Revolución #229, 10 de abril de 2011
Len Weinglass, un abogado del pueblo
De un lector que conocía a Len Weinglass
Leonard Weinglass murió el 16 de marzo en Nueva York, tras una intensa batalla contra un cáncer recién diagnosticado.
Habiendo trabajado con desinterés por muchas décadas como un abogado del pueblo, Len era joven todavía cuando murió a los 77 años de edad. En la camilla, luchaba por vivir: seguía trabajando en casos jurídicos, seguía entusiasmado por las noticias de los levantamientos que estaban sacudiendo a Egipto y al Medio Oriente, seguía esperando las brisas primaverales que calentarían su amada Ciudad de Nueva York. Aún había tantas cosas que quería contribuir a la gente del mundo.
Len pasó sus primeros años en un convencionalismo tranquilo. Como había decidido antes del cuarto año de primaria que iba a ser abogado "para ayudarle a la gente", fue a estudiar derecho, se alistó en la Fuerza Aérea y después se instaló en un bufete jurídico comunitario de Nueva Jersey. Pero en 1967, tras otro asesinato racista y rutinario de un hombre negro a manos de un policía blanco, las masas negras se alzaron por seis días, iluminando los cielos con la rebelión de Newark. Len vio como testigo de primera fila toda la fuerza de los oprimidos cuando rechazan aceptar su opresión. Años después, al reflexionar sobre ese momento, dijo: "No comencé como un radical, pero los tiempos y la gente me cambiaron. Tal vez yo estaba esperando algo, sin saberlo, y luego llegó...".
Len llegó a estar en el centro de atención política por primera vez unos años después, siendo, junto con William Kunstler, uno de los abogados de defensa en el histórico juicio por conspiración a los 8 de Chicago. En el punto álgido de la guerra de Vietnam, las protestas antibélicas de masas ante la Convención Nacional Demócrata de 1968 estallaron en días y noches de presencia en las calles, a pesar de brutales ataques policiales, de miles de jóvenes desafiantes que gritaban "¡El mundo entero está mirando!". El gobierno enjuició a los líderes y organizadores de las protestas (el caso de un acusado, el líder del Partido Pantera Negra Bobby Seale, fue separado para hacerle un juicio aparte ¡después de atarlo y amordazarlo físicamente en el juzgado por haber demandado sus derechos legales!). Sin embargo, los acusados y sus abogados dieron vuelta a la tortilla. ¡Los abogados montaron una ofensiva política! Reclamaron la razón moral, sacando a relucir la verdad sobre la guerra y poniendo en el banquillo al gobierno por sus crímenes. Su ejemplo audaz elevó el movimiento antibélico a un nivel más alto y fue el modelo que marcó una nueva pauta para cómo montar una defensa contra la represión oficial.
Len Weinglass siguió adelante, trabajando en algunos de los casos políticos más significativos de los siguientes 40 años. Se dedicaba a la defensa de personas que luchaban contra el poder, y amigos y enemigos por igual lo conocían como un guerrero brillante e implacable en el juzgado. No dejaba piedra jurídica sin mover en luchar por defender a varias generaciones de disidentes, relatores de la verdad, rebeldes, radicales y revolucionarios: Daniel Ellsberg en el caso de los papeles del Pentágono; los 14 del campamento militar Pendleton (soldados negros acusados a raíz de luchar contra el KKK); estudiantes revolucionarios iraníes; los activistas indígenas Skyhorse y Mohawk; Jimi Simmons; Jane Fonda en su demanda contra Nixon; los Weathermen; Angela Davis; Gibson y Justice (presos negros); casos relacionados a la pena de muerte; casos relacionados a presos; los Macheteros (movimiento de independencia puertorriqueña); los 8 de Los Ángeles (activistas palestinos). Estos son solamente algunos casos en los cuales Len aceptó trabajar.
Le emocionaba particularmente a Len ver que los jóvenes protestaban contra los crímenes de su propio gobierno, y defendió también a muchos de ellos, por ejemplo: los estudiantes de la Universidad de Massachusetts en Amherst que llevaron a cabo una desobediencia civil en masa contra la presencia en el plantel de reclutadores de la CIA en 1987. La acción directa "Rosa Blanca" anti-nuclear en California. Y los jóvenes manifestantes antibélicos que interrumpieron en el desfile de victoria de "cintas amarillas” en Nueva York al final de la primera guerra del Golfo.
Len tenía renombre por su habilidad como abogado en la corte. Pero también era muy querido por su gran corazón que no albergaba el temor. Era una persona que jamás buscó la fama ni el beneficio para sí mismo. Que dio su todo, una y otra vez en batalla tras batalla, con pasión y certeza moral, con perspicacia e indignación, basadas en un gran respeto y un gran amor por el pueblo. Creía firmemente que toda persona acusada de un delito merecía una defensa en los tribunales. Pero más que eso, a sus ojos era un honor ayudar a los que se ofrecían para oponer resistencia y luchar contra la injusticia, especialmente cuando el abuso ocurriera a manos del imperialismo estadounidense; y estaba dispuesto a correr riesgos para cumplir con ese honor, muchas veces aceptando casos que eran polémicos e impopulares incluso en círculos progresistas.
Había también casos anónimos de David y Goliat: cualquier persona ultrajada en sus derechos y dignidad por el gobierno, la avaricia de corporaciones, la policía, el sistema, ¡por cualquier parte del sistema! podía acudir a él y descubriría que Len trabajaba con igual dedicación y esmero en su caso que en el caso más célebre.
Len se aferró a ese camino, manteniéndose consecuente con sus principios y nunca echándose para atrás ni perdiendo su fuerza ni claudicándose, ni siquiera con el reflujo de los años 60. Seguía yendo al límite, para empujarlo más. Cuando le llegó el caso de Mumia Abu-Jamal, Len no dudó en darse del todo a la defensa de ese valiente revolucionario, tanto en su trabajo legal como en viajar por todo el mundo llevando el caso a la gente. En 1992, días después de que el régimen de Fujimori capturó y condenó a muerte a Abimael Guzmán (el presidente Gonzalo), el líder de la guerra popular en el Perú, Len fue a Lima con una delegación de abogados internacionales de derechos humanos, para demandar que Guzmán recibiera todos los derechos que el derecho internacional le garantizaba. Continuaba trabajando en este caso por muchos años más, inclusive representando a Guzmán ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En las semanas antes de que su enfermedad lo dejara postrado, e incluso durante su hospitalización, Len se ocupó de preparar memoriales en el caso de los cinco cubanos (presos políticos en Estados Unidos), trabajaba en el caso de Julian Assange de WikiLeaks y también seguía muy de cerca la situación de Bradley Manning.
Más allá de su papel de abogado de 24 horas al día, 7 días a la semana y 365 días al año, Len siempre participaba plenamente en movimientos políticos y otros asuntos. "Siempre he pensado que es de igual importancia saber lo que Estados Unidos está haciendo en Guatemala, y lo que hizo en Vietnam, que saber las reglas recién adoptadas sobre el voir dire... si trabajas como abogado de defensa en este país debes tener el conocimiento más amplio posible de las prácticas actuales e históricas de tu adversario". Len marchó, asistió a conferencias, habló ante muchos eventos. Enseñó clases formales (a veces) e informales (cada oportunidad que se le presentaba, sean aulas de barrios humildes en Oakland o universidades prestigiosas). Len fue signatario fundador de ¡Rehusar y Resistir! y, más tarde, uno de los primeros simpatizantes de El Mundo no Puede Esperar/Fuera Bush y su gobierno.
Len Weinglass era un amigo valiente y muy querido, y deja un legado de inspiración. Vivió consecuente con sus principios. Tuvo la determinación de darle voz a la justicia y de contribuir a hacer un mundo mejor. No le dio miedo vivir con ese propósito e invitaba a toda persona que conoció a unírsele en ese camino.
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