Revolución #254, 25 de diciembre de 2011
Ocupar en una encrucijada
| Como explicó en su declaración "Sobre la estrategia para la revolución", el Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos representa y lucha por un mundo "en que los seres humanos en todas partes estarían libres de las relaciones de explotación y opresión y de los conflictos antagónicos destructivos y en que podrían ser los justos guardianes de la tierra. Pero para hacer esto una realidad, necesitamos la revolución". Esa misma declaración recalca la importancia de la manera en que las crisis en el sistema del imperialismo pueden engendrar "sacudidas y fallas repentinas en el 'funcionamiento normal' de la sociedad, que estimulan a muchas personas a cuestionar y resistir lo que suelen aceptar". Dichas sacudidas "crean situaciones en las que muchas más personas están buscando respuestas y se encuentran receptivas a considerar un cambio radical" y presentan oportunidades importantes en el trabajo de avanzar hacia la revolución, y una nueva sociedad. El movimiento Ocupar —tanto la naturaleza inesperada y abrumadoramente positiva de las protestas como la represión brutal que el estado imperialista ha desatado en su contra— ha abierto precisamente una situación así. Desde la perspectiva de hacer la revolución y de ahí continuar al comunismo —desde la perspectiva de construir, y dar saltos en construir, el movimiento para la revolución—, tiene mucha importancia el que este amplio movimiento Ocupar pueda superar la represión que las autoridades han desatado en su contra y avanzar hacia adelante, o si se extinguirá o se desviará de una u otra forma. Desde esa perspectiva comunista revolucionaria y con lo que está en juego en mente, difundimos esta declaración y llamamos a las personas a discutirla, distribuirla y ponerla en la red en formas amplias. |
Un llamado a la acción de masas contra la represión del Movimiento Ocupar
En los últimos meses hemos presenciado algo muy distinto en Estados Unidos. Unas personas de muchos sectores de la sociedad se unieron para ocupar espacios públicos en casi mil ciudades en Estados Unidos. Se enfrentaron a la despiadada violencia de la policía, abrieron paso en medio de los confines de "la protesta acostumbrada" y sobre la marcha, construyeron comunidad. Aun ante los intentos de los medios de comunicación de poner en ridículo, distorsionar y satanizar las protestas, su mensaje básico empezó a cundir en el público. Las personas en todo el país —y aun en todo el mundo— prestaron atención y se animaron por los actos de esos manifestantes valientes y creativos.
Empezaron a cambiar las condiciones políticas del discurso; el modo de pensar congelado de los estadounidenses empezó a descongelarse. Plantarse contra la brutalidad y arrestos injustos se volvió una medalla de honor. La gente empezó a escuchar y leer las historias de algunas de las víctimas de esta crisis económica y a compartir las suyas. Sobre todo, al extenderse las protestas a ciudad tras ciudad, la ocupación de espacios públicos por la gente hizo abrir el debate y suscitó grandes preguntas entre millones de personas acerca de qué clase de sociedad es ésta y lo que debería ser. ¿Por qué existe tal pobreza y necesidad en medio de un pequeño grupo relativo de personas que amasan obscenas cantidades de riqueza? ¿Por qué parece que las instituciones políticas de la sociedad sólo sirven a ese grupito? ¿Por qué tantos jóvenes tienen la impresión de que tienen ante sí un futuro tan incierto? ¿Por qué sigue acelerándose la demente destrucción del medio ambiente? Al final, ¿qué se necesita para superar todo eso?
Aquellos que de hecho ejercen el poder en este país consideraron que estas protestas, y estas preguntas, son peligrosas, y reaccionaron en consecuencia. Vez tras vez aquellos que ejercen el poder violaron sus propias leyes y ordenaron que la policía rocíe gas pimienta, golpee con porras y dispare botes de gas lacrimógeno contra las cabezas de aquellos que no hacían sino de manera no violenta expresar su disentimiento y buscar comunidad. En las últimas semanas la situación alcanzó su punto álgido en los ataques coordinados y sistemáticos contra todas las ocupaciones principales. De hecho, la alcaldesa de Oakland admitió por la BBC, que había participado en conferencias telefónicas que coordinaron la estrategia nacional contra los ocupantes. Para colmo, en otra demostración flagrante de fuerza y poder ilegítimo, procuraron impedir que los periodistas y fotógrafos cubrieran estos actos de represión, a menos que estuvieran "encamados" con la policía.
Hablando directamente pero con la verdad, el estado planeó y desató una violencia y represión franca y sistemática contra unas personas que intentaban ejercer unos derechos que supuestamente están garantizados. Esta respuesta de parte de aquellos que ejercen el poder en esta sociedad es pura vergüenza desde el punto de vista moral y es profundamente ilegítima desde el punto de vista legal y político.
Hoy, este movimiento está en una verdadera encrucijada. ¿Acabará disperso, orillado hacia los márgenes o cooptado? ¿O volverá con más fuerza? Esta misma pregunta se presenta hoy, de manera muy nítida.
Hay algo que ya está claro: si se permitiera que siguiera en pie esta ola ilegítima de represión… si las autoridades lograran reprimir o marginar a este nuevo movimiento… si la gente de nuevo resultara "acorralada", en los sentidos literal y simbólico, la situación sería mucho peor. ES NECESARIO OPONERSE EN MASA A ESTA REPRESIÓN Y ECHARLA POR TIERRA.
Además, hay algo más que también está claro: los movimientos crecen y solamente pueden crecer mediante su respuesta a la represión con una movilización aún mayor y poderosa.
La necesidad de tomar acción es urgente.
Como primer paso en la necesaria repuesta, muy pronto tiene que haber una enorme movilización política por un día, o días, que diga ¡NO! a este intento de suprimir con brutalidad y violencia el pensamiento y la expresión. Ante todo, esta movilización debería darse en Nueva York, donde nació el movimiento… pero a la vez debería repercutirse poderosamente por todo el país y sí, todo el mundo. Éste es un llamado a llevar a cabo enormes manifestaciones, pronto, en espacios públicos en que puedan tener el máximo impacto y efecto sobre la sociedad y en que las autoridades no puedan acorralar, reprimir y de otro modo intentar marginar a estas manifestaciones.
Estas manifestaciones tienen que ser lo suficientemente grandes como para demostrar claramente que la gente no tolerará lo intolerable… que la gente no se acomodará a lo que es tan manifiestamente injusto. Tales manifestaciones, junto con las iniciativas para llegar al pueblo y construirlas, pueden sacar a muchas más personas de la simpatía pasiva hacia el apoyo activo y pueden despertar e inspirar a otros millones de personas que todavía no han estado tocadas. Tales manifestaciones pueden responder poderosamente a los esfuerzos del "1%" de aplastar y/o desviar este movimiento amplio. Los miles y miles de personas en las calles, en acciones conjuntas, pueden hacerse de nueva iniciativa y cambiar la ecuación política entera. Las cuestiones urgentes que Ocupar ha planteado, y otras cuestiones urgentes que están por plantearse en este movimiento, pueden volver a repercutir, de manera más poderosa que antes.
No puede continuar sin respuesta la represión del movimiento Ocupar. A actuar.
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