Revolución #138, 3 de agosto de 2008
La poca conocida verdad de la Guerra de Corea:
Pesadilla de matanzas por tropas yanquis y surcoreanas
Lentamente, se sale un cuadro de pesadilla de cómo las fuerzas imperialistas yanquis y sus aliados surcoreanos masacraron a cientos de miles de civiles durante la Guerra de Corea de 1950-53.
La Guerra de Corea tiene sus raíces en la división de la península coreana en el norte y el sur por Estados Unidos y la Unión Soviética al fin de la II Guerra Mundial, en 1945. Los imperialistas yanquis consideraron la mitad sureña de Corea y el régimen títere que instalaron como un elemento principal de sus planes para contener y quizás librar una guerra contra la Unión Soviética, y también como un paso hasta cercar y amenazar a la República Popular China, fundada en 1949 después de casi 30 años de guerra revolucionaria.
En 1950, cuando una guerra entre el norte y el sur de Corea parecía inminente, el presidente instalado por Estados Unidos, Syngman Rhee, aprisionó a 30.000 personas, acusándolos de simpatía izquierdista. El gobierno títere también obligó a 300.000 campesinos cuya lealtad se cuestionaba a alistarse en una “Liga Nacional de Orientación” auspiciada por el estado.
Después de un año de provocaciones e incursiones por Corea del Sur, tropas nortecoreanas empezaron a avanzar rápidamente al sur. Entonces, en el verano de 1950, como explica un artículo de los periodistas Charles J. Hanley* y Jae-Soon Chang de la Prensa Asociada en mayo de este año, “el ejército y la policía del sur vaciaron las prisiones surcoreanas, pusieron en fila a los detenidos y les dispararon en la cabeza, tirando los cuerpos en trincheras cavadas a toda prisa. Se tiraron otros en minas abandonadas o en el mar. Entre los muertos fueron mujeres y niños. Muchas víctimas nunca se enfrentaron a cargos o juicios”. Las fuerzas armadas de Corea del Sur, batiéndose en plena retirada, cometieron ejecuciones en masa de prisioneros encarcelados por simpatía izquierdista a los cuales temían que se unieran con el rápido avance de las tropas norcoreanas.
Estas ejecuciones en masa y otras, dijo Hanley, “se llevaron a cabo durante pocas semanas y en gran parte se ocultaron por medio siglo”. Alan Winnington, periodista comunista, cubrió el avance del Ejército Popular de Corea (del Norte) (NKPA) por el London Daily Worker. En julio de 1950 informó que inspeccionó fosas comunes de aproximadamente 7.000 prisioneros en Daejeon a los que, según los aldeanos a que entrevistó, habían ejecutado las tropas surcoreanas y que habían enterrado los campesinos de la localidad obligados a hacerlo. Se vilipendió ampliamente a Winnington por haber divulgado la noticia, y el parlamento inglés contempló acusarlo de sedición. Ahora su reportaje ha sido corroborado por fotos recientemente sacadas del Archivo Nacional de Estados Unidos.
El historiador Kim Dong-choon, miembro de la Comisión de Verdad y Reconciliación que se formó hace dos años en Corea del Sur para investigar las matanzas, dijo que estas representan “el capítulo más trágico y brutal de la Guerra de Corea”. La Comisión calcula que ejecutaron al menos 100.000 y probablemente cerca de 200.000 personas, entre ellas muchas a que las obligaron a alistarse en la “Liga Nacional de Orientación” para ser “reeducadas” porque supuestamente tenían simpatía izquierdista.
Ahora el papel central de Estados Unidos en esas matanzas se saca a la luz más plenamente. Los documentos y fotos recién desclasificados del gobierno yanqui revelan que oficiales del ejército yanqui sabían de estas matanzas horrorosas y en unos casos las orquestaron. Según un telegrama del Departamento de Estado desclasificado, el general Douglas MacArthur, quien estaba al mando de las fuerzas yanquis en Corea, consideró las matanzas “un asunto interno”, que quiere decir que fueron acciones independientes hechas por las fuerzas armadas surcoreanas, pero de hecho él estaba al mando no solamente de las fuerzas armadas yanquis sino también de las surcoreanas.
Las matanzas indiscriminadas de civiles fue la doctrina de la guerra y no una aberración. El general de la Fuerzas Aéreas de Estados Unidos Curtis LeMay se jactó de que aviones yanquis habían “incendiado cada ciudad en Corea del Norte” y matado a 20% de la población de Corea como víctimas de guerra o de inanición y congelación. Las fuerzas armadas yanquis usaron más bombas y proyectiles de artillería en Corea que en la II Guerra Mundial, y usaron napalm contra blancos militares y civiles. Se calcula que 5 millones de personas murieron en la guerra, 3 millones de ellas civiles, un enorme costo humano de una población de 30 millón en Corea del Norte y del Sur en ese entonces.
La Comisión está investigando 215 casos en que se acusa el ejército yanqui de matar a civiles surcoreanos indiscriminadamente, junto con 1.200 acusaciones de ejecución en masa contra las fuerzas armadas surcoreanas en peticiones presentadas por 7.000 surcoreanos.
Una masacre así ocurrió el 26 de julio de 1950 en la aldea de No Gun Ri [también escrito como Nogun-ri] y las cercanías, donde resultaron muertos cientos de civiles, principalmente mujeres y niños.
El comandante yanqui, preocupado que soldados norcoreanos disfrazados como civiles pudieran intentar cruzar las líneas yanquis uniéndose a las columnas de refugiados, les dijo a sus tropas que a todos los civiles vistos en su zona “se les considerará enemigos y se tomará acción en consecuencia”. Un testigo dijo que el capitán Melbourne Chandler les dijo a sus soldados en No Gun Ri: “Al diablo con toda esa gente. Eliminémonoslos a todos”.
Según se informa, algunos soldados rehusaron disparar a aquellos que un soldado describió como “civiles que no más intentaban esconderse”.
Eun-yong Cheng, representante de la Organización de Víctimas de Nogun-ri, relató lo que pasó: “El ejército yanqui nos ordenó: “¡Todos, júntense! Los llevaremos a un lugar seguro”. Obedeciendo la orden, nosotros, los aldeanos de la zona, caminamos en la carretera en la noche oscura, con carretas de bueyes, y con los niños sobre la espalda. Cerca del mediodía del día siguiente, el 26 de julio, cuando nuestra marcha de refugiados llegó a la zona de Nogun-ri, 5-6 soldados yanquis nos bloquearon el paso. Llevaron a toda la gente y las carretas de bueyes a las vías paralelas del ferrocarril. Después de investigarnos completamente, hablaron con alguien por radio. Nosotros los refugiados coreanos no sabíamos por qué. Allí nos descansamos un rato.
“Entonces dos aviones yanquis nos sobrevolaron. En ese momento, los soldados desaparecieron, algo negro cayó encima de nosotros y estalló entre los refugiados. Fue como una tormenta, con nubes de polvo y pedazos de piedra que se reventaban en el cielo. Había pedazos sangrientos de cuerpos y de bueyes por todas partes. Los vivos corrieron a un túnel bajo el puente del ferrocarril [Nota de la redacción: El ataque aéreo yanqui causó 100 muertos antes del tiroteo contra el puente].
“Los soldados [de la compañía H de la segunda batallón, séptimo regimiento de la caballería yanqui] empujaron agresivamente al resto de los refugiados dispersos hacia el túnel. Los refugiados se asfixiaban porque se compactó tanta gente en dos túneles angostos. Una mujer no podía soportarlo y se salió del túnel. Inmediatamente la balearon, y ella se cayó. Del lado opuesto del túnel, empezaron a tirotearnos. Los soldados montaron ametralladoras a ambos lados de la entrada y nos dispararon.
“Con el paso del tiempo, se amontonaban los cuerpos a ambas entradas y la sangre corría a raudales dentro del túnel. De tal manera la matanza siguió por cuatro días. Cuando llegó el NKPA, dijeron: ‘¡El ejército yanqui se fue! ¡Cualquier persona viva puede regresar a su hogar ahora!’ Pero, los cadáveres fríos estaban mudos”. [Citado en “Reconsiderando la matanza de Nogun-ri con motivo del 50º aniversario del estallido de la Guerra Coreana” (en inglés), de Sung Yong Park, pastor de la Iglesia Metodista Coreana y representante de la sección de Filadelfia del Congreso por la Reunificación Coreana, citado en kimsoft.com/1997/nogun13.htm.]
El mismo día de la matanza, John J. Muccio, entonces embajador yanqui en Seúl, envió un telegrama al Departamento de Estado que dijo que el mando militar yanqui en una reunión la noche previa había adoptado la política de disparar a los civiles que se acercaran: “Si los refugiados vienen del norte de las líneas yanquis, recibirán disparos de advertencia, y si aún persisten en avanzar, los balearemos”. El Departamento de Estado reconoció el telegrama el año pasado.
Se espera que los soldados tomen las “debidas precauciones” para proteger la vida de los civiles, dijo François Bugnion, director de derecho internacional del Comité Internacional de la Cruz Roja en Ginebra, en 2006. Después de leer la carta de 1950 del embajador Muccio, Bugnion dijo que la norma en cuanto a crímenes de guerra es clara. “En el caso de un ataque deliberado contra civiles identificados como tal, pues esto equivaldría a una violación de la ley de conflictos armados”.
Otros casos de matanzas indiscriminados por las fuerzas armadas yanquis en Corea ya confirmados por documentos yanquis desclasificados incluyen: aviones yanquis que lanzaron bombas incendiarias sobre civiles atrapados en una cueva, con un saldo de 300 muertos; la destrucción de dos puentes mientras refugiados los cruzaban, con un saldo de cientos de muertos; un destructor de la marina USS DeHaven, a la petición del ejército, disparó a un campamento de refugiados en la ciudad de Pohang, con el saldo de 100 a 200 muertos, en su mayoría mujeres y niños, según los sobrevivientes.
Estos crímenes monstruosos cometidos por las fuerzas militares imperialistas de Estados Unidos, y semejantes actos atroces llevados a cabo por los aliados surcoreanos de los imperialistas, se ciernen como una sombra oscura sobre las mismas clases de bárbaras operaciones militares yanquis que ya están ocurriendo contra civiles inocentes en Irak y Afganistán. Y ahora estas fuerzas asesinas tienen al pueblo iraní en la mira.
Nota
* Hanley y los coautores Martha Mendoza y Sang-hun Choe ganaron un Premio Pulitzer en 1999 por su artículo de la AP que reveló la historia de No Gun Ri, y publicó su libro, El puente de No Gun Ri: una pesadilla oculta de la Guerra de Corea (en inglés), en 2001. [back]
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