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Revolución #124, 23 de marzo de 2008
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Carta
Reflexiones sobre columbinus
Usualmente el día de San Valentín no es gran cosa en nuestro hogar: quizás una tarjeta, si acaso unos chocolates. Pero este año mi compañero consiguió entradas de una obra del teatro Raven de Chicago titulada columbinus, por Stephen Karam y PJ Paparelli.
Sin embargo, este día de San Valentín no comenzó con flores y corazones sino con disparos y estudiantes muertos y heridos en la Universidad de Northern Illinois. Mientras veía los informes en la televisión, me recordaba de las masacres de Virginia Tech y la prepa Columbine High. En el momento no caí en cuenta de que la obra que íbamos a ver esa tarde se trataba de Columbine. Me preguntaba qué estarían pensando los actores y el equipo de producción mientras se preparaban para la presentación. ¿Comentarán sobre los eventos de ese día? ¿Cómo reaccionará el público? ¿Estará hablando del tema?
Colombinus explora la vida en la prepa Columbine de Littleton, Colorado, la cual es muy similar a la mayoría de las escuelas de los suburbios. En ella se encuentra el mismo orden de jerarquía que establece a unos como atletas y porristas populares y a otros como inadaptados e insatisfechos de una clase u otra. Al igual los padres, maestros y consejeros que ignoran la angustia que sufren estos jóvenes que, por su parte, aprenden a reprimir los sentimientos para poder tolerar otro día.
En la obra se ven fotos y correos electrónicos de Dylan y Eric (los jóvenes que perpetraron la masacre) proyectados en la pared. Parecen dos jóvenes típicos, muy normales y bien cuidados. Se siguen las interacciones y la dinámica entre los jóvenes de la escuela. Se ven y se sienten las relaciones sociales venenosas de esta sociedad que se concentran en la escuela secundaria: el esfuerzo de tratar de caer bien; el miedo del rechazo; los corrillos, la competencia, las humillaciones y los medicamentos. En esta mezcla tóxica hay elementos de una ideología racista, fascista y de supremacía blanca que Dylan y Eric adoptaron al tratar de entender todo esto. Sentados en el teatro sentimos el vacío, la enajenación y la furia que crecía en estos dos jóvenes. Y sentimos cómo poco a poco se caen al abismo y se llevan a otros con ellos.
La obra no ofrece respuestas pero claramente plantea preguntas profundas acerca de la naturaleza de las relaciones sociales en esta sociedad capitalista y de que grandes sectores de la juventud, no solo en las ciudades sino también en los suburbios prósperos, están perdidos y enfurecidos.
¿Cuál es la relación entre las relaciones sociales en una sociedad capitalista y esta desesperación, enajenación y atomización? ¿Hay alguna relación entre las personas que se sienten presionadas hasta el límite (o más allá del límite) y el hecho de que el mundo arrastra a millones a la incertidumbre en situaciones peligrosas y tumultuosas: la globalización, la guerra, crisis económicas, medidas fascistas, etc., las cuales amenazan la estabilidad económica y la normalidad preexistente que dependen de la opresión y explotación por todo el mundo?
¿Y qué de las relaciones sociales y económicas que prevalecen en una sociedad capitalista y que fomentan una mentalidad egoísta, individualista y de competencia despiadada, cueste lo que cueste a otras personas? ¿No influye o afecta todo esto a la manera en que nos tratamos los unos a los otros? ¿Y qué del hecho de que vivimos en una sociedad patriarcal? Algunos de estos ataques tienen elementos de hombres que se desquitan de furia y odio hacia la mujer.
Aunque celebraron numerosas vigilias de oración, los estudiantes y la comunidad nunca tuvieron la oportunidad de hablar del porqué de este ataque o de lo que tiene que ver con lo que pasa en el mundo y el tipo de sociedad en que vivimos. Y cualquier manera de pensar que atribuya esto a la voluntad de algún dios no existente es muy dañina; brinda una concepción falsa que hace que la gente sea pasiva cuando debería tratar de entender y cambiar el mundo. Volví a leer una carta en Revolución #86, 29 de abril del 2007, “Reflexiones sobre la masacre de la universidad Virginia Tech”, escrita por un ex alumno, la cual encontré muy sincera y perspicaz: “En los últimos días, se ha oído decir que debemos extender, no restringir, nuestra humanidad y nuestra compasión. Aunque quizás en términos diferentes y desde un punto de vista diferente que el mío, yo coincido con esos sentimientos, pero agregaría dos cosas. Primero, si aceptamos eso, ¿por qué no aceptarlo plenamente? ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad para reconocer y rechazar todas las formas de chovinismo que ven a unos como más humanos que otros y que en última instancia contribuyen a fomentar la opresión, la dominación y, sí, los horrores? Si como resultado de los sucesos del lunes reconocemos la necesidad de crear una sociedad mejor, ¿por qué no reconocer y, tomar en serio, pero bien en serio, la necesidad de construir un mundo mejor y entender nuestro papel en él?”
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