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Revolución #122, 9 de marzo de 2008
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La hipocresía de los “feministas recién llegados” y la agenda peligrosa de David Horowitz
Nota de la Redacción: Publicamos el siguiente artículo por primera vez en el #105 (21 de octubre de 2007) en respuesta a la "Semana de conciencia sobre el islamofascismo” de David Horowitz. Lo volvemos a publicar porque para quienes quieran oponerse a la opresión de la mujer por todas partes es esencial desenmascarar la hipocresía de que la clase dominante estadounidense se haga pasar por paladín de la mujer oprimida por el fundamentalismo islámico.
Los patrocinadores de la “Semana de conciencia sobre el islamofascismo” —la serie de actividades en las universidades del 22 al 26 de octubre que pretenden oponerse al “islamofascismo” y fomentan apoyo para la “guerra contra el terrorismo”— se hacen pasar por defensores de los derechos de la mujer. Así que, mientras la Suprema Corte pone el derecho al aborto en tela de juicio, los operativos del gobierno de Bush aumentan sus ataques contra el control de la natalidad, la violencia y los ataques contra la mujer de este país continúan y se intensifican con ganas y la cultura se ha saturado de sermones sobre las mujeres que “caen en desgracia”... ¡Horowitz y sus aliados han declarado que planean hacer plantones frente a los departamentos de estudios de la mujer “para protestar contra la falta de cursos sobre la ‘ginefobia’ islámica” y coaccionarlos para que firmen la declaración “Exhortación a las feministas a poner fin al silencio sobre la opresión de la mujer por el islam”!
La hipocresía de esos feministas inverosímiles es increíble. Pero dejando aparte la hipocresía, su programa es alarmante y peligroso. Horowitz está aprovechando la opresión muy real de la mujer en los países gobernados por los fundamentalistas islámicos para propagar una gran mentira. Existe una manera de oponerse a esa opresión, pero no es inscribirse en la cruzada de Horowitz. De hecho, para los que se oponen en verdad a la opresión de la mujer, tanto en los países y movimientos fundamentalistas islámicos como en el resto del planeta, oponerse a la “semana” de Horowitz es lo más importante que se puede hacer ahora mismo.
La “Semana de conciencia sobre el islamofascismo”
Horowitz ha manipulado y se ha apoderado del lenguaje y las tácticas de los años 60 para hacer que sus camisas pardas (es decir, los estudiantes fascistas) parezcan la nueva oleada de activismo estudiantil. Utiliza tácticas como plantones y protestas frente a los departamentos de estudios de la mujer “con la meta de alentarlos a ofrecer clases sobre el maltrato de la mujer por el islam”. Desecha como “triviales” e “imaginarias” las investigaciones y enseñanzas actuales de esos departamentos, y las critica por las “horas incontables... pasadas... en diseccionar las razones por la ‘disparidad en los sueldos’ en Estados Unidos, la violencia contra la mujer y los ‘privilegios’ concedidos a los hombres blancos. Pero los cursos sobre las dificultades de la mujer en los países islámicos brillan por su ausencia” (Sara Dogan, Frontpage, 9 de octubre).
Phyllis Chesler y Robert Spensor han escrito un folleto titulado The Violent Oppression of Women in Islam (La violenta opresión de la mujer en el islam) para usar durante la semana; recopila muchas verdades a medias sobre la opresión de la mujer para propagar una mentira gigantesca que ha ayudado a las potencias coloniales desde el siglo 19 y que los imperialistas estadounidenses resucitaron hace poco para el “telonero” de la guerra contra el terrorismo, en Afganistán: “¡Estamos aquí para rescatar a las mujeres! ¡Estamos preparando una ‘guerra contra el terror’ no para extender la violencia del imperio, sino para proteger al sexo débil!”. Ahora se proclama de nuevo la misma propaganda bélica para afianzar la “guerra contra el terror” y conseguir el apoyo y consentimiento popular para atacar a Irán.
Chesler y Spensor presentan también una cosmovisión xenófoba, por ejemplo en los pasajes que advierten que la inmigración de los musulmanes propagará la plaga del atraso y el terrorismo islámicos a la sociedad europea y norteamericana. Su manera de abordar el tema evoca el temor y los prejuicios que crean una atmósfera en que se aceptan las entregas extraordinarias de presos, las detenciones y la tortura. Y recuerda la propaganda bélica de la II Guerra Mundial, que fomentó estereotipos de los japoneses “inescrutables” con una “mentalidad de hace 2,000 años” para hacer que la población aceptara la detención de los de ascendencia japonesa en los campos de internamiento.
Una historia aleccionadora: Afganistán e Irak
En esta tierra de una muy breve capacidad de concentración, recordemos los pretextos de la guerra de Afganistán. Antes de la guerra, transmitieron programas especiales de televisión centrados en la vida difícil de las mujeres obligadas a usar la burka... y los televidentes simpatizaban con todo el corazón con esas mujeres que vivían bajo el Talibán. Los jóvenes se alistaron en las fuerzas armadas para combatir. Al movimiento femenil lo cortejaron y luego exhibieron para demostrar la voluntad política y el apoyo amplio para los bombardeos y la invasión.
El nuevo libro de Susan Faludi, The Terror Dream – Fear and Fantasy in Post-9/11 America (El sueño del terror: El miedo y la fantasía en Estados Unidos tras el 11 de septiembre), documenta esa historia detalladamente: “Tras meses de desaires, la Mayoría Feminista, que desde 1996 había condenado al maltrato de la mujer por el Talibán, de repente se encontró en la posición asombrosa de ser la niña mimada de Washington, D.C.... La Casa Blanca (que acababa de eliminar la oficina de iniciativas femeniles) empezó a ponerse en contacto con las organizaciones pro derechos de la mujer y pedirles que buscaran ‘puntos de coincidencia’ con el gobierno que las había vuelto la cara desde su toma de posesión”.
Faludi documenta que invitaron a los líderes feministas a dar informes a Condoleezza Rice, Colin Powell y otros. El Congreso convocó audiencias sobre la situación de la mujer en Afganistán. Bush afirmó ante un grupo de activistas pro derechos de la mujer: “La meta central de los terroristas es la opresión brutal de la mujer”, Colin Powell declaró solemnemente que “los derechos de la mujer no se negociarán” y el Departamento de Estado publicó un “Informe sobre la guerra del Talibán contra la mujer”. Y luego todo se acabó. Apenas dos semanas después de la invasión, cuando le preguntaron sobre la situación actual de la mujer, el vocero del Departamento de Estado dijo que “tenía otras prioridades”.
Hoy Afganistán tiene un parlamento repleto de fundamentalistas islámicos y caudillos, y la situación de la mujer básicamente no ha cambiado. Las leyes no requieren el uso de la burka, pero las mujeres corren el peligro de una golpiza si se atreven a pasar a la calle sin ella. En septiembre, el periodista que hizo el documental de CNN “Detrás del velo” antes de la invasión regresó a Afganistán para informar sobre la situación desalentadora que existe ahora para la mujer. El nuevo documental expone una epidemia de jóvenes mujeres con quemaduras severas, tras usar kerosene para prender fuego a sí mismas en desafío y desesperación por los matrimonios concertados.
Las mismas mentiras e hipocresía se ven en cuanto a la guerra de Irak. En el verano del 2003, L. Paul Bremer, jefe de la ocupación estadounidense, formó al Consejo de Gobierno de Irak y nombró a varios islamistas que declararon abiertamente que iban a restringir los derechos de la mujer. El 29 de diciembre de ese año, en un voto cuasi secreto, el consejo reemplazó la ley de familia de 1959, una de las más progresistas del Medio Oriente. Esa ley había nacido de las movilizaciones masivas convocadas por el movimiento femenil iraquí a finales de la era colonial británica. El gobierno nacionalista laico de Abd Al Karim Qasim, derrocado más tarde por los baazistas (con el apoyo de Estados Unidos), la aprobó en 1959. Aspectos de esa ley progresista seguían en vigencia hasta la víspera de la invasión estadounidense, por ejemplo: el divorcio solo se decidía ante un juez laico y la mujer tenía derechos iguales a la custodia de los hijos; se reconocía que los ingresos de una mujer eran independientes de los de su esposo; se restringía el matrimonio infantil y la herencia se compartía igualmente entre hombre y mujer.
Las autoridades de la ocupación minaban continuamente los esfuerzos de las mujeres iraquíes de garantizar sus derechos jurídicos. Washington apoyó a los islamistas chiítas y calculó que esas fuerzas, que el gobierno de Saddam Hussein había suprimido por mucho tiempo, iban a cooperar con la ocupación y llevar la estabilidad que Washington necesitaba. Las leyes de familia fueron la causa de la primera batalla en la preparación de la constitución iraquí. Las fuerzas respaldadas por Estados Unidos criticaron la ley de 1959 por ser “laica” y por generar “decisiones desviadas que desgarraban las familias”. Demandaron quitar de las autoridades laicas la interpretación de las leyes de familia para devolverla a los clérigos.
Es más, la nueva constitución iraquí que Bush y los medios de comunicación elogian por haber traído la democracia al país en realidad selló el establecimiento de una república islámica. El artículo 2 de la versión final dice que el islam es la religión oficial de Irak y su gobierno, y que ninguna ley puede contradecirlo. El artículo 14 de la versión final garantiza derechos iguales para la mujer, con tal de que no “violen la Sharia” (la ley islámica). Así que la Sharia es primordial. De acuerdo a la Sharia, el padre tiene la única custodia de los hijos tras un divorcio. La mujer tiene oficialmente la mitad del valor de un hombre en cuestiones de herencia o al dar testimonio.
Además, las milicias chiítas patrullan las calles de las principales ciudades y atacan a las mujeres que no se visten o se comportan según sus criterios. En muchos lugares, matan a mujeres por tener puestos los pantalones o salir a la calle sin cubrirse el pelo. En gran parte de Irak, las mujeres prácticamente se encierran en la casa por el temor a una golpiza, una violación o un secuestro si salgan. El gran ayatolá Sayyid Ali Sistani —aliado de Estados Unidos— mandó que todas las mujeres iraquíes se cubrieran el pelo; esa orden se impuso mediante decapitaciones y ataques con ácido. En el 2006, Sistani mandó también matar a los gays y las lesbianas, una orden que permaneció en su portal por varios meses. Un informe reciente de la ONU dice que en el 2007 han matado por cuestiones de “honor” a 250 mujeres solo en la parte iraquí de Curdistán y que a la mayoría las quemaron vivas.
Si en verdad a David Horowitz le valiera un comino la situación de la mujer en el islam, condenaría y protestaría frente a la Casa Blanca.
Asesinatos de honor
Horowitz y Chesler aprovechan el aumento de asesinatos de honor en Irak y en la región en general para declarar que el islam tiene algo único e intrínsecamente peor que ninguna otra ideología o religión. Seamos francos: los asesinatos de honor son un horror. Son una expresión horripilante de las relaciones de propiedad y del hecho de que las sociedades han tratado a la mujer principalmente como propiedad del hombre. Son otra razón más para voltear este mundo y ponerlo patas en el suelo por medio de la revolución comunista y una ruptura radical con todas las relaciones de propiedad tradicionales y todas las ideas tradicionales.
Pero Horowitz, Chesler y Cía de nuevo aprovechan ciertas verdades sobre los asesinatos de honor para apoyar una gran mentira. En primer lugar, se han aumentado los asesinatos de honor en Irak a la medida de que la ocupación ha desmoronado la sociedad civil iraquí y ha fortalecido las autoridades religiosas y de las tribus. Segundo, desafortunadamente la práctica de los asesinatos de honor no afecta únicamente la cultura islámica. Antecede al islam y abarca diversas religiones, culturas y países, entre ellos Argentina, Bangladesh, Brasil, Ecuador, Egipto, Guatemala, India, Irán, Israel, Jordania, Líbano, Paquistán, Palestina, Perú, Siria, Turquía y Venezuela.
Es más, los vestigios de estas costumbres y las mismas relaciones de propiedad que aún dominan el planeta se encuentran hoy día en Estados Unidos, donde el código judicial los llama “crímenes de pasión” y no ajusta la sentencia al crimen sino a los sentimientos del autor. Estas leyes siempre han obrado a favor del hombre. Por ejemplo, en 1999 un juez de Texas sentenció a un hombre a cuatro meses de prisión por asesinar a su esposa y herir a su amante frente a su hijo de 10 años. Igual como en el “asesinato de honor”, el adulterio se consideraba un factor atenuante en el caso. Tanto “crimen de pasión” como “asesinato de honor” expresan el punto de vista de los autores de esos crímenes, casi siempre hombres, e implícitamente los justifican. En muchos estados de este país, ni siquiera existían leyes contra la violación matrimonial hasta los años 90. Es más, muchos de los aliados más cercanos de Horowitz son las mismas personas que aprueban leyes para fortalecer la “inviolabilidad del matrimonio” y promuevan el culto de la virginidad: los cimientos de los asesinatos de honor a los cuales, con suma hipocresía, Horowitz finge oponerse ahora que le conviene.
Si nos dejamos engañar por la “semana de conciencia sobre el islamofascismo” y la “guerra contra el terror” para liberar a la mujer islámica, entonces los que deben tener vergüenza somos nosotros.
[Fuentes para la sección sobre Irak y los asesinatos de honor 1) Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar y 2) “La promesa de la democracia, la imposición de la teocracia: Violencia de género y la guerra de los Estados Unidos contra Irak”, Yifat Susskind, www.MADRE.org (español)]
El extraño matrimonio político de Phyllis Chesler y Rick Santorum
Phyllis Chesler es una feminista de larga trayectoria y ex progresista que ahora se encuentra abrazada política e ideológicamente con la misma gente que hace poco hubiera deseado ahorcarla. Ejemplo número uno es su camarada en la “conciencia sobre el islamofascismo”, Rick Santorum. Aparentemente Chesler quiere remplazar el supuesto “islamofascismo” con el fascismo cristiano.
Santorum, quien era el tercer senador con más rango antes de perder su puesto en noviembre del 2006, es un orador destacado para la “semana de conciencia sobre el islamofascismo” de Horowitz. Santorum ideó la tesis novedosa de que fue el ambiente liberal de Boston que causó la racha de sacerdotes abusadores de niños en la iglesia católica. Se opone al derecho al aborto e incluso dice que el derecho a la privacidad no existe en la Constitución, por lo tanto no es válida la decisión de la Suprema Corte que legalizó la anticoncepción.
En una entrevista del 2003, Santorum explicó su oposición al matrimonio gay comparándolo con la bestialidad. Promovió un proyecto de ley para encajar el “diseño inteligente” en el programa de estudios de ciencia de la educación pública, y no cree en la separación de poderes entre iglesia y estado. Su programa es global: un punto de vista represivo, anticuado y reaccionario sobre la mujer y la familia, basado en las escrituras, que exige la obediencia y la sumisión de la mujer.
¿Cómo diablos se alista en una cruzada con un retrógrado como Rick Santorum cualquiera que se oponga a la opresión de la mujer? Chesler quiere condenar el horror de la mutilación femenina en África (que no es únicamente islámica), pero ahora se alinea con fuerzas que quieren prohibir la vacuna contra el virus papiloma humano, la cual podría prevenir el cáncer del cuello del útero de millones de mujeres. Los fundamentalistas islámicos y los fascistas cristianos recurren a las mismas racionalizaciones: los dos lo hacen en nombre de prohibir que la mujer tenga relaciones sexuales prematrimoniales o extramatrimoniales; los dos reflejan la mentalidad despectiva de que se necesita esta violencia contra la mujer para que no sea una “mujer fácil”. Para los dos el mundo ideal sería uno en el que la mujer sea propiedad del marido y la vida sexual de toda mujer esté controlado por el hombre.
Santorum representa un sector muy poderoso de la clase dominante estadounidense que está empeñado en plasmar en realidad ese mundo de pesadillas. Horowitz es un agente consciente y de alto rango de la misma clase dominante. Todo quien obre bajo su bandera, sin importar las “salvedades” que mencione, terminará como un vehículo para esas fuerzas y ese programa.
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Un vistazo a la situación de la mujer por todo el mundo al comienzo del siglo 21 demuestra que es sumamente pésima. Se puede ver toda la gran capacidad tecnológica y productiva que se ha logrado, la enorme cantidad de información que hay y el gran porcentaje de mujeres que son parte de la fuerza laboral mundial y preguntar: ¿POR QUÉ? ¿Por qué con todo eso parece la posición social, práctica y existencial de la mujer más como la edad media y por qué no se han dado los avances paso a paso que se esperaban hacia una actitud más ilustrada hacia la mujer? De repente, parece que el progreso frágil ahora se lanza hacia atrás con la fuerza de un huracán, y que amenaza con ahogar las esperanzas de los que soñaban con sacudirse los siglos de opresión y tradiciones que han aplastado la vida y el potencial de la mitad de la raza humana.
La repentina explosión de la globalización de la prostitución, por ejemplo, ha combinado la desigualdad de las naciones y la desigualdad de los géneros en un fenómeno monstruoso. Hoy en día hay entre 400,000 y 500,000 niños que se prostituyen en la India. A otros 800,000 niños y jóvenes en Tailandia los han forzado a prostituirse, en una “industria” creado por el uso del país como un lugar de “descanso y entretenimiento” para las tropas estadounidenses durante la guerra en Vietnam. Cada año, los traficantes venden a centenares de miles de mujeres y niños en un creciente mercado de esclavitud sexual que genera miles de millones de dólares. Un artículo del Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar dice que, aunque algunos hablan de la “industria de sexo” como si fuera cualquier otro trabajo, “la mayoría de las mujeres son jovencitas y niñas que son prácticamente esclavas modernas. Los trabajadores crean mercancías, pero como los esclavos del pasado, estas mujeres son mercancías que se compran y se venden como si fueran cosas y no seres humanos. Trafican a centenares de miles de mujeres cada año de los lugares más pobres del mundo y las llevan a Europa occidental, Australia, Israel, Japón, los estados árabes del Golfo y otros países”.
Entre tanto, la cultura y la moral populares se caracterizan cada vez más por la fascinación con la virgen y la puta. Por ejemplo, convierten a Britney Spears en “estrella” y objeto sexual, y después “cae en desgracia” públicamente y la ponen en una versión moderna del cepo de la edad electrónica. La lección y la moral le llega a centenares de millones de personas... y para asegurarse de que se “entienda”, la misma fábula se repetirá el mes que viene con otra víctima.
¿Qué clase de mundo es este en el que cuanto más riqueza se produce y cuanto más el mundo en sí es uno solo, en vez del progreso humano el resultado es más tragedia para millones de personas? ¿Qué clase de mundo tenemos si a la mujer se le dice cada vez más fuertemente que sus únicas alternativas —si es que tiene alternativas— son la pesadilla feudal de todas las religiones grandes o la versión de la liberación como mercancía del programa “Sex and the City”, en la que una goza de la “autonomía” de venderse como mercancía en un mundo que se basa en la subordinación, degradación y maltrato de la mitad de la humanidad? La respuesta es un mundo que sigue siendo dominado por el capitalismo y el imperialismo.
Hubo un tiempo, en los países auténticamente socialistas, cuando se dieron los primeros pasos impresionantes hacia la igualdad de la mujer y eso inspiró al mundo y estableció el marco para todo lo demás. Eso fue especialmente cierto en la China de Mao Tsetung entre 1949 y 1976. Las mujeres fueron de esclavas domiciliarias, con los pies amarrados y el infanticidio femenino, a romper las barreras en todas las esferas. El socialismo —el poder proletario— transformó las relaciones entre los géneros en la política, la producción, las artes, la familia y la educación (incluso en la crianza de los niños de tal manera que empezó a superar la desigualdad entre los géneros y la opresión), así como en todas las demás esferas, a tal punto que la otrora atrasada China inspiraba a millones de mujeres —y hombres— por todo el mundo con una visión de la emancipación social de la mujer. Pero el gobierno socialista fue derrocado en China, en los hechos aunque tal vez no en nombre, y ya no es un faro para nada progresista, ni tampoco para la mujer. Sin embargo, lo que se logró cuando el proletariado estuvo en el poder estableció un punto de partida para un nuevo ciclo de revoluciones, así como para un nuevo esfuerzo profundo para romper todas las cadenas de la tradición, una que va más allá a movilizar a la mujer y el hombre para arrancar la opresión de la mujer en todas las esferas, lograr la igualdad plena e ir más allá, a un mundo de seres humanos que se asocian libremente. Hay que luchar por esa clase de futuro revolucionario, y no por regresar a una tradición sofocante del pasado ni la desolación opresiva del mundo imperialista. Ese es el futuro por el cual hay que desencadenar la furia de la mujer, como parte de la erradicación de toda la opresión.
Existe otro camino
Mientras la degradación y la violencia hacia la mujer se vuelven más globalizadas, también toman una dimensión internacional la lucha y la resistencia de la mujer. Veamos, por ejemplo, el Día Internacional de la Mujer de este año, cuando las mujeres revolucionarias, progresistas y comunistas de Irán alzaron un grito para romper “la cadena de violencia contra la mujer [que] tiene miles de años y es tan larga que cruza toda frontera y da la vuelta al mundo”. En su declaración dicen:
“Nosotras, las mujeres iraníes, continuaremos en el camino... buscamos construir ‘otro mundo’ que se basa en la participación y el poder del pueblo, que no tiene interés en mantener las estructuras de poder que se basan en la explotación y la injusticia. Buscamos un mundo en que la mutilación de la mujer se considere un crimen, no una tradición. Buscamos un mundo en que ninguna niña tenga que someterse a la violación ‘matrimonial’, en que ninguna mujer experimente un ‘asesinato de honor”, en que ninguna mujer tenga que suicidarse o prenderse fuego para escapar la violencia patriarcal, un mundo en que no castiguen a ninguna mujer ni la maten a pedradas por amar a alguien o por tener relaciones sexuales. Buscamos un mundo que no considere la homosexualidad un crimen, un mundo en que la identidad de una mujer no la determine el matrimonio o la maternidad. Luchamos por un mundo en que ninguna mujer tenga que quedarse en la cocina o encerrada en la casa, en que nadie pueda quitarle el derecho a participar en la producción social y en la política. En ese mundo, la mujer controlará su propio cuerpo y tomará su propia decisión sobre si quiere hijos, un mundo en que los hombres y las mujeres realmente son iguales en todos los aspectos de la vida”.
EXISTE una alternativa que apoyar, si de veras te interesa arrancar la opresión de la mujer Y oponerte a este sistema horroroso y su “guerra contra el terror”. HAY gente que lucha por todo el mundo para hacer eso. ¡Escuchemos SU llamado y unámonos!
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