Revolución #241, 31 de julio de 2011
Conversación con unos alumnos negros de prepa al finalizar el año escolar
Con profundo interés en el mundo... y una aguda conciencia de que este sistema no les ofrece ningún futuro
Antes del término de clases en la primavera, tuve la oportunidad de conversar largamente con tres jóvenes negros que estaban por graduarse de una prepa de un barrio marginal urbano con un estudiantado 100% negro. Los he conocido por varios años y he conversado con ellos en algunas ocasiones acerca de varios temas políticos y de otro tipo. Pero esta vez fue diferente. Estos jóvenes no soportan el mundo en que viven y tienen mucha ansiedad por su futuro. Así que en vez de ir a clases, vinieron a hablar en serio acerca de por qué las cosas son así y qué deben hacer con su vida.
Me reuní con ellos cada día por una semana, llevando a conversaciones muy amplias sobre un mar de temas, pero con un hilo en común: lo jodido que está el mundo y la urgencia de cambiarlo. Aquí no puedo resumir como se merece toda la amplitud y la riqueza de lo discutido, ni todo aspecto gracioso que nos hacía reír. Pero sí quiero comunicarles algunas ideas y sentimientos que siguen quedando en mi memoria.
Estos jóvenes básicamente odian la mayor parte de su vida. Describen sus clases como una combinación de aburrimiento y ridiculeces. Les pregunté qué tanto tiempo pasan aburridos. Uno dijo que el 50% y otro dijo que el 75%. Por eso se la pasan siempre jugando con sus celulares. En otro momento dijeron que lo que les enseñan son puras tonterías. Uno de los jóvenes, en particular, ha estado leyendo Revolución en línea y dijo que en todas sus clases de historia enseñan mentiras sobre lo que es Estados Unidos en realidad y no la verdadera historia de lo que Estados Unidos ha hecho. Yo había sacado el número de Revolución sobre “EE.UU. terrorista #1” (#232, 15 de mayo de 2011) y ellos estaban mirando el póster central. El joven mencionado estaba señalando las fotos y estaba diciendo que sí, esto es lo que hace Estados Unidos en realidad, y los otros dos quedaron asombrados al ver la foto de Abu Ghraib y al leer lo que la policía le hizo a Aiyana Stanley-Jones. Parecía que aunque sabían que les enseñaban mentiras, no sabían que las mentiras eran tan grandes. Les dije que sí lo son y he aquí toda una lista de países que Estados Unidos ha invadido (p. 10 del #232). Respondieron: “toda una lista... imagínese... la gente necesita saber esto”.
Otro hilo continuo en las conversaciones fue la frustración que sienten al hablar con otros estudiantes. La amistad entre los tres se basa en gran parte en que piensan acerca de las cosas. Un joven suele ver el canal Discovery y le gusta hablar sobre lo aprendido ahí. Pero los tres me dijeron que han descubierto, tras años de ir a la prepa, que simplemente no tienen la paciencia ni el interés para meterse en los temas que le interesan a la mayoría de los demás estudiantes: la ropa nueva, el chisme, drogarse o cosas de pandillas. El que lee Revolución dijo que se frustra tanto cuando, al intentar hablar con otros jóvenes sobre asuntos como el hambruna en África, estos simplemente le hacen caso omiso; dijo que actúan como si la gente de África ni siquiera eran seres humanos.
Por malo que sea la situación en la prepa, es peor lo que viene después. Este tema de discusión era uno de los más dolorosos. Los jóvenes describieron su temor y ansiedad constantes, pues siempre tienen que cuidarse la espalda contra la posibilidad de que alguien les jodiera. Hablaron de las pandillas y cómo esa situación ha empeorado en su vida. Un joven repitió lo que su padre le dijo: que cuando él era niño y las pandillas hacían tiroteo, estas aseguraron primero que todos los niños estuvieran dentro de las casas antes de empezar la bronca. Además, mucha de la violencia en ese tiempo era con puños y navajas. Pero ahora, dijeron, es toda una locura. Como la mayoría de los líderes de pandilla están en la cárcel, se ha generalizado una anarquía entre las pandillas, y cualquier pandillero o aspirante a pandillero puede darse credibilidad baleándole a una persona a hora cualquiera.
De ahí se pusieron a hablar sobre la policía y cómo hostigan siempre a los jóvenes. Uno de los jóvenes, él que se asombró por la historia del asesinato de Aiyana Stanley-Jones, preguntó: “¿Es cierto que no les dieron ningún castigo a los policías, que nunca les hacen nada?” Los otros dos respondieron inmediatamente que por supuesto que es cierto. Uno de los jóvenes dijo luego que ahora tiene antecedentes policiales simplemente porque iba caminando de la tienda a casa con tres amigos una noche nevada del invierno pasado. La policía los paró y les pidió su identificación. Este joven no la traía consigo, pero les dijo que no había hecho nada malo y que simplemente estaban regresando de la tienda. Así que ¿no les dejaría seguir en su camino? Al agente no le gustó que le hablara de esa manera; les puso esposos a todos y los llevó a la cárcel, donde pasaron la noche. Este joven no había hecho nada malo y ahora lo tienen fichado y figura en la lista de “afiliados a una pandilla”: todo porque eran cuatro jóvenes caminando juntos.
Luego el grupo describió cómo la gente básicamente está atrapada en sus casas. Todo lugar a que quieres ir para no estar en la calle, cuesta muchísimo dinero. Si tienes más de 17 años de edad, sale $20 para jugar básquetbol en la YMCA. Antes era gratis subir a un lugar de observación en los rascacielos del centro. Ahora cuesta $17. Hay que viajar una gran distancia para hallar un cine y la entrada es muy cara. Los únicos lugares que estos jóvenes han encontrado en toda la ciudad para relajarse son unos de los grandes espacios públicos del centro. Por eso van ahí siempre que disponen de un tiempo libre.
Y están agudamente conscientes de que este sistema no les ofrece ningún futuro. Discutieron la posibilidad de ir a la universidad y les pareció una burla cruel. Pues hay que pagar un dineral y endeudarse y después, con toda probabilidad, no te tendrán trabajo; o mejor dicho, no te tendrán trabajo que quieres aceptar. Y luego toda esa deuda te tiene atado, es constante. Pero, por otro lado, si no la universidad ¿qué otras opciones hay? Saben que no hay trabajos para jóvenes como ellos, a menos que sea lo más necio y por salario mínimo, y eso si logran conseguirlo. Uno de estos jóvenes dijo que fue entrevistado para un trabajo en una tienda del centro comercial, para el cual era sin duda el más calificado, pero no le dieron el trabajo porque su ropa no era tan buena como la de los demás solicitantes. Dijo que es como si “hay que conseguir un trabajo para poder conseguir un trabajo”: o sea, primero hay que ganar dinero para poder vestirse de la manera necesaria para ser considerado incluso para un trabajo que apenas paga un poco más del mínimo. Es más, los tres tienen talento (uno quiere trabajar en filmar videos) y realmente quieren hacer algo que tenga valor y significado. Así que todo eso también es causa de mucho dolor, al darse cuenta de que ellos, como seres humanos, realmente no tienen valor en esta sociedad.
Así que continuamente regresamos a la necesidad de una revolución para cambiar totalmente este sistema entero. Por una parte, están viendo esto con siempre más claridad, pero por otra parte en muchas maneras esto va en contra de ideas religiosas que también sostienen. Uno de los temas más ricos y más recurrentes de nuestras conversaciones ha sido contrastar la religión y la ciencia. Es interesante que los tres vienen de familias religiosas y ellos mismos están bregando con la religión como marco para explicar cómo es el mundo. Uno de los jóvenes se aferra más a este marco que los otros dos, pero todos están abiertos a que se desafíe su forma de pensar. Por un lado ese marco religioso ha contribuido a que se mantienen aparte de la “vida en calle” y les ha permitido centrarse en las “cuestiones grandes” de sus vidas. Además les ha ayudado a soportar los contratiempos, incluso de maneras chistosas. Un joven contó que hace poco perdió el pase (abono) de 30 días para el transporte público, que acababa de comprar. Le costó mucho dinero y se enojó mucho consigo mismo por haberlo perdido, hasta se puso a tirar sus cosas al suelo. Dijo que luego se le ocurrió, como un ramalazo, que era el diablo quien estaba poniéndolo a prueba y eso de alguna manera ayudó a tranquilizarlo y así comprender que tenía que aceptarlo y no deprimirse. Todos nos reíamos cuando nos relató la historia, pero deja ver algo sobre el atractivo de la religión para personas cuya vida está siempre al borde del precipicio... y sobre el atractivo de toda una gama de panoramas de “fin del mundo” que también tienen muchos adeptos entre sus conocidos.
Una y otra vez recalqué la importancia de mirar las cosas desde un punto de vista científico, siendo este lo que en realidad explica cómo funcionan las cosas. En una temprana conversación, uno de los jóvenes me preguntó si yo creía en dios y dije que no. Pero dos días después, volvió a preguntarme: "¿Eres ateo? Yo pensaba que cuando dijiste que no crees en dios, solo querías decir que tienes otra religión". Así que pasó un tiempito hasta que le entrara en la cabeza el significado real de lo que yo había dicho. Pero en el intermedio habíamos discutido muchos ejemplos de explicaciones científicas en contraste con explicaciones religiosas. Un tema grande era la evolución. Aquí se puede hacer una crítica contundente de su educación, porque dos de los tres jóvenes no sabían cómo actúa la evolución. Por eso la expliqué y discutimos por qué no se trata simplemente de que "los seres humanos descendieron de los monos", sino que explica cómo todas las formas de vida se han desarrollado en la Tierra. Luego abordamos el “Big Bang” (la Gran Explosión). Ellos plantearon continuamente: ¿no cabe dios en algún lugar por ahí, tal vez antes de la Gran Explosión? Y así hablamos sobre ¿por qué suponer que simplemente porque no se conoce, eso es prueba de que dios existe?
Ese fue un hilo que íbamos retomando de un día al otro. En un momento les pregunté si ven alguna relación entre el atractivo de la religión y el sentimiento de desesperanza que tantas personas tienen acerca del mundo en que viven. Eso lo contrasté con el método científico que, en un sentido general, se podría describir como esperanzado. Pues el método científico tiene el enfoque de solucionar problemas en el mundo, aunque no es decir que toda la ciencia parte en un sentido inmediato de buscar soluciones a problemas específicos. Pero entender el mundo sí abre nuevos caminos respecto a cómo es posible cambiarlo. Además, la ciencia es de por sí una fuente de asombro y maravilla. Esto llevó a mucho estire y afloje y todos dijeron que eso les gustó mucho, pues aunque no estábamos de acuerdo en todo, nos escuchamos a todos con respeto, y ese respeto mutuo les era extremadamente importante.
La cuestión de la religión fue más polémica cuando hablamos de cómo ven a la mujer. Llegamos a ese tema porque ellos dijeron no entender por qué la película Precious recibió tanta atención. La vieron y dijeron que solo mostraba una realidad que para ellos ya era muy conocida. Luego un joven dijo que no entendía por qué, según decía él, la película recibiera una mayor acogida entre los blancos que los negros. Pregunté si posiblemente eso tenía que ver con la manera en que los hombres negros ven sus relaciones con las mujeres. Uno de los tres mencionó la explicación bíblica del pecado original en el Edén y que Eva era la responsable. Es interesante que aunque los tres conocen muy bien la referencia bíblica, ninguno se acordaba del significado de la manzana. Cuando les acordé que la manzana representa el conocimiento, eso revolvió las cosas aún más porque estos jóvenes se precian de querer saber cómo son las cosas. Además, ya saben algo de lo que la biblia propone en realidad sobre el trato a las mujeres que tienen sexo fuera del matrimonio y cosas así, y no están de acuerdo de ninguna manera. Luego se tocó la cuestión del derecho de la mujer al aborto. Un joven argumentó: "Pues estás destruyendo una vida que pudiera haber sido grandiosa". Yo pregunté: "¿Y la vida de la mujer?" y si iban a querer que su vida se vuelva todo patas arriba (y todos comprendían que eso es lo que significaría un embarazo) solo por algún "desliz". El lector de Revolución dijo que él defiende el derecho al aborto y señaló también que el resultado más probable cuando una madre no quiere tener un hijo es que la vida del hijo termina siendo muy deprimente y también la de la madre. Así que dimos vueltas al asunto por un rato más, incluyendo notar que todos los espermas y óvulos "no usados" que los hombres y las mujeres echan continuamente tienen también potencial para ser una vida, de ahí, ¿por qué no permitir que la mujer decida cuándo es el mejor momento para hacer que ese potencial sea una realidad? Al final de todo eso, el que argumentaba que el aborto era "destruir una vida" estaba diciendo: "Ahora puedo ver lo que estabas diciendo sobre el aborto".
Observé aquí que en mi opinión, la cuestión de fondo de toda esa discusión era si ellos, como hombres negros, quieren ver un fin a gran parte de la opresión que confrontan, pero cuando se trata de la mujer, solo quieren tener la tajada de ser el "jefe de familia". Con eso se pusieron a pensar, en parte debido a la lógica de lo que yo estaba diciendo, pero también, en mi opinión, porque veían que me importa poner fin a la opresión de la mujer con la misma entrega que poner fin a todos los demás horrores que este sistema le tira a la gente, incluida la opresión de los negros que habíamos discutido tanto.
En un momento uno de los jóvenes dijo: pues escuché a un experto quien dijo que la Biblia es verdad en un 70% y falsa en un 30%. Respondí: "Estupendo, ¿cómo sabes si estás leyendo el 70% o el 30%?" Esto llevó a toda una discusión del cristianismo como una mesa de ensaladas o buffet, donde puedes tomar las partes que te gustan y hacer caso omiso de las demás. ¿Qué clase de "palabra de dios" es eso? Sin embargo, volví continuamente al punto de que hay mucha gente religiosa cuyas creencias la llevan a luchar contra la injusticia y que eso es una cosa buena. Dije que el criterio que se debe usar con la gente es este: ¿está luchando para poner fin a la opresión?, y juzgar el papel de sus creencias religiosas sobre esa base. Al mismo tiempo, dije, se trata de una contradicción real, porque para cambiar el mundo hay que conocerlo... y en última instancia por ello vas a entrar en conflicto con la religión. Todos dijeron que esa era la manera correcta de enfocar la cuestión, porque cambiar el mundo es lo clave.
Uno de ellos había dicho durante las primeras conversaciones que sentía como si fuera de Marte porque lo que es importante para él es tan distinto a lo que les importa a la mayoría de los demás estudiantes. En nuestras conversaciones un tema era si hay otros jóvenes que tienen las mismas ideas y sentimientos que ellos. Otro día, más adelante, les traje el número de Revolución con el artículo sobre el diálogo entre Cornel West y Carl Dix en la Universidad de California en Los Ángeles. El artículo les asombró muchísimo, especialmente el hecho de que mil personas fueron al evento. Luego leyeron los comentarios de la gente al salir. En particular, dos comentarios les impresionaron. Primero, eso de que vamos a la universidad con la expectativa de escuchar esa clase de ideas, pero eso no es lo que enseñan; eso llevó a otra serie de quejas de que lo enseñado en las escuelas son puras tonterías. Y segundo, la cita del joven de que la mayor parte del tiempo no sabes si otras personas piensan de la misma manera que tú, y luego vas a un evento como este y ves a tantas mentes afines... y qué afirmación es eso. Pues esa cita llegó al grano: sí, hay otros como ellos que también se preocupan muchísimo por el futuro. El reto es encontrar las formas de juntarlos a todos... y esto es lo que los revolucionarios están tratando de hacer ahora mismo.
Les mostré el número del 1º de mayo de Revolución que tiene la cita de BA sobre por qué viene la gente a Estados Unidos: porque Estados Unidos ha cagado al resto del mundo aún más que lo ha hecho aquí. El joven que lee Revolución leyó ese pasaje en voz alta y dijo: "¡Exacto! Eso es totalmente la verdad". También había en ese número un anuncio para Lo BAsico y yo expliqué cómo es el libro: que tiene muchas citas como esa (y algunos ensayos más largos) sobre las cuestiones clave de hacer la revolución. Se entusiasmaron mucho con la idea de copiar citas como la que habían leído y pegarlas por el vecindario para que otros las vieran, y de esa manera ellos podían entablar discusiones con la gente acerca de estos temas y aprender más sobre quién tiene qué opinión. Uno de los jóvenes me había dicho hace un tiempo que le gustaba mucho la idea de colocar en diferentes lugares de la comunidad afiches revolucionarios que decían la verdad. Por eso, tras conversar un tiempo sobre el impacto de actividades como esa, el joven me preguntó en cierto momento: "¿Piensas que la gente se enojaría si hiciéramos algo semejante?" Lo pensé un minuto y dije: "Si lo haces bien, sí, con toda probabilidad ciertas personas poderosas se van a encabronar". Me preguntaba si él se preocupaba por el de correr riesgos. Pero respondió: "Magnífico, eso es lo que quiero hacer: ¡hacerle encabronar a esa gente!" Los otros dos respondieron con coros de, yo también. Durante esa parte de la conversación el lector de Revolución, que lo lee en línea, dijo que ha mostrado artículos a su padre. Su padre los ha leído y le ha dicho que le gustan muchísimo porque dicen la verdad, y animó a su hijo con "manos a la obra". Toda esta parte de la conversación me dejó con un mayor aprecio de cómo estos jóvenes captan que llevar la verdad sobre el mundo a otros con audacia es una parte clave de la lucha por cambiarlo.
Para terminar, los tres señalaron en varias ocasiones que ponen gran valor en tener la clase de conversaciones que hemos tenido. Contrastaron eso con el mundo a que tienen que regresar tan pronto como salen del lugar donde estábamos sentados, y lo mucho que odian regresar a ese mundo. Les dije que yo tenía sentimientos iguales acerca de nuestras conversaciones y que esas conversaciones son un saborcito del tipo de mundo que una revolución podría engendrar.
Les atrae mucho la clase de sociedad que esta revolución propone. Los tres odian las formas en que las diferentes razas están separadas y todos los estereotipos necios que diferentes personas tienen unas de otras, y están llegando a captar que esos estereotipos son el resultado de cómo este sistema manipula a la gente. Para ellos, toda persona es en primer lugar un ser humano, y ellos ponen gran valor en conocer a personas de diferentes razas. También les gustaría mucho ver derribadas las murallas entre hombres y mujeres, en líneas generales para poder relacionarse como personas y no como objetos sexuales. Pero en su mundo eso no es tan fácil. Uno de los jóvenes me dijo que tiene muchas amistades con jóvenes mujeres, pero no puede mantener esas amistades y tener novia al mismo tiempo, porque ninguna novia va a creer que sus relaciones con las otras no son sexuales también. Eso le pesa mucho.
En algún momento durante esa conversación, les relaté que durante los años 60, una de las nuevas expresiones radicales era la tendencia de grupos de jóvenes hombres y mujeres de hacerse amigos y salir todos juntos para que llegaran a conocerse bien, como individuos, a jóvenes del sexo opuesto. Esto asombró totalmente a los tres y llevó a que uno describiera un problema de hoy: cuando formas una relación con una joven, pues al principio realmente no la conoces. Se juntan principalmente por una atracción física. Así que puedes estar profundamente metido en la relación antes de descubrir que tu pareja piensa de una manera totalmente distinta acerca de asuntos muy importantes. Eso nos llevó a toda una discusión sobre la moral y la importancia que esta tiene para desarrollar relaciones en que las dos partes se sienten confianza. Leímos la cita de Lo BÁsico que dice que los principios solo tienen un significado real frente a retos reales. Esa cita realmente se conectó con ellos.
Así que por cierto los tres sienten que el mundo está bien jodido y hay que hacer algo, y de alguna manera quieren y necesitan ser parte de ese algo. Al terminar nuestra conversación final, les pedí pensar en si les gustaría conocer a algunos de esos revolucionarios porque si querían hacerlo, tal vez yo podía ayudar a concretarlo. Todos respondieron que definitivamente lo iban a pensar, pero también me indicaron que probablemente dirían que sí.
La determinación decide quién saldrá del ghetto… vaya que este es un cliché gastado, en su peor aspecto, en todos los niveles. Esto es como ver un molinillo de carne que pulveriza a millones de personas y en vez de fijarse en que a la gran mayoría la vuelve pedazos, ver a los pocos que se escapan enteros y para rematar, usar esto para decir que ¡“el molinillo sí sirve”! Bob Avakian, Lo BAsico 1:11 |
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