La conexión de la CIA con el crack

Entrevista del OR a Gary Webb

Obrero Revolucionario #913, 29 de junio, 1997

La entrevista de Revolución
Una sección especial para que nuestros lectores se familiaricen con las opiniones de importantes figuras del arte, la música y la literatura, la ciencia, el deporte y la política. Los entrevistados expresan sus propias opiniones, naturalmente, y no son responsables de las ideas que aparecen en otras partes de este periódico o nuestra página web.

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En el verano de 1996, el periódico San Jose Mercury News publicó una serie de tres artículos de su corresponsal Gary Webb titulada "The Dark Alliance", que desenmascaró vínculos entre el ejército mercenario de la CIA en Centroamérica y la epidemia de crack que azotó a muchas ciudades de Estados Unidos la década pasada.

La serie documentó que dos hombres afiliados con la contra nicaragüense, Norwin Meneses y Danilo Blandón, establecieron una red de traficantes que concentró sus actividades en los barrios negros de Sur Centro (Los Angeles) y Compton. Le distribuyeron toneladas de cocaína a dos pandillas, los Crips y los Bloods, por medio de un traficante local de nombre Rick Ross. La cocaína se vendió en la forma de crack. Webb escribió que ganancias de esta operación se destinaron a financiar la guerra contra el gobierno sandinista. También documentó que varias dependencias policiales estadounidenses (entre ellas la DEA) dejaron operar a figuras clave de esa red.

La serie causó sensación y mucha gente se puso en contacto con el website del Mercury News en la Internet para informarse más. Muchos ya sospechaban que el gobierno estaba metido en el narcotráfico en los ghettos y les alegró que se documentara. A Webb lo galardonaron varias veces.

Pero Webb y su serie han sido el blanco de fuertes ataques de la CIA y de los medios de comunicación. Al comienzo los principales periódicos (como el New York Times, Washington Post y Los Angeles Times) pasaron por alto los hechos que Webb desenmascaró; después lo acusaron de echarle culpas a la CIA sin prueba alguna. El Mercury News recibió presiones para echarlo.

Ante este ataque, Gary Webb se ha mantenido firme. Pero el Mercury News se autocriticó en un editorial por publicar la serie y sus editores rechazaron cuatro nuevos artículos de Webb con más documentación sobre la CIA y el narcotráfico.

La decisión de los editores del Mercury News prendió un nuevo debate. Los medios declararon que es prueba de la falsedad de las acusaciones de Webb. Por otro lado, mucha gente ha acudido a su defensa, señalando que no se ha desmentido ninguno de los hechos básicos de la serie.

En medio de esta última ronda de controversia, Gary Webb habló con un corresponsal del Obrero Revolucionario

OR: Primero que todo, quiero decir, a nombre de nuestro periódico y de nuestros lectores, que valoramos mucho lo que has escrito sobre los vínculos de la contra, la CIA y la epidemia de crack en los ghettos urbanos, tanto como el hecho de que te mantienes firme ante los ataques. ¿Por qué piensas que tus artículos crearon tanta sensación? ¿Qué es lo que llamó la atención de los lectores y molestó tanto al gobierno?

GW: El hecho de que descubrimos a dónde iba esa cocaína. En la década pasada, salieron varios artículos, algunos en los medios grandes, sobre el narcotráfico de la contra en Estados Unidos. Lo que nosotros pudimos demostrar fue dónde se vendía, o sea, principalmente en los ghettos de Los Angeles. Y demostramos cuáles fueron sus consecuencias: la horrible epidemia de crack que surgió en Los Angeles y que se regó a centenares de ciudades por todo el país en los años siguientes. Creo que eso es lo que más enfureció.

OR: Eso es interesante, porque al comienzo de la serie dices que miles de jóvenes negros se encuentran presos por vender cocaína, y que esa droga casi no se podía conseguir en los barrios negros antes de que la contra nicaragüense, con la ayuda de la CIA, empezara a llevarla a Sur Centro (Los Angeles).

GW: Fue el momento. En la misma época, en Colombia, los carteles estaban creciendo; de repente había una gran cantidad de cocaína y el precio bajó. Ese es un aspecto. Hasta la década pasada, la cocaína era cara para todos. Con el crecimiento de los carteles, el precio bajó pues la producción se redobló. Pero eso no explica cómo llegó a Sur Centro. Lo que demostramos fue cómo esa cocaína barata llegó a Sur Centro: por medio de la camarilla de traficantes de la contra.

OR: ¿Qué descubriste sobre la relación entre esa camarilla y la proliferación de crack en las comunidades negras?

GW: Bueno, la tecnología para producir crack existe desde hace rato. En los años 70 ya había recetas para convertir la cocaína de polvo a crack con bicarbonato de soda. El problema era que no había suficiente cocaína y que era demasiado cara. Con la llegada de grandes cantidades de cocaína barata, de repente se podía producir crack. Era una cuestión de materia prima: esa camarilla importó la materia prima para la epidemia de crack. Esa es la relación. La CIA no inventó el crack y la contra no lo trajo. Simplemente traía cocaína en polvo; en la calle ya sabían cómo convertirla en crack, pero antes no tenían la materia prima para hacerlo.

OR: Una cosa que documentas en la serie son las cantidades de cocaína que de repente se conseguían.

GW: El tipo que dirigió la camarilla, Norwin Meneses, era uno de los mayores traficantes de cocaína en Latinoamérica. Tenía vínculos directos con los carteles, cantidades sin límites de cocaína a su disposición y capacidad para transportar toneladas a este país. Si uno quiere meterse en un mercado como el de Los Angeles, hay que tener mucha droga; Meneses la tenía.

OR: ¿Qué descubriste, al escribir la serie y desde ese entonces, acerca de cómo podían traer tanta cocaína a Estados Unidos?

GW: Tenían una variedad de formas de importarla y cambiaban la ruta cada vez que una se descubría o que había un arresto. La traían en carros, en camiones. Durante un tiempo, especialmente a comienzos de la década, la transportaban en buques de carga colombianos, que descargaban la cocaína en Los Angeles, San Francisco, Portland, Seattle, por toda la costa.

Lo que nos pareció más interesante fue cuando empezaron a usar aviones militares salvadoreños, a partir de 1984 ó 1985. La operación de abastecimiento a la contra usaba una base aérea en El Salvador, es decir, la operación de abastecimiento que dirigió Oliver North, y de acuerdo a uno de los entrevistados, cargaban cocaína en aviones militares salvadoreños y la traían a una base aérea en Texas, donde la descargaban para distribuir a otros lugares.

Pero, de acuerdo al testimonio presentado al comité Kerry del Senado en la década pasada, llegaban vuelos de cocaína a la Base Aérea Homestead de la Florida. Qué mejor manera de proteger una carga de cocaína que en un avión militar rodeada de armas; nadie lo esperaba. Un periódico —creo que fue el Boston Globe— sacó un artículo muy interesante sobre un programa de la Aduana de no inspeccionar ciertos vuelos porque eran de la CIA. Y hay mucha sospecha de que esos aviones traían cocaína.

OR: ¿De cuánta cocaína estás hablando?

GW: El abogado de uno de los traficantes me dijo que traían cargas de mil kilos. Dijo que la cargaban en aviones de transporte que el programa NHAO, del Departamento de Estado, usaba para llevar ayuda humanitaria a la contra.

OR: ¿Qué es el programa NHAO?

GW: Oficina de Ayuda Humanitaria a Nicaragua [NHAO, por sus siglas en inglés]. La crearon para distribuir $27 millones en ayuda humanitaria cuando el Congreso recortó la ayuda militar. La administración Reagan creó la NHAO y esta mandaba "cargas mixtas" a la contra, o sea, suministros letales y no letales. El abogado de Danilo Blandón me dijo que, al regresar a Estados Unidos, esos aviones rutinariamente traían mil kilos de cocaína. Lo que es una cantidad enorme. Se puede cargar mucha cocaína en un C-130.

OR: ¿Cuántas personas tenían que volver las espaldas para descargar esa coca en bases militares estadounidenses? ¿Y luego distribuirla?

GW: En realidad no tantas. Una de las descripciones más comunes de esa cocaína en el informe del Comité Kerry es que la cargaban en bolsas militares de lona verde. En la descarga de aviones militares con una gran variedad de equipo, unas pocas bolsas militares no llaman mucho la atención. Así que ni siquiera creo que las tripulaciones de esos aviones necesariamente sabían de la cocaína. Solo necesitaban gente en [la base aérea salvadoreña] Ilopango para cargarla. Nadie inspecciona los aviones militares cuando llegan a Estados Unidos.

OR: ¿No ocurrió eso en medio de la campaña de "No más di no" del gobierno? ¿La de Nancy Reagan? ¿Cuáles dependencias del gobierno participaron en la importación de la cocaína y en su distribución?

GW: Es difícil decir porque los individuos involucrados no tenían vínculos directos. Siempre mantienen su distancia. He descubierto vínculos con el Departamento de Estado, el Consejo de Seguridad Nacional, la CIA y la DEA. Cada uno estaba metido de una manera distinta. Hay muchas pruebas de que los miembros de la camarilla estaban en contacto con agentes de esas dependencias durante el período en que traficaron cocaína; y no los arrestaron. Pero es difícil explicar por qué, dado que tenemos muchas pruebas de que el gobierno estaba al tanto de la operación. Por lo menos de una parte.

OR: ¿Qué vínculos has descubierto con la DEA?

GW: La DEA tenía lazos con Norwin Meneses, el líder de la camarilla; ha trabajado por la DEA desde hace muchos años. Para mí es increíble que nunca lo hayan arrestado en Estados Unidos. Pero tal vez eso también explique por qué. Creo que lo protegieron, y muchos otros lo creen también.

OR: ¿Has descubierto algo más sobre el papel de la CIA desde la primera serie que escribiste?

GW: Uno de los vínculos que encontramos fue un agente en Costa Rica. Hablamos con un estafeta de la organización de Meneses en San Francisco. Este identificó al agente, nos dijo su nombre, y dijo que estaba a cargo de la distribución de los fondos que él personalmente llevaba. Es un hecho. Además, como mencioné en la serie, la camarilla se reunía con un agente de la CIA —Enrique Bermúdez, el jefe de la FDN, el ejército de la contra— y recibía órdenes para recaudar fondos de él. Además, hemos descubierto que por lo menos un funcionario de la CIA en Washington tenía información muy específica sobre los cargamentos que pasaban por la base aérea salvadoreña.

OR: ¿No organiza la CIA sus operaciones de tal forma que pueda negarlo todo?

GW: Sí. La CIA nunca hace nada directamente. Sus agentes y asalariados les piden a otros que hagan algo, como en esta operación. Un agente extranjero, Enrique Bermúdez, les pidió a dos traficantes de cocaína que hicieran algo en beneficio de un ejército dirigido por la CIA. Y, lo que es interesante, en beneficio de la política exterior de Estados Unidos. No se puede decir que lo hicieran por su propia cuenta. Esos narcos no son muy caritativos, y por qué querrían entregar una parte de sus ganancias a la contra. Esa es una pregunta sin contestar.

OR: ¿Sabes cuánto dinero se destinó a la contra a través del tráfico de cocaína?

GW: Sabemos cuánto dinero recibió la contra en 1982 y 1983, cuando ese estafeta estaba trabajando para ellos. Dijo que recibió de cinco a seis millones de dólares. En cuanto al dinero que recibió después de 1983... me parece que la operación continuó hasta finales de 1983, de 1982 a 1983. Los fondos de la CIA empezaron a llegar en 1983, y parece que en ese entonces pararon la operación por un rato. Pero luego, se reanudó cuando la enmienda Boland.

OR: La enmienda Boland...

GW: En 1984, la enmienda Boland prohibió que la CIA financiara la contra. Por eso parece que volvieron a utilizar la operación de narcotráfico y Meneses se trasladó a Costa Rica. Danilo Blandón empezó a darle viviendas, camiones y dinero a Edén Pastora, uno de los comandantes de la contra. En esa época los sheriffs de Los Angeles se enteraron de la operación; no solo los sheriffs sino también el FBI y la CIA tenían pruebas en 1986. No estoy seguro de que fue una cosa continua. Y no sabemos cuánto dinero produjo en sus últimos años. No creo que en realidad la contra recibió un gran porcentaje de ese dinero. Viendo las condiciones en que estaba luchando, si hubiera recibido todas las ganancias de la venta de cocaína aquí, hubiera ganado la guerra y hubiera conquistado todo Centroamérica. Así de grande era esa operación. Por eso no creo que la contra recibió un gran porcentaje del dinero, pero sin duda recibió una porción.

OR: ¿Millones de dólares?

GW: Cinco o seis millones de dólares no es una lagaña de mico.

OR: Mencionaste vínculos con el Departamento de Estado.

GW: Esa es una parte que todavía no hemos publicado. Pero hubo varias reuniones muy extrañas con funcionarios del Departamento de Estado involucrados en actividades muy interesantes.

OR: ¡De veras! ¿Nos puede dar más detalles?

GW: No.

OR: OK, tendremos que insistir en que se publique el resto de la serie.

GW: Bueno, pueden insistir, pero no creo que salga en el Mercury News.

OR: Desde que salió la serie, se ha lanzado una gran campaña para desacreditarte a ti y los artículos, y echarte del mundo periodístico. ¿Nos puedes hablar de eso?

GW: Creo que esa campaña ha tenido bastante éxito. Pero no es la primera vez. Lo mismo pasó con los escándalos de la CIA en los años 70, con las denuncias de Seymour Hersh y Daniel Shore. Lanzaron campañas muy parecidas para desacreditarlos.

OR: Diles a nuestros lectores lo que te han hecho.

GW: Bueno, han publicado artículos que dicen que no tengo ninguna prueba, que no puedo comprobar nada de lo que he dicho. El Washington Post dijo que insinué que la CIA había atacado a propósito la América Negra. Ha sido una campaña de desinformación muy sutil para convencer al público de que la serie no dice lo que dice, o que dice cosas que nunca dijimos, para luego decir que no tenemos pruebas de lo que nunca dijimos. Es una campaña propagandística típica. Dicen, por ejemplo, que la serie no ofrece pruebas de que altos funcionarios de la CIA sabían del narcotráfico. Bueno, como la serie no dijo eso, naturalmente no da pruebas. Esa es su manera de calumniarnos. Me acusaron de firmar un contrato para una película con Rick Ross. Escribí una propuesta para un libro y trascendió al Los Angeles Times, que publicó una parte para dar a entender que ando metido en una teoría de conspiración. La DEA allanó la oficina del agente de cine con quien trabajo.

OR: ¡De veras!

GW: Sí, de veras. Buscaban pruebas de que firmé contrato con Rick Ross para una película. Iban a llevarlo ante un gran jurado y le pidieron sus archivos. Cuando no encontraron el tal contrato, se largaron. Pero de todos modos, el Los Angeles Times y el Washington Post proclamaron que hice cosas poco éticas. Rush Limbaugh me atacó. Oliver North me atacó. Reed Irvine y su banda de Accuracy In Media me han tenido en sus miras desde que salió la serie.

OR: ¿Qué dijo Oliver North?

GW: Dijo que soy el Janet Cook de la década actual. Cook era una corresponsal del Washington Post que inventó un artículo y recibió el Premio Pulitzer, y luego decidió devolverlo. ¿Recuerdas "Jimmy's World"?

En Nicaragua, Adolfo Calero, el ex jefe de la contra, anunció que tiene pruebas de que yo recibí dinero del abogado de Rick Ross para inventar esta historia. Eso le hace eco a lo que ha dicho el Departamento de Justicia ante los tribunales, que yo me confabulé de una manera indebida con un tipo que entrevisté. Eso quedó consignado en la sentencia de Ross.

Así que ha sido una campaña muy sofisticada y muy sutil para pintarme de pícaro o de lunático. Lo mismo les pasó a los corresponsales que informaron sobre esto en la década pasada; fue una campaña parecida, pero en ese entonces los pintaron de simpatizantes del comunismo, de sandinistas. Creo que en documentos oficiales el gobierno acusó a Martha Honey y Tony Avergan, dos corresponsales que investigaron esos mismos hechos en Costa Rica, de ser agentes sandinistas. Corrieron la misma clase de rumores e insinuaciones en la prensa costarricense que mi amigo Georg Hodel está experimentando actualmente en Nicaragua, donde la prensa dice que hay que cazarlo, y que el Mercury News ha invitado a entablar demandas contra nosotros. Es increíble.

OR: ¿Qué es eso de que el Mercury News ha invitado a entablar demandas?

GW: Así informó la prensa nicaragüense, que el Mercury News ha admitido que inventamos los artículos y que si se entabla una demanda contra nosotros, no nos defenderá. Es lo que dijo la prensa nicaragüense. Pura invención.

Lo último fue que hace poco unos hombres armados sacaron de la carretera el carro en que viajaban Georg Hodel, mi socio, su cuñado y el abogado de los hombres que entrevistamos en Nicaragua, y los amenazaron. Ellos fueron a la comisaría a sentar la denuncia, pero los periódicos informaron que estaban borrachos y que se salieron de la carretera. Es muy interesante. Nunca antes he sido el centro de una campaña propagandística, y es divertido ver cómo se desarrolla.

OR: ¿Por qué crees que John Deutsch, el director de la CIA, fue a una reunión comunitaria en Sur Centro?

GW: Eso me demostró que la CIA tiene mucho miedo. ¿Cuándo antes ha tenido la CIA que hacer algo así? ¿Que el director de la CIA tenga que ir a una reunión para contestar preguntas del público? No que realmente las contestara, pero por lo menos lo aparentó. Es una indicación de cuánto temor causa esta historia en Washington, que enviaron a John Deutsch para decir con mucho bombo y platillos que no pasó nada indebido. Creo que les salió mal. En vista de lo que le pasó a Deutsch después, me parece que decidieron que fue un error, que le echó leña al fuego.

OR: Hablando de la campaña contra ti y contra otras personas que contribuyeron a la serie, la llamaste una "campaña de desinformación". ¿Puedes explicar lo que eso significa?

GW: En la década pasada, unos expertos de la CIA iniciaron un programa en el Departamento de Estado llamado Manejo de Percepciones; eso se ha documentado. La meta era (a) intimidar y castigar a los corresponsales que cuestionaban la guerra de la contra o hablaban del narcotráfico de la contra, y (b) amedrentar a los editores y corresponsales para que no lo investigaran.

Ese programa se parece mucho a lo que están haciendo ahora. Es casi igual. Publican calumnias. Mandan a ciertas personas —como por ejemplo el grupo de Reed Irvine, Accuracy In Media, las mismas de la década pasada— a decir que toda la serie es una bola de falsedades y mentiras. En los años 80, esa misma gente decía que no ocurrió la masacre de El Mozote, en El Salvador, que fue pura invención, que el corresponsal Raymond Bonner del Times era simpatizante del comunismo. La misma gente.

Una de las cosas que uno aprende informando sobre las agencias de inteligencia es a reconocer ciertos patrones de conducta. No es necesariamente la misma gente cada vez, pero es el mismo patrón. Es el mismo patrón que el programa de Manejo de Percepciones de la década pasada. Y hay que decir que han tenido mucho éxito. La prensa grande está convencida de que la serie no dice la verdad, a pesar de que no se ha documentado ni un solo error en los artículos.

OR: En vista de todos estos ataques, ¿por qué has decidido mantenerte firme y correr estos riesgos?

GW: Porque es la verdad. Eso es lo fundamental. Uno se dedica a una carrera periodística precisamente por esa razón. Si estuviera errado, lo admitiría, pero no lo estoy. La gente tiene que enterarse de estos hechos, no solo para (a) entender lo que pasó, sino también (b) porque hay que pedir cuentas. Se han cometido crímenes. Hay mucha gente presa por el tráfico de cocaína. Esta operación trajo miles y miles de kilos de cocaína a Estados Unidos, a los ghettos. Y hasta la fecha no se ha pedido cuentas a nadie; los únicos que han pagado el precio son los que viven en esos barrios.

OR: ¿Qué has hecho para contraatacar y para dar a conocer lo que sabes? ¿Cómo va eso?

GW: Bueno, te diré. Cada vez que la prensa me ataca, crea una situación más polémica. Volví a salir en los programas radiales, la Internet y la televisión, para contestar sus ataques. El tema casi había desaparecido cuando mi editor ejecutivo decidió retractarse. Ahora ha vuelto a ser noticia de primera plana. Su última maniobra, cancelar la serie y asignarme a otro tema, atizó más las llamas.

OR: Explica esta situación para nuestros lectores.

GW: Escribí otros cuatro artículos sobre el tema. Dieciséis mil palabras. Los presenté en febrero, pero no los han publicado. No los redactaron. No los leyeron. No hicieron nada. Me dijeron que los leyeron. Pero no los redactaron. No me pidieron más documentación. No me han hecho ninguna pregunta sobre el tema.

Luego me dijeron que iban a publicar una retractación de ciertos aspectos de la serie. Me opuse fuertemente. Después de que la publicaron me defendí públicamente y defendí la serie, y dije que no iba a retractar nada. El paso siguiente fue asignarme a otro tema y decirme que no iban a publicar los nuevos artículos. Ahora quieren trasladarme a otra oficina, a unas 150 millas de donde vivo, cerca de la oficina central, para vigilarme de cerca. Así está la situación actualmente. El problema es que, de acuerdo al contrato de nuestro sindicato, no pueden trasladar a un corresponsal a otra ciudad sin su permiso. No lo pueden hacer para castigar, y absolutamente no se lo puede hacer porque un corresponsal defiende sus escritos. Eso es lo que tenemos que resolver ahora.

OR: ¿Así que tienes otros cuatro artículos ya escritos?

GW: Todos muertos. No los van a publicar.

OR: ¿Puedes hablar en general de lo que tratan?

GW: En general, tratan de otros funcionarios del gobierno que sabían de la operación; de los vínculos entre otras dependencias gubernamentales y los miembros de camarillas de traficantes; de sus actividades en Costa Rica y El Salvador; de que la policía de Los Angeles no les pudo echar la mano encima; de los vínculos de Oliver North con traficantes en Costa Rica, o por lo menos de los vínculos de su red. Hay mucha información. Trabajamos varios meses para reunirla. Pero no la publicaron.

OR: Antes de la entrevista hablamos del apoyo que has recibido, por ejemplo en la Internet. ¿Qué significa eso para ti?

GW: Ha sido muy interesante porque el público me apoya casi unánimemente. No me han llamado más de una o dos personas para decir que la serie es una pendejada o una invención o que me deben matar. El público me ha apoyado casi unánimemente. La serie horrorizó a mucha gente pero le alegró que se publicara. Sorprendió. Una cosa que me mostró una vez más es lo profunda que es la desconfianza hacia los medios grandes en este país. No solo por parte de la izquierda o la derecha; en todos los sectores creen que no dicen la verdad. Cuando ocurre algo así, cuando sale un poco de verdad y corren a suprimirla, a controlarla, se refuerzan las sospechas. Y con razón. Ha sido una situación extraordinaria. La primera vez que se informó sobre los vínculos de la contra y la cocaína, en 1985, fue accidentalmente. La agencia noticiera Associated Press lo informó en su servicio en español por accidente.

OR: Cuéntanos lo que pasó. Es interesante.

GW: En diciembre de 1985, dos corresponsales de la AP en Washington, Brian Barger y Bob Parry, escribieron un informe sobre el tráfico de cocaína de la contra en Costa Rica. Presentaron su informe al editor, quien lo redactó, lo redactó, lo agüó y lo volvió a redactar. El informe nunca salió; lo enterraron. Pero un día uno de los editores del servicio en idiomas extranjeros lo leyó, decidió que era interesante, lo tradujo al español y lo distribuyó en el servicio noticiero en español. Salió en periódicos en Venezuela, Colombia y Perú. Parry me dijo que al día siguiente recibió un montón de llamadas y que todo el mundo le dijo que era un informe magnífico. No sabía cómo había salido. Una vez publicado, no se podía tapar. Pero la reacción de los medios en Estados Unidos fue todo lo contrario. El Washington Post sacó un minúsculo artículo; creo que el New York Times ni siquiera lo mencionó. A la larga, la AP echó a Parry y Barger. Parry trató de escribir sobre el tema para [la revista] Newsweek, pero también lo echaron. Una vez más es cuestión de reconocer patrones. Esto es lo que le pasa a una persona que informa sobre como esto.

OR: ¿Hay algo más que quieras decir?

GW: Hace poco estaba hablando con un diskjockey de una emisora en Kansas, y me contó una de las consecuencias interesantes de la serie. La legislatura de Kansas revocó la ley que dictaba una sentencia mucho más dura por la posesión de crack que por la posesión de cocaína en polvo. Ahora dan el mismo castigo por los dos. Fue una consecuencia directa de la serie. Por lo menos ha habido un cambio positivo en la ley. Este es uno de los aspectos más inquietantes de esta situación: a dónde fue la cocaína, la reacción que provocó y todos los daños que causó. La reacción del Congreso fue castigar más duro a los vendedores que a los importadores. El resultado ha sido una enorme disparidad en la cantidad y la raza de los presos federales por cocaína. La gran mayoría son negros. Y la gente de los ghettos tiene razón. Ellos no traen la cocaína. No tienen aviones. No tienen barcos. No la cosechan. Pero ellos son los que pagan el precio. No importa cuáles sean las opiniones políticas personales, eso simplemente no es justo.


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