Revolución #172, 9 de agosto de 2009
La autobiografía de Bob Avakian:
Una evaluación de su odisea revolucionaria por un lector lego en la materia
Un lector mandó a Revolución la siguiente reseña de From Ike to Mao: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist, la autobiografía de Bob Avakian.
¿Qué quieres ser cuando seas grande? Es la pregunta de siempre que se plantea ante cada generación. En el mundo del niño las respuestas por lo general son sencillas y previsibles: bombero, conductor de autobús, estrella de cine, doctor, héroe deportivo, comunista revolucionario. ¡¿Cómo?! Bueno, no es probable que ser revolucionario cuando fuera grande haya sido lo primero que se le ocurriera a Marx. Tampoco, por cierto, a Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. La fascinante autobiografía de Avakian, From Ike to Mao: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist, revela lo complejo de un ser humano que pretende cambiar el mundo e interpretar en términos revolucionarios los significados y las contradicciones más profundos de la vida.
Si quieres entender desde una perspectiva radical las cuestiones más importantes sobre cómo podría ser la vida humana, hay muchos libros dentro del canon socialista a los cuales el estudiante debe dedicar tiempo y energía. Obviamente Marx, Engels, Lenin y Mao son las fuentes primarias, pero presentan un reto bastante grande al que no sea muy versado en el pensamiento filosófico ni en el espíritu de aquellos tiempos en que surgieron sus ideas. El estilo de Marx puede ser especialmente abstruso sin interpretaciones y anotaciones respecto a las corrientes contextuales. La obra de Avakian es accesible a los modernos porque ha estudiado y sintetizado mucho del pensamiento revolucionario y porque su experiencia se ajusta a la de las generaciones contemporáneas. Es más, no es un teórico de sillón sino un comunista en la práctica que continúa creando un fuerte movimiento revolucionario.
Si quieres entender el pensamiento comunista revolucionario y específicamente el pensamiento de Avakian, o si eres un lector habitual del periódico Revolución, éste es un libro que tienes que leer. Si apenas estás aprendiendo sobre la revolución, es un excelente punto de partida. He aquí el desarrollo del pensamiento revolucionario moderno que ha llegado a una nueva síntesis. ¿Cómo empezó y de dónde surgió? ¿Por qué se originó? ¿Por qué la esperanza de la revolución sigue presente y anhelada en estos tiempos extremadamente neoconservadores y sombríos? ¿Cómo tiene sentido la revolución en un mundo dominado por el capitalismo neoliberal de libre mercado a escala global? ¿Sería posible tan siquiera, o es una fantasía, una quimera? Todas estas son preguntas espinosas que este libro trata de contestar.
Sin pretender idealizar al autor ni al movimiento, Ike to Mao es una obra densa que trata las contradicciones con las cuales tienen que bregar Avakian y sus partidarios. Desmiente todos los mitos desafortunados sobre el comunismo y sus adeptos que muchos se han tragado; se puede asegurar que los comunistas son personas apasionadas con un fuerte sentido de la justicia y el juego limpio. Ni por el diablo son los monstruos fanáticos que odian las ideas, la diversión, el placer y las miríadas de posibilidades en la vida, como los pintan los medios de comunicación establecidos. Tampoco son los ideólogos románticos utópicos absortos en el sueño idealizado de un pasado que nunca existió ni podrá existir.
El comunismo no corresponde a la dictadura totalitaria ni la defiende; no es una metamorfosis inevitable que reaparece eternamente. Los comunistas desean un mundo emancipado del sufrimiento y de las relaciones opresivas de amo y esclavo sin necesidad de ser adusto ni ascético. Su dictadura es la del proletariado y no la de la élite dominante. El enfoque viene desde abajo, no desde arriba. Es interesante que Avakian emane una pronunciada calidad estadounidense en su afición al deporte, especialmente el básquetbol, a la música doo-wop y la música afroamericana. Sencillamente es un tipo del barrio, es el mocoso de la casa de al lado, pero con ideales humanitarias de gran alcance con las cuales nunca en su vida negoció.
Todos somos bien familiarizados con las historias de los llamados radicales y revolucionarios de la década idealizada de los años sesentas quienes en última instancia “se vendieron” con remedios de la Nueva Era (New Age), los caminos de la burguesía hacia las reformas o carteras de fondos de inversión. Leemos los escritos de los ex izquierdistas, hasta ex marxistas, solo para quedarnos horrorizados de cómo se cayeron en la resbalosa fosa del capitalismo de “alabar la avaricia” de los años noventa y ahora la “Obamamanía” eufórica con esas naderías de que Estados Unidos anda en el camino “socialista”. Es fácil deslizarse hacia seguir las pautas más cómodas por ser conocidas y los clichés, y rendirse al camino fácil de menos resistencia. Cambiar el mundo no es cosa fácil. Uno no puede más que admirar a Avakian y su insistencia en lo que la revolución podría hacer para cambiar el mundo. El teólogo Cornel West lo llama el “corredor de larga distancia” del comunismo que nunca sucumbe a la seducción del McMundo (McWorld) estilo neoliberal que convierte casi todo aspecto de la vida en mercancía. Hasta la fecha, por lo menos, Benetton no vende playeras con la silueta de Avakian en calcomanía, como la del Che Guevara.
Por cierto, hay muchos reveses y desilusiones en el camino, entre ellos matrimonios y relaciones fallidos. No me puedo imaginar lo que se siente vivir en otro país aislado de la familia, los amigos y los seres queridos, no poder acompañar a una hermana hospitalizada o a los padres agonizantes. Sin embargo, el libro de Avakian es testimonio de una vida solitaria de escalar hasta la cima de la libertad humana. Ese es el precio que uno paga por meterse de lleno en la revolución y por creer en ideales por las cuales estaría dispuesto a vivir y a morir. Quizás muchos se preguntarían por qué alguien escogería un camino tan pesado. Me aventuraría a decir que una persona que pretenda andar por el camino excelso y arduo de emancipar la sociedad y traer el cambio social radical, tiene que ser incapaz de imaginar cualquier otro tipo de vida, ni tampoco estar dispuesto a vivirla. Hay maneras más fáciles de vivir, aunque no son necesariamente mejores. Para mí, la vida de Avakian representa una vocación más elevada, ciertamente mucho más elevada que servir a un dios etéreo.
No creo que yo personalmente podría aguantar todas las desilusiones, no solo con la población en general que posiblemente no entienda o no quiera adoptar la línea revolucionaria, sino con los compañeros comunistas y revolucionarios que abandonaron la lucha o aceptaron el estatus quo o algún tipo de reformismo liberal comedido. Pero es esa misma confianza perseverante y tenaz en el partido y sus logros que ha forjado la Nueva síntesis de Bob Avakian y su reciente charla Cavilaciones y forcejeos, que explícitamente detallan cómo debe actuar el partido y qué debe hacer para hacer avanzar la causa de la emancipación humana y un mundo completamente diferente basado en relaciones sociales y económicas nuevas. Yo, por lo menos, creo que no podría entender muy bien estos puntos complejos sin tener un concepto general del pensamiento y la persona detrás de todo eso. Ike to Mao es el manual con que entender lo que el partido puede y debe hacer para avanzar hacia la creación de un mundo mejor.
Lee Ike to Mao, no solo para conocer mejor a Bob Avakian y al Partido Comunista Revolucionario sino para reír y llorar con las esperanzas y las luchas de una persona que nunca abandonó sus ideales por más difíciles que fueran los tiempos. Los críticos pintarían de tontos a Avakian y otros como él, pero ¿qué tendría de bueno el mundo sin más tontos como él? El último capítulo y sus últimas palabras que expresan la firmeza de sus creencias son especialmente conmovedores. Por casualidad al momento de leerlas yo escuchaba una grabación de la Sinfonía No. 4 de Carl Nielsen, The Inextinguishable (El inextinguible). En las palabras del compositor, compuso esa obra para expresar la “voluntad primaria de la vida”, incluso ante la destrucción en masa que ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, cuando la compuso. Recomiendo a todos que escuchen los momentos finales de esta composición musical asombrosa al mismo tiempo de leer el último capítulo de Avakian. Todo lo que se siente y se piensa sobre la vida en el sentido más profundo de la palabra, combinado con las fuerzas de la aspiración y el anhelo, que son “inextinguibles”, son lo que han tratado de presentar tanto el compositor como el autor.
M.B.H.
Chicago
junio-julio 2009
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