A cien días del huracán María: El régimen de Trump y Pence continúa su crimen monstruoso contra el pueblo de Puerto Rico

4 de enero de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us

 

NOTA: Es importante indicar que lo que escribimos a continuación sobre Puerto Rico se aplica en gran parte a las Islas Vírgenes de los Estados Unidos (USVI). Las USVI son más pequeñas y tienen sus particularidades, pero son, como Puerto Rico, una colonia oprimida de Estados Unidos, que fue devastada por los huracanes Irma y María. Y al igual que con Puerto Rico, la potencia colonial gobernante, Estados Unidos, se ha negado por completo a proporcionar el socorro sustantivo y necesario, dejando a grandes partes de la población en una situación desastrosa durante muchos meses.

El 20 de noviembre, revcom.us escribió: “El régimen de Trump y Pence sigue cometiendo un monstruoso crimen contra el pueblo de Puerto Rico”. En ese artículo, como en los anteriores, denunciamos esta situación como “genocidio”.

Ahora, seis semanas después, y a más de 100 días desde que los huracanes Irma y María remataron la devastación de Puerto Rico, ¿cuál es la situación? ¿El régimen de Trump ha logrado “poner manos a la obra” y ha acudido en ayuda a Puerto Rico? ¿Se ha reestablecido la electricidad, se han reconstruido las casas, se han reestablecido los servicios de salud y el agua potable, y así sucesivamente? ¿La recuperación avanza, con días más brillantes por delante?

La respuesta a estas preguntas es NO, NO y NO, carajo.

Al 29 de diciembre de 2017, aproximadamente la mitad de los 3.4 millones de los puertorriqueños aún no cuentan con servicio eléctrico.

Esto significa que no hay energía para equipos médicos en el hogar que salvan vidas, como máquinas de oxígeno, ni abanicos ni aire acondicionado para bebés, enfermos y ancianos que son vulnerables a la insolación. Significa energía intermitente para centros de diálisis. Significa que no hay energía para tratar o hervir el agua, lo que lleva a la propagación de enfermedades transmitidas por el agua como la conjuntivitis, las enfermedades diarreicas y la leptospirosis (una enfermedad bacteriana letal). Significa una creciente cantidad de fracturas óseas cuando en la oscuridad la gente tropieza en sus hogares destrozados. Significa que no hay televisión ni películas para entretenimiento, ni Internet, y a menudo no hay servicio de telefonía celular. Significa que las empresas no pueden funcionar, lo que significa que no hay trabajo ni ingresos para comprar comida y otras necesidades, o para pagar el alquiler o las hipotecas. Y así sucesivamente.

Es nada menos que una desintegración catastrófica de una sociedad moderna.

Y significa un número de muertes que va mucho más allá de las mentiras del gobernador esclavo, Ricardo Rosselló, quien durante meses insistió que solo unas pocas docenas de personas habían muerto... una mentira repetida y celebrada con entusiasmo por Donald Trump. No. Según el Centro de Periodismo de Investigación (y con la validación de otros investigadores), casi 1.000 personas murieron en los primeros 40 días después de la tormenta (es decir, al fin de octubre). Y debido a que las condiciones no han mejorado sustancialmente en los dos meses desde ese entonces, es una certeza que muchas más personas han muerto desde ese entonces.

Una gran parte de este sufrimiento y muerte fue completamente innecesaria... NO fue el resultado de la severidad de la tormenta, de la “incompetencia” ni de la mera corrupción.

Lo que se necesitaba, lo que obviamente se necesitaba, después de la tormenta fue un esfuerzo masivo de ayuda por parte de la potencia colonial, Estados Unidos, que durante un siglo saqueó a Puerto Rico por miles de millones de dólares en mano de obra y recursos. Lo que pasó fue una repugnante muestra de desprecio y falta de respeto racistas. Trump envió tuits llenos de insultos a los puertorriqueños, alegando que eran flojos y que deseaban que se hiciera todo por ellos, solo semanas después de haber elogiado y canalizado la ayuda masiva a la gente en el continente que había sido golpeada por grandes tormentas.

No hubo reuniones de gabinete de emergencia para movilizar recursos, y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), con fondos insuficientes, poco personal y sin ningún liderazgo real, pedaleaba sin lograr mucho durante semanas. No se proporcionaron suministros básicos como lonas para cubrir los techos destruidos; otras ayudas se quedaban en almacenes o en pistas aéreas. Frente a un costo estimado de 95 mil millones de dólares para la recuperación, el gobierno estadounidense prometió un mísero préstamo de 5 mil millones de dólares en octubre. Y de acuerdo con la alcaldesa de San Juan, ni eso se ha entregado.

Las autoridades coloniales y/o FEMA (sigue en marcha el juego de echarse acusaciones mutuas) de hecho rechazaron la oferta de ayuda de otros servicios públicos [enlace en inglés] en la región que se ofrece automáticamente después de grandes desastres. En cambio, la PREPA (la empresa eléctrica colonial) subcontrató la mayor parte del trabajo de reparación a una compañía de Montana con dos empleados con conexiones políticas con el partido Republicano que no podía haber tenido posibilidades de haber manejado el trabajo (y que de hecho fracasó miserablemente y fue despedida después de seis semanas). Y aún hoy, los suministros básicos, como los postes telefónicos, no están disponibles porque se están usando en Texas y Florida, unas zonas que en gran medida han restaurado la electricidad y no están en crisis... y zonas que, a diferencia de Puerto Rico, Donald Trump considera que son “estadounidenses”.

En una medida muy grande, han dejado en el olvido al pueblo de Puerto Rico, con la ayuda de organismos de ayuda privados y pequeños grupos de voluntarios heroicos. La gente ha hecho sus mejores esfuerzos en las circunstancias, organizando la distribución del agua, compartiendo generadores, cuidando a los ancianos y enfermos. Pero la ayuda masiva necesaria nunca apareció, y en este momento Estados Unidos está reduciendo sus operaciones de ayuda, aunque la mitad de la población todavía se encuentra en una crisis aguda.

Aproximadamente 200.000 puertorriqueños han huido de la isla hacia el territorio continental de Estados Unidos, donde muchos han encontrado poca ayuda, trabajo o medios para vivir. Mientras tanto, la economía de Puerto Rico se ve amenazada por un colapso total, y no se espera que se restaure la electricidad en su totalidad hasta el mayo.

El carácter despiadado, consciente, racista y genocida de todo esto se revela aún más en el hecho de que la nueva “reforma fiscal” aprobada y celebrada por los republi-fascistas incluye nuevos impuestos devastadores sobre Puerto Rico, incluido un impuesto del 20 por ciento sobre los productos enviados a compañías estadounidenses desde sus subsidiarias puertorriqueñas [enlace en inglés]. Este impuesto bien podría expulsar al gran sector manufacturero de productos farmacéuticos, que actualmente representa el 30 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de Puerto Rico y decenas de miles de puestos de trabajo. Dado que Puerto Rico es teóricamente una “parte” de Estados Unidos, no existe ninguna “justificación” para esto, más que para golpear a la economía y al pueblo puertorriqueños.

Lo que escribimos en octubre de 2017 ahora es más claro y más acertado que nunca:

Lo que está sucediendo en Puerto Rico no es un problema de “incompetencia”, o de que Trump “no sabe” que los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses, ni tampoco problemas de logística. Es una manifestación deliberada del carácter fascista de este régimen y su odio y desdén por la vida de los que no son blancos y que hablan español.

Y esto sale a relucir aún más ferozmente como una razón para que millones de personas se sumen a la lucha por poner la situación en buen camino: para llevar adelante la urgente necesidad inmediata de expulsar al régimen fascista de Trump y Pence y preparar el terreno para una revolución socialista total con el objetivo de poner fin no solo a la opresión imperialista de colonias como Puerto Rico y las Islas Vírgenes, sino a todas las formas de opresión y explotación.

 

 

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