Bob Avakian
Obrero Revolucionario #1137, 3 de febrero, 2002, en rwor.org
El OR está publicando esta serie de pasajes de "Grandes objetivos y gran estrategia", una obra inédita de Bob Avakian, presidente del PCR. Aunque se escribió hace más de un año, la obra (y estos pasajes en especial) abordan temas de importancia para la crisis y guerra actual. Esta es la 11 parte.
Quisiera abordar un aspecto importante de la aplicación a la sociedad socialista bajo la dictadura del proletariado del principio de la relación indesligable entre la meta final y cada etapa de la lucha. Con el afán de estimular más estudio y análisis sobre el particular, responderé a los planteamientos que hace Eric Hobsbawm en su libro The Age of Extremes (La edad de extremos), donde en el capítulo 13, "El socialismo real", dice:
"En cualquier gobierno de un solo partido inamovible reside la posibilidad de la dictadura y en el caso de un partido jerárquico y centralizado, como el partido bolchevique de Lenin, es más bien una probabilidad muy fuerte. El concepto de un partido inamovible expresó la convicción absoluta de los bolcheviques de que no podían permitir que se derrocara la revolución y que su destino estaba exclusivamente en sus manos... Debido al concepto de un partido con un monopolio político y un 'papel dirigente', un gobierno soviético democrático resultó tan improbable como una iglesia católica democrática; sin embargo, no fue necesariamente una dictadura personal hasta que José Stalin transformó el sistema político comunista en una monarquía no hereditaria". (p. 389, traducción del OR)
Aunque Hobsbawm parte del punto de vista socialdemócrata (y fundamentalmente demócrata burgués), señala cuestiones muy importantes que vale la pena analizar para adentrarnos en las contradicciones básicas, decisivas y muy concretas que surgen con relación a todo esto.
Por una parte (aun dejando a un lado la cuestión de Stalin, que hemos analizado detenidamente y a fondo), Hobsbawm destaca unos problemas muy concretos: como sabemos --y como comprendemos desde una perspectiva profundamente materialista y dialéctica gracias al análisis (y síntesis) trascendental elaborado por Mao-- es posible que el partido de vanguardia comunista se convierta en su contrario; es decir, una vez que se establezca la dictadura del proletariado, el partido puede llegar a ser un instrumento de la dictadura burguesa sobre las masas. Esto se debe a las contradicciones propias de la sociedad socialista (y la interrelación e interpenetración de estas con las contradicciones que encierra la situación mundial) y el hecho de que se expresan y se concentran (de manera importante) en el partido, y en las relaciones entre el partido y las masas. Así que por una parte, Hobsbawm, desde su propia perspectiva de clase (que no es la del proletariado), señala unas contradicciones muy concretas y profundas.
¿Y por otra parte? Veamos la siguiente frase clave de lo citado arriba: "El concepto de un partido inamovible expresó la convicción absoluta de los bolcheviques de que no podían permitir que se derrocara la revolución y que su destino estaba exclusivamente en sus manos...". Bueno... por otra parte, el problema más grueso es que, ¡lo que dice al final de esa frase es cierto! Es decir, los bolcheviques tenían razón: su "convicción absoluta" era muy acertada. Y eso nos lleva a la gran dificultad, al meollo del problema.
En primer lugar: de hecho, no se puede permitir que se derroque la revolución. En segundo lugar, es verdad, en cierto sentido, que la revolución está en manos de la vanguardia y en cuanto a "exclusivamente" (que la revolución debe estar exclusivamente en manos del partido de vanguardia), no es cierto... pero de alguna manera sí lo es. No es cierto que la vanguardia pueda reemplazar en un sentido fundamental a las masas (ni que sea más importante que ellas) en el ejercicio del poder político ni en el proceso revolucionario en conjunto. Pero sí es cierto en este sentido: hasta que se alcance la meta final del comunismo, se necesitará una dirección que represente al proletariado revolucionario; si la vanguardia comunista entrega la dirección a cualquier otra fuerza, esa fuerza inevitablemente representará a otra clase; y si otra clase gana la dirección, es seguro que se derrocará la revolución.
Por eso, el problema es tan espinoso. Sería muy sencillo si pudiéramos decir, como buenos liberales y reformistas: "No importa que se derroque la revolución". Sería mucho más fácil si existiera muchísima gente que pudiera asumir la responsabilidad de dirigir la revolución y si no fuera necesario que la dirección quedara en manos del partido. Pero en realidad, sí es necesario que sea así; no se puede permitir que se derroque la revolución y, para que no suceda, sí es crucial que el partido tenga la dirección.
Hablando muy concretamente, ¿acaso se forjará y fortalecerá el más amplio frente único que beneficie los intereses de las vastas masas sin la dirección del proletariado, encarnada y expresada por su vanguardia MLM? ¿Acaso se superarán correctamente los intereses estrechos y sectarios, al servicio de los intereses más elevados del pueblo y, a fin de cuentas, de toda la humanidad? ¿Se dará al máximo grado posible "un espacio" saludable a la crítica y el espíritu crítico, la iniciativa y la creatividad, no solo de los intelectuales sino de las masas? ¿Se logrará una síntesis correcta para que la sociedad avance hacia la meta del comunismo (que representa los intereses más elevados del pueblo y, a fin de cuentas, de toda la humanidad), apoyándose en las más amplias masas y desencadenando más y más su dinamismo consciente y el debate sobre toda clase de problemas del desarrollo de la economía y asuntos del gobierno, así como las artes, la ciencia y la superestructura? La respuesta a todo esto es simple y llanamente ¡NO!. Mejor dicho, desde otro ángulo y poniéndolo en términos positivos: cuanto más la dirección del proletariado revolucionario y su vanguardia MLM se ejerce de la forma que he recalcado arriba, tanto más se desencadenarán los "factores positivos" para librar la lucha en aras de la meta final del comunismo.
Para comprender esto (para lograr una síntesis correcta), hay que entender los rasgos concretos de la dictadura de proletariado: esta se distingue de todos las formas anteriores del estado porque requiere que las propias masas gobiernen y transformen la sociedad. Y ese carácter cualitativamente distinto debe fortalecerse y manifestarse más y más conforme avance la revolución bajo la dictadura del proletariado y se fortalezca en ese sentido esa dictadura.
Esto se aplica también al partido. Es muy necesario que el partido tenga la dirección porque de lo contrario sí se derrocará la revolución, y no se puede permitir eso. Donde el proletariado haya conquistado el poder, haremos todo lo posible para que no se derroque. Aunque reconocemos que en un sentido histórico habrá reveses y derrotas, nos tocará luchar a cada paso a lo largo de toda la transición histórica al comunismo para que eso no ocurra. Y siempre debemos tener presente el objetivo estratégico de superar la contradicción entre la vanguardia y las amplias masas (y la contradicción entre la dirección y los dirigidos al interior de la vanguardia) y trabajar conscientemente por lograrlo --paso por paso, y a través de grandes oleadas de lucha-- como un aspecto crucial de avanzar hacia la eliminación de las condiciones sociales que hacen necesaria la existencia del partido y su papel de vanguardia. Esa es la unidad de contrarios que se nos plantea.
Como he señalado, sería muy fácil tomar una posición liberal y decir: "Está bien, entregaremos la dirección a otra gente". Pero el gran reto, el reto mucho más difícil, es mantener la dirección de la sociedad socialista en nuestras manos a lo largo de la transición al comunismo y a la vez plasmar los principios que aquí se destacan respecto al carácter de esa sociedad, especialmente el carácter muy particular de la dictadura del proletariado: cuanto más se fortalece y cuanto más la lucha avanza hacia la meta del comunismo mundial, tanto más cabalmente habrá que plasmar el carácter muy particular de esa dictadura. Naturalmente, no se trata de una "receta mágica" sino del camino y los medios para luchar, pero en síntesis, allí encontraremos la resolución a las muy concretas y espinosas contradicciones señaladas por Hobsbawm, desde su propia perspectiva de clase y francamente de una manera muy superficial.
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