En 1995, el Comité Central del Partido Comunista Revolucionario, EU, encomendó a sus comités permanentes investigar la situación objetiva. El resultado de dicha investigación es "Apuntes sobre economía política", terminado en mayo de 1998. Todo el partido lo ha discutido y ahora se publica con pequeñas modificaciones.
"Apuntes sobre economía política" tiene tres propósitos: repasar y evaluar los puntos fuertes y débiles del análisis de nuestro partido sobre las tendencias globales políticas y económicas de los años 80; presentar un análisis general, que seguimos profundizando, sobre los cambios y las transformaciones que se han dado en la economía mundial imperialista y en las relaciones interimperialistas desde el "fin de la guerra fría"; e identificar puntos centrales para futura investigación y deliberación, y presentar nuestras ideas iniciales sobre ellos.
El meollo de "Apuntes" es el análisis de la situación mundial actual, pero los otros dos temas también son muy importantes para nuestro trabajo y análisis teóricos. Esta versión contiene una posdata sobre cambios recientes de la economía mundial.
Nos parece útil destacar las principales conclusiones de "Apuntes sobre economía política" respecto a la actual situación mundial, así como los nuevos elementos y tendencias de la situación que aborda.
"Apuntes sobre economía política" analiza que el colapso de la socialimperialista Unión Soviética y su bloque en 1989-1991 representó una forma particular de resolución de las contradicciones mundiales que estaban a punto de estallar en los años 80. El resultado de esa resolución, en combinación con otros factores que se analizan, es cierta reestructuración del capitalismo mundial y, en cierta medida, una superación de la crisis global de acumulación de los años 70 y 80.
Se identifica una dinámica específica de acumulación imperialista en los años 90: crecimiento lento e inestabilidad persistente en una economía mundial cada vez más globalizada y caracterizada por una rivalidad económica más intensa. A pesar de su emergencia como superpotencia única, Estados Unidos no puede jugar el mismo papel de "locomotora" para la economía mundial que desempeñó en la posguerra.
Se examina la situación "sumamente mixta" de la economía imperialista mundial: cierta expansión y zonas de alto crecimiento; nuevos patrones de inversión de capital; mayor integración económica. Pero hay crisis en partes significativas del mundo, y se incrementa la pauperización y sufrimiento en buena parte del mundo.
En los países imperialistas, la recuperación y expansión económica no ha generado la política social "concesionaria" que se vio en la posguerra; en Estados Unidos, la economía de crecimiento más rápido, se ha dado un extenso desmantelamiento de los programas del "Estado benefactor". En el tercer mundo, una severa austeridad de consecuencias mortales es la norma.
Se identifican nuevos elementos y tendencias significativos de la situación mundial, mas se ubican en el mismo marco de referencia (y con las mismas contradicciones fundamentales) del imperialismo que analizó Lenin en El imperialismo: Fase superior del capitalismo. Esta conceptualización de Lenin se elabora en America in Decline, que sirve como punto de referencia y de discusión para este trabajo.
Un cambio importante de los últimos 15 a 20 años, que se aceleró en los años 90, es el surgimiento de una economía mundial de mano de obra barata al lado de polos de acumulación de alta tecnología. A miles de millones de personas les espera un futuro de mayor explotación y/o de mayor marginación. El crecimiento de la economía mundial se ha dado con altos niveles de desempleo y subempleo, un fenómeno que podría representar una tendencia a largo plazo de la acumulación en esta fase del desarrollo imperialista.
El desarrollo y la aplicación de la tecnología en la economía imperialista mundial aumentan la disparidad global y la polarización social. La globalización imperialista está causando enormes desplazamientos de la población, ruina de la agricultura de subsistencia, y vasta destrucción de los recursos naturales y daño a los ecosistemas del planeta.
En resumen, el estado y el funcionamiento actual de la economía mundial imperialista están creando enormes dislocaciones, trastorno y sufrimiento, en una escala inmensa, por todo el mundo y en particular en el tercer mundo.
Una importante conclusión política de "Apuntes sobre economía política" es que nos encontramos en un período de "transición con potencial para grandes trastornos". Se ofrece un análisis preliminar de la naturaleza e implicaciones estratégicas de tal "transición y trastornos", pero aquí recalcaremos lo siguiente: en la presente situación mundial se están agudizando las contradicciones nacionales y de clase. Como sostiene el documento: "Existen muchas bases para impulsar la lucha revolucionaria: para desarrollar las guerras populares prolongadas existentes y lanzar nuevas en las naciones oprimidas; para llevar a cabo luchas y preparativos revolucionarios en los países imperialistas; y para crear condiciones más favorables en el mundo por medio de lucha".
El PCR publica "Apuntes sobre economía política" como aporte a la discusión, debate y trabajo teórico sobre la actual situación mundial y las perspectivas de cambio. En el umbral del nuevo milenio, este documento cobra importancia pues es un momento de reflexión sobre el "futuro de la humanidad"; por su parte, los ideólogos del imperialismo alaban las maravillas del mercado libre, la tecnología gobernada por el imperialismo y la globalización.
Esperamos comentarios, críticas y sugerencias, tanto para impulsar este trabajo como para estimular un diálogo y estudio más amplio sobre estos temas.
NOTA: Los artículos citados del Obrero Revolucionario se pueden encontrar, en su mayoría, en La Neta del OR: http://www.mcs.net/~rwor. Las revistas Revolución y Un Mundo Que Ganar se pueden pedir a Liberation Distributors, P.O. Box 5341, Chicago, IL 60680.
En su última reunión, el Comité Central del Partido Comunista Revolucionario,EU (PCR) delegó a los organismos permanentes la tarea de investigar la situación objetiva. Ahora se puede informar sobre esas investigaciones y compartir algunas tesis preliminares, que siguen en proceso de elaboración.
Es obvio que se han presentado cuestiones cruciales desde el colapso de la Unión Soviética. ¿Se dio una resolución de la espiral que se abalanzaba hacia un desenlace explosivo en los años 80? ¿Qué pasa con la cuestión de la crisis de la economía mundial? ¿Cuáles son los contornos que definen la rivalidad imperialista en el sistema mundial? ¿Existen elementos nuevos o cualitativamente más pronunciados de la acumulación capitalista que ejercen un efecto significativo en el desarrollo mundial? ¿Y qué indica todo esto acerca de las perspectivas revolucionarias?
Analizar estas cuestiones necesariamente abarca una reflexión crítica sobre el análisis y las proyecciones que hicimos acerca de los años 80. Nuestra premisa era que la principal contradicción en el mundo era entre los imperialistas, concentrada en la forma de dos bloques imperialistas rivales y contendientes, uno dirigido por el imperialismo estadounidense y el otro por el socialimperialismo soviético**. Nuestra premisa era que esa aguda contradicción, interpenetrando con otras contradicciones, desataría una guerra mundial a menos que la impidiera la revolución en partes grandes y/o estratégicas del mundo.
Desde luego, la situación no se desenvolvió así; y tenemos la responsabilidad de entender por qué sacamos ciertas conclusiones incorrectas, así como de afirmar los elementos correctos de nuestro análisis.
Al reevaluar este análisis de los años 80, también tenemos que examinar la teorización de America in Decline (AID) [La decadencia de los Estados Unidos], Raymond Lotta con Frank Shannon (Chicago: Banner Press, 1984), sobre las leyes del movimiento del sistema imperialista mundial, pues esa teoría moldeó nuestro pensamiento y proyecciones.
A nuestro parecer, se pueden discernir ciertas debilidades en AID, en especial a la luz de lo que pasó en el mundo en 1989-91. Pero nuestra apreciación es que las debilidades de nuestra concepción del movimiento y el desarrollo del sistema imperialista mundial, y de nuestro análisis específico de la situación de los años 80, son secundarias con relación a sus puntos fuertes. No fue incorrecto dar la alerta acerca del peligro de una guerra mundial. Y los acontecimientos tampoco han puesto en tela de juicio las bases teóricas esenciales de AID.
AID representa una contribución importante a la economía política marxista-leninista-maoísta y da las herramientas analíticas para analizar los complejos procesos que operan en la economía mundial y el sistema imperialista mundial (junto con el El imperialismo: Fase superior del capitalismo de Lenin y elaborándolo). Sumado a los precursores (y continuos) aportes del presidente del PCR, Bob Avakian, sobre "conquistar-el-mundo" ***, nos da un profundo conocimiento de la dinámica de esta época.
También hemos elaborado ciertas tesis que guían nuestra investigación sobre la actual situación mundial. De especial importancia, Bob Avakian ha conceptualizado este período (mundial) como de gran transición con potencial para grandes trastornos. El planteamiento de "transición y trastorno" y sus implicaciones para el trabajo de nuestro partido lo ha analizado desde distintos ángulos, por ejemplo en la serie de 1997 "Gran transición y cambio" en el Obrero Revolucionario (Nos. 901-906, 909, 910); y "Predicando desde un púlpito de huesos: Necesitamos moral, pero no la moral tradicional", Obrero Revolucionario, Nos. 841-846, 848-853, 855-856, 28 de enero-12 de mayo de 1996.
A continuación presentamos una destilación de los principales puntos metodológicos, teóricos y empíricos, producto de varias rondas de investigación y síntesis, y de las respuestas y comentarios que estimuló este proceso. Se ponen a consideración varias tesis importantes y se destacan temas específicos que hay que investigar más a fondo.
Una cosa aparente, al revisar nuestro pasado trabajo teórico así como al analizar la situación actual, es la necesidad de hacer más rupturas con la "metodología de la III Internacional": con nociones de desarrollo lineal y predestinado, o lo que hemos llamado a veces "típico" (que la historia obedece a patrones fijos o que siempre se repiten), y con nociones de "umbrales absolutos" (que el desarrollo tiene un punto final fijo o que alcanza un punto más allá del cual esto o aquello tiene que pasar). Esta metodología, que guió buena parte de la labor teórica de los partidos comunistas de la III Internacional en los años 20 y 30, no permite entender la verdadera dinámica del desarrollo social y el papel dinámico de la práctica revolucionaria consciente.
Para continuar esta investigación, queremos compartir los resultados, y aprender y recibir ideas de otras personas, dentro y fuera del partido. A un nivel más general, estos apuntes deben delinear el contexto objetivo en que estamos llevando a cabo nuestro trabajo y lucha revolucionarios.
La teoría es una estructura compleja y ordenada de abstracciones, derivada de la realidad (con diferentes niveles o capas de determinación) para conocer y cambiar más profundamente esa realidad. La sociedad humana, como otros procesos, es dinámica, cambiante y llena de contingencias (casualidad, accidente, sucesos y acontecimientos imprevistos, etc.). Pero el desarrollo de la sociedad humana es cognoscible y lo rigen leyes (aunque no operan mecánicamente ni de forma rectilínea, sino como tendencias). Al escribir AID buscábamos identificar la "dinámica estructural" del sistema imperialista mundial por medio de la aplicación y ampliación de las tesis de Lenin.
Una importante ampliación de las tesis de Lenin es esta: Lenin subrayó que la ley del desarrollo desigual se expresa mediante rivalidad entre imperialistas, cambios en la correlación de fuerzas y compulsión a hacer un nuevo reparto violento del mundo en ciertos momentos. Nosotros consideramos que esto era parte de una dinámica mayor que llamamos "movimiento espiral/coyuntural". Analizamos cómo se compenetran la crisis y las rivalidades. Vinculamos la rivalidad y guerra entre imperialistas con la dialéctica de destrucción/reestructuración del capital. Y tratamos de identificar un movimiento característico (si bien no "típico" ni que siempre se repite) en estos procesos.
AID elabora a fondo esta teoría del "movimiento espiral/coyuntural" (véanse las páginas 127-37, 148-49 y 162-69). Aquí la resumiremos brevemente. El movimiento espiral/coyuntural se refiere al desenvolvimiento particular de las contradicciones mundiales en la época del imperialismo y de la revolución proletaria.
Una espiral de desarrollo mundial es una etapa o período en el desarrollo de la contradicción entre la producción socializada y la apropiación privada (o sea, la contradicción fundamental del capitalismo).
Un conjunto específico de contradicciones y factores a nivel mundial moldea cada espiral; entre ellos se encuentran las relaciones entre los imperialistas (principalmente sus luchas por el reparto del mundo), y las relaciones entre los imperialistas y las fuerzas opuestas a ellos. Una espiral también es el marco de referencia internacional dentro del cual se acumula el capital.
Así, por ejemplo, el desenlace de la II Guerra Mundial puso en marcha una espiral de desarrollo: Estados Unidos quedó en la cima del campo imperialista, y fue el motor y el mayor beneficiario de la reorganización de la economía mundial conforme a los acuerdos de la guerra; por otra parte, las fuerzas de la revolución se fortalecieron: la Unión Soviética (que entonces era socialista) sobrevivió a la guerra, la revolución china se acercaba a la conquista del Poder y en el tercer mundo ardían luchas de liberación. Esos factores condicionaron el desarrollo en la posguerra.
En momentos dados del desarrollo de una espiral, las contradicciones del sistema mundial se entrelazan y se intensifican, y desembocan en estallidos violentos (como guerras mundiales y revoluciones) y/o giros dramáticos (como el colapso de la Unión Soviética). Esas son coyunturas histórico-mundiales por medio de las cuales se resuelven (aunque solo de manera parcial y temporal) las contradicciones de una espiral dada, y se producen cambios cualitativos en la configuración de relaciones mundiales. Dos veces en este siglo las guerras mundiales fueron los puntos nodales, o de viraje, de espirales.
El imperialismo se ha desarrollado por medio de este movimiento espiral/coyuntural. El desarrollo de la revolución proletaria mundial se ha dado dentro de ese movimiento, y lo ha impactado.
Para elaborar esta teoría, ¿partimos de una investigación de la realidad material, utilizando abstracciones y conceptos derivados de la realidad para conocerla más profundamente, o partimos a priori, o sea, de ciertas categorías, y las impusimos en el mundo para que encajara en un modelo formal que no tomaba en cuenta hechos que no encajaban? Si estábamos "engranados" en la realidad: ¿se justificaba el salto de analizar fenómenos históricos particulares a identificar una dinámica general de desarrollo? En una palabra, ¿generaba el modelo teórico explicaciones científicas y anticipaba probables desenlaces en el mundo real?
En nuestra opinión, AID fue un proyecto válido; también se llevó a cabo en lo principal de forma válida. Nos basamos en las leyes del capital, tal como se manifiestan y compenetran con la lucha de clases en la época imperialista, y en sucesos históricos concretos. El capítulo 2 de AID representa una aplicación y prueba iniciales de la teoría; y la aplicación de dicha teoría se profundizó con el análisis del período después de la II Guerra Mundial.
Pero el desenvolvimiento y resolución de esta espiral no concordó con nuestras expectativas y proyecciones. Dos bloques imperialistas iban rumbo a un enfrentamiento, pero uno de ellos cambió de curso: la Unión Soviética de Gorbachov se "retiró" de la contienda y al final se derrumbó. ¿Por qué no anticipamos esa posibilidad? Se presentan tres explicaciones:
A) Nuestro modelo teórico era incorrecto.
B) Nuestro modelo teórico era y es correcto en un sentido general, y el énfasis en el peligro de la guerra también era correcto. Pero había algunos errores secundarios de metodología, que se reflejan en la aplicación específica de este modelo, y algunas debilidades secundarias en el modelo mismo, que nos impedían tomar en cuenta y reconocer ciertas resoluciones posibles aparte de una guerra mundial.
C) El modelo teórico era correcto, las proyecciones se justificaban, la metodología no tenía fallas serias; pero la situación no se desenvolvió como esperábamos por diversas razones de contingencia histórica.
Nuestra "fuerte inclinación/conclusión provisional" es que "B" es correcto. Una espiral se encaminaba hacia una resolución violenta.
Una compulsión hacia la guerra mundial condicionó los años 70 (finales) y 80 con preparativos estratégico-militares concretos para una guerra; una ecuación mutuamente condicionada de intereses y riesgos geopolíticos, que ningún bloque podía permitir que el otro transgrediera, socavara o rompiera, y en que el bando yanqui en particular tomó una posición muy agresiva (contra los soviéticos) a fin de bloquear más avances y revocar avances anteriores; y un tratamiento de las contradicciones en cada uno de los bloques condicionado por el movimiento hacia una guerra mundial.
La forma en que se resolvió la coyuntura de 1989-91 (el colapso de la Unión Soviética) no se puede entender sin tomar en cuenta ciertos factores y contingencias históricamente específicos, imposibles de conocer en su totalidad de antemano. Pero la complejidad de la realidad (que la teoría nunca puede abarcar totalmente) no basta para explicar las debilidades de nuestro análisis. Opinamos que debido a ciertos errores de metodología, no pudimos reconocer otras posibilidades de resolución. Y al aplicar, propagar y popularizar nuestro análisis de los años 80, esos errores tendieron a incrementarse.
El análisis que presenta AID de que una estructura y trayectoria de desarrollo históricamente específicos se encaminan hacia una reorganización violenta (que no pueden continuar indefinidamente, si bien no se puede predeterminar por cuánto tiempo) es correcto. Refleja la dinámica de la época en que el modo de producción burgués predomina en el mundo y la anarquía es su forma principal de movimiento. (La fuerza de la anarquía se refiere a la interacción competitiva, de expandirse o morir, de los capitales.)
Varias conclusiones se desprenden de esta tesis. Primero, la posibilidad de las guerras entre imperialistas no puede eliminarse sin derrocar al imperialismo. Esta posibilidad es parte de la matriz o correlación de relaciones imperialistas; y aunque los imperialistas reconozcan los costos y resultados potencialmente autodestructivos de una guerra, ello no la elimina. Segundo, durante una coyuntura, esta posibilidad se agudiza y se expresa en una tendencia hacia la formación de bloques de guerra bipolares (dos bloques contendientes).
Pero, no es inevitable ni es un elemento invariable del movimiento espiral/coyuntural el que estalle una confrontación militar frontal entre dos bloques. En algunas partes de AID, se implica o da a entender eso.
Las espirales sí alcanzan una etapa en que llega a ser necesaria una resolución violenta; hasta ahora la guerra mundial ha representado la resolución más completa de las contradicciones que definen una espiral particular; y los imperialistas reconocen y toman en cuenta esta necesidad, de una u otra forma, consciente o inconscientemente, en sus políticas y en sus luchas internas.
Pero la compulsión a una guerra no lleva necesariamente a una guerra total nia avances de la revolución mundial que alteren cualitativamente la matriz. Hay otros caminos o desenlaces posibles: guerras comerciales y económicas que se vuelven más agudas y envolventes, maniobras geopolíticas, guerras de sustitutos, guerras frías, etc. En resumen, una compulsión subyacente no siempre lleva a un(os) mismo(s) resultado(s). Pero, sin duda, hay movimiento hacia una resolución convulsiva y dos veces en este siglo ha llevado a una guerra mundial y esa era una forma probable de resolución de las contradicciones de los años 80.
En cuanto a nuestro análisis de los años 80, vimos correctamente que la estructura de relaciones internacionales tropezaba contra ciertos límites y no podía mantenerse indefinidamente. Había una compulsión objetiva a una reorganización violenta de esas relaciones. Los preparativos y el afán bélicos pusieron a los dos bloques imperialistas bajo mayores presiones económicas, políticas y militares. Se reforzó esa compulsión.
Algo grande tenía que ceder y cambiar; y, como se mencionó, la guerra era el resultado más probable de lo que se estaba conjugando. A nuestro parecer, si no se hubiera materializado un Gorbachov, probablemente habría estallado una guerra. Pero la guerra no era el único resultado posible. No obstante, no anticipamos ninguna otra posibilidad (salvo una revolución). Nuestra autocrítica es que debimos haberlo hecho. Y nos preguntamos: ¿por qué no lo hicimos?
Aquí se requiere un paréntesis metodológico. Como se mencionó, las leyes objetivas de la sociedad humana (que rigen el funcionamiento y la reproducción de un sistema social dado) operan en forma de tendencias. En relación dialéctica con esas tendencias, hay contratendencias y determinaciones interpuestas, que afectan y modifican su funcionamiento. Por ejemplo, la tendencia decreciente de la tasa de ganancias la contrarrestan las inversiones coloniales, pero no eliminan la tendencia subyacente y surgen de las exigencias de la acumulación basada en ganancias.
Comprender correctamente el carácter tendencial de las leyes va contra las nociones de "barreras absolutas" o "umbrales absolutos" y modelos basados en un "movimiento típico". Hemos comprendido este punto y, como se mencionó, hemos hecho críticas teóricas a la "metodología de la III Internacional" (véase, por ejemplo, "The Comintern Legacy: The Theory of General Crisis", capítulo 3 de AID.)
Pero en nuestro análisis de los años 80 había problemas que reflejaban vestigios de esa metodología errónea:
Tendíamos a decir que cuando surgen ciertos elementos, tiene que darse una guerra. Históricamente, las guerras mundiales han surgido del torbellino e intensificación de las contradicciones mundiales (la compenetración de rivalidad y crisis con luchas políticas y revolucionarias, etc.). Pero teníamos una tendencia a considerar que ese patrón histórico, que reflejaba una dinámica subyacente, era el único, es decir, que necesariamente se repetirá (aunque subrayábamos la particularidad, la "atipicidad", de espirales específicas y sus resoluciones). En otras palabras, había una tendencia secundaria a hacer que la realidad se ajustara a nuestro modelo, en lugar de aplicar un modelo basado en la realidad, y profundizarlo y enriquecerlo a partir de la realidad (la espiral de práctica/teoría y conocimiento sensorial/racional).
Es verdad que cuando existen ciertos elementos, es probable que la situación se desarrolle en cierta dirección. En algunas partes de AID, hablamos en esos términos, por ejemplo, "hasta ahora" en el desarrollo de las espirales esto o aquello ha pasado, la guerra mundial ha jugado cierto papel, etc. (pág. 148). Hablamos acerca de fenómenos, aparte de una guerra, que podrían darse en períodos de coyuntura, como revoluciones y otros levantamientos; señalamos que grandes iniciativas o levantamientos revolucionarios podrían constituir puntos de viraje de espirales particulares (pág. 129). Y subrayamos que estas espirales no tienen un curso predeterminado (págs. 130-131). Pero en otras partes, decimos la "guerra mundial hace" esto o lo otro, dando a entender que esa guerra mundial es la única posibilidad, o sea, que cumple una función necesaria y por ende debe darse (en unos pasajes se plantea que "solamente" la guerra puede proporcionar la reorganización/ajuste "indispensable" cuando las contradicciones han llegado a un punto álgido; pág. 145).
Subrayamos correctamente el papel de la política y de las relaciones de poder, en oposición a la idea de que el ciclo "capitalista clásico" es el principal determinante de grandes saltos y transformaciones. Analizamos correctamente que los imperialismos rivales tienen la necesidad de salirse de una estructura constrictiva de relaciones mundiales.
Pero había una tendencia a ver las cosas mecánicamente: que alcanzado cierto umbral o límite, debe estallar una guerra, es decir, "x" cantidad de crisis y tensión lleva a "y" (guerra). Confundimos los factores objetivos (dinámicas contradictorias, compulsión/constreñimiento, estructuras específicas) con la idea de que, alcanzado cierto punto preexistente, automáticamente "arranca" la guerra. De hecho, no podemos determinar tal umbral, pues involucra intervención humana, la cual en sí afecta la forma precisa en que esa compulsión se manifiesta (un punto al que volveremos). No obstante, la compulsión subyacente es real y se impondrá.
No se reconoció lo suficiente la particularidad de esta espiral/coyuntura y su manifestación en la esfera militar. La guerra es siempre un gran riesgo para los imperialistas, pero hoy una guerra frontal entre imperialistas representa una clase cualitativamente diferente de riesgo: en especial con la integración de las armas nucleares, implica un nivel sin precedente de destrucción y dislocación. Principalmente subrayamos que reconocer las consecuencias de una guerra nuclear no impediría su estallido. Esto fue y es correcto, en el sentido de que la conciencia de los imperialistas no puede garantizar que no se lancen a la guerra.
Pero tendíamos a partir de la idea de que no se podría "dar marcha atrás". No comprendíamos que esa particularidad de la destructividad de una guerra nuclear (producto de la compulsión hacia la guerra) presentó otra compulsión material: la necesidad de abordar la dificultad de obtener una victoria en un sentido reconocible y viable, y no solo en términos militares inmediatos sino también en grandes términos estratégicos. Esta compulsión era parte de la dialéctica; y con el desarrollo de la situación, las dos compulsiones cambiaron de lugar. La compulsión de tener que lidiar con la dificultad de obtener una victoria en un sentido reconocible (o sea, lidiar con la destructividad de una guerra nuclear) pasó a ser lo principal, al menos para los soviéticos, en especial, como se vio en el programa de Gorbachov.
Esto indica que la situación mundial tenía más flexibilidad de lo que habíamos analizado. Había más margen de maniobra, y el factor consciente de la política y toma de decisiones de los imperialistas desempeñó un papel mayor de lo que analizamos. Los imperialistas son la personificación del capital (imperialista); eso es lo principal. Pero tienen iniciativa consciente. Y en esta situación particular, tenían que escoger un camino u otro, cada uno producto de la compulsión objetiva hacia la guerra y delimitado por esa compulsión.
Con estos puntos en mente, volvemos al problema que Gorbachov buscaba resolver.
La clase dominante soviética captó que no podía ganar la lucha militar frontal con Estados Unidos por supremacía global (una victoria en un sentido reconocible). Gorbachov encarnó una necesidad objetiva: buscar una salida distinta a la guerra. Con qué nivel de conciencia se tomó esta decisión no está claro, pero claramente ese intento de evitar la guerra surgió de factores materiales.
La lógica del programa de Gorbachov era doble: ganar tiempo y retrasar el estallido de una guerra, así como reimpulsar la economía y reconfigurar el imperio (perestroika y glasnost). Pero la perestroika (reestructuración) no logró cumplir con las necesidades del imperio (había demasiado en juego) y no había las bases materiales suficientes (dada la profundidad de la crisis) para llevarla a cabo.
Así, Gorbachov se embarcó en una estrategia de alto riesgo que tenía el peligro de desintegrar el imperio. Y eso es lo que pasó. Los esfuerzos conscientes para sacar al socialimperialismo soviético de cierta dinámica y estructura llevaron a un acontecimiento inesperado y cualitativamente diferente: el derrumbamiento de la Unión Soviética y el bloque socialimperialista. (Véase el Apéndice a la Parte I: "El derrumbamiento de la Unión Soviética".)
Así que podemos identificar una dialéctica específica en esta coyuntura: las contradicciones se encaminaban a un desenlace. Pero cualquier resolución habría sido problemática debido al carácter cualitativamente diferente de una guerra mundial nuclear.
Por una parte, la resolución más completa de los antagonismos entre imperialistas y de las contradicciones del sistema (una guerra mundial total) llevaría a una destrucción y caos con efectos devastadores de largo plazo (y no era una matanza en masa lo que principalmente preocupaba a los imperialistas). En otras palabras, la resolución más completa, una guerra total, no sería la más completa.
Por otra parte, la resolución alcanzada, precisamente porque al menos un bloque (encabezado por los soviéticos) quería evitar esa destrucción y el otro bloque (encabezado por Estados Unidos) permitió esa retirada de una confrontación final, tampoco sería la más completa.
[Por qué Estados Unidos permitió que Gorbachov retrocediera y no lo arrinconó es algo que tenemos que investigar.]
Para repasar los puntos fuertes y débiles del análisis del partido en los años 80, podemos considerar una metáfora meteorológica. Era correcto que el Partido diera una "alerta de tornado" (señalar que las condiciones eran muy conducentes al desarrollo de un tornado, es decir, una guerra); por otro lado, fue un error dar un "aviso de tornado" (declarar que definitivamente se aproximaba un tornado [guerra], a menos que lo impidiera la revolución).
[Un punto pendiente: tenemos que demostrar que el movimiento de la situación de veras se encaminaba a una guerra mundial. Según el argumento contrario (predominante en la izquierda), pese a las belicosidades, la guerra nunca fue una consideración seria. Al contestar esto, no podemos dejar el asunto al nivel de afirmar que se habría dado una guerra si no fuera porque no ocurrió.]
El citado análisis plantea un problema perturbador. Si se pudo resolver un agudo antagonismo entre imperialistas por medios relativamente "pacíficos", ¿quedan en tela de juicio las tesis leninistas básicas acerca de esta época? ¿Implica el hecho de que los imperialistas tenían la necesidad de evitar una guerra total que, después de todo, Jruschov tenía razón acerca de las "tres pacíficas" (transición pacífica al socialismo, coexistencia pacífica entre sistemas sociales, competencia pacífica)? En particular, ¿quiere decir que esto abre una perspectiva de una transición pacífica del capitalismo al socialismo?
La respuesta categórica es: NO. Hemos analizado una compulsión entre imperialistas históricamente específica para evitar una guerra mundial en los años 80. Pero con respecto al antagonismo básico de clase, las clases dominantes imperialistas no tienen una compulsión equivalente; no tienen la necesidad de echarse a un lado a voluntad y abandonar su dominio de clase, cuya defensa y preservación abarcan una contradicción cualitativamente diferente. La toma del Poder por medio de la violencia sigue siendo necesaria para resolver el antagonismo fundamental de clase.
Tampoco se puede concluir de este resumen de la resolución de este antagonismo particular entre imperialistas que se ha reivindicado a Carlos Kautsky y su tesis del "ultra-imperialismo" (que básicamente los imperialistas pueden superar sus divergencias pacíficamente). No puede haber ninguna "tregua permanente" entre los imperialistas; y aunque pueden evitar una guerra nuclear total por un tiempo prolongado o indefinido, habrá guerras imperialistas de toda clase, entre ellas conflictos militares "indirectos" entre los imperialistas (por ejemplo, "guerras de sustitutos" en que los imperialistas luchan entre sí indirectamente por medio de gobiernos clientes o de movimientos que dominan o manipulan, etc.).
Aquí viene al caso una aclaración acerca de la relación entre ciclos y espirales y de la forma en que la guerra fomenta la reestructuración capitalista. La guerra mundial ha representado el medio más completo con que el sistema imperialista ha superado temporalmente sus contradicciones políticas y económicas. Además, hay una interdependencia dinámica entre crisis y rivalidad, en que cada una intensifica la otra y la compulsión hacia la guerra.
Pero las espirales no son ciclos extendidos de acumulación internacional. Estas espirales se desarrollan de una forma cualitativamente diferente a un ciclo económico o comercial. El ciclo comercial se refiere al patrón típico de crecimiento del capitalismo, caracterizado por contracción (o crisis) y recuperación/expansión económicas. El movimiento cíclico de la acumulación persiste bajo el imperialismo, aunque en forma modificada, y se da en el marco del movimiento en espiral.
La guerra, como la crisis, juega cierto papel purgativo. Pero la guerra no juega el mismo papel que una crisis. Una economía de guerra tiene un elemento purgativo: racionaliza la producción, elimina capitales ineficaces, fomenta avances tecnológicos (como se dio en Estados Unidos durante la II Guerra Mundial). Una parte y consecuencia de una guerra, en especial en los países vencidos, es la destrucción y la desvalorización (la pérdida o la depreciación de valor) del capital.
Pero los aspectos purgativos de una guerra, en cuanto a sus efectos en la estructura y la composición del capital, son subproductos de lo esencial: el establecimiento, sobre la base del nuevo reparto del mundo, de una nueva estructura estratégica y económica internacional (que abarca las relaciones entre imperialistas, el reparto de las colonias y esferas de influencia, etc.). En esta nueva estructura, es posible usar y desarrollar con mayor rentabilidad las fuerzas productivas y las nuevas tecnologías y llevar a cabo una reorganización.
El análisis de AID sobre este punto es correcto y dice, correctamente, citando a Marx sobre las crisis, que la guerra representa el "ajuste forzoso" de las contradicciones del imperialismo. No obstante, la guerra hace esto a un nivel mucho más global, con transformaciones de relaciones de poder, que las crisis de la época preimperialista (aunque esos "ajustes" tampoco fueron completamente económicos).
¿Cómo entender los sucesos y ramificaciones de 1989-91? ¿Cómo medir este punto de viraje?
Se pueden considerar cuatro explicaciones principales:
A) Se dio un cambio significativo en las relaciones entre los imperialistas, pero esto no ha dado por resultado una superación de la crisis, y por ende no se dio una resolución coyuntural.
B) Esta fue una resolución coyuntural/nodal, que produjo una desintegración de la estructura de relaciones internacionales de la guerra fría y una reestructuración de la economía imperialista mundial, pero una particularidad que define esta resolución es una reducida capacidad de expansión de la economía mundial.
C) Todavía seguimos en la misma dirección que antes del derrumbamiento de la Unión Soviética: los alineamientos entre los imperialistas y las múltiples contradicciones del sistema imponen un nuevo reparto violento del mundo.
D) No solo se ha dado un importante viraje en las relaciones entre los imperialistas sino que debido a esto y a otros factores dinámicos en la economía mundial (en especial, la globalización y las nuevas tecnologías), se han abierto enormes posibilidades nuevas para el capital, y la economía imperialista mundial ha entrado (si bien no sin choques y ajustes) en un largo período de acumulación y crecimiento expansivos (quizá se podría llamar un auge).
Nos inclinamos fuertemente por la tesis "B" y esta ha sido nuestra tesis de trabajo. Esta coyuntura llevó de hecho a un cambio cualitativo. El colapso de la Unión Soviética y su bloque representa el cambio más decisivo en las relaciones entre los imperialistas desde el fin de la II Guerra Mundial. Se ha desatado una nueva configuración de relaciones imperialistas. El capitalismo mundial ha experimentado cierta reestructuración y se ha alterado su marco de referencia geopolítico. Pero la resolución específica de las contradicciones no fue muy completa, no fue muy "purgativa" y, por ende, esta nueva espiral de desarrollo tiene ciertas particularidades.
De nuevo, tenemos que evitar los modelos y explicaciones de "movimiento típico". Hay una dinámica subyacente espiral/coyuntural, en cuanto a la evolución del sistema imperialista y su reconstitución periódica. Esta no es la totalidad de las contradicciones y procesos en el mundo, aunque, como se subrayó, mientras que el modo de producción burgués domine en el mundo, esta dinámica va a moldear y definir en alta medida los sucesos mundiales. Pero principalmente queremos decir que de nuestro análisis del movimiento espiral/coyuntural no se desprende que cada resolución de los antagonismos entre los imperialistas necesariamente tendrá el mismo desenlace.
La II Guerra Mundial llevó a una reestructuración y expansión económica más masiva que la I Guerra Mundial. Pero consideremos otro factor que emergió tras la II Guerra Mundial: nació un campo socialista. Se sacó de la órbita imperialista una parte grande del mundo. Pero a causa de la resolución específica, es decir, relativamente completa de los antagonismos entre imperialistas tras la II Guerra Mundial, la destrucción de valores del capital, el nuevo reparto de las colonias y el papel dirigente e integrador que el imperialismo yanqui jugaría ahora en la reorganización de la economía mundial, el capital pudo reestructurarse, hacer innovaciones y expandirse en un mundo que en realidad se le había encogido.
Volvamos a la situación actual. Sostenemos que los años 1989-91 constituyeron una resolución de las contradicciones que se aproximaban a un desenlace en los años 80 y que impulsaban la situación hacia una guerra mundial. Con esta resolución, surgió una nueva combinación de factores: una nueva matriz de oportunidades, opciones, problemas y contradicciones. Esto, pensamos, es lo principal.
En otras palabras, la actual situación mundial no se caracteriza principalmente por la misma combinación de problemas que existía antes de 1989-91. Pero debido al carácter particular de esa resolución coyuntural, en que ciertas contradicciones no se resolvieron completamente, la situación actual "arrastra" elementos del período previo; por ejemplo, elementos de crisis de deuda del tercer mundo, un sistema monetario internacional inestable y no reconstruido, etc.
La situación general que creó la resolución coyuntural de 1989-91 definitivamente es distinta al período de 1945-73, que se caracterizó por un crecimiento y expansión sin precedente (en la historia del imperialismo). Pero también es distinta al período de 1973-89, que se caracterizó por una crisis económica mundial, la intensificación de la rivalidad entre imperialistas y el peligro de una guerra.
Veamos algo más acerca de los cambios concretos en las relaciones políticas y económicas internacionales que se operaron, y que siguen operándose, como resultado de la resolución coyuntural de 1989-91.
El derrumbamiento de la Unión Soviética. Esto se refiere al desmantelamiento de las estructuras económico-políticas específicas del capitalismo monopolista de Estado soviético y a la desintegración del bloque encabezado por la URSS. En geopolítica y en las relaciones entre imperialistas, el derrumbamiento de la Unión Soviética ha tenido un gran impacto en las relaciones internacionales.
Ha tenido grandes efectos en los planes y gastos militares de las potencias imperialistas. Y el poderío militar ruso, aunque sigue siendo considerable, ya no es lomismo a nivel mundial, dado el colapso del imperio, si bien Rusia podría volver a ser una importante potencia imperialista.
El fin de la confrontación mundial entre los bloques imperialistas encabezados por Estados Unidos y la URSS ha tenido un enorme efecto en el volumen y la dirección de los movimientos mundiales de capital. El capital puede moverse más libremente por todo el mundo. Se han reducido los riesgos geopolíticos a las inversiones de capital en el tercer mundo. Esto ha estimulado más la globalización imperialista y los cambios en la división internacional de trabajo.
El ex bloque soviético tiene una relación diferente con la economía mundial y esto también afecta los patrones de movimiento de capital y de comercio. Es probable que la economía política de la industria petrolera mundial cambie a medida que el capital occidental penetra en los yacimientos de Kazakstán y el mar Caspio. Con las inversiones estadounidenses y alemanas en la industria automotriz y otros sectores del centro y este de Europa, y nuevos vínculos entre el mercado mundial y esta región, está cambiando la estructura de importación-exportación de los países del ex bloque soviético. El 70% de lo que los países de Europa del este venden ahora al occidente no era parte de sus exportaciones pre-1991.
Como resultado de la disolución del bloque soviético, ha surgido una Alemania unificada con mayores ambiciones europeas en el sistema imperialista mundial. Ahora existe una estructura diferente en que se forjan (y se pugnan) acuerdos económicos internacionales como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI).
El surgimiento de Estados Unidos como superpotencia imperialista única. Un alineamiento y reparto imperialista tripolar tendencial del mundo. Con el colapso de la Unión Soviética, Estados Unidos ha vuelto a ser la única superpotencia imperialista. Este es un cambio importante en las relaciones entre imperialistas. Con su fuerza internacional y militar, puede mover palancas e imponer con mayor facilidad sus reglas y condiciones. La guerra del Golfo fue una especie de parteaguas de fin-de-la-espiral-previa/principio-de-una-nueva-espiral; y un aspecto de la guerra era que Estados Unidos quería reafirmar y demostrar su superioridad sobre los otros imperialistas.
Otro cambio es que, con la disolución del ex bloque soviético y la desintegración de la estructura "bipolar" general de relaciones internacionales, se ha intensificado la rivalidad tripolar entre Estados Unidos, Alemania y Japón, que ya existía en la alianza occidental y que también abarca sub-rivalidades.
En cierto nivel, ha habido un elemento de reestructuración de la economía mundial conforme a esta rivalidad tripolar. Una manifestación de ello es una tendencia, o desplazamiento, hacia la creación de bloques geoeconómicos distintivos: Estados Unidos aumenta su control económico sobre el hemisferio occidental; Japón intenta forjar una posición dominante en Asia oriental; y Alemania juega un papel más agresivo en la Europa continental.
Hay ciertas particularidades: Alemania y Japón no tienen el mismo alcance, cohesión y poderío militar en el mundo que Estados Unidos; existe un alto grado de interpenetración dentro y entre estos bloques emergentes (sigue aumentando la integración mundial); y Rusia (en cuanto a virajes potenciales en las relaciones de poder existentes, influencias desestabilizadoras, etc.), todavía es un factor en la ecuación entre imperialistas.
Es importante ver que la rivalidad imperialista no se expresa ahora en la formación de bloques de guerra. Nuestra apreciación es que lo que más define las relaciones entre imperialistas y los acontecimientos en el mundo en este período son las contradicciones generadas por un crecimiento lento e inestable, y la intensificación de la rivalidad económica en una economía mundial más y más globalizada, y no el maniobreo militar-estratégico.
Aquí operan interacciones complejas. Parece que Estados Unidos ha permitido que Alemania ocupe la posición dominante en la reorganización de Europa del este, o que le ha cedido esta posición, a la vez que usa la OTAN y el FMI (por ejemplo, préstamos a Yeltsin) para promover sus intereses geopolíticos. Al mismo tiempo, crece el poderío militar de Alemania y Japón. En el mundo en conjunto, no se están desmantelando arsenales militares; aparte de conservar su preponderante ventaja militar, Estados Unidos busca actualizarla en lo tecnológico. Empero, es obvio que la competencia económica y geoeconómica tiene creciente y, pensamos, primaria importancia ahora.
Esto quiere decir que, con el papel que están jugando las presiones, maniobreo e interacciones económicos mundiales en este nuevo marco de referencia internacional, el poderío militar no genera o no lleva a la misma clase de poder internacional general que vimos en los años 80, cuando los dos bloques imperialistas iban rumbo a un enfrentamiento. Otros imperialismos no desafían patentemente a Estados Unidos en el campo militar-estratégico. Este tampoco puede usar su poderío militar para resolver rivalidades económicas. (¡No está a punto de usar armas nucleares, o tal amenaza, para resolver sus contradicciones comerciales con Japón!)
La nueva constelación emergente de poder geopolítico se compenetra con una importante tendencia económica mundial: el traslado del centro de la manufactura mundial al este asiático, a la Cuenca del Pacífico (donde Japón tiene la mayor porción de inversión extranjera, aunque depende fuertemente de los mercados de Europa y América del Norte para vender sus productos de exportación).
Resolución de "puntos candentes" e "impases" en el tercer mundo. Con los nuevos alineamientos entre imperialistas, el imperialismo occidental logró negociar acuerdos (en mayor o menor nivel), en gran parte para beneficio del imperialismo yanqui, en los conflictos de Centroamérica, Palestina y Sudáfrica.
Importante aplicación no militar de nuevas tecnologías y reorganización de relaciones de producción. Con el "fin de la guerra fría" y desde entonces, el capital occidental, en particular el imperialismo yanqui, ha adquirido una mayor capacidad de aplicar nuevas tecnologías (computadores, informática, etc.) a un nivel más amplio y de fomentar el desarrollo de sistemas más flexibles de producción y especialización y formas trasnacionales más coordinadas de explotación y mercadeo. (Examinaremos estas cuestiones con mayor detalle más adelante.)
Profundización de penetración imperialista y mayor remoldeamiento de economías nacionales en el tercer mundo. Las medidas de austeridad y "ajustes estructurales" del FMI y Banco Mundial, que se remontan a los años 70 y 80 y que ahora están en vigor en aproximadamente 60 países, están interpenetrando con estos cambios geopolíticos. Como resultado de las brutales medidas del FMI/Banco Mundial para "remoldear" estas economías y con el derrumbamiento soviético, el imperialismo está explotando nuevas oportunidades de inversión.
Se está creando toda una nueva generación de zonas de exportación en el tercer mundo: zonas especiales que producen bienes manufacturados o componentes, con materiales importados, para el mercado mundial; en aras de las necesidades del capital extranjero, se "relajan" o se "levantan" los aranceles, políticas de salario mínimo y controles ambientales. La cantidad de trabajadores de las maquiladoras de la frontera norte de México aumentó de 310.000 en 1988 a 900.000 en 1998.
Se está forjando, con mano de obra barata, una economía manufacturera integrada a nivel mundial.
En este nuevo marco mundial, los flujos de capital de inversión al tercer mundo han formado una porción cada vez más importante del total de los flujos mundiales de capital. En en los primeros cinco años de la década se triplicaron y subieron de 18% del total de la inversión directa transfronteriza del mundo en 1988, a aproximadamente 40% en 1997. Pero esta inversión se concentra en 10 a 12 países, como Brasil, Indonesia, México y Singapur. En distintos momentos de la década, China ha recibido una tercera parte del capital manufacturero que entra al tercer mundo.
El derrumbamiento soviético ha afectado las relaciones neocoloniales en el mundo. El poder e influencia soviéticos en el tercer mundo y su modelo "estatista" de dominación y desarrollo neocolonial, si bien débil con relación al imperialismo occidental, ya no constituyen un impedimento.
La situación de India es un buen ejemplo. La Unión Soviética ha sido el mayor mercado para las exportaciones de India y principal proveedor de energéticos (buena parte de los cuales los recibieron las empresas paraestatales). En 1991, cuando se vino abajo esta relación y cuando la guerra del Golfo cortó el dinero que los obreros hindúes remitían desde el exterior, India tuvo una grave crisis de divisas. Los imperialistas yanquis acudieron al rescate, inyectando enormes cantidades de capital en India (en dos años, su inversión en India rebasó el total de su inversión ahí de toda la última posguerra). El imperialismo yanqui viene reforzando su control sobre la economía de India.
La lucha sobre los términos específicos de los nuevos acuerdos internacionales de comercio e inversión (como la OMC) y sobre quién va a hacerlos cumplir, y las agendas estratégicas contendientes entre Estados Unidos y Japón en las cumbres de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC), también expresan la interconexión entre la creciente penetración imperialista en el tercer mundo y la intensificación de la rivalidad geoeconómica entre las grandes potencias imperialistas.
Se ha dado una reorganización de las relaciones entre imperialistas y cierta reestructuración del capitalismo mundial. Esto ha estimulado inversión, crecimiento y mayor reorganización de la economía mundial (la crisis económica mundial de los años 70 y 80 provocó la reestructuración de importantes industrias, regiones y relaciones laborales).
La globalización imperialista se ha acelerado en esta nueva estructura geopolítica de los años 90: con ella el imperialismo puede repartir capital, mano de obra y tecnología en formas más complejas y diversas, en formas complementarias nuevas para abaratar los costos. En estas nuevas condiciones, se están forjando nuevas alianzas y estrategias competitivas.
Se ha ampliado el campo en que los imperialistas rivalizan por mercados. Cientos de millones de obreros del ex bloque socialimperialista soviético y de China hoy son parte de una fuerza de trabajo mundial más integrada. Con la creciente integración y centralización económica, es posible combinar el capital con mayor facilidad, y desplegarlo, invertirlo y retirarlo con mayor rapidez en todo el mundo.
Se han operado y siguen operándose grandes cambios organizativos y tecnológicos en el funcionamiento del capitalismo mundial, mientras que el capital procura realzar su flexibilidad, minimizar costos y recortar el tiempo de reacción al compás de las fluctuaciones de la demanda del mercado mundial.
Estas y las consecuencias geopolíticas (mencionadas arriba) del derrumbamiento de la Unión Soviética y su bloque han tenido efectos de gran alcance.
Por estas razones, no pensamos que sea correcto caracterizar la situación general de los imperialistas hoy como "crisis", ni más específicamente, como una continuación de la misma crisis que empezó a mediados de los años 70.
Hemos usado la frase "crisis estructural" para describir el estado de la economía mundial en 1973-89 ("La globalización imperialista y la lucha por otro futuro", Raymond Lotta, Obrero Revolucionario, No. 934, 30 de noviembre de 1997, da una explicación concisa de los orígenes y las manifestaciones de esa crisis). Aparte de sus elementos más específicos, una crisis mundial de acumulación se refiere al hecho de que existen trabas y obstáculos a la reproducción, expansión y reorganización rentables del capital a nivel mundial.
Una crisis es un fenómeno complejo. Pero, en nuestro análisis de la "crisis estructural" de los años 70 y 80, un componente esencial fue el surgimiento de barreras tanto en los países imperialistas como en los países oprimidos. En particular, esto abarcó la interacción de una base de rentabilidad decreciente en los países avanzados con una desarticulación en los países dependientes.
La rivalidad entre imperialistas también condicionó esta crisis y se compenetraba con ella. El reparto del mundo de ese entonces, y la existencia de un bloque rival, constituían un obstáculo fundamental a la capacidad de ambos bloques para superar los principales problemas de la crisis económica y política a su favor en un sentido duradero.
En los años 90, tras el derrumbamiento de la Unión Soviética, surgió una nueva configuración entre imperialistas y se dio una racha de reestructuración (ciertos aspectos de lo cual ya estaban en marcha en los años 80). Como resultado, se logró superar en cierta medida barreras previas: por ejemplo, los factores geopolíticos que habían impedido los flujos de capital imperialista, así como barreras que levantaron las anteriores rondas de inversión y expansión en una estructura económica y política mundial particular que ahora se ha alterado.
Por ello, se han operado cambios significativos.
Por otra parte, la reorganización y la reestructuración de la economía mundial, a nuestro parecer, no han sentado la base ni creado las condiciones generales para lo que se puede llamar "crecimiento expansivo".
En general, en los años 90 la economía mundial ha tenido un crecimiento lento, en especial en los principales países imperialistas. La producción mundial creció a una tasa anual promedio de 3,2% en 1990-98; el promedio de crecimiento de las siete principales economías capitalistas desde 1993 ha sido de 2,4%. Para poner estas cifras en perspectiva, en 1948-73 el crecimiento de la economía mundial fue de un promedio anual de 5%.
El crecimiento en los años 90 ha sido muy desigual. China ha tenido una tasa de crecimiento muy alta. A Asia le tocaron dos tercios del crecimiento de la producción mundial entre 1990 y 1996. Por otra parte, importantes industrias del mundo, como la automotriz, la química y la electrónica, sufren de sobrecapacidad (y Asia oriental, un importante imán de inversión en el mundo en los años 90, ha sido la principal fuente de sobrecapacidad de la manufactura mundial).
Además del crecimiento flojo en general, la economía mundial se caracteriza por gran inestabilidad, manifiesta en la persistente turbulencia económica.
Lo que sucede en la economía mundial no es, como hemos sostenido, análogo a lo que sucedió en la posguerra. En esos años, la reorganización mundial sentó las bases para el auge de la posguerra y en los países imperialistas al crecimiento le acompañó un aumento del gasto público social. Es notable que las actuales recuperaciones no están generando una economía "socialmente estabilizadora"; al contrario, lo que vemos es el desmantelamiento del "Estado benefactor". Para enormes sectores de las masas del mundo, la pobreza y la angustia se profundizan.
Para elaborar más a fondo este análisis de la economía mundial: Europa occidental sigue estancada en un crecimiento lento (el reciente crecimiento ha tenido una fuerte orientación a la exportación). Para Alemania, el dínamo económico de Europa, la absorción de Alemania oriental generó gastos y tensiones mucho mayores de lo que se anticipaba, y el imperialismo alemán tiene problemas de ajuste a las condiciones económicas internacionales.
Rusia vive uno de los episodios económicos más brutales del siglo 20: la actividad económica se desplomó 40% entre 1991 y 1997; la pobreza se ha extendido y la esperanza de vida ha bajado; vastas extensiones de lo que fuera el imperio soviético son desiertos económicos o están al borde del colapso económico.
Japón todavía no se recupera de las dificultades económicas y de la recesión de comienzos de los años 90, la más grave en ese país desde la II Guerra Mundial. El tejido institucional del capitalismo japonés de la posguerra se está deshilachando.
Estados Unidos ha experimentado el crecimiento más robusto de los años 90 con relación a las otras economías imperialistas. Esta expansión tiene características particulares: una buena tajada de la inversión de capital se ha destinado al sector financiero; el auge del mercado de valores ha sido un elemento central de esta expansión; y el crecimiento de la productividad no ha vuelto a los niveles sostenidos de los años 50 y 60 (hay que investigar todo esto más a fondo).
[Algo para investigar: ¿por qué es que el imperialismo no puede "contentarse" con un bajo nivel de crecimiento y "estabilizarse" ahí? Parece que la respuesta reside en buena medida en el imperativo de expandirse-o-morirse de la acumulación competitiva y rentable, y en el impulso y las consecuencias anárquicos de la acumulación globalizada. Por ejemplo, el capital imperialista ha buscado gastos menores y ganancias mayores en Asia oriental, región de crecimiento más rápido, y eso ha generado contradicciones particulares.]
A lo largo de los años 90 ha habido una "crisis mundial de trabajo". Casi un tercio de la fuerza de trabajo del mundo está desempleado o subempleado (no puede conseguir trabajo de tiempo completo o trabaja de tiempo completo por un salario que no alcanza para vivir): un nivel no visto desde la Gran Depresión.
En Europa occidental, uno de cada 10 trabajadores no tiene trabajo. En Asia, Africa y América Latina, más de 800 millones de personas no tienen trabajo o hacen trabajos que no pagan lo suficiente para vivir. En América Latina, ocho de cada 10 trabajos nuevos "creados" en el último lustro son en la "economía informal" de trabajos mal pagados y sin regulación (legales e ilegales): jornaleros, vendedores ambulantes, obreros de talleres, trabajadores del transporte y toda clase de oficios de la calle.
La enorme expansión del trabajo por horas o de empleos "informales" (una tendencia mundial) se relaciona con la dinámica de crecimiento lento e inestable de la economía mundial, con los desequilibrios que genera el desarrollo dominado por el imperialismo en las naciones oprimidas, y con ciertos cambios tecnológicos y organizativos (esto se trata en la Parte II).
La inestabilidad económica y monetaria amenaza a la economía mundial. La deuda del tercer mundo es de cerca de 2 trillones de dólares (el doble de principios de los años 80). Los años 90 han presenciado tres trastornos financieros importantes: las crisis monetarias europeas de 1992-93, la crisis del peso mexicano de 1994-95 y, recientemente, la turbulencia financiera asiática. La inestabilidad monetaria es un elemento persistente de la economía mundial. El papel contradictorio del dólar como moneda internacional de reserva e instrumento de dominación yanqui, al igual que las movedizas fluctuaciones del tipo de cambio yen-dólar, continuarán generando tensiones.
Una gran porción de los flujos de capital del mundo es de corto plazo y especulativa; en 1971, el 90% de las transacciones de divisas correspondió al comercio e inversión, y solo el 10% a la especulación; hoy, la situación es al revés: de 85% a 90% de las transacciones de divisas corresponde a la especulación. Al parecer, este fenómeno se relaciona a la globalización de los mercados financieros y al descenso de inversiones de capital de largo plazo.
El capitalismo mundial ha creado toda clase de nuevos instrumentos y mercados financieros, junto con nuevas formas de coordinación financiera mundial. Un estudio lo dijo así: "El sistema financiero ha alcanzado un grado de separación de la producción real sin precedente en la historia del capitalismo, llevando al capitalismo a una era de peligros financieros igualmente inauditos".
Grandes cantidades de capital líquido tienen el potencial de abrumar al sistema financiero mundial. La "economía de burbuja" japonesa se reventó a inicios de los años 90 ("economía de burbuja" se refiere a un aumento especulativo del valor de los activos, como acciones y bienes raíces, que no se correlaciona con el crecimiento subyacente de la economía) y la estructura financiera de Japón aún está seriamente debilitada. El imperialismo también tiene que administrar niveles cada vez más volátiles de deuda acumulada.
Pero, sería un gran error basar nuestro trabajo en la probabilidad de una depresión o colapso tipo 1929-31. Los imperialistas han aprendido de la historia. Han establecido ciertas instituciones y harán grandes esfuerzos (como han hecho los bancos centrales y el FMI en los últimos 20 años) para prevenir pánicos financieros. Pero los trastornos financieros que pueden sacudir los cimientos de la economía mundial son una parte fundamental de la situación. Y los choques financieros difíciles-de-contener continuarán desestabilizando el sistema.
La crisis de Asia oriental es un fenómeno sobresaliente de las tendencias globalizadoras de los años 90. Está relacionada con el gran aumento de los flujos de capital a partes del tercer mundo que se dio en esta década; al crecimiento orientado a la exportación que caracterizó el dinamismo de esta región pero que se volvió más y más insostenible cuando más países de la región se "enchufaron" a esta dinámica, producto del afán del capital imperialista de mudarse a sitios de producción más baratos; y a la intensificación de la globalización de los mercados de divisas y acciones y el auge de flujos financieros transfronterizos cortoplacistas.
La economía estadounidense lleva siete años en recuperación y expansión. En este período Estados Unidos ha buscado fortalecer agresivamente su posición en los mercados internacionales. En el país, las reorganizaciones corporativas, las brutales reducciones de planta y la adopción de nuevas tecnologías de informática y reducción de costos, así como la dura reestructuración de la fuerza de trabajo y las relaciones laborales, han impulsado la recuperación (la proporción de trabajadores sindicalizados descendió de 24% en 1980 a 15% en 1997).
Después de una década de reducción de planta, las grandes corporaciones han estado fusionándose a un ritmo y a una escala nunca vistos desde las fusiones industriales de inicios del siglo. De esta manera el capital imperialista busca aprovechar las nuevas oportunidades mundiales y colocarse en posición para los nuevos desafíos competitivos mundiales.
Con Alemania y Japón en dificultades, Estados Unidos ha recuperado algunas ventajas económicas competitivas en la economía mundial. El dólar se ha reforzado respecto a otras monedas imperialistas. Lo anterior está muy relacionado con un aumento de inversiones extranjeras: la salida de capital de inversión extranjera directa subió de $23 billones en promedio en 1985-89 a un promedio anual de $88 billones en 1993-97.
[Algo que investigar: lo que parece ser una tasa significativamente superior de formación de capital en Estados Unidos en la forma de exportación de capital en comparación con la inversión interna en los últimos 20 años y la creciente porción de ganancias del exterior en el total de las ganancias durante la recuperación de los últimos años.]
Estados Unidos todavía tiene la economía más fuerte del mundo: más del doble, en tamaño, que la segunda economía, Japón. Pero, en nuestra opinión, Estados Unidos no puede jugar, ni siquiera en esta recuperación, el mismo papel de "locomotora" de la economía mundial, de estimular el crecimiento y de jalar a otras economías nacionales, que desempeñó en la posguerra.
Esa capacidad de "locomotora" se basó en la estructura general de las relaciones de producción internacionales, la posición de mando de Estados Unidos en la economía mundial, el impacto de su mercado nacional en la demanda mundial, y la influencia del gasto público y de las transacciones internacionales en la estimulación y el financiamiento del crecimiento mundial. Se basó también en su papel geoestratégico, en particular de cabeza de un bloque en una contienda "bipolar" imperialista.
Esa situación ya no existe. El poder económico mundial de Estados Unidos ha disminuido con relación a la situación de los años 50 y 60. Su porción de la producción mundial ha caído de 50% hasta 1960 a aproximadamente 25% hoy (y su porción del comercio y de la inversión ha tenido una baja semejante). Es más, Estados Unidos salió de la "guerra fría" económicamente debilitado. Con grandes déficits comerciales y una necesidad de reducir los déficits presupuestarios, le es difícil recurrir a políticas monetarias y de gasto público expansionarias.
Hoy, ninguna otra potencia imperialista está en condiciones de ser "locomotora" o de jugar el papel dirigente y organizador en la economía mundial que desempeñó Estados Unidos en las décadas después de la II Guerra Mundial. Esto no quiere decir que una economía "locomotora" o "de mando" sea un elemento necesario de la reorganización mundial. Pero la existencia de tal "locomotora" tendrá una gran influencia en el crecimiento.
Los imperialistas tienen cierta agenda común con relación a los programas de ajuste estructural del FMI y el Banco Mundial en el tercer mundo, los convenios sobre la liberalización del comercio e inversión que les faciliten penetrar, retirarse y ser dueños de las economías de las naciones oprimidas, etc. Pero, como subrayamos, un elemento importante de la nueva situación es una intensa rivalidad económica entre los imperialistas.
Un aspecto de la intensificación de la competencia geoeconómica entre los imperialistas es la tendencia, también citada antes, hacia la regionalización y la formación de bloques económicos regionales. Por una parte, la integración regional encabezada por Japón en Asia y la integración regional encabezada por Estados Unidos mediante el TLCAN/NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) son parte de un proceso de reducir el costo de la mano de obra y elevar la rentabilidad. Por otra parte, la integración regional es parte de una estrategia por medio de la cual los imperialistas rivales están forjando posiciones comerciales y de inversión privilegiadas para que puedan competir entre sí con mayor efectividad en una economía mundial de crecimiento lento.
Estados Unidos ha venido reforzando su posición comercial y de inversión en América Latina en parte para fortalecer su capacidad de competir en el mundo con Japón. A su vez, la región asiático-pacífica ha sido una importante arena y campo de batalla precisamente porque ha sido (¡hasta recientemente!) la región de crecimiento más dinámico en una economía mundial de crecimiento lento.
Un factor decisivo en la actual situación mundial son las relaciones económicas entre Estados Unidos y Japón. La rivalidad, balanzas comerciales desfavorables, alineamientos monetarios, movimientos financieros y demás entre ellos constituyen un eje de primordial importancia y potencial fisura fundamental de la economía mundial. La volatilidad del sector financiero interpenetra fuertemente con la rivalidad de estos dos países. A la vez, con la inminente creación de una moneda europea unificada, el dólar tendrá su primer competidor real como moneda de transacción internacional y de reserva desde que desplazó a la libra esterlina británica hace 75 años.
Con el derrumbamiento de la Unión Soviética y la desintegración de la estructura de relaciones internacionales de la "guerra fría", se dio la resolución de ciertas contradicciones; pero otras contradicciones persisten y se agudizan, y algunos aspectos y factores de la nueva situación ya están dando señas de convertirse en su opuesto. Un ejemplo de esto es la turbulencia financiera en Asia oriental.
Se deben señalar dos puntos acerca de la reestructuración de la economía mundial.
Primero, le está dando sus golpes más crueles a las masas de las naciones oprimidas. El nivel de vida de los 2,5 billones más pobres del mundo está deteriorando. Los programas de austeridad y ajuste del FMI y del Banco Mundial han llevado a desatender la infraestructura y los servicios sociales, y han causado una enorme desnutrición.
Segundo, la reestructuración y el crecimiento están generando nuevas tensiones y desorden en el sistema mundial. Llama la atención la velocidad y ferocidad con que estalló la crisis mexicana (y esto es algo nuevo: una crisis en una economía "reformada" y "reestructurada"). En general, las neocolonias están atrapadas en una prensa de tornillo: entre las "exigencias de exportación" de los ajustes estructurales del FMI (presionan a los países para que eleven constantemente sus exportaciones a fin de amortizar su deuda) y el crecimiento lento y acceso restringido a los mercados de los países avanzados. Los países del tercer mundo están sujetos a rápidas inyecciones y retiradas de capital de corto plazo.
Un aspecto que define la situación actual, como escribió Bob Avakian, es que "en muchos países del tercer mundo definitivamente existe cierta crisis", con un patrón "muy enmarañado" de dinamismo, estancamiento y destrucción en el tercer mundo:
"Hay una combinación muy volátil de dinamismo y destrucción de fuerzas productivas. En cuanto a la destrucción de fuerzas productivas, en el mejor de los casos, mucha, mucha gente no tiene trabajo; pero se está dando, literalmente, una amplia destrucción de seres humanos en el tercer mundo. Es importante, y muy importante de hecho, destacar esa destrucción y adherirnos firmemente al principio de que los seres humanos representan la fuerza productiva más importante y dinámica de todas. Por ello, la destrucción de fuerzas productivas no solo quiere decir la destrucción de tecnología; el sistema está matando o dejando morir en condiciones horrendas a enormes sectores de la población del mundo.
"En el tercer mundo en general, se da un gran fenómeno de `enclaves' (zonas muy desarrolladas que utilizan alta tecnología, etc., en medio de masivas dislocaciones y pobreza, y desarticulación general) y la destrucción de fuerzas productivas, en particular de masas fuera del `mercado libre de laissez-faire'".
De nuevo, opinamos que la resolución coyuntural de 1989-91 y las transformaciones estructurales que posteriormente se han acelerado no están creando las condiciones para un crecimiento mundial estable y sostenido. Desde luego, tenemos que demostrar por qué es así. Tenemos que explorar qué aspectos de las estructuras y relaciones de la economía mundial (composición del capital, necesidades mundiales del capital, peso de la deuda, etc.) bloquean su expansión y rentabilidad.
Para mantener una tasa razonable de crecimiento en las economías capitalistas avanzadas, también es necesario que haya crecimiento en el tercer mundo. Pero tal crecimiento (y mayor reestructuración) requiere de enormes inyecciones de capital, lo que al parecer rebasa las posibilidades del Occidente. Es importante subrayar que este problema es tanto cuantitativo como cualitativo. La inversión imperialista en el tercer mundo causa y agrava la desarticulación. E independientemente de la cantidad de capital que inviertan los imperialistas, ello no generará, durante un período prolongado, el tipo de crecimiento que permita al capital imperialista sostener una expansión a largo plazo ni rentabilidad en general.
Tenemos que analizar más a fondo las dificultades que confrontan los imperialistas en su coordinación global de la economía mundial y los problemas resultantes. Y tenemos que tomar en cuenta las contradicciones y clara inutilidad de la economía fiscal keynesiana (esta economía, o política, fiscal se refiere a las medidas tributarias y de gasto público que toma el gobierno para estimular el crecimiento).
He aquí el panorama, en pocas palabras: en casi la mitad de los países del tercer el ingreso per cápita era menor en 1997 que hace 10 ó 20 años. A pesar del surgimiento de unos "países de reciente industrialización" (receptores de inversiones imperialistas), la brecha entre las naciones ricas y las pobres es más extrema que nunca. En 1960, el 20% más rico del mundo ganaba 30 veces más que el 20% más pobre; en 1997, ganaba 74 veces más.
En Africa, el estancamiento económico, la desintegración infraestructural y las enfermedades azotan a gran parte del continente. La globalización imperialista está acabando con la agricultura de subsistencia en muchos países del tercer mundo. Cada año, de 75 a 90 millones de personas del tercer mundo trabajan como emigrantes en otros países.
La fuerza de trabajo del mundo sigue pasando por una brutal reestructuración. Se profundiza la desigualdad económica y social, tanto en los países dependientes como en los avanzados. Los asesinos "programas de ajuste" del FMI son la norma en el tercer mundo y aceleran la dislocación de la población rural. Aumentan las formas de servidumbre obligatoria para pagar deudas y el trabajo infantil en el mundo. El "Estado benefactor" está bajo ataque en los países imperialistas, y en el país más rico del mundo, Estados Unidos, construyen más y más cárceles para mayores sectores de la población "no asimilable".
La devastación ecológica se extiende por todo el mundo. En Asia y América Latina saquean bosques, tierras de cultivo, pesquerías y vías fluviales para amortizar la deuda externa.
En grandes partes del tercer mundo, hay una marcada tendencia hacia el caos.
Este es el mundo en vísperas del próximo milenio. Este es el funcionamiento "normal" del imperialismo.
El sistema mundial no está, en su totalidad, en crisis; tampoco lo azota una sola crisis mundial. Pero vive una situación "sumamente mixta": hay cierta expansión y zonas de alto crecimiento; hay nuevos patrones de inversión de capital; hay mayor integración económica y ha habido recuperación económica en Estados Unidos. Pero hay crisis en partes significativas del mundo, y se incrementa la pauperización y sufrimiento en buena parte del mundo. En general, las contradicciones nacionales y de clase se están agudizando en el mundo.
Esto no quiere decir que las masas sufren solamente cuando el capitalismo mundial esté en crisis (aunque la crisis agrava ese sufrimiento). Tampoco quiere decir que la lucha revolucionaria debe esperar el inicio de una crisis económica; la marejada de lucha revolucionaria de los años 60 se dio en un período de auge.
Bob Avakian ha caracterizado el período actual como de "transición con potencial para grandes trastornos". Esta es quizá la mejor descripción breve de lo que pasa. La acumulación a nivel mundial está desgarrando y generando grandes cambios en el tejido de la vida económica y social; está causando una polarización extrema, fragmentación, dislocación y toda clase de pesadillas de alta tecnología.
Todavía se está conformando el "nuevo orden mundial" anunciado por la guerra del Golfo y el derrumbamiento de la Unión Soviética y su bloque. Hay mucha turbulencia en la situación actual y habrá más turbulencia debido a las transiciones que se están dando. Que los imperialistas logren o no logren estabilizar la situación, cómo y a qué costo para las masas del mundo, tendrá muchas repercusiones para el pueblo.
Existen elementos contradictorios en la nueva situación mundial: unos más favorables, otros menos, para las luchas de los pueblos. En esta situación general, existen muchas bases para impulsar la lucha revolucionaria: para desarrollar las guerras populares prolongadas existentes y lanzar nuevas en las naciones oprimidas; para llevar a cabo luchas y preparativos revolucionarios en los países imperialistas, donde se agudizan las contradicciones, incluida la contradicción de clase; y para crear condiciones más favorables en el mundo por medio de lucha.
Cuando se terminó de escribir "Apuntes sobre economía política" estallaron los trastornos financieros de Asia oriental, y en los meses que han transcurrido desde entonces la turbulencia y las tensiones de la economía imperialista mundial se han agudizado. Nuestro partido está analizando la naturaleza y la importancia de los cambios económicos globales del último año y medio. A continuación, un breve resumen de los sucesos centrales.
En el segundo semestre de 1998, Asia oriental, la región de más rápido crecimiento del mundo, sufre un colapso económico que inicia una ola de contracción y desestabilización en la economía mundial. En agosto de 1998, Rusia no puede pagar préstamos por 40 billones de dólares al Occidente y se suscita otra ola de trastornos financieros globales. Sigue Brasil, la mayor economía de América Latina: los inversionistas empiezan a deshacerse de la moneda nacional y los prestamistas de corto plazo se esfuman; cae la bolsa y en enero de 1999 la moneda se ha devaluado un 40%.
En septiembre de 1998, se ven los nubarrones de una crisis financiera global grave. Los inversionistas sacan grandes cantidades de capitales de las economías de mercados emergentes (y los flujos netos de capital privado a esas economías alcanzan el nivel más bajo de la década); quiebran bancos y negocios en Asia, Rusia y América Latina; el precio de las materias primas se desploma (en parte por la menor demanda de insumos industriales en Asia oriental). Las economías que producen el 35% de la producción mundial están en recesión o muy cerca y los estadistas imperialistas contemplan el potencial de un serio bajonazo económico global.
Desde el comienzo de la crisis asiática en el verano de 1997, las potencias occidentales (con Estados Unidos a la cabeza) han seguido una estrategia dual, principalmente por medio del Fondo Monetario Internacional. Por un lado, han tratado de "contener la crisis" con enormes "rescates" de emergencia a fin de mitigar el pánico financiero y de proteger a los inversionistas. Por otro lado, han profundizado la "reforma estructural": como condición para créditos y entradas de capital, obligan a las economías afectadas a reducir el gasto público (especialmente en programas sociales) y a tomar otras medidas para estabilizar la moneda, y exigen mayor apertura al comercio, inversión y absorción imperialistas.
Hasta la fecha (otoño de 1999), las potencias imperialistas han limitado la difusión del trastorno financiero. Por otra parte, la expansión económica de Estados Unidos ha mantenido en marcha la economía mundial: Estados Unidos ha sido en buena medida el "mercado de último recurso" de las exportaciones de China, Japón, México, Brasil y Canadá. Pero la economía estadounidense no es el "motor" de un crecimiento global sostenido o vigoroso.
Es preciso hablar un poco más sobre el desempeño relativamente fuerte de la economía de Estados Unidos. Por un lado, el imperialismo estadounidense ha sido el principal beneficiario de la reestructuración del capitalismo mundial y de la aceleración de la globalización imperialista que se dio después de la "guerra fría" (como analiza "Apuntes sobre economía política").
Por otro lado, ha recibido ciertos beneficios económicos de las perturbaciones y dificultades globales de los últimos dos años. La devaluación de monedas de Asia oriental y de otras partes (relacionada con la necesidad de aumentar la competividad de las exportaciones) ha bajado los precios de los productos de importación que entran a Estados Unidos, y eso ha controlado los costos de producción y la inflación. Además, el capital extranjero que llega a Estados Unidos huyendo de mercados volátiles está financiando el déficit comercial y las inversiones. Las trasnacionales estadounidenses han acaparado propiedades por billones de dólares (de plantas industriales a compañías financieras) a precios de ganga en Asia oriental y otras partes.
La producción mundial creció apenas 2,5% en 1998 (en comparación con 4% en 1996 y 1997). A mediados de 1999, partes de Asia oriental experimentaban cierta recuperación y se veía reanimación económica en Europa occidental. Pero todo esto es inestable y el crecimiento mundial para 1999 se proyecta por debajo del 3%.
La economía mundial sigue teniendo el problema de sobrecapacidad productiva (demasiada producción potencial de fábricas, minas, etc., con respecto a la demanda mundial) en varias industrias globales clave, como la automotriz. La baja del precio de mercancías hizo estragos a lo largo de 1999 en muchos países del tercer mundo productores de materias primas y exportadores de mercancías. El crecimiento económico de Sudamérica es mínimo. La economía de China se está contrayendo. Japón está profundamente endeudado y el gobierno trata de estimular la vacilante economía. Han estallado nuevas disputas comerciales entre Estados Unidos, Japón y Europa occidental. Los grandes y rápidos movimientos de capital en dólares, yen y euros (las tres principales monedas del mundo) en respuesta a cambios económicos representan un elemento de volatilidad.
Para los explotados y oprimidos, las medidas de austeridad y crisis regionales redoblan el sufrimiento. En el tercer mundo, docenas de millones han perdido el trabajo y caído en mayor pobreza. En Indonesia 20 millones más de personas se hundieron en la pobreza en 1998 y hoy la mitad de los niños menores de 2 años sufre de desnutrición. El hecho escueto es que en el año 2000, 1,5 billones de personas del planeta, es decir, una de cada cuatro, vivirán con menos de un dólar al día. El triunfalismo de las maravillas del "mercado libre" es más falso que nunca.
"Apuntes sobre economía política" habla de que nos encontramos en un período de "transición con potencial para grandes trastornos". Ya se están manifestando muchos de esos trastornos.
octubre de 1999
Nuestro análisis de los años 80 reconoció la existencia de una crisis de la economía mundial, con una dinámica y elementos particulares en los bloques encabezados por Estados Unidos y los soviéticos. Tal vez subestimamos la profundidad de la crisis económica en la Unión Soviética (y su bloque). En varias publicaciones del partido se han tratado diversos aspectos de esta crisis.
Al analizar la crisis del bloque soviético, tenemos que comprender más a fondo la dialéctica entre los factores internacionales y lo que se podrían llamar las características y distorsiones "específicas del sistema" de la formación de capital soviética. Los constreñimientos, compulsiones y presiones internacionales eran lo principal, pero se filtraban por las estructuras específicas del capitalismo monopolista de Estado soviético (cuya evolución se condicionó en parte por la posición internacional de la Unión Soviética).
Entre los puntos que se deben analizar, figuran:
La división soviética del mundo y la naturaleza particular del bloque soviético y las relaciones en su interior. El bloque comercial soviético-Europa del este se caracterizó por una excesiva concentración de industria pesada y un bajo nivel de especialización industrial. El bloque tuvo dificultades crónicas para elevar la productividad agrícola. Sus vínculos comerciales abarcaban subsidios y trueques (intercambio de bienes por bienes), cosa que limitó la participación en la economía mundial. Algo de mucha importancia es que, a pesar de sus avances geopolíticos en el tercer mundo, no pudo plantearse como una potencia económica y una firme alternativa neocolonial a la penetración occidental.
La década de los 80 le presentó al socialimperialismo soviético mayores y crecientes presiones y desafíos dentro de su bloque e imperio; por ejemplo, tuvo que imponer ley marcial en Polonia y se empantanó en Afganistán.
Los efectos de los cambios económicos globales y de la mayor integración de Europa del este con el mercado mundial sobre la estructura y desempeño del bloque.
El costo cada vez más insostenible de responder al reto frontal del imperialismo yanqui.
Un hecho central de la crisis en la Unión Soviética fue la militarización sobre una base económica débil (según las cifras, parece que el gasto y la inversión militares soviéticos se aproximaban a los de Estados Unidos, aunque el tamaño de la economía soviética era quizá la mitad de la estadounidense). Parece que hubo dos grandes problemas: el tamaño del sector militar y la particularidad de sus vínculos con el resto de la economía (parece que la producción y la investigación y desarrollo militares no impulsaron de modo sustancial el aumento de la productividad ni elevaron el nivel técnico del sector civil).
Un factor secundario del análisis del derrumbamiento económico, pero también relacionado a la militarización, es el funcionamiento de las estructuras y mecanismos de planificación y los sistemas de incentivos (falsificación general de cifras, acaparamiento de insumos y renuencia de los gerentes a "correr riesgos" iniciando cambios e innovaciones), ligados con ciertas características de la acumulación en la Unión Soviética. Puede que incidan aquí los efectos de lo que se ha descrito como "crecimiento extensivo": un énfasis en el aumento del volumen de producción sobre una base técnica relativamente no dinámica. Pero no está claro el alcance de esto.
La Unión Soviética tuvo un crecimiento fuerte en los años 50 y 60, y su militarización sirvió para consolidar y extender el imperio. Tenemos que analizar más a fondo cómo todo esto se convirtió en su opuesto, y cómo parece haber levantado barreras al desarrollo y generalización de tecnología avanzada. La crisis y reestructuración exigía una reducción de gastos y aumento de tecnología avanzada en el bloque soviético y este tenía dificultades de ajuste (a inicios de los años 80, la producción siderúrgica soviética requería de dos a tres veces la cantidad promedio de energéticos por unidad de producción que en el Occidente). Y la rivalidad mundial imponía cargas adicionales.
Está claro que surgieron importantes trabas en la formación soviética de capital ("el derroche del Occidente sin su afluencia", como dijo un experto). La perestroika fue una expresión de la necesidad de superar esas trabas, pero fracasó.
Al examinar y "ponderar" factores "específicos del sistema" relacionados con el derrumbamiento, tenemos que ser cuidadosos en el tratamiento del capitalismo monopolista de Estado. El capitalismo de Estado no es "menos capitalista" o "menos apto" para la acumulación capitalista, y no hay una evolución necesaria del capitalismo de Estado hacia formas jurídicas más privadas.
De igual modo, la estructura del capitalismo monopolista de Estado no representa una barrera a la alta tecnología. Por un lado, Estados Unidos también tenía una carga burocrática, como la Unión Soviética, y su economía no era tan eficaz en los años 70, en comparación con la República Federal de Alemania y Japón. Por otro lado, si los soviéticos hubieran tenido una tajada más grande del mundo, tales ineficiencias y distorsiones no habrían sido una carga tan pesada.
¿Cómo explicar los elementos de "mercadeo" de la perestroika? Parece que estaban vinculados con medidas para superar trabas particulares y enfrentarse a la posición dominante del capitalismo occidental (y sus estructuras institucionales "de monopolios privados") en el mundo. Gorbachov pensaba que podría llevar a cabo reformas económicas sin socavar la posición fundamental del Estado (y del partido) en la economía, aunque trató de "desenchufar" las estructuras del Estado y del partido de algunas actividades económicas.
A fines de los años 80, la clase dominante soviética confrontaba la siguiente situación: no podía ir a la guerra y no podía continuar con la perestroika, y su fracaso aceleró el declive y desorden económicos. Además el glasnost (la "apertura" que apuntaba a resucitar los mecanismos de gobierno y los medios con que la clase dominante obtiene "consentimiento" y obediencia de la población) no desempeñaba en estas circunstancias su papel previsto.
Un resultado de la situación fue una "crisis de legitimidad". Esa crisis surgió como resultado de lo que Gorbachov puso en marcha (aunque venía de las contradicciones materiales subyacentes existentes antes del ascenso de Gorbachov). Y eso interpenetró con la crisis económica y otros fenómenos. Esta crisis de legitimidad fue una importante causa de la velocidad del derrumbamiento.
Es importante señalar que una "crisis de legitimidad" no es lo mismo que descontento social. Se da una crisis de legitimidad cuando las normas políticas y sociales que ha promulgado una clase dominante dejan de servir de cemento ideológico, incluso para forjar consenso interno de dicha clase, y cuando además fracasan los intentos de forjar nuevas normas de legitimidad.
A continuación, identificamos en líneas generales varios temas que es importante investigar y estudiar, y planteamos tesis preliminares al respecto.
La cuestión de evaluar las "reservas" del imperialismo se plantea directamente. ¿Precisamente qué "espacio" o "margen" existe en la situación objetiva? Cuando hablamos de "reservas", nos referimos a las fuerzas del imperio, específicamente a la capacidad del imperialismo de aguantar choques, superar estallidos particulares de crisis (por ejemplo, la de México, o ahora la de Asia oriental) y preservar la estabilidad en el imperio.
Un aspecto muy importante de esto es que las reservas del imperialismo (aquí hablamos principalmente del imperialismo yanqui) abarcan la capacidad de la clase dominante de asegurar su estabilidad política nacional por medio de estructuras de empleo, programas y políticas "concesionarias" (como welfare) y un "sistema de expectativas" ideológico. Esto lo hemos visto desde hace tiempo y ha sido una dimensión de nuestra investigación de la economía política del imperialismo (sin mencionar nuestras apreciaciones estratégicas).
Esta capacidad de aguantar y superar dificultades contrasta con una situación en que la clase dominante tiene opciones tan limitadas y una situación tan aguda que cada paso que dé para salvar su sistema solo empeora la situación. Y, como hemos subrayado en nuestro análisis anterior, es importante ver el problema de "reservas" de modo dialéctico, no con una metodología lineal y cuantitativa.
Nuestro análisis es que la situación actual es muy distinta a la que se dio de fines de los años 40 a inicios de los 70. Los imperialistas yanquis tienen un margen de maniobra pero es limitado, en comparación con sus opciones en los 25 años tras la II Guerra Mundial. Y esto tiene ramificaciones concretas para nosotros.
En la esfera nacional, la desintegración del "contrato social" de la posguerra. La expresión "contrato social" (o "pacto social") se refiere al principal programa con que la clase dominante controla y obtiene simultáneamente cierto grado de "cooperación" de las clases sociales que domina. Este "arreglo" entre clases, institucionalizado por la clase dominante, por lo general incluye una estructura específica de relaciones obrero-patronales y formas de legislación social.
En Estados Unidos, el "pacto social" de la posguerra ha tenido dos componentes. El aspecto del "Nuevo Trato" (seguro social, seguro de desempleo, etc., instituido en los años 30 y, en los 40 y 50, apoyos para comprar casa propia, etc.) iba destinado a la mayoría de la población asalariada, las amplias clases medias. Se vincula con formas de "regulación fordista".
Esta expresión la acuñó una escuela de economistas políticos y parte de la visión inicial de Henry Ford: que los obreros de producción en serie pueden comprar bienes de consumo, elevar su nivel de vida y obtener una tajada del sistema. Durante y después de la II Guerra Mundial, esta situación se generalizó más, acompañada de sindicalización (a la que se oponía Ford) y contratos sindicales de toda una industria. Con la expansión de las industrias de producción en masa y el consumo en masa en la posguerra, se estableció un "contrato social": la promesa corporativa de empleo estable y aumentos salariales a cambio del incremento de la productividad y la aceptación de los mandatos patronales por los obreros.
El otro aspecto de la "regulación concesionaria" se estableció después, durante los programas de la "Gran Sociedad" de los años 60. Esos programas para remediar la pobreza y mantener cierto nivel de ingresos (mayor Ayuda para Familias con Hijos Dependientes, cupones de comida, Medicaid) buscaban pacificar a los de abajo.
Ambos componentes se basaban en políticas keynesianas de "administración estatal": el gobierno costeaba programas para mantener la demanda agregada y reducir las fluctuaciones de los ciclos económicos; esto, a su vez, se basaba en una economía mundial expansionaria y en el lugar dominante de Estados Unidos en ella.
Ahora todo esto se viene abajo. ¿Por qué?
Por una parte, esas formas de estabilización social ya no corresponden a las opciones y necesidades de la clase dominante. Es más difícil costearlas debido a las tendencias económicas mundiales, a la competencia internacional y a la necesidad de reducir los déficits; y van contra la necesidad (deseo) de la clase dominante de hundir más a mayores sectores de la población.
Por otra parte, el "contrato social" se está desintegrando y está bajo ataque debido a la eliminación de cierta necesidad: a) el "fin de la guerra fría" (las protecciones sociales del Nuevo Trato y las medidas de la Gran Sociedad para mitigar las desigualdades se promulgaron, en parte, como "respuesta del capitalismo al socialismo" y a las promesas del "falso socialismo" post-1956); b) el declive de sectores del Nuevo Trato (por ejemplo, obreros sindicalizados de alta paga); y c) el hecho de que grandes sectores de las capas bajas (la juventud negra, etc.) tienen menos perspectivas de empleo.
Examinemos un poco más la secuencia de lo que ha estado pasando. En la posguerra, los imperialistas yanquis podían pagar salarios altos a obreros de capacitación baja y media (con educación de secundaria). A fines de los años 60, la situación empezó a cambiar pero las oportunidades todavía se estaban expandiendo y la burguesía pudo estimular el crecimiento de capas amortiguadoras de la clase media negra. De ahí a fines de los años 70 y principios de los 80, se dio una clara tendencia hacia la disminución y descenso del nivel de vida de capas de los obreros mejor pagados, pero un núcleo todavía sustancial, si bien decreciente, de obreros reforzó su posición aburguesada.
Durante los años 80, bajó el ritmo de aumento del gasto social y se recortaron ciertos programas y dependencias. De fines de los años 80 a la fecha, se dio una masiva reducción de planta en la economía estadounidense (con el aumento de traslado de fábricas, envío de producción a otros países y tecnologías que desplazaban a los obreros). Esta ola de reducciones de planta llegó a su apogeo en 1993, cuando las principales compañías despidieron a 600.000 obreros, pero continuó con furia hasta 1996, es decir, cuando la economía ya estaba en recuperación. Durante esa misma recuperación, ha habido un masivo embate a los programas de bienestar social y protecciones gubernamentales del Nuevo Trato y la Gran Sociedad. Todo esto ha golpeado a los de abajo y a sectores más amplios de las clases medias.
Una particularidad que hemos subrayado es que los programas de gasto público y expansión monetaria keynesianos ya no tienen los mismos efectos estimulantes que antes. Los Estados imperialistas no quieren y no pueden seguir ese camino a causa del peso de los déficits presupuestarios, temor de que prenda inflación, etc. Al final de la II Guerra Mundial, la deuda federal estadounidense representaba el 110% del producto interno bruto (PIB). Con el rápido crecimiento de los años 50 y 60, la deuda federal cayó a 24% del PIB. Pero con la crisis que se inició a mediados de los años 70 y la carrera armamentista de los años 80, el porcentaje subió a mucho más de 50% y permaneció a ese nivel durante la mayor parte de los años 90.
[Tenemos que analizar más a fondo y explicar con un lenguaje popular por qué los masivos déficits presupuestarios, y las tensiones que crearon, aumentaron la vulnerabilidad económica de Estados Unidos y limitaron su margen de maniobra en el mundo. A su vez, la "reducción del déficit" tiene sus propias contradicciones: 1) peligro de inestabilidad social a causa de los recortes gubernamentales y 2) contradicciones económicas en cuanto a satisfacer las necesidades del capital, como capacitación laboral.]
Una reserva importante del imperialismo yanqui es la existencia, en "un país del primer mundo", de un gran sector superexplotable de proletarios cuyas condiciones de vida y empleo tienen un carácter claramente tercermundista. La reestructuración de la economía nacional, especial pero no únicamente en la costa oeste, se ha basado en buena medida en aprovechar esa reserva (en particular, obreros inmigrantes). Pero este también es un elemento muy explosivo para el imperialismo yanqui y estratégicamente favorable para la revolución.
En la esfera internacional, las contradicciones del imperio. La crisis mexicana de 1994-95 es un ejemplo sobresaliente. Esta crisis amenazó con desatar inestabilidad en varios frentes. Un colapso de la economía mexicana podría prender explosiones sociales en México y tener repercusiones sociales y políticas a través de México y Estados Unidos. Un colapso tendría efectos retroalimentarios en la fuerza del dólar, en la rivalidad económica entre Estados Unidos y Japón, en el crecimiento e inversión en el resto de América Latina (que ya ha sentido los efectos adversos de la crisis) y en otros factores.
Así, por una parte, había una gran necesidad de armar el paquete de rescate del peso, y la clase dominante yanqui lo logró (fue el mayor paquete de ayuda económica desde el Plan Marshall de recuperación económica, que Estados Unidos patrocinó en Europa occidental después de la II Guerra Mundial).
Por otra parte, este rescate estaba cargado de dificultades. Enconados debates al interior de la clase dominante yanqui y diferencias entre los imperialistas pusieron en peligro el rescate a tiempo. Incluso con el rescate, existía el peligro de que la crisis se saliera de control, y sigue existiendo. Y se ha debilitado la capacidad financiera del FMI.
Ahora las tensiones y contradicciones aumentarán, porque tienen que rescatar a Tailandia, Corea del Sur, Indonesia, etc., con un paquete de préstamos mayor del de México. Un problema adicional es que Japón, el prestamista más grande a estos países y segundo contribuyente de importancia al FMI, está en aprietos económicos y, dado su lento crecimiento económico, no puede absorber el nivel de exportaciones de esos países con que podrían pagar sus préstamos y deuda, atraer nuevo capital extranjero y recuperar su porción del mercado.
En México, otro factor importante para nuestro análisis de las reservas es el hecho de que las condiciones de pago imponen una reestructuración más profunda y una austeridad más brutal. Esto ha provocado más miseria (la pobreza ha crecido de un tercio a la mitad de la población desde la crisis del peso de 1994-1995) y más crisis social y política.
El capital buscará aprovechar esas situaciones (como lo hace en México), pero estas medidas también intensifican las contradicciones y el potencial de trastornos sociales. En otras palabras, los imperialistas tomarán las medidas necesarias para impedir que tales crisis se agudicen y se salgan de control, y procurarán recuperar lo que puedan. Pero sus opciones no son las mismas que en la etapa de auge de la posguerra.
Tienen una necesidad más apremiante de "reciclar" sus problemas exportándolos y explotando más a otros países: presionar más a los capitales más pequeños y menos eficientes, socavar más a las capas sociales medias, aumentar los ataques al "verdadero proletariado" (las capas inferiores, más oprimidas de la clase obrera) y, en el tercer mundo, imponer austeridad, un terror estatal de "ajustes estructurales", o simplemente adoptar una actitud de dejar "que se mueran o se maten entre sí".
¿Por qué es la privatización y la reestructuración de la
actividad estatal un fenómeno mundial? Hay varios factores en
juego:
Mantener los altos niveles de gasto público (un legado del
Nuevo Trato, la organización de la posguerra del capitalismo
mundial y las medidas para contener la crisis de los años 70) en
condiciones de crecimiento lento crea presiones para reorganizar
y disminuir algunos aspectos de la actividad estatal, en
particular aquellos gastos que no afectan tan directamente el
aumento de la rentabilidad del capital, y para aumentar el
capital de inversión disponible al capital privado.
La privatización es un medio tanto para reestructurar la actividad estatal (y la intervención estatal está sujeta a criterios más directos de eficiencia de costos) como para justificar sus recortes sociales.
Parece que hay contradicciones entre las formas existentes de intervención estatal y las nuevas formas (o modalidades) emergentes de capital. En particular, el capital necesita mayor "flexibilidad" de la mano de obra y en los centros de trabajo. El Estado está atacando ahora las protecciones sociales tradicionales.
Los dos factores anteriores se relacionan con el desmantelamiento del "Estado benefactor" imperialista, lo que ha llegado más lejos y con mayor rapidez en Estados Unidos. En parte, la necesidad de reducir el Estado benefactor (y ahora las protecciones socialdemócratas en Europa occidental están bajo fuerte ataque) se debe a que no existe el mismo crecimiento robusto que en 1945-73, cuando el gasto público subió muchísimo y fomentaba crecimiento (y era costeado por dicho crecimiento.) La adopción de una política social "de menos concesiones y más golpes" es parte del arsenal del imperialismo para obtener ventajas competitivas. En resumen, el Estado benefactor tradicional ya no es compatible con las exigencias de expansión y rivalidad. Ahora, lo que se ha llamado "austeridad competitiva" (reducción de planta, de costos y recortes del gasto social a fin de competir con rivales que ya lo han hecho, o a fin de hacerlo primero) es parte de la dinámica actual del capitalismo mundial.
La retórica "anti-Estado" y de "que el mercado decida" juega un papel ideológico. La noción de que el Estado es un obstáculo al crecimiento económico y a la eficiencia, y que por ende debe "retirarse", tiene una función doble. Es un pretexto para recortar el gasto social y es un llamado a la unidad de la clase dominante (el keynesianismo fue la forma de ingeniería económica asociada con la expansión de la posguerra y, como no funciona, ¿qué hacer?: despedir al antiguo ingeniero y contratar a uno nuevo).
Puede que algunos elementos de esta desregulación y privatización tengan relación con la explosión de los movimientos financieros internacionales (transfronterizos), que tienden a eludir la regulación.
Pero el Estado todavía juega un papel central en la acumulación (en Estados Unidos, genera un cuarto del PIB) y esta es una característica estructural del capitalismo monopolista. El papel represivo del Estado en las economías, tanto neocoloniales como capitalistas reestructuradas, se está fortaleciendo, no reduciendo. ¡Y las políticas de desregulación y privatización las está aplicando y administrando el Estado imperialista!
El Estado no se retira de su intervención o regulación económica; lo que vemos es un cambio de dirección, o una reestructuración, de la actividad estatal. Y es obvio que podrían presentarse condiciones y circunstancias que requieren que el Estado intervenga o rescate empresas y sectores.
En el tercer mundo, tres fuerzas interdependientes parecen impulsar la privatización y la desregulación (las cuales avanzan a todo vapor):
En la posguerra, se manifestó cierta forma de "acumulación dependiente" en muchos países del tercer mundo: el Estado neocolonial jugaba un papel prominente en tanto productor y patrón e importante regulador de la economía; las clases compradoras y burocrático-capitalistas obtenían ganancias de los circuitos de la economía mundial por medio de operaciones de expansión, por ejemplo, de empresas paraestatales de materias primas; y el Estado neocolonial contaba con grandes cantidades de "ayuda extranjera" para financiar obras públicas. Un factor en juego aquí era la necesidad de Estados Unidos de fortificar gobiernos antisoviéticos en puntos estratégicos del planeta.
Esta situación ha cambiado (por ejemplo, desde los años 80, la ayuda extranjera de los países imperialistas se ha reducido muchísimo). En ciertos aspectos, la privatización y la desregulación son una expresión y una respuesta a las contradicciones que generaba esa forma de desarrollo dependiente en el tercer mundo, esa clase de interacción del Estado neocolonial con el mercado mundial.
La privatización y la desregulación son parte de la "globalización", de la "liberalización" del comercio e inversión impuesta por el imperialismo, lo que permite que el capital trasnacional domine más completamente a esas economías.
La privatización y la desregulación son parte del paquete de "ajustes estructurales" del FMI y el Banco Mundial: la venta de las empresas paraestatales al capital imperialista a precios de ganga, la forzosa reducción salarial, el recorte de subsidios estatales de comida, educación y salud, etc.
En una palabra, por medio de la privatización y la desregulación, el imperialismo aprieta la superexplotación y exprime más a estos países para que amorticen su deuda.
Un punto final: Esta ola de privatización y desregulación agrava las contradicciones inherentes al capitalismo. Los horizontes del capitalismo se achican (el "capitalismo cada vez más rápido" busca ganancias y maniobra por sacar ventajas) a la vez que se multiplican sus necesidades a largo plazo (arreglar la infraestructura vieja o reemplazarla, aumentar la capacidad de rescatar empresas y economías en quiebra, como en Asia oriental), y su impacto a largo plazo en las condiciones de vida (como degradación ambiental) se torna más destructivo. El capitalismo mundial acumula más rápidamente que nunca sectores de gente pobre que no tienen ningún interés creado en la preservación del sistema.
En la época del imperialismo, los circuitos del capital se
internacionalizan, y el alcance y el proceso de acumulación son
cada vez más globales. Pero el capital imperialista sigue
anclado en mercados nacionales y formaciones estatales
nacionales. En AID, analizamos que esta es una profunda
contradicción de la época. Pero, ¿ponen en tela de juicio
dicha tesis las nuevas formas de globalización y sus rápidos
avances?
Muchos teóricos de la "globalización" sostienen que
la base territorial-nacional del capital ha perdido buena parte
de su validez (el "capital no tiene país"). He aquí
su argumento: Los gigantescos movimientos de capital
transfronterizos, el surgimiento de la "línea de montaje
global" y la "trasnacionalización" de los
mercados financieros han generado un capital "suelto",
cuyas estructuras operan fuera del control o autoridad del
Estado-nación.
Para maximizar sus ganancias, según esos teóricos, el capital no tiene lealtad a ningún Estado; y al globalizar sus operaciones, el capital ha aventajado a los Estados nacionales y ha socavado la capacidad del Estado nacional imperialista de regular y administrar la economía. En pocas palabras, la movilidad del capital y la globalización de los mercados financieros están erosionando las formaciones nacionales estatales como unidades básicas de la economía mundial imperialista y le están restando validez a la nacionalidad del capital.
Sin duda alguna la globalización se está acelerando. En un día promedio, el volumen de transacciones de divisas es de aproximadamente 1,5 trillones de dólares; los flujos de inversión directa extranjera nueva en 1990 eran diez veces su nivel de 1975, y aumentaron más de dos veces y media entre 1990 y 1995; el 40% del total de los activos de las veinte mayores corporaciones estadounidenses están en el extranjero. Así que, ¿cómo contestar los argumentos sobre el "fin del Estado-nación"?
Pese a su movilidad, el capital no se ha desligado de su base en el mercado nacional (interno), ni se ha desligado de la expresión superestructural e institucional de esa base (el Estado nacional imperialista). ¿Por qué?
La porción más significativa de los activos y operaciones de los capitales internacionalizados individuales tiende a asentarse en su "base interna", o sea en sus respectivos mercados nacionales, y sus ganancias tienden a generarse en tal base o a repatriarse a ella.
En los mercados nacionales hay grandes emplazamientos de capital fijo (fábricas, centrales eléctricas y de otros energéticos, etc.); no vivimos en un mundo posindustrial ni en una sociedad pos-planta física y el capital no puede alzar sus cosas y trasladarse tan fácilmente de un país a otro. La investigación y desarrollo, y las operaciones corporativas de comando y control del capital globalizado, están situadas en el "mercado interno" por razones estratégicas.
La "base interna" juega un papel vital en la actividad del capital internacionalizado y más aún en una era de intensificación de la competencia mundial. Esto es verdad aunque haya una creciente tendencia hacia la formación de diversas alianzas transfronterizas de las grandes trasnacionales.
Un creciente mercado interno es una fuente de fuerza y ventaja competitiva internacional. Importantes empresas basadas en el mercado interno pueden aprovechar economías de escala (reducir sus gastos produciendo en mayor escala para un mercado grande). Desarrollan redes estratégicas de clientes, proveedores y subcontratistas. Obtienen reducciones de gastos usando grupos complementarios de industrias que surten insumos y elevan el nivel tecnológico del capital nacional. El capital japonés ha institucionalizado redes interindustriales en lo que se llaman keiretsu.
Hay tanto alianza como rivalidad entre las diversas unidades de capital nacional y dentro de estas alianzas, pero la existencia material de una "base interna" integrada le da coherencia y competitividad al capital nacional.
Las trasnacionales están fuertemente atadas a sus mercados internos. Cuando bajan las ventas brutas, los mercados internos tienden a protegerse a expensas de los mercados externos; cuando las empresas se expanden en el extranjero, continúan confiando fuertemente en sus proveedores nacionales; los países imperialistas tienden a oponerse a las adquisiciones de importantes industrias y sectores económicos por empresas extranjeras. Es difícil hallar un ejemplo de una trasnacional en que la mayoría de las acciones estén fuera de su base (país) nacional.
El capital requiere que el Estado nacional-imperialista tome medidas económicas y superestructurales para garantizar las condiciones generales en que se puede llevar a cabo la producción y el intercambio: la infraestructura (puertos, sistemas de comunicaciones, etc.) e insumos básicos (como energéticos), educación y entrenamiento laboral, y nueva capacitación para la fuerza de trabajo, administración de la economía (por medio de erogaciones presupuestarias, políticas deficitarias y demás), sistemas de banca central, y así sucesivamente.
De hecho, el capital no puede funcionar como capital internacionalizado sin estos apoyos y puntales. Por ejemplo, la expansión de los capitales japonés y alemán de la posguerra no puede separarse de los papeles que desempeñaron el Ministerio de Comercio e Industria japonés y el Bundesbank alemán.
El Estado imperialista sigue siendo el garante indispensable de la producción capitalista y de las relaciones sociales capitalistas (mediante coerción, represión y cooptación). El capital tiene que mantenerse y fortificarse en su base nacional. La estabilidad en el mercado nacional es una condición necesaria para su actividad internacionalizada, que en general entraña mayor riesgo, y los capitales nacionales tienden a ponerle más atención a la estabilidad en su mercado interno que en otras partes.
Por otra parte, el capital necesita un aparato (el Estado imperialista) y medios militares (una industria militar) para asegurar el ambiente internacional en que puede prosperar. Los capitales individuales en general no pueden obtener estas condiciones de dominación, ya sean programas de austeridad, terror contrarrevolucionario o ambos (como en Perú), o una guerra abierta, como en el golfo Pérsico.
El Estado imperialista es el guardián de los intereses del capital como un todo: organiza rescates para impedir quiebras, negocia tratados como el TLCAN/NAFTA, resuelve disputas entre capitales y forja consensos de clase por encima de intereses individuales.
Los Estados imperialistas establecen políticas comerciales, industriales y tecnológicas "estratégicas" para realzar o proteger la competitividad internacional de capitales nacionales. Apoyan y protegen a industrias importantes, como la aeroespacial, alta tecnología, etc. Las modernas instituciones financieras, a pesar de sus rápidas transferencias electrónicas de dinero a través de fronteras, siguen atadas a Estados nacionales específicos y a sus sistemas de banca central (como el Banco de la Reserva Federal) como "prestamistas-de-último-recurso".
La realidad material de los distintos mercados nacionales en que se basan los capitales individuales tiene otra consecuencia importante. Los capitalistas procuran influir directa e indirectamente en las políticas, cuestiones de gobierno, etc., de su Estado nacional cualitativamente más que en otros países (aunque son conocidos los casos de compañías, como la United Fruit o los gigantes del petróleo, que dominan el Estado en naciones oprimidas).
Por estas razones, las formaciones de capital y los Estados nacionales tenderán a reproducirse. Es posible que un capital individual se desligue de una base en determinado país y mercado nacional. Pero: a) otros capitales (que recién se generan o que migran hacia el mercado nacional) ocuparán su lugar; y b) aquellos que se desliguen de una base y Estado tendrán que cobijarse, por todas las razones citadas, bajo la sombrilla de otro Estado nacional (basado en otro mercado nacional).
Pero si el proceso de desligamiento de capitales individuales de su base nacional continuara en una escala masiva, una formación de capital bien podría desintegrarse pero la actual globalización no está disolviendo capitales y Estados nacionales.
No existen instituciones mundiales que sean equivalentes prácticos de Estados "internacionales", con la correspondiente autoridad, recursos y poder; no existen instituciones mundiales "supranacionales" (por encima de las naciones imperialistas). El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, no asume las funciones generales del Estado imperialista. Realiza funciones más limitadas y especializadas (si bien, como instrumentos del imperialismo, el FMI y el Banco Mundial se desempeñan como juntas de gobierno económico en muchas naciones oprimidas, en especial imponiendo fuertes requisitos cuando dan préstamos a países del tercer mundo).
El FMI no es, en esencia, una institución "por encima de naciones" ni en que los capitales imperialistas se hayan fusionado. Más bien, representa una "cofradía de imperialistas", en que domina un capital nacional: el del imperialismo yanqui. La Organización Mundial del Comercio (OMC) es un instrumento para forjar y organizar las reglas de comercio e inversión imperialistas; pero también es una arena de rivalidad entre imperialistas.
No queremos decir que la globalización no tenga relación con las formaciones de capital y los Estados nacionales. La producción, el comercio y las finanzas tienen menos amarras. Existe una contradicción entre la "regulación" nacional por el Estado imperialista y la organización económica mundial de las trasnacionales.
Además, en una economía mundial que se ha "globalizado" más y que obliga a las economías nacionales a ajustarse y reorganizarse a fin de mantener su competitividad y eficiencia, las políticas económicas del Estado imperialista están sujetas a diversas presiones y constreñimientos mundiales. Puede que se reduzca su radio de efectividad. (Desde luego, el control institucional que ejerce el Estado imperialista sobre la economía nacional es relativo; en verdad, la producción social no se regula.)
Por otra parte, la economía imperialista mundial no tiene instituciones reguladoras del mismo nivel y capacidad que su alcance y complejidad.
En resumen, la anarquía inherente a los procesos mundiales de crecimiento capitalista crea nuevos problemas de "control". La contradicción entre la acumulación internacionalizada y el carácter nacional del capital, lejos de superarse, se intensifica.
La economía mundial imperialista es una "unidad diferenciada"; no es una economía capitalista mundial homogénea. La acumulación capitalista es internacionalizada. La exportación de capital es la punta de lanza de la búsqueda de rentabilidad. El capital compite a nivel mundial: por medio de la introducción competitiva de tecnologías de punta en ramas internacionalizadas de producción, del movimiento competitivo del capital de un país a otro dentro de la misma rama de producción, del movimiento competitivo transfronterizo del capital de una a otra rama de producción.
Así que hay tendencias hacia normas mundiales de producción (para conservar su competitividad, el capital tiene que producir a cierto nivel de eficiencia) y hacia la fijación de valores mundiales y precios internacionales de producción promedios, es decir, hacia la "universalización" del trabajo social (valor), hacia el establecimiento del tiempo socialmente necesario de trabajo a nivel mundial. Pero estas tendencias no se han plasmado en su totalidad. No han llevado a la creación de una formación mundial de capital única (en que los mercados nacionales no tengan importantes particularidades) ni a un sistema de valores y precios único (aunque existen complejos procesos mundiales mediante los cuales se determina el valor a nivel mundial).
¿Por qué? Por la diferenciación cualitativa en la economía imperialista mundial, por las barreras y divisiones que se reproducen, y por los "modos de existencia" del capital internacionalizado.
En AID, explicamos que la acumulación se da por medio de monopolio, específicamente por medio del papel dirigente y estimulante del capital financiero y la existencia de relaciones de poder monopolistas mundiales en tecnología, finanzas, control de recursos naturales, comunicaciones y armamento; por medio de rivalidad entre corporaciones, bancos, etc., y entre Estados nacionales imperialistas; y por medio de la división del mundo entre países opresores y oprimidos.
Estos tres "por medio de" no son vestigios históricos de los albores del imperialismo o del capitalismo; son parte integral de la estructura y funcionamiento del capital internacionalizado, a pesar de que la producción capitalista se esté globalizando más. La acumulación mundial no puede desligarse de las relaciones de poder.
La economía imperialista mundial dista mucho de ser completamente homogénea. Existe significativa diversidad en las condiciones nacionales y locales. Las relaciones de producción de la economía mundial están diferenciadas: la semifeudalidad y las relaciones precapitalistas todavía existen en la economía mundial, la mano de obra se reproduce en diferentes condiciones, y el imperialismo aprovecha todo eso. En el sector capitalista, varían las condiciones de producción y productividad, condiciones laborales y salariales, etc., en especial entre las economías de los países opresores y oprimidos.
Por todas esas razones, las economías imperialistas nacionales tienen una cohesión relativa y manifiestan variaciones importantes, a pesar de la existencia de un mercado mundial. Por eso, a pesar de la circulación de bienes de capital y mano de obra en todo el mundo, no existe igualamiento de salarios y tasas de explotación. El salario mínimo en Manila es aproximadamente 5 dólares al día; en Estados Unidos es un poco más de 5 dólares la hora. Esta superexplotación del tercer mundo no se podría explicar si la globalización, el movimiento de capital y de mano de obra hubieran nivelado las diferencias.
Es obvio que la globalización no ha erradicado esas diferencias. Además, la diferenciación de los circuitos nacionales de capital se refuerza por medio de la superestructura; por ejemplo: ciertos sectores de la fuerza de trabajo reciben privilegios en los países imperialistas, mientras que en los países oprimidos el FMI ordena recortes salariales.
La expansión mundial del capitalismo no es un simple proceso de homogeneización; incluye igualamiento y diferenciación (de procesos de producción, etc.) y desintegración y preservación (de modos precapitalistas de producción, etc.). El capital constantemente busca explotar, y también engendra nuevas diferencias: esto es parte de su dinamismo, su fluctuación y su violencia.
Sobre el significado e importancia de la globalización. Con el ascenso del imperialismo, los circuitos de divisas, bienes y capital productivo se internacionalizaron bajo el dominio del capital financiero. Pero en los últimos 20 a 25 años, ha habido un aumento sustancial del grado de integración de la economía mundial, en particular de actividades de producción dispersas.
Esta "integración funcional" se basa en redes de comercio y producción muy entrelazadas, y la facilitan los mercados financieros mundiales, nuevas tecnologías de producción y transporte, y los grandes avances de las comunicaciones instantáneas. Esta mayor capacidad de dividir, repartir y vincular los procesos de producción, de servir a diferentes mercados, de diversificar la producción en todo el mundo y encontrar el lugar de producción de "menor costo" para productos específicos, de aprovechar ventajas comparativas regionales (la capacidad de dar un "vistazo mundial" en busca de la inversión y reinversión más rentables del capital) es una tendencia de importancia cualitativa.
Más que nunca, el proceso de trabajo capitalista se está integrando, abaratando y transformando a nivel mundial.
Una indicación de lo que está pasando es que los cambios de la división internacional de trabajo están virando el centro de gravedad de las actividades de producción de algunas industrias globales hacia las naciones oprimidas. (Se ha dicho que São Paolo es la segunda ciudad industrial de Alemania.) Hace solo una generación, el desplazamiento de la actividad industrial se daba principalmente en la costura y los productos electrónicos. Ahora se ha globalizado una gama mucho más amplia de actividades industriales, agrícolas y de servicios. Por ejemplo, hoy las empresas automotrices estadounidenses pueden alcanzar los mismos niveles de productividad y calidad en sus plantas mexicanas que en sus operaciones nacionales (pagando a los obreros mexicanos un séptimo de lo que pagan en Estados Unidos).
La globalización se ha acelerado tras el derrumbamiento soviético, y se ha fomentado mediante tratados, acuerdos y políticas imperialistas. Hay tendencias mundiales hacia la desregulación y liberalización. Hay una rebatiña de "derechos de propiedad intelectual", en que el monopolio reclama la "propiedad" de todo lo que tenga a la vista: tecnología, insumos agrícolas y variedades de semillas, farmacéuticos y ahora material genético.
El proceso de globalización tiene tres elementos: la mayor globalización de la producción, que es el aspecto principal; la mayor globalización de las finanzas; y la globalización de la "política macroeconómica" en las naciones oprimidas (el manejo directo de las economías nacionales del tercer mundo por el FMI y el Banco Mundial, y la imposición de políticas neoliberales y de reestructuración).
La globalización es un fenómeno más reciente que la internacionalización, pero no representa una nueva fase del desarrollo capitalista (como lo fue el imperialismo con respecto al capitalismo). No elimina la rivalidad entre las firmas monopolistas ni entre los Estados nacionales-imperialistas. Más bien, la globalización representa la intensificación de elementos esenciales del imperialismo.
Muchos teóricos de la globalización sostienen que la "nueva economía mundial" está sujeta al control consciente de las trasnacionales. A diferencia de ellos, nosotros sostenemos que la contradicción entre la organización de la producción al nivel de propiedad privada y la anarquía de la producción social se está intensificando a escala mundial.
Antecedentes. Al desarrollar el análisis y la
argumentación de AID, teníamos que saldar cuentas con
varias escuelas de pensamiento "tecnodeterminista"
(tanto tradicionales como de orientación marxista). Entre las
más influyentes figuran los defensores de la idea de que los
avances tecnológicos ponen en marcha ciclos de crecimiento
largoplacistas, que devienen en recesiones cuando esas
tecnologías y sus aplicaciones económicas se agotan.
Dichas teorías sostienen que la tecnología o
"soluciones" tecnológicas son el impulso primario del
desarrollo y reorganización capitalistas. A diferencia de ellas,
nosotros damos prioridad a la estructura y relaciones
internacionales del capitalismo mundial, asumiendo una
perspectiva dinámica y ubicando en ese contexto la
contradicción entre las fuerzas y relaciones de producción.
No obstante, es evidente que tenemos que tomar más en cuenta que en el pasado la dimensión específicamente tecnológica de la acumulación mundial. Nuestro análisis del carácter del cambio tecnológico que se ha dado en las últimas dos décadas y su impacto económico, social y (para nosotros) estratégico no ha sido adecuado. Solamente hace poco empezamos a bregar a fondo y de modo más polifacético con estas cuestiones (véase, por ejemplo, Bob Avakian, "Gran transición y cambio: El impacto en los negros", Obrero Revolucionario No. 910, 8 de junio de 1997; y Bob Avakian, "De vanguardia negativa a vanguardia positiva", Obrero Revolucionario No. 887, 22 de diciembre de 1996.)
Dos aspectos particulares de este punto nos han llamado la atención: el papel de nuevas tecnologías en la reestructuración capitalista (reorganización del proceso de producción, manufactura de nuevos productos y nuevas estrategias de mercadeo) con relación al afán del capitalismo de elevar su rentabilidad y competitividad; y, proyectando al futuro, los efectos de largo plazo de nuevas tecnologías en el proceso de trabajo, la creación de trabajos y la estabilidad socio-económica.
Lo que se llama la "tercera revolución tecnológica" (electrónica, telecomunicaciones y tecnologías de informática; biotecnología; robótica; y tecnologías de nuevos materiales) ya ejerce profundos efectos en el desarrollo económico mundial. Por una parte, estas nuevas tecnologías crean enormes posibilidades técnico-productivas. Por otra parte, debido a la dinámica y compulsiones subyacentes de la acumulación capitalista, la aplicación de dichas tecnologías está provocando y seguirá provocando dislocaciones, destrucción y sufrimiento de una magnitud nunca vista en la historia humana. Todo esto es parte del actual movimiento telúrico histórico-mundial del capitalismo.
Tendencias importantes. El libro de Jeremy Rifkin The Future of Work (El futuro del trabajo) contiene observaciones y puntos que vale la pena estudiar (el autor se puede describir como un "futurólogo socialdemócrata"). Sostiene que el énfasis en la capacitación y el desplazamiento de la mano de obra de la nueva tecnología está haciendo superflua una creciente parte de la fuerza laboral del mundo y que hay que repensar el significado mismo del trabajo.
Las tendencias que él y otros teóricos similares señalan incluyen: la creciente eliminación mediante mecanización/automatización de trabajos de baja o mediana capacitación; la creciente dominación de la agricultura en el tercer mundo por la agroindustria de alta tecnología y eficiencia; y una división cada día mayor de la actividad económica entre las estructuras y circuitos "formales" de la economía mundial y una economía "informal" de rápido crecimiento fuera de las relaciones comerciales y laborales formales. Las nuevas tecnologías están destruyendo más trabajos de los que crean. Por ello, existe una crisis de trabajos. A continuación tratamos varios aspectos de este análisis.
Seamos claros: el proletariado no está desapareciendo. Es la clase en ascenso en todo el mundo, incluso en términos cuantitativos absolutos. En el tercer mundo, la cantidad de trabajadores industriales aumentó de 285 millones en 1980 a 400 millones en 1994. La sociedad humana, en toda su complejidad, es inseparable de la producción socializada; y el capitalismo no está eliminando su propia necesidad de tener una clase de trabajadores que explotar.
Pero de hecho existe una "crisis de trabajos" o "escasez de trabajos" en el mundo, y varios factores interdependientes la impulsan. En los países capitalistas avanzados, las industrias tradicionales, como automotriz y siderúrgica, han despedido a grandes cantidades de obreros durante dos décadas de crisis y reorganización. En Estados Unidos, el total de trabajadores de la industria siderúrgica cayó de 450.000 a 150.000 entre 1979 y 1997. En la industria automotriz, cayó casi 45% en el mismo período: de 700.000 a 400.000 trabajadores. Lo que hemos visto en los años 90 es que en los países imperialistas estas industrias no han contratado una cantidad significativa de nuevos obreros, incluso con la expansión cíclica. La automatización ha generado niveles sin precedente de producción con una "reducción de planta" permanente (y también se da el desplazamiento de la fuerza de trabajo en algunos sectores industriales del tercer mundo debido a nuevas tecnologías, a pesar de que el proletariado industrial está creciendo en el tercer mundo).
Con respecto a los nuevos sectores dinámicos y expansionarios, como las industrias de informática, sus requisitos de mano de obra y su ritmo de expansión no compensan la pérdida agregada de empleos, ni dan señas de que lo harán a largo plazo. Además, los gobiernos de los países imperialistas, agobiados por presiones deficitarias, no están jugando su tradicional papel keynesiano como "patrones de último recurso".
La reducida capacidad de expansión y la competencia cada vez más intensa de la economía mundial están acelerando tendencias, que existen en muchas partes del mundo, hacia el desplazamiento de la fuerza de trabajo y al "crecimiento sin empleo" (crecimiento con altos niveles de desempleo y subempleo, aunque eso no quiere decir que no se creen en absoluto nuevos trabajos).
Todo esto lanza desafíos sociales serios al capitalismo mundial. Se espera que la fuerza de trabajo en el mundo crezca de 2,7 billones en 1995 (contando desempleados y subempleados) a 4 billones en 2020. En el tercer mundo, 47 millones de trabajadores entran al mercado de trabajo cada año.
En el tercer mundo, la "industrialización dependiente", que genera y vive de una población paupérrima, sin trabajo, no está absorbiendo el vasto mar de campesinos expulsados del campo. Varios analistas han proyectado la expulsión de cientos de millones de campesinos en las próximas décadas, resultado de una mayor penetración imperialista y transformación tecnológica de la agricultura del tercer mundo. Los avances tecnológicos en plásticos, fibras sintéticas, química alimentaria (por ejemplo, sustitutos de azúcar), etc., están teniendo efectos adversos en la producción de materias primas y mercancías tradicionales del tercer mundo.
Resumiendo, los mecanismos de la economía mundial capitalista y las nuevas tecnologías (la innovación se está intensificando en medio de un crecimiento lento) están generando una situación en que a miles de millones de personas les espera un futuro de mayor explotación y/o de mayor marginación.
Tenemos que entender más estas cuestiones.
¿Está en marcha una transformación histórica en lo que Marx llamaba el departamento 1 (el sector que produce los medios de producción) y su papel dinámico en el crecimiento económico? Muchas industrias nuevas, como la electrónica y la tecnología de información, tienen un enorme nivel de dinamismo e innovación. Pero buena parte de tal dinamismo se basa en la innovación de productos; parece que estas industrias no ejercen el mismo impacto de gran escala en la formación de capital y creación de trabajos como las industrias siderúrgica, ferroviaria, automotriz, etc., en anteriores períodos del desarrollo capitalista (los computadores representaron menos del 5% del capital social total de las empresas de Estados Unidos a mediados de los años 90).
¿Existe una tendencia significativa o incluso cualitativa a abandonar la producción material en los países imperialistas, debido a que el capital reubica industrias; expande sus redes mundiales de mercadeo, transporte y comunicaciones; y busca monopolios mediante "derechos de propiedad intelectual" de software, tecnología de punta, planos de producción, investigación y desarrollo, etc.?
¿Cómo debemos entender el "trabajo intelectual" (y la "producción social del conocimiento") como instrumento de acumulación en el capitalismo moderno? ¿Qué proporción de esta actividad es productiva (en términos del valor de cambio)? ¿En qué medida estas tendencias manifiestan mayor parasitismo? A nivel mundial, parece que se está ensanchando la brecha entre el trabajo intelectual y el manual. Sin duda alguna el sello del parasitismo se está imprimiendo más profundamente en los países imperialistas.
Producción flexible y mano de obra flexible. Los sistemas de producción fordista de la posguerra empezaron a tropezar con ciertos límites a inicios de los años 70. (La producción fordista se refiere a los procesos de línea de montaje y de fragmentación de tareas que permitieron la producción de grandes cantidades de productos uniformes.) En particular, esos sistemas tenían demasiada "rigidez" con relación a los cambios del mercado mundial y a la reducida rentabilidad (esto se daba principalmente en Estados Unidos, pues el capitalismo japonés estaba experimentando con sistemas de producción y organización de trabajo más flexibles, como parte de su reto económico al imperialismo yanqui).
Uno de los aspectos más sobresalientes de los cambios estructurales y organizativos que se están dando en el capitalismo mundial es la importancia que el capital le da a la flexibilidad y adaptabilidad otra vez, el capitalismo "más y más veloz". La flexibilidad es esencial para obtener eficiencia y ventaja competitiva.
La flexibilidad tiene dos dimensiones interdependientes: la creación de una fuerza de trabajo mundial más móvil/flexible/desechable (empleo flexible) y el aumento de la capacidad organizativa del capital de responder rápidamente a las fluctuaciones de las condiciones del mercado (producción flexible).
La primera condición entraña extensos cambios del proceso de trabajo: en la dirección de tareas múltiples, demarcación menos rígida entre trabajos, constante adquisición de capacitación, y estricto control de la gerencia y uso de equipos de trabajo para presionar a los obreros.
También implica mayor polarización de la fuerza de trabajo entre un decreciente "núcleo" de empleados con alta capacitación y cierta protección laboral, y un creciente ejército de obreros de corto plazo, subcontratados y rebajados de categoría, con poca protección laboral y pésimas condiciones de trabajo. Contratan y despiden a los obreros, los despliegan e integran en cadenas de producción, de modo flexible. Los ataques a los sindicatos y a la legislación social, al igual que el incremento del flujo y control de la mano de obra inmigrante, aumentan la flexibilidad del mercado de trabajo.
La segunda condición (pasar con rapidez y eficiencia de un nivel a otro de producción, o configuración de productos) se basa en la producción de pequeños lotes de mercancías (una variedad de productos a volúmenes menores), el uso más flexible de capital fijo, inventarios bajos y otros sistemas de manufactura y distribución "inmediatos". Todo esto se relaciona con lo que se ha llamado la "exteriorización del riesgo": mantener las operaciones de investigación y desarrollo estratégicas y los sectores importantes de producción en la órbita inmediata de las grandes corporaciones, y contratar "fuentes externas" para otras actividades (proveedores y subcontratistas externos, como lo hace la compañía Nike). Así, el capital reduce costos y exporta los riesgos a otros países.
Así que vemos una tendencia hacia la descentralización de la producción, en el mundo y en países individuales. Vemos que las grandes empresas están alejándose de las estrategias para obtener flexibilidad por medio de integración vertical, de ser el dueño directo de fases diferentes del proceso de producción, desde las materias primas y el refinamiento hasta la manufactura, etc. Con más frecuencia, se obtiene flexibilidad por medio de la coordinación de actividades dispersas, con redes de empresas. Las empresas automotrices tienen subcontratos con docenas de empresas más pequeñas con tecnología de punta para mantenerse al tanto de las presiones competitivas. Los centros corporativos monitorean unidades dispersas en el mundo (a menudo de pequeña escala), aprovechando nuevas tecnologías de manufactura computarizada y de administración de información.
Un fenómeno complejo es la creciente importancia de las economías de "scope" en comparación con las economías de escala "fordistas". Así se adaptó el capitalismo a la crisis de fines de los años 70 y los años 80, y es parte de su constante evolución estructural. (Las economías de "scope" implican la coordinación organizativa, tecnológica y financiera de sistemas de producción complejos y flexibles, y la capacidad de reorientar la producción de un producto a otro sin fuertes inversiones en nueva maquinaria; las economías de escala "fordistas" implican producción en masa de gran escala de productos uniformes.) Pero la reorganización "posfordista" es solo una parte, y hoy de ninguna manera la parte dominante.
En el mundo, el capitalismo combina la especialización flexible (principalmente en los países avanzados, para surtir a los mercados de "oportunidades" rápidamente cambiantes) con sistemas de manufactura uniforme en masa. Una mayor parte de esta producción está pasando al tercer mundo, donde aprovecha la "ventaja tercermundista" de condiciones laborales fascistas lado a lado con la subcontratación de la producción de la maquila, producción artesanal, trabajo en casa y varias formas de "economía informal". Buena parte de la reestructuración de los años 80 e inicios de los 90, que continuó a lo largo de la década, ha tenido lo que se podría llamar un aspecto "hiperfordista": horas de trabajo más largas, controles más represivos sobre los obreros, aumento de la intensidad del trabajo, etc.
Las combinaciones de nuevos y viejos sistemas de producción y de trabajo, y las transiciones en curso en esos sistemas de producción, se entrelazan con la mayor movilidad, flexibilidad, interconexión y mayor parasitismo del capitalismo monopolista.
Pero la flexibilidad entraña peligros y nuevos problemas. Como el capital improvisa a lo loco mecanismos para penetrar los mercados y superar las presiones competitivas, surgen vulnerabilidades: trastornos o falta de competitividad en las redes de proveedores, descuido de la infraestructura y contradicciones (políticas y económicas) producto de la constante reducción de gastos para mano de obra y capacitación. Además, y esto es algo que tenemos que estudiar más a fondo, en esta era del capitalismo de "alianzas" y "redes" en que los medios técnicos de producción están más extensamente difundidos, parece que la "nueva flexibilidad" no le confiere al capital la misma ventaja de productividad/tecnología de largo plazo que en períodos anteriores. La ventaja competitiva es menos segura.
Todo esto ha influido en el discurso político y cultural contemporáneo: "menos concesiones y más golpes", "ser los primeros en llegar", "triunfar en la economía global más competitiva de hoy".
Tendencias en Estados Unidos. Entre los efectos de la crisis de los años 70 y 80, de la globalización y la reestructuración de los años 90, y de otros fenómenos sobre la fuerza de trabajo y la población en general en Estados Unidos, figuran:
la intensificación del trabajo;
la progresiva reducción de la base manufacturera: en 1998, los trabajos de manufactura representaban el 16% del total; en 1980 eran el 22%;
la creación de más trabajos en sectores de baja paga: el 79% del crecimiento laboral de 1979 a 1997 se dio en servicios de bajo nivel salarial y en comercio al por menor (también hubo cierto crecimiento en manufactura de bajo sueldo); en 1998, los trabajadores de baja paga (de menos de 8 dólares la hora) representaban del 15% al 25% de la fuerza laboral.
el rápido aumento de trabajos "de contingencia" (eventuales, de jornada parcial y por tiempo limitado): los trabajos eventuales y de tiempo parcial representan del 15% al 20% de los nuevos empleos en los años 90;
el estancamiento de la mediana del salario por hora entre 1989 y 1998 (tomando en cuenta la inflación), y los recortes de prestaciones de salud y pensiones, lo que obliga a las familias a trabajar más horas para compensar;
altos niveles de desempleo en los ghettos: William Julius Wilson señala que de 1990 a 1995, por primera vez en el siglo 20, en la mayoría de las grandes ciudades de Estados Unidos hubo muchos barrios negros donde la mayoría de los adultos no trabajaron en una semana dada;
el encarcelamiento de mayor cantidad de jóvenes negros y latinos (el 50% de los condenados a la cárcel en los años 90 son negros); Estados Unidos, con el mayor sistema penal del mundo industrializado y con un aumento de 50% de los presos en los años 90, tiene el 2,3% de la fuerza laboral masculina presa.
altos índices de pobreza durante la expansión de los años 90 (el 12,7% de la población vivía por debajo del nivel oficial de pobreza en 1998: más que en los años 70) y una pobreza más profunda (en 1996-98, el 40% de los pobres, o aproximadamente 14 millones de personas, vivieron con menos de la mitad de lo que se considera oficialmente "pobreza".
El "modelo americano" del capitalismo que tanto elogia la clase dominante yanqui se basa en una matriz de rápida y brusca reestructuración y reducción de costos, producción y mano de obra flexibles, hipermovilidad de capital, rápida innovación tecnológica, desmantelamiento de programas sociales, exportación de aspectos clave del proceso de producción al tercer mundo y criminalización de los pobres en el país.
La polarización salarial ha aumentado rápidamente desde 1977. El economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts Lester Thurow escribió en un ensayo de 1996: "Ningún país que no ha experimentado una [contra]revolución o una derrota militar con una ocupación posterior, ha tenido un aumento tan rápido y extenso de desigualdades como el que se ha dado en Estados Unidos en las últimas dos décadas".
Se está dando una reestructuración significativa de la fuerza de trabajo estadounidense, con elementos de "reproletarización". Tiene dos aspectos. Primero, los obreros de los sectores mejores pagados, que contaban con seguridad laboral, están siendo "librados" de trabajos de muchos años y "ataduras" (como programas de pensión, etc.) a empresas individuales. Entre 1992 y 1995, el 15% de las personas que llevaban más de un año en su trabajo lo perdió; sus nuevos trabajos, si encontraron otro, pagaban el 14% menos en promedio. Segundo, sectores que viven al margen de la economía de empleos se ven obligados a buscar trabajo por la reducción del welfare, prestaciones de discapacidad y pensiones.
Es también de particular importancia que las "reducciones de planta" y "reorganizaciones" de las corporaciones en los años 90 golpearon a un sector más amplio de profesionistas y gerentes que en las anteriores rondas de reatrincheramiento y cercenamiento de gastos. Para algunos sectores de la clase media, "la buena vida americana", para citar a un comentarista, "va marcha atrás"; aumentan las ansiedades e incertidumbres.
Por otra parte, otros sectores de las clases medias, especialmente de los sectores de finanzas, derecho y nueva tecnología, tuvieron un aumento substancial de ingreso en el segundo lustro de la década.
[Finalmente, veamos algo que se ha propuesto para investigar y que tiene mucho que ver con lo que le pasará a varias capas de la clase media. Robert Reich, ex secretario de Trabajo, proyecta una "trayectoria de polarización". Estima que el 20% de la población se beneficiará de la nueva tecnología que está entrando a la nueva configuración económica (en que se lleva a cabo más producción material en otros países y en que en Estados Unidos aumentan los servicios tecnológicos, financieros y de asesoría de alto ingreso). Por otro lado, proyecta que se deteriorará o se estancará la situación del 80% de la población (relegada a "servicios de producción rutinarios" y "servicios en persona"). Necesitamos examinar la validez de este pronóstico.]
Desde una perspectiva más amplia. Los teóricos de la "crisis de trabajos" tienen razón cuando sostienen que la producción basada en la informática e intensiva en capital tiene cierta dimensión cualitativa que provoca una pérdida de trabajos importante y permanente, y una disminución del papel de la mano de obra en el proceso de producción. Tienen razón cuando señalan una tendencia hacia el aumento simultáneo de "enclaves" de actividad tecnológica de punta y de la marginación de otra actividad económica. Parece válida la proyección de que la mayoría de los nuevos obreros del mundo no entrará a la economía de alta tecnología. Y ven, correctamente, que todo esto engendrará levantamientos sociales.
Pero esos teóricos concluyen que una especie de tendencia unilineal (progresivo desplazamiento tecnológico) creará un mundo sin empleos y sin obreros. Eso es unilateral.
Primero, la tecnología se desarrolla en olas, no en línea recta.
Segundo, la tecnología, incluso esta nueva tecnología con sus aspectos cualitativos, además de expulsar, atrae mano de obra, aunque quizá en menor grado (algo por investigarse más a fondo). La tecnología tiene "efectos multiplicadores", en otras palabras, crea nuevas necesidades de recursos, manufactura y capacitación. El crecimiento en un sector de la economía puede estimular el crecimiento en otros sectores. Por otro lado, tenemos que analizar la relación entre este "efecto multiplicador" y la posibilidad de que esta nueva tecnología tenga un impacto cualitativamente mayor en el desplazamiento de trabajos.
Tercero, y de mayor importancia, la innovación tecnológica y su aplicación no son autónomas; interpenetran con otros factores, por ejemplo, la rentabilidad de la acumulación y el desarrollo de una "división de trabajo" opresiva entre los países del mundo.
El imperialismo está utilizando una amplia gama de sistemas de producción. Vemos crecientes polaridades tecnológicas entre las naciones avanzadas y las dependientes, y también en las formaciones sociales: en el cinturón industrial de California del sur, hay empresas de tecnología de punta y maquiladoras; en India, hay sectores que dependen de la mano de obra infantil y otros que crean "pueblos de alta tecnología" con trabajadores de la "edad de la informática"; en el tercer mundo, hay combinaciones de agricultura de subsistencia con agricultura orientada a la exportación basada en la bioingeniería. El imperialismo obtiene ventajas competitivas por medio de redes de producción de alto rendimiento/alta productividad/altos ingresos y por medio de brutales embates contra salarios y condiciones de trabajo.
Las descripciones de Marx en El capital acerca de los efectos de la tecnología sobre la masa de los obreros y sobre el proceso de trabajo se conforman a la realidad de hoy: millones de personas desplazadas, sujetas a controles cada día más despóticos de producción y golpeadas por una aceleración mundial de la producción de proporciones sin precedente.
Otra dimensión del funcionamiento global del capitalismo es el crecimiento de la "feminización de la mano de obra asalariada", por ejemplo las jóvenes del campo y las ciudades de México que ahora trabajan en las maquiladoras o que trabajan en las líneas de montaje globales de electrónica o en zonas de manufactura para exportación del sur de Asia, debido al afán del capital de encontrar una mano de obra más barata y más manipulable. La mayoría de las mujeres que entran a la fuerza de trabajo industrial en el tercer mundo trabajan en los sectores más bajos de subcontratación y muchas hacen trabajo industrial en casa (reciben trabajo de fábricas o talleres de la economía "informal").
Los arruinados y desplazados del mundo (en especial los campesinos desterrados de la producción rural y botados en los cinturones de miseria) no se integrarán fácilmente en los nuevos sectores. No tendrán la misma relación con la economía mundial. Pero tampoco desaparecerán así no más. El funcionamiento de la economía capitalista mundial los absorberá de modo anárquico, a los niveles más marginales. Podemos ver esto en el crecimiento de la economía informal. En América Latina, se calcula que de 50% a 60% de la mano de obra urbana es de este sector.
Surge una economía mundial de mano de obra barata al lado de polos de acumulación de alta tecnología, y con relación a estos. Una vasta reserva de mano de obra asalariada "potencial" deprime los salarios en el mundo y se ofrece al capital para su producción "inmediata" (tanto en el tercer mundo como en los países imperialistas). Como un experto progresista describió: "Los bajos salarios y la economía con reservas de mano de obra son un requisito necesario para que crezca una economía industrial de mano de obra barata integrada en el mercado mundial. La pobreza [del tercer mundo] es un insumo para la industria basada en la mano de obra barata y la pobreza rural es un insumo del crecimiento urbano". Esta tendencia continuará mientras que el capital busque rebajar costos.
El capital creará mecanismos para hacer que funcione toda esta dislocación y locura. Esto ocurrió durante los albores de la Revolución Industrial, que también se caracterizó por extremos trastornos económicos y sociales, aunque el capitalismo lograra estabilizarse a la larga mediante la expansión externa. Y hoy vemos que cosas como la "economía informal" pueden llegar a ser el objeto de "racionalización" imperialista (el FMI apoya con préstamos diversas pequeñas o microempresas en el tercer mundo), a la vez que se han establecido "programas de ayuda comunitaria" en la contrarrevolución en Perú. El capital, por su cuenta, protegerá sus intereses y gobernará con los medios horrendos que requiera.
Esto nos lleva de nuevo a un tema central: no existe ningún "punto final" automático del capitalismo, ni en crisis ni en la tendencia largoplacista del desarrollo capitalista a reducir en última instancia la mano de obra (que crea valor) a un factor tangencial mínimo del proceso de producción. Sin una revolución, el capitalismo continuará a tontas y a locas a un costo humano terrible.
Destierro y ruina del campesinado. Este fenómeno ya se
ha generalizado y es probable que aumente; lo provocan fuerzas
múltiples:
La evolución simultánea de una economía alimentaria
internacional cada día más "abierta" y la constante
"industrialización de la agricultura", que se
manifiesta en especial en los países oprimidos más
desarrollados. El meollo de esta transformación es la
integración de la producción agrícola y agropecuaria en
complejos agroindustriales de gran escala (y a veces
trasnacionales). Fomenta la exportación agrícola comercial y ha
hundido a grandes sectores de campesinos.
La "agricultura científica" y la biotecnología. Esto abarca "revoluciones verdes" con variedades de semillas de alto rendimiento, inversión de capital en gran escala e intervención de agroindustrias corporativas. En las manos del imperialismo, la "agricultura científica" es un instrumento de penetración capitalista del campo y de mayor comercialización de la agricultura. Promueve mercancías que son importantes en los países imperialistas, en el comercio mundial y para los mercados urbanos del tercer mundo.
La introducción y mayor penetración de la agricultura de capital intensivo patrocinada por los imperialistas en sociedades donde ya existe una aguda polarización tiende a crear nuevas presiones de mercado para los campesinos y a desplazar la producción de alimentos para el consumo propio. Fortalece a los terratenientes, capitalistas rurales y campesinos ricos. Es una agricultura que usa muchos productos químicos, aumenta la contaminación y otras cargas ecológicas para el campesinado y reduce la biodiversidad. Al mismo tiempo, en el tercer mundo hay 800 millones de personas desnutridas.
Baja y deterioro de las condiciones de comercio de productos agrícolas y otros productos primarios, en parte por la intensa competencia entre exportaciones en el mercado mundial.
Las políticas de "ajuste estructural" han perjudicado a la masa de productores campesinos por medio del recorte de programas rurales de apoyo y subsidio, mayor inversión en la agricultura de exportación de alto valor (que le quita recursos a la agricultura tradicional y de subsistencia), y el mayor impacto de las fluctuaciones mundiales de precios en los pequeños productores cuando estos comienzan a dedicarse a cultivos de exportación (los pequeños cafetaleros de Chiapas, quienes abandonaron la producción de alimentos básicos a instancias del gobierno mexicano, se hundieron cuando el precio mundial del café se desplomó).
Las políticas y convenios comerciales de los imperialistas, como la Organización Mundial del Comercio y el TLCAN/NAFTA. La "apertura" de los mercados está poniendo mayores presiones competitivas en los pequeños productores; por ejemplo, los maiceros mexicanos están en peligro porque el TLCAN le dará mayores facilidades a la agroindustria yanqui para penetrar el sector agrícola mexicano.
[Queremos investigar en qué medida la agroindustria imperialista quiere apoderarse de modo directo y masivo de la agricultura del tercer mundo.]
Todo esto impulsa una poderosa dinámica de "sigue-para" que estimula la emigración del campo a las ciudades: "siguen" la sed de tierras, estancamiento económico, guerras, enfermedades y degradación ambiental; "paran" las oportunidades relativas (empleo y vivienda) en las zonas urbanas, que constituyen el principal centro del desarrollo impulsado por los imperialistas. Por otro lado, una gran parte del costo social de los recortes de "ajuste estructural" de salud, comida e inversiones en vivienda ha recaído en las mujeres (como proveedoras básicas).
Urbanización. Entre 1950 y 1995, se duplicó el número de ciudades de los países imperialistas con poblaciones mayores de un millón de habitantes, de 49 a 112; en el mismo período, el número de ciudades similares del tercer mundo aumentó seis veces, de 34 a 213. Han surgido "megaciudades": la ciudad de México, São Paolo y Bombay tienen más de 15 millones de habitantes. En Karachi hay cuatro millones de desempleados; en Bombay de 3 a 5 millones de habitantes no tienen techo. Los sistemas de "mantenimiento de la vida" padecen enormes tensiones: contaminación, enfermedades, violencia y desorden. "Vivir en la ciudad de México o en Delhi" según un estudio reciente "es vivir en un lugar donde los elementos básicos de la vida (aire, agua, suelo) han llegado a ser nocivos para la salud".
En el tercer mundo, el 60% de la población trabaja en la agricultura. Algo que evaluar es cuán justificadas son las proyecciones de una inmensa y rápida transformación agrícola. Pero aunque sea una exageración, la tendencia es inconfundible y ya tiene consecuencias económicas y sociales profundas. También tiene repercusiones estratégicas: para las fuerzas de la contrarrevolución que quieren estabilizar la situación, y para las fuerzas de la revolución. El Partido Comunista del Perú, desde su inicio y con el desenvolvimiento de la guerra popular, ha tenido que bregar con el fenómeno de los "pueblos jóvenes" alrededor de Lima.
El capitalismo en la agricultura del tercer mundo. Se está desarrollando de modo distinto a lo que pasó en los países capitalistas. El capitalismo agrario en los países oprimidos tiende a tener un carácter de enclave: buena parte de la producción se orienta a la exportación; no tiene los mismos vínculos externos e internos (creación de mercados para el sector industrial, estímulo del crecimiento de industrias secundarias, etc.). No da por resultado las mismas formas de polarización: de capitalistas y obreros asalariados, de empresarios capitalistas más grandes y más pequeños, donde exista la agricultura.
En general, donde el capitalismo se desarrolla como factor dirigente, todavía coexiste con la agricultura semifeudal y de subsistencia, y la reproduce. La agricultura de alto rendimiento con claro patrocinio imperialista y la mayor aplicación de métodos de alta tecnología no eliminaron al feudalismo en India y Filipinas. El capitalismo se extiende pero la semifeudalidad sigue siendo un componente importante de la economía y la acumulación mundiales.
Tenemos que analizar más a fondo los aspectos que distinguen y definen la semifeudalidad: la apropiación de plusvalía por medio de tenencia de la tierra (los campesinos tienen que pagar arriendo en dinero o en especie); la usura (préstamos a tasas exorbitantes) y el uso de mano de obra "no libre" (personas que tienen que trabajar por obligación feudal o para amortizar deudas, como peonaje y otras formas de trabajo obligatorio); la compenetración de las fuerzas del mercado y las compulsiones extra-económicas (coerción y presiones) con el desempeño de las actividades económicas. El artículo de Isidro Serrano "Revolución agraria y semifeudalidad" (Un Mundo Que Ganar, México, 1995/20) analiza estos factores en la agricultura mexicana. Es preciso entender mejor las barreras que levantan las relaciones semifeudales (en especial los arriendos feudales) a la acumulación capitalista.
Tenemos que analizar en lo concreto cuán importante es la semifeudalidad para la reproducción de una formación social dada, o en qué medida es básicamente un residuo que no determina su dinámica. El hecho de que haya industrialización, que una creciente parte de la población viva en las ciudades, que las relaciones monetarias dominen la vida económica, que la reforma agraria haya transformado a algunos terratenientes feudales: todo eso en sí y de por sí no determina el peso cualitativo de las relaciones semifeudales.
Por eso es necesario analizar más a fondo cómo se "articulan" las relaciones semifeudales con las relaciones capitalistas (reducir el costo de alimentar y mantener a la fuerza de trabajo asalariada y otros factores), y analizar cómo las relaciones jurídicas y comerciales pueden disfrazar las relaciones semifeudales. Puede que la economía mundial esté engendrando "nuevas formas de terratenencia", como contratos de cultivo vinculados a la agroindustria internacional. Por otro lado, la mera existencia de terratenientes o agricultura de subsistencia no quiere decir que domina la semifeudalidad en la agricultura (existen terratenientes capitalistas). De nuevo, tenemos que analizar esto en concreto.
Algo que investigar: ¿qué bases materiales y sociales existen para los movimientos fundamentalistas a la luz de estas tendencias y transiciones? ¿Qué transformaciones de la semifeudalidad se han dado en países como Turquía, Egipto e Irán para que los movimientos fundamentalistas hayan tenido un amplio seguimiento? (Un libro y título interesantes: Jihad vs. McWorld.)
Mayor diferenciación entre países del tercer mundo. Esto se destacó a partir de los años 70 y va en aumento: los "países de reciente industrialización" (como México, Brasil y Corea del Sur) y las "plataformas de exportación" (como Malasia), cuya emergencia como "centros de acumulación" se dio debido a la reestructuración mundial de la producción industrial y varios factores geoestratégicos; los países exportadores de petróleo; los países altamente dependientes de un grupo limitado de materias primas y productos agrícolas de exportación; y los países o poblaciones que el capital imperialista "ha dejado a su suerte" y "a morirse".
Más que nunca, los países del tercer mundo son sometidos a un brutal proceso de selección en que el capital fluye hacia los países y sectores más rentables y "prometedores" y se retira cuando cambian las condiciones.
Hemos propuesto varias tesis acerca de la situación mundial que nos proponemos aplicar, poner a prueba, profundizar y desarrollar.
Sostenemos que se dio una resolución coyuntural en 1989-91. Se han operado cambios importantes en la situación internacional y en Estados Unidos.
Como mencionamos, el capitalismo mundial ha experimentado cierta reestructuración y se ha alterado su estructura geopolítica mundial. Una nueva espiral ha arrancado. Por otro lado, la estructura de las relaciones políticas y económicas internacionales es tal que la economía mundial padece una reducida capacidad de expansión (en contraste con el período de posguerra, tras la II Guerra Mundial, y la reorganización mundial que se dio a partir del resultado de dicha guerra). El patrón parece ser de crecimiento lento, intensificación de la competencia y rivalidad económica, e inestabilidad.
Estados Unidos ha emergido como "superpotencia única", pero incluso con su mayor poder económico que otras potencias imperialistas, no puede jugar el mismo papel de "locomotora" para el capitalismo mundial que desempeñó en buena parte de la posguerra (para el bloque imperialista que encabezaba). Las recuperaciones que se han dado, de modo intermitente y desigual, no han generado en los países imperialistas economías "concesionarias" ni una situación en que los beneficios del crecimiento se filtran hacia abajo. En el tercer mundo, la austeridad y la inestabilidad son la norma.
Grandes transiciones y trastornos en el sistema mundial. Hemos analizado este punto desde varios ángulos.
Primero, la resolución particular de la espiral/coyuntura y los cambios que produjo en las relaciones políticas y económicas internacionales.
Segundo, la globalización, los cambios de la división internacional de trabajo, y las transformaciones y cambios tecnológicos que están afectando profundamente la organización del proceso de trabajo, la relación capital-trabajo a nivel mundial y la estructura de la producción mundial.
Tercero, las brutales transiciones en el campo y las ciudades, y en las relaciones entre los sectores industrial y agrícola; la integración y/o marginación de grandes sectores de la población en la economía mundial que provocan enormes dislocaciones en el tercer mundo.
En un sentido más amplio, tenemos que analizar estas transiciones y trastornos con relación a la observación de Lenin de que tenemos que ver el capitalismo en su fase monopolista como un modo de producción en transición a algo superior: desarrolla fuerzas productivas en una escala más socializada y mundial; estimula la innovación tecnológica a un ritmo más veloz; se reorganiza de formas cada vez más integradas e interdependientes. Pero este desarrollo está encuadrado en la estructura de la propiedad privada, competencia y producción de mercancías y la base del capital imperialista en el mercado nacional; y entra en contradicción con esa estructura.
El imperialismo y las masas del mundo. El capitalismo en su forma global es más contradictorio, más obsoleto y con mayores necesidades de transformación revolucionaria que nunca antes. No puede satisfacer las necesidades humanas elementales. Atrapa a las mayorías en pobreza, analfabetismo, enfermedades, hambre y trabajo agobiante y degradante. Desarrolla y aplica tecnologías en formas que aumentan las desigualdades y divisiones, que provocan dislocaciones, destrucción y sufrimiento. Provoca la enajenación de las personas y corta su creatividad.
El capitalismo mundial explota y degrada los recursos ecológicos del mundo, como el suelo, agua, aire, bosques y especies, de una forma y a un ritmo que ponen en peligro los ecosistemas más fundamentales del planeta.
Las fluctuaciones del capitalismo mundial producen masivas migraciones, epidemias, guerras civiles genocidas y muerte por hambre en grandes partes del tercer mundo. Este sufrimiento se impone por igual en los nuevos centros de acumulación y en las vastas regiones que han quedado al margen de la acumulación. La vida y existencia social se vuelve más angustiosa, y en partes del tercer mundo se ha dado un colapso textual de la infraestructura urbana y rural.
Estas tendencias tienen importancia global. En las "entrañas de la bestia" se dan altos niveles de pobreza en el contexto de más violencia y medidas de control del Estado; y recortes de las redes de seguridad social hacen más precaria la subsistencia (en Harlem, 250.000 personas reciben alguna forma de subsidio del gobierno, pero ahora todo eso está en peligro y ¿qué implica para el futuro?).
Entre los cambios y tendencias en el "contrato social" y la cohesión social de Estados Unidos figuran: desproletarización y reproletarización; austeridad; dejar "a su suerte" a millones de los ghettos; cambios y luchas económicos y sociales que minan la base de la familia patriarcal tradicional y los "valores tradicionales"; mayor proporción de inmigrantes y mujeres en la fuerza laboral; ansiedad de importantes sectores de la clase media.
En términos estratégicos, estas tendencias nos favorecen a nosotros, aunque a corto plazo puedan causar dificultades tácticas (por ejemplo, el crecimiento de movimientos derechistas).
Un colapso tipo 1929 o una caída masiva del nivel de vida a niveles tercermundistas en Estados Unidos no es un elemento necesario de una dinámica que lleve a una "crisis de legitimidad" y posiblemente a la maduración de una situación revolucionaria.
Finalmente, una nota sobre la economía política marxista-leninista-maoísta: para practicarla, tenemos que comprender la interpenetración entre la subestructura económica, los cambios al nivel social/político y el papel del factor consciente. El sistema opera según ciertas leyes y dinámicas, y su movimiento producirá crisis, tensiones sociales y erupciones. Pero, a diferencia del modelo de la "crisis general", que sostiene que con el tiempo la economía se desplomará y estallará la revolución, entendemos que el sistema no "se despachará solo". Todo esto quiere decir que tenemos que realizar nuestra labor revolucionaria, siempre pero en especial en puntos de viraje decisivos.
Movimiento espiral/coyuntural: Un desenvolvimiento particular de las contradicciones mundiales en la época del imperialismo y de la revolución proletaria.
Una espiral de desarrollo mundial es una etapa o período en el desarrollo de la contradicción entre la producción socializada y la apropiación privada (o sea, la contradicción fundamental del capitalismo). Un conjunto específico de contradicciones y factores a nivel mundial moldea cada espiral; entre ellos se encuentran las relaciones entre los imperialistas (principalmente sus luchas por el reparto del mundo), y las relaciones entre los imperialistas y las fuerzas opuestas a ellos. Una espiral también es el marco de referencia internacional dentro del cual se acumula el capital.
En momentos dados del desarrollo de una espiral, las contradicciones del sistema mundial se entrelazan y se intensifican, y desembocan en estallidos violentos (como guerras mundiales y revoluciones) y/o giros dramáticos (como el colapso de la Unión Soviética). Esas son coyunturas histórico-mundiales por medio de las cuales se resuelven (aunque solo de manera parcial y temporal) las contradicciones de una espiral dada, y se producen cambios cualitativos en la configuración de relaciones mundiales. Dos veces en este siglo las guerras mundiales fueron los puntos nodales, o de viraje, de espirales.
El imperialismo se ha desarrollado por medio de este movimiento espiral/coyuntural. El desarrollo de la revolución proletaria mundial se ha dado dentro de ese movimiento, y lo ha impactado.
America In Decline, Raymond Lotta con Frank Shannon (Chicago: Banner Press, 1984), elabora esta teoría en las páginas 127-37, 148-49 y 162-69. También se encuentra una condensación en el libro de Bob Avakian ¿Un fin horroroso, o un fin al horror? (Chicago, RCP Publications, 1984), págs. 84-86.
Tendencial: Decir que las leyes operan como "tendencias" quiere decir que no proceden de modo simple y rectilíneo. Son afectadas por otras leyes y factores, por las circunstancias históricas y por sus propias contradicciones internas. Por ejemplo, el desarrollo capitalista lleva a la formación de unidades de capital más grandes, más concentradas y más centralizadas, pero se siguen generando pequeñas empresas.
Véase America in Decline, págs. 52-54 y Maoist Economics and the Revolutionary Road to Communism: The Shanghai Textbook on Socialist Political Economy, editado por Raymond Lotta (Chicago: Banner Press, 1994), págs. 308-310.
Teorias kautskistas sobre el imperialismo: Karl Kautsky fue uno de los líderes del Partido Socialdemócrata de Alemania y de la II Internacional. Por los años de la I Guerra Mundial elaboró la teoría del "ultraimperialismo", que dice que los grupos financieros de los países capitalistas avanzados podrían resolver sus diferencias "racionalmente" y repartirse el mundo pacíficamente, y juntos explotar el tercer mundo. Por tanto, los imperialistas evitarían guerras entre sí y el capitalismo se desarrollaría pacíficamente.
Véase La ciencia de la revolución, Lenny Wolff, capítulo 3 "El imperialismo", págs. 3-4, 46-47 (Bucaramanga, Colombia: Cuadernos Rojos, 1990) y Bob Avakian, Para una cosecha de dragones (Bogotá: Asir Editores Ltda., 1989), págs. 83-89.
Ideas de "movimiento típico": Así describe nuestro partido un punto de vista incorrecto que ve el desarrollo de la historia de una manera mecánica, como si obedeciera a patrones fijos que siempre se repiten. Por eso decimos "típico".
En la época del imperialismo, sin duda alguna, se da un proceso de movimiento espiral/coyuntural. Pero cada espiral y resolución coyuntural tienen su propia particularidad, en las que interactúan lo económico y lo político, el papel del pueblo y su conciencia, y en las que hay casualidad y circunstancia.
Contrato social: Uno de los instrumentos de la clase dominante para controlar a las otras clases y obtener "cooperación" hasta cierto punto. Se dice "contrato social" porque es como decir "yo hago esto por ti, tú haces esto por mí". Define las "normas y suposiciones" de la sociedad en un período dado.
Después de la II Guerra Mundial, el "contrato social" se expresó por medio de un aumento de salarios y relativa seguridad laboral para importantes sectores de la clase trabajadora, a cambio de paz laboral. También abarcó varias formas de legislación social, como el seguro de desempleo, programas de préstamos educativos y para comprar casa a los veteranos del ejército, y los programas de welfare. El "Nuevo Trato" (New Deal) de la presidencia de Franklin D. Roosevelt y la "guerra contra la pobreza/Gran sociedad" de Lyndon Johnson son ejemplos.
Véase "De Watts 1965 a Los Angeles 1992", Bob Avakian, Obrero Revolucionario, No. 903, 6 de abril de 1997, así como la primera sección de la Parte II de este documento ("Reservas").
Teoría de la "crisis general": Teoría propuesta en la Unión Soviética y por economistas políticos de la III Internacional Comunista (Comintern). Según esta teoría, el capitalismo ya no se desarrollaba por rachas de expansión y crisis, relacionadas dialécticamente, sino que estaba estancado; pasaba por las etapas de desarrollo de una crisis prolongada y sin alivio. Se predecía un colapso económico inminente que abriría las puertas de la revolución casi automáticamente. Nuestra crítica de esta teoría sostiene que abandona la conceptualización del imperialismo de Lenin. (Véase "The Comintern Legacy: The Theory of General Crisis", capítulo 3 de America in Decline.)
Michel Chossudovsky, The Globalization of Poverty (Londres: Zed, 1997).
Paul Dibb, The Soviet Union: The Incomplete Superpower (Urbana: University of Illinois Press, 1988).
Bennett Harrison, Lean and Mean (Nueva York: Basic, 1998).
David Harvey, The Condition of Postmodernity (Cambridge: Basil Blackwell, 1990).
Paul Knox and John Agnew, The Geography of the World Economy (Londres: Edward Arnold, 1998).
V.I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1970).
Lawrence Mishel, Jared Bernstein, John Schmitt, The State of Working America, 1998-1999 (Washington, D.C.: Economic Policy Institute, 1999).
New York Times, The Downsizing of America (Nueva York: Random House, 1996).
Jeremy Rifkin, The End of Work (Nueva York: Putnam, 1995).
Jeremy Seabrook, In the Cities of the South: Scenes from a Developing World (Londres: Verso, 1996).
Lester Thurow, The Future of Capitalism (Nueva York: Penguin, 1997).
United Nations Conference on Trade and Development, World Investment Report, 1998 (Nueva York: 1998).
United Nations Development Program, Human Development Report, 1999 (Nueva York: 1999).
William Julius Wilson, When Work Disappears (Nueva York: Alfred Knopf, 1997).
Worldwatch Institute, State of the World, 2000 (Nueva York: W.W. Norton, 1999).
Economic and Political Weekly (India)
Economist (Inglaterra)
IBON Facts and Figures (Filipinas)
Monthly Review/Revista Mensual (Estados Unidos)
New York Times
Survey of Current Business (U.S. Bureau of Economic Analysis)
Wall Street Journal
World Economic Outlook (FMI)
*Originalmente este documento circuló en el Partido Comunista Revolucionario,EU, en mayo de 1998.