Discurso fascista cristiano del magistrado Alito de la Corte Suprema ante la Sociedad Federalista
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El 11 de noviembre, Samuel Alito, magistrado de la Suprema Corte, dio un importante discurso ante la Convención de Abogados anual de la Federalist Society [Sociedad Federalista] — una gran organización fascista legal. La Federalist Society, como indicó un observador, tiene una meta central de “configurar al sistema judicial federal para que refleje dogmas religiosos conservadores rígidos”, lo que incluye revocar Roe contra Wade, el fallo que despenalizó el aborto en 1973 y el fallo Obergefell contra Hodges que en 2015 despenalizó los matrimonios entre personas del mismo género. Cuenta con apoyo financiero de poderosas fuerzas las cuales consideran que las importantes reformas y cambios en el ambiente que se dieron como resultado de las luchas de los negros, las mujeres, las personas LGBTQ y otras personas durante los levantamientos de las décadas de los años 1960 y 1970 son una violación de la “ley natural” — o sea, la voluntad de Dios. De hecho, han logrado mucho con respecto a cancelar completamente esos avances e ir mucho más allá hacia un nuevo oscurantismo bajo el mando de la religión.
El discurso de Alito se caracteriza por un sentimiento de amargo rencor y agravios de hombres blancos cristianos que recorre el movimiento fascista trumpista entero. Según Alito, los “abogados conservadores” enfrentan “hostigamiento y represalias” por promover sus posiciones — a pesar de que la Federalist Society desempeñó un papel decisivo en la selección de la mayoría de los magistrados para la Suprema Corte, y el 90% de los jueces nombrados a los tribunales de apelación por Trump. En cierto momento él compara un escrito amicus (“amigo de la corte”) de contenido duro presentado por cinco senadores demócratas, con la experiencia de la corte suprema de otro país (no identificado) donde “un tanque se acercó al tribunal y apuntó su cañón hacia la corte”.
Alito también alza la voz contra lo que él llama “la visión de los progresistas de principios del siglo 20 y los partidarios del Nuevo Trato de los años 1930” de imponer “el gobierno de los expertos”. A lo que se refiere es a la idea de que las políticas del gobierno deben basarse en el conocimiento científico de la realidad y no en los prejuicios populares.
Alito dice que la respuesta muy legítima de la gente que denuncia a algunas personas por su “intolerancia” equivale a negar a éstas su “libertad de expresión”. Está furioso no solo porque ahora los matrimonios entre personas del mismo género son legales sino porque la opinión pública ha cambiado. Alito dice: “Supongo que aquellos que se aferran a antiguas creencias [o sea, que los matrimonios entre personas del mismo género no son naturales] podrán susurrar sus ideas en los recovecos de su hogar. Pero si repiten esas ideas en público, corren el riesgo de ser tachados de intolerantes”. Bueno, ojalá que así fuera, porque eso es lo que son, pero el que le llamen intolerante a uno no le impide hablar.
En un pasaje pasmoso, al comentar las órdenes de refugiarse en el hogar y normas sobre mascarillas para combatir la propagación del Covid-19, Alito dice: “jamás antes hemos visto restricciones tan severas, extensas y prolongadas como las que hemos experimentado durante la mayor parte de 2020”. Restricciones a las reuniones en público, mandatos sobre ponerse mascarillas protectoras y otras medidas se han implementado para el bien de la salud pública general, debido a la epidemia mundial letal que es un peligro para la sociedad, y que afecta a todos. Para hacer estas determinaciones, los organismos gubernamentales están recurriendo a la ciencia y la están defendiendo. Si el ejercicio de libertad individual de una persona pone en peligro a otras personas, como gritar “¡incendio!” en un teatro lleno, es explícitamente no una violación de los derechos de la Primera Enmienda. Pero tampoco lo son estas medidas sanitarias públicas que se toman para el mayor bien de la sociedad, que se basan en la salud pública y la epidemiología científica. Contrario al argumento de Alito, no se ha singularizado a fuerzas religiosas, no hay reglas o restricciones especiales sobre reuniones sociales que se apliquen únicamente según la religión.
Alito también dice que hoy en Estados Unidos “para muchas personas, la libertad religiosa no es una libertad apreciada. A menudo, solo es una excusa para la intolerancia, y no se puede tolerar eso”. Como prueba menciona el caso Masterpiece Cakeshop en el cual los dueños fueron demandados por negarse a proveer un pastel para una boda gay; el caso de Little Sisters of the Poor en el cual un grupo de monjas católicas fueron demandadas por bloquear el acceso de sus empleados a un seguro de salud que cubriera los anticonceptivos; y otro caso en el que un farmacéutico fue demandado por negarse a vender la píldora “del día siguiente”.
Alito dice: “El problema que enfrentamos es el de si nuestra sociedad será suficientemente incluyente como para tolerar a las personas con creencias religiosas no populares”. Bueno, primero, señalemos que de esto no se trata la cuestión — la cuestión es si algunas personas —con la justificación de sus creencias religiosas— pueden privar o impedir que otras personas tengan la posibilidad de ejercer sus derechos reconocidos por la ley, como el derecho de casarse, el derecho de tener métodos anticonceptivos, etc. Y la respuesta es DE NINGUNA MANERA, CARAJO, de la misma manera que no se permite que una persona mate a alguien y que lo justifique con su propia interpretación de la Biblia.
Pero lo que es más importante es que el cristianismo fundamentalista está lejos de ser una “creencia religiosa no popular” — de hecho, actualmente es la creencia religiosa dominante a lo largo de una buena parte de la sociedad estadounidense, incluso en el gobierno de Estados Unidos. El vicepresidente; los secretarios de los departamentos de Educación, de Vivienda y del Estado, y otras posiciones clave; cientos de congresistas; y seis de los nueve magistrados de la Corte Suprema son fascistas cristianos fundamentalistas. Los fascistas cristianos llevan décadas trabajando no solo para “dominar” sino transformar a la sociedad estadounidense en una sociedad que se base en la ley bíblica (según su interpretación). Bajo el régimen de Trump y Pence han logrado hacer enormes avances — por ejemplo, el increíble poder que han acumulado en el sistema judicial, y el robustecimiento y endurecimiento de un poderoso movimiento social fascista cristiano. Y aunque y cuando el régimen sea sacado del poder, ese movimiento fascista cristiano no va a desaparecer — va a ponerse a utilizar su tremenda fuerza institucional y el respaldo de fanáticos para cumplir esta misión, a no ser que se les impida hacerlo.
El discurso de Alito creaba opinión pública para esta misión y es un grito de batalla para ella.