¿Qué pasa en el caso de volver a elegir a un líder fascista?
Una parpadeante señal de advertencia roja desde la India
| revcom.us
De la redacción: Esta semana, les ofrecemos a nuestros lectores el siguiente artículo sobre la marcha de los acontecimientos con el régimen fascista en la India encabezado por Narendra Modi. Esta experiencia (y otras, como el caso de Recep Erdoğan en Turquía) ilustra que el fascismo da saltos, ya sea por medio de un “mandato” electoral o los fascistas le arrancan libertad a la necesidad — y las graves implicaciones de esto para las masas de personas. Si bien lo que enfrentamos con el régimen de Trump y Pence no es idéntico, el ejemplo de la India ayuda a ilustrar la realidad de que si durante los meses venideros Trump logra abrir paso y declarar “victoria” —ya sea con un triunfo electoral, una votación retrasada o cancelada o de alguna otra manera—, eso no sería un caso de que de algún modo las cosas simplemente empeoraran. Sería un salto — un salto definitivo hacia la consolidación de un gobierno fascista en Estados Unidos. Por lo tanto, como Bob Avakian dice en su reciente declaración: “En este momento, para todos aquellos que se preocupan por eliminar la injusticia y la opresión, y por la cuestión de si la humanidad tendrá un futuro que valga la pena vivir — o si siquiera tendrá un futuro, sacar del poder al régimen fascista de Trump y Pence es una cuestión urgente e inmediata y un imperativo verdaderamente histórico”. (Lea la declaración completa, SOBRE LA SITUACIÓN CRÍTICA INMEDIATA, LA URGENTE NECESIDAD DE EXPULSAR AL RÉGIMEN FASCISTA DE TRUMP Y PENCE, VOTANDO EN ESTAS ELECCIONES, Y LA NECESIDAD FUNDAMENTAL DE LA REVOLUCIÓN.)
En mayo de 2019, Narendra Modi fue reelegido al cargo de primer ministro. Una coalición encabezada por el partido de Modi, el BJP, ganó el 44% de los votos, y derrotó a una coalición encabezada por el Partido del Congreso (el principal partido de la clase dominante desde la fundación de India), el que consiguió el 25%.
La victoria le dio poder y envalentonó al régimen de Modi para acelerar la transformación hindú-fascista de la India, que se inició con el primer turno de Modi en 20141.
Modi siempre ha sido un supremacista hindú abierto, pero durante su campaña electoral de 2014 y durante parte de su primer turno, le restó importancia a ese aspecto y optó por “posiciones públicas cuidadosamente moderadas … en concordancia con la imagen que se proyecta de un líder a favor del desarrollo y un estadista mundial”. Modi procuró asegurar a los “grupos minoritarios” que la India seguiría siendo multinacional y una sociedad secular. También implementó algunas reformas populares, por ejemplo, mandó instalar cien millones de inodoros en un país donde la ausencia de saneamiento es una fuente de enfermedades y humillación generalizadas.
Al mismo tiempo, Modi maniobró para consolidar su poder a lo largo de la sociedad india, tomándose el control de los tribunales y la mayoría de los medios de comunicación y designando a algunos nacionalistas hindús a algunas posiciones de dirección en las universidades y el gobierno — personajes del BJP que se pusieron al frente en la promoción del racismo abierto y virulento contra los musulmanes y otras minorías.
Modi nombró a Amit Shah, el presidente del BJP, a la posición de ministro del Interior. Con frecuencia Shah se refiere a los musulmanes como “termitas” que el BJP “arrojará a la Bahía de Bengala”. También nombró a Yogi Adityanath, un sacerdote hindú, a la posición de ministro en jefe de Uttar Pradesh, el estado más grande de la India. Adityanath fue encarcelado en 2007 por instigar motines contra los musulmanes, tras un discurso con el que amenazó: “Si una joven hindú se casa con un hombre musulmán, a cambio arrebataremos a 100 jóvenes musulmanas… si ellos [los musulmanes] matan a un solo hombre hindú, en tal caso mataremos a 100 hombres musulmanes”. En público defendió a una chusma hindú que mató a un hombre musulmán sindicado de matar a una vaca (las vacas son sagradas para el hinduismo) y a cambio sugirió que se procesara a la familia del hombre que mataron. (¡También alabó la prohibición a los inmigrantes musulmanes que impuso Trump!)
Esto a su vez desató a los activistas del BJP para que llevaran a cabo ataques contra los musulmanes por delitos tales como arrear ganado. Durante estos ataques en el primer turno de Modi, docenas de musulmanes fueron asesinados y cientos resultaron heridos; los líderes del BJP respondieron diciendo cosas como: “Ahorcaremos a aquellos que matan vacas” y “les romperé las manos y las piernas a aquellos que no consideran a las vacas como su madre y a cambio las matan”.
El BJP también emprendió una amplia campaña ideológica para literalmente reescribir la historia de la India con el fin de alabar “la grandeza” del hinduismo y su supuesta persecución por los musulmanes. ¡Incluso fueron a tales extremos de insistir en que los hindús ya en el año 1000 a.C. usaban aviones, investigaban células madre y el Internet! Y como ha señalado el historiador de renombre Romila Thapar, la versión nacionalista hindú de la realidad “cuenta con el patrocinio del gobierno, con buena financiación y se populariza de diversas maneras. A los que critican esta historia hindutva ya los están tachando de ser antinacionales para así tratar de subvertir la investigación histórica”.
Pero todo esto, por terrible que sea, fue sólo un preludio de lo que el régimen de Modi haría una vez que fuera reelegido en 2019 y pudiera atribuirse un “mandato” para el fascismo. Quince meses después, un comentarista indio describió de esta manera el resultado: una “acción sistemática y despiadada con el propósito de reescribir la constitución y anunciar una nueva gramática del poder estatal”. El New York Times informó: “Los críticos están profundamente preocupados de que el Sr. Modi esté tratando de arrancar a la India de sus raíces seculares y democráticas y convertir a esta nación de 1.3 mil millones de habitantes en un estado religioso, una patria para los hindús. ‘Quieren un estado teocrático’, dijo B.N. Srikrishna, ex magistrado de la Corte Suprema de la India”.
Aquí van cuatro ejemplos de la ofensiva post-reelección de Modi:
Invasión y ocupación de Jammu y Cachemira: Jammu y Cachemira es el único estado de la India con una población en su mayoría de musulmanes. Bajo la constitución de la India (Artículo 370), se le garantiza plena autonomía, salvo en asuntos de defensa y seguridad.
El 5 de agosto de 2019, sin advertencia previa, Modi abrogó (violó) el Artículo 370 al invadir a ese estado. Revcom.us describe lo que sucedió posteriormente:
El 5 de agosto Cachemira se despertó enjaulada. Cada casa fue convertida en una cárcel bajo toque de queda en todo el estado…. Encarcelaron a más de quinientos políticos cachemiros y arrestaron a miles más de un solo golpe. Aplastaron a toda protesta espontánea con un puño de hierro, y golpearon, mutilaron, encarcelaron y asesinaron a la gente sin piedad…. las fuerzas indias secuestraron a niños de 10 a 13 años de edad en redadas nocturnas contra sus familias, y los mantienen recluidos en cárceles sin cargos... Las cárceles de Cachemira están llenas, por lo que se llevan a los niños a cárceles en otros estados. El objetivo es claro: eliminar a los musulmanes de Cachemira, realizar una limpieza étnica y cambiar su demografía para siempre.
Además, en Cachemira clausuraron completamente el Internet por cinco meses, y prohibieron la entrada de todos los corresponsales extranjeros. A un año la represión fuerte continúa.
Nueva “Ley de la Ciudadanía” amenaza con arrebatarle derechos a la población musulmana, deportaciones — o campos de concentración: En agosto de 2019, en el estado de Assam, el gobierno inició un proceso que impelió a todos a presentar evidencia documental de que ellos o sus antepasados nacieron en la India antes de 1971, o perderían la ciudadanía. Bajo esta ley, una persona de ascendencia inmigrante que nació en la India hace 58 años podría perder la ciudadanía. Dos millones de asameses “reprobaron el examen”.
El propósito abierto del proceso fue detectar a los inmigrantes indocumentados provenientes de Bangla Desh, el vecino país predominantemente musulmán, del cual millones de personas huyeron a la India durante la guerra para independizarse de Pakistán en 1971. Este nuevo examen de ciudadanía suscitó mucho temor entre los musulmanes, temores que crecieron a medida que se montaban los “tribunales para extranjeros” para “juzgar” la ciudadanía y se construían campos de detención para los nuevos “no ciudadanos” — al menos 10 campos están planeados. (La India no tiene un tratado bajo el cual podría deportar a personas a Bangla Desh, así que los “no ciudadanos” de ascendencia bangladesí están sometidos a una detención indefinida.) Docenas de personas se suicidaron, incluso una niña de 14 años.
El 19 de noviembre de 2019, el ministro de Interior del BJP anunció en el parlamento que a nivel nacional se emprendería una cacería contra los “ilegales” musulmanes. Luego, para dejar muy en claro el carácter anti-musulmán de esta maniobra, el 11 de diciembre de 2019, el BJP aprobó una ley que estipulaba una vía a la ciudadanía para los inmigrantes hindús, cristianos y budistas —pero no para los musulmanes. Un activista pro derechos humanos dio en el clavo cuando dijo que lo que el BJP está haciendo es: “Los musulmanes son el enemigo. Se trata de una guerra contra la Constitución de la India”.
(Haga clic aquí y aquí para conseguir otra información sobre la Ley de Ciudadanía.)
La brutalidad policial y el azuzamiento de pogromos para suprimir las protestas: Las protestas contra la nueva Ley de Ciudadanía estallaron primero entre los estudiantes hindúes en Assam pero rápidamente se extendieron a todas las fes y a lo largo de la India. El gobierno respondió con la misma brutalidad despiadada que aplicó en Cachemira: asesinaron a balazos a un manifestante cristiano, gasearon a algunos estudiantes en una biblioteca y cercaron y apalearon a algunos manifestantes musulmanes en Nueva Delhi. Un niño de 9 años a bicicleta fue atropellado por una estampida de personas que huían de una embestida policial. Apagaron el Internet e impusieron toques de queda. El 30 de enero, un pistolero abrió fuego contra algunos manifestantes en la ciudad capital de Delhi, e hirió a un estudiante, mientras que la policía se mantuvo al margen y observaba como si nada pasara.
Según el New York Times, si bien los tradicionales partidos de oposición de la clase dominante se encontraban “fracturados” y se quedaban en los márgenes, el desafío de los manifestantes representó “una amenaza a la agenda ideológica [de Modi]”. El New York Times cita a un profesor de la ciudad de Varanasi: “A donde sea que vaya escucho lo mismo. La gente está harta del régimen”. Las protestas seguían extendiéndose a pesar de la severa represión al menos hasta fines de febrero. Por primera vez desde su reelección, Modi, según el New York Times, estaba a la defensiva.
Luego el 23 de febrero de 2020, Kapil Mishra, un político local del BJP, convocó a una contraprotesta contra algunos manifestantes, en su mayoría mujeres, que bloqueaban una vía en Delhi. Según el New York Times, Mishra dio un “discurso” apasionado en el que le dio un ultimátum a la policía: o dispersar a los manifestantes, que bloqueaban una avenida importante, o él y sus seguidores lo harían por su cuenta. En cosa de horas, brotaba la peor violencia entre los hindús y los musulmanes en la India en años. Pandillas de hindúes y de musulmanes batallaron con espadas y bates; prendieron candela a tiendas, trozos de ladrillo volaron por el aire y chusmas asestaban golpes a hombres arrinconados”.
Para cuando hubiera terminado, al menos 46 personas habían muerto y el terror se apoderó de los musulmanes en la capital. Poco después, Modi impuso un encierro al país entero, como respuesta desastrosa ante la pandemia del coronavirus. Por cierto tiempo, logró apagar la “amenaza” de que las personas de distintas religiones se unieran en contra del hindú fascismo.
La construcción de un templo hindú sobre las ruinas de una mezquita destruida por los nacionalistas hindú: En noviembre de 2019, en señal de la creciente servilismo del sistema judicial de la India al régimen hindú-fascista, la Corte Suprema dictaminó que los hindúes pudieran construir un templo en el sitio de una mezquita destruida en Ayodhya. Los musulmanes habían construido una mezquita en ese sitio en el siglo 16. Los nacionalistas hindúes la destruyeron en 1992, con el argumento de que ese es el sitio donde nació el dios hindú Rama, y eso provocó una violencia religiosa que dejó a dos mil muertos. Desde ese entonces los fascistas hindúes han querido construir un templo hindú en ese sitio.
Modi eligió el 5 de agosto de 2020 —el primer aniversario de su invasión a Cachemira— para ofrecer “agua bendita” para montar la piedra angular ceremonial del templo, con la declaración: ¡“La espera de siglos va a tocar fin”!
Según el New York Times, este fue “un hito inconfundible en los esfuerzos [de Modi] por cambiar los cimientos seculares de la India a una identidad más abiertamente hindú” y “otro paso decisivo hacia una India que oficialmente favorece a su mayoría hindú”. Y citan a otro experto que dice: “Simboliza la ‘dominación total de la India’ por el Sr. Modi”.
Así que, ¿qué pasa cuando un líder fascista vuelva a ser elegido?”
Shashi Tharoor, un político liberal dice que Modi “deslegitimó el disentimiento y la crítica por ser hostiles a los intereses de la nación, así como todo pensamiento liberal y idea contraria que está socavando el orgullo y unidad nacional”. Y Tharoor cita al politólogo Suhas Palshikar diciendo que Modi “formalizó la periferización de los musulmanes tanto espacial como políticamente, mientras que las celebraciones que involucran abiertamente a la maquinaria estatal subrayan la oficialización del estatus de la religión hindú como la base de la nueva república”.
O para decirlo en términos sencillos, cuando se permite que los fascistas permanezcan en el poder, usan su poder para implementar el fascismo — en este caso, un estado teocrático hindú-fascista.
¿Algo de eso suena familiar?
1. La India es una nación de 1.3 mil millones de habitantes, de la cual el 80% son hindúes, el 14% —o sea 200 millones—son musulmanes, así como muchas otras minorías religiosas, entre ellas cristianos, sijs, y budistas.
La región que ahora es la India y Pakistán fue colonizada por Inglaterra durante cientos de años. Los británicos usaron las contradicciones entre los musulmanes y los hindúes para mantener su propia dominación. Cuando los británicos fueron expulsados de la región en 1948, la dividieron en partes entre la India —predominantemente hindú— y Pakistán —predominantemente musulmán— a manera de debilitar a los países recién independizados y de mantener a la región bajo el control del imperialismo. Ese proceso de partición provocó una violencia sectaria en que cientos de miles de personas fueron masacradas.
La Constitución de fundación de la India estableció al país como secular (que no se basa en la religión) y no sectario (que no favorece a ninguna religión por encima de otra). Pero en ese marco judicial, fuerzas reaccionarias han seguido azuzando diferencias religiosas a fin de obtener poder y debilitar y oprimir a las masas, y brotes sangrientos de violencia religiosa se han extendido a lo largo de la historia de la India. Esto también está ligado con la contienda entre la India y Pakistán por ser la potencia dominante en la región del sur de Asia, y las maquinaciones de varias potencias imperialistas respaldan a una o a la otra potencia (o ambas potencias).
El Partido Bharatiya Janata (el BJP), encabezado por Narendra Modi, es un partido fascista hindú. De manera similar a los fascistas cristianos en Estados Unidos, el objetivo del BJP es transformar a la India en un país hindú, punto. Como lo dijo un académico de la India: “Se considera a sí mismo como el arquitecto de la nueva India, erigida sobre los cimientos de las proezas tecnológicas, culturales, económicas y militares y respaldada por una ideología del nacionalismo hindú”. La única manera de hacer esto es oprimiendo con la violencia a los musulmanes y otras minorías, suprimiendo el disentimiento y descartando o ignorando la Constitución existente. [volver]