Masacres en el corazón de "la guerra contra el terror" de los Estados Unidos:

"Crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad…… cosas de las cuales ninguna persona puede recuperarse…"

4 de agosto de 2013 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Durante el primer despliegue, me hicieron participar en unas cosas, la inmensidad de las cuales es difícil de describir. Crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad. Aunque mi participación no era voluntaria e hice lo que creía era el mayor esfuerzo para detener estos acontecimientos, sencillamente existen algunas cosas de las cuales ninguna persona puede recuperarse. Me siento orgulloso de que, efectivamente, como para avanzar en la vida después de estar tomando parte de tal cosa sería el signo de un sociópata, según mi criterio. Las cosas estas van mucho más allá de lo que la mayoría de las personas saben. Para obligarme a mí a hacer estas cosas y luego participar en el encubrimiento subsiguiente es más de lo que cualquier gobierno tiene el derecho de requerir. De ahí, el mismo gobierno ha dado vuelta y me ha abandonado. Cualquier culpa que hay se queda con ellos".

Se trata de una parte de la carta de suicidio que Daniel Somers le escribió a su familia. Era un ex combatiente de la guerra de Irak, de 30 años de edad, que se mató a sí mismo el 10 de junio. Somers participó en cientos de misiones de combate, interrogaciones a prisioneros iraquíes y luego trabajaba con el Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC). La experiencia aquella lo dejó en un estado constante de angustia mental y física (Democracy Now!, 25 de junio de 2013).

Las experiencias de Somers ponen en evidencia la asquerosa realidad de los autoridades y su encubrimiento mediático: durante los últimos 12 años de la llamada "guerra contra el terror", los crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad no han sido la excepción rara pero sí la regla. No los han cometido unos pocos "elementos podridos" ni "soldados canallas" pero más bien han estado integrados en el ADN de la guerra y el papel de los Estados Unidos en el mundo. Por eso, aún cuando las fuerzas armadas estadounidenses han estado obligadas a admitir sus fechorías, no obstante se niega con seriedad a castigar a los asesinos. Esta ha sido una guerra de terror sobre millones de personas en muchos países distintos, una guerra por el imperio con el propósito de solidificar el poderío global de los Estados Unidos y aplastar a quienquiera se pusiera en su camino, y no para liberar a nadie, no para detener la muerte y el sufrimiento. Estas tres historias de tres masacres, y hay muchísimas más, ilustran de que se trata en realidad la "guerra sobre el terror" de los Estados Unidos.

19 de noviembre de 2005: Haditha, Irak

Temprano por la mañana, se detonó una bomba a la orilla del camino, la que asesinó a un infante de la marina cerca de Haditha. Los marines inmediatamente se alborotaron. El sargento Frank Wuterich, quien comandó el asalto, presuntamente les dijo a sus hombres: "Si nos atacan otra vez, debemos matar a todos por el rumbo".

Ordenaron a cinco iraquíes que estaban cerca, un taxista y cuatro adolescentes, que se bajaran de su coche, y los mataron. De ahí los marines empezaron a ir de casa a casa.

Eman Walid Abdul-Hameed, una iraquí de 10 años de edad, describió lo que sucedió en su casa: "Los soldados estadounidenses entraron en nuestra casa a las 7 de la mañana. Estuvimos despiertos pero estamos vestidos de pijama… Oí unas explosiones cerca de la puerta. Los estadounidenses entraron en el cuarto donde estuvo rezando mi padre y le pegaron un tiro. Se fueron a mi abuela y mataron a ella también. Oí otra explosión. Arrojaron una granada debajo de la cama de mi abuelo… Matan a la gente, luego dicen que lo lamentan. Los odio".

Un hombre y una mujer, cargando un bebé, corrieron de la casa para poder escaparse de los disparos y los marines dispararon y mataron al hombre. Se ha dicho que la mujer se escapó con el bebé, pero en la familia de Eman, solamente ella y un pequeño hermano sobrevivieron, heridos, después de que se murieron los otros adultos que les protegían contra las balas de los soldados de los Estados Unidos. Los marines se iban a la siguiente casa, entrando y tumbando puertas enfurecidos y matando a ocho personas, incluyendo a un niño de dos años de edad y tres otros niños pequeños. Luego, se trasladaron a la siguiente casa y arrastraron a cuatro hombres a un armario y les balearon adentro.

Cuando terminaron los soldados cinco horas más tarde, habían matado a 24 personas. Los marines involucrados inmediatamente trataron de encubrir la masacre: insistieron que una bomba a la orilla del camino había matado a 15 civiles y que los otros muertos eran "insurgentes" muertos después de disparar a los marines.

Por fin, levantaron cargos contra ocho marines por homicidio involuntario. Se desestimaron los cargos contra seis de éstos. Absolvieron a uno. Wuterich se declaró culpable de negligencia de su deber. No recibió ninguna sentencia de cárcel, solo lo rebajaron a soldado raso. En febrero de 2012 lo dieron de baja bajo condiciones honorables.

12 de febrero de 2010: Gárdez, Afganistán

Gardez, Afghanistan, February 12. In the middle of the night U.S. forces murder five people among those gathered to celebrate the naming of a newborn.

Gárdez, Afganistán, 12 de febrero. En medio de la noche, unos soldados estadounidenses asesinaron a cinco de los participantes en una celebración del nombramiento de un recién nacido. Foto: AP

Aquella tarde unos 25 amigos y parientes se reunieron en la casa de Hajji Sharaf Udin en la aldea de Khataba, a unos cuantos kilómetros de Gárdez, la capital de la provincia de Paktia del este de Afganistán. Estuvieron presentes para celebrar el nombramiento del recién nacido nieto de Udin. Alrededor de las tres de la tarde, el hijo de Udin, Mohammed Dawood, un comandante de la policía, junto con su hijo de 15 años salieron afuera porque creían que se estaban acercando unos talibanes. Ambos recibieron disparos. Dawood murió y su hijo resultó herido. Los atacantes no fueron talibanes pero sí unas fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos bajo el JSOC. El otro hijo de Udin, Zahir, se asomó a la puerta y gritó: "No disparen, trabajamos para el gobierno". A él también lo mataron a balazos. Tres mujeres agachadas detrás de Zahir en la entrada murieron en la lluvia de balas: Bibi Shirin, 22, la madre de cuatro hijos menores de 5 años de edad; Bibi Saleha, 37, la madre de 11 hijos; y Gulalai, 18. Ambas madres estaban embarazadas; Galalai estaba comprometida.

Como si esto no fuera suficientemente horrendo, las fuerzas de los Estados Unidos asaltaron a los sobrevivientes, los sometieron y obligaron a pararse descalzos durante horas afuera en el frío. Detuvieron a ocho de éstos, los llevaron por avión a una base afgani-estadounidense y los encerraron ahí durante cuatro días para hacerles interrogatorios. Todos fueron puestos en libertad sin cargos. Las fuerzas de Estados Unidos se negaron a darles tratamientos médicos a los heridos.

"Después de observar mientras las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos matan su hermano y a su esposa", escribe Amy Goodman de Democracy Now!, retomando una parte de la nueva película Guerras sucias la que documenta esta masacre, "y a su hermana y su sobrina, esposaron Mohammed Sabir en el suelo. Él observaba impotente mientras los soldados de Estados Unidos arrancaron las balas del cadáver de su esposa con un cuchillo, a fin de esconder su participación en la masacre ("Guerras sucias: el antídoto de Jeremy Scahill contra la heroica narrativa de La noche más oscura", Amy Goodman, guardian.co.uk, 28 de enero de 2013, en inglés).

Asaltos de noche, operaciones especiales, asesinatos encubiertos, asesinatos extrajudiciales, ataques de aviones sin tripulación, el uso de contratistas militares, las detenciones y la tortura en masa, además del terror por todas partes están empotrados en la naturaleza de la ocupación imperialista de Afganistán. La meta principal de la ocupación es la dominación, por cualquier método necesario, de una población en que la mayoría no quiere estar debajo de una dominación extranjera y muchos han aprendido a través de ocho años amargos de guerra y ocupación a desconfiar si no odiar a los invasores y a sus lacayos a quienes les han dado poder en Kabul. El padre de Gulalai, Mohammed Tahir, dijo: "Ellos nos enseñan los derechos humamos pero luego matan a un montón de civiles. Ellos no vinieron aquí para eliminar el terrorismo. Ellos son los terroristas".

Al principio los Estados Unidos desestimó la historia de los aldeanos, pero luego admitió que hubo un error, pero no hizo ninguna investigación y no acusó de ningún crimen a ninguno de los soldados que asesinaron a los afganis.

11 de marzo de 2012: Las aldeas de Alokzai y Najiban, en las arueras de Kandahar, Afganistán

A las 3 a.m., el sargento superior Robert Bales, del Ejército de los Estados Unidos, apostado en una base cercana donde presuntamente apoyaba a una unidad de operaciones especiales encargada de la "estabilidad de la aldea" entró con violencia en las casas de tres familias y se alborotó en un vil episodio de asesinatos premeditados. Un sobreviviente de 15 años de edad dijo que unos "soldados" despertaron a su familia y empezaron a dispararles.

Según otra joven mujer afgani, un soldado estadounidense con un casco equipado con una linterna irrumpió en su hogar de lodo de dos cuartos mientras todos dormían. Mató a su marido, Dawood, le dio un puñetazo a su hijo de siete años de edad y le metió una pistola en la boca de su hermanito bebé. "Estuvimos dormidos. Él entró y estuvo gritando, diciendo algo sobre el Talibán, el Talibán y luego sacó a mi esposo de la cama".

Otro aldeano dijo: "Cuando sucedía todo esto en medio de la noche estuvimos adentro de nuestras casas. Oí los disparos y luego un silencio y luego disparos otra vez".

Un aldeano regresó a su casa para encontrar muertos a 11 miembros de su familia: su esposa, su madre, dos hermanos, un nieto de 13 años de edad y sus seis hijos, sus cuerpos parcialmente quemados. "Once miembros de mi familia han muerto. Todos han muerto", dijo.

Después de que Bales asesinó a los miembros de la familia, "vertió unas sustancias químicos encima de sus cadáveres y les prendió fuego".

Cuando Bales terminó, había asesinado a 16 (posiblemente 17) civiles inocentes, entre ellos nueve niños más tres mujeres. Seis más resultaron heridos: cuatro niños, una mujer y un hombre. Se informó que Bales "volvió a su base después de balearlos, tranquilamente se entregó y fue llevado bajo custodio a una base de la OTAN en Afganistán" (Daily Telegraph).

El secretario de Defensa Leon Panetta expresó su "profundo pesar" y que los Estados Unidos "iba a llevar ante la justicia a aquellos responsables". El presidente Obama aseguró que el "incidente" "no representa el carácter excepcional de nuestras fuerzas armadas ni el respeto que tiene los Estados Unidos por el pueblo de Afganistán". Pero Bales no fue juzgado en Afganistán. Luego luego lo sacaron del país y lo llevaron al fuerte Leavenworth, Kansas. En mayo de 2013, para evitar su ejecución, Bales se declaró culpable de haber asesinado a nueve niños y siete adultos. Está pendiente la vista para dictarle sentencia.

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