La Marcha de las Mujeres de 2018: Cientos de miles en las calles en todo Estados Unidos contra el régimen de Trump y Pence. ¡Nos hace falta MUCHO MÁS de esto!
24 de enero de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us
La gente se tomó las calles por todo Estados Unidos el 20 de enero en las Marchas de las Mujeres en más de 250 ciudades: que iban desde 500.000 manifestantes en Los Ángeles, 300.000 en Chicago y 125.000 en la Ciudad de Nueva York, a decenas de miles en la Área de la Bahía de San Francisco, Seattle, Filadelfia, Denver y Washington, D.C. Y centenares o miles marcharon en muchas otras ciudades y pueblos de costa a costa, del norte al sur.
Estas Marchas de las Mujeres son muy bienvenidas y positivas, al dejar de manifiesto ante el mundo la profunda y amplia repugnancia e indignación de grandes números de personas en Estados Unidos contra las acciones criminales del régimen de Trump y Pence en el año desde que ascendió al poder, especial, pero no solamente, sus ataques contra las mujeres. En medio del auge de lucha que ha brotado contra el acoso sexual y el asalto sexual a las mujeres y contra toda la cultura pútrida propagada por el sistema supremacista masculino… y tras meses de ataques incesantes del régimen de Trump y Pence al derecho al aborto y en muchos otros frentes de las mujeres… los manifestantes de las Marchas de las Mujeres expresaron su determinación, a menudo de formas creativas, de que estos ultrajes contra las mujeres, y un gobierno encabezado por un hombre que se ha jactado de “agarrarlas por la concha”, no son aceptables.
También, las inquietudes que los manifestantes expresaron tenían una gran amplitud. Al lado de letreros y consignas contra la opresión de las mujeres, trazaron vínculos importantes al apoyo para los inmigrantes, los musulmanes, los negros y otros grupos que están en la mira de los fascistas. Muchas personas le devolvieron el insulto racista “pozo de mierda” al mismo Trump, llamándole el “Pozo-de-mierda-en-jefe” y otras cosas. En las multitudes había una sensación de que “todos estamos juntos en esto”, de que hay una lucha común. Como dijo un letrero casero en la marcha neoyorquina, “Nos solidarizamos con los refugiados, Puerto Rico, los Soñadores, los inmigrantes, la gente de color, la gente trans, el Servicio de Parques Nacionales, la comunidad LGBTQ, la prensa libre, Planned Parenthood, cuidado médico para todos”. Una deficiencia notable —que refleja la situación en la sociedad en general— fue la falta de una oposición firme y clara a las amenazas bélicas del régimen de Trump y Pence contra Corea del Norte e Irán y el chovinismo “Estados Unidos Ante Todo” en general y la agresión en todo el mundo, que están llevando a la humanidad al borde del precipicio de una guerra nuclear.
Una buena parte de la dirigencia de las marchas se centraba en impulsar esperanzas para que el partido Demócrata gane en las elecciones de noviembre y más adelante y canalizar a la gente hacia este camino. Y no es de sorprenderse que la gente tuviera muchas tendencias espontáneas a cifrar sus esperanzas en esas elecciones y en los demócratas, con letreros como “agárrenlos por las elecciones de noviembre” y la “ola azul”. Pero veamos lo que estaba ocurriendo sobre el terreno en las Marchas de las Mujeres: la manera en que el sentido del poder colectivo se dio al marchar cientos de miles de personas en cientos de ciudades y pueblos... tanto la exuberancia como la determinación de oponer resistencia que se expresaron… el sentido real de que el acto de la gente de salir así podría poner su sello en la sociedad y colectivamente cambiar los términos de lo que está pasando, como ninguna otra cosa podría hacer.
Todo eso fue crucial en sí, y también prende preguntas importantes, como: ¿qué tal si hiciéramos esto durante más de un día? ¿qué tal si esto se extendiera y se conectara con aún más sectores de la sociedad, haciéndolo de una forma que se volvieran más organizados y formaran una gran parte de esto los mítines de agravios y debates espontáneos que brotaran en las marchas? ¿qué tal si estos auges de lucha no se limitaran a expresar una protesta contra los distintos ultrajes que comete la camarilla de Trump y Pence comete, sino que exigieran que se marchara el régimen en su conjunto?
Con frecuencia dicen los políticos, y demasiada gente del común lo repite, que “las manifestaciones están bien, pero lo que realmente importan son las elecciones”. Sin embargo, un análisis real de la historia muestra que lo más decisivo de todo en cualquier lucha, incluso en la lucha por las reformas, es la acción de masas desde abajo. Esto es cierto, por ejemplo, con respecto a Vietnam, como describe el pasaje acompañante de El comunismo y la democracia jeffersoniana de Bob Avakian (vea abajo). Esto sigue siendo cierto para virtualmente todas las otras victorias de importancia para el pueblo en la historia de Estados Unidos. Lo que más hace falta ahora mismo es MÁS gente en las calles, tanto en respuesta a los ultrajes particulares perpetrados por este régimen, como en contra del régimen en general.
En otras palabras, en vez de la idea de que “las protestas están bien pero realmente no logran nada fundamental”, ¿en efecto no necesitamos MUCHO MÁS la presencia de enormes cantidades de personas en las calles, con un espíritu aún más firme y decisivo?
Hay una organización que ha asumido la responsabilidad de hacer nacer tal movimiento: Rechazar el Fascismo (RefuseFascism.org), que fue una parte activa de las Marchas de las Mujeres. Rechazar el Fascismo plantea la posición de “¡En nombre de la humanidad, nos NEGAMOS a aceptar a un Estados Unidos fascista!”. Y une a las personas de muchos diferentes puntos de vista para que actúen en torno a la demanda: ¡El Régimen de Trump y Pence tiene que marcharse! Llamamos a todos los que participaron en las Marchas de las Mujeres, y a muchos otros que no asistieron, pero que anhelan ver un fin a la pesadilla que enfrentamos, a conocer y sumarse a Rechazar el Fascismo.
De El comunismo y la democracia jeffersoniana de Bob Avakian
Qué ocurre —y no ocurre— mediante las elecciones...
lo que es —y lo que no es— la actividad política con sentido
A continuación un pasaje de El comunismo y la democracia jeffersoniana de Bob Avakian, que se publicó originalmente en 2008, tomado de la sección “‘Las elites que se compiten entre sí’ — y más allá de las ‘elites’”.
No se trata de la mera experiencia en este período inmediato, sino de la experiencia en toda la historia de este país la que ha demostrado una y otra vez las siguientes verdades esenciales:
1) En Estados Unidos existe una clase dominante que tiene intereses que son muy diferentes a los de las masas de los ciudadanos y en lo fundamental se les oponen.
2) En realidad, esta clase dominante ejerce una dictadura —es decir, un monopolio del poder político respaldado por un monopolio del poderío armado y concentrado en el último monopolio sobre el resto de la sociedad— y aquellos que en cualquier momento dado estén administrando esa dictadura seguirán aplicando las políticas que están resueltos a llevar a cabo, incluso ante la maciza oposición popular, a menos que y hasta que los intereses más amplios de la clase dominante exijan que se modifique o incluso se abandone una política particular — o hasta que la clase dominante sea derrocada.
3) Las elecciones no ofrecen una vía para la realización del deseo de las masas populares de ver que cambien estas políticas y acciones del gobierno — aunque en determinadas circunstancias, la resistencia política de masas puede contribuir de manera importante a obligar al gobierno a cambiar sus políticas, especialmente si esto tiene lugar en un contexto más amplio en que estas políticas se estén topando con verdaderos problemas y, entre otras cosas, estén suscitando mayores divisiones al interior de la propia clase dominante.
Si volvemos unas pocas décadas atrás, podemos ver cómo la experiencia en torno a Vietnam da un ejemplo concentrado de todo esto. Como he señalado antes, hubo dos elecciones en relación con Vietnam que encerraban una importante contienda e "introspección", en particular entre las personas que se oponían fuertemente a la guerra de Vietnam, y que ilustran el punto básico que estoy recalcando — y que refutan las nociones que Dahl está planteando.
En primer lugar, se celebraron las elecciones de 1964 cuando Estados Unidos comenzaba a escalar de manera importante su "participación" en Vietnam. Para inyectarle a este punto un elemento personal —si bien es algo que toca un fenómeno más general—, éstas fueron unas de las dos elecciones para la presidencia de Estados Unidos en las que voté. Fueron las primeras elecciones en las que yo estaba en edad de votar, y después de debatirlo para mis adentros un poco, decidí votar a favor de Lyndon Johnson en las elecciones de 1964 (voté a favor de Eldridge Cleaver en 1968, pero ésa era una historia muy distinta). En el momento de las elecciones de 1964, se dio un debate muy intenso en el "movimiento" acerca de si votar o no — es decir, si votar o no a favor de Johnson. Éste salía a favor de los derechos civiles, de hacer concesiones a la lucha popular en torno a eso, y al mismo tiempo, si bien como presidente estaba llevando a cabo una escalada de la guerra de Vietnam, no hablaba abiertamente haciendo uso de los términos locos y extremos de su rival, el candidato republicano Barry Goldwater. Éste tuvo fama —o algunos dirían infamia— por su declaración, en el momento de su nominación en la Convención Republicana de 1964, de que el extremismo en defensa de la libertad no es vicio, y que la moderación en búsqueda de la justicia no es virtud. Por supuesto, Goldwater concebía la libertad y la justicia en términos burgueses e imperialistas y consideraba la resistencia del pueblo vietnamita a la dominación de Estados Unidos como un vicio — una violación y injerencia en la libertad y justicia imperialista. Así que Goldwater estaba hablando en términos extremos sobre Vietnam — bombardeando a Vietnam para volverlo a la Edad de Piedra o en un lenguaje similar. Muchas personas en el amplio movimiento de ese momento argumentaban que, con todo esto en mente, había que votar a favor de Johnson —que era absolutamente esencial en términos de Vietnam, así como otras cuestiones claves, votar a favor de Johnson— y eso me influenció a mí, junto con muchos otros, y por fin eso me persuadió. Así que fuimos a las urnas y nos tapamos las narices, como suele hacer la gente en estos días, y votamos a favor del demócrata, Lyndon Johnson.
Bueno, después de las elecciones —en las cuales Johnson había hecho campaña con anuncios sobre el peligro extremo de lo que Goldwater haría en Vietnam— el mismo Johnson empezó la enorme escalada de la guerra de Vietnam, tanto en términos de bombardeos de ese país y en términos de iniciar el proceso de envío de ola tras ola de tropas de Estados Unidos a Vietnam (que, a fines de los años 60, ya alcanzaba el nivel de 500.000). Y, por supuesto, aquellos de nosotros que nos habíamos dejado persuadir y embaucar para que votáramos a favor de Johnson nos sentimos amargamente traicionados por esto. Eso ofreció una lección muy profunda.
Para cuando se celebraran las elecciones en 1972 (y hablé un poco de esto en mi autobiografía From Ike to Mao and Beyond: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist, Insight Press, Chicago, 2005), una vez más, incluso al interior de la Unión Revolucionaria (la UR, el precursor de nuestro Partido), así como en términos más amplios entre los que se oponían a la guerra de Vietnam, se dio un gran debate y lucha acerca de si era necesario apoyar al "candidato contra la guerra" George McGovern — o, para decirlo de otra manera, de si era necesario votar en contra de Nixon. Dentro de la propia UR, se argumentó que era "nuestro deber internacionalista para con el pueblo vietnamita" votar a favor de McGovern y echar a Nixon, porque de lo contrario, Nixon escalaría de nuevo la guerra en Vietnam, pero al contrario McGovern pondría fin a la guerra.
Bueno, al final, yo (y la dirección de Unión Revolucionaria en general) no aceptamos eso. Sí examinamos la cuestión en serio — no simplemente asumimos un enfoque dogmático. Recuerdo que pasamos muchas noches bregando con la pregunta: ¿Se trata de un conjunto particular de circunstancias que exija una excepción al enfoque general de no apoyar, ni siquiera taparse las narices ni votar a favor, los candidatos electorales burgueses? Pero llegué a la conclusión —sobre la base de mucha intensa reflexión y forcejeo con otros— de que, no, apoyar a McGovern no era "nuestro deber internacionalista para con el pueblo vietnamita", que al contrario, nuestro deber internacionalista mejor se serviría continuando la construcción de la resistencia de masas contra la guerra y las políticas generales del gobierno —y, en lo más fundamental, la oposición al sistema en su conjunto— lo que es lo que nos propusimos hacer.
Pero muchas personas sí se dejaron envolver en el proyecto de McGovern. Podría ser muy interesante para aquellos de ustedes que no estuvieron allí en ese momento (o que aún no estaban políticamente conscientes y activos) ver película de la Convención Demócrata de 1972, si es posible conseguirla. Ahí Jerry Rubin y mucha otra "gente del movimiento", quienes recibían la bienvenida de parte del regazo mortífero de la política burguesa "de la corriente mayoritaria" y, concretamente, del Partido Demócrata — para volver a sus sofocantes confines. De hecho, algunos de ellos se sentían cierta sensación de alivio al creer que, después de años de luchar por cambiar las cosas desde fuera de dichos confines —junto con todas las dificultades, sacrificios y, sí, peligros reales acompañantes— tal vez podría haber un cauce desde el cual cambiar las cosas "desde adentro". Pero, por supuesto, lo que ocurrió en realidad es que Nixon aplastó a McGovern en las elecciones. A través de los mecanismos de la política electoral burguesa y la dinámica de la política burguesa en un sentido más general, más o menos se arreglaron las cosas de esta manera. Sin entrar en mucho detalle aquí, cabe señalar que McGovern apenas había empezado su campaña, después de la Convención Demócrata, cuando se denunció que su compañero de campaña (nominado para la vice presidencia) Thomas Eagleton había sido un "enfermo mental", tal como se imaginaba en la población en ese momento. Resultó que en cierto momento Eagleton había pedido ayuda psiquiátrica y eso lo hizo "no apto" para ser vice presidente ni el número dos como jefe de estado. Así que tuvieron que sustituirlo con Sargento Shriver (del clan Kennedy). Y en términos más generales, toda la campaña de McGovern fue una debacle, desde el principio. Nixon terminó por ganar casi todos los estados en las elecciones presidenciales de ese año.
Eso desmoralizó a muchas personas — en esencia porque habían aceptado y se habían encerrado dentro de los términos de la política electoral burguesa. Sin embargo, unos meses después de las elecciones de 1972, Nixon se vio obligado a firmar un "acuerdo de paz" sobre Vietnam. Si bien eso se dio en el contexto de factores internacionales más grandes —incluida la contienda entre Estados Unidos y la Unión Soviética (lo que en ese entonces era un país social-imperialista: socialista de nombre e imperialista de hecho), así como el papel internacional de China en ese momento, en el que era entonces un país socialista pero que adoptaba determinadas medidas tácticas, incluyendo una "apertura hacia el oeste", como parte de hacer frente a la amenaza muy real de un ataque por parte de la Unión Soviética—, Nixon se vio obligado a firmar ese "acuerdo de paz", en un grado importante debido a que continuaba la lucha del pueblo vietnamita y en Estados Unidos se desarrollaba una enorme oposición popular a la agresión contra Vietnam.
Este acuerdo condujo, en primer lugar, a la retirada de las tropas estadounidenses de Vietnam —y a un intento de Nixon de llevar a cabo la "vietnamización" (de hacer que el ejército del gobierno sudvietnamita dependiente de Estados Unidos combatiera con más firmeza en la guerra, con el apoyo de la fuerza aérea estadounidense)— y luego condujo, sólo un par de años más tarde, a la derrota final y muy bienvenida del imperialismo estadounidense y su gobierno títere en Vietnam del Sur. Todos ustedes han visto las escenas de personas en la arrebatiña para subirse a los helicópteros en el techo de la embajada estadounidense en 1975, mientras que las tropas del Frente de Liberación Nacional (el llamado "Vietcong") derribaban los portones de esa embajada.
Ahora, la importante lección proveniente de lo que discutimos aquí es de que en ninguno de los dos casos —ni en 1964 ni en 1972— es que las elecciones generaron los cambios decisivos que se dieron. Muy por el contrario. En 1964 la gente votó en masa por alguien que supuestamente no iba a escalar la guerra de Vietnam — y quien luego escaló esa guerra en una enorme escala. En 1972 mucha gente votó contra Nixon porque él iba a escalar aún más la guerra — pero él se vio obligado a retirar las tropas estadounidenses, y eso llevó a la derrota definitiva de Estados Unidos y su gobierno títere en Vietnam del Sur.
En ambos casos, la persuasiva presión y la aparente lógica de que era crucial votar por un demócrata —o al menos votar en contra del republicano— con el fin de evitar desastres reales, no se confirmó para nada en realidad. Ello, por una razón muy básica: en realidad las elecciones no son la dinámica por medio de la cual se toman las decisiones esenciales sobre las políticas del gobierno y el rumbo de la sociedad — en realidad los votos de la población en las elecciones no son las fuerzas que impulsan los cambios de un tipo u otro. Eso es lo que se ilustra dramáticamente al examinar —y, en particular, al examinar científicamente— estas dos elecciones, que en efecto signaron el principio y el fin de la fuerte ingerencia de Estados Unidos en Vietnam (las elecciones de 1964 hacia el principio y las elecciones de 1972 hacia el final).
Por lo tanto, que lancemos un reto: que alguien explique cómo taparse las narices y votar a favor del demócrata (o votar con entusiasmo a favor del demócrata) en unas o ambas elecciones esas condujera a los cambios de un tipo u otro o fueran responsables de los mismos — los cambios negativos en 1964 con la escalada de la guerra de Vietnam por parte de Estados Unidos y ocho años más tarde con el cambio positivo de parte del imperialismo de Estados Unidos en camino a su derrota decisiva en su intento de imponer su dominación sobre Vietnam mediante la devastación general de ese país y la masacre de millones de sus habitantes. No, nada de eso sucedió mediante las elecciones, porque en realidad las elecciones no constituyen la base ni el vehículo por medio del cual en realidad se operen cambios importantes de uno u otro tipo en la sociedad (y en el mundo).
Es obvio que todo esto tiene mucha relevancia ahora, cuando existe un odio generalizado, en ciertas formas sin precedentes por su magnitud y en algunos sentidos por su profundidad, por todo el régimen relacionado con George W. Bush, pero a las personas les cuesta mucho trabajo romper con la noción que el único camino posible para cambiar la marcha de los sucesos es dejarse embaucar una vez más por la dinámica de la política burguesa — que se creó para servir y sólo puede servir a los intereses de la clase dominante y que no ha proporcionado ni proporciona los medios y canales por medio de los cuales se podría llevar a cabo los cambios a favor de los intereses del pueblo.
A la luz de todo eso, podemos ver el error fundamental que se refleja en la afirmación de Dahl de que "la capacidad de los ciudadanos para vetar la reelección de los funcionarios o sus medidas es un arma poderosa, a menudo esgrimida, para impedirles adoptar políticas objetables a juicio de muchos". De hecho, las formas por medio de las cuales esto sucede es un enorme auge de lucha y resistencia en combinación con otros factores — incluyendo la resistencia, la lucha y la revolución en otras partes del mundo así como otras contradicciones que enfrentan los imperialistas, incluso sin una revolución para derrocarlos. Ésa es la base sobre la cual se impide que los funcionarios impongan políticas objetables a juicio de un gran número de personas, y los mecanismos por medio de los cuales se da eso.
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