Revolución #263, 25 de marzo de 2012
Día Internacional de la Mujer 2012:
Férreas, atrevidas, rudas e impenitentes
Times Square, Ciudad de Nueva York. Foto: Especial para Revolución |
Unos manifestantes mandan al carajo a Hustler. Foto: Especial para Revolución |
Seattle Photo: Alex Garland |
Chicago Foto: Especial para Revolución |
Ciudad de Nueva York. Photo: Li Onesto/Revolución |
Día Internacional de la Mujer. En Nueva York y en otras ciudades desde Los Ángeles a Houston y Cleveland, la gente marchó para poner fin a la guerra contra la mujer, a la pornografía y el patriarcado. Las protestas eran algo NUEVO; eran férreas, atrevidas, rudas e impenitentes. Los participantes eran de todas las edades, de todos los géneros, de muchas nacionalidades e incluyeron a Ocupantes, lectores del periódico Revolución, comunistas revolucionarias, gente de los multifamiliares y organizadores de la comunidad, estudiantes de secundaria y universitarias y mujeres (y hombres) mayores quienes fueron parte del movimiento femenino y de otros movimientos radicales y revolucionarias de los anos 60 y 70 o que fueron influenciados por los mismos.
En varias ciudades, las marchas visitaron y apoyaron a los centros y clínicas de salud que practican abortos y proporcionan anticonceptivos; protestaron contra las iglesias fundamentalistas cristianas y las archidiócesis católicas; desencadenaron su furia contra los comercios pornográficos y clubes de striptease. Tendieron cinta amarilla de la escena del crimen por los centros de abuso y degradación. Después de las marchas en varias ciudades, la gente se sentó para comer y discutir las causas de esta guerra contra la mujer y lo que queda por hacerse para pararla.
La gente cobró coraje a reunirse y hablar con amargura de la verdadera experiencia brutal del patriarcado y la pornografía. En la ciudad de Nueva York, la marcha se inició frente a la catedral San Patricio y creció a 65 personas. La marcha hizo varias escalas: Times Square, Fox News, un centro de reclutamiento militar, un club de striptease y un comercio de porno. El teatro popular representó cómo la iglesia así como el pornógrafo le roban la humanidad a la mujer y la convierten en una cosa para ser usada, en un objeto para el hombre y en una incubadora.
Un estudiante de Harvard se unió a la marcha, diciéndole a un corresponsal de Revolución que él y su novia tuvieron que averiguar, por su cuenta y en secreto, cómo ella pudiera obtener un aborto a los 16 años de edad, porque los padres de los dos eran fundamentalistas religiosos. En frente de un comercio de porno, una mujer mayor contó sobre el horror de una mujer joven que se suicidó después de ser brutalmente violada en grupo. Una joven de 20 años de edad tomó su posición contra la pornografía e hizo la conexión con los ataques contra el aborto, declarando desafiantemente: “¡NO SOY INCUBADORA!” Un joven habló de la preponderancia de la pornografía en la cultura del ejército y que la exposición a la pornografía a los 10 años de edad “convierta la curiosidad natural de un niño en algo perverso”. Una mujer quien se describió a sí misma como de una comunidad urbana desencadenó su furia y habló de manera visceral y personal de que durante toda la vida, desde la historia de su familia a cada día en el metro, “me pongo muchos sombreros diferentes y es una lástima que me siento que siendo una mujer de color que ya estoy reducida en esta sociedad porque me ven como una maldita puñetera bruja o puta”.
Las personas que se encontraron con las protestas se conmocionaron y tuvieron que reflexionar: algunos acogieron lo que aprendieron, otros no querían saber o defendieron el porno y la posición subordinada de la mujer en el mundo. En Los Ángeles, un carro se paró, una mujer bajó la ventana y declaró: “Llevo 28 años haciendo porno. ¡Jódanse!” Diez minutos antes, un conductor de un Rolls Royce se paró, bajó la ventana y le entregó un billete de 20 dólares a un manifestante.
Los organizadores les llegaron a los jóvenes particularmente con un reto. En una ciudad, un joven se acercó a los imágenes en el suelo de los cuerpos de mujeres con huellas de pisadas con etiquetas de abusos a la mujer y escribió: “Amo a las putas” y cuando los manifestantes retaron a los centenares de estudiantes de secundaria que estaban apretujados a la espera del autobús, algunos expresaron desdén pero algunas jóvenas se unieron a la concentración y cargaron una pancarta: “Parar la pornografía y el patriarcado”. Una estudiante negra de secundaria con el volante de la marcha en la mano, declaró: “¡Sí, el porno azuza la violación!”
Una mujer de mediana edad vino a la marcha en Los Ángeles después de escuchar a Sunsara Taylor el día anterior por el programa de radio de Michael Slate en la emisora KPFK y dijo: “Estoy aquí porque recién me doy cuenta que el movimiento femenino se está erosionado debido a varias cosas en este mundo; la pornografía, la religión, el gobierno. Es como si me despertara después de creer 20 años que la mujer ha hecho tantos avances y ahora me enteró que paso a paso se están desapareciendo... Creí que [el porno] se estaba acabando, que estaba desapareciendo. De repente [Sunsara] relató cómo era cuando llevó a otras, quienes se sienten de la misma manera como yo sobre esto, a un comercio del porno y les mostró la pared de tortura, y yo me quedé boquiabierta. Pensé, por Dios. Ya no se trata del sexo, se trata de la tortura. Y los hombres se están excitando con esto”.
Al cierre de la marcha en la ciudad de Nueva York, Sunsara Taylor llevó a los participantes en una promesa, descrita en su diario digital (sunsarataylor.blogspot.com) sobre este día: “Juntos hicimos una promesa, a nosotros, a las caras alrededor de nosotros, a las mujeres por todo el país y a las mujeres por todo el mundo, que no vamos a parar hasta que una mujer nunca jamás será objeto de degradación, denigración, esclavización, falta de respeto, escupidos, fuego intencional, golpizas, violaciones, humillaciones, burlas, torturas, acoso, desvalorización y rechazo simplemente por haber nacido mujer. Mientras que las personas hacían esta promesa juntas, mientras nos mirábamos las unas a las otras, era palpable el cambio en nosotros. Las personas se sintieron vivas con furia y elevadas con alegría”.
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