Revolución #162, 19 de abril de 2009
Estudiantes de una secundaria urbana conocen al ejército
Recientemente una maestra de una secundaria de puros estudiantes negros en el centro de una ciudad grande me describió el siguiente suceso.
Esta escuela recientemente llevó a cabo un Día de Carreras donde varios maestros invitaron a personas que no eran de la escuela a que hablaran de sus carreras. Cada orador se quedó en una aula todo el día y las diferentes clases (con maestros diferentes) que usaban esa aula oyeron esa presentación particular. Dos reclutadores del ejército se establecieron en una aula y lo que sigue es a) una descripción de lo que dijeron y b) una discusión entre la maestra y unos estudiantes después de escuchar a los reclutadores.
El rollo publicitario del ejército a los jóvenes negros del centro urbano
Ambos reclutadores eran negros —uno mayor y el otro joven— que habían crecido en el barrio vecino de la escuela.
Su rollo publicitario se basó completamente en “estamos aquí para ayudarte a salir del gueto — somos tu alternativa a la vida de la calle que te va a dejar muerto o preso”. Describieron estas opciones de forma muy descarnada. Presentaron las varias maneras en que, según ellos, el ejército te podría ayudar:
1. Puedes alistarte en la reserva después del tercer año de la secundaria. Necesitas el permiso de tus padres y un documento de la escuela que indica que estás encaminado a graduarse. Irás para adiestrarte un fin de semana cada mes y recibirás $200 al mes.
2. Cuando te gradúes, o puedes continuar en la reserva o alistarte en servicio activo. Si te alistas en la reserva, participarás un fin de semana cada mes por 6 años con sueldo. Si estás en servicio activo, por apuntarte puedes recibir una prima de $20.000. Podrás escoger cualquier clase de trabajo que te interese y el ejército te adiestrará. Vivirás en “dorms” [dormitorios en los cuarteles] muy agradables — los describió en detalle, recalcando que tendrás tu propia habitación.
3. El ejército te guardará dinero para que vayas a la universidad —o mientras estés en la reserva o después de salir de servicio activo— $5.000 al año y $20.000 para pagar préstamos.
4. Recalcó que después del ejército tendrás una posibilidad mucho mejor de conseguir trabajo por tu experiencia. Los patrones sabrán que no robas y que llegarás al trabajo puntualmente — “es la cultura del ejército”. También señaló que recibió 10 puntos de más en el examen del Servicio Postal por ser un ex integrante del servicio militar.
5. El reclutador joven fue un deportista. No dijo mucho pero lo principal fue que hay muchos deportes en el ejército, así que los deportistas tendrán muchas oportunidades de desarrollar sus destrezas e intereses.
6. No mencionaron nada sobre el combate ni la guerra en la presentación. Lo poco que salió fue por las preguntas de los estudiantes. Y aquí de nuevo le quitaron importancia al tema. El reclutador mayor dijo que cumplió un turno de servicio en Irak pero nunca estuvo en combate. Preguntó a la clase: “¿Cuántos de ustedes conocen a alguien que murió en Irak?” En una clase nadie levantó la mano; en otra clase una muchacha lo hizo. Y les preguntó: “¿Cuántos de ustedes conocen a alguien que ha muerto en las calles de este barrio?” Y la mayoría levantó la mano. Otra vez — de nuevo fue al grano, a las condiciones desesperadas que el ejército aprovecha para convencer a estos chicos a que se alisten. Sin embargo, recalcó que si él muriera, su familia recibiría un seguro de $500.000 — y lo comparó a lo que describió como los pobres entierros y las conmemoraciones pequeñitas en la calle que son todo lo que queda de las masas muertas. “No habrá camisetas con mi retrato ni gente tomando vino barato en mi entierro, y después de unos días se te olvidan. No. Se cuidará de mi familia”.
No mencionaron para nada los turnos de servicio obligatorios (y múltiples) en Irak y Afganistán. Ni las prorrogas de turnos “Stop Loss” (involuntarias). Ni ningún sacrificio, salvo el reclutador mayor que dijo que fue un gran sacrificio estar lejos de su familia cuando estaba en el extranjero.
7. La presentación emanaba paternalismo. Se le preguntó al tipo mayor si las mujeres podrían estar en combate. Dijo que no, por dos razones. Primero, el público no soportará fotos de mujeres ensangrentadas y heridas. Segundo, hay que proteger a las mujeres para que tengan hijos. En otros momentos, señaló que para ser hombre tienes que ser un proveedor — y de ahí el valor del ejército y su adiestramiento. Este tipo también dejó muy claro que él es el amo de su casa. Describió que fue a la secundaria de su hijo porque el chico estaba causando problemas. Le dijo a la dirección de la escuela que si su hijo no se portara bien, regresaría a la escuela para darle una paliza al chico ahí mismo. Dijo que la dirección de la escuela le dijo que no era legal pegarle a su hijo en la escuela. Él dijo: “A ver, a impedírmelo”.
8. No mencionaron para nada el patriotismo ni ningún “gran motivo” al pedir a los chicos que se alistaran en el ejército. Lo presentaron todo en términos de puro interés propio y éxito personal (es decir, dinero). El tipo mayor se jactó de que ya es dueño de propiedades. Elogió a un administrador de escuelas de la zona como un hombre negro con dinero — se pone un traje todos los días y sus camisas aun tienen un monograma de su nombre en la manga. Hizo una referencia a Obama en este contexto — como alguien que tenía aún más éxitos y por lo tanto hay que emularlo.
Una discusión entre la maestra y algunos estudiantes que habían oído a los reclutadores
Al fin del día —el cual en esencia se perdió como día de enseñanza— la maestra habló con 9-10 estudiantes durante la última clase sobre qué pensaban de la presentación de los reclutadores.
Unos chicos en esta discusión habían tenido graves problemas de disciplina en la clase y la maestra había tenido serias confrontaciones con algunos, hasta expulsar a por lo menos cuatro de ellos de la clase de vez en cuando. Un chico es un grandullón que está muy inmaduro y sólo quiere forcejear y jugar todo el día. Un par de otros varones siempre se están luciendo y soltando puras habladurías sobre quien sea o lo que sea — especialmente cuando la maestra quiere enseñar. Una chica está tan ansiosa de atención que no puede callarse en clase. Otro chico es un pandillero que estuvo preso y acababa de terminar la libertad condicional. Y una de las chicas fue la mejor estudiante de la maestra y alguien que reflexiona acerca del mundo y está preocupada por adónde va. Así que fue un grupo muy mixto de chicos.
La maestra comenzó preguntando si, después de la presentación, había alguien que quisiera alistarse en el ejército. La mayoría dijo: “Para nada”. Olfateaban algo dudoso, pero pensaban que lo escondido era que el ejército fue como un “campamento de adiestramiento” todo el tiempo con mucha disciplina y severidad y no querían nada de eso. La maestra les preguntó: “¿Qué hace un ejército? ¿Qué es su razón de ser?” Eso los dejó perplejos, pues no lo habían considerado de esa manera. La maestra dijo que el trabajo del ejército es matar a personas; que eso es el propósito esencial, matar a personas en pro del interés del gobierno.
La maestra (que también había oído la presentación) señaló que los reclutadores nunca mencionaron este propósito del ejército ni las guerras que está librando Estados Unidos hoy en Irak (salvo de paso unas poquitas palabras) y Afganistán (para nada) ni los repetidos turnos de servicio que casi todos los soldados tienen que cumplir ahí, incluso en la reserva.
El grandullón inmaduro había estado medio escuchando y resulta que tenía un pegote del ejército en su camisa. Dijo: “¿De qué está hablando? ¡Estados Unidos no está librando ninguna guerra!” ¿Que qué? Esto reveló mucho de este chico, incluyendo cuán profundamente le habían inculcado estas mentirillas. El chico dijo: “¿Cómo sabe usted de esto — ha estado en el ejército?” La maestra respondió que no había estado en el ejército, pero ha prestado mucha atención a lo que pasa en el mundo – había leído y estudiado y hablado con personas que sí sabían. Y explicó que eso es la manera de que la gente aprenda la mayor parte de lo que necesita saber. “La experiencia de una persona no puede abarcar más que una tajada pequeña de la realidad. Tienes que trabajar para aprender cosas. Y si no lo haces y no lo tomas en serio — te van a aprovecharse de ti. Al igual que el ejército se está aprovechando de ti con esa presentación que te engañó por tu ignorancia y te hizo ponerse el pegote de ellos y decir que quieres alistarte”. Con eso no solamente se le cerró la boca a este chico, pero por la expresión de su cara se dio a entender que había confrontado algo bien grande y que necesitaba pensarlo.
La conversación volvió a la guerra en Irak. La maestra les preguntó si sabían por qué Estados Unidos había atacado a Irak. Muchos no tenían ni idea. Un par de ellos creían que tenía algo que ver con Osama Bin Laden. La maestra dijo que esa fue lo que alegaban —que no fue cierto— y también ponían las armas de destrucción masiva, que un par de estudiantes recordaron. El pandillero dijo: “Fue por el petróleo. Nosotros somos pandilleros y cuando queremos algo, lo tomamos”. No quedó muy claro quién fue el “nosotros” según este chico, pero al menos hasta cierto punto sostenía esta posición. Así que la maestra dijo que mientras Bush jamás lo admitiría, en gran parte sí se trataba del petróleo. Después le preguntó al chico: “Así que de esa es la vida de los pandilleros, ¿qué no?” Y el chico, sintiendo un poco orgulloso, dijo: “¡Simón!” La maestra dijo que si quieres abrazar la vida de los pandilleros, he aquí otra cosa que tendrás que abrazar. Les narró la historia representada en la película Redactado sobre unos soldados yanquis que —de forma verdaderamente pandilleresca— miraban cada día a una muchacha iraquí de 14 años mientras regresaba de la escuela y decidieron violarla. Un día, fueron con sus pijamas negras al retén, se las pusieron, se comieron alas de pollo y la siguieron a su casa. Entraron en su casa, mataron a balazos a toda su familia, violaron a la muchacha y luego la asesinaron brutalmente. “Quieres ser un pandillero, pues ¡eso es lo que serás!” Los otros chicos se enloquecieron, apuntándole el dedo acusador al chico pandillero y gritando cosas como “ella te pilló”. La maestra luego le preguntó al chico si sabía que una cuarta parte de todos los soldados que volvieron de Irak necesitaban cuidado psicológico, o que había más soldados yanquis de Vietnam que se suicidaron después de volver a casa que los que murieron en combate en Vietnam. No podían vivir consigo mismos y con los horrores que habían visto y en que habían participado. “Eso también es parte de la ‘vida de los pandilleros’ que pregonas”.
Ahora dos de las chicas le preguntaron a la maestra: “¿Cómo se llama esa película? ¿Cómo se deletrea? ¿Por qué no podemos verla en clase?” Una de estas era la chica que sabe de las cosas, pero la otra era una chica que hace buenas tareas (como unos escritos interesantes), pero nunca dice nada en clase y en general tiene su iPod al oído y siempre se viste muy bien.
En un momento al fin de esta discusión la maestra y los chicos medio se estaban mirando los unos a los otros desde una perspectiva nueva. La maestra les dijo: “¿Saben cuán cansada estoy de todas estas peleas estúpidas suyas sobre cosas ridículas? Utilicemos las últimas 10 semanas de clases enfocándonos en lo que importa. Llevaré la película Redactado, aprenderemos de los años 60, de los Panteras Negras y cosas así”. Todos dijeron que “sí” con mucha convicción (al menos en ese día).
Antes de irse, la maestra habló un poco con el chico pandillero. Le preguntó si de hecho se identifica con lo que Estados Unidos está haciendo con estas guerras por todo el mundo. Dijo que no, no era de esa clase de pandillero. Pero añadió: “además, no tenemos suficientes armas”. La maestra también habló un poco con el grandullón inmaduro y le dijo que le ha estado hablando de forma tan dura sobre la necesidad de madurarse porque veía su potencial, si él se enfrentara al mundo y no huyera de él. Al día siguiente este chico estuvo a todo dar en la clase.
Un último pensamiento mío: Nada de esto durará para siempre y nada ha cambiado de forma permanente. Pero creo que este episodio sí revela en pequeña escala que jamás se puede desperdiciar un poco de trabajo revolucionario, y que lucha política e ideológica contundente puede transformar las condiciones, entendido una vez más según los límites muy concretos. Y de más importancia, demuestra que en la profundidad de su corazón muchos de estos chicos sí quieren algo mucho mejor que el mundo en que viven, incluyendo en sus relaciones entre sí, quieren algo de más importancia, dignidad y justicia que lo que esta sociedad le ha impuesto.
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