella debido a la necesidad de expandirse o morir. Es por medio del proceso de contratar la fuerza de trabajo de otros (que no tienen ningún capital) que los capitalistas constantemente procuran aumentar sus existencias de capital. Aunque el capitalismo requiere y mantiene a varias capas sociales que le sirven a él y a su sistema político y a otras que juegan un papel para continuar la sociedad capitalista y darle mantenimiento (o, de todos modos, que son capas que son compatibles con esta sociedad), a algunas de las que les paga bien, de fondo al obligar de manera más extensa e intensa a los que llevan a cabo el proceso concreto de producción y al explotar más despiadadamente a estos trabajadores (proletarios), los capitalistas procuran aumentar constantemente sus existencias de capital, y si no lo logran en la necesaria escala, corren el peligro de hundirse. Por otro lado, a los que explotan de este modo les dan un sueldo que solo basta para sobrevivir, para mantenerlos en una situación en que pueden seguir trabajando y seguir siendo objeto de explotación, y reproduciendo nuevas generaciones que estarán en la misma posición. Este es el impulso fundamental y lógica del capitalismo. A veces, según las necesidades de la acumulación de capital y la presión de la dinámica y los dictados de este proceso, los capitalistas despedirán a parte de la fuerza de trabajo mientras que explotarán más intensamente a la parte que quede. O cerrarán centros de producción enteros y trasladarán su capital a esferas de la economía, áreas o regiones geográficas o partes del mundo donde la gente es más vulnerable a la explotación y parecen mayores las opciones para “inversiones rentables”.

Hoy más que nunca, todo esto ocurre a escala mundial con las víctimas más desesperadamente pobres y despiadadamente explotadas por el capitalismo, principalmente en el tercer mundo de América Latina, África, Asia y el Medio Oriente. Inclusive en un país como Estados Unidos, hay una masa de decenas de millones de empobrecidos y duramente explotados y oprimidos.

En las relaciones básicas del capitalismo, en gran parte se “canaliza” el sueldo o salario de los empleados por medio de la institución de la familia: se satisfacen por medio de la familia las necesidades materiales para la vida (al grado que se pueda) y nacen nuevas generaciones, lo que reproduce de nuevo no solo la población sino las relaciones imperantes de desigualdad y explotación de la sociedad entera. En los confines del capitalismo, aun cuando muchas mujeres tengan trabajo y perciban un salario, las masas de mujeres todavía no pueden evitar las divisiones más importantes en la sociedad, como la división de trabajo opresiva entre los hombres y las mujeres en que la mujer sigue teniendo la principal responsabilidad de criar a los hijos (y en que principalmente ellas son las que cuidan a los miembros de la familia de todas las edades) y en que el valor de la mujer tiene que ver esencialmente con su utilidad, para el hombre, como madre, esposa y objeto de placer sexual. Estas relaciones son una herencia de miles de años de la sociedad patriarcal (dominada por hombres) y se refuerzan no solo mediante la tradición poderosa sino también mediante el funcionamiento y efectos del capitalismo en que todo, incluidas las relaciones en el matrimonio y relaciones sexuales, constan en lo fundamental de relaciones de propiedad y del intercambio de mercancías y por las cuales en general un lado, el masculino, sigue dominando. Aunque dejemos a un lado las crudas expresiones respectivas, por ejemplo los “acuerdos prenupciales”, ¿cuántos matrimonios u otras relaciones íntimas entre hombres y mujeres en esta sociedad hay que no encarnan de parte del hombre la demanda de tener relaciones sexuales (así como la responsabilidad de manejar el hogar y criar a los hijos del hombre) a cambio de que este “sea el sostén económico” (y tal vez “ayude en el quehacer de la casa” de vez en cuando); y de parte de la mujer, entregar placeres sexuales (y otros “servicios” para el hombre) a cambio de la seguridad financiera (o simplemente la supervivencia)?

¿Por qué es que la prostitución es un rasgo común de cada sociedad basada en la explotación y que como elemento importante de ella incorpora las relaciones y tradiciones del patriarcado y de la dominación masculina? ¿Por qué está tan generalizada la pornografía junto con la prostitución y la acompañante degradación general de la mujer en un país como Estados Unidos? ¿Por qué existen “dos criterios” distintos según los cuales a la mujer que tenga relaciones sexuales con muchas personas diferentes la tachan de “zorra” mientras que a un hombre que haga lo mismo lo ensalzan como “semental”? Esta es una extensión de las relaciones básicas de propiedad entre hombres y mujeres y en particular de las relaciones en el matrimonio por las cuales los hombres en general pretenden controlar la actividad sexual de sus esposas, mientras que al mismo tiempo buscan y creen que están en su “derecho” a tener placer sexual y que cuando creen que las relaciones sexuales con sus esposas ya no les satisfacen, a menudo no procuran resolver la situación buscando una relación de más amor e intimidad con sus esposas sino al contrario se sienten impelidos, con el permiso y el poder de acudir a otras mujeres en pos del placer sexual, por ejemplo en la forma de la prostitución y/o la pornografía. O los hombres evitan o dejan para el futuro el matrimonio, y las “complicaciones” y “restricciones” que en teoría este les impone, como los “compromisos” de la monogamia, y al contrario recurren (aunque sea por un momento) al placer sexual sin compromisos en encuentros promiscuos y en la pornografía y/o prostitución. ¿Y por qué hay mujeres de las que usar y de las que abusar por medio de la prostitución y la pornografía? Porque como resultado de la naturaleza fundamental y el funcionamiento esencial de un sistema basado en el afán de los capitalistas de acumular constantemente más capital por medio de la explotación de las masas populares que no tienen capital, con las relaciones opresivas generales estrechamente relacionadas con todo eso, especialmente las estructuras e influencia ideológicas del patriarcado y la dominación masculina, hay gran cantidad de mujeres pobres, desesperadas, sin poder y vulnerables a quienes es posible atrapar, engañar, coaccionar, secuestrar, golpear, inyectar con droga y obligar de otras maneras a vender el cuerpo y porque la cultura dominante en los países capitalistas promueve en toda esfera la idea de que el cuerpo de la mujer es una mercancía y condiciona y alienta no solo a los hombres sino a las propias mujeres a ver las mujeres y a usarlas como tal. En el mundo de hoy este es un fenómeno internacional en que millones y millones de mujeres y además jóvenas son objeto de la trampa y la brutalidad del comercio internacional del sexo y la “industria del sexo” que es una fuente de miles de millones de dólares de ganancias y capital.

Junto con todo esto, están los incidentes muy comunes en un país como los Estados Unidos, donde una mujer trata de romper con un novio o marido abusivo, pero resulta acosada o incluso asesinada por él y a veces sus niños asesinados junto con ella. Esto también es una expresión en forma extrema de las tradiciones y las relaciones en las que una mujer y los hijos son propiedad del hombre; es el resultado de la mentalidad de que, si él ya no puede tener esta propiedad, ¡pues nadie la tendrá! Esta es la misma mentalidad básica y refleja el mismo tipo de relaciones de opresión, como cuando en otras culturas una mujer soltera o niña es asesinada, a menudo por los varones de su propia familia, porque ha “perdido la virginidad” y así —aunque sea como resultado de una violación—, con ello, ella no tiene el valor de la propiedad que su familia, y en particular su padre, espera canjear en los arreglos del matrimonio.

La conclusión que podemos sacar de todo esto no es que en lo fundamental es la “culpa” de los hombres ni que “los hombres son el enemigo”. Más bien, lo que refleja y se revela es que las relaciones entre los seres humanos, que se han desarrollado a lo largo de miles de años, desde el momento en que surgió la propiedad privada de la tierra (y otros medios de producción) y la división de la sociedad en explotados y explotadores, han sido y siguen siendo arraigadas en opresión… que el capitalismo es la encarnación última y altamente desarrollada de estas relaciones de opresión... que derrocar el capitalismo y arrancar de raíz y abolir completamente todas esas relaciones en todo el mundo corresponde a los intereses de la inmensa mayoría de los seres humanos, tanto hombres como mujeres... y que la emancipación de la mujer es y debe ser tanto un objetivo fundamental y una parte decisiva de la lucha para finalmente eliminar todas las relaciones opresivas.

El capitalismo, especialmente como el que se ha desarrollado cada vez más como un sistema mundial de imperialismo capitalista, ha incorporado, dentro de su proceso global de acumulación de riqueza y de capital, muchas relaciones de explotación y opresión que surgieron antes del capitalismo. Especialmente en el vasto tercer mundo, se trata de la opresión de la mujer en formas que critican fuertemente los defensores del capitalismo “moderno”, “ilustrado” y “democrático”, al mismo tiempo que este capitalismo “moderno”, “ilustrado” y “democrático” prospera y no lo podría hacer sin estas formas de opresión y que por lo tanto trabaja para mantener en el “atraso” a las partes del mundo que domina y explota, junto con el mantenimiento de los modos de explotación y opresión específicos, entre ellos la opresión de las mujeres, que están profundamente entretejidos en la base de estos mismos países capitalistas. La extrema pobreza y la degradación de las masas populares a través de los grandes barrios de tugurios y en los vastos campos del tercer mundo son un elemento vital para el sistema vampiresco que es el imperialismo capitalista. Estas masas son una fuente aparentemente interminable de seres humanos desesperados y más fácilmente explotables, y a los ojos de los explotadores, “desechables”, unos objetos que estos pueden usar y exprimir cuando sea rentable y que pueden dejar de lado cuando la explotación de otras fuentes parezca más rentable. Y en todo eso, la explotación y la opresión de la mujer son indispensables para el capital imperialista, como una fuente de “mano de obra barata” y para la procreación y la crianza de nuevas generaciones de “mano de obra barata”. Por eso, de fondo, el imperialismo capitalista “democrático” e “ilustrado” no pretende eliminar, sino más bien perpetuar no solo las formas “modernas” sino también “medievales” de la opresión de la mujer.

En resumen: la sociedad capitalista “moderna”, o, en realidad, el sistema mundial del imperialismo capitalista, ha heredado la opresión de la mujer de las sociedades anteriores de las que el capitalismo ha surgido y si bien cambia algunas formas en que esta opresión se lleve a cabo, no ha eliminado y no puede eliminar esta opresión; ha incorporado formas pre-capitalistas de esta opresión en diversas partes del mundo, especialmente el tercer mundo, en el sistema mundial de explotación y opresión en conjunto; y perpetúa todo esto mediante las relaciones fundamentales, el actual proceso de acumulación y el funcionamiento general de este sistema capitalista imperialista en sí.

LA OPRESIÓN DE LA MUJER ES ABSOLUTAMENTE INNECESARIA: LA REVOLUCIÓN ES LA SALIDA Y EL CAMINO A SEGUIR

Ya no existe la necesidad de que la función biológica de la mujer de dar a luz dicte su papel en la sociedad. Ya no existe la necesidad para que la humanidad se encuentre limitada por las tradiciones patriarcales y la opresiva moral religiosa. Hoy, esta situación es tan descabellada como es cruel, como absolutamente innecesaria.

Por primera vez en la historia humana, no solamente es posible soñar sino hacer realidad un mundo que ya no se caracteriza por la subyugación de la mitad de la humanidad. Hoy es posible romper las cadenas que sujetan a las mujeres así como arrancar de raíz y dejar atrás la división de clases y las tradiciones correspondientes que afianzan e imponen la opresión de la mujer.

El capitalismo con su desarrollo tecnológico, transporte, comunicaciones y medios masivos de producción socializada ha creado la base material para que toda la humanidad viva en una abundancia colectiva — siempre y cuando se arrebaten esos medios de producción a las manos de la clase dominante capitalista y se pongan al servicio de la humanidad y siempre y cuando se transformen radicalmente todas las relaciones entre las personas y todas las ideas tradicionales.

Para lograr todo eso se requiere de la revolución. Es decir, derrocar este sistema y la clase imperialista capitalista que lo encarna y lo dirige — y establecer un nuevo poder estatal revolucionario.

Como explica la Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos:

“Este nuevo poder revolucionario tiene que despojar, y despojaría, de inmediato a la clase capitalista imperialista de su propiedad y su poder. De inmediato se pondría a atender las necesidades más urgentes del pueblo y a resolver lo que hasta ahora al parecer han sido los problemas más ‘espinosos’. Haría todo esto al servicio y como parte de algo más grande: una revolución mundial, que lleve a la emancipación total de la humanidad. Este nuevo poder, un estado socialista con raíces en la actividad consciente de decenas de millones de personas, se embarcaría en una serie de luchas adicionales para arrancar las meras raíces de la explotación y la opresión en cada esfera, de la producción a las instituciones sociales, a las ideas, en un proceso lleno de retos monumentales y de vitalidad y diversidad reales” 6 .

Y, además de todo lo que hemos señalado arriba, esta transformación histórica de la sociedad y en efecto del mundo como un todo, tendría como una de sus piedras angulares —como una meta decisiva y fundamental y fuerza motriz— la lucha por la emancipación completa de la mujer.

* * * * *

Hoy, la historia de la revolución comunista ha sido objeto del olvido y del desprecio, y los llamados paladines del progreso la han tachado de “fracaso”.

Pero, si existiera un sistema que se debería evaluar de acuerdo a su monumental fracaso y a la manera en que ha desperdiciado y saqueado a la humanidad entera y además en particular a la mujer, ese sistema sería el capitalismo. Como hemos visto, el capitalismo no ha liberado a las mujeres, meramente lo que ha hecho es actualizar la milenaria opresión e integrarla en la forma de organización humana más violenta, más opresiva e inmensamente más empobrecedora jamás vista en este planeta. A diario aumenta su alcance, pulveriza la vida y cuerpos de millones y los echa al olvido como tanto desperdicio humano, hasta que no queda ninguna parte del globo sin tocar.

Encontramos que las y los que una vez se adjudicaban el estandarte de la liberación de las mujeres se han colapsado de plano y se han claudicado ante los “límites de lo que sea posible”, a pesar de estos horrores y del hecho que son productos inevitables de este sistema caduco en que vivimos hoy.

En un momento en que pende de un hilo el derecho fundamental de una mujer para decidir cuándo y si quiere tener hijos, cuando el aborto y hasta la contracepción están bajo ataque, el movimiento “feminista” raras veces está en posibilidades de pronunciar siquiera la palabra “aborto”, aceptando incorrecta y vergonzosamente que tenga algo que es moralmente incorrecto. Tales “feministas” han olvidado o se han alejado de la verdad imprescindible de que a las mujeres a que les han negado el derecho y la capacidad de decidir por sí mismas cuándo y si quiere tener hijos y que ni siquiera tienen ese grado de control sobre el propio cuerpo, las han reducido a una posición equivalente a la esclavitud.

En un momento de una crisis masiva de alimentación, de crisis económica general y de guerras imperialistas que roban millones de vidas, en que se necesita con más urgencia que nunca crear un mundo radicalmente diferente en que se eliminen las cadenas sobre toda la humanidad, estas “líderes feministas” no aspiran a nada más elevado que la lucha de las mujeres individuales por poder obtener una parte de los privilegios que acompañan la vida en la cima de este país de competencia despiadada. Aunque se comprometen a mejorar la suerte de las mujeres más oprimidas y pobres del globo, lo hacen con sus esperanzas y actividades aún atadas al actual orden opresivo — una tarea verdaderamente desesperanzadora y desalentadora.

NO SE HA LOGRADO Y NO SE PUEDE LOGRAR LA IGUALDAD Y LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER BAJO ESTE SISTEMA: LO QUE EL MOVIMIENTO PARA LA LIBERACIÓN DE LA MUJER DE LOS AÑOS 1960 Y COMIENZOS DE LOS 70 LOGRÓ Y LO QUE NO LOGRÓ.

Para entender el porqué de estas miras bajas, es necesario señalar algunos avances así como deficiencias en el movimiento para la liberación de la mujer que, a un grado muy significativo, remodeló la cultura de los Estados Unidos en los años 60 y 70, así como algunos cambios importantes desde entonces.

¡En primer lugar y de más importancia, esa fue una lucha enormemente positiva!

Entender lo espantosa que era la situación para la mujer en los años 50 en Estados Unidos es muy difícil para las personas que no vivían en esa época. Las mujeres llevaban una vida de asfixia y brutalidad detrás de una pantalla idílica de felicidad doméstica bajo la consigna “Father Knows Best” (Papá sabe lo todo o Papá es el que siempre tiene razón). Esta situación hundió a millones en la depresión profunda y la locura del aislamiento. Sus interacciones sociales se limitaron en una gran medida a los hijos y se suponía que no podían aspirar a más que los horizontes encarnados en la revista Buen Hogar. En muchos estados estaban penalizados el aborto y el control de la natalidad (o al menos muchas formas del control de la natalidad) y no existía ningún derecho general en el país al control de la natalidad o al aborto. Muchas formas de empleo excluyeron a las mujeres, la mujer casada tuvo poco o ningún control sobre la propiedad y las finanzas sin el aval de su marido y en la mayoría de los estados por ley el esposo tenía el derecho de violar a su esposa.

¡Desafiar todo eso con energía en los años 60 y 70 fue algo muy bueno para toda la gente! Fue algo muy bueno que las mujeres levantaran la cabeza y demandaran la igualdad. Las mujeres formaron grupos para elevar la conciencia que rompieron su aislamiento, inspiradas por la lucha para la liberación negra y con reuniones de “contar agravios” tal como hicieron los campesinos cuando se sublevaron en la China revolucionaria. Cobraron fuerza y recibieron apoyo para salir de los matrimonios abusivos y establecer nuevas normas para las parejas. Cada vez más mujeres entraban a la escuela y a toda esfera del trabajo. Desafiaban las costumbres que sofocaban las relaciones humanas, explorando la sexualidad femenina y cuestionando los estigmas sobre la misma. ¡De mucha importancia, lucharon por el derecho al aborto y lo obtuvieron! Además, los hombres comenzaron a cambiar: muchos de ellos cambiaron de actitud y comenzaron a ver lo importante que era la lucha por la emancipación de la mujer para cualquier lucha por un mundo mejor. Los cambios que ocurrían en la estructura de la economía estadounidense y en la economía mundial que sacaron a las mujeres del hogar y las incorporaron a la fuerza laboral estimularon este proceso y le dieron más iniciativa.

Estos cambios también ocurrieron en un contexto de levantamientos revolucionarios por todo el mundo. Era una época de gran agitación social, enorme fermento ideológico y abnegación y lucha osadas. En los Estados Unidos, en toda una generación se suscitó un profundo descontento acerca de la guerra de Vietnam y muchos soldados se rebelaron en su contra. La lucha para la liberación negra sacudió al país hasta los cimientos y la cultura bullía de desafío y elevados sueños de un mundo diferente.

Pero, aun en sus comienzos, dos corrientes diferentes contendían en el movimiento de la mujer. Una corriente era el feminismo burgués; hizo una separación entre la cuestión de la condición de la mujer y otras formas de opresión y simplemente luchó por reformas y por el derecho de la mujer a la igualdad en el mundo como existe hoy. La otra, una corriente mucho más radical con los revolucionarios al centro, reconoció que básicamente la emancipación de la mujer era parte de la lucha para liberar a la humanidad de toda forma de opresión y explotación y al mismo tiempo captó que no sería posible lograr ningún progreso verdadero si se mantenía a la mujer en una situación subordinada.

Desafortunadamente, el auge de lucha revolucionaria de ese tiempo llegó a un apogeo sin llegar a hacer la revolución. Aquí cabe señalar que por revolución no queremos decir simplemente un cambio importante en actitudes o una agitación social importante. La revolución se refiere al derrocamiento de una clase por otra y al establecimiento de un nuevo poder estatal con relaciones radicalmente nuevas de producción y relaciones generales radicalmente nuevas entre los seres humanos. Al contrario, el sistema capitalista —su base económica y su tejido social, apuntalados por su maquinaria de poder y violencia— permaneció intacto y por ende no era posible continuar ni siquiera mantener mucho de lo que se había ganado.

Contra todo lo positivo que se había logrado se desató muy rápidamente un contragolpe, lo que en verdad se consolidó bajo la presidencia de Ronald Reagan en los años 1980. Muchos de los que antes habían aspirado a rehacer el mundo entero comenzaron a rebajar los sueños. A través de la sociedad y en todo el mundo se revirtió la iniciativa. Para los gobernantes de los Estados Unidos, la reafirmación de la “familia tradicional” y de los “valores de la familia” se convirtió en una parte imprescindible no solo de reafirmar el patriarcado sino también de volver a unificar el tejido reaccionario de la sociedad que se había desgastado de manera importante.

Unas fuerzas de la clase dominante dieron poderosos apoyos a los fascistas cristianos y los desataron bajo el estandarte de los “valores de la familia” para que persiguieran y acosaran a las mujeres que pretendían hacerse un aborto. Han alcanzado el extremo de volar clínicas con bombas e incluso asesinar a médicos. Han pregonado la vergüenza y la ignorancia de la “abstinencia” en las escuelas públicas y han atacado la enseñanza del hecho científico de la evolución. Han trabajado por eliminar los derechos ganados por los gays y por legitimar de nuevo la homofobia intolerante. Además, de manera perversa, esta afirmación de la religión y del patriarcado llegó a ser una manera de atraer a muchos de los que estaban profundamente descontentos y todavía duramente oprimidos a su redil reaccionario.

Ante este contragolpe, junto con la decaída de los movimientos revolucionarios y de la orientación de luchar por el cambio mediante la acción política masiva independiente por parte de la gente, la corriente de feminismo burgués viene a identificarse como la única salida para quienes se preocupen por la condición desigual y oprimida de la mujer, aun cuando este feminismo burgués esté cada vez más atado a la clase dominante y al Partido Demócrata en particular y que se haya subordinado cada vez más a los mismos.

La absorción del “movimiento oficial de la mujer” al interior del Partido Demócrata y su subordinación absoluta a los confines de la política electoral ha hecho un enorme daño. Desde hace más de dos décadas este “movimiento feminista” ha influenciado y alentado a la gente progresista a que se acomode a la dinámica donde la atrocidad de ayer se vuelve “la posición de compromiso” de hoy y mañana los límites de lo que se puede imaginar. La posición defensiva y de cobardía de este “movimiento” ante los fascistas cristianos en particular —para tomar un ejemplo concentrado, su negativa a darles una batalla en serio sobre la moral del aborto— ha contribuido a la desorientación de dos generaciones de mujeres jóvenes, y hombres también.

Esta marcha de los acontecimientos en los años 1980 —y en particular este contragolpe reaccionario contra la mujer a nivel mundial— llevó a la situación descrita hace 20 años por el presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, Bob Avakian, el cual en muchas maneras resuena aún más fuerte hoy:

“La cuestión general de la posición y el papel de la mujer en la sociedad se presenta cada día más agudamente en las extremas circunstancias de hoy... No se puede concebir la resolución de todo esto salvo de la manera más radical… La cuestión que pende es: ¿será una resolución radical reaccionaria o una resolución radical revolucionaria, implicará reforzar las cadenas de la esclavitud o destruir los eslabones más decisivos de esas cadenas y abrir la posibilidad de realizar la eliminación completa de todas las formas de dicha esclavitud?” (Balas, de los escritos, discursos y entrevistas de Bob Avakian, RCP Publications, 1985, p. 202).

Con todo eso en juego, es necesario examinar y desenmascarar algunos falsos caminos y callejones sin salida que se interponen en el camino de la emancipación.

BARRERAS CONTRA LA EMANCIPACIÓN

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EL IMPERIALISMO YANQUI Y EL FUNDAMENTALISMO ISLÁMICO: UNA ELECCIÓN ENTRE “PERDER O PERDER” Y UNA TRAMPA MORTAL

Lo más obsceno entre estos puntos de vista equivocados son los que cantan las alabanzas de la democracia imperialista yanqui como la mejor de todas las posibles sociedades y quienes van al extremo de alardear que el ejército de los Estados Unidos es una fuerza que puede liberar a las mujeres. Señalan los indecibles horrores del fundamentalismo islámico, donde matan a pedradas a las mujeres y las mantienen encerradas en su casa y cubiertas de pies a cabeza por la burka, como “prueba” de la superioridad del “estilo de vida norteamericano”. Y señalan el ascenso de mujeres como Hillary Clinton —quien como secretaria de Estado ahora puede ser parte del aparato de saqueo, muerte y destrucción en masa de los Estados Unidos— como un gran paso hacia la realización de la igualdad de las mujeres.

En realidad, no hay “elección” para las mujeres —ni para la humanidad en general— entre el imperialismo yanqui y el fundamentalismo islámico. Las mujeres no solo son objeto de subyugación y opresión en los países imperialistas, también está el marcado fenómeno del ascenso de los fascistas cristianos en Estados Unidos, quienes son milímetro a milímetro tan reaccionarios, misóginos y “medievales” como cualquier clérigo islámico y quienes son defensores y luchadores fanáticos por lo que en realidad es la fuerza más opresora en el mundo de hoy: el imperialismo yanqui.

Además, nunca se puede obtener la liberación para las mujeres por medio de las armas, botas y navíos de guerra de un ejército imperialista. Un reciente comunicado de la Organización de Mujeres 8 de Marzo (Irán-Afganistán) expresa este asunto muy poderosamente:

“El imperialismo estadounidense invadió a Irak y Afganistán en nombre de una ‘guerra contra el terror’ y la ‘liberación de la mujer’. Acabó soltando terror sobre el pueblo de Afganistán e Irak y reforzando a todas las autoridades patriarcales, tribales y religiosas. Antes de la ocupación estadounidense, las mujeres iraquíes gozaban de una condición jurídica y social de más igualdad. Podían desplazarse libremente por las ciudades sin ponerse el hejab islámico [pañuelo]”.

Hoy, bajo la ocupación yanqui en Basora, Irak, para contratar a alguien para llevar a cabo un “asesinato de honor” contra su esposa o hija, un hombre tiene que pagar meramente 100 dólares.7

Aunque la burka y la tanga parezcan muy diferentes, la burka que imponen los fanáticos fundamentalistas islámicos por un lado y la tanga ampliamente publicitada y promocionada como “ropa interior sexy” para las mujeres en las sociedades capitalistas “modernas” por el otro son horribles símbolos y encarnaciones de la degradación de la mujer. Lo fundamental que tienen en común es que son manifestaciones de un mundo caracterizado por horrendas formas de opresión “tradicionales’ y “modernas” —un mundo dominado sobre todo por el capitalismo-imperialismo— un mundo que hay que poner patas arriba y transformar radicalmente.

Como lo señaló Bob Avakian respecto a un fenómeno que está afectando cada vez más la vida de millones alrededor del mundo:

“Lo que vemos en contienda, con la jihad por un lado y McMundo/McCruzada por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos polos anticuados, acabará fortaleciendo a los dos”.

Entre estos dos “sectores anticuados” están las clases dominantes imperialistas, particularmente la de los Estados Unidos, las cuales le han hecho mucho más daño a la humanidad y representan la más grande amenaza. En realidad, la dominación imperialista misma en el Medio Oriente, Indonesia y más allá —junto con la dislocación y trastorno generalizados que esta dominación causa y la corrupción, venalidad y vil represión características de los gobiernos locales que son dependientes del imperialismo y al cual le sirven— le echa mucha leña al fuego del fundamentalismo islámico como respuesta a todo esto, si bien de una manera reaccionaria. Cualquiera que use sus credenciales feministas para legitimar alguna parte de la salvaje agresión imperialista yanqui está moralmente en bancarrota. Si logran hacer eso mientras que se las arreglan para creer en su propia ilusión falsa de que a aquellos que realmente manejan la estructura de poder les importa lo que piensan, bien pueden haberse pasado al reino de la demencia criminal.

Lo que urgentemente se necesita es forjar otro camino — uno que se oponga a AMBAS fuerzas anticuadas y reaccionarias. Y cuanto más se forje esta clase de movimiento y resistencia poderosa en los Estados Unidos, más aire para respirar y más iniciativa dará para los auténticos revolucionarios en aquellas partes del mundo que son justificadamente nidos de odio contra el imperialismo yanqui.

Y lo que se necesita, sobre todo, es una revolución para barrer por completo el capitalismo-imperialismo y todos los sistemas y relaciones reaccionarios y anticuados… todas las formas en que se ha mantenido a la mitad de la humanidad subordinada, degradada, saqueada y despojada por la otra mitad… y todas las formas en las cuales un sistema podrido y asesino gobernado por un puñado relativo de explotadores despiadados esclaviza y oprime a las masas de la humanidad.

Como lo hemos discutido, el capitalismo, especialmente en esta era de capitalismo-imperialismo altamente globalizado, es un sistema mundial de explotación. El capitalismo “moderno” y “democrático”, como se manifiesta en países como los Estados Unidos, encarna y en realidad descansa sobre la explotación, dominación, subordinación, degradación y enajenación de las masas populares dentro de las fronteras de su propio territorio y del cual es inseparable y que una vez más descansa sobre formas aún más extremas de todo eso en otras partes del mundo, particularmente en el tercer mundo. Ningún intento de “reformar” o “perfeccionar” las formas más “modernas” y “democráticas” de esto en la “patria” imperialista podrá arrancar de raíz ni cambiar en lo fundamental las relaciones de opresión “en su territorio”. Para colmo, llevará —en verdad si no siempre con intención— a un intento perverso de unirse al saqueo del resto del mundo para “en el mejor de los casos” negociar a favor de una mejora de la situación de algunos de los oprimidos y discriminados en el país imperialista mismo a cambio de apoyar a los gobernantes imperialistas en su afán de fortificar y expandir su imperio de explotación y saqueo. No solo no liberará a las mujeres, y a otros oprimidos, en ninguna parte, sino que también llevará a la complicidad con los inenarrables crímenes de este sistema y/o a la desilusión y la desmoralización. Una vez más, esta situación tiene una causa simple y básica: este sistema capitalista imperialista se fundó y se basa en relaciones de explotación y opresión y no puede existir sin tales relaciones, sean más “tradicionales” o más “modernas”. No tiene el potencial para abolir todo eso, pero es la fuente principal de todo eso y es el motor principal que lo impulsa y lo impone en el mundo de hoy.

2

¡BASTA YA CON EL CULTO A LA MATERNIDAD!

Después de tres décadas del embate de los fascistas religiosos y la clase dominante que pretende revivir la moral tradicional, “el movimiento de las mujeres” se ha acomodado cada vez más al culto en torno a la maternidad. Estas feministas burguesas se han puesto a la defensiva acerca del aborto y muchas hasta han empezado a presentar la siguiente “ola” de feminismo como la lucha por los “derechos de las madres”.

Pero, aunque hay muchos casos en que mediante engaños o presiones esterilizan a algunas mujeres o les privan de otra forma de la capacidad de tener hijos, particularmente en el caso de las mujeres que son pobres y/o parte de las minorías oprimidas —lo que es algo a que oponerse y combatir vigorosamente—, el principal problema hoy en el mundo respecto a la opresión de las mujeres en particular no es que el derecho de la mujer a tener hijos esté bajo ataque. ¡Todos los días se obliga a millones y millones de mujeres a tener hijos en contra de su voluntad! El derecho de las mujeres a sentirse realizadas como seres humanos plenamente emancipados corre el peligro de ser eliminado.

Luchar por “el derecho de la mujer al respeto como madre” NO es lo mismo que luchar para que las mujeres sean seres humanos plenos en pie de igualdad. Hasta que usted rompa con la noción de que el rol esencial de la mujer es criar hijos, y especialmente si se es defensora de esta idea, aun cuando tenga la mejor de las intenciones, solo terminará reforzando los mismos horrores y atrocidades contra las mujeres y sus niños los cuales estaba decidida a eliminar.

La maternidad no tiene nada de “sagrado”. El papel biológico de la mujer en el parto y la crianza de hijos por necesidad moldeó las primeras divisiones del trabajo en las sociedades en que la gente llevaba principalmente una vida de subsistencia. Entonces, durante miles de años en diferentes formas de sociedades de clase, esta división del trabajo se transformó en una relación de opresión y subyugación impuesta por la familia, por las costumbres y por el estado. Esta la respaldaban la superstición religiosa y la ideología de la supremacía masculina. Pero desde hace mucho ya ha quedado atrás el tiempo en que era necesario que el rol biológico de la mujer de dar a luz y amamantar definiera la vida o el rol de la mujer en la sociedad en general. ¡Eso es algo muy bueno!

No es más “natural” que la mujer participe en la crianza de los hijos que los hombres. Pero por la forma en que se han organizado las sociedades por miles de años y en que se les adoctrina a las personas incesantemente desde que nacen, puede que esta situación parezca natural. No es cierto que la única o la mejor forma para que crezcan los niños y florezcan es estar en una unidad familiar atomizada con la mujer como la principal cuidadora. No se forman los lazos constructivos entre los seres humanos a través de genes o a través de hormonas. Se forman por medio del cariño y la cercanía, el proceso de escuchar y mostrar empatía, enseñar así como aprender y de compartir luchas y alegrías y dolores y el humor y el proceso de descubrimiento. Todas estas son —o pueden ser— cualidades de los seres humanos en general y no deberían ser el terreno —o el deber— exclusivo de un solo género.

Cuando se levante el estandarte de la maternidad como la “próxima ola” de feminismo, ya es hora de decir: ¡Basta! Puede que esta se vista al estilo de Michelle Obama, un poderoso ejemplo de mujer de carrera que dice que “sus hijas están primero”. O esta se puede manifestar en la forma de un personaje ficticio en la taquillera película Juno, acerca de una chica de secundaria que es elogiada por elegir con osadía tener un bebe —y no un aborto— y luego se presenta como una heroína por haberle dado su bebe a una mujer que cree que nunca podrá sentirse realizada si no puede ser madre. Se remacha constantemente el mensaje: la maternidad es la esencia, es el logro supremo y decisivo de ser una mujer. Esto es solo la misma vieja estupidez — una versión ligeramente nueva de la asfixiante vida de los años 1950, con cierta “actualización” pero que aún constituye el mismo reaccionario paquete.

Desde hace muchísimo ha sido necesario establecer un nuevo criterio. Es imposible defender el rol de la madre como la condición típica y más elevada de la mujer sin todo lo que eso conlleva, lo que incluye apresar a la mujer en su biología, la crianza de los hijos, la subordinación al hombre, sujeta a las opiniones y castigos de la supremacía masculina. Alguien que busca sinceramente la emancipación de las mujeres —y de la humanidad como un todo— tiene que romper decisivamente con el culto a la maternidad. Las mujeres son seres humanos con capacidad de estar en pie de igualdad con los hombres y con plena participación en todas las esferas de la sociedad y es necesario valorarlas como tales y que ellas descubran su propia identidad como tales.

Una vez más, para emancipar a la mujer de una condición que de muchas formas es igual a la de los esclavos y para concebir y plasmar un mundo radicalmente diferente y un futuro mucho mejor para la mujer y para la humanidad como un todo, es crucial que la mujer tenga el derecho y la libertad de decidir cuándo o si quiere tener hijos o no, y si quiere casarse o no, y romper con los confines sofocantes de definir el propósito y el valor de una mujer en términos de ser una esposa y madre.

3

UNA “FAMILIA FUERTE” NO ES LA SOLUCIÓN PARA LOS OPRIMIDOS

Mucha gente cree que hoy los oprimidos necesitan “unidades familiares intactas encabezadas por el padre”, que es una creencia que repiten constantemente los portavoces y diversos “modelos de conducta” para la clase dominante, empezando por el propio Barack Obama. Hemos tratado este tema en nuestra declaración “Sobre la opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos(Revolución #144, en revcom.us):

“Aunque se ha dado una extendida desintegración de las familias negras en las últimas décadas, esa también ha surgido del funcionamiento de este sistema, que ha asignado a muchos hombres negros a los márgenes de la sociedad, con casi un millón de ellos en prisión mientras lees esto. La base económica para las familias ‘estables, biparentales’ ha sido socavada. Si cada padre negro pudiera participar activamente en el cuidado de cada niño negro, el siguiente hecho aún sería cierto: este sistema no tiene futuro para millones y millones de estos jóvenes, con o sin la presencia del padre.

“Si verdaderamente crees que la familia ‘estable, biparental’ resolverá el problema, échate una mirada a los años del terror del Ku Klux Klan, los linchamientos y la segregación de tipo Jim Crow (con el aval de la ley) en el Sur. En esos tiempos la gran mayoría de las familias negras fueron familias tradicionales biparentales. Pero eso no previno y no pudo prevenir los efectos devastadores de la supremacía blanca y la explotación y opresión capitalistas.

“Pero hay un problema aún más profundo con esta explicación vacía: dirige a los oprimidos hacia un punto de vista que fortalecerá las cadenas de la opresión y los apartará más de la liberación... ‘Restaurar al hombre como cabeza de la familia’ oculta la realidad de lo que eso significa para la mujer — que es exactamente sufrir el trato de esclava, o de ‘favorecida’, o las golpizas, el abuso, el engaño, el acoso sexual y la violación dentro de los ‘sagrados confines’ de la familia (que es muy frecuentemente lo que sucede de hecho). Cuando ves la esencia, esta tontería del ‘derecho legítimo del hombre’ es solamente la cháchara y la mentalidad de un aspirante a amo de esclavos. Toda esta cháchara de la calle de ‘putas y zorras’… todo este odio a los homosexuales, con la cháchara de ‘maricas y putos’, la persecución y las palizas y los asesinatos de alguien cuyos sentimientos sexuales son distintos a ‘lo normal’… toda esta mierda, también, es la misma mentalidad jodida y destructiva.

“No necesitamos eso, ¡y nunca conducirá a la liberación ni a un mundo mejor! Si bien la revolución comunista eliminará inmediatamente las formas en que la sociedad ha obstaculizado el desarrollo de las familias negras, NO lo hará basado en las relaciones y las ideas tradicionales que dominan las familias en la sociedad capitalista, sino basado en la igualdad y el amor y el respeto mutuos, y de mirar hacia adelante a la transformación de toda la sociedad, tal como desencadenar la plena participación de las mujeres en cada esfera. Los hombres negros, y otros hombres, no tienen que ‘aprovechar’ su ‘derecho’ de imponer su dominio en la familia sobre las mujeres y los niños; tienen que alzarse junto con las mujeres en pie de igualdad como parte de emancipar a toda la humanidad.

“Los niños negros no necesitan ‘modelos masculinos de conducta’; necesitan un fin de las condiciones agobiantes que les cortan el paso en cada momento. Necesitan la revolución, y necesitan modelos revolucionarios de conducta, tanto de mujeres como de hombres.Tienen que ver a hombres y mujeres quienes se ponen de modelos del respeto y la igualdad mutuos que reflejan el mundo por el que estamos luchando: un mundo liberado completamente nuevo en que las jóvenes se crecen fuertes sin temor a la violación, la degradación ni el abuso, en que no se tacha a ningún niño de ‘ilegítimo’ y en que los hombres, tal como los demás, se sienten valorados contribuyendo a la mejora de toda la humanidad por medio de la transformación revolucionaria de toda la sociedad, en lugar de beneficiarse de un poquitín de la opresión de este mundo de pesadilla”.

4

“ELEGIR” SER UN OBJETO SEXUAL NO TIENE NADA DE LIBERADOR

Una de las cosas buenas de las luchas de los años 60 y 70 fue la manera que desafiaron el estigma y la vergüenza en torno a la sexualidad de la mujer. La “revolución sexual”, como se le ha llamado, tenía muchos aspectos positivos: alentar la discusión franca y sana acerca de la sexualidad de la mujer, el cuerpo de la mujer, la homosexualidad y aun el derecho de la mujer a disfrutar el sexo sin trabas y a explorar su propia sexualidad sin ser objeto de degradación por ello.

Al mismo tiempo, se desarrolló esta situación en un contexto más amplio del patriarcado y la mercantilización capitalista de todo, por ejemplo la sexualidad. Por consiguiente, se tergiversó y se deformó una buena parte de estos logros en formas poco disfrazadas de la centenaria supremacía masculina. La pornografía proliferó y asumió un nuevo aire de “respetabilidad”, aunque se volvió más violenta, degradante y sádica. En lugar de luchar por eliminar de plano la cosificación sexual y las relaciones íntimas de que te usen y de que abusen de ti, alguna gente luchó por el “derecho” de la mujer a también sacar una tajada. Se consideraba como “mojigata”, “beata” y “puritana” a la gente que se oponía a esto.

Hoy, los varones de universidades elitistas y colegios urbanos proclaman abiertamente el código de “los hermanos antes que las putas”. Las chicas aprenden de joven que si no quieren ser objeto de exclusión de parte de sus coetáneos tienen que encontrar su lugar en un paisaje de ligues casuales y mamadas o chupadas “sin contenido” (siempre a la manera de él). Y se halla siempre cerca de la superficie la realidad de que las mujeres que no participen “de manera voluntaria” con frecuencia se encuentran ante la coacción o la franca obligación de tener relaciones sexuales y a menudo descubren fotos o videos degradantes de sí mismas circulando como hazmerreíres en móviles con cámaras y en Facebook.

Mientras que se felicita a los chicos que participan en esta actividad o al menos se les disculpa (“Ya sabes, los chavos siempre se portarán como chavos”), a las chicas las avergüenzan, las aíslan y las desprecian. Los fundamentalistas cristianos propagan vilmente esta vergüenza y luego le sacan provecho predicando que el valor de la chica se reduce a su virginidad e insistiendo que los padres ejerzan un control y vigilancia aún más severos.

Y está la generación “post-feminista” aparentemente más sofisticada, pero muy confundida, amamantada con los “logros femeninos” y la vinculación afectiva entre mujeres al estilo de Sexo en la ciudad. Pero francamente sería bochornosa si no fuera tan venenosa la idea de que comprar zapatos escandalosamente carísimos, coger o follar a charlatanes financieros de pesos pesados y obsesionarse sin fin con las llamadas “amiguitas”, de alguna manera “le da poder a la mujer”. Lo único que ello hace es apuntar la mira de la mujer joven hacia la vacuidad, estrechez, narcisismo y en esencia la satisfacción propia con el mundo como es, del cual ocupa una buena parte su propia posición subordinada como mujer.

Y las que por un tiempo logran convencerse de que de alguna forma esta “elección” les da poder, solo pueden hacerlo aceptando los términos que las degradan a ellas mismas y a otras mujeres en un contexto de supremacía masculina. Y yendo más a fondo, una no tiene el “derecho de ser sexy” o de ser la “dueña de su propio cuerpo como una mercancía sexual” sin un mundo que alienta la noción de que se debe valorar a la mujer por su cuerpo y su atractivo sexual, y ese mundo dicta y se ceba del envío transfronterizo de muchas mujeres como esclavas humanas en burdeles y “centros de recreo y placer” para las tropas estadounidenses y novias hechas al pedido. Nadie debería tener el deseo de hacer las paces con eso ni buscar su camino en eso.

Junto con estas ideas distorsionadas y vacías de “dar poder”, se promueve muy ampliamente la ilusión falsa de que, en los países como Estados Unidos, las mujeres —y en particular las mujeres que son blancas y de la clase media— ya no tienen “ningún límite y ninguna restricción” sobre lo que puedan ser, cuando en realidad sus proyectos, además de sus aspiraciones, están condicionados y en última instancia confinados dentro de las relaciones imperantes de esta sociedad. Para las mujeres —y entre ellas hay muchas, sobre todo entre las jóvenes— que se dejan llevar por tales ilusiones, en muchos, muchos casos esta situación las conduce de nuevo a la desilusión, la desmoralización y la depresión, pues o no pueden realizar sus aspiraciones y “sueños”… o en general sus esperanzas y sueños se tropiezan con la realidad de que Estados Unidos sigue siendo una sociedad caracterizada por el patriarcado y la dominación masculina y por las muchas formas en que en una sociedad como esta “se subvalora” y se degrada a las mujeres, además de otros… y todo eso rodea a las mujeres —no solamente a las más pobres sino a las mujeres con más privilegios— desde todos los ángulos y se inmiscuye en sus relaciones más personales e íntimas.

MUCHO MÁS RADICAL,
MUCHO MÁS LIBERADOR

Los caminos falsos y callejones sin salida que hemos examinado son inútiles si no peores. No solamente se quedan cortos de lo que los tiempos exigen y el potencial que existe ya para la emancipación auténtica — conducen en sentido contrario a la verdadera solución. Llevan a la gente a pensar con estrechez, como individuos que se ocupan solamente de sí mismos y que están atrapados por los horribles límites de la realidad actual.

El capitalismo no ha traído la emancipación de la mujer, y no lo puede hacer. El capitalismo meramente ha cambiado las formas de la opresión de la mujer y ha disfrazado la naturaleza estructural de ella dejando que las mujeres, así como los hombres, se vean como individuos aislados — lo que así oculta la subyugación sistémica y sistemática que ellas, y otros que son objeto de la opresión, enfrentan. Mientras que la lucha por la igualdad para la mujer es una parte absolutamente esencial de liberar a la mujer, en sí ni siquiera es lo suficientemente radical. Si se limita la lucha por la igualdad a los estrechos horizontes del mundo capitalista y si se deja intacto el propio sistema del capitalismo, la mujer puede llegar a ser “en el mejor de los casos” la “dueña” de sí misma como mercancía o puede tener control sobre otros, tratándolos en efecto como mercancías — pero nunca puede romper con los confines estrechos y restrictivos de este sistema explotador.

En muchos sentidos, y particularmente para los hombres, la cuestión de la mujer y el querer eliminar por completo (o preservar) las relaciones de propiedad y sociales existentes, con su correspondiente ideología, que esclavizan a la mujer (o quizá “solo un poquito de ella”) es un criterio de prueba entre los mismos oprimidos. Es una línea divisoria entre “querer ser parte” o realmente “querer zafarse”: entre luchar por acabar con toda la opresión y explotación —y la mismísima división de la sociedad en clases— o por conseguir una tajada en última instancia.

Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos

De hecho, como hemos explicado, la opresión de las mujeres surgió con la primera división de la humanidad en clases. Aunque el capitalismo no puede liberar a la mujer, ha creado la base para una revolución que por fin podría poner fin no solamente a esta o aquella forma de opresión o explotación, sino a la explotación y la opresión en general. Pero a fin de hacer eso, esta revolución debe hacer suya, como componente fundamental y central, la emancipación de la mujer.

Esta revolución y este futuro sí son posibles. Y es la visión de este mundo que ha de ser nuestra guía hoy, con respecto a la dirección en que proponemos ir como a la manera en que vivimos y nos relacionamos a través de la lucha para alcanzar ese futuro.

Esto quiere decir que hoy tenemos que luchar para romper todos los obstáculos en el camino hacia la plena emancipación de la mujer en todas las esferas de la sociedad y su plena participación en todos los aspectos de la lucha para transformar la sociedad. Esto quiere decir librar la lucha para transformar todas las relaciones entre hombres y mujeres, para crear una atmósfera que no solo apoye el desafío e impaciencia de la mujer por alcanzar la plena emancipación sino que efectivamente aumente y aliente dicha impaciencia como una fuerza que puede conducirnos a todos hacia adelante. Esto quiere decir que los hombres tienen que cambiar de actitud, ahora mismo y no en algún momento del futuro, para que estén luchando por un mundo en que en serio valga la pena vivir y creando la mejor atmósfera para desencadenar plenamente a las mujeres en la lucha que libramos hoy.

EL PODER ESTATAL REVOLUCIONARIO,
LO MÁS LIBERADOR

Imagínese que si tanto la rabia reprimida como la creatividad y el anhelo de vivir de un modo diferente que arden al interior de las mujeres se desencadenaran y contaran con una dirección consciente; si se convirtieran en chispa no solo para desafiar toda forma de opresión contra las mujeres sino contribuir al desarrollo y a la revolucionarización de la sociedad y el mundo entero.

Imagínese que si la mitad de la humanidad ya no estuviera obligada a vivir siempre consciente de que en cualquier momento del día o de la noche, en la casa o en la calle, pudiera ser objeto de un ataque y violación, de parte de soldados conquistadores, depredadores desconocidos y las más de las veces sus propios “amantes”. Imagínese cómo se sentiría si las mujeres pudieran recorrer la tierra verdaderamente libres de ese tipo de miedo.

No es solo un sueño — es posible.

Imagínese que si nunca jamás una mujer tuviera que saber qué significa vender su propio cuerpo como último recurso desesperado para poder dar de comer a sí misma o a sus hijos o de otra forma vivir la sexualidad bajo la coacción o de manera obligatoria.

Imagínese que si la sexualidad y la intimidad fueran algo en que pudieran participar todos solamente de manera libre y voluntaria y sobre la base del respeto mutuo, la igualdad y el deseo compartido. Imagínese un mundo en que los jóvenes crecieran con la educación y apoyo que necesitan para poder explorar relaciones personales y sexuales sanas cuando estén listos sin estar agobiados por amenazas físicas o el daño emocional innecesario.

No es solo un sueño — es posible.

Piense en qué quiere decir que hoy para los hombres no hay ningún insulto que les duela más que se le llamara un “puto” o “maricón”. Ahora, imagínese un día en que la gente del futuro repasara las restrictivas nociones de género de hoy —de lo que implica ser un “hombre” y lo que implica ser una “mujer”— como si fueran alucinantes idioteces del pasado opresivo de la humanidad.

Imagínese una sociedad en que no se valorara a la mujer según las normas de la belleza física y no se redujera su valor y potencial humano a una u otra parte del cuerpo sino en que al contrario se relacionara con ellas como seres humanos en el sentido completo.

Imagínese que si todas las mujeres tuvieran acceso al aborto y al control de la natalidad cuando los quisiera, sin estigmas ni disculpas. Imagínese que si todo el mundo aprendiera tanto la ciencia con respecto a la biología de la mujer como la ciencia y el método científico más ampliamente, para que nunca jamás los llamados “santos varones” pudieran traficar con la ignorancia de la gente para amontonar sobre las mujeres el peso de la tradición, los grilletes de la maternidad obligatoria y la asfixia de la vergüenza por haberse ejercido esos derechos más fundamentales.

Esto no es solo un sueño —es posible— y clama con urgencia por concretarse.

Pero imagínese más que eso.

Imagínese que un nuevo estado revolucionario y su dirección comunista insistieran en todo eso y que le dieran orientación y recursos. Ahora imagínese si en ese contexto y sobre esa base se desencadenara un proceso general en que se alentaran el debate y el disentimiento a lo largo de la sociedad; en que no hubiera represión contra quienes tuvieran impaciencia con el ritmo del cambio, sino que al contrario se les diera una plataforma desde la cual hacer críticas y se les diera espacio para experimentar. Imagínese si personas de todas partes de la sociedad y de diferentes orígenes estuvieran trabajando juntas para echar al vacío y cambiar radicalmente todas las relaciones humanas establecidas a través de miles de años de cadenas de tradición.

Imagínese que en vez de ser un lugar donde con frecuencia se frustran las necesidades de amor y compasión de la gente y en que hasta se burla de ellas, las familias mismas se sometieran a una transformación radical. Imagínese que los matrimonios y las relaciones de pareja estuvieran forjados sobre una base verdaderamente voluntaria donde el amor, el respeto, la compasión y la igualdad caracterizaran cada vez más la manera en que las personas se relacionaran entre sí en toda la sociedad. Imagínese que la gente tuviera privacidad y pudiera estar libre de presiones dentro de sus casas, pero al mismo tiempo que todo el mundo supiera que si sufriera algún abuso o cualquier forma de degradación, que en caso de denunciarlos, luchar en su contra o marcharse, contaría con apoyo en la sociedad y sus instituciones.

Imagínese que las personas pretendieran ir aún más lejos, desarrollando nuevas formas de comunidad y nuevos caminos en que se respaldaran entre sí y se florecieran mutuamente, que cada vez más desmantelaran la institución de la familia que está basada en los lazos limitados, y que se vienen achicando, del parentesco biológico y crearan cada vez más la base para por fin trascender esa institución.

Imagínese que de diversas formas en la transición a ello, entre comunidades diferentes y sus interrelaciones, la sociedad en conjunto —tanto hombres como mujeres— empezara a asumir la responsabilidad y a encontrar dicha en la crianza de las nuevas generaciones. Los niños ya no serían la propiedad de los padres ni se esperaría que cumplieran los sueños de estos, ni carecerían de opciones a causa de las penurias que vivían sus padres — y la idea de “ilegitimidad” de nuevo perdería vigencia y se le consideraría la noción anticuada y atroz que es. Imagínese que una nueva generación entera creciera con juegos que no inculcaran en su mente la noción de que los niños son mejores que las niñas o que existen personas mejores que otras. Imagínese que creciera cada nueva generación imbuida de los valores de una nueva sociedad que le da prioridad al bien común mientras desencadena el pensamiento crítico, la creatividad y la expresión individual.

Imagínese una sociedad en que ya no se encauzaran las energías creativas por nuevos caminos siempre más bajos de degradar a la mujer y agravar las opresivas divisiones sociales, sino que en vez de eso, se integrara a las amplias masas, libres de las restricciones del género o cualquier otra división social desigual y opresiva, al proceso de crear arte que eleve el espíritu de la gente, que rete a pensar de manera crítica y que expanda sus horizontes. Imagínese que los niños y los hombres no estuvieran enredados en la estúpida y explotadora “cultura machista”, que ya no fueran objeto de la influencia de toda una vida de bombardeo de imágenes de cuerpos de mujeres, semidesnudas y medio muertas de hambre, que se usan para vender desde los bienes de consumo hasta ideologías y guerras, sino que en cambio, los niños y los hombres fueran capaces de relacionarse con las mujeres como seres humanos en pie de igualdad. Imagínese el florecimiento de esta cultura radicalmente nueva y liberadora basada en la igualdad y el respeto mutuo entre hombres y mujeres, entre diferentes culturas y nacionalidades, rebosante de diversidad, llena a la vez de diversión como también de seriedad, de significado como de humor, pensamiento crítico así como también exploración y belleza.

Imagínese la manera en que todo eso crearía una atmósfera totalmente distinta en que las personas se conocerían y se relacionarían entre sí. Imagínese por eso las conversaciones que nacerían y la nueva manera de pensar que surgiría. Imagínese que, como dijo una joven mujer que ya había expandido sus horizontes entrando al movimiento revolucionario, “entraras a una cafetería y oyeras a las mujeres conversando sobre filosofía y sobre cómo resolver los problemas más grandes de humanidad en vez de estar hablando del tamaño de sus nalgas”. Imagínese cómo todo eso pudiera contribuir a avivar y a dar iniciativa a innovaciones en las ciencias y en los deportes, en la educación y la filosofía, y en otras esferas de la actividad y pensamiento humano y a interactuar de forma positiva con ellas.

Imagínese que no se aplastaran ni se suprimieran los brotes de lucha en contra de los vestigios de la opresión de la mujer sino que se les alentaran, dándoles vida y habilitándolos a jugar un papel crucial en el proceso de cambiar al mundo — aunque se estuvieran topando con otras actividades importantes para resolver necesidades sociales concretas o que los “interrumpieran”. Si se dispusiera de una dirección de forma tal que estos retos también llegaran a ser parte de aprender más a fondo acerca de las transformaciones sociales que se necesitarían y cómo se podría satisfacer las necesidades de la sociedad de nuevas formas que concordarían con la meta final de un mundo comunista libre de todas las formas de opresión y explotación y que representarían un avance vivo en esa dirección.

¿Utópico? No, en absoluto.

Todo eso no solamente es posible, sino que se lograron enormes avances en esa dirección durante la primera etapa de la revolución comunista. Así fue el caso en particular en China de 1949 a 1976, bajo la dirección de Mao Tsetung. Ahí, en menos de una década la prostitución había desaparecido como fenómeno social y las mujeres podían caminar solas y sin miedo en la noche en grandes ciudades como Shanghai. El dicho, común entre los hombres campesinos, de que “Una esposa es como una yegua comprada; la cabalgaré y le pegaré a gusto”, se reemplazó con uno nuevo: “¡Las mujeres sostienen la mitad del cielo!”. Muchas tareas que habían mantenido a la mujer encerrada en la casa —por ejemplo el cuidado de los niños, la cocina y la lavandería— se hacían de nuevas formas colectivas. Las mujeres se sumaban a las labores de producción, abordaban los asuntos del estado, entraban a las fuerzas armadas, iban a la escuela y llegaban a ser líderes del partido revolucionario. Los hombres también empezaban a cambiar y relacionarse con las mujeres de una nueva manera, trabajando juntos a ellas en la esfera pública y transformando el ámbito doméstico al compartir el cuidado de los niños y los quehaceres de la casa, partiendo de una visión de igualdad.

Un aspecto muy importante fue que las artes y la cultura en general se transformaron radicalmente, de manera que toda una generación de muchachas y mujeres jóvenes crecieron con héroes que eran mujeres fuertes y seguras de sí mismas, y nunca se les ocurrió que no pudieran hacer las mismas cosas que hacían los muchachos. Veamos un ejemplo concentrado: antes de la llegada de la revolución al poder, la práctica de “vendarse los pies” —de romper los huesos de los pies de las muchachas y luego vendárselos para que apenas pudieran caminar, en nombre de hacerles “tener más atractivo sexual”— fue muy generalizada y así fue por cientos de años. La revolución china puso fin a esa práctica cruel y, es más, en menos de dos décadas las mujeres del ballet chino desafiaron la tradición para representar a luchadoras revolucionarias y soldadas, y abrieron nuevos caminos con la creación de nuevas formas de atletismo femenino y una nueva estética en el ballet, ¡y en el arte y la cultura en general!

Claro, la opresión de la mujer no se eliminó por completo. Miles de años de relaciones opresivas no desaparecen de la noche a la mañana; de hecho se requiere una lucha persistente, incluso después de la toma del poder, para arrancar esos vestigios de la vieja sociedad. Cada avance descrito arriba se logró solo después de una lucha aguda de decenas y cientos de millones de mujeres, y de hombres. Pero lo más increíble es que se lograron tantos cambios y la rapidez con que los cambios se hicieron de maneras radicalmente nuevas. El poder estatal estaba en manos de las masas y la dirección revolucionaria de la sociedad respaldó y dio la iniciativa a los que impulsaban los avances, y luego luchó para extender esos avances por toda la sociedad.

Es cierto que en China se revirtió la revolución y se restauró el capitalismo después de la muerte de Mao Tsetung en 1976 (siguiendo a la restauración del capitalismo en la anteriormente socialista Unión Soviética dos décadas antes). Como parte esencial de esta restauración del capitalismo, ha vuelto con creces la opresión de la mujer, no solamente con la discriminación sistemática  contra las mujeres y la degradación de ellas sino la endémica prostitución y la matanza de bebitas conforme a la situación reinante en que de nuevo se les considera a las mujeres de menos valor que los varones. En El comunismo: El comienzo de una nueva etapa, un manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos 8 , hemos analizado no solamente los motivos de esta revocación del socialismo y las lecciones que se deben extraer de este duro revés sino también los enormes logros de la revolución y la experiencia del socialismo en China (así como la experiencia más amplia del movimiento comunista revolucionario en conjunto en el mundo y a lo largo de la historia), todo lo cual es crucial para poder volver a forjar el camino hacia adelante, llevar a cabo nuevos adelantos grandes y lograr cosas aún mejores en el camino de la revolución y el comunismo. Es importante señalar aquí que la realidad de lo que se logró durante el período relativamente corto del socialismo en China (así como los otros avances importantes, si bien sin un alcance tan trascendental, en la Unión Soviética cuando esta era un país socialista) señala de modo muy potente el potencial para la realización final de la emancipación de las mujeres, y de la humanidad en su totalidad, de todas las cadenas de la tradición, de todas las relaciones explotadoras y opresivas y de todos los modos de pensar que acompañan y refuerzan dichas relaciones.

Resumiendo y analizando tanto los enormes logros como las deficiencias de la concepción, método y práctica de estas primeras revoluciones, junto con exploraciones más amplias en otros campos, Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, ha forjado una nueva síntesis acerca de la revolución y el comunismo. Jamás ha existido una corriente de pensamiento o actividad humana más radical con respecto a la emancipación de las mujeres que el comunismo; y el comunismo jamás ha sido más visionario, radical y científico que en su desarrollo por medio de la dirección de Bob Avakian.

Con respecto a la lucha para derrocar el dominio del capitalismo-imperialismo y luego al avance en la nueva sociedad por el camino socialista hacia la meta final de un mundo comunista, Bob Avakian ha hecho hincapié en un papel aún mayor para la lucha en la esfera de la ideología. Ha subrayado tanto la necesidad de la vitalidad y fermento en general en la sociedad como la necesidad de un intercambio continuo entre las transformaciones económicas y políticas que se llevan a cabo y los debates que arden en las esferas de la ciencia, la filosofía y las artes. Ha reconocido la necesidad de poner en marcha aún más formas para derribar las barreras que impiden la participación en todas las esferas de la sociedad y la lucha por cambiar la sociedad de parte de las personas a que anteriormente se les excluyó del trabajo intelectual. En una parte importante de esta nueva síntesis ha venido insistiendo en una orientación de reconocer el papel constructivo de la actual lucha para arrancar de raíz todo vestigio de la opresión de la mujer (así como otros restos de la sociedad opresiva) en el proceso global de revolucionar todas las relaciones y modos de pensar de los seres humanos y la dirección revolucionaria debe acoger todo eso y desencadenarlo como parte de prevenir cualquier tendencia a “sentarse sobre los laureles” en vez de hacer avanzar y forjar la lucha hacia el comunismo. Avakian ha señalado la necesidad de analizar más profundamente las estructuras de esta opresión y los medios para poder dejarla atrás, por ejemplo, por medio de más síntesis científica de la experiencia de las sociedades revolucionarias del pasado, y de emprender de una forma aún más potente resistencia en la práctica a dicha opresión, incluso la lucha revolucionaria, no solo después sino también antes de la toma del poder estatal, empezando ahora mismo.

Durante todo el tiempo que Bob Avakian ha desempeñado el papel de líder del Partido Comunista Revolucionario, ha venido insistiendo en que hoy el movimiento revolucionario sea una manifestación viva de las nuevas relaciones sociales entre los hombres y las mujeres y una nueva moral que engendre el respeto e igualdad mutuos. Como lo expresó ya hace casi tres décadas:

“En muchos sentidos, y particularmente para los hombres, la cuestión de la mujer y el querer eliminar por completo (o preservar) las relaciones de propiedad y sociales existentes, con su correspondiente ideología, que esclavizan a la mujer (o quizá ‘solo un poquito de ella’) es un criterio de prueba entre los mismos oprimidos. Es una línea divisoria entre ‘querer ser parte’ o realmente ‘querer zafarse’: entre luchar por acabar con toda la opresión y explotación —y la mismísima división de la sociedad en clases— o por conseguir una tajada en última instancia”.  (¿Un fin horroroso, o un fin al horror?, RCP Publications, 1986, p. 58. )

ESTA REVOLUCIÓN SÍ ES POSIBLE.
ESTE MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO SE NECESITA AHORA MISMO.

UN RETO

En las mujeres de todo el planeta bulle una reserva de furia latente.

Traerla a la superficie, desencadenar esta furia y templarla como una fuerza poderosa para una revolución en realidad...

Emprender la lucha por la liberación de la mujer como una parte esencial de la emancipación de la humanidad en conjunto...

Desarrollar una poderosa y consecuente resistencia contra todo ataque a las mujeres hoy...

Modelar una moral completamente distinta y emancipadora con raíces en la meta y la lucha para arrancar de raíz toda forma de explotación y opresión...

Estudiar y aplicar la ciencia radical y verdaderamente liberadora del comunismo la cual este Partido y su líder, Bob Avakian, han hecho avanzar...

Todo eso es la responsabilidad —y la oportunidad— de todos los que anhelan un mundo diferente.

Estamos viviendo en un tiempo de gran peligro — un tiempo cuando las mujeres por todo el planeta se encuentran bajo un embate implacable. También estamos viviendo en un tiempo cuando por primera vez en la historia de la humanidad es posible no solo soñar sino también luchar por alcanzar un mundo cabalmente distinto en que podrá florecer la humanidad en conjunto; por deshacernos por fin y de una vez para siempre del velo y el gran peso de la opresión de la mujer y hacer surgir un nuevo día liberador para todo el mundo.

De nuevo citamos la Constitución de nuestro Partido:

“No existe ninguna causa mayor, ningún objetivo mayor a que dedicarnos la vida”.

 

Notas

1 Eric Baculinao, “China grapples with legacy of its ‘missing girls,’” MSNBC, 14 de septiembre de 2004 [regresa]

2 Jack Hitt, “Pro-Life Nation,” New York Times Magazine, 9 de abril de 2006 [regresa]

3 Roy Walmsley, “World Female Imprisonment List,” (King’s College, Londres, 2006) [regresa]

4 “War Against Women: The Use Of Rape As A Weapon In Congo’s Civil War,” 60 Minutes, 17 de agosto de 2008; “Gang Rape, Torture and Enslavement of Muslim Women Charged in ICTY’s First Indictment Dealing Specifically With Sexual Offences,” comunicado de prensa de ICTY (Tribunal Criminal Internacional Criminal para la ex Yugoslavia), 27 de junio de 1996 [regresa]

5 “Stop Violence Against Women Campaign,” Amnistía Internacional Estados Unidos. Según “Intimate Homicide Victims by Gender” (Departamento de Justicia estadounidense, Buró de Estadísticas de Justicia), 1.181 mujeres en Estados Unidos eran víctimas de “homicidio íntimo” en 2005. O sea, aproximadamente tres al día. [regresa]

6 Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, RCP Publications, 2008, pp. 3-4. En línea en revcom.us [regresa]

7 Afif Sarhan, “Hitmen charge $100 a victim as Basra honour killings rise,” Guardian, 20 de noviembre de 2008 [regresa]

8 El comunismo: El comienzo de una nueva etapa, un manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, RCP Publications, 2008. En línea en revcom.us [regresa]

 

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