Los niños que cruzan la frontera... y los crímenes de Estados Unidos
19 de junio de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us
El gobierno estadounidense sigue deteniendo y manteniendo bajo custodia en el sur de Texas a miles de desesperados jóvenes de Centroamérica. (Véase la primera parte de esta serie, "Decenas de miles de jóvenes inmigrantes brutalmente encarcelados — en Estados Unidos”.) El sufrimiento que estos jóvenes están soportando es una tragedia y una catástrofe. ¡Y es innecesario! En muchos sentidos, es un producto del sistema capitalista imperialista. Y es una declaración contundente de la necesidad de hacer una revolución, tan pronto como sea posible, y de poner fin al sistema que perpetra tales abominaciones.
A diario, el número de jóvenes que cruzan la frontera va en aumento. La mayoría de estos jóvenes no vienen acompañados de adultos. El lunes 9 de junio, el gobierno de Obama anunció que está solicitando otros 1.57 mil millones de dólares para financiar sus esfuerzos para hacer frente a lo que es una crisis cada vez más difícil y potencialmente perjudiciales para Estados Unidos. Para el jueves 12 de junio, el procurador general de Texas pedía una suma adicional de 30 millones de dólares al gobierno federal para "llenar los vacíos en la aplicación de la ley" en la frontera por medio de la policía estatal. Posteriormente ese mismo día, Jeh Johnson, el secretario de Seguridad Interna de Obama, anunció un "aumento de 90 días" de investigadores federales que van a Texas y dijo que las personas detenidas en la frontera, incluidos los jóvenes, son "prioridades para la exclusión", lo que implica que probablemente sean deportados.
La mayoría de los adolescentes y jóvenes centroamericanos que tratan de cruzar la línea a Estados Unidos los detienen la Patrulla Fronteriza y otras autoridades estadounidenses en el sur de Texas. Han almacenado muchos de éstos en centros de detención en el valle de río Bravo, el extremo sur de Texas. Pero las autoridades ya no tienen cupo para los jóvenes en las celdas frías conocidas por los inmigrantes como hieleras y otros centros de detención fuertemente custodiados a lo largo de la frontera. En la semana del 8 al 14 de junio, Estados Unidos ha establecido centros de detención improvisados para los jóvenes en bases militares en Texas, Arizona, California y Oklahoma. Pero a diario, cientos de jóvenes siguen tratando de cruzar por el río Bravo.
Dos jóvenes mujeres de la ciudad de San Salvador describieron para Revolución los horrores espantosos que ellas y sus familiares experimentaron cuando eran niños en aquella ciudad. "Puede que te maten en cualquier momento, simplemente por estar ahí. Eso les pasó a dos primos míos. A ambos simplemente los mataron a balazos en la calle. Uno estaba caminando por la calle cuando algo ocurrió y le dispararon. Unas semanas después le pasó a otro primo por una tarde. Mi madre quería sacarnos de ahí antes de que nos pasar a nosotros".
Ambas mujeres describieron que habían visto cuerpos en la calle, habían escuchado ráfagas de tiroteos de noche, mientras se acostaban en el suelo. "A veces las pandillas hacen que los jóvenes hagan su propio trabajo", dijo una, "inclusive los niños pequeños. Y todos son tan pobres, los jóvenes piensan que son ricos si tienen un teléfono, quizá consigna un poco de dinero y al menos puedan comer. Además tal vez resulten muertos si no aceptan. Así que muchas veces los jóvenes comienzan a hacer pequeñas cosas para una pandilla y consiguen amigos, pero también consiguen enemigos. Y muchas personas resultan atrapadas en medio de todo eso".
Estos horrores plantean preguntas urgentes: ¿Qué está impulsando la violencia en América Central? ¿Por qué está sucediendo ahora en una escala tan terrible? Y además de eso, ¿qué es lo que impulsa a los niños de tan sólo cinco años de edad a emprender un viaje increíblemente difícil y aterrador hacia "El Norte"?
Empecemos por la fuente de la violencia de las pandillas que atormenta a Centroamérica.
Las pandillas de América Central y el padrino de El Norte
Los gobernantes estadounidenses y sus voceros mediáticos retratan la afluencia de jóvenes de América Central como si trajeran alguna cultura ajena y el peligro de la violencia de pandillas a Estados Unidos. En esencia, la realidad es todo lo contrario: la terrible situación de las pandillas en América Central es más que nada más un producto del funcionamiento del imperialismo estadounidense.
¿Cómo? Los años 1980 fueron período de gran transición social y trastornos globales. Un resultado fue un enorme crecimiento de la actividad de las pandillas en todo Estados Unidos, pero sobre todo en Los Ángeles y el sur de California. En un sentido muy concreto, esta situación se debe al funcionamiento del propio sistema capitalista: los empleos dignos huyeron de las comunidades pobres de las ciudades, pero las mismas comunidades se inundaron de cocaína, algo del cual se utilizó para financiar a los terroristas pro-estadounidenses en Nicaragua. Las guerras avaladas por Estados Unidos desplazaron a cientos de miles de personas en América Central de sus hogares y sus países de origen a las ciudades de Estados Unidos. Y cuando llegaron a Estados Unidos, los valores pútridos y la moral de "sálvese quien pueda" del capitalismo se combinaron para crear una situación desesperada para millones de personas.
La inmigración en masa desde México y América Central estaba transformando a las ciudades en todo Estados Unidos, especialmente en el Suroeste. Además, estaban en marcha grandes cambios económicos y sociales. Había pocos buenos empleos, pues una gran parte de la base industrial de las ciudades se trasladó a los suburbios y "exurbios" o de plano fuera de Estados Unidos. En gran parte, se habían amainado los levantamientos revolucionarios y radicales de los años 1960 y principios de los años 1970 que habían influenciado y dado sentido a la vida de tantos jóvenes negros y latinos. Una represión dura y brutal, bajo el pretexto del "combate a las pandillas" y el "combate a la droga", se había convertido en una realidad cotidiana en la vida de millones de jóvenes. Se inició un programa de criminalización y encarcelación en masa de los jóvenes negros y latinos.
La citada combinación de factores económicos, políticos y represivos convergió y contribuyó mucho al crecimiento de las pandillas y la cultura de las pandillas en los barrios pobres de Estados Unidos. En 1986, el "Acta de Reforma y Control Migratorio" estipulaba la "deportación expedita" de los inmigrantes condenados por delitos. A comienzos de los años 1990, Estados Unidos comenzó a deportar a miles de jóvenes centroamericanos bajo el pretexto del "combate a las pandillas".
Después de la rebelión que sacudió a Los Ángeles en 1992, se aceleraron estas deportaciones, principalmente de jóvenes de los barrios pobres de Estados Unidos, especialmente Los Ángeles, que habían crecido en Estados Unidos con todo lo eso que implica, y no en América Central. Estos jóvenes habían pasado la vida bajo el hostigamiento de la policía y las pandillas habían organizado a algunos de éstos, pero ahora fueron deportados a unos países empobrecidos y devastados de los que sabían poco o nada en absoluto. Estas deportaciones se aceleraron en la primera década de este siglo: casi 130.000 "extranjeros criminales" fueron deportados a América Central entre 2001 y 2010.
Estas deportaciones han tenido un enorme impacto en los países pequeños y pobres de América Central. El Salvador es el país más densamente poblado de las Américas, con una población de unos seis millones de personas. Alrededor de 300 "extranjeros criminales" son deportados al mes a este país. "La cultura pandillera" que se inició en Estados Unidos se ha trasladado y ha echado raíces en el paisaje empobrecido y económicamente estéril de las hacinadas barriadas de América Central.
Más allá del empobrecimiento económico de América Central creado por el imperialismo estadounidense, afectaron profundamente el terreno social y económico de estos países las guerras contrarrevolucionarias devastadoras emprendidas por los Estados Unidos y sus aliados y agentes armados locales a lo largo de los años 1980.
Para fines de los años 1980, la resistencia a la dominación estadounidense que habían surgido en toda América Central había estado ahogada en ríos de sangre. Las personas resultaron traumatizadas, y muchas desmoralizadas por la derrota de esos auges de lucha, los que si bien no eran auténticas revoluciones para liberar a la gente en estos países, una vez representaron la fuente de esperanza para muchas personas, especialmente los jóvenes. Se había dejado en ruinas a una buena parte del campo. Los movimientos y organizaciones que habían dirigido la resistencia y las guerras de guerrilla contra la dominación estadounidense habían salido derrotados y/o integrados en el aparato gobernante de la sociedad. Se habían arruinado las economías de esos países, en particular, la capacidad de las personas básicas para ganarse la vida.
La horrorosa violencia relacionada con las pandillas, como las batallas entre diferentes sectores de la policía y las fuerzas armadas aliadas con diferentes pandillas y con su propia participación, es una plaga sobre el pueblo de Guatemala, Honduras y El Salvador. Pero piense en lo siguiente por un minuto. Las personas de América Central tuvieron que abandonar sus países de origen en los años 1970 y los años 80 debido a que las guerras apoyadas por Estados Unidos habían hecho la vida imposible en sus países de origen. Se fueron a Estados Unidos donde tuvieron pésimos trabajos a baja paga. Tenían encima la constante amenaza de las redadas de La Migra y la deportación. La policía hostigaba y perseguía, a menudo con golpizas y la muerte a sus hijos, muchos de éstos que nacieron en Estados Unidos, y a algunos de éstos los organizaron en las pandillas. Decenas de miles de estos jóvenes fueron deportados y obligados a comenzar la vida de nuevo en un lugar donde no había posibilidad de una educación o de ganarse la vida.
Piense en ello, y pregúntese: ¿crearon estos "pandilleros" las condiciones de la desesperación, la pobreza, la violencia y la represión en las que ellos y otros se ven obligados a vivir? La violencia de la cual huyen los centroamericanos hoy tiene su fuente fundamental en el sistema capitalista imperialista, que se ha cebado de ellos durante un siglo. Es la mayor hipocresía de los políticos y periodistas de Estados Unidos hablar de la violencia que azota a estos países y a la vez fingir simpatía con sus jóvenes víctimas, sin hablar de las raíces económicas, sociales y políticas de las condiciones que atrapan a las personas.
Ahora, hablemos del panorama más amplio. Los jóvenes no sólo están huyendo de la violencia de las pandillas.
Atrapados por el imperialismo en una casa en llamas
Los niños y otras personas que huyen de América Central ahora están atrapados en condiciones que no les ofrecen ningún futuro, ninguna perspectiva de una vida digna. Guatemala, Honduras y El Salvador están entre los países más pobres del hemisferio occidental.
Los niños son brutalmente explotados en El Salvador, uno de los peores lugares del mundo para ser un niño. Entre 8.000 y 9.000 niños en El Salvador trabajan en los cañaverales y cafetales. Durante años, Coca-Cola ha sido un importante comprador del azúcar de El Salvador, donde hasta un tercio de los trabajadores de la caña son niños menores de 18 años. Un informe del Departamento de Trabajo de Estados Unidos dice que "estos niños están expuestos a los elementos, sustancias tóxicas, largas jornadas de trabajo y lesiones de machetes y cuchillos largos. Estos niños cortan, plantan y recogen las cosechas y llevan cargas pesadas".
Los niños de El Salvador también fabrican fuegos artificiales, trabajan en los barcos de pesca y pepenan. Muchos más procuran ganarse la vida de alguna manera en la economía informal en las calles de las ciudades y pueblos de El Salvador. Desde una edad temprana, las pandillas obligan a muchos jóvenes a trabajar en el narcotráfico. Muchos son víctimas del "tráfico interno e internacional, algunos para fines de la explotación sexual comercial; las niñas de las comunidades pobres de entre 12 y 18 años de edad corren el mayor riesgo".
En Estados Unidos, muchos artículos de los medios de comunicación y algunos políticos afirman que, tal como dijo el New York Times el 4 de junio, muchos jóvenes inmigrantes van al norte "porque creen que Estados Unidos trata a los niños migrantes que viajan solos y a las mujeres que viajan con sus hijos con más indulgencia que los inmigrantes ilegales adultos sin hijos". Como si, si es que tal política existiera en efecto, fuera una especie de acto de gracia de buen corazón por parte de un sistema que ha hecho de la vida de estos niños un infierno en vida.
Sin embargo, cualquier expectativa de que la política del gobierno estadounidense hacia los niños no acompañados o hacia las mujeres con niños se ha vuelto de alguna manera más indulgente bajo Obama es una ilusión desgarradoramente cruel. Las deportaciones bajo Obama han superado con creces a aquellas bajo George W. Bush y los demás presidentes anteriores de Estados Unidos. Innumerables familias han sido destrozadas. Sólo en 2012, estados Unidos deportó a casi 14.000 menores no acompañados a México.
Stacy Merkt era una activista religiosa valiente en el Valle del Río Bravo, que en los años 1980 daba santuario a los salvadoreños que huían del baño de sangre patrocinada por Estados Unidos en El Salvador, pero terminaron bajo la persecución de La Migra al entrar en Estados Unidos. Describió la política de Estados Unidos de ese entonces como si alguien hubiera prendido candela a una casa en llamas y luego hubiera tiroteado a sobrevivientes que intentaban huir.
Esa es una descripción acertada y verídica de lo que Estados Unidos está haciendo hoy. Barack Obama quiere proyectar una imagen benévola y "humana" de Estados Unidos al mundo. Las frías crueldades que este sistema está infligiendo sobre los niños de América Central están minando la imagen de Estados Unidos como un defensor supuestamente compasivo de los derechos humanos.
Una gran crisis, un gran reto
Cualquier persona con un corazón tiene que arder de angustia e indignación por la gran crisis en curso en el Valle del Río Bravo en el sur de Texas. Pero eso no es suficiente.
El abismo aparentemente sin fondo de los tormentos que este sistema del capitalismo-imperialismo utiliza para explotar y oprimir a la gente de todo el mundo se encuentra al desnudo en esta crisis. Un examen más profundo revela algo del ardiente volcán de contradicciones en que se basa este sistema — y el potencial de superarlas. Las tensiones creadas por la despiadada opresión y dominación de personas en todo el mundo están presionando directamente a las fronteras del imperio, y reverberan al interior del propio corazón del imperialismo.
Pero la pregunta sigue pendiente: ¿qué se puede hacer al respecto?
Hay que tratar a todos los jóvenes y niños que logran entrar a Estados Unidos con humanidad y compasión; siempre que sea posible, hay que reunirlos con miembros de su familia tan pronto como sea posible. Hay que darles toda la atención médica necesaria y hay que ponerlos en un ambiente de cuidado y amor. Hay que proporcionarles una educación y nunca deportarlos.
Además, todos los que quieren ver el fin de un mundo el que someta a sádicos tormentos a los niños, y a cualquiera, tienen que conectarse con el movimiento para la revolución.
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