Revolución #173, 16 de agosto de 2009
El perfil racial sistémico… y un sistema de opresión
Entre los que se oponen a la discriminación y el perfil (etiquetamiento) racial de los afroamericanos, algunos argumentan que resaltar un incidente con Henry Louis Gates, Jr., un profesor destacado de Harvard, le quita importancia a reconocer las verdaderas cuestiones en oponerse al racismo.
Un buen ejemplo de esto es una columna de opinión que apareció en el New York Times titulado “Obama, Gates y el hombre negro norteamericano” de Glenn C. Loury (25 de julio de 2009). El artículo de Loury correctamente critica a Obama por “darle un sermón a la comunidad negra sobre la necesidad de tener mejores valores familiares” mientras que “apenas habla de las maneras en que la política pública —en que él podría ejercer una influencia importante— ha causado la hiperencarcelación de los hombres negros pobres”.
Y Loury argumenta: “La sobre-representación de negros entre los transgresores de la ley es tanto el resultado como la causa de nuestra sobre-representación entre los encarcelados — un hecho sobre que el discurso racial convencional tiene muy poco que decir. Sin embargo, esto es una fuente principal de la tensión en las interacciones entre la policía y los hombres negros como yo”.
Pero luego, Loury escribe con relación al arresto de Henry Louis Gates: “Es cierto, el contratiempo [un contratiempo es un acontecimiento que ocurre, pero en desarmonía con la época] no arroja ninguna luz pertinente sobre la situación de los millones de hombres negros en los márgenes de la sociedad que soportan el peso del escrutinio policial y la coerción sancionada por el gobierno”.
No obstante, el asunto de Gates no es un “contratiempo”. No es un recordatorio fuera de lugar desde otra época. Es un marcado reflejo de la realidad concreta de hoy, incluso lo que está detrás de “la situación de los millones de hombres negros en los márgenes de la sociedad que soportan el peso del escrutinio policial y la coerción sancionada por el gobierno”.
Es cierto que se ha permitido que un sector del pueblo negro entre a posiciones que se le ha negado a los negros por siglos y algunos han obtenido algunos privilegios en esta sociedad. Aun en un período cuando los jóvenes afroamericanos de las zonas urbanas tienen una vida de mayor desesperación, encarcelación y muerte, el número de doctorados otorgados a personas negras aumentó de 787 en 1987 a 1.688 en 2005.
Pero he aquí tres puntos dicientes:
Uno es que el porcentaje de negros egresados con doctorados en 2005 fue 6,4% mientras que los negros constituyen el 13% de la población; la tasa de los negros que egresan con doctorados todavía es aproximadamente la mitad de la de los blancos. Y los negros siguen siendo casi completamente excluidos de acceso a los doctorados en matemáticas y la física (fuente: el índice de Harpers citado en blackeducator.blogspot.com).
Segundo, todavía es cierto lo que dijo Malcolm X acerca de cómo se llama un hombre negro con un doctorado. Como informamos en Revolución la semana pasada, el profesor Gates no fue el primer profesor de Harvard sometido al abuso policial racista: en 2004, dos policías de Harvard pararon al doctor Allen Counter, que ha dado clases en la neurociencia por 28 años, lo acusaron de ser un sospechoso en un robo y amenazaron con detenerlo cuando no podía presentar una identificación.
Y más fundamentalmente, aunque se han abierto algunas opciones para la gente negra, esto ha ido de la mano con el EMPEORAMIENTO de las condiciones para millones de personas negras en esta sociedad supuestamente “post-racial”. Marc Mauer, de The Sentencing Project, que analiza tendencias de la encarcelación, le dijo al Christian Science Monitor en 2003: “Para la generación de niños negros hoy, casi existe un elemento inevitable de ir a la prisión”.
El pueblo negro en Estados Unidos, como un pueblo, vive muchas formas de opresión sistemática. Y los negros pobres, concentrados en las zonas urbanas, viven a diario la opresión particularmente brutal y violenta. Pero oponer la lucha contra la opresión del pueblo negro de varias clases y capas a la lucha contra la extrema opresión de las masas negras pasa por alto la realidad y es muy dañino. Estos dos crímenes surgen del sistema capitalista y supremacista blanco en Estados Unidos y solo es posible superarlos haciendo la revolución.
Loury condena lo que llama un “discurso muy conocido: ‘Aquí estamos, 45 años después de la Ley de Derechos Civiles de 1964, con un hombre negro en la Casa Blanca. No obstante, lo que pasa es que un profesor destacado de Harvard, parado en la entrada de su propia casa, todavía puede ser tratado como un delincuente común por el mero hecho de ser negro. Obviamente es muy pronto para declarar que hemos entrado a una época post-racial…’”.
Pero un profesor destacado de Harvard, parado en la entrada de propia casa, fue tratado como un delincuente común. Sí, por el hecho de ser negro. En una sociedad que encarcela a uno de cada nueve varones negros, es una obscenidad declarar que esta es una “época post-racial”.
El papel de la policía
Loury denuncia el abuso policial contra la gente negra, pero también escribe: “Aunque yo he tenido mis ‘problemas’ con la policía, cuando considero las realidades de la sociedad contemporánea tengo que reconocer que la policía tiene un trabajo difícil y a menudo ingrato. Las instituciones que suelo denunciar, como la policía, los tribunales y las prisiones, son los medios principales que nosotros como una nación hemos elegido, mediante nuestra política, para lidiar con el comportamiento antisocial de nuestros conciudadanos”.
Ese análisis del papel de la policía es peligrosamente erróneo. El papel de la policía, los tribunales y otras instituciones de este estado capitalista no es una expresión de la voluntad del pueblo, y la policía no está en las calles con armas para lidiar con “el comportamiento antisocial de nuestros conciudadanos”. La policía impone —con armas— las relaciones sociales esenciales para el funcionamiento del sistema capitalista. Al cierre de esta edición, las fuentes noticiosas de Detroit informan que la policía baleó a un hombre de 78 años que no quiso ser desalojado de su apartamento cerca del centro de Detroit (al cierre de esta edición, la policía no ha divulgado la identidad del hombre, y éste está hospitalizado).
Este hombre no fue baleado por ser “antisocial” (un vecino le dijo al canal de televisión WWJ, “que yo sepa, cuando yo lo he visto, él siempre reía, es alegre, se ríe y habla con todo el mundo”). La policía de Detroit lo baleó porque este sistema capitalista se desenmarañaría si se permitiera a las personas que necesitan vivienda pero no pueden pagar el alquiler o una hipoteca vivir en sus casas y no ser echadas a la calle.
Y la policía impone las relaciones sociales que permiten el funcionamiento de este sistema al igual que impone las relaciones de propiedad del capitalismo. Y esas relaciones sociales incluyen, en lo fundamental, la subyugación de la abrumadora mayoría de las personas negras de varias clases y capas como un pueblo.
¿Qué es el problema?
Loury y otros que se oponen al racismo pero objetan prestarle atención al arresto de Gates como una distracción de la lucha que se tiene que librar no entienden lo que revela el arresto de Gates acerca de qué tan amplia, qué tan generalizada, qué tan sistémica es la subyugación del pueblo negro. Y qué tan profundamente arraigado está el racismo en la esencia fundamental de lo que es Estados Unidos. No hay ninguna manera en que el pueblo negro puede obtener la auténtica igualdad bajo este sistema.
Oponer la opresión del pueblo negro en su conjunto a la extrema opresión y el sufrimiento aún peor de las masas negras pobres y restarle importancia al asunto de Gates porque el profesor Gates es relativamente acaudalado y renombrado… sin importar las intenciones, lleva a un callejón ideológico sin salida.
¿“Los últimos serán los primeros, y los primeros, últimos”… o la emancipación de la humanidad?
Parece que hay mucha confusión, incluso en las calles de las zonas urbanas, acerca de cómo analizar el debate acerca del arresto de Gates. La indignación ante el tratamiento de Gates en algunos casos se mella por el rencor de la posición relativamente privilegiada de Gates. Un hombre negro en Boston, por ejemplo, dijo a los distribuidores de Revolución: “Ahora Gates sabe un poco de cómo se siente ser un hombre negro en este país”.
En este aspecto, cabe estudiar profundamente y circular ampliamente el número especial de Revolución, “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos” (Revolución #144, 5 de octubre de 2008).
Como explica dicho número: “Aunque la revolución sí tiene que tratar y sanar las muchas cicatrices del pasado, tiene que ir más allá de una situación en que ‘los últimos serán los primeros, y los primeros, últimos’ y alcanzar alturas más elevadas que la ‘igualdad’; tiene que aspirar a ir más allá de las condiciones en que hay ‘primeros’ y ‘últimos’ y en que la gente evalúa su condición de vida comparándola con la de otras personas. El objetivo de la revolución debe ser una sociedad verdaderamente comunista en que el principio-guía sea ‘de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades’”.
Y, ese número especial de Revolución agrega: “Si la revolución no tiene en la mira a esas metas y esas alturas, pues la situación volverá a una forma de explotación u otra y se resucitarán las instituciones opresivas y anticuadas que acompañan la explotación. La pesadilla continuará”.
La humanidad necesita la revolución y el comunismo. Necesita a emancipadores de la humanidad, que desde esa perspectiva inspiran y dirigen a la gente a lidiar con cada caso de opresión e injusticia desde el punto de vista de luchar contra el poder, y transformar al pueblo, para la revolución.
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