Avanzar el movimiento revolucionario mundial: Cuestiones de orientación estratégica
Bob Avakian
Presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos
A continuación presentamos el texto de un discurso pronunciado poco después de ¿Conquistar el mundo? Deber y destino del proletariado internacional. El texto salió por primera vez en inglés en la revista Revolution, No. 51, primavera de 1984. Esta versión, en español, salió en el Obrero Revolucionario (ahora Revolución), Nos. 316 y 317, 5 y 12 de agosto de 1985.
Esta presentación sobre avanzar el movimiento revolucionario mundial también podría titularse “Rompiendo con viejas ideas”. Primero que todo y esencialmente, la idea con la que hay que romper, y que desafortunadamente ha tenido mucha aceptación en el movimiento comunista internacional, es la idea de que el internacionalismo es algo que el proletariado (o el pueblo) de una nación le ofrece a otros, a los obreros (o pueblos) de otros países. Esto correspondería más o menos a una interpretación literal de “inter-nacional”. Y en efecto, cuando abrimos las páginas de nuestro periódico a la discusión y lucha sobre los borradores del Nuevo Programa y la Nueva Constitución de nuestro partido1, como parte del proceso para lograr la versión final de tales documentos, publicamos una carta que sostenía que se debería desechar el término “internacionalismo” y llamarlo “revolucionarismo mundial”, o algo parecido, debido a que ni siquiera le gustaba la implicación “de una nación a otra” que se podría inferir al hacer una interpretación literal de “inter-nacionalismo”. Bien, esa sugerencia del autor es una forma un poquito mecánica de tratar con un problema; el internacionalismo proletario y su práctica auténtica, ha llegado a significar algo; de hecho, constituye una línea divisoria fundamental y en ese sentido el término está bien. Sin embargo, la carta tocó un punto válido (aunque no muy correctamente) que es la crítica del punto de vista de que el internacionalismo es algo que los obreros o el pueblo de una nación le ofrecen a los de otras naciones. Tal criterio realmente reduce el internacionalismo a algo secundario y subordinado, por muy importante que se diga que es.
Nuestro partido ha expuesto mucho sobre lo decisiva que es la arena mundial y sobre la cuestión de cómo ver correctamente los factores internos y externos en esta época del imperialismo — sobre la relación entre el proceso revolucionario en un país determinado y el proceso del avance de la época burguesa a la época del comunismo a escala mundial, y sobre cómo la contradicción y la lucha en países determinados están integradas en ese proceso global y determinadas principalmente por el movimiento y desarrollo de dicho proceso global. Teniendo presente esto se puede ver aún más claramente cuál es la base material y la base filosófica para interpretar correctamente el internacionalismo proletario. Sin duda no es una simple cuestión de decorado, pero además, no se puede tratar como algo secundario o subordinado o algo que le ofrece el proletariado de una nación a otros. Realmente tiene que ser la base y el punto de partida para el proletariado de todos los países: para avanzar la lucha el proletariado solo puede avanzarla si la enfoca, y busca avanzarla, primero que todo a nivel mundial. Esto no significa, por supuesto, que se intente hacer la revolución sin tener en cuenta las condiciones en diferentes partes del mundo ni las condiciones en países determinados; significa que hasta en la manera de enfocarlo se procede del punto de vista de que la arena mundial es lo más decisivo y los intereses globales del proletariado mundial son lo supremo. Y esto no es solamente una buena idea. Tiene una base muy material que ha sentado el sistema del imperialismo2.
Voy a mencionar algo que he querido investigar. Puede que otros sepan más sobre esto. Es algo que creo que tiene que examinarse. A mi entender, hubo una disputa o un desacuerdo (como sea que se deba describir) entre Lenin y James Connolly, quien fue una de las principales figuras revolucionarias de Irlanda, uno de los líderes revolucionarios por la época de los levantamientos de Pascua en Irlanda, durante la I Guerra Mundial. Para resumir brevemente las diferencias, Connolly veía el internacionalismo más o menos como la unidad que les ofrece un pueblo a otros pueblos, mientras que Lenin en cambio insistía, correctamente, que los proletarios no tienen nación, en el sentido ideológico. Esto no significa que literal y materialmente no vivían en una nación determinada en un momento dado. Pero ideológicamente no son representantes de una nación, y en ese sentido no tienen nación. Son representantes del proletariado internacional.
Lenin se dirigió rigurosamente a esto en una de sus polémicas contra los nacionalistas burgueses, que se decían socialistas, del Bund Judío en el movimiento socialdemócrata ruso. Lenin citó a uno de ellos que dijo: bueno, de acuerdo a los bolcheviques, cuando se le pregunte a un obrero a qué nacionalidad pertenece, tendrá que contestar: “soy socialdemócrata”. Lenin agregó después de citarlo, que nuestro oportunista considera esto como el colmo de la ingeniosidad, él cree que es una denuncia de los bolcheviques. En otras palabras, Lenin quería decir: muy bien, eso es lo que se debería decir, ésa debería ser su orientación. Y más que eso, es el colmo de su ingeniosidad, y se autodenuncia al atacar eso como una desviación de los bolcheviques3. Esto por supuesto no significa que Lenin desconociera o negara la existencia de las naciones, la cuestión nacional y el derecho de autodeterminación. Muy por el contrario. Pero en lo que quería insistir con todo eso es en que los proletarios son internacionalistas. En el sentido ideológico y en cuanto a su punto de partida fundamental, no son representantes de ésta o aquella nación. Y el punto de vista de Connolly, opuesto, era que se debía ser internacionalista pero que, por ejemplo, si se es irlandés, se representa al pueblo irlandés y sobre esa base se es partidario de la unidad con todos los otros pueblos oprimidos y los obreros de todas las demás naciones. Son dos puntos de vista completamente opuestos. Y desafortunadamente tengo que decir que, para expresarlo un poco provocadoramente, desde la muerte de Lenin, la concepción de Connolly (por describirla de ese modo) y no la de Lenin, es la que ha prevalecido progresivamente en el movimiento comunista internacional4.
Para seguir en esta vena provocadora, diría que éste fue más o menos el punto de vista de Mao: si bien él luchó por el internacionalismo proletario, y en general se tiene que decir que indudablemente fue un internacionalista proletario, el punto de vista que se trasluce en sus escritos y en sus discursos, es que ellos representan a la nación china y sobre esa base son partidarios de la unidad con el proletariado y todos los otros pueblos oprimidos del mundo. Esto difiere de la concepción por la que luchó Lenin: que, ya sea en una nación oprimida o en una nación opresora, desde un punto de vista ideológico, los comunistas no representan a las naciones5. Esta desviación sin duda no empieza con Mao. Yo diría más bien que es al revés. Esto es algo con lo que Mao no rompió — una ruptura que Mao no hizo con lo que se había convertido en la concepción abrumadoramente prevaleciente en el movimiento comunista internacional. En ¿Conquistar el Mundo? me referí a una ley que se promulgó en la Unión Soviética en 1934 estableciendo castigos más severos, inclusive la pena de muerte, para los actos de traición a la Unión Soviética, y en cuyo preámbulo dice que la defensa de la patria es el supremo deber de un comunista. Ahora bien, yo no creo que eso tenga nada en común con el punto de vista de Lenin, con el leninismo, sobre la cuestión de la patria, con el internacionalismo y demás. Lenin insistió reiteradamente, en particular con respecto a los países imperialistas —y ahí es donde este tipo de línea adquiere la forma más nociva— que en esos países la patria es un asunto muerto porque la cuestión nacional y la lucha de liberación nacional son un asunto muerto en los países capitalistas avanzados. También tuvo mucho cuidado de decir que los fenómenos en el mundo no son “puros” o absolutos, e incluso hablando de Europa, por ejemplo, citó la cuestión irlandesa precisamente como ejemplo de donde existía todavía una cuestión nacional en Europa Occidental. Pero, sin tomar la excepción sino la regla —o sea el aspecto principal de la situación y no los aspectos secundarios en oposición a la esencia— dijo que en Europa Occidental (y en Estados Unidos donde también existe la cuestión nacional, particularmente para el pueblo negro, entre otros), en general, se ha superado la cuestión nacional. Por esto, la cuestión de la patria, o de la defensa de la patria y demás, no están históricamente a la orden del día en esos países.
Pero incluso para aquellos países donde está a la orden del día, y donde políticamente es necesario no únicamente librar la lucha por la liberación nacional sino esforzarse por dirigirla, todavía queda pendiente la cuestión de orientación y punto de partida y hay que definir si la orientación y punto de partida es ser representante de la nación o representante del proletariado internacional. Para extender esto un poquitico, o para ponerlo un tanto en términos geométricos, diría que se sale mejor librado como comunista moviéndose horizontal que verticalmente, buscando los vínculos e identificación con los proletarios y las masas oprimidas de todo el mundo en la época contemporánea, que si se buscan las raíces e identificación remontándose décadas e incluso cientos o miles de años, en la propia nación. Esto no quiere decir que se deban ignorar las condiciones concretas ni la historia y el desarrollo histórico de la nación de la que se es objetivamente parte. Pero por lo que respecta a orientación, uno se debe identificar con el proletariado internacional de la época contemporánea y debe hacer hincapié en el hecho de que ésta es una época radicalmente diferente y en que la revolución proletaria es una revolución radicalmente diferente de todas las anteriores — o, parafraseando a Marx y a Engels, en que esta revolución representa una ruptura radical, tanto material como ideológicamente, con todo lo anterior.
¿Por qué plantear esto? Bien, como sabemos, es un problema; ha sido un problema en el movimiento comunista internacional. Por ejemplo, aquí en Francia, cuando surja una fuerza marxista-leninista que diga claramente “a la mierda con la Revolución Francesa de 1789 y toda esa tradición, de entrada no queremos nada que ver con eso, es cosa del pasado”, eso será un tremendo salto adelante para el movimiento marxista-leninista en Francia. En mis observaciones, uno de los más grandes lastres de cualquier intento de formación marxista-leninista en Francia es que todos ellos creen que existe una gran tradición de la “izquierda” en Francia, y la cargan a cuestas — incluso los que se refieren a ella cínicamente por una parte, por la otra la creen y siguen ese mismo camino. Es un gran lastre. Porque de hecho es una tradición burguesa, en el mejor de los casos una tradición burguesa de “izquierda”, en la época actual; no trasciende los límites de la democracia burguesa. En cuanto a revoluciones burguesas, la Revolución Francesa estuvo bien, fue la más completa, supongo, que conocemos. No fue completamente casual el que los bolcheviques, por ejemplo, tomaran prestadas algunas analogías de la Revolución Francesa, incluso algunas veces tomaron seudónimos de ella, usaron analogías de los jacobinos y así por el estilo. Fue una revolución muy completa para su época. Pero ése es precisamente el quid. Justamente esta mañana leí un artículo de Lenin donde polemizó contra Boris Souvarine, quien era un líder oportunista de los socialistas en Francia durante la I Guerra Mundial. Fue muy refrescante, especialmente después de haber estado aquí algún tiempo, aunque sea como observador. Souvarine atacaba a Lenin por sus planteamientos de derrotismo revolucionario y lanzaba toda clase de argumentos oportunistas, de estilo kautskista, para confundir el asunto, sacaba a relucir la historia de Francia y de la Revolución Francesa, y las tradiciones democráticas e incluso revolucionarias de Francia, insistiendo en que no era posible comparar todo esto con Alemania y cosas por el estilo. Y Lenin, contundentemente, dijo mire, esta guerra no tiene nada que ver con la Francia de finales del siglo XVIII, es la Francia imperialista la que está librando esta guerra. Esa época se acabó y es cosa del pasado. Dejad que los muertos entierren a sus muertos, como dijo Marx en otro contexto6.
Así, como vemos, ésta no es una cuestión de tipo académico exactamente; hasta el día de hoy esta confusión del nacionalismo con el internacionalismo —y específicamente el planteamiento de que se es un “heredero comunista” de las más excelsas tradiciones de la nación y el mejor representante de sus verdaderos intereses— continúa plagando al movimiento comunista internacional y a los marxista-leninistas en varios países. Por supuesto no debemos negar unilateralmente el pasado ni cortarnos unilateralmente del pasado, pero se requiere hacer una ruptura radical. No somos los continuadores de las revoluciones anteriores de épocas anteriores. Los comunistas no somos eso, la revolución proletaria no es eso. En los Estados Unidos tuvimos uno de los más grotescos ejemplos de esto (si no el más grotesco, al menos uno de los más grotescos), famoso internacionalmente, en el liderato de Earl Browder del Partido Comunista de Estados Unidos (PCEU), quien acuñó la consigna “el comunismo es el americanismo del siglo XX” (risas). Y es fácil reírse de eso porque de hecho es extremadamente burdo y grotesco. Aun hoy, el PC en los Estados Unidos tiene librerías que llevan el nombre “Librería Jefferson” [tercer presidente y firmante de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos—nota del traductor] y cosas por el estilo. Earl Browder ya no existe y el PCEU es hoy peor que incluso en ese entonces. Pero siempre han hecho eso, desde mediados de los años 30, desde la época del informe de Dimitrov7. Esas tendencias que ya existían en el PCEU recibieron un tremendo impulso y han sido dominantes desde entonces, sin excepción. Cuando Earl Browder era el dirigente y después de que lo expulsaron la Comintern y el liderato del PCEU, esa línea permaneció.
Pero no es solo el PCEU. Recuerdo que alguien me contó que cuando llegó a Francia justamente después de la II Guerra Mundial, Thorez, el cabecilla del PC Francés en esa época, dio un discurso sobre por qué eran los defensores de las tradiciones, las grandes tradiciones revolucionarias, de la nación francesa y por qué todavía podían decir “Vive la république”. Thorez agregó entonces que por supuesto eso no significaba que los camaradas británicos pudieran decir “God save the Queen”. ¿Bien, por qué no? Me parece que lo que es justo para uno también lo es para el otro. Si los camaradas franceses pueden decir “Vive la république”, entonces es apenas justo que sus camaradas del Partido Comunista Británico puedan decir “God save the Queen”. Después de todo, ya habían dicho prácticamente todo lo demás (risas). El PC Británico alardeaba de que habían concebido lo de la transición pacífica antes de que Jruschov lo anunciara, que era su política desde varios años antes.
Pero regresando al PC Francés y a la concepción general de ser parte de la gran tradición de la nación: en el cementerio Père Lachaise de París el PC compró toda una esquina. Desafortunadamente circunda el Muro de los Comuneros (el Muro donde fueron asesinados los últimos defensores de la Comuna), que en cierto modo el PC se ha apropiado. Allí hay unas tumbas con monumentos repugnantes, por ejemplo, los monumentos a dos soldados que murieron como parte de un regimiento francés en la Guerra Civil en España; sus tumbas están juntas y el PC mandó a hacer unas lápidas con las inscripciones: “Aquí yace uno que crea en Dios, aquí yace uno que no crea en El”. El problema es que uno no está seguro de cuál de ellos es el miembro del PC. Pero uno de ellos fue miembro del PC y el otro no, uno de ellos crea en Dios y el otro no, y yacen juntos porque lucharon hombro a hombro en la Guerra Civil en España. Bueno, no es que todo el que haya luchado en la Guerra Civil en España tuviera que haber sido ateo o comunista. Pero el PC se esmera por señalarlo y si se ve en su contexto aquí, todo hace parte de “murieron para que Francia pudiera vivir”. Y en las tumbas de los miembros manifiestos —incluso miembros del Comité Central— del Partido Comunista Francés hay monumentos con consignas de que murieron por la nación francesa, por la gloria de Francia y cosas por el estilo. Todo es parte de una sola pieza, es la continuidad de la gran tradición de la gran nación francesa y su república — eso es lo que se está defendiendo. Ahora bien, éstas son quizás algunas de sus más burdas y grotescas expresiones: Fulano de Tal, miembro del Buró Político del Comité Central del PC Francés, quien luchó para preservar la independencia de Francia durante la II Guerra Mundial, la paz y la libertad; hay que leerlo para ver lo profundamente revisionista que es. Desafortunadamente, esto no empezó con George Marcháis (el actual cabecilla del PC Francés) y no acabará con él. Similarmente en los Estados Unidos este tipo de cosas no empezaron ni terminaron con Earl Browder; son un hilo consistente que se remonta hasta mediados de los años 30, y después de que se desembarazaron de Browder siguió siendo un hilo consistente. Aun cuando no siempre se expresó tan burdamente como en la consigna: “el comunismo es el americanismo del siglo XX”, ésa ha sido la línea.
Recuerdo que una vez me entrevistó un reportero que se consideraba simpatizante, y creo que en cierta forma lo era. El obviamente había recibido la influencia del PC y una y otra vez me lanzó preguntas con las que él pensaba darme una gran oportunidad, como “su partido es una especie de partido americano, enraizado en el suelo de Estados Unidos, ¿no es cierto?”, y yo le decía “no”. Pues bien, él siguió en ésas, haciéndome pases que yo no le contestaba hasta que finalmente fue explícito y dijo: “Bien, oiga, lo que estoy tratando de decir es que usted es un fenómeno americano; eso es lo que estoy tratando de hacer que usted diga”. Y le respondí: “Sí, lo sé, y eso no lo voy a decir”. Pero recuerden que este tipo era más o menos simpatizante. El había estado cerca del viejo PC y pensaba que esto era una ayuda. Pensaba que me estaba haciendo buenos pases para que yo pudiera agarrar la pelota ¡y meter un gol! Pero no era lo que queríamos decir. Su experiencia lo hacía pensar que eso era lo que queríamos decir, pues él conocía al viejo PC y eso es lo que ellos buscan decir, y es lo que dicen. Es lo que han dicho por cerca de cincuenta años. Y cuando decían “el comunismo es el americanismo del siglo XX”, desafortunadamente era verdad como autodescripción. Lo que presentaban como comunismo era americanismo del siglo XX, es decir, imperialismo. Se habían convertido en apéndice y apologistas de eso. Las peores expresiones de este fenómeno tienen que darse naturalmente en los países imperialistas, cuyo papel en relación con la cuestión nacional es ser opresores de otras naciones.
Naturalmente, el intento de ser patriótico, de ser los mejores defensores de la nación y cosas así, adopta su más grotesca y nociva expresión en estos países imperialistas. Pero, como posición ideológica, como punto de partida, no es correcto para los comunistas de ninguna nación, incluso si en ciertos sentidos no es tan nocivo en esos países donde la cuestión nacional está a la orden del día, a diferencia de los países avanzados y capitalistas donde no está a la orden del día. Con todo, en las naciones oprimidas, con el paso del tiempo y particularmente si la revolución logra avanzar más allá de la primera etapa y entra a la etapa socialista —más allá de la liberación nacional y de la etapa de la revolución de nueva democracia a la etapa del socialismo— esta clase de cosmovisión entrará más y más en contradicción con la necesidad de lograr más amplios avances de la revolución e impondrá limitaciones a la capacidad de aquellos que la dirigen de guiar la revolución hacia adelante, en unidad con la lucha global del proletariado internacional — de avanzarla como parte del movimiento revolucionario mundial, como una parte subordinada de éste. Una cosa es decir que tenemos que practicar el internacionalismo; pero solamente el deseo de apoyar y aplicar el internacionalismo proletario no es suficiente para realmente hacerlo. Es necesario, repito, comprender desde un punto de vista materialista y dialéctico la base material y filosófica del porqué se deben ver las cosas primero que todo, y como punto de partida, desde la arena mundial; y como un reflejo ideológico de esto, por qué los comunistas son, por lo que respecta a su posición fundamental y su punto de partida, representantes del proletariado internacional y no representantes de alguna nación y ni siquiera de los obreros de esa nación determinada (lo cual es otra variante de cómo se puede expresar esta misma desviación nacionalista). Se puede expresar como que se es representante de los obreros estadounidenses, o ingleses o franceses o chinos o egipcios, lo que sea — solo hay que completar la frase. Pero incluso si se le da un “contenido de clase” de esta forma, sigue siendo una desviación nacionalista.
Así que éste es un punto crucial sobre lo que significa captar a fondo tanto la base material como la base filosófica del hecho de que la arena mundial es el terreno decisivo y tiene que ser el punto de partida, el punto de arranque para el proletariado internacional. Antes de concluir hablaré más sobre algunas de las expresiones e implicaciones concretas de eso — entre ellas las organizativas. Pero quiero comenzar con eso como la piedra angular para lo que seguirá. Esto no es simplemente una repetición de viejos principios; desafortunadamente, parafraseando a Lenin, es necesario hacer una cierta cantidad de excavación para devolverle la vida, para rescatar y revivir principios fundamentales del marxismo-leninismo que en gran medida han sido sepultados, deformados o descartados del todo en el movimiento comunista internacional desde hace ya bastante tiempo, y progresivamente desde la muerte de Lenin.
El frente unido internacional
Esto nos lleva a la cuestión que ha sido asimismo una gran parte de la herencia de la que creo todos somos parte y que ha sido en particular, una gran parte del cuerpo general de conocimientos y del enfoque general del movimiento marxista-leninista que surgió en oposición al revisionismo moderno en los años 60. Y ésta es la cuestión del frente unido. En realidad esto ha sido, de diversas formas, una parte del arsenal político, para bien o para mal, del movimiento comunista internacional incluso antes de los años 60, desde hace mucho más tiempo. Un momento decisivo, que analizaré desde diferentes ángulos, es el frente unido contra el fascismo y toda la línea del VII Congreso Mundial de la Comintern. Pero para comprender la cuestión del frente unido en general y el papel de la línea del frente unido contra el fascismo en particular, creo que se tiene que enfocar desde una perspectiva histórica, e igualmente, verlo a la luz de las condiciones actuales.
En Los Fundamentos del Leninismo Stalin plantea una formulación general que es correcta, aun cuando contiene algunas tendencias erróneas, en el sentido de decir que la victoria de la Revolución de Octubre en Rusia ha cambiado todo, en una forma medio mecánica, y junto con eso, tal vez se pueda decir que considera la existencia de la Unión Soviética demasiado como una pieza clave en la alianza entre el proletariado del Occidente y los pueblos oprimidos del Oriente. No obstante, incluso con esas deficiencias, creo que esta formulación básica que expuso en Los Fundamentos del Leninismo es correcta: “De aquí se desprende la tercera conclusión: ineluctabilidad de las guerras bajo el imperialismo e inevitabilidad de la coalición de la revolución proletaria de Europa con la revolución colonial del Oriente, formando un solo frente mundial de la revolución contra el frente mundial del imperialismo”8. Me parece importante fijarse en su formulación de la “inevitabilidad de la coalición de la revolución proletaria de Europa con la revolución colonial del Oriente, formando un solo frente mundial de la revolución contra el frente mundial del imperialismo”. Creo que hay varias partes de esta formulación que son importantes, no solamente el frente unido mundial, sino un solo frente de la revolución. O sea, ¿cuál es el contenido que se plantea para este frente unido? ¿Cuál es su objetivo, cuál es su contenido? Es la revolución, no la paz y cosas por el estilo. Y está dirigido “contra el frente mundial del imperialismo”. Dicho de otro modo, no está dirigido contra ésta o aquella de las grandes potencias imperialistas, sino contra el frente mundial del imperialismo. Luego, en el capítulo sobre la cuestión nacional, plantea lo siguiente: “los intereses del movimiento proletario en los países desarrollados y del movimiento de liberación nacional en las colonias exigen la unión de estas dos formas del movimiento revolucionario en un frente común contra el enemigo común, contra el imperialismo”9. Stalin agrega entonces que esto es imposible “si el proletariado de las naciones opresoras no presta apoyo directo y resuelto al movimiento de liberación de los pueblos oprimidos contra el imperialismo `de su propia patria'” y luego dice que “sin poner en práctica esta consigna es imposible lograr la unificación y la colaboración de las naciones en una sola economía mundial, que constituye la base material para el triunfo del socialismo en el mundo entero”10.
Aquí se debe señalar que la referencia a una sola economía mundial como una base material para el triunfo del socialismo en el mundo entero, aunque no es errada en sí, está ligada con la idea de que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas es el prototipo viviente de la futura unión de los pueblos en una sola economía mundial. Ahora bien, yo no creo que esto sea esencialmente una cuestión de chovinismo; tal fue también el punto de vista de Lenin en ese entonces y el punto de vista predominante en el movimiento comunista internacional — esperaban el triunfo de la revolución mundial mucho más rápido de lo que, desafortunadamente, ha llegado. Aun cuando para 1924 ya era claro que iba a haber una calma temporal, esperaban que fuera quizás más breve de lo que ha sido. Y pensaban que habían creado, hasta materialmente, el centro del futuro sistema socialista mundial, al que otras repúblicas socialistas se agregarían — no dominadas por éste sino entrando (lo dijo exactamente así) en una unión libre con ese centro. Ahora bien, si efectivamente en la siguiente década, más o menos, el frente del imperialismo se hubiera escindido en muchos diferentes lugares y fundamentalmente, para utilizar una frase muy rastrillada, la correlación de fuerzas en el mundo hubiera cambiado a una situación en que el socialismo fuera dominante en el mundo, en ese caso este tipo de posición no hubiera sido especialmente errada. Así que lo que quiero enfatizar aquí no es tanto que este punto de vista contiene algunas nociones incorrectas sino que se aferraron a él a lo largo de la siguiente guerra y ha sido perpetuado en una forma peor aun por los revisionistas en el Poder, empezando con Jruschov — el punto de vista de que la Unión Soviética es el centro de todo desarrollo futuro hacia el socialismo, no solo ideológicamente, que ya sería harto malo en las actuales condiciones, sino materialmente, en un sentido literal. Pero con todo esto, la posición fundamental planteada por Stalin en Los Fundamentos del Leninismo —el frente común contra el imperialismo, la vinculación del movimiento proletario en los países desarrollados y los movimientos de liberación nacional en las colonias en un frente contra el enemigo común, que es el imperialismo— es una formulación fundamentalmente correcta y es un análisis estratégico fundamentalmente correcto de los objetivos generales y del alineamiento general de fuerzas en la época del imperialismo y de la revolución proletaria.
La línea del frente unido contra el fascismo
Bueno, como sabemos, éste no es el principio y el fin de la cuestión del frente unido ni ha sido el único modo de enfocarla desde esa época. La primera gran desviación de esta orientación, por lo que respecta a la más importante orientación estratégica del movimiento comunista internacional, ocurrió en el frente unido contra el fascismo, a mediados de los años 30. Y esto fue parte, parte subordinada, de una línea internacional general y política exterior de la Unión Soviética que, para ser directos, le impuso al movimiento comunista internacional como una supuesta estrategia o táctica para la lucha del proletariado en esa época en particular. En ¿Conquistar el Mundo? señalé, y creo que es un punto muy importante, que toda esta estrategia del frente unido contra el fascismo estaba muy ligada con la preocupación de la Unión Soviética con el escenario europeo. Es decir, fue una estrategia y orientación en sumo grado dictada por la preocupación de la Unión Soviética con la situación en Europa. Fue también, para seguir siendo directos, una cosmovisión eurocéntrica, chovinista, en primer lugar, orientada abiertamente a los prejuicios democrático-burgueses y al chovinismo eurocéntrico existente entre los obreros y los comunistas de Europa, particularmente de Europa Occidental. Porque era en Europa Occidental donde el capitalismo estaba más desarrollado, donde estaban centradas las potencias coloniales, donde el imperialismo tenía su mayor fuerza, y donde era capaz incluso en medio de la Depresión de los años 30 de hacer más concesiones. Si la población de los países imperialistas sufrió en la Depresión, como efectivamente ocurrió, pensemos cómo debió ser la situación de la gente que no estaba en los países imperialistas, en los países coloniales y los países dominados por el imperialismo. Y la Comintern defendió la posición del VII Congreso, la línea del frente unido contra el fascismo, usando argumentos que eran flagrantes desviaciones de la posición leninista sobre la defensa de la patria.
Nosotros reprodujimos algunas citas —algunas de ellas son verdaderamente notables— en un folleto en que hablamos un poco a favor del nihilismo nacional, el folleto “No puedes vencer al enemigo mientras enarbolas su bandera”. Tiene algunas citas de la Comintern diciendo, a finales de los años 30, que el punto de vista de los trabajadores hacia la patria era y debería ser diferente en ese entonces de lo que fue en la I Guerra Mundial. Fundamentalmente su argumento era que en la época de la I Guerra Mundial los obreros realmente no derivaban ningún beneficio de la nación, no tenían ningún interés creado en ella, no tenían cabida en ella, no tenían ningún derecho, eran totalmente pobres, etc., y por consiguiente tenían un odio muy enconado a toda la situación. Esto casi que insinúa que la posición de Lenin durante la I Guerra Mundial fue más o menos subjetiva y correspondía a la enconada amargura subjetiva de los obreros entonces; no critican directamente a Lenin, por supuesto, pero la suma total de lo que transciende en todo esto es que los obreros tenían un profundo rencor subjetivo que los condujo a una posición de tipo nihilista hacia la nación. Lo que en realidad describen, la posición y sentimientos de los obreros que no acudieron a la defensa de la patria en la I Guerra Mundial, corresponde de hecho a lo que Marx y Engels dijeron sobre el proletariado en el Manifiesto Comunista, que detrás de toda institución ven escuetamente las pretensiones e intereses de la burguesía11. Esos eran obreros que no tenían ningún interés en el imperialismo de su patria, y por lo tanto era posible unirlos contra la patria. Pero entonces la Comintern habla de que los obreros en los países imperialistas en los años 30 habían ganado sindicatos, habían ganado otros derechos básicos y demás, y así ahora tenían un interés creado en el futuro de la nación, y por lo tanto en su defensa. Este argumento no era en ninguna medida más sofisticado de lo que lo estoy presentando. Nuestro partido, en el proceso de hacer una investigación sobre este problema, descubrió esas citas, que son realmente notables.
En ¿Conquistar el Mundo? planteé esto como un interrogante, pero aquí lo expresaré con más fuerza: creo que lo que estaba haciendo la Comintern era tratar de atraer al sector de los obreros que estaban más aburguesados, que incluso en medio de la Depresión de los años 30 todavía tenían muchos de los prejuicios democrático-burgueses y anhelos de una posición más privilegiada basada en la posición histórica de sus países como explotadores y saqueadores imperialistas. Fue un llamado a que acudieran a la defensa de la patria, que no se basó en la ignorancia por parte de los líderes de la Comintern y de la Unión Soviética de cuál era la posición leninista ni se basó en una ignorancia de que estos países eran realmente imperialistas; se basó, francamente, en las necesidades del Estado soviético definidas con estrechez y estrechamente nacionalistas. La prueba de esto es que desde el momento en que estalló la guerra, en septiembre de 1939, con la chispa de los sucesos de Polonia, hasta cuando la Unión Soviética fue atacada y entró en la guerra en 1941, la Comintern de repente redescubrió la posición leninista sobre la guerra imperialista. Veamos por ejemplo algunos extractos de una carta que la dirección de la Comintern le escribió al Partido Comunista Francés, que realmente necesitaba que se le escribiera una carta combatiendo sus desviaciones del leninismo y sus tendencias ya presentes a la defensa de la patria. Pero esta carta podría considerarse una refutación de la Comintern a su propia posición tanto en el período anterior como posterior al breve intervalo de 1939 a 1941. La carta dice: “Esta guerra es una continuación de muchos años de rivalidad imperialista en el campo capitalista”. Nótese que aquí no hay distinción entre un capitalista (o un bando). “Los tres Estados más ricos, Inglaterra, Francia y los Estados Unidos, imponen su dominio sobre las principales rutas y mercados del mundo. Ellos se han apoderado de las principales fuentes de materias primas. Tienen en sus manos una gran cantidad de recursos económicos. Ellos mantienen a más de la mitad de la Humanidad en estado de sojuzgamiento”12. Esto no suena como la descripción de la Comintern de estos tres Estados antes y después: “paz, amor y democracia”. La carta continúa sobre estos Estados: “ellos ocultan su explotación de los trabajadores y de los pueblos oprimidos detrás de una falsa máscara de democracia con el objeto de engañar más fácilmente a las masas”.
He aquí el punto de vista leninista, de que al estudiar una guerra, se tiene que ver no solamente lo que pasó el día o el año o incluso unos pocos años antes de que estallara, se tiene que ver el curso completo de desarrollo, algunas veces de décadas enteras, del que la guerra es una continuación. Aquí, de repente, se redescubre esta posición y es utilizada para criticar al Partido Comunista Francés, que merecía críticas en ese sentido. Pero, desafortunadamente, uno se tiene que preguntar si estas críticas se hicieron sobre la base de los principios o si se conformaron (lo que es mi opinión) a un giro particular de la situación y a las tácticas particulares de la Unión Soviética para alcanzar sus propios intereses nacionales en esos momentos. Si se examina lo que se dijo y lo que se hizo, tanto antes como después de este breve intervalo, resulta innegablemente claro que lo segundo fue el caso. Esto nos lleva de regreso al punto de que el frente unido contra el fascismo estaba basado en alto grado en movilizar el chovinismo eurocéntrico. Como he dicho, la carta de la Comintern al Partido Comunista Francés representa una crítica a la misma Comintern, es decir, a su línea del frente unido contra el fascismo. Miremos lo que dice la carta sobre Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Estos no son los Estados fascistas, son los Estados democráticos no beligerantes — como se los definió antes de que estallara la guerra y de nuevo posteriormente durante el período en que la Unión Soviética participó en la guerra. “Ellos se han apoderado de las principales fuentes de materias primas” y demás; “ellos mantienen”—ellos, Inglaterra, Francia y los Estados Unidos—“mantienen a más de la mitad de la Humanidad en estado de sojuzgamiento”. Y utilizan esta democracia como un disfraz y una máscara con el fin de llevar esto a cabo.
Todo esto, por supuesto, era (y es) perfectamente cierto. Y como señalé anteriormente, en ¿Conquistar el Mundo?, si vamos a la India en esta época, por ejemplo, y discutimos con gente un tris consciente de su propia opresión y del origen de ella, y planteamos con mucho énfasis que sería más terrible que el Japón los dominara, probablemente no se lo tragaran entero. O si vamos a partes de África que fueron colonizadas por los ingleses o los franceses y argüimos: “Ah, si Alemania, si esos fascistas que incluso profanan y despojan su cultura alemana” (éste es otro argumento de la Comintern —ni siquiera hablan el alemán auténtico, esos fascistas, el buen alemán de Schiller y Goethe— ésta es la clase de cosas que se presentaban como análisis comunistas) “bueno, esos fascistas alemanes que ni siquiera hablan un buen alemán, y si vienen aquí, a diferencia de los ingleses y los franceses, vaya se puede ver lo mucho más terrible que sería”. Si uno le dijera cosas así a esas víctimas de la opresión colonial “democrática”, entonces, como alguna vez dijo Lenin, ojalá que hubiera una ley prohibiendo la risa en público, porque de otro modo lo podrían matar a uno a punta de carcajadas. ¿Se pueden imaginar querer convencer al pueblo de la India de que el imperialismo japonés sería mucho peor para ellos, dada toda la historia del imperialismo británico? O cosas por el estilo. ¿O en China? Es cierto que en China fue correcto alinear fuerzas para luchar contra el imperialismo japonés. Pero eso tuvo que ver con la situación particular allá, y no porque el imperialismo japonés fuera un imperialismo completamente diferente, que pudiera ser peor para el pueblo chino que el imperialismo inglés y el de Estados Unidos. Tuvo que ver mucho más con el alineamiento de fuerzas y las contradicciones entre los imperialistas, y las posibilidades de aprovechar ciertas contradicciones para avanzar la lucha revolucionaria, siempre y cuando que la vanguardia comunista mantuviera la iniciativa y la independencia, como así fue. Pero argumentar al nivel de que sería peor en China o en la India, Birmania o lo que sea, o Egipto, o África del Norte, si los conquistaran los japoneses, los alemanes o los italianos, sería de plano ridículo.
El hecho es que este argumento no se orientaba a estos pueblos sino a los sectores más aburguesados de los obreros en Europa y a los comunistas de allá a quienes animaron, llevaron, a ajustar su tono político (e ideológico) a estos obreros. En el mismo orden de ideas, si miramos el discurso de Stalin relativo a la constitución soviética de 193613 se puede ver que apelaba a capas amplias, democráticas, es decir pequeño burguesas e incluso burguesas, en esos países imperialistas a unirse con la Unión Soviética sobre la base de que ella estaba a favor de la democracia y de que la amenaza para el mundo era que se extinguiera la democracia y que la civilización fuera lanzada décadas o siglos atrás si la barbarie fascista ganaba. De hecho, hay algunos estudios que en gran parte refutan esta noción de conjunto. Un profesor inglés “revisionista” (no revisionista en sentido marxista-leninista, sino revisionista en el sentido de que revisa las concepciones establecidas de la historia) ha hecho la declaración harto temeraria (me parece que a veces los imperialistas británicos son buenos para esto) de que el único problema con Hitler desde el punto de vista político y diplomático fue haber sido alemán. En otras palabras, si reinterpretamos la esencia de lo que dijo, Hitler era apenas otro estadista imperialista que por casualidad representó y respondió a los intereses y necesidades del imperialismo alemán en una cierta coyuntura particular, dada su situación especialmente después de la I Guerra Mundial y a lo largo del período que condujo a la II Guerra Mundial. El análisis que se ha hecho para America in Decline revela que lo que Hitler y su camarilla perseguían en la II Guerra Mundial (a pesar de las películas de Charles Chaplin donde Hitler tiene un globo terráqueo y empieza a bailar alrededor de él y dice “éste es mi adorable mundo” y demás, a pesar de todos esos cuentos) no era dominar completamente todo el mundo en ese sentido no materialista y encima de las clases14. Hitler quería lograr más o menos lo que Alemania intentó lograr en la I Guerra Mundial y estuvo a punto de lograr antes de que fuera derrotada.
Cuando Lenin polemizó en medio de la I Guerra Mundial contra Kautsky —quien repentinamente dio media vuelta y salió en defensa de una “paz sin anexiones”— Lenin rápidamente señaló que era muy fácil para Kautsky decir esto porque a Alemania le había ido mucho mejor en esa guerra de lo que se esperaba. Ganó algunas colonias y ocupó una cantidad relativamente grande del territorio de sus enemigos. Así que los imperialistas alemanes le dijeron a los otros imperialistas (y Lenin fue muy explícito sobre esto) que devolverían partes del territorio de Francia, Bélgica y demás en trueque por ésta o aquella colonia. Y de hecho su objetivo no era, ni en la I ni en la II Guerra Mundial, colonizar el resto de Europa y reducir a los otros países europeos a un estado de barbarie bajo la bota de Alemania, o cosas así por el estilo.
Por supuesto, una Alemania victoriosa habría reorganizado esos países conforme a las condiciones de los imperialistas alemanes y se habría sentado en la cúspide del mundo. Eso es lo que pasa siempre cuando los imperialistas ganan las guerras. Ellos no ganan una guerra y vuelven a dejar las cosas como estaban antes de la guerra, ni las reorganizan basándose en la igualdad. Por supuesto los ganadores se llevan la mayor parte del botín. Esas son las reglas del juego. Pero así y todo su objetivo estratégico (en la II Guerra Mundial así como en la I) no era colonizar partes de Europa, convertirlas en vasallos alemanes y reducir al pueblo a un estado de esclavitud y barbarie. Su objetivo era más o menos recuperar las colonias que casi ganaron y de las que fueron privados en la I Guerra Mundial en África y otras partes del Oriente Medio, y meter un pie en los Balcanes y en partes de Europa Oriental, aunque esto no se podía lograr sin una victoria militar terminante en el teatro europeo — una redistribución del Poder entre los imperialistas, que estaban en su mayor parte centrados en Europa. Tal era su objetivo y Hitler era una expresión extrema de los intereses imperialistas alemanes cuando el imperialismo alemán estaba en una posición extrema. Lenin señaló al finalizar la I Guerra Mundial que la posición alemana era desesperada. Esto resulta obvio incluso mirando superficialmente la historia. Aquí hay una cierta ironía, porque después de cierto punto, incorrectamente en mi opinión, incluso Lenin (y sin duda los líderes que vinieron después de él) trataron de conseguir que los comunistas alemanes fueran parte de la lucha contra las condiciones que le impuso a Alemania el Tratado de Versalles al finalizar la I Guerra Mundial. Y si se quiere ser un poquito ofensivo y provocador se puede decir que los comunistas siguieron llamando a una lucha contra el Tratado de Versalles y finalmente tuvieron éxito: en 1933 Alemania rompió el Tratado de Versalles y ya vimos lo que pasó.
Esto nos muestra las limitaciones y las deficiencias de ese tipo de enfoque. Claro que los comunistas no tuvieron éxito. En realidad, la ironía es que cuando y donde hicieron un intento (y desafortunadamente sí hicieron algunos intentos), de implementar este análisis, los comunistas no lograron ganarle a la burguesía y en particular a los partidos extremos, de la reacción abierta, incluidos los nazis; no tuvieron éxito rivalizando con ellos por la bandera nacional de la pisoteada nación imperialista alemana. Con esa bandera, como es debido, se quedó la burguesía y en las condiciones de Alemania la burguesía sacó a relucir a sus representantes más abiertamente reaccionarios, implantó una dictadura abiertamente reaccionaria y tomó medidas extremas porque su necesidad era extrema. Ante esto, el análisis materialista y la dialéctica materialista fueron arrojados por la borda con la adopción y aplicación de la línea del frente unido contra el fascismo. Repito, promulgaron esa línea a gente de países como Inglaterra, Francia y los Estados Unidos, países que tenían a más de la mitad de la humanidad en estado de sojuzgamiento y que incluso en medio de una depresión (y antes de ella en mucha mayor medida y durante ella hasta cierto punto) continuaron dando ciertas migajas de su saqueo a sectores de la clase obrera y de las capas intermedias en esos países imperialistas. A esas capas se les dio una posición relativamente privilegiada, y sin duda privilegiada con respecto al proletariado mundial como un todo y a las masas del mundo. Y fue a esos obreros más aburguesados, aquellos que ahora tenían intereses en su patria, como lo expresó abiertamente la Comintern, y a algunos sectores intermedios e incluso burgueses, que se dirigió el llamamiento del frente unido contra el fascismo y a quienes se adaptó. Por eso es que digo que fue un llamamiento eurocéntrico y socialchovinista que, francamente, buscó movilizar a gente, inclusive sectores de la burguesía, en los países imperialistas “ricos” para luchar por permanecer en esa posición y evitar que los imperialistas “pobres” se la quitaran. Esa fue la esencia de la política soviética y del frente unido contra el fascismo — la cual tiene que verse, en mi opinión, como una extensión de la línea internacional soviética y de su política exterior; a eso es a lo que se reduce su esencia.
Ahora bien, se ofrecieron muchas justificaciones, primero sobre por qué era correcto singularizar a los Estados fascistas. Pero es interesante e irónico que incluso desde el punto de vista de la URSS existían ciertas enormes inconsistencias que volvían flecos los argumentos que usaban para justificar esta estrategia. Por ejemplo, es muy notable y curioso que muchos revolucionarios son realmente buenos respecto a muchas cuestiones, pero cuando se llega a esta cuestión de la II Guerra Mundial y el fascismo comienzan a sonar como liberales comunes. Esto hace ver el poderoso papel de la superestructura y la conciencia: todos hemos sido enseñados, inclusive por el movimiento comunista, pensar de una manera no materialista, metafísicamente y con un enfoque idealista sobre este asunto. Y es necesario hacer una ruptura radical con ello. De un momento a otro no es un asunto de imperialismo: esa guerra y todos los preparativos no fueron la continuación de las mismísimas políticas de saqueo de los dos lados que fueran descritas por la misma Comintern en cierto interludio; en vez de eso, fue el deseo de algunos hombres locos y gente maligna de aplastar los derechos democráticos de todos y de conquistar el mundo y esclavizarlo — como si los pueblos y las naciones oprimidos ya fueran libres. Nos han enseñado esa perspectiva y es muy reacia, no muere fácilmente. La línea es que existían unos Estados fascistas que estaban empecinados en conquistar el mundo y como parte ineludible de su esencia particular tenían un odio inextirpable por la Unión Soviética por ser la tierra del socialismo (como si esto no fuera cierto con todo imperialismo), un odio tan arraigado que ni más ni menos querían verla extinguida. Pero incluso cuando se mira la situación desde ese punto de vista, ¿cómo se explica el hecho de que el imperialismo japonés, durante la mayor parte de la II Guerra Mundial, no estuvo en guerra contra la Unión Soviética, hasta casi el fin de la guerra, cuando la Unión Soviética le declaró la guerra? Si querer acabar con la Unión Soviética a toda costa es una característica innata de esos fascistas, ¿por qué el imperialismo japonés (como parte del eje fascista) suscribió acuerdos con la Unión Soviética después de breves escaramuzas al comienzo de la guerra y durante su mayor parte no estuvo en guerra con la Unión Soviética?
En realidad, eso se puede explicar fácilmente, pero se explica con base en los intereses y necesidades particulares del imperialismo japonés, y no por teorías no materialistas del fascismo, que ignoraban el análisis de las clases. Y las diferencias, entre Italia/Alemania, Italia/Japón, Japón/Alemania —todos del mismo bloque— así como también las diferencias del otro bloque, se pueden entender aplicando el análisis de Lenin del imperialismo, desde el punto de vista de la dialéctica materialista. Pero no son explicables con el enfoque adoptado con el frente unido antifascista. Para citar una expresión más reciente de esto, hace poco leí un folleto de un grupo que rompió con el Partido Comunista de Turquía/Marxista-Leninista, y se ha asociado con una extraña variedad de oportunistas en Alemania y Austria, una especie de dogmato-revisionistas. Se oponen muy fuertemente a la “teoría de los tres mundos” de los revisionistas chinos y rechazan fuertemente cualquier noción de que haya alguna diferenciación entre los imperialistas, incluso en cuanto al papel que juegan en el mundo. En otras palabras, están dispuestos a sostener que el imperialismo alemán podría desatar la guerra tan fácilmente como el imperialismo estadounidense o el soviético, que cualquiera de los Estados imperialistas pudiera ser el que jalone a los demás y comience una guerra. Esto puede sonar muy de “izquierda” pero no lo es. Al mismo tiempo, sin embargo, exponen razones por las que fue correcto seguir la política del frente unido antifascista y alinearse con ciertos Estados contra los otros, como se hizo bajo el liderato de Stalin, porque defienden a capa y espada a Stalin. Dondequiera que Mao y Stalin estuvieran en desacuerdo, piensan que Mao estaba equivocado, y dondequiera que él criticara a Stalin, el que estaba equivocado era Mao y no Stalin. Así que tienen que explicar el fenómeno del frente unido de Stalin con el imperialismo “democrático” de la II Guerra Mundial. Atacan a Mao por buscar construir un frente unido antisoviético a comienzos de los 70 — pero ¿y lo que Stalin hizo en la época de la II Guerra Mundial? Ah, eso fue diferente; y dan una cantidad de razones que básicamente son una repetición de las razones que se dieron en ese entonces para justificarlo. Una de ellas es que existía un poderoso país socialista, la Unión Soviética, capaz de dirigir ese frente unido antifascista.
Bueno, hay que decir un par de cosas acerca de eso. Para empezar la cuestión de dirección, como se presenta en este argumento, es un concepto falto de contenido, al margen del análisis de clases. Yo me pregunto, ¿qué quieren decir cuando dicen “dirigirlo”? Esto da por sentado lo que se pretende probar. Primero que todo se tiene que decir si esta política es correcta y si alguien debiera dirigirla; luego se puede discutir si había alguien capaz de dirigirla. Así que en un nivel este argumento sobre dirección es un argumento tautológico, que se puede descartar como tal. Pero por otro lado —y éste es realmente el quid del argumento— lo que hay que preguntarse es si hubo una fuerza (representada por la Unión Soviética) capaz, por medio de tal dirección, de hacer que los imperialistas con los que buscó y formó alianza, actuaran de una manera que no fuera reaccionaria o que no fuera imperialista, al menos en su aspecto principal, durante el transcurso de esa alianza. Es decir, aun cuando no pudiera cambiar su carácter de conjunto, ¿podía llevarlos al menos en ese período de tiempo a actuar de un modo que no fuera principalmente la extensión de la política y la economía imperialistas, sino de alguna manera progresista y que contribuyera a la eventual derrota completa del imperialismo? Ese es el argumento que hay que plantear. Y no creo que al examinar la relación concreta de fuerzas, los hechos concretos, el curso y el resultado de todo el período previo a la II Guerra Mundial y durante ella, se pueda sostener que esto ocurrió. Pienso que está bastante claro, y se tiene que concluir que a través de todo el período el aspecto principal (el aspecto preponderante) y la esencia de lo que esos imperialistas “democráticos” hacían era proseguir intereses imperialistas, por medios imperialistas, como una continuación de lo que habían venido haciendo antes de la guerra. Esto siguió siendo cierto a lo largo de todo el período en que la Unión Soviética buscó y consiguió una alianza con ellos15. Para justificar el tipo de alianza de vasto alcance que se hizo con los Estados imperialistas “democráticos” en la II Guerra Mundial, habría que demostrar que incluso sin cambiar su naturaleza era posible cambiar la esencia de sus acciones por un cierto período. Pero eso no ocurrió, y el hecho es que no era posible. No se contaba con los medios para cambiar el carácter fundamental de siquiera las acciones de esos imperialistas, es decir, convertirlas en acciones que pudieran ser principalmente progresistas en cuanto a su contenido objetivo y su efecto objetivo. El único modo de argumentar que esto era posible (y que ocurrió) es formular la tautología más insulsa: que sus acciones fueron principalmente progresistas porque estaban aliados con la Unión Soviética contra su enemigo principal — lo cual no solo es tautológico sino que se basa en el mismo error fundamental de la política general soviética en esa época: subordinar los intereses de la revolución mundial a la defensa de la Unión Soviética.
Otro argumento es que los Estados fascistas eran los únicos que instigaban la guerra en ese momento, mientras que los otros Estados adoptaron una postura no agresiva. Algunas veces la versión más de “izquierda” de esto es que los imperialistas no fascistas, los representados en los acuerdos de Munich y demás, estaban incitando a los Estados fascistas a atacar a la Unión Soviética, pero así y todo el Eje fascista era el realmente responsable por la guerra. Por ende sostiene que fue correcto, por ejemplo, suscribir acuerdos de seguridad colectiva y unirse en cierto sentido con los otros imperialistas, porque ellos por sus propios intereses y razones tampoco querían una guerra. Bien, esto, repito, no tiene fundamento desde el punto de vista del marxismo-leninismo. Y pienso que este argumento también está ligado con el punto de vista eurocéntrico que critiqué anteriormente. Una de las cosas que Lenin atacó una y otra vez durante el curso de la I Guerra Mundial fue precisamente el enfoque chovinista europeo del problema, el cual afirma que una guerra no es realmente una guerra a menos que haya devastación y muerte que afecte a los europeos de un modo significativo. Estoy buscando un artículo — pero voy a parafrasearlo ya que no lo encuentro: Lenin dice que a los europeos a menudo les gusta olvidar que las guerras coloniales también son guerras, y entra a criticar todo el punto de vista de que si no mueren europeos no es realmente una guerra, que una guerra se da cuando hieren o matan a los europeos16. (Desafortunadamente éste es un punto de vista demasiado frecuente y común hasta hoy). No es muy difícil entender que esto es parte de toda la concepción chovinista europea, pro-imperialista, que pretende preservar una posición privilegiada y dice que mientras a los europeos no los afecte, no hay por qué preocuparse17.
La polémica de Lenin contra esto hizo parte de todo su ataque contra el tipo de razonamiento de “quién disparó el primer tiro”. El denunció eso como una estupidez ajena al tema; insistió que tiene que considerarse toda la historia de lo que originó esa guerra (I Guerra Mundial) y eso —dijo— es la conquista y saqueo de las colonias por todos los imperialistas. Por eso es por lo que esencial y principalmente se estaba librando esa guerra. No tiene importancia cuál de ellas instigó e inició directamente la guerra. De hecho una vez (en un artículo que no logro encontrar) creo que Lenin incluso dijo que los alemanes comenzaron la guerra, pero luego inmediatamente reforzó eso con la profunda pregunta: “¿Y qué?”. Esa es su posición: ¿A quién le importa quien la “comenzó”? — eso no tiene nada que ver con la esencia de esta guerra. Si quieren decir que Alemania fue la que comenzó la guerra, no me importa. Se podría argumentar lo contrario. Pero lo central es que es una continuación de una política y economía determinada, una economía imperialista y una política imperialista, por décadas enteras, y en particular de la conquista y saqueo de las colonias y la rivalidad por conquistarlas y saquearlas.
Aunque la I Guerra Mundial se centró en Europa, así como también la II Guerra Mundial, ambas se pelearon principalmente por las colonias. Esto está relacionado con un aspecto importante de la actual situación mundial y el avance hacia una nueva guerra mundial: a muchos de nosotros, nuestro partido inclusive, nos despistó un tiempo la formulación que planteó varios años el Partido Comunista de China en relación a la guerra mundial en perspectiva: que Europa es el punto focal de la contienda, que Europa es el premio y cosas así. Esta formulación es una distorsión que, desafortunadamente, fue una extensión de ciertos objetivos que tenía China, incluso cuando era socialista. Francamente y para decir esto también de un modo un tanto provocador, pienso que hubo un cierto deseo de parte de los chinos de tratar de empujar a los imperialistas hacia una confrontación entre sí en Europa, en vez de un ataque soviético sobre China — o al menos como una manera de aplazarlo. Ahora bien, debo agregar que analizando este punto en sí mismo y en esos términos, desde el punto de vista del proletariado internacional ciertamente no se podría argüir que sería peor que los dos bloques imperialistas se enfrentaran directamente entre sí de tal modo que la China revolucionaria lograra evitar o aplazar el ser atacada. Pero adoptar una postura de ese tipo, de tratar de maniobrar a los imperialistas para que peleen de esta manera y no de aquella, en este campo y no aquel, a atacar a éste y no a aquél, ya lleva a un terreno sumamente peligroso y a una dialéctica muy peligrosa. Lo principal que quiero subrayar aquí, sin embargo, es que Europa —ni en la I Guerra Mundial, ni en la II Guerra Mundial, ni en la nueva guerra que se vislumbra en el horizonte— Europa no es el punto focal ni el premio. Fue el principal campo de batalla en las dos guerras anteriores, aunque en la II Guerra Mundial el terreno de lucha se amplió mucho y hubo muchos teatros de guerra importantes, entre ellos el del Pacífico. De todos modos se podría decir que, en cierto sentido, en el sentido de las batallas más decisivas, se concentró en Europa. Pero si no se tiene un punto de vista eurocéntrico se puede ver más claramente que las batallas del Pacífico, de Asia y por supuesto la Revolución China fueron una inmensa parte del terreno general de la II Guerra Mundial. Volviendo a la I Guerra Mundial, es bastante claro que las batallas principales y el punto focal de la lucha, de la confrontación militar, fueron en Europa. Pero lo que Lenin enfatizó (y lo que yo enfatizo aquí) es precisamente que aun cuando así fue, el asunto no era el futuro de Europa, en sí, sino la batalla por las colonias.
Así que la pregunta es: ¿no se aplica este análisis leninista también a la II Guerra Mundial? Mejor dicho, ¿no fue esa guerra (como lo afirmó, repitiendo, la misma Comintern en cierto momento) una continuación de décadas de saqueo y rivalidad imperialista? La carta de la Comintern citada antes dice: “Esta guerra es la continuación de muchos años de rivalidad imperialista en el campo capitalista”. Completamente cierto; tal como la I Guerra Mundial. Cierto es que la II Guerra Mundial incluyó otros elementos progresistas y revolucionarios en una escala mucho mayor que la I Guerra Mundial (Lenin dijo sobre la I Guerra Mundial, correctamente aunque con una pizca de exageración, que el único elemento nacional era la lucha de Servia/Austria). El elemento nacional en la I Guerra Mundial fue muy limitado y sin duda secundario. Pero aun en la II Guerra Mundial siguió siendo secundario. Incluso con la Revolución China y su avance a lo largo de la lucha con el Japón, y otras luchas de liberación nacional auténticas que se libraron (con o sin el liderato del proletariado), más la batalla de la Unión Soviética por defenderse —que fue una guerra justa (aun si la línea que la guiaba no fue correcta desde la perspectiva del marxismo-leninismo, fue una guerra justa)— con todo eso, cuando se mira el balance y se aplica la ley de que el aspecto principal determina la esencia de las cosas, el aspecto progresista no fue el aspecto principal ni la esencia de todo el curso o del resultado de la II Guerra Mundial. Sin duda no fue lo que originó la guerra. En otras palabras, en lo principal, dicha guerra no fue una continuación de luchas de liberación nacional ni principalmente una continuación de los esfuerzos de la Unión Soviética por defenderse (ni una combinación de esto con luchas de liberación nacional, guerras civiles revolucionarias, etc.). En su aspecto principal y en su esencia, fue una continuación (como la Comintern dijo en cierto momento) de la rivalidad imperialista en el campo capitalista.
Hay que aplicar el criterio en que Lenin insistió en relación con la I Guerra Mundial: que no se pueden ver simplemente los eventos de los últimos años. No puede verse simplemente lo que ocurrió después que Alemania se puso en pie de guerra una vez que Hitler llegó al Poder o el Japón invadió a China o Italia invadió a Abisinia (Etiopía); no se pueden observar simplemente estos hechos. Se tiene que mirar también, por ejemplo, ¿qué hacía Inglaterra en las colonias? ¿Qué estaba haciendo Estados Unidos en América Latina durante este período? ¿Habían dejado de balacear a los “indígenas” en los países coloniales? ¿Ya no reprimían a los pueblos bajo su dominio en vastas áreas del planeta? Durante esa década de 1930, digamos, ¿se sentaron con los brazos cruzados y no reprimieron por la fuerza de las armas a los pueblos de las colonias y los países dependientes? ¿No intentaron expandir sus esferas coloniales de influencia? Si se puede afirmar todo eso, quizá entonces se podría decir que “no fueron instigadores de la guerra”, en el sentido leninista. Pero si no se puede afirmar eso —y no se puede; a menos que se esté totalmente impregnado de chovinismo no se puede argumentar que esas potencias imperialistas no implementaban las mismas políticas a lo largo de los años 20 y 30— entonces se debe reconocer que el estallido de la guerra fue una continuación de todo eso. De tal modo, desde una posición científica, marxista-leninista, no tiene validez decir que solo un lado (el Eje fascista) fue el responsable de la II Guerra Mundial, no tiene validez. Mejor dicho, no es cierto.
Por otra parte, también se argumenta algo que ya ha sido tocado un poco; algo relacionado con lo anterior, pero desde un ángulo un poco diferente: que a diferencia de la I Guerra Mundial, en la II Guerra Mundial se intentó, en particular por parte de Alemania, sojuzgar a varios Estados en Europa y por ende se justificaba la defensa nacional allí, y esto hizo que dicha guerra, en su advenimiento y estallido, fuera diferente a la I Guerra Mundial. Bien, para resumir básicamente lo que ya he dicho, los objetivos del imperialismo alemán (e incluso muchas de sus tácticas, aunque no todas) en la II Guerra Mundial fueron muy similares a los de la I Guerra Mundial. También es cierto que en la I Guerra Mundial Alemania invadió a Bélgica y ocupó parte de Francia. De hecho es difícil concebir una guerra, especialmente entre imperialistas, donde únicamente peleen en territorio propio o donde aun cuando se ganen batallas en territorio extranjero, rehúsen ocuparlo. Cuando se pelea en una guerra se pelea para ganar, y especialmente si se pelea del lado de los imperialistas y con sus intereses y políticas, por supuesto que se invaden otros países. El argumento de Lenin relacionado con la I Guerra Mundial se le puede aplicar exactamente a la II Guerra Mundial. El dijo, en oposición a los socialchovinistas de su época, que si París o San Petersburgo fueran ocupadas por las tropas “enemigas”, es decir, Alemania en ambos casos, ¿cambiaría por eso el carácter de la guerra? En lo más mínimo18. No dijo que si cruzaban una pulgada de territorio de Francia o Rusia y con eso invadían, literalmente; se refirió a una invasión seria y una ocupación real y señaló que, en cualquier caso, las invasiones son inevitables en casi toda guerra. Y eso es en esencia lo que acabo de decir: eso no cambia el carácter de la guerra; no cambia aquello de lo que la guerra es una prolongación, de lo que es el resultado.
Así que en esencia, todos estos argumentos en defensa de la línea del frente unido antifascista fueron más o menos débiles justificaciones para una política que primero que todo buscó subordinar los intereses del movimiento revolucionario mundial a los intereses del Estado y los intereses nacionales de defender lo que ya se había conquistado en la Unión Soviética; y segundo, a esto inevitablemente lo acompañaron graves desviaciones y tergiversaciones del marxismo-leninismo, la dialéctica materialista y en particular la línea leninista sobre la defensa de la patria en la guerra imperialista. Junto con eso, en la medida en que se planteó y se tomó seriamente como una orientación estratégica y guía táctica para los partidos que constituían la Internacional Comunista, los llevó al pantano del reformismo y la capitulación a la burguesía. En el informe de Dimitrov, por ejemplo, se dice abiertamente que la contradicción principal del momento o la cuestión que estaba a la orden del día no era la dictadura de la burguesía versus la dictadura del proletariado sino la democracia burguesa versus el fascismo. Y tal es la orientación estratégica que se plantea en ese informe, una orientación ligada a la línea internacional de la Unión Soviética de alineamiento (de la Unión Soviética y otras fuerzas) en una coalición con los imperialistas occidentales (que eran los Estados donde no se había implementado la forma fascista de dictadura). Pero tal fue el tipo de orientación estratégica que se dio: la lucha ahora es por conservar o restaurar la democracia burguesa.
El informe mismo sigue una cierta progresión (o retroceso). Al comenzar, partiendo de La Enfermedad Infantil del “Izquierdismo” en el Comunismo, habla sobre la necesidad de encontrar las formas de transición que puedan constituir la orientación durante todo el período hasta la lucha por la dictadura del proletariado. Ese es el interrogante del momento, dice al principio el informe de Dimitrov. Señala que en “Izquierdismo” en el Comunismo Lenin enfatiza que hay etapas de transición entre los “tiempos normales” y los brotes revolucionarios, aun si tales etapas de transición se concentran y son breves. Lenin dijo que hay que aprender cómo aplicar, en especial en esos momentos, el tipo de tácticas que persuada a las más amplias masas; en esos momentos ya no es suficiente influenciar nada más a las amplias masas y tener al proletariado consciente de clase y avanzando de su parte, se tiene que ver cómo ganar incluso masas atrasadas. Bien, al comienzo el informe de Dimitrov anuncia que va a hablar sobre esto, que va a analizar ese asunto en las condiciones concretas de mediados de los años 30 y de acercamiento a una guerra imperialista y en medio de la Depresión, etc.... Pero después de una serie de cambios, termina diciendo que la cuestión esencial es la democracia burguesa.
Pienso que es importante observar el nexo entre esto y la línea del libro de R. Palme Dutt Fascismo y Revolución Social. Dutt plantea el punto de vista —y éste era el punto de vista del movimiento comunista internacional, aunque Dutt lo expresa de forma particularmente cruda— de que la burguesía ya no es capaz de llevar a cabo la misión histórica de la revolución burguesa. O sea, ya no es capaz de desarrollar las fuerzas productivas, ya no es capaz de defender la democracia, ni de defender los intereses de la nación. En consecuencia, se argumenta, todas esas cosas recaen en el proletariado. Pero Dutt presenta una versión de “izquierda” de esa línea. Porque lo que él dijo es que la única manera de hacer todas estas cosas es por medio de una revolución proletaria. No dijo que algunas burguesías son buenas y otras malas o que unas son fascistas y otras no van a adoptar el fascismo. Planteó que el fascismo es el producto inevitable del imperialismo, continuando con la teoría de la “crisis general” y llevándola a otro extremo al decir que el capitalismo, una vez que ha llegado al imperialismo, y en especial ahora después de la Revolución de Octubre, no solo va en una decadencia rectilínea en picada, sino que ha llegado al punto en que adoptarán el fascismo, si no hoy mañana, todas las burguesías de todos los países imperialistas, porque la decadencia inevitable del imperialismo los lleva allá: tienen que instaurar el fascismo y retroceder a la barbarie, etc., etc.... La única salida de todo esto es la revolución proletaria. Por esto es que la contradicción que presenta el libro de Dutt no es democracia burguesa versus fascismo sino comunismo versus barbarie. Tal es la contradicción que Dutt enfatiza una y otra vez: o la barbarie bajo el fascismo o máquinas muchos mejores bajo el comunismo. Vaya, ésa es básicamente la concepción del comunismo que presentó; es definitivamente la técnica al mando y como lo central. Es casi como si presentara una gráfica, un diagrama de ingeniería, donde la Unión Soviética y el socialismo van hacia arriba, con la técnica y el desarrollo de las fuerzas productivas, mientras el capitalismo y el imperialismo van para abajo; uno encaminado hacia el brillante futuro comunista de maravillosas máquinas y el otro hacia la barbarie y retroceso a la producción primitiva bajo condiciones de esclavitud. Así lo presentó Dutt.
Bueno, cuando se abandonó ese tipo de economismo de “izquierda” —una expresión de “izquierda” del materialismo mecanicista— porque sus resultados no fueron exitosos y en particular en Alemania el resultado anhelado no ocurrió, se conservaron las mismas premisas básicas, no se rompió con ellas; pero luego se les dio una interpretación abiertamente derechista, abiertamente reformista, buscando abiertamente alianzas con sectores, sectores democráticos, de la burguesía y con los países burgueses democráticos. Es decir, se insistió en la misma argumentación, que incluso en esta época lo central es la continuidad de las tradiciones de la revolución burguesa y de la sociedad burguesa, la defensa de la nación y de las libertades democráticas conjuntamente, por supuesto, con el desarrollo de las fuerzas productivas y en especial de la técnica de producción. Pero ahora se decía que había ciertos sectores de la burguesía que se separaban del sector fascista y estaban dispuestos a entrar en una alianza para defender esas cosas. En vez de afirmar que lo único que se podía hacer para evitar la barbarie era la revolución proletaria, se propugnó la unión con esos sectores de la burguesía. En el informe de Dimitrov esto se hace mediante una especie de lógica burguesa; lleva a la anterior conclusión porque dice primero que todo que hay que unirse con muchísimas masas. Luego dice: Sí, por supuesto, esas masas están bajo la influencia de fuerzas burguesas y en la actualidad forman su base social, pero a pesar de eso debemos unirnos con ellas. Ya hacia el final dice muy abiertamente que se debe buscar unidad con sectores de la burguesía, aquéllos que quieren preservar la democracia, que quieren defender los intereses de la nación y están contra la barbarie y el retroceso. Así, la forma de “izquierda” de esto, toda la apariencia de “izquierda” cayó por la borda y se manifestó en su versión más abiertamente derechista, abiertamente reformista, que era que ahora una alianza con los socialdemócratas lo era todo, y que nada era posible sin eso — a diferencia de la conclusión anterior que era el otro polo del mismo error. Anteriormente se sostuvo que nada era posible hasta aislar, derrotar y aplastar a los socialdemócratas. Así que los convirtieron en el blanco principal. Luego se sostuvo que hasta no alcanzar la unidad con ellos y a menos que fuera así —siempre con la creencia de que se iba a ganar su base social— hasta no alcanzar la unidad con ellos nada era posible. Ya sea desde una dirección de “izquierda” o abiertamente derechista ésta fue una estrategia para capitular ante la socialdemocracia, ante la burguesía, para defender el reformismo y francamente en pro del socialchovinismo. En la medida en que se siguió —y se siguió en buena medida— no es sorprendente que esto preparó mucho del terreno para la completa y total degeneración de la gran mayoría de los partidos del movimiento comunista internacional después (o durante y después) de la guerra, y que por la época en que Jruschov llegó al Poder lo que quedaba eran abrumadoramente (aunque ciertamente no del todo) socialistas de peso muerto que se habían vuelto respetables (para parafrasear una descripción de Upton Sinclair citada por Lenin en el artículo “El Pacifismo Inglés y la Aversión Inglesa por la Teoría”)19. Esto era en gran parte lo que existía por la época en que Jruschov llegó al Poder en la Unión Soviética pero el terreno para esto se venía preparando desde hacía tiempo — y de manera concentrada en esta línea del frente unido contra el fascismo.
Ahora bien, para no ser dogmáticos ni formalistas mecanicistas, tenemos que reconocer que en la II Guerra Mundial efectivamente hubo algo nuevo y supremamente importante en comparación con la I Guerra Mundial: existía un Estado socialista. Eso no existió al comienzo ni durante gran parte de la I Guerra Mundial. Surgió por supuesto un nuevo Estado socialista como resultado de ella. Pero eso fue precisamente algo que resultó de todas las convulsiones que ocurrieron en relación con la I Guerra Mundial y durante ella, y no una condición antes de entrar en la guerra o al aproximarse. Es así que la existencia de tal Estado en la II Guerra Mundial introduce otro elemento en la situación, y el asunto de defender un país socialista no es algo que se deba tomar a la ligera. En otras palabras, aun si se viera tal Estado por encima de todo como una base de apoyo para la revolución mundial, eso no significa que por consiguiente pudiéramos decir “qué importa”, que abandonemos las bases de apoyo sin más ni más. No, por supuesto nosotros no podemos tener el enfoque de abandonar fácilmente lo que se ha conquistado. Lo haríamos, como Lenin estuvo dispuesto a hacerlo, si existiera la base de ganar algo más, o por lo menos de tener una buena oportunidad de lograrlo — aun cuando no se tenga la certeza, al menos debe existir la posibilidad concreta de hacerlo. Es por carecer de ese tipo de orientación que podemos, debemos y tenemos que criticar a los líderes de la Unión Soviética y la Comintern en relación con la II Guerra Mundial en particular. Pero no podemos criticar a nadie por reconocer que había una nueva contradicción, es decir, la contradicción entre el Estado socialista y el mundo imperialista, que entró de un modo significativo en la situación. Pero al problema de manejar la contradicción no se le dio un tratamiento correcto, no se resolvió correctamente. Pero, claro, tampoco se puede enfocar correctamente ni resolver correctamente si se ignora el problema. La crítica que hay que hacer tiene que dirigirse precisamente al hecho de que cuando las oportunidades para avanzar prometan ser mayores —cuando otro de esos “momentos” en que como lo expresó Lenin, “su significación y sus consecuencias se extienden a décadas enteras”20, cuando una de esas coyunturas históricas mundiales se aproximaba— precisamente en ese momento los líderes de la Unión Soviética y de la Comintern tocaron a retirada en la forma de subordinar los intereses de la revolución mundial a los intereses de la Unión Soviética, en vez de hacer lo contrario.
Realmente, hubo dos problemas: uno, adoptaron esa línea y dos, no dijeron abiertamente lo que era. O sea, si hubieran dicho abiertamente: “Vean, vamos a hacer que todo el mundo haga ajustes en su lucha y suscribe ciertos acuerdos con sus propias burguesías, porque vamos a tener que defender a la Unión Soviética a como dé lugar”, obvio que hubiera sido incorrecto pero al menos todos hubieran podido evaluarlo de frente, en lugar de todas esas excusas y engaños con los que trataron de embellecer y enmascarar lo que de hecho se decía. Si hubieran dicho de frente eso, al menos así se habría sentado la base para que se luchara mejor en su contra. Para combatirlo era necesario, primero que todo, captar la esencia de lo que verdaderamente se decía. Y desafortunadamente eso no se hizo en la mayoría de los casos. No se podía, como tampoco hoy se puede tomar una posición correcta con métodos superficiales y con una actitud despreocupada e indiferente: “Bueno, vaya, es obvio”.
Por ejemplo, allá por 1976 tuvimos una gran lucha en nuestro Comité Central sobre la cuestión del derrotismo revolucionario, o mejor dicho, tratamos de tener una gran lucha: teníamos un grupo estilo menchevique enconado en nuestras filas y no querían discutir sobre el asunto. Por supuesto, desde que se escindieron de nuestro partido se han vuelto abiertamente socialchovinistas. En ese entonces, tratábamos de discutir algunos de estos temas. Debido a que en ese momento —fue antes del golpe en China, cuando China todavía era un país socialista— dijimos, miren, existe el asunto de la defensa de China y existe el problema de la lucha general contra el imperialismo en una nueva guerra mundial. Cómo vamos a lidiar con todo esto, cómo vamos a hacerlo mejor de lo que se hizo la última vez si, como es muy probable, vamos a confrontar una nueva guerra mundial donde todos esos elementos están involucrados. Y en determinado momento, solo para evadir el asunto, uno de esos mencheviques salió con un balance de “izquierda” y dijo: “Bueno, ¿cuál es el gran problema? La burguesía declarará la guerra y nosotros tomaremos una posición de derrotismo revolucionario, transformaremos la guerra imperialista en una guerra civil. Pasemos al siguiente punto del orden del día”. Bien, como lo señalamos antes, está muy claro hacia dónde querían ellos llevar su orden del día. Querían desechar la complejidad del asunto porque en realidad querían ser socialchovinistas.
Lo que creo que esto ejemplifica es que un enfoque superficial del problema puede llevarlo a uno por la puerta trasera, por así decirlo, al campo del socialchovinismo de todos modos, si no se examina realmente lo complejo del asunto y se determina cómo tratar con las diferentes contradicciones y su interrelación. Se pueden tener —ese menchevique no las tenía, pero se podrían tener— buenas intenciones de ser un derrotista revolucionario y sin embargo no ser capaz de hacerlo. Planteo esto no porque se nos presente de inmediato la defensa de un país socialista. Recuerdo que un miembro de nuestro Comité Central dijo después del golpe en China: “Bueno, se aproxima una guerra y no tenemos un país socialista que defender, gracias a dios”. Bueno, eso fue un comentario sarcástico, una manera conscientemente provocadora y deliberadamente unilateral de sintetizar la experiencia pasada del movimiento comunista internacional. El camarada continuó diciendo que realmente ése no es el quid porque aun así podemos caer en el mismo tipo de errores de otras maneras y, claro, sería mejor si tuviéramos un país socialista que defender. El quid está en aprender a manejar esta contradicción de un modo más correcto. No se trata simplemente de decir desde un punto de vista ideológico: “No debemos temer perder lo que hemos ganado o si no, no podemos ganar más”. Esa es una especie de posición ideológica mínima para un comunista: que hay que combatir la tendencia a volverse conservador tras ganar ciertas victorias. Esto incluso se le aplicó a Kautsky y al Partido Socialdemócrata de Alemania cuando no tenían el Poder y por supuesto se aplica tanto más cuando se tiene el Poder. Pero aun cuando no se esté en el Poder, a una escala más reducida, de una forma más limitada, si se alcanzan ciertos logros (aun en una escala mucho más reducida de lo que había alcanzado el Partido Socialdemócrata de Alemania al entrar a la I Guerra Mundial) se pueden transformar en capital. Así que sí existe el problema de la posición ideológica —que si se teme perder lo que ya se ha ganado, lo irónico es que eventualmente se perderá de todas maneras y sin duda no se ganará más— pero existe también el problema de la metodología y el problema del contenido concreto y la línea política que va con eso: ¿cómo tratar la contradicción entre hacer todo lo posible por defender lo que se ha ganado y a la vez no elevar eso por encima del ulterior avance de la revolución mundial en un sentido general? ¿Cómo se subordina correctamente la defensa de lo que se ha ganado al avance ulterior de la revolución mundial, a conquistar más del mundo?
Este problema y la importancia de hacer un balance de todo esto debe abordarse profunda y multilateralmente por derecho propio, pero adquiere especial importancia ahora debido a que se está aproximando una de esas situaciones donde, para usar la frase, todo va a saltar al aire y no solo en países particulares sino en el mundo entero. Lenin en una ocasión comentó en relación a las guerras que a pesar de todo su horror despojan una gran cantidad de basura y muestran los verdaderos móviles de la lucha de clases y sacan a la luz todo lo que hay de caduco y obsoleto en la sociedad y sus instituciones. También señaló que esto puede hasta cierto punto suceder con crisis menores; por ejemplo Polonia y la imposición de la ley marcial, son un notable ejemplo de esto. Las verdaderas relaciones se vuelven muy claras: o haces esto o mueres. La verdad fundamental que Mao formuló sobre dónde nace el poder político se vuelve muy evidente y muy real, porque los fusiles de una clase u otra refuerzan directamente ese poder político. Y en otra situación, si uno vive en una zona donde un día llega un ejército y otro día otro (y las clases medias cambian de sus paredes los retratos de los líderes, los de un lado y luego los del otro, como ocurrió en la Revolución Rusa — estaba leyendo la novela Cómo se Templó el Acero, y algunas veces los “ciudadanos respetables” tenían el cuadro equivocado, tenían el retrato de Lenin cuando entraban las tropas del ejército blanco: ¡qué metida de pata!), las verdaderas relaciones de clase y el carácter de las diferentes fuerzas de clase tienden a revelarse muy claramente; y se puede ver lo que Lenin decía sobre las fisuras y grietas en la sociedad a través de las cuales puede hacer erupción el desbordante descontento de las masas. Es tal como Lenin lo puntualizó, las clases dominantes dominan no solo por la fuerza bruta sino también por la fuerza de la costumbre, por el peso muerto de la tradición y demás. Bien, cuando esto comienza a ser arrojado por los aires —si por ejemplo, un día alguien que hable francés le dicta a uno; y al otro día es alguien que habla ruso, alguien que habla inglés, etc.— se comienza a quebrantar todo esto. Primero se puede ver que la autoridad de todos los gobiernos se apoya en la boca de los cañones y fusiles, en los tanques, misiles, etc. Y si todo eso está cambiando y transformándose, es muy favorable para el proletariado.
Pero requiere una cosmovisión marxista-leninista, no solo una posición ideológica sino una metodología y una línea política consistentes con eso, captar lo que tiene de favorable y ver más allá de sus muy reales horrores y dificultades. Similarmente, para tratar correctamente la contradicción entre defender lo que se ha ganado en cualquier momento y usar tal situación tumultuosa para avanzar la revolución mundial de conjunto —usando como base de apoyo al país socialista a la vez que se trata de defenderlo, siempre y cuando eso no entre en antagonismo con avanzar más la revolución mundial— se requiere una aplicación consistente del marxismo-leninismo. Y digo “entre en antagonismo” porque es inevitable que entren en contradicción. Este es un punto que tenemos que recalcar una y otra vez. Uno de los peores errores del liderato de la Comintern y la Unión Soviética fue que ellos plantearon que no había contradicción entre defender lo que ya se había ganado, es decir la Unión Soviética en particular, y avanzar la revolución mundial. Dijeron que eran idénticos — no en el sentido dialéctico de una unidad de contrarios sino que eran la misma cosa. Bueno, incluso si se aplica la línea correcta primordial y consistentemente, persiste una contradicción muy real que se puede volver muy aguda. Ahora se puede y se debe sintetizar que el movimiento comunista internacional lidió con esto incorrectamente de forma muy grave al aproximarse la II Guerra Mundial y durante ella, particularmente en la línea del frente unido contra el fascismo. Pero por importante que eso es y por más que es parte del arsenal teórico que es necesario para destruir líneas oportunistas y construir una línea más correcta, eso no nos exime de la responsabilidad de analizar concretamente esta cuestión más a fondo viendo cómo se desarrolla realmente en las diferentes etapas, y sin duda no elimina la contradicción que nos acompañará durante todo este largo período de transición y lucha desde la época burguesa a la época del comunismo mundial. Con esto me refiero al fenómeno general (contradicción) de que vamos a lograr victorias y vamos a hacer grandes avances pero esto no nos llevará en línea recta al comunismo; habrá no solamente vueltas y revueltas sino reveses y retrocesos, y las cosas avanzarán en movimiento en forma de espiral; habrá momentos en que la consolidación y la preparación para el siguiente cataclismo es lo que debe enfatizarse, y momentos en que arriesgar mucho para hacer nuevos y mayores avances significativos, que no son usualmente posibles, debe ser la orientación — y, repito, el quid de la cuestión es que son precisamente los momentos de mayor peligro para la defensa de lo que ya se ha ganado, en particular, los Estados socialistas.
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Pasemos a la política de Mao y del Partido Comunista de China cuando los confrontó la intensificación de esta contradicción [defender los Estados socialistas y avanzar la revolución mundial] a principios y mediados de los años 70. Pienso que la forma correcta de entender lo que estaba pasando en cuanto a líneas internacionales en China a comienzos de los años 70, es viéndolo como una prolongación y continuación de dos cosas fundamentalmente. Primero, era una continuación del tipo general de línea que se había aplicado en la Revolución China y en particular durante la fase de la guerra antijaponesa, cuando, de entre las diferentes potencias imperialistas que estaban objetivamente en contradicción con China, que objetivamente oprimían a China, se singularizó a una de ellas como el enemigo principal y se formó un frente unido incluso con fuerzas dependientes de otras potencias imperialistas y en últimas representantes de ellas. Si bien eso fue en general una política y un enfoque correctos para la revolución en China en las condiciones en que ocurrió, específicamente para la guerra antijaponesa y más generalmente para llevar a cabo la revolución de nueva democracia en China, fue incorrecto tratar de extender el mismo tipo de enfoque a una escala mundial y hacerlo la base de un alineamiento mundial y una estrategia mundial contra la Unión Soviética en las condiciones internacionales de los años 70. Segundo, creo que la política china fue también una continuación —y no una ruptura, que se debió haber hecho— con algunas de las líneas y políticas erróneas que acabé de analizar un tanto, la política de la Comintern y la estrategia soviética durante la II Guerra Mundial y en relación con ella. Y en cierta medida los chinos bosquejaron explícitamente esta conexión o la dieron a entender muy fuertemente. Pekín Informa y otras publicaciones sacaron artículos sobre las victorias de la gran guerra antifascista y sobre cómo esto avanzó el desarrollo general del socialismo en el mundo. Era muy claro que sugerían muy fuertemente la analogía, que se debería aplicar el mismo tipo de estrategia en que la Unión Soviética jugara un papel análogo al de las potencias fascistas en la época de la II Guerra Mundial.
Ahora bien, creo que entre los diferentes líderes y las diferentes fuerzas de clase en el liderato de China había por una parte un acuerdo bastante amplio sobre esta política; pero por otra parte, dentro de eso existían diferencias muy agudas e incluso antagónicas. Al respecto es muy pertinente traer a cuento la descripción que hizo Henry Kissinger de las negociaciones con Chou En Lai, de un lado, y de otro lado la indirecta aunque muy vigorosa intervención política de Mao en ese proceso, insistiendo en que se pusieran los acuerdos en el contexto de una presentación de conjunto de la situación mundial y en que se estipularan claramente las diferencias fundamentales21. Para resumirlo, yo creo que Mao tenía una cierta unidad con las fuerzas que representaba en general Chou En Lai sobre la política de buscar un amplio frente unido contra el socialimperialismo soviético, contando en ese frente al imperialismo estadounidense y aquellas fuerzas aliadas y dependientes de él. Y Mao vio esto como una orientación estratégica a largo plazo, no solo como una maniobra táctica a corto plazo, muy inmediata, para desviar el peligro —que era un peligro muy real— de un ataque soviético contra China a comienzos de los años 70 (como se sabe, al final de los años 60 y comienzos de los años 70 los soviéticos estaban haciendo planes concretos para atacar al menos las instalaciones nucleares chinas y quizás capturar una parte de su territorio norte). Pero creo que dicha política no era simplemente una maniobra táctica a corto plazo para lidiar con ese peligro muy real; fue una orientación estratégica de más largo alcance, que a lo largo de la siguiente etapa —y Mao era muy claro, veía que avanzaban hacia la guerra mundial— sería el foco para el movimiento internacional y la forma a través de la cual éste debería librar la lucha. De otro lado, creo que Mao intentó aplicar nuevamente lo que aplicó en el frente unido antijaponés y durante el curso de la II Guerra Mundial: conservar la independencia e iniciativa dentro del frente unido. Mejor dicho, con lo que Mao rompió y con lo que tenía que romper —o casi que sin duda no se hubiera dado en ese tiempo la Revolución China— fue con la tentativa de la Comintern (y Stalin) de hacer que las fuerzas revolucionarias en China y el Partido Comunista en particular entraran en un frente unido con Chiang Kai-shek y con las potencias imperialistas (Estados Unidos y Gran Bretaña en particular) en una posición subordinada, es decir, que básicamente arriaran su bandera independiente, que abandonaran su posición política y militar independiente, que rindieran sus fuerzas y se convirtieran en una parte subordinada del gobierno y las fuerzas del Kuomintang. En realidad esto hubiera significado capitular ante el imperialismo (con el cual habían formado un frente unido contra el Japón), representado particularmente por Chiang Kai-shek. Eso era, de hecho, lo que impulsaba la Unión Soviética. El mismo Mao lo dijo en varias partes22 e independientemente de eso también se puede comprobar. Creo que sobre eso no hay mucha duda. Y Mao estaba preparado para librar la misma lucha, más o menos en esos mismos términos, en el contexto de un frente unido antisoviético en el actual período histórico (no que sea una réplica exacta de la guerra antijaponesa, pero más o menos en los mismos términos). Mao estaba preparado para librar tal lucha y la libró. Creo que esto se manifestó muy claramente en las negociaciones con Kissinger y la posición de Chou En Lai de un lado (que fue más o menos análoga a la línea de capitulación y subordinación al imperialismo estadounidense durante el frente unido antijaponés) y por otra parte el planteamiento de Mao que una vez más combatió eso y rehusó hacerlo, insistiendo que todavía estaban lidiando con el imperialismo, que todavía se trataba de fuerzas que, en un sentido estratégico a largo plazo, hay que derrocar y eliminar del mundo y por ende, aunque ahora tenían que entrar en cierta alianza con ellos, sin embargo, no se iban a subordinar a ellos. Repito, esto fue una continuación por parte de Mao de la lucha que él tuvo que librar y libró para que la Revolución China pudiera triunfar, en primer lugar.
Toda la batalla en los años 70, toda la lucha contra el viento desviacionista de derecha, contra las fuerzas más o menos aglutinadas por Chou En Lai y Deng Xiao-ping —aunque había agudas contradicciones entre ellos, con todo, más o menos se aliaron en un campo en oposición a la revolución en los años 70— toda esta lucha no puede separarse del contexto internacional, de la línea internacional y en particular de la batalla que Mao libraba contra la capitulación dentro de esa política amplia del frente unido contra la Unión Soviética. Dicho de otra manera, creo que muchas de las analogías que se hicieron sobre la capitulación —por ejemplo, algunas de las analogías históricas sobre la lucha entre los legalistas y los confucionistas en la antigua China— se le aplican tanto a los que querían capitular ante la Unión Soviética como a los que querían capitular ante el Occidente, con el pretexto de combatir el enemigo principal, o sea la Unión Soviética. Allí se dieron ambas tendencias. Para mí es muy claro que Mao y aquéllos que lo acompañaban estaban muy conscientes del problema de la capitulación desde ambas direcciones y libraron una fiera lucha sobre esto.
La ironía de todo esto se manifiesta si se recuerda la segunda visita de Nixon a China, cuando ya no era presidente, visita que fue antecedida y arreglada por una visita de su hija Julie Nixon Eisenhower. A finales de 1975, ella viajó a China y se reunió con Mao, una manera de preparar el terreno para el regreso de Nixon. Luego regresó ella a Estados Unidos y concedió una entrevista, creo que fue a la revista McCall's (no sé si todos la conocen, pero es una de esas revistas de modas femeninas) sobre sus discusiones con el Presidente Mao y la cosa que más la había impresionado era cómo Mao hablaba todo el tiempo sobre la lucha de clases, la lucha de clases estaba por todas partes, etc. Mao parecía estar completamente preocupado con eso, con la lucha de clases. Esto fue a finales de 1975. Creo que ahí se puede ver concentrado, y muy agudamente, la forma en que la línea y la política de Mao se dividía agudamente en dos, de un modo algo irónico, porque de un lado Mao estaba completa y correctamente preocupado con la lucha de clases incluso cuando hablaba con esa señora y, de otro lado, se puso a hablar con ella sobre la lucha de clases y eso terminó en la revista McCall's. El motivo por el cual Mao habló con ella es que esa lucha de clases ocurra en una determinada arena, ocurra en el contexto de buscar un frente unido contra la Unión Soviética, lo que conducía incluso a ciertos convenios con el imperialismo estadounidense y algunos de sus líderes y exponentes, sea que estén o no en funciones en ese momento. Esto concentra en cierto modo el carácter contradictorio del enfoque de Mao y la manera particular en que se divide marcadamente en dos: la lucha de clases se libraba no solo sobre los muy agudos asuntos internos del país, sobre la revocación o no de los veredictos de la Revolución Cultural en las diferentes esferas de la sociedad; esa lucha de clases también tenía una dimensión relacionada al problema de la capitulación ante las fuerzas del imperialismo y los revolucionarios veían el problema del revisionismo como algo estrechamente ligado con el problema de la capitulación. Sin embargo, todo esto ocurría en el contexto de buscar un amplio frente unido antisoviético, frente que incluía a Estados Unidos y a otras fuerzas imperialistas y reaccionarias. La línea de Mao y su cuartel general enfatizaba que si los revisionistas tomaban el Poder y eran capaces de implementar una línea revisionista en China, eso sería inevitablemente parte integral de la capitulación al imperialismo y fortalecería la base para hacerlo. Únicamente librando la lucha de clases contra ellos y avanzando sobre las victorias alcanzadas por medio de la Revolución Cultural podría continuar la revolución en la misma China, pero también —y en un sentido general, más importante que eso en la situación presente— éste era el único medio de prevenir que ganara una línea de capitulación al imperialismo extranjero en el amplio frente unido en que estaban entrando con un bloque de imperialistas para oponerse al enemigo principal, el socialimperialismo soviético.
Este fue su planteamiento y creo que, de nuevo, esto se divide muy pronunciadamente en dos. De un lado, en comparación con las fuerzas de Chou En Lai y los otros que estaban (objetivamente y muchos de ellos subjetivamente) a favor de capitular ante el imperialismo, esto muestra que Mao y los otros todavía mantenían una orientación revolucionaria e intentaban prevenir la destrucción de la Revolución China, procuraban promover la continuidad de su avance y prevenir la capitulación al imperialismo. Pero, de otro lado, si bien ésa fue su orientación general y era lo que trataban de hacer, irónicamente la línea y la política que buscaban implementar obraron contra la lucha antirrevisionista y anticapitulacionista que trataban de librar. Mejor dicho, para decirlo contundentemente, estaban combatiendo en el terreno equivocado y desde un ángulo incorrecto. Esto no quiere decir que combatiendo en un mejor terreno y desde un mejor ángulo tendrían necesariamente que haber ganado. Creo que eso es pragmático y que además corresponde a una orientación nacionalista de pensar que a estas cuestiones las condicionan y determinan principalmente los hechos al interior de China y no lo que ocurría en el mundo como un todo. Es posible que hubieran podido triunfar y es sin duda cierto que si hubieran tenido una mejor comprensión de cómo la lucha en China encajaba en el conjunto de la lucha mundial y si hubieran manejado esa contradicción más correctamente, esto los habría fortalecido considerablemente. Los habría fortalecido considerablemente y quizás hubiera podido cambiar las cosas, representar la diferencia entre ganar o perder, pero también es muy probable que no y que la batalla cuesta arriba que estaban librando las fuerzas revolucionarias de todas maneras se hubiera perdido a corto plazo, porque había una tremenda batalla tanto en la misma China como en el mundo para continuar avanzando por el camino socialista en China. Ni la victoria ni la derrota eran inevitables, pero creo que una cierta coyuntura de fuerzas que se conglutinaron en ese momento —no de la misma manera concentrada como ocurre ahora, sino en una cierta manera más limitada a comienzos de los años 70— hizo muy difícil implementar una línea revolucionaria en China. Esto nos lleva de regreso al punto que recalqué en otra presentación: incluso cuando se está en el Poder, si uno mantiene una línea revolucionaria, no siempre tiene a las amplias masas políticamente de su parte.
Esto plantea un punto muy importante: entre las fuerzas marxista-leninistas que surgieron en relación con China y fueron inspiradas específicamente por la Revolución Cultural y la amplia diseminación del pensamiento Mao Tsetung, etc., una importante línea divisoria ha sido el apoyo a la llamada “Banda de los Cuatro” (por supuesto, dos de estos cuatro ahora han capitulado, pero el papel de los Cuatro como un núcleo dirigente en las luchas contra Chou En Lai, Deng Xiao-ping y otros todavía debe sustentarse). Porque aquellos grupos que no los han defendido y en lugar de eso han adoptado la línea de “bien, fueron derrotados, por ende debieron haber estado equivocados” o “la principal razón de su derrota debió haber sido sus errores”, etc., tales fuerzas se han degenerado y han desaparecido del escenario o deberían haber desaparecido. Este es un asunto importante en sí, y aunque en cierto sentido es algo tangencial al punto principal aquí, que es que Mao y sus camaradas, aparte de los errores que hubieran podido cometer, estaban librando la lucha bajo condiciones objetivamente muy difíciles, porque incluso cuando se tiene el Poder no siempre se cuenta políticamente con las masas, específicamente la mayoría de las masas. Ahora bien, también es cierto que cuando se tiene el Poder, cierta fuerza de la tradición y de llevarle la corriente al status quo de parte de las amplias masas quizás se le pasa a uno, por así decirlo. Es decir, similarmente a como antes las amplias masas más o menos iban con la corriente de quienquiera que fuera la autoridad y repetían lo que era aceptable, para beneficio de la burguesía, cuando las fuerzas del proletariado y los marxista-leninistas están en el Poder y el liderato, algo de eso se les transfiere. Cualesquiera que sean las normas predominantes y los vientos que soplen, hay un vasto sector de las masas que incluso —o especialmente, más bien— en los períodos en los que no hay levantamientos revolucionarios, marcharán con eso, lo aceptarán; es como la rutina cotidiana y por definición la gente que no es avanzada no será la que dirija las luchas contra la rutina cotidiana. Es muy importante especificar que ese “ir con la corriente” no es lo mismo que apoyar la revolución. Si los revolucionarios están en el liderato o en el Poder y la gente los sigue, es muy peligroso pensar que esto es lo mismo que un seguimiento sobre una base revolucionaria. Con esto no quiero dar a entender que estoy criticando a los Cuatro (o a Mao por supuesto), pienso que ellos (y Mao aún más) estaban bastante conscientes de este fenómeno, pero es algo importante que hay que sintetizar más amplia y profundamente.
Para decirlo directamente, creo que lo que pasó, lo que ocurrió en China y a las masas que fueron parte de los levantamientos allá a finales de los años 60, no es muy diferente ni está aislado de lo que pasó en todo el mundo. Hubo un cierto repunte que se centró en las luchas de liberación nacional en el “tercer mundo”, un cierto repunte revolucionario y una cierta expectativa, de la cual por ejemplo ¡Viva el Triunfo de la Guerra Popular!23 fue una expresión; la expectativa que acompañó ese repunte fue que estas luchas apalearían, debilitarían y quizás destruirían al imperialismo estadounidense (consumirlo en el fuego de estas luchas, desgarrarlo pieza por pieza y otras imágenes vívidas que se usaban). Esa era la expectativa, explícita o implícita, en ese momento, que esa marejada de lucha absorbería y quizás incluso destruiría al imperialismo estadounidense; y existía la vaga noción, consciente o inconscientemente, de que esto sería el fin del imperialismo, o al menos que la lucha continuaría avanzando oleada tras oleada, para usar una consigna popular en esa época. Eso no ocurrió por una variedad de razones que, nuevamente, tienen que ver con el proceso —el movimiento mediante contradicción— de la contradicción fundamental que subyace a este proceso a escala mundial y las diferentes contradicciones particulares, y sus expresiones e interrelaciones en esa etapa. Para ser más concreto, hubo un viraje en la posición, papel y acciones de la Unión Soviética, Estados Unidos y otras fuerzas del mundo desde finales de los años 60, comienzos de los años 70 y en particular para mediados de los años 70. Tal como mucha gente experimentó en varias partes del mundo desmoralización, frustración, desorientación y muchos claudicaron en grandes partes del mundo —todos estamos familiarizados con este fenómeno— pienso sin duda que la misma cosa ocurrió en la propia China.
Para decirlo de otra manera, cuando se dieron los levantamientos de la Revolución Cultural, cuando el pueblo vietnamita estaba librando una heroica lucha contra el imperialismo estadounidense, contra fuerzas muy superiores, y cuando había un repunte de luchas de liberación nacional en muchas partes del mundo, quizás para un obrero o campesino en China era mucho más fácil decir: “al diablo con los artículos de consumo, no me interesan, porque deseo ser parte de la revolución mundial; trabajaré dos horas extras para enviar arroz, municiones o lo que sea a Vietnam”. No solamente el núcleo más o menos sólido de las fuerzas avanzadas, sino masas mucho más amplias tomaron una posición así; de nuevo, repito, muchos siguieron la corriente, pero también a muy amplias masas las entusiasmó ese repunte. Pero cuando se entró a la década del 70 y la influencia de los soviéticos en el partido vietnamita y en la dirección de la lucha claramente se estaba volviendo dominante, cuando aumentaron los reveses, derrotas y cambios en muchas de las luchas en otras partes del mundo, cuando la Unión Soviética cambió su posición y muchas de sus tácticas, cuando Estados Unidos se sustrajeron del combate para reagruparse, etc., se puso de manifiesto que ese repunte en el mundo y en la misma China no podía avanzar en línea recta. Y entonces hubo mucho más terreno para que prosperara la línea de los revisionistas en China, que tenían que subordinarlo todo a defenderse de la Unión Soviética, que tenían que modernizarse, etc., etc., incluso las expresiones más burdas de esta línea, de glorificar muchos de los beneficios materiales que existen en el Occidente, se volvió más halagüeño y atractivo para muchas fuerzas que no son las más avanzadas pero a quienes entusiasmó sinceramente el repunte revolucionario. Quizás al final de los años 60 y comienzos de los años 70 las condiciones eran mucho más favorables para ser un revolucionario internacionalista abnegado que hacia mediados de los años 70. Todos hemos sido testigos y hemos experimentado este fenómeno e incluso hemos sentido su jalón en nuestra propia experiencia. Y no es mucha la diferencia únicamente porque el proletariado tenga el Poder, si entendemos cuán contradictorio y complejo es este fenómeno; el proletariado en el Poder y una economía socialista están llenos de grandes contradicciones y condicionados por ellas.
Bueno, con eso quiero decir dos cosas: si los revolucionarios hubieran combatido en un mejor terreno y hubieran entendido mejor algunos de estos problemas, no hubieran ganado necesariamente, en todo caso; no tenían que perderlas por necesidad pero no hubieran ganado necesariamente estas grandes últimas batallas, que resultaron ser las últimas batallas de esta ronda en China; y segundo, seguir una línea más correcta en China hubiera sido supremamente difícil. No hubiera sido un asunto de sentarse alrededor de una mesa y formular la línea correcta (aunque con eso no quiero decir que sentarse alrededor de una mesa y luchar por sacar una línea correcta no tenga importancia; todo lo contrario, es supremamente importante). Pero también existe el mundo material en que hay que implementar estas líneas y hay una base social, fuerzas sociales y clases sociales para las diferentes líneas. Y triunfar con una línea internacionalista que entendiera correctamente en esencia la relación entre la defensa de China y el avance de la revolución mundial, que tuviera un programa y una política correcta al respecto, no hubiera sido fácil. Ahora bien, esto no es razón para no luchar por una línea, porque como Lenin dijo, ¿desde cuándo los marxista-leninistas basan sus políticas y sus principios en si es fácil o no implementarlos o en si cuentan con muchos seguidores en un momento dado?24 De hecho, desde un punto de vista estratégico, e incluso también en un sentido más inmediato, internacionalmente el movimiento hubiera avanzado mucho más si se hubiera formulado dicha línea correcta y se hubiera luchado por ella — una posición que en esencia dice: “miren, no vamos a tener un frente unido con un grupo de imperialistas para enfrentarnos al otro (incluso un frente unido donde se tiene en cuenta que aún son imperialistas y donde se tenga que luchar contra la capitulación); en lugar de eso vamos a buscar otro camino para lidiar con la situación, e incluso si debido a nuestra propia situación debamos entrar en ciertos acuerdos y convenios limitados con algunos Estados imperialistas y reaccionarios, no vamos a hacer de esto una estrategia del proletariado internacional”.
Desde mi punto de vista, no es necesariamente incorrecto entrar en tal tipo de acuerdos y convenios pero no deben imponérsele al movimiento internacional como una estrategia; fuera de eso, no veo por qué sea necesario que Haile Selassie, Marcos y toda esa gama de alcahuetes y títeres fueran a China. Cuando se tiene al amo no se necesitan todos los títeres. Incluso desde el punto de vista de las relaciones y acuerdos de China, si se quiere negociar con el bloque estadounidense, pues que nada más vaya al bloque estadounidense y otros pocos imperialistas; no se tiene que hacer un desfile semanal de lacayos ante el pueblo, que es más o menos lo que ocurrió. Pero he aquí el problema más de fondo: si existe una contradicción entre avanzar y defender lo que tenemos —hablando desde el punto de vista del proletariado internacional— y realmente tratamos de hacer eso de la mejor manera posible, mientras al mismo tiempo se subordina eso en un sentido general a avanzar la revolución mundial como un todo, ¿cómo es posible (y generalmente ha sido la tendencia) que todo el resto del mundo tenga que adaptarse y hacer sacrificios y compromisos —no hablo de los sacrificios de la lucha, hablo de compromisos y ajustes en la línea— pero el Estado socialista no hace compromisos y ajustes que podrían limitar sus capacidades de defensa pero que serían mejores para el movimiento mundial en su totalidad? En otras palabras, ¿por qué ha de ser que China entra en esos acuerdos y arreglos y después básicamente llama a los marxista-leninistas de todo el mundo a adaptar sus tácticas, políticas y estrategia en conformidad? ¿Por qué no podía China como un Estado socialista —aun cuando tuviera que entrar en cierto tipo de acuerdos y convenios, etc., con ciertos Estados imperialistas y reaccionarios por la necesidad de su propia defensa— conscientemente restringirlos y subordinarlos a los intereses de avanzar la revolución mundial y tomar más riesgos que si solamente considerara su propia defensa, con el fin de no comprometer los principios fundamentales y oportunidades concretas para el avance de la revolución mundial? Esto es muy difícil de hacer, es mucho más difícil hacerlo que decirlo, pero tiene que ser el principio guía.
Desafortunadamente en la experiencia de la Unión Soviética e incluso, repitiendo, en la experiencia de China, así no es como se ha enfocado el asunto, ni siquiera por la gente con la línea revolucionaria, con la mejor línea y en un sentido general una línea correcta. En lugar de eso, cayeron en —o fueron empujados por las circunstancias, fuerzas y clases sociales y sus influencias hacia— una línea que decía en esencia que todo el resto del mundo tenía que ser los que se amoldaron. Ahora, por supuesto, si hay una contradicción y se trata de manejarla correctamente, en cierta medida ambos lados tienen que amoldarse, pero quien más debe hacerlo es el Estado socialista, porque después de todo él es una parte subordinada de la revolución mundial en general. Y si eso quería decir, por ejemplo, que a corto plazo China tuviera que perder o arriesgarse a perder una parte de su territorio a fin de no desorientar a todo el movimiento internacional, pues debió hacerlo. No porque se tome esto a la ligera —“¿qué importa?”— sino precisamente porque tenemos ante nosotros una de esas coyunturas mundiales, que se está agudizando en el mundo y está realzando y aglutinando estas contradicciones. Mao y los revolucionarios vieron claramente que eso venía, no es que ellos no hayan reconocido esto en un sentido general. Pero también hay que reconocer que es precisamente en esas circunstancias que las oportunidades revolucionarias se realzan, que las posibilidades revolucionarias se facilitan y que pueden surgir de repente situaciones revolucionarias, inclusive donde quizás no parecía posible previamente. De verdad que en 1911 nadie hubiera predicho la Revolución Rusa; pese a 1905, nadie hubiera predicho la Revolución Rusa de febrero y mucho menos la de octubre de 1917.
Para tomar un ejemplo más reciente, nadie en 1975 hubiera predicho la revolución en Irán de 1978-79. Ahora es posible, en retrospectiva, ver cuáles fueron las contradicciones particulares subyacentes a ese acontecimiento y cómo se agudizaron y llevaron a la revolución; no es misterioso. Pero estas cosas no siempre son evidentes con antelación. Pero precisamente teniendo esto en mente, supongamos que China no hubiera seguido la política que siguió, supongamos que en cambio la línea que se debatió y triunfó fue esencialmente del tipo del que hemos venido hablando, de hacer ciertos acuerdos y convenios pero manteniendo eso subordinado al avance general del movimiento mundial, no haciéndolo una línea y política internacional y de hecho incluso restringiendo la magnitud de esos acuerdos a fin de no comprometer y, es más, aumentar la preparación para días grandiosos, tiempos revolucionarios, como Lenin lo dijo. Supongamos que ésa hubiera sido la política, así que en lugar de agasajar al Cha y todas esas cosas —que se coronaron con el golpe de gracia revisionista, los bailoteos de Jua Kuo-feng con el Cha en helicóptero un par de meses antes de que éste fuera derrocado (y Jua merece haber sido precisamente el que pudo, el que tuvo que jugar ese papel)— ¿qué hubiera pasado si en cambio se hubiera luchado por una línea más correcta y quizás hubiera triunfado, específicamente una línea más correcta sobre la situación internacional, y en ésas estalla algo como la revolución iraní? Imaginémonos dónde estarían las fuerzas del proletariado en Irán. No que deban depender de China para obtener fuerza, pero sin duda eso las hubiera fortalecido. En cambio, la línea que China seguía las debilitó seriamente. Porque China no tenía solo unos cuantos acuerdos con el Cha: desgraciadamente, tradujeron y difundieron en persa un gran número de elogios y alabanzas al Cha y sus “programas progresistas”. Estos son hechos objetivos.
También es un hecho que los revisionistas soviéticos y sus seguidores, quienes fueron responsables por emboscar a las masas para la masacre en Chile, salieron oliendo a rosas, mientras que las fuerzas maoístas en el mundo han tenido que sobrellevar el peso de lo que China hizo en relación con Chile. Ahora, eso se debe en parte a las maquinaciones burguesas de las fuerzas prosoviéticas —y a que la Unión Soviética es una potencia mundial y como tal ejerce gran influencia— pero también es cierto que si hubiera habido una clara línea en oposición al polo revisionista soviético, y específicamente si China no se hubiera metido en un frente unido con todos los Pinochet, todos los Cha y con el imperialismo estadounidense encima de todo eso, si las fuerzas revolucionarias hubieran combatido por el tipo de línea del que he venido hablando, hubiera quedado un mejor legado revolucionario y no solamente en Chile (o Irán), sino internacionalmente, aun cuando las fuerzas revolucionarias en China hubieran sido derrotadas. Fue muy inspirador lo que ocurrió en el juicio de los Cuatro—en lo que toca a los dos que permanecieron firmes en su posición revolucionaria (Chiang Ching y Chang Chun-chiao)— fue muy inspirador y fue de gran ayuda al movimiento revolucionario internacional, pero hubiera sido mucho más ayuda si los revolucionarios hubieran luchado más correctamente por las cuestiones de línea que hemos discutido.
En esencia, el problema con la línea que adoptaron es que no se pueden tomar la experiencia y las medidas de la Revolución China, de una de sus etapas —tal como la etapa de nueva democracia y en particular una subetapa de ésta, la guerra antijaponesa— y extenderlas más o menos directamente a escala mundial, en las presentes condiciones, equiparando el papel de China al de las fuerzas comunistas y sus bases de apoyo en la guerra antijaponesa, y con el imperialismo occidental substituyendo a Chiang Kai-shek y la Unión Soviética al Japón. Una razón fundamental en contra de hacer eso es precisamente que un país es una parte subordinada del conjunto de procesos que se dan en todo el mundo. Lo que puede ser, al menos en lo principal y en buena medida, correcto en un país particular, si se eleva al nivel de una política mundial, puede ser incorrecto. No se vuelve automáticamente incorrecto, pero puede ser incorrecto y en este caso lo fue.
Por ejemplo, durante el frente unido antijaponés, Mao realmente tenía claro (y así lo dijo) que cuando los comunistas se unan con Chiang Kai-shek a fin de cuentas se estaban uniendo, o estaban llevando a cabo cierto tipo de alianza, con las potencias imperialistas occidentales; en particular mencionó a Inglaterra y Estados Unidos, de quienes Chiang Kai-shek dependía. Es más, Mao dijo que aquél no rompería el frente unido a menos que Inglaterra y el imperialismo estadounidense se lo dijeran porque era su lacayo25. Así que no es que Mao no tuviera claro u ocultara el hecho de que al hacer esta distinción y al formar un cierto tipo de frente unido estaban haciendo distinciones entre los imperialistas. En un artículo de Mao que quiero discutir un poquito —“A Propósito de Nuestra Política”— él dijo que era necesario distinguir entre el imperialismo japonés y sus aliados de un lado, y el imperialismo inglés y estadounidense del otro; y entre el imperialismo inglés y estadounidense de hoy y los imperialistas ingleses del pasado, cuando “seguían una política de un Munich del Extremo Oriente”, etc., etc.26. De tal modo que abogaba abiertamente por hacer tales distinciones. Ahora, desde el punto de vista de la lucha en China: como una orientación táctica, e incluso como base de una política de frente unido para una cierta etapa, esto fue correcto — no solamente porque en un sentido estrecho y pragmático ganaron y por ende deban estar en lo correcto, sino porque esto de hecho hizo que avanzara la Revolución China en general y que se fortalecieran las fuerzas marxista-leninistas, no las debilitó. Constituyó, como lo dijo Mao una vez, la preparación para la victoria final de la Revolución China, porque lo manejaron de una manera principalmente correcta y no era una política errónea hacer ese tipo de distinciones, mirando la situación y la lucha en China en esos tiempos y formulando ciertas medidas y tácticas para eso. Pero incluso en esa misma época (en los años 30 y los años 40) si se fuera a extender eso a escala mundial y decir que el proletariado internacional debía hacer distinciones entre los imperialistas, es decir, aliarse con unos para oponerse a otros, esto hubiera sido una línea incorrecta para el movimiento comunista internacional (como fue la línea del frente unido antifascista en relación a la II Guerra Mundial). Aun cuando ese enfoque fue correcto para la lucha en China, extenderlo y expandirlo a escala mundial y convertirlo en la línea y política directriz, la orientación, para el proletariado internacional, representa una línea incorrecta.
En la India, por ejemplo, quizás hubiera sido correcto singularizar al imperialismo inglés al mismo tiempo que se singularizó al Japón en China; en la India quizás hubiera sido correcto enfocarse en el imperialismo inglés e incluso hacer ciertos arreglos y acuerdos tácticos con fuerzas que hubieran sido más favorables al imperialismo japonés. Pero eso no se permitió. Al que tratara de hacer eso en la II Guerra Mundial incluso en América Latina —en América Latina (!)— al que considerara al imperialismo estadounidense como el enemigo principal, se le tildaba de nazi, partidario de los fascistas y cosas por el estilo. A ese extremo llegaron las cosas. Pero tan pronto como se dice que en China se pudo particularizar al Japón, mientras que quizás en la India se debió particularizar al otro lado (el imperialismo inglés y sus aliados) ahí mismo se rompe con el marco de referencia de decir que en la lucha de todo el mundo debería particularizarse un enemigo, y se toma una posición más acertada: que al interior de los diferentes países se pueden hacer ciertos ajustes, maniobras y virajes tácticos, pero que no se deben convertir en la base de una política mundial, por extensión mecánica o directa.
Esto nos lleva de regreso a la cuestión más general de cuál debe ser la orientación general para el proletariado internacional. En general creo que nuestra orientación debe ser más o menos similar a lo que leí al principio en Los Fundamentos del Leninismo, de Stalin. Volveré a tocar este tema en la conclusión pero, en general, el contenido de lo que debemos ser es buscar un frente mundial de lucha revolucionaria contra el imperialismo que, en un sentido básico, consista de la unidad entre las fuerzas revolucionarias proletarias en los países avanzados y las luchas revolucionarias de liberación nacional contra el imperialismo (como primera etapa pero una etapa que no se puede saltar) en los países coloniales y dependientes. Esta es la orientación estratégica básica que debe guiar nuestro enfoque total. Debe ser un frente contra el imperialismo y el sistema imperialista. Sin embargo, se ha sostenido y se ha utilizado para propósitos incorrectos —es una verdad que se ha usado indebidamente— que existen particularidades en la lucha en una época dada y que es necesario tenerlas en cuenta en la formulación de políticas más concretas. El problema, como acabo de explicar, es que esto ha sido generalmente la base para decir que tenemos que particularizar un bloque imperialista o el otro, porque en la etapa concreta es más peligroso o más enemigo que el otro.
Aquí quiero regresar al ensayo de Mao “A Propósito de Nuestra Política”, porque si bien, repito, la orientación y política que se formularon ahí en 1940 fueron importantes y generalmente correctas para China, pretender extenderlas a escala mundial como una estrategia internacional no sería necesariamente correcto, de ningún modo. Por ejemplo, recuerdo que en Pekín Informa, creo que en 1972, vi un artículo titulado algo así como “Sobre el Estudio de `A Propósito de Nuestra Política' del Presidente Mao”; planteaba muy claramente que iban a aplicar esa línea a la lucha mundial de ahora. Ahí fue donde empezó a convertirse en su contrario y en donde ciertas cosas que fueron correctas en las circunstancias en que Mao las escribió empezaron a proyectarse como las pautas generales para el movimiento internacional. De hecho, se plantearon más o menos así en “A Propósito de Nuestra Política”, pero eso se convierte más en un problema y se desarrolló más de lleno en todo este período de trabajar por un frente unido antisoviético en los años 70. Al respecto, la formulación que creo que se debe mencionar específicamente es lo que Mao dijo: “Nuestro principio táctico continúa siendo explotar las contradicciones, ganarnos a la mayoría, combatir a una minora y aplastar a los enemigos uno por uno”27. Repito, en relación a cómo analizaron el frente unido contra el Japón en particular en la etapa de la lucha de entonces, esto no fue errado y de hecho fue importante y guió el avance de la revolución a través de esta etapa y más allá, pero convertirlo en un principio general no creo que sea correcto.
Por ejemplo, tomemos el principio que es la esencia de esto: explotar las contradicciones y aplastar a nuestros enemigos uno por uno. Bien, me parece que la forma de entenderlo correctamente es ver que es una política dictada por la necesidad. Incluso en donde es correcto, es algo dictado por la necesidad y por (ésta es una frase que tiene una aplicación revisionista pero que también puede tener una aplicación correcta) la correlación de fuerzas concreta en un momento dado — si se entiende en términos de su movimiento y desarrollo y no como algo fijo y estancado. Si a causa de la correlación de fuerzas en un momento dado se confronta la necesidad de explotar las contradicciones entre los enemigos con el objeto de derrotarlos uno por uno, bien, eso puede ser bastante correcto, pero si se elevó esto a principio general, entonces se convierte automáticamente en una justificación, por ejemplo, para atacar el enfoque de Lenin en la I Guerra Mundial. Lenin insistió reiteradamente —y es algo que suena casi como si se estuviera burlando de la aplicación incorrecta de este principio de uno-por-uno— que rehusaba responder si la victoria de éste o aquel bloque imperialista en esa guerra era mejor para el proletariado internacional; solo podemos decir que ambas son peores28. Parece como si Lenin no estuviera siendo dialéctico, ¿no? Sueno casi como si se estuviera burlando de este mismísimo enfoque de convertir en un principio la orientación de derrotar a nuestros enemigos uno por uno, o más específicamente del intento de aplicar esto como una estrategia a escala mundial. En la I Guerra Mundial, para el proletariado internacional en su conjunto, definitivamente no era correcto particularizar a un enemigo y dirigir todos los esfuerzos hacia la derrota de éste, y después lidiar con el siguiente enemigo y así sucesivamente; en vez de esto, dependiendo de dónde exactamente se encuentre uno, se debía dirigir el ataque principalmente contra la clase dominante inmediata, pero internacionalmente se debía trabajar por la derrota y derrocamiento de todo el imperialismo y la reacción — que fue la línea que defendió e implementó Lenin. En otras palabras, Lenin tenía muy en claro que el internacionalismo significa que el proletariado en Rusia buscara aprovechar la guerra y el debilitamiento de la clase dominante de allá para derrocar al imperialismo ruso y a la burguesía rusa, a la vez que al proletariado en Alemania debía llevársele a hacer lo mismo con la burguesía alemana, al proletariado inglés con la burguesía inglesa y así sucesivamente, y no que todos ellos deberían particularizar una potencia (o bloque) y dirigir todos sus esfuerzos en su contra.
Creo que el enfoque de Lenin fue correcto no solamente como una política específica con relación a la I Guerra Mundial, sino que es correcto como una orientación estratégica general para el proletariado internacional. Ahora bien, Lenin ciertamente no ignoraba las consideraciones tácticas particulares. Por ejemplo, le pareció bastante correcto que los irlandeses aprovecharan el debilitamiento de Inglaterra para luchar principalmente contra Inglaterra, incluso haciendo ciertos convenios o comprando municiones de Alemania, etc. No criticó eso en absoluto. Le parecía correcto que lo hubieran hecho. Sin embargo, si hubieran elevado eso a la categoría de principio y hubieran dicho que a causa de las necesidades de Irlanda todo el mundo debería unirse contra Inglaterra, bien, entonces Lenin hubiera pensado que habían ido demasiado lejos, que lo habían convertido en su contrario; y hubiera estado en lo cierto. Similarmente, al mismo Lenin no se le tachó de agente alemán sin ninguna razón. Es decir, él hizo ciertos arreglos con Alemania sobre cómo regresar a Rusia, etc., etc. No era un agente alemán pero sabía cómo explotar las contradicciones. Lo central es que no convirtió eso en una línea, estrategia y política de singularizar y derrotar a nuestros enemigos uno por uno a escala internacional. Precisamente el ejemplo anterior que di de una política de combatir principalmente al Japón en China, mientras que al lado, en la India, se combata principalmente contra el imperialismo inglés, esto, para mí, empieza a indicar el enfoque más correcto. Comienza a mostrar que no es correcto como principio estratégico, en especial a nivel mundial, particularizar a un enemigo y derrotarlo, y luego pasar al siguiente.
En otra ocasión planteé esto desde el punto de vista de un combate callejero, algo así como si surge una situación donde lo confrontan a uno cinco personas que están listas para caerle encima, y uno hace una evaluación y decide que no puede lidiar con todos al mismo tiempo, así que lo mejor es explotar algunas contradicciones aquí y singularizar a uno o dos para lidiar con ellos e intentar neutralizar a los otros e incluso ganarlos a su lado temporalmente; tal vez se tenga que hacer esto. Pero puede ser posible que al evaluar la situación uno diga: veamos, puedo lidiar con todos los cinco de una vez y ninguno tiene nada de bueno, así que voy a batirlos y mucho mejor para todo el mundo y para mí mismo. Es posible que la situación se pudiera presentar de una forma y de otra, y en un caso una política puede ser correcta y en el otro la otra política puede ser la correcta. De hecho, fue lo que en cierta forma sucedió en la Revolución China, en donde en diferentes momentos singularizaron a un bloque imperialista. Por ejemplo, después de la II Guerra Mundial combatieron principalmente al imperialismo estadounidense pero eso no implicó entrar en una alianza con otros imperialistas porque no existía una base para ello. Debido al carácter del bloque estadounidense en esa época eso ni siquiera hubiera sido realista. Lo importante es que es una cuestión de necesidad y libertad, y de la relación dialéctica entre ellas. No es una cuestión de principio o política general que se tenga que derrotar a los enemigos uno por uno. Si, por ejemplo, el campo socialista realmente se hubiera consolidado, fortalecido y desarrollado como un campo socialista en la década del 50 y después, creo que el análisis nos mostraría que muy probablemente los imperialistas hubieran lanzado una guerra contra ese campo socialista en algún momento, probablemente en la década del 60. Muy probablemente hubieran tenido la necesidad de hacerlo. Bien, quizá hubiera sido correcto para este campo socialista intentar dividir a los imperialistas, y quizá hubiera sido mejor decir: “Bien, es `la lucha final', adelante. Quieren atacar al campo socialista, está bien; ya era hora de que nos viéramos las caras y cuando acabemos no quedará mucho del imperialismo en el mundo”. No estoy dispuesto a decir que esta última posición no hubiera sido la más correcta. Dependería de un análisis de la situación. Pero ciertamente no se puede decir que es un principio que, frente a esa situación, si un campo socialista obra conforme a los intereses del proletariado internacional, definitivamente debe dividir el campo enemigo y combatir a sus enemigos uno por uno.
Ahora bien, respecto a la situación actual, creo que un principio general es la cuestión del frente mundial de la lucha revolucionaria integrado por dos corrientes fundamentales. En otras palabras, la lucha revolucionaria mundial no es uniforme. No en todas partes del mundo el proletariado lucha contra la burguesía, ni siquiera, como acabo de indicar, las masas populares combaten el mismo imperialismo o la misma burguesía en todas partes del mundo. Hay diferentes condiciones en diferentes países, diferentes particularidades, diferentes necesidades tácticas; esto se aplica no solo en los diferentes países, sino también en diferentes etapas en los países. Pero existen simultáneamente dos corrientes principales del movimiento revolucionario mundial en esta época: la revolución proletaria socialista en los países avanzados y la lucha antiimperialista democrática (o de nueva democracia) en los países coloniales y dependientes. Esta última, la lucha de nueva democracia, repito, tiene sus propias particularidades en los diferentes países, pero globalmente forma una corriente general del movimiento revolucionario mundial — y en donde el proletariado es capaz, a causa de las condiciones en el país particular e internacionalmente, de ganar el liderato (lo que no es garantía sino una posibilidad), la lucha además de ser parte general del movimiento revolucionario mundial contra el imperialismo, es capaz de avanzar al socialismo en ese país dado. Así en sentido general esta lucha antiimperialista en los países coloniales forma parte de todo el frente mundial de la lucha revolucionaria contra el imperialismo, y además, donde el proletariado es capaz de ganar el liderato, puede llevar esta lucha a la etapa socialista y se convierte más directa e inmediatamente en parte de la revolución socialista proletaria en el mundo.
Ahora bien, ésta es nuestra orientación general, global. ¿Cuál debe ser nuestra orientación particular a la lucha internacional, cuál debe ser nuestro enfoque estratégico y táctico concretamente en la situación actual? Conviene analizar esto desde el punto de vista de su contrario, o sea de nociones incorrectas de lo que debe ser. Antes de adentrarnos en esto directamente, creo que es importante discutir y criticar la idea de que nuestra orientación estratégica debe ser un frente unido no solamente contra la Unión Soviética (o no solamente contra Estados Unidos), sino contra las dos superpotencias. Varias fuerzas plantean esta línea, entre ellas fuerzas marxista-leninistas fuertemente opuestas al revisionismo tanto soviético como chino y a sus tramas de alinear fuerzas con una u otra superpotencia imperialista. Más específicamente, esta línea del frente unido contra las dos superpotencias se propone a menudo como la aplicación correcta hoy de las políticas y los principios de Mao, en oposición a la “teoría de los tres mundos” de los revisionistas chinos. Se sostiene que el error en la “teoría de los tres mundos” es que busca aliarse con un bloque de imperialistas contra el otro, pero que lo que se necesita es un frente unido contra ambas superpotencias. Esta línea concuerda con que todos los imperialistas tienen la misma naturaleza, pero señala que el papel que juegan en el mundo actual no es el mismo y plantea que por consiguiente debemos separar a las dos superpotencias y hacerlas el blanco, el foco principal de nuestra lucha. Y es cierto que en el mundo actual, incluso en relación con los dos bloques imperialistas, el papel que desempeñan todos los imperialistas no es igual. En particular, en la práctica Estados Unidos y la Unión Soviética desempeñan un papel cualitativamente diferente —no tienen una naturaleza cualitativamente diferente pero sí un papel cualitativamente diferente— en comparación con los otros Estados imperialistas, con relación a los sucesos mundiales y con relación a sus respectivos bloques. Sin embargo, cuando a partir de esto se dice que se debe singularizar a Estados Unidos y la Unión Soviética y colocarlos en las miras de un frente de lucha mundial, me parece que suceden dos cosas que indican que esto es incorrecto.
Uno, la lógica de esa posición conduce primero que todo a decir que los otros imperialistas no son realmente enemigos. De otro modo, decir que se deben singularizar las dos superpotencias como los enemigos principales y como el objetivo principal de las luchas, no tendría un significado práctico y concreto. Porque si se va a construir un frente unido contra las dos superpotencias, ¿por qué no unir fuerzas tan ampliamente como sea posible? Y si se va a particularizar a las dos superpotencias, si se va a aplicar el método que aplicó Mao — bien, él se unió con gente que ciertamente reconocía como de carácter reaccionario, como Chiang Kai-shek y los imperialismos estadounidense e inglés, precisamente habiendo particularizado al imperialismo japonés como el enemigo principal. Repito, no creo que en esa situación Mao cometiera un error; pero tal enfoque tiene una cierta lógica y una cierta consistencia y, en la situación mundial de hoy, una vez que se ha dicho que las dos superpotencias son los enemigos principales, para mantener la consistencia se debe buscar la unidad con los imperialistas menores, al menos buscar el tipo de unidad limitada que Mao tuvo con Chiang Kai-shek contra el Japón. Los comunistas chinos en realidad no se unieron concretamente mucho con Chiang Kai-shek; de hecho, lo combatieron gran parte del tiempo, pero la política del frente unido contra el Japón significó que no buscarían más derrocarlo y que buscarían eludir las confrontaciones antagónicas con las fuerzas de Chiang Kai-shek. Incluso cuando éste provocó o inició tales confrontaciones, ellos intentaron pararlas y contener su desarrollo. Así que, para mí, la analogía sería que como parte de dirigir el mayor número de fuerzas contra las dos superpotencias se evitaría desarrollar la lucha hacia el derrocamiento de los imperialistas y de las fuerzas reaccionarias menores en el mundo con el objetivo de no fraccionar la unidad más amplia posible contra las dos superpotencias. Aquí creo que se puede ver que este enfoque es incorrecto y que en todos los países capitalistas e imperialistas menores llevaría tarde o temprano a una posición socialchovinista — una posición de unidad con la burguesía. Esto le haría el juego a las burguesías de Europa, por ejemplo, quienes precisamente presentan su propia necesidad, su propia necesidad de ir a la guerra para hacer un nuevo reparto del mundo como algo que les es impuesto por la acción de las dos superpotencias — voluntaria o involuntariamente les haría el juego y fortalecería el socialchovinismo y el chovinismo sin su mampara socialista.
En segundo lugar, me parece que la mismísima lógica de esta línea del frente unido contra las dos superpotencias conduciría tarde o temprano a singularizar solamente una de las dos superpotencias como el enemigo principal. Porque una vez que se comienza a decir vamos a dividir al enemigo, ¿por qué parar después de singularizar a las dos superpotencias? La ley de la contradicción dice que esas dos superpotencias están en contradicción y que no pueden ser en absoluto iguales la una a la otra, por lo tanto se debe escoger a una o a la otra como el enemigo principal — esta lógica, este tipo de camino, lleva de regreso a la misma posición que al comienzo se rechazaba. La posición de Lenin cuando dice que desde el punto de vista del proletariado internacional la victoria de uno u otro lado es peor y ambas coaliciones imperialistas son peores, está, a mi parecer, más de acuerdo con la dialéctica materialista. En otras palabras, no hay nada que escoger entre los bloques imperialistas y de hecho no hay —no solo como un principio general abstracto sino en la realidad concreta de hoy— ninguna base ni es correcto dejar a un lado, neutralizar ni aminorar la lucha contra ninguno de los Estados imperialistas ni ninguna de las fuerzas reaccionarias que dependen de ellos. Ahora bien, eso no significa que en un país particular no se pueda dirigir la lucha más en contra de uno u otro imperialista, e incluso explotar ciertas contradicciones, como se ha hecho. Lo que significa es que a escala mundial y como una estrategia global para el proletariado internacional, el enemigo continúa siendo el imperialismo y las fuerzas reaccionarias dependientes de él y no solamente un par de imperialistas, a pesar del hecho de que hoy las superpotencias están jugando un papel diferente al de los otros imperialistas; este hecho es algo que se debe tomar en cuenta tácticamente pero no debe conducir a singularizar a dichas potencias como el objetivo y el enemigo principal de la revolución.
Algunas veces al defender este tipo de línea se dice, sí, pero veamos, la burguesía busca dividir al proletariado, ¿por qué el proletariado no debe dividir a la burguesía, por qué no se busca dividir y con eso debilitar al enemigo? Me parece que hay dos cosas que se pueden decir sobre esto y se relacionan con el mismo punto fundamental. Primero que todo, LA burguesía, en el sentido que implica este tipo de argumento, no existe. Especialmente si se habla del mundo en su conjunto es una noción muy incorrecta, metafísica e idealista pensar que existe LA burguesía. Este es un punto fundamental que descubrió precisamente la economía política marxista-leninista y en particular el análisis de la fuerza apremiante de la anarquía en la acumulación capitalista. Y particularmente si se habla del nivel internacional, no existe LA burguesía con un centro de operaciones unificado y un interés unificado; de lo contrario ¿cómo se puede entender que se traben en una guerra mundial entre ellos? No tendría sentido o sería, como en el análisis kautskista, debido a políticas incorrectas o subjetividad de los imperialistas, y no a la fuerza compulsiva de la anarquía y su expresión particular en la contradicción entre el capital establecido nacionalmente el cual, sin embargo, solo puede acumular internacionalmente y por lo tanto entra en contradicción, incluso antagonismo, con otros capitales establecidos nacionalmente, especialmente en la época del imperialismo. Diferentes grupos y bloques y en particular diferentes Estados de capital nacional, de capital financiero, reiteradamente entran en colisión violenta con los otros, necesitando ir a la guerra para hacer un nuevo reparto del mundo. Así que LA burguesía, que busca de una forma unificada llevar a cabo sus políticas, no existe. Esto no significa que un grupo de imperialistas nunca llegue a apoyar a otro ni que todos (o virtualmente todos) los imperialistas nunca se unan simultáneamente contra el proletariado — lo hicieron en la Revolución Rusa, en ciertos momentos particulares, pero si siempre se hubieran podido unir, no se hubiera podido dar la Revolución Rusa, en primer lugar. Una de las principales razones citadas por Lenin, y también por Stalin, de por qué pudieron abrir una brecha en el frente imperialista en Rusia, fue precisamente que los imperialistas estaban tan divididos y no podían unirse para aplastar la Revolución Rusa hasta que fue demasiado tarde y demasiado poco, al final de la I Guerra Mundial.
Eso nos lleva a un segundo punto — que es, si se quiere hablar de dividir a la burguesía, difícilmente podríamos pedir que estuvieran más divididos de lo que están ahora en el plano internacional. Se están alineando en dos bloques para lanzarse a una guerra, lo que, al mismo tiempo que entraña muy reales horrores —incluso sus preparativos y muy ciertamente la realidad de tal guerra entraña verdaderos horrores— puede también acercar si no traer completamente al menos acercar, al fin de este horrible sistema y al comienzo de una época completamente nueva, como lo dijera Lenin. A ciencia cierta impulsaría eso si se aprovechan las oportunidades. No lo haría por sí mismo pero aumentaría sus posibilidades. Además, por lo que respecta a dividir a la burguesía, el proletariado no tiene una libertad significativa para hacerlo. Puede, donde tiene el poder del Estado, por medio de ciertas medidas y maniobras tácticas aumentar, explotar y tal vez profundizar ciertas divisiones que existen entre los imperialistas, eso es un hecho. Sin embargo, el principal error en el movimiento comunista internacional en relación con esto ha sido el sobreestimar y exagerar la medida en que es posible, y por ende caer en serios errores.
Por ejemplo, una línea que se ha planteado repetidamente con relación a la II Guerra Mundial —que concuerda con la línea de que había un país socialista que podía dirigir el frente unido antifascista— es la noción de que si no hubiera sido por el peso de la Unión Soviética y la presión de masas que ejercieron las fuerzas que apoyaban a la Unión Soviética, el imperialismo estadounidense y el imperialismo inglés no hubieran declarado la guerra contra el imperialismo alemán y japonés, que las masas de la Unión Soviética y sus partidarios tuvieron que empujar a esos imperialistas a la guerra. Bien, en un grado secundario y muy limitado, tales esfuerzos pudieron haber tenido alguna influencia. Pero fundamentalmente no es realmente necesario que el proletariado le diga a los imperialistas cuáles son sus intereses ni que los lleve a luchar por sus propios intereses. No solo en principio o en lo abstracto, sino muy concretamente, en la II Guerra Mundial los imperialistas tenían la compulsión de ir a la guerra entre sí; ellos también, es cierto, adoptaron ciertas tácticas específicas en cuanto a cómo hacerlo. Un país socialista y un movimiento internacional fuerte pueden ser capaces de afectar algo de eso, en una forma secundaria, tácticamente, y puede ser importante en ciertos aspectos; pero pensar que de alguna forma fundamental o como aspecto principal es posible afectar la forma en que se expresan las relaciones entre los imperialistas, es un error muy serio y lleva en la dirección de convertirse en la cola de la burguesía. En otras palabras, el imperialismo estadounidense combatió al imperialismo japonés de la forma en que lo hizo en la II Guerra Mundial mayormente debido al conflicto de intereses imperialistas objetivos. Las consideraciones tácticas, la estrategia militar, todo eso —diplomacia, política— todo eso entró en juego, nada fue predestinado, pero intereses objetivos, y en última instancia económicos, fueron una fuerza motriz mucho más fundamental que cualquier cosa que hiciera en la arena diplomática o tácticamente en la escala internacional la Unión Soviética y la Internacional Comunista.
Así que realmente las divisiones entre la burguesía se deben mucho más al carácter fundamental del sistema capitalista y particularmente a la fuerza compulsiva de la anarquía y sus manifestaciones en la época del imperialismo. Y en el momento actual, muy concretamente, están muy profundamente divididos. Esto se contrapone, por ejemplo, a hace quince o veinte años (que es a donde Enver Hoxha quiere hacernos regresar), cuando, si se quiere tomar la relación entre Estados Unidos y su bloque y la Unión Soviética y su bloque (digamos a principio de la década del 60), lo principal era que estaban unidos, aunque a la vez estaban divididos y contendiendo, estaban unidos en oposición a la revolución y en oposición a las masas oprimidas y a las luchas de éstas en el mundo. Para plantearlo de otra forma, la confabulación predominaba sobre la contienda entre ellos. Tal era la situación en ese entonces, aunque había diferencias entre ellos, aunque había contienda, aunque buscaban esferas de influencia en oposición al otro. Pero hoy, es el caso opuesto. La contienda claramente predomina sobre la confabulación y el aspecto principal de la relación entre Estados Unidos y su bloque por un lado y la Unión Soviética y su bloque por el otro no es la forma en que, aquí y allá, se unen en oposición a las luchas revolucionarias y a las masas, sino, la forma en que chocan y de hecho avanzan hacia una confrontación total de un bloque contra el otro. Y esto de hecho proporciona un potencial muy favorable. Aumenta y es parte de —o ciertamente puede convertirse en— una ventaja para la revolución proletaria si se reconoce y se aprovecha. No es accidental, como ya anoté, que la Revolución Rusa ocurriera en el contexto en que ocurrió — específicamente las divisiones antagónicas entre los imperialistas, la guerra mundial. Tanto Lenin como Stalin insistieron en eso. Si los imperialistas no hubieran estado en guerra, si hubieran estado en condiciones de unirse para atacar conjuntamente a la Revolución Rusa, casi que con seguridad hubieran podido estrangularla en su infancia, por así decirlo. Para cuando resolvieron hacer algo así, fue muy poco y demasiado tarde y no lograron prevenir su consolidación, aunque lo intentaron en cierto grado. Así que creo que los argumentos de este tipo, que basan toda una orientación en la noción de dividir una burguesía internacional ya dividida no captan correctamente la realidad. No se basan con suficiente cabalidad en la dialéctica materialista, en una concepción correcta de las fuerzas motrices y los móviles, de su expresión concreta ni de las posibilidades y el potencial en la situación actual; de hecho, se apartan seriamente de ella.
Y creo que en oposición a esto, la estrategia correcta que debemos adoptar es una que se base primero que todo en entender cuáles son las dos corrientes principales del movimiento revolucionario y cuál es el enemigo común a escala mundial, o sea el sistema imperialista y el capital financiero. Esto es, enfocarnos en un punto crucial y una línea divisoria: todos los países del mundo, como fenómeno general, están dominados por el capital financiero, pero hay un puñado de países (y sus burguesías) que lo controlan y una mayoría de países donde su burguesía (o se puede decir el país como tal) no lo controla. Otra forma de plantear esto es que en el mundo de hoy fundamentalmente solo hay dos fuerzas que pueden dirigir y moldear la sociedad. Va a ser el capital financiero o el proletariado en el Poder, avanzando la revolución, construyéndola y desarrollándola como base de apoyo para la revolución mundial. Ahora bien, esto es así fundamentalmente o en última instancia — es importante entender la frase “en última instancia”, porque no significa que la etapa inmediata de la lucha en la mayoría del mundo sea inmediatamente una lucha por la revolución socialista. Porque precisamente el dominio del capital financiero en la mayoría de los países donde no es controlado localmente, refuerza y acentúa el tipo de atraso y desarticulación característicos en los países del “tercer mundo” y que hace necesario y posible emprender una lucha antiimperialista con un elemento democrático, también —generalmente antifeudal, pero de todos modos un aspecto democrático significativo— que constituye la primera etapa en general de esa revolución y prepara, y es una preparación necesaria para la etapa socialista como continuación. Sin embargo éstas son dos etapas más o menos (pues nada es absoluto, sino más o menos).
Es importante decir que esto no es absoluto porque, repito, la arena internacional y el desarrollo de las contradicciones a escala mundial son más determinantes en un país dado que lo que existe en ese país. Si en Alemania hubiera habido y triunfado una revolución proletaria al mismo tiempo que la Revolución de Octubre en Rusia, toda la manera de lidiar con el campesinado en Rusia hubiera sido diferente. No es que hubieran debido adoptar entonces las políticas de Trotsky, decir “bueno, ahora podemos fusilar a todo el campesinado” o algo así —es decir, declararlos a todos en el campo enemigo— pero hubiera sido posible tratar al campesinado de forma diferente. Quizás hubieran podido avanzar más rápido a la colectivización, y en el proceso de colectivizar la agricultura hubieran tenido una base material más fuerte para hacerlo de modo que no llevaría al campesinado a la oposición; esto contiene algo de especulación pero creo que también contiene algo de verdad. O si, por ejemplo, en el momento en que a China la rodeaba el cerco imperialista desde ambas direcciones (ambos bloques) hubiera habido una revolución triunfante en Irán y/o digamos incluso en uno de los países imperialistas menores, ello hubiera tenido ciertamente un efecto significativo en la lucha de clases y en las políticas a todo nivel en China. Así que se puede decir que la revolución mundial tiene un carácter general: hay dos tipos diferentes de revolución en los dos tipos diferentes de países — aquéllos donde el capital financiero se controla localmente, por decirlo así, y aquéllos en donde no, y correspondientemente, aquéllos en donde la etapa inmediata es la revolución proletaria socialista y aquéllos en donde se necesita y puede haber un frente unido más amplio de lucha antiimperialista y democrático como preparación para la continuación al socialismo. Este es un fenómeno general y un principio general que tenemos que captar y aplicar, pero que a su vez no se puede tratar absolutamente a causa de la interpenetración entre diferentes situaciones y luchas y también porque el desarrollo de la situación a escala mundial es lo más decisivo para determinar todo esto.
Bien, teniendo en mente todo esto y mirando el curso concreto de los acontecimientos de hoy, la situación y el alineamiento de fuerzas, me parece que hay algunas consideraciones tácticas que son importantes. Una de ellas es el hecho de que las dos principales potencias imperialistas desempeñan un papel particular, que esas dos superpotencias difieren, en el papel que juegan, en algunas formas de las otras potencias imperialistas. Ahora bien, es importante subrayar que esas otras potencias imperialistas por su propia necesidad y precisamente por sus relaciones son impelidas a una guerra para hacer un nuevo reparto del mundo. Por ejemplo, tomemos a los imperialistas occidentales, con su relación con el resto del bloque estadounidense, con la relación entre ese bloque de conjunto y el “tercer mundo”, entre ese bloque y el bloque soviético, y dada la situación concreta y el movimiento de las cosas, todos ellos tienen —esto tiene diferentes manifestaciones, por supuesto, en los diferentes casos— pero todos ellos tienen una necesidad compulsiva de hacer un nuevo reparto del mundo. Ninguno de estos Estados imperialistas occidentales (y el Japón está incluido aquí también) es capaz de desembrollarse de la situación en que está y reorganizar las cosas de una forma en que puedan devolverle la vitalidad, como por ejemplo ocurrió después de la II Guerra Mundial en una forma parcial y limitada pero así y todo real; ninguno de ellos puede lograr eso excepto con un nuevo reparto del mundo. Aunque cada Estado imperialista tiene un papel diferente y relaciones diferentes dentro de cada bloque y en la confrontación entre los bloques, con relación al “tercer mundo” y demás — a todos se les aplica el hecho de que sin un nuevo reparto ninguno puede recobrar su vigor. Cada uno de ellos necesita ese nuevo reparto y es espoleado a obtenerlo.
A la vez, desde el punto de vista del movimiento concreto hacia la guerra, y por lo que respecta a la forma en que se están desarrollando las cosas —específicamente en la formulación de políticas, las maniobras para alinear a los aliados y demás— es verdad que esas dos superpotencias juegan papeles particulares. Primero que todo y más importante, tienen un papel particular y en un cierto sentido y en sentido importante un papel cualitativamente diferente con relación a los dos respectivos bloques. Son las cabezas de esos bloques, son las principales fuerzas que los conglutinan y para ambos —esto es muy agudo, por ejemplo, para el imperialismo estadounidense— parte de lo que los conduce a la guerra es precisamente la dificultad que tienen de mantener su bloque unido. Con esto no se quiere decir que todos los otros quieren ir de forma independiente por un camino pacífico. Pero hay tantos intereses imperialistas conflictivos, aunque todos y cada uno de ellos necesitan un nuevo reparto del mundo, hay tantos intereses conflictivos, es difícil mantener este bloque unido. Si vemos el Oriente Medio: Camp David...adiós Sadat...hola AWACS de Estados Unidos para Arabia Saudita, etc. Es muy complicado mantener la cosa unida. Además, existe el movimiento contra la guerra en Europa Occidental, y los imperialistas de Estados Unidos especialmente necesitan que Reagan sea un vaquero duro en estos momentos para desencadenar su base social y definir el molde deseado de las relaciones internacionales, precisamente preparándose para la guerra. Pero por otra parte, ese tipo de cosas que él hace tiene un montón de consecuencias nocivas en todos los países aliados, porque ellos no quieren oír nada sobre misiles nucleares volando sobre Europa y cosas por el estilo; aunque todos esos imperialistas europeos occidentales necesitan ir a la guerra, tienen sus propios intereses y necesidades particulares. Todo esto es otro factor que, desde el punto de vista del imperialismo estadounidense en particular, lo empuja a la guerra aún más pronto, porque todos estos problemas no van a desaparecer o a aplacarse.
Desde su propio lado, los soviéticos obviamente tienen un diferente papel que jugar para mantener su bloque unido, diferente a cualquiera de las otras burguesías revisionistas del bloque, como las burguesías de Alemania Oriental o Checoslovaquia, que dominan países bastante avanzados y desarrollados. Y el bloque soviético tiene sus propias particularidades, entre ellas —y éste es argumento contra el kautskismo— que algunos de los países más desarrollados industrialmente en el bloque soviético envían productos industriales a la Unión Soviética en intercambio por productos agrícolas, lo cual no es el clásico punto de vista kautskista sobre el imperialismo, pues Kautsky dijo que el imperialismo es la dominación de los países agrícolas atrasados por los países industrializados. Bueno, en realidad en cierta medida y de un modo parcial, en el bloque soviético ocurre lo opuesto en eso; esto tiene que ver con toda la historia y el desarrollo de ese bloque, pero eso no altera el hecho de que como bloque es imperialista y que sus intereses son imperialistas. Sin embargo, sí ilustra o refleja que la Unión Soviética juega un papel particular en ese bloque.
Así pues, el papel particular de las dos superpotencias es una consideración táctica que hay que tomar en cuenta. ¿Cómo? No singularizando a las dos superpotencias como el enemigo principal o el blanco principal de nuestra lucha, excluyendo a las otras potencias imperialistas, sino enseñándole al proletariado el papel especifico de estas dos superpotencias, así como también la naturaleza y el papel de los otros imperialistas; y como parte importante de esto aclararle a las masas que en el curso de su lucha —éste es un punto que recalca el documento Principios Fundamentales— es muy probable que antes de que se pueda lograr una victoria total de la revolución en casi cualquier país del mundo, habrá que lidiar de una u otra forma con el hecho de que estas dos superpotencias no son únicamente las fuerzas principales, en el sentido de dirigir y moldear sus respectivos bloques imperialistas, sino que también, por separado o en algunas ocasiones conjuntamente, son los principales bastiones de la reacción que se oponen y reprimen a la revolución. Esto se puede ver, por ejemplo, en luchas que ni siquiera son conscientemente revolucionarias todavía, en Polonia o en otras partes del mundo. En el complejo curso de realizar una revolución, y en la presente situación, avanzar a una etapa socialista, en cualquier país o situación significativa, es muy improbable que eso se pueda hacer sin tener que lidiar de una u otra forma con la fuerza que aplicarán una u otra (y algunas veces ambas) de esas dos superpotencias para contener dicha revolución. Incluso, por ejemplo, en Europa Occidental, en donde el objetivo principal y el objetivo intermedio deben ser las burguesías locales y no las dos superpotencias, eso no cambia el hecho de que casi con seguridad se tendrá que lidiar con esas superpotencias en el transcurso de las vueltas y revueltas de una lucha revolucionaria en esos países. De modo que ésta es una consideración táctica pero importante que tiene que ser parte de nuestra comprensión y que se tiene que incluir en nuestra concepción estratégica en este momento.
Sin embargo, más generalmente, es asimismo cierto que precisamente al enfocar las cosas a escala mundial, se tiene que buscar, a un mismo tiempo, realizar los mayores avances en la construcción del movimiento revolucionario y prepararse en todos los países para el desarrollo de una situación revolucionaria, como principio general —reconociendo que las situaciones revolucionarias pueden surgir y agudizarse sin mucha advertencia y aparentemente de repente. Pero en cualquier momento dado, también tiene que ser nuestra orientación táctica estar alerta, precisamente viendo las cosas desde el plano internacional y en la arena mundial como punto de partida, estar alerta a las situaciones particulares que en un momento dado se conviertan en puntos de concentración de las contradicciones mundiales y en potenciales eslabones débiles, potenciales puntos en donde se pueda hacer un avance importante, como proletariado internacional, y donde por lo tanto la tensión y la energía del proletariado deba concentrarse internacionalmente de manera especial en ese momento. Vietnam fue un ejemplo de esto hace unos diez años. En una forma diferente, Polonia lo es bajo las actuales circunstancias. En resumen, tenemos que aumentar al máximo nuestros logros con relación a tales puntos de concentración que han surgido claramente, a la vez que avanzamos activamente y nos preparamos para hacer brechas revolucionarias dondequiera que la situación se pueda agudizar, porque estos eslabones débiles no están predestinados ni son algo que pueda ocurrir solamente una vez; son precisamente cosas que pueden desplazar el foco de las contradicciones y, por así decirlo, el punto de ruptura de las contradicciones se puede desplazar y tenemos que estar alerta a esto.
Esto me lleva al último punto. O mejor, a reforzar desde otro ángulo el punto central: que es única y exclusivamente procediendo desde la arena mundial que se puede implementar una estrategia para hacer los mayores avances posibles en cualquier momento dado. Por eso es que nuestro partido ha enfatizado cada vez más que aunque estamos procurando hacer todo lo posible para hacer la revolución en Estados Unidos y aprovechar una oportunidad revolucionaria, si como es posible —y decimos posible no seguro, pero es posible— se desarrolla en los próximos años en Estados Unidos, ocurra o no, incluso eso lo vemos en un sentido general como una parte subordinada de nuestras responsabilidades. En sentido general, aunque nos concentramos particularmente en Estados Unidos, puesto que ahí es donde está nuestro partido, estamos tratando de hacer todo lo posible para avanzar esa lucha mundial, y esto no es apenas un lugar común ni un principio general; significa concretamente examinar las cosas a escala mundial para ver dónde están los puntos de concentración y los puntos potenciales de importantes avances. Y significa plegar nuestro trabajo y nuestra lucha hacia ayudar a aprovechar tales oportunidades y en general a avanzar la lucha a nivel mundial, incluso si a corto plazo añade ciertas dificultades al trabajo revolucionario en el país determinado donde estamos. Esto lleva inmediatamente a que el efecto que puede tener en eso cualquier partido dado, en cualquier país, lo que puede hacer, es aún limitado. Precisamente lo que esto indica es la necesidad de una organización internacional del proletariado y particularmente de su vanguardia comunista — porque no se va a unir a la totalidad del proletariado internacional como una masa, pero se puede unir a su vanguardia. Se necesita, a pesar de todas las experiencias negativas, cuyo balance hay que sacar aún más profundamente, se necesita una internacional comunista. Existe la necesidad de una internacional comunista que aproveche las experiencias positivas y negativas del pasado y se base en la noción de que la línea ideológica y política es decisiva y es la piedra de toque para desarrollar e impulsar, darle expresión organizativa, a la unidad del proletariado internacional, especialmente a sus fuerzas de vanguardia. Me parece que una internacional comunista es, por decirlo así, la expresión organizativa lógica de todos los análisis y todas las concepciones estratégicas y políticas que he estado presentando hasta este momento. Es la expresión lógica del hecho de que el desarrollo de los acontecimientos a escala mundial y en la arena mundial es lo decisivo y que tenemos que ser capaces de aprovechar al máximo y echarle mano a los puntos de concentración y los puntos de ruptura, a la vez que se realiza el trabajo integral en todos los países en general y se prepara para posibles brechas, dondequiera que pueda surgir la oportunidad.
Es cierto que ha habido muchas experiencias negativas, el dominio de los partidos más desarrollados sobre los menos desarrollados, de los partidos más grandes sobre los más pequeños, de los partidos que están en el Poder en oposición a los que no lo están — todo este tipo de cosas son ciertas. Pero primero que todo, se puede ver que esto no se resuelve no teniendo una internacional. La experiencia —especialmente su lado negativo— del Partido Comunista de China demuestra que todo eso puede ocurrir sin que haya una internacional comunista, y en efecto hay menos oportunidad de luchar en contra de ello. No estoy dando un veredicto específicamente sobre el enfoque del Partido Comunista de China a la cuestión de una internacional; de hecho ni entiendo completamente cuál era su posición al respecto, por ejemplo en la década del 60, cuando rompieron con los revisionistas soviéticos. Yo sé que indudablemente hubo un montón de complicaciones en eso, tales como el hecho de que los chinos estaban intentando ganarse a los partidos intermedios, como el vietnamita, y tal vez pensaron que forzar una decisión sobre ésta o aquella internacional podría estropear sus esfuerzos. Yo no sé si eso era lo que pensaban y no estoy preparado para decir que tal concepción habría sido correcta. Esto necesita más investigación y más profunda evaluación, pero como principio general y especialmente en la realidad concreta de hoy, hay no solo una necesidad general sino que diría urgente, no de tratar de realizarlo inmediatamente, pero sí de trabajar concretamente y paso a paso por la creación de una internacional comunista nueva y revolucionaria — una que aprenda del pasado, de la experiencia tanto positiva como negativa. Cosas como que los “partidos padres” interferían en los asuntos internos de los otros partidos y demás —cuando se presentan como argumentos en contra de una internacional— pueden descartarse cortésmente como majaderías. Esas cosas también son cuestión de línea. Si somos realmente internacionalistas, si entendemos realmente la importancia de partir de la arena mundial y ponemos los intereses de la revolución mundial por encima de todo, entonces tenemos que abordar y luchar sobre la cuestión de métodos, cómo luchamos con los otros, cuál es nuestra epistemología, nuestra teoría del conocimiento, cuál creemos que es la relación entre práctica y teoría, entre el conocimiento perceptual y el racional; todas éstas son cuestiones de metodología, que son también cuestiones de línea, y tienen que ser abordadas. Pero lo esencial es que los comunistas se unan de la forma más organizada para dar la expresión más poderosa a la formulación y la realización de líneas y políticas que avancen la lucha a nivel mundial y que se concentren en puntos claves particulares en un momento dado en la lucha mundial.
La línea siempre será lo decisivo, tanto en la creación de estas cosas, como en su futuro — de una internacional y de su papel y su desarrollo futuro. Eso fue cierto en la I Internacional, en la II Internacional, en la III y también será cierto en la nueva internacional que se necesita construir. Así que creo que la concepción total que se ha presentado aquí, todo el planteamiento de lo decisiva que es la arena mundial y de lo que significa realmente el internacionalismo —no solamente algo que se extiende de un país, o del proletariado de un país a otro, sino la base y el punto de partida para el proletariado— no solo tiene que dirigirnos por lo que respecta a nuestra línea directriz ideológica y políticamente, sino también por lo que respecta a expresión organizada: también tiene que ser nuestra línea en el aspecto organizativo. Esto plantea y exige ciertos objetivos y metas en cuanto a la creación, al movimiento paso a paso hacia la creación, de una internacional comunista, precisamente con el objetivo de responder, particularmente ahora, a las mayores oportunidades y los muy reales retos que hay. Creo que todos compartimos una profunda frustración o desasosiego por el hecho de que el factor subjetivo está rezagado muy profundamente del desarrollo de la situación objetiva y de las posibilidades y perspectivas que están en el horizonte. Y para responder a ellos se requiere no solo un tremendo esfuerzo en general, sino saltos a nivel ideológico, político y también organizativo. Para ser verdaderamente capaces de actuar en una forma telescopada o, para usar esa frase, para venir desde atrás, para aprovechar realmente esas oportunidades se requieren los esfuerzos y las luchas combinados de las fuerzas marxista-leninistas a un nivel internacional y en una forma organizada a nivel internacional.
Notas
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Se refiere al segundo Programa del PCR, Estados Unidos, publicado a mediados de los años 1980.
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A esto se ha hecho referencia consistentemente en las principales publicaciones de nuestro partido en los últimos años, como en el Nuevo Programa y Nueva Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. Para una exposición más completa de esto, véase America in Decline: An Analysis of the Developments Toward War and Revolution, in the U.S. and Worldwide, in the 1980s (Chicago: Banner Press, 1984), de Raymond Lotta con Frank Shannon.
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Véase V. I. Lenin, “Notas críticas sobre el problema nacional”, Obras completas (OCL) (Buenos Aires: Editorial Cartago, n/f), tomo 20, p. 355.
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He hecho referencia a esto como el punto de vista de Connolly con base en un relato que oí sobre las diferencias entre Lenin y Connolly sobre esto; pero fuera del problema de representantes determinados de esta tendencia es un hecho que ha ejercido una poderosa influencia y en un sentido global ha sido dominante en el movimiento revolucionario en general y en el movimiento comunista internacional en particular, por varias décadas.
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Hay declaraciones de Mao (y del Partido Comunista de China cuando estuvo bajo su liderato) que sostienen que la concepción del mundo de los comunistas es el internacionalismo y no el nacionalismo — punto que se señaló en la polémica contra los revisionistas soviéticos. Véase, por ejemplo, Proposición acerca de la línea general del movimiento comunista internacional, también conocida como “Carta de los 25 Puntos” (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1965), punto 9. Pero tomando en su conjunto el cuerpo de los escritos de Mao y de sus discursos, es justo decir que no reconoció la contradicción entre ser internacionalista y a la vez intentar ser el representante de los más altos intereses de la nación.
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Véase “Carta abierta a Borís Souvarine”, OCL, tomo 24, pp. 208-218.
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Georgi Dimitrov, United Front Against Fascism (Nueva York: New Century, 1945), discursos pronunciados en el VII Congreso de la Internacional Comunista (25 de julio al 20 de agosto de 1935).
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J.V. Stalin, Los fundamentos del leninismo (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975), capítulo 3: “La teoría”, p. 28.
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Ibíd., capítulo 6: “La cuestión nacional”, p. 81.
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Ibíd.
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Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1971), p. 47.
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Traducción nuestra de una carta del Comité Ejecutivo de la Comintern al Partido Comunista de Francia en 1939.
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Véase Stalin, “Sobre el proyecto de constitución de la U.R.S.S.” (25 noviembre 1936), en Cuestiones del leninismo (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1977), pp. 806-848.
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Véase Lotta, America in Decline, p. 209, nota 65.
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Realmente la cuestión del liderato es falsa de cualquier forma en la concepción de estos oportunistas, pues ¿por qué no afirmar que China como país socialista pudo también jugar ese papel de liderato, así que por qué atacan las políticas de Mao del frente unido antisoviético y defienden el frente unido anti-alemán (-fascista) de Stalin?
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Véase Lenin, “El programa militar de la revolución proletaria”, en Tres artículos de Lenin sobre la guerra y la paz (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1974), pp. 63-79; véase, también, OCL, tomo 24, pp. 81-93.
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Como es sabido, cuando decimos europeos queremos decir imperialistas (o los habitantes de los países imperialistas) en general; esto incluye el Japón, definitivamente los Estados Unidos y la Unión Soviética también.
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Véase “Una caricatura de marxismo y el 'economismo imperialista'”, OCL, tomo 24, especialmente pp. 34-35.
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Véase “El pacifismo inglés y la aversión inglesa por la teoría”, OCL, tomo 22, p. 361.
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“La bancarrota de la II Internacional”, OCL, tomo 22, p. 350.
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Véase Henry Kissinger, White House Years (Boston: Little, Brown and Co., 1979), capítulo 19: “The Journey to Peking”, especialmente pp. 781-82.
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Véase, por ejemplo, “Talks at the Chengtu Conference, March, 1958—(a) Talk of 10 March”, en red., Stuart Schram, Chairman Mao Talks to the People (Nueva York: Pantheon, 1974), pp. 96-103.
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Véase Lin Piao, ¡Viva el triunfo de la guerra popular! (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1966).
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Véase, por ejemplo, “Carta abierta a Borís Souvarine”, OCL, tomo 24, pp. 208-218.
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Véase, por ejemplo, Mao Tsetung, Sobre la guerra prolongada, Obras escogidas (OEM) (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1977), tomo 2, pp. 113-200, especialmente p. 131.
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Véase “A propósito de nuestra política”, OEM, tomo 2, pp. 461-470, especialmente pp. 463-464.
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Ibíd., p. 464.
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Véase, por ejemplo, “Bajo una bandera ajena”, OCL, tomo 22, pp. 229-251.