Revolución #169, 28 de junio de 2009
Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
Irán: una agrietada estructura de poder pero lejos de ser erradicada
22 de junio del 2009. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. La ira continúa esparciéndose por Irán. Mujeres y hombres jóvenes están decididos a dar sus vidas para confrontar un régimen brutal. Los pilares de la estructura del poder de Irán son sacudidos y agrietados.
En el servicio de oración del viernes 19 de junio, el “Líder Supremo” ayatolá Ali Jamenei firmemente tomó partido por el presidente Mamhoud Ahmadinejad en su disputa electoral con la oposición y anunció que cualquier intento de repetir las protestas que duraron una semana sería aplastado. Sin embargo, miles de jóvenes y otros salieron a las calles al día siguiente, a sabiendas que enfrentarían macanas, gas lacrimógeno y balas.
Las fuerzas de seguridad trataron de crear una atmósfera de terror alrededor del área entre las plazas Azadi (Libertad) y Enghelab (Revolución) en Teherán. A nadie se le permitió congregarse. Personas de todas las edades fueron golpeadas sin discriminación. Entonces las fuerzas de seguridad cerraron las calles grandes para impedir que las personas de un área se unieran a las de otra. Algunos que se sentían impotentes y desanimados decidieron irse a casa. Pero miles de jóvenes tuvieron el valor y la ingenuidad de desplazarse alrededor de los obstáculos. Se juntaron y marcharon hacia la Plaza Azadi. Mucha gente se les unió y la multitud, de decenas de miles según algunos informes, cientos de miles según otros, desde ahí empezaron a marchar juntos. Pero hubo más. Los manifestantes tuvieron que confrontar a las fuerzas de la reacción que bloqueaban el camino. Los enfrentamientos continuaron todo el día hasta la medianoche. Algunos que no alcanzaron a la marcha principal se unieron a otra marcha grande en la calle Forsate Shirazi o a las más pequeñas en los barrios de Teherán.
La gente también protestó en otras ciudades, en Shiraz, Isfahan y Rasht en particular, así como en otras donde se informaron de confrontaciones con las fuerzas de seguridad. Enfrentaron a policías especiales anti-disturbios vestidos de blindaje corporal y los sanguinarios equipos de la Basij formados de dos hombres en motocicleta que blandían macanas. La Basij es un cuerpo de esbirros voluntarios dirigido, entrenado y armado por los Guardianes de la Revolución elitistas del régimen. El régimen muestra a la Basij como representantes de las masas del pueblo, especialmente de los pobres.
Los manifestantes coreaban: “¡Muerte a los dictadores, muerte a Jamenei, muerte a este régimen engañoso!” En los momentos en que las fuerzas reaccionarias se preparaban para atacar y en los momentos cuando los manifestantes decidieron irrumpir a través de las líneas de las fuerzas reaccionarias, estos elevaron su moral y el espíritu de los camaradas al corear: “No le tememos a nada, estamos todos juntos, no le tememos a nada…”
Como las balas de la reacción apuntaban a los corazones de los valiosos hijos de las masas, esto fortaleció la determinación de sus camaradas, que coreaban: “Muerte a Jamenei, muerte a Ahmadinejad”. Una mujer joven llamada Neda Agha-Soltan se bajó del carro bloqueado en que viajaba con su profesora de música para tomar aire y se sentó en el bordillo. Un francotirador de la Basij le disparó en el pecho y ella cayó al suelo. La gente de todo el mundo vio el video que mostraba sus últimos momentos de vida. Fue asesinada sobre la avenida Amirabad Shomali justo al norte de la Plaza Enghelab. La gente de la multitud ese día juró que esa calle se llamaría Neda.
En algunas de las secuencias filmadas que aparecieron, se pueden ver grupos de milicianos de la Basij disparando directamente entre la multitud, y la gente arremetía en su contra de todas maneras y corría hacia los milicianos bajo fuego hasta que la Basij dio la vuelta y se puso a correr, y la multitud los alcanzó y rebasó. El régimen dice que ese día murieron diez personas; otras personas dicen que hubo muchas más bajas. Esa noche los manifestantes furiosos prendieron fuego a una base de la Basij y a dos gasolineras.
El 21 de junio las protestas esporádicas continuaron y los coros de “Muerte a los dictadores” tuvieron mayor eco. Al día siguiente, los Guardianes de la Revolución lanzaron una amenaza de reprimir cualquier futuro descontento. Hasta entonces, el régimen frecuentemente trató de esconderse detrás de la Basij “civil” y fingió que no sabía quién disparó a los manifestantes.
Una hora más tarde, miles de jóvenes manifestantes se reunieron en la Plaza Haft-e Tir en la parte más sureña de Teherán para expresar su determinación. Gritaban que preferían morir antes que aceptar ser tratados con desprecio.
La importancia de esta protesta cobra aún más relieve cuando se analiza el discurso del ayatolá Jamenei después de las oraciones del viernes en la Universidad de Teherán. Mucha gente estaba esperando este discurso para ver cómo él resolvería la disputa electoral entre el presidente y la oposición. El discurso no tuvo precedentes y sacudió a algunas personas. Jamenei no solamente tomó partido con Ahmadinejad con más entusiasmo que nunca sino que también condenó y amenazó a todos los que cuestionaban los resultados de las elecciones. Dijo que el fraude era imposible en la Repúlica Islámica y que cualquier sugerencia al contrario representaba un cuestionamiento no permisible de la misma República Islámica.
Esto era dirigido al candidato de la oposición Mir Hossein Mousavi, que trató de mantener todo el movimiento de protesta dentro del marco de la República Islámica fundada por el ayatolá Jomeini. Jamenei dijo que la elección era un referendo sobre la República Islámica y que el 85% de los votantes que se dice tomaron parte votaron por el sistema. Luego, usando un lenguaje fuerte, amenazó a los manifestantes. Exigió que los candidatos resolvieran sus quejas a través del sistema jurídico. Pero también dijo claramente que no reconocía la legitimidad de ninguna oposición a la República Islámica. Hizo a un lado el rol imparcial de padre de la nación que desde hace mucho había cultivado y salió como el padrino de una facción de la República Islámica, diciendo que esa facción tuviera el derecho de intimidar a todo el país.
El servicio de oración de ese viernes fue una demostración de fuerza porque las cabezas de todos los cuerpos militares, el parlamento y el sistema de cortes estaban presentes para expresar su solidaridad con el presidente y su régimen e intimidar al pueblo. Jamenei claramente dio órdenes y lanzó amenazas para que las otras facciones se callaran y aceptaran su decisión, se sometieran a su facción y llamaran a suspender todas las manifestantes.
Pero aunque la revuelta popular era lo que aterrorizaba a la facción dominante y convirtió a la gente en un verdadero blanco de Jamenei y su camarilla, no hay duda que los conflictos internos fueron lo que prendió toda la revuelta. Este discurso fue la señal de una nueva etapa en la profundización de la crisis.
Se podría tomar este discurso como un paralelo al discurso de Jomeini del 18 de junio de l981, el cual marcó el final de la alianza entre sus fundamentalistas islámicos (incluyendo a Jamenei y Akbar Rafsanjani, ahora el hombre más rico de Irán, un pilar del régimen islámico y un poderoso partidario de Mousavi) y los llamados liberales islámicos tales como Abul-Hassan Banisadr, que en ese tiempo era presidente. Jomeini despojó a Banisadr de su título de comandante de las fuerzas armadas y lo obligó a dejar el cargo. El golpe de estado de Jomeini y la instauración de la República Islámica provocaron enormes protestas. Pero el régimen islámico respondió con extrema brutalidad. El arresto, la encarcelación y la masacre de los comunistas y otros revolucionarios empezaron inmediatamente. El reino del terror continúo a través de la década del 1980 hasta que terminó la guerra de Irán e Irak. En ese momento trataron de asegurarse de que no quedara nada del espíritu de la revolución: en el verano de 1988 masacraron a miles (según algunos recuentos decenas de miles) de los comunistas y los revolucionarios que todavía estaban en prisión.
A pesar de las similitudes, hoy la situación no es la misma. De más importancia, una inmensa y creciente parte del pueblo ya no confía ni es leal al régimen. La gente que aún no ha tenido ninguna respuesta a la situación política claramente coreaba: “Muerte a Jamenei”, una consigna que rara vez o si es que nunca escuchada antes en cualquier protesta en Irán. Otros coreaban: “¡Usted quiere pelear, vamos a pelear, nosotros somos mujeres y hombres combatientes!”
Pero Jamenei y su camarilla no son los únicos que tratan de mantener la legitimad de la República Islámica y el sistema económico y social a que sirve la estructura de poder. Mientras que lucha por los intereses de su facción, Mousavi está tratando duramente de restaurar los “valores de la República Islámica del imam Jomeini”. Estas no son solamente palabras, pues el sistema de estado llamado Velyat-e Faqih, la doctrina fundacional del régimen del “dominio del Jurisprudente Supremo”, es la niña de sus ojos. Dijo en una declaración a sus partidarios: “No estamos confrontando a la Basij, a los Guardianes de la Revolución ni al ejército. La Basij son nuestros hermanos, los Guardianes de la Revolución son los protectores de nuestra revolución y nuestro sistema. El ejército protege nuestras fronteras. No estamos confrontando nuestro sagrado sistema y sus instituciones legales. Estamos confrontando los errores cometidos y las mentiras y estamos buscando una reforma que requiere volver a los principios puros de la Revolución Islámica”.
Como le advirtió el “reformista” ex presidente Jatami a Jamenei: “Cuando usted clausura las vías legales de la protesta, en realidad usted está abriendo otro camino y que Dios sepa a dónde este podría llevar”.
Debido a la determinación y la persistencia de la lucha del pueblo, lo que empezó como una riña dentro del régimen ha llevado a Irán a una crisis de legitimidad y a una crisis institucional. Durante la revolución de 1979, cuando el Sha ya no podía mantenerse en el poder, los Estados Unidos lo convencieron de que abdicara con la finalidad de preservar la cohesión del ejército y para impedir que la revolución fuera más lejos. Así se resolvió esa crisis en beneficio del sistema imperialista y el pueblo pagó el precio. Desde hace mucho los Estados Unidos y las otras potencias imperialistas han hecho todo a su alcance para determinar la marcha de los acontecimientos en Irán (invasiones, golpes de estado, etc., sin mencionar el funcionamiento de los mercados internacionales) y harían lo que pudieran para empujar la crisis hacia una resolución que les sea un beneficio relativo, lo que sin duda no beneficiaría los intereses revolucionarios del pueblo. Varios observadores han comentado que la indignación estadounidense sobre las elecciones robadas es la hipocresía criminal que proviene de una potencia y un gobierno que por tantísimo tiempo ha apuntalado a títeres tiranos como Hosni Mubarak de Egipto, a quien Obama abrazó solo unas pocas semanas antes en Cairo. Cuando se trata de elecciones amañadas y la represión impuesta mediante la tortura, es difícil superar a Mubarak.
Como el Partido Comunista de Irán (Marxista-Leninista- Maoísta) dijo en uno de sus frecuentes comunicados dirigidos al pueblo iraní durante este período: “Una cosa es clara: Nosotros tenemos un largo camino que recorrer sobre el que hemos empezado. El pueblo debe prepararse para los días y meses por delante, para permanecer en las calles en diferentes formas. Las consignas del levantamiento deberían volverse más claras y profundas y elevar el nivel de la lucha de modo que pueda alcanzar la victoria”.
El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar (aworldtowin.org), una revista política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.
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