Obrero Revolucionario #1104, 24 de mayo, 2001, en rwor.org
En todo nuestro trabajo, partimos de una cuestión clave: ¿CUÁLES SON LAS NECESIDADES FUNDAMENTALES Y LOS INTERESES MÁS ELEVADOS DE LAS MASAS DEL MUNDO ENTERO Y CÓMO RESPONDEMOS A ELLOS?
El movimiento es muy valioso, pero las masas necesitan algo más. Necesitan la revolución. Si simplemente tenemos un movimiento, si no hacemos la revolución, no acabaremos con el sufrimiento del pueblo porque no tumbaremos, no eliminaremos, las causas de ese sufrimiento. Debemos comprender esta diferencia fundamental entre lo que planteamos nosotros y lo que plantean los reformistas de todo tipo, y especialmente los revisionistas, o sea, gente que busca reformar el sistema o defensores de él que dicen ser revolucionarios, socialistas e incluso comunistas.
Lenin explicó que uno de los rasgos centrales del revisionismo es la orientación de que "el objetivo final no es nada; el movimiento lo es todo". Y, la verdad, eso se ve mucho. O sea, la gente le echa muchas ganas al movimiento y sí, el movimiento es magnífico, es a todo dar luchar contra el enemigo y debatir muchas cuestiones; todo eso es sumamente importante. Y, claro, es bueno que la gente le entre, que le fascine todo eso y rechace la asfixiante realidad cotidiana del sistema. Pero no por eso debemos infatuarnos con el movimiento y olvidar la meta final. No debemos perder de vista que necesitamos tumbar y enterrar este sistema y crear un mundo completamente nuevo. Lo que hacemos debe contribuir a esa meta porque, de lo contrario, se torcerá y terminará siendo otra cosa. No necesitamos la orientación de que "el objetivo final no es nada; el movimiento lo es todo". Al contrario, tenemos que trabajar por la meta final y construir el movimiento considerando a cada paso qué nos llevará a esa meta.
Pero por lo general, la orientación de que "el objetivo final no es nada; el movimiento lo es todo" tiene mucho eco en los grandes movimientos de masas y luchas contra el sistema que surgen en una situación en que las perspectivas de tumbarlo no son ni inmediatas ni muy palpables. En esa situación es común que el anarquismo, el nacionalismo y otras corrientes que a fin de cuentas son reformistas, no revolucionarias, tengan una gran acogida y den la pauta para el movimiento, lo que limita la visión de la gente.
Desde luego, esto no es justificación para ser "elitistas", para menospreciar la importancia de tales movimientos y luchas, para adoptar una actitud sectaria hacia los partidarios de otras líneas y corrientes o para pensar que somos superiores a ellos porque no comparten nuestra posición revolucionaria. Obviamente, no hablo de eso.
De igual modo, sería erróneo que esa situación sirviera de pretexto para abandonar nuestro punto de vista revolucionario y nuestro trabajo por la revolución proletaria o para bajarle el tono y darle un matiz "más suave". Es cierto que la mayoría no está en la onda revolucionaria en este momento, pero no por eso debemos darle otro matiz a nuestra política. Más bien debemos bregar por aplicar correctamente esa política revolucionaria, no suavizarla. En realidad lo que todo eso demuestra es que es necesario captar a fondo las fuerzas que mueven la sociedad y el mundo, es decir, comprender las verdades elementales que nos enseña el materialismo histórico y la ciencia del marxismo-leninismo-maoísmo (MLM).
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Por cierto, Marx dijo algo muy importante: que lo decisivo no es la lucha de las masas en un momento dado, pues el sistema suscitará lucha y más lucha. Claro, tampoco se desenvolverá en línea recta sino en oleadas, por un camino sinuoso de vueltas y revueltas. Pero el sistema suscitará más y más lucha y, a la larga, producirá sus propios sepultureros. Esa es su dinámica.
Viajé a China cuando era un país socialista y un bastión de la revolución proletaria, y me acuerdo que los camaradas chinos se reían y decían: "El sistema es un excelente maestro: si uno no aprende la primera vez, le enseñará una segunda, una tercera y una cuarta vez". No debemos olvidar eso, pues lo que Marx quería decir es que la realidad material lo moldea todo y su dinámica nos llevará por cierto rumbo, captémoslo o no e independientemente de cuánta gente lo capte en un momento dado. Debemos mantener las miras en la meta y jamás olvidar la meta fundamental que se propone la lucha contra este sistema y sus continuos crímenes contra las masas del mundo entero.
Igualmente, en ningún momento debemos subvalorar u olvidar el gran valor del MLM para las masas populares, aunque ellas mismas no lo reconozcan todavía. No olvidemos que es indispensable para ellas, pues lo necesitan para emanciparse de toda forma de esclavitud y degradación. En la época de los 60, Eldridge Cleaver habló en un artículo de la revista Ramparts (una revista radical de oposición) de una metáfora de Malcolm X sobre un tesoro al pie del arco iris. Dijo que Malcolm instó a los negros a buscar ese tesoro y cuando lo encontraron descubrieron el instrumento de su liberación, el fusil. Fue muy grueso decir eso en ese momento porque era una forma de decir que la liberación de los negros requiere lucha armada.
En esa época, Eldridge jugó un papel muy positivo, a pesar de ciertos aspectos negativos. Fue el primero que me platicó de Mao. Fui a su casa un día y tenía un afiche grandote de Mao. Le pregunté: "¿Por qué tienes ese afiche de Mao colgado ahí?". Respondió sin más: "¡Porque Mao es el cabrón más chingón del planeta!". Eldridge difundió la idea de la revolución, especialmente de la lucha armada para tumbar al sistema, y popularizó a Mao como el líder "chingón" de una guerra revolucionaria victoriosa. Eso fue algo muy importante.
Desde entonces hemos aprendido que además del fusil, lo que necesitamos más que nada es la ciencia del MLM, que guía al pueblo a librar la lucha armada cuando surja una situación revolucionaria, cuando hayan surgido las condiciones necesarias. Necesitamos un partido de vanguardia, que se basa en el MLM y dirige a las masas a prepararse para la guerra revolucionaria y a librarla, a tumbar el sistema y transformar la sociedad y el mundo de acuerdo a los intereses de las masas. Así que podríamos decir que el MLM es "un faro en la oscuridad" y nuestro deber solemne es que esa luz llegue a todo rincón del planeta.
Hace poco leí un informe sobre el trabajo del partido con los jóvenes y me llamó mucho la atención el relato de una chava que vendía el periódico por primera vez. Le preguntaron por qué lo hacía y dijo: "Si usted conociera la verdad, ¿acaso no tendría ganas de que los demás la conozcan?".
¡Muy bien! ¡Órale! Como la compañera, debemos reconocer, debemos captar muy bien que al abrazar el MLM, al unirse con el partido, al ingresar a él y trabajar por la causa de la revolución proletaria, estamos luchando por la liberación de las masas en este país y en todo el planeta. Somos parte de las fuerzas marxista-leninista-maoístas del mundo, unidas ahora en el Movimiento Revolucionario Internacionalista (MRI), bregando por formar una nueva organización a un nivel superior, una nueva internacional comunista que podrá concentrar la unidad de las fuerzas revolucionarias de vanguardia del mundo entero que aplican una concepción del mundo y método común, nuestra ideología del MLM, a fin de plasmar la fuerza más pujante: la lucha revolucionaria consciente de las masas.
Tenemos el firme compromiso de hacer esa revolución, la transformación más profunda, trascendental y emancipadora de la historia. Miles de años de desarrollo histórico complejo y variado han sentado las bases para ella. La terrible locura del sistema y el tremendo sufrimiento de las vastas mayorías del mundo entero claman revolución, y esa revolución es la única forma de resolver las monumentales contradicciones del sistema y de arrebatarle el mundo, el destino de la humanidad. Es la única resolución que beneficiará a los pueblos del mundo y, en última instancia, a toda la humanidad. Es posible hacer esa revolución porque el mismo sistema capitalista y las contradicciones fundamentales que entraña ha producido una clase, el proletariado, cuyos intereses fundamentales dictan que la haga y que la haga completa y cabalmente. Como dijo Marx: el capitalismo ha producido y produce constantemente sus propios sepultureros.