Revolución #140, 17 de agosto de 2008
La VERDADERA
historia de
Mao Tsetung
y la
revolución
comunista
de China
PARTE 1
En los años 60 y 70, Mao Tsetung fue una de las más famosas personas en el mundo. Había dirigido al pueblo chino, en contra de todas las predicciones, a hacer una revolución. Para muchos millones que en esos días lucharon apasionadamente por la justicia y la liberación, la revolución china fue un faro. Y el propio Mao tiene fama en particular por negarse con impaciencia a parar la revolución a mitad del camino, por nunca contentarse, nunca dejar de luchar por un mundo sin divisiones en clases, en países, entre opresor y oprimido. Mucha gente —maestros, obreros, médicos, científicos, estudiantes y revolucionarios— de muchos países fueron a China para presenciar la sociedad socialista que se estaba construyendo bajo la dirección de Mao. Y muchos volvieron a casa, inspirados y esperanzados sobre la posibilidad de una sociedad verdaderamente liberadora.
En la propia China, las masas estimaron mucho a Mao, pues como líder de la vanguardia revolucionaria de China, el Partido Comunista de China, había dirigido a la victoria en una guerra de liberación de 22 años contra invasores extranjeros y reaccionarios chinos. Tras esa épica lucha, dirigió al pueblo a construir una nueva sociedad y una nueva vida en la China socialista y a avanzar más allá en la defensa de la revolución y la transformación de la sociedad durante la Gran Revolución Cultural Proletaria. Pero había aquellos que se opusieron a Mao, justamente en la dirección del Partido Comunista de China. Como Mao, se habían alistado en la revolución, y en el Partido Comunista, con una ardiente ira contra el tratamiento de China por el imperialismo. Como Mao, pelearon en la revolución por la liberación. Pero a diferencia de Mao, no tenían una visión que alcanzara el comunismo; sus objetivos no fueron más allá de construir una nación poderosa. So pretexto de construir una China fuerte y moderna, adoptaron programas y políticas que en lo esencial reforzaron las relaciones y las ideas capitalistas. Después de la muerte de Mao en 1976, estos “seguidores del camino capitalista” en el Partido Comunista tomaron el poder y derrocaron al socialismo y restauraron el capitalismo, un proceso en que arrestaron a cientos de miles y mataron a miles. Aunque el gobierno ha seguido llamándose socialista y comunista, desde entonces China ha sido un país capitalista. Han destripado los principios de Mao, lo que él representó, y los nuevos gobernantes de China han convertido a Mao en un icono nacionalista.
Hoy, hay dos generaciones de la población que han crecido en Estados Unidos que, en gran parte, no saben nada de Mao y China salvo el cuento oficial de la clase dominante y de los medios grandes. Lo que saben, en gran parte, NO ES CIERTO DE CABO A RABO. Dicen que Mao fue un despiadado “dictador ávido de poder” que cometió grandes crímenes contra el pueblo. Pera la VERDAD es que Mao Tsetung fue un gran comunista revolucionario que dirigió a un cuarto de la población del planeta a liberar a China desde debajo de la bota de los opresores imperialistas, y que luego pasó a construir una sociedad socialista liberadora durante más de 25 años. Conocer la verdad sobre Mao es importante para todos: la revolución que dirigió fue un hito importante en la historia universal y todo mundo debe saber la verdad de tal revolución y tal personaje. Para aquellos que arden por cambiar el mundo, hay aún más en juego, porque las ideas y la práctica revolucionarias de Mao forman una parte crucial de los cimientos y el punto de partida para reconstruir un movimiento revolucionario hoy.
Esta es la VERDADERA historia de Mao Tsetung y la revolución histórico-mundial que dirigió en China.
De niño, en el
“hombre enfermo de Asia”
Mao nació el 26 de diciembre de 1893 y creció en una China a la cual habían invadido y ocupado Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Rusia, Alemania y Japón. Estas potencias coloniales controlaban la economía y la política de China. Trataban a los chinos como perros y los apresaban y usaban como “mano de obra culí” en las haciendas y minas por todo el mundo. Había tropas extranjeras en cada ciudad grande. Naves de guerra británicas y yanquis patrullaban las aguas, y países extranjeros controlaban los puertos, los sistemas de correos, del transporte de carga por barco y ferrocarril, y del telégrafo. Había un letrero en un parque en la gran ciudad de Shanghai: “No se admiten ni perros ni chinos”. China estaba tan oprimida que se consideraba “el hombre enfermo de Asia”.
Mao creció en una China en que la mayoría de la gente eran campesinos pobres que sufrían bajo el sistema del feudalismo. Los grandes terratenientes eran dueños de la mayoría de las tierras. Los campesinos sin tierra se veían obligados a trabajar para ellos y ganaban apenas para subsistir, y vivían constantemente endeudados y sujetos a la tiranía de los terratenientes y las condiciones de pobreza, hambre y enfermedad. Las familias vendían a sus hijos porque no podían darles de comer, y cientos de miles morían de hambre. La vida de la gente común en las ciudades no era mucho mejor. En las calles de Shanghai se recogían hasta 25.000 cadáveres cada año. Los británicos inundaban a China de opio, convirtiendo a más de 60 millones de chinos en adictos, mientras los capitalistas británicos y estadounidenses se enriquecían de este comercio de drogas. Piensen un minuto sobre los individuos que representan esas cifras, del grado de miseria y sufrimiento que representaban año tras año.
Mao también creció en un tiempo de levantamientos de campesinos. De 1901 a 1910 había casi mil luchas espontáneas, de decenas de millones de gentes. De estudiante, Mao estudió la rebelión de Taiping, en que campesinos tomaron las armas y establecieron un gobierno revolucionario (de 1850 a 1864). Aprendió que 20 millones de personas murieron cuando el gobierno chino, junto con Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, mandó tropas para suprimir la rebelión. De nuevo, piensen en esa cifra.
En 1906, cuando Mao tenía 12 años, China padeció guerras, hambruna e inundaciones. Cuando ocurrió la “insurrección de Junán”, Mao dijo que “afectó mi vida entera”. Miles de mineros y campesinos marcharon por la capital de provincia y saquearon las bodegas de cereales de los terratenientes. Los soldados suprimieron la rebelión y colgaron las cabezas de los rebeldes masacrados en las puertas de la ciudad como advertencia. Mao dijo: “Se discutió el incidente en mi escuela por muchos días. Me impresionó de manera profunda. La mayoría de los estudiantes simpatizaron con los ‘insurrecionistas’ pero solamente desde el punto de vista de un observador. No entendían que tenía relación alguna a su propia vida. Solamente se les interesaba como incidente emocionante. Yo nunca lo olvidé. Sentía que los rebeldes fueran gente ordinaria como mi propia familia y me ofendió profundamente la injusticia del tratamiento que se les dieron”.
A pesar del heroísmo y sacrificio, las rebeliones eran incapaces de solucionar el problema y realizar cambios fundamentales de la sociedad. Mao, tal como mucha gente de su generación, estaba resuelto a encontrar el camino hacia adelante. En 1909, a los 16 años, se fue del hogar a estudiar en una normal de maestros. Dijo: “Por primera vez, vi y estudié con gran interés un mapa del mundo”. Estudió la historia de otros países y a diferentes filósofos de muchos países. Leyó periódicos de todas partes de China. Por primera vez leyó “El Manifiesto Comunista” de Marx. En 1917, Mao formó la “Sociedad de Estudio del Pueblo Nuevo”. El grupo de jóvenes activistas se oponía al opio, fumar, las apuestas, beber, la prostitución, la corrupción y la opresión de la mujer. Mao decía que las mujeres deberían ser “personas independientes”, y que los hombres no podrían ser libres a menos que las mujeres también se liberaran. El grupo inició estudios vespertinos para los obreros en que Mao enseñaba historia, hablaba de “actualidades” y les leía los diarios. Un cartel de la clase decía: “Vengan a escuchar palabras claras… pueden vestirse como quieran”.
Las salvas de Rusia
En 1917, los bolcheviques conquistaron el poder en Rusia y establecieron un nuevo estado socialista. Esta revolución dirigida por Lenin envió ondas de choque por todo el mundo. Difundió el comunismo por todo el mundo y se conectó con las luchas anticoloniales y antiimperialistas en curso. Durante tantas generaciones, las masas chinas habían luchado, pero sin teoría, sin dirección y sin plan para alcanzar su liberación. Pero ahora, como dijo Mao, “Las salvas de la revolución de octubre nos trajeron el marxismo-leninismo”.
Después de la I Guerra Mundial, las potencias imperialistas vencedoras trasladaron los derechos y privilegios coloniales de Alemania en China a Japón. El 4 de mayo de 1919, tres mil estudiantes de la capital de Pekín protestaron por la decisión. Se declaró ley marcial y la policía y el ejército comenzaron a hacer arrestos. Los estudiantes convocaron a una huelga general en las escuelas. Poco después, una huelga centrada en Shanghai, de 90 mil obreros, paralizó más de cien empresas y fábricas. Cuando Mao y otros miembros de la Sociedad de Estudio del Pueblo Nuevo se enteraron del “Movimiento del 4 de Mayo”, llamaron a una huelga y formaron una unión estudiantil en Junán. Durante 1919, este movimiento antiimperialista se granjeó amplio apoyo de todo el país y politizó a millones de personas.
Desde el principio, Mao criticó la manera en que las tradiciones feudales oprimían a las mujeres. El 14 de noviembre de 1919, una mujer se cortó la garganta mientras que la cargaban en un palanquín hacia una boda arreglada. Cuando Mao se enteró, publicó diez artículos que identificaban las condiciones sociales vigentes como causa de la tragedia. Dijo que las mujeres representaban una “fuerza revolucionaria de enorme potencial” porque “se llevan más opresión sobre la espalda que los hombres, pues los hombres padecen tres montañas de explotación pero las mujeres cuatro, pues los hombres también las explotan”. Mao tenía esta posición fundamental toda la vida: un ardiente deseo de eliminar toda cadena sobre la humanidad.
Oda a la flor del ciruelo Viento y lluvia despiden a la primavera que parte, Llena de gracia, mas no pretende para sí la primavera, Escrito por Mao Tsetung en diciembre de 1961, en memoria de su primera esposa, Yang Kaihui, a quien asesinó el reaccionario Kuomintang en 1927 por negarse a renunciar a la política revolucionaria y su matrimonio con Mao. |
En 1921, Mao se unió a un pequeño grupo de marxistas y, juntos, formaron el Partido Comunista de China. Con la ideología del marxismo-leninismo podían empezar a abordar a fondo los problemas teóricos y prácticos de hacer una revolución en un país como China.
En 1921, Mao se casó con Yang Kaihui. Esta se integró al partido comunista. En 1927, el Kuomintang (KMT) la capturo y la asesinó por negarse a renunciar a su matrimonio con Mao y a la política revolucionaria. En los años 50, Mao escribió un poema en memoria de ella, que es de sus más famosos, titulado, “Oda a la flor del ciruelo”.
Comienza la revolución
Durante esos años, de manera espontánea los campesinos se levantaban y confiscaban tierras y atacaban a los terratenientes y funcionarios corruptos. En 1925, Mao caminó de aldea en aldea en la provincia de Junán. Se hospedó con los campesinos y trabajó con ellos a cambio de comida y posada. Se sentó con ellos y les escuchó, investigó de primera mano qué vida llevaban. Ayudó a organizar uniones campesinas y reclutó a muchos campesinos para el partido.
Algunos líderes del partido querían dejar de lado a los campesinos por “atrasados y conservadores”. Mao luchó contra esa idea y dijo: “Sin los campesinos pobres, no habrá revolución”. En cuanto a los levantamientos de los campesinos, dijo: “Todos los partidos y camaradas revolucionarias serán sometidos a prueba ante los campesinos y tendrán que decidir a qué lado colocarse. ¿Ponerse al frente de ellos y dirigirlos? ¿Quedarse a su zaga gesticulando y criticándolos? ¿Salirles al paso y combatirlos?”
El KMT era un partido que al principio fue nacionalista, organizado para luchar por una China indpendiente y contra la dominación imperialista. Pero en los años 20, Chiang Kai-shek se apoderó de él y lo convirtió en vehículo de los imperialistas, y la gran burguesía y los terratenientes de China. Contaba con el respaldo de Estados Unidos y Gran Bretaña sobre todo, que querían conservar la condición semicolonial de China. En 1927, el KMT lanzó muchas campañas para aniquilar al partido comunista y al movimiento revolucionario. En las ciudades, el KMT restringió reuniones políticas, la prensa, las organizaciones de obreros y el derecho de huelga. Mataron a miles de obreros; detuvieron a comunistas y sus simpatizantes y los ejecutaron en público. En esos años, no había un gobierno nacional unificado y estable. En algunas partes, los señores de la guerra (camarillas de militares y terratenientes) dominaban y en otras, el KMT (y este tenía varias facciones). Por medio de este derramamiento de sangre, Chiang Kai-shek estableció el gobierno del KMT en la ciudad de Nanking; lo reconocieron de inmediato las poten cias imperialistas del oeste como el único y legítimo gobierno de China.
Mientras tanto, en el campo los señores de la guerra llevaban a cabo matanzas de campesinos. Atacaron selectivamente a las mujeres rebeldes, cortándolas en trozos y quemándolas vivas. En una zona en solamente cinco meses, asesinaron a 4.700 campesinos, 500 de ellos mujeres: los decapitaron, los enterraron vivos, los estrangularon, y los quemaron y cortaron en trozos. Los terratenientes recuperaron las tierras que los campesinos habían tomado. Detuvieron a los líderes de los campesinos y obreros y los fusilaron. En la provincia de Junán en un año, mataron a más de 100.000 campesinos y obreros. El partido perdió al menos 15.000 miembros.
La revolución en el campo
Para 1928 habían exterminado a cuatro quintos del Partido Comunista, y este tuvo que pasar a la clandestinidad en las ciudades. Esta gran derrota requirió más análisis y avances en la teoría revolucionaria.
La estrategia para la revolución proletaria en la Unión Soviética había sido una insurrección en las ciudades, seguida de una guerra civil. Algunos dijeron que la revolución en China debiera seguir este modelo. Pero ante las derrotas en las ciudades tras las tentativas insurreccionalistas, Mao vio que ese camino no funcionaría en un país oprimido como China. Reconoció que la contrarrevolución estaba demasiado fuerte en las ciudades, y no importaba cuán heroicos, los intentos de parte de los trabajadores de tomar y controlar ciudades tendrían que fallar.
Mao argumentó que la revolución tenía que empezar en el campo y establecer y extender bases de apoyo donde la revolución podía establecer el poder político. La lucha militar contra el enemigo tenía que vincularse y entrelazarse con el proceso de llevar a cabo la revolución agraria y crear las semillas de una nueva sociedad liberada. Eso quería decir llevar a cabo la reforma agraria, establecer nuevas formas locales de poder popular, librar lucha contra la opresión de las minorías nacionales y las mujeres, y establecer una nueva cultura revolucionaria en la población. Con el tiempo la revolución podría cercar y conquistar a las ciudades y establecer el poder nacional. Con esta estrategia y objetivo, Mao dijo: “Sin un ejército popular, nada tendrá el pueblo”. Y se formó el nuevo Ejército Rojo.
Mao desarrolló los métodos y principios para formar un ejército políticamente consciente y disciplinado. Cuando el Ejército Rojo marchaba hasta un pueblo, Mao organizaría de inmediato una reunión con los habitantes. Pero no siempre era tan fácil. En un pueblo, la gente huyó a las montañas y se escondió. Eso era normal. Todo mundo huía cuando llegaban ejércitos, porque así había sufrido por el entrenamiento en saqueos y violaciones que habían recibido los soldados de los ejércitos de los señores de la guerra y de los imperialistas. Pero Mao ordenó que sus soldados nunca entraran en las casas ni que se llevaran nada y luchó muy duro con cualquier idea en el Ejército Rojo que hiciera eco a la mentalidad de saquear y violar de los ejércitos feudales y burgueses, o de las pandillas de ladrones. Así que ¡el comportamiento de los soldados del Ejército Rojo era muy poco usual! Para el tercer día la gente del rumbo, al mirar desde sus escondites en las laderas, regresó. Mao les hablaba, exhortándoles a que regresaran. Distribuyó el dinero y tela que se había arrebatado a los terratenientes. Les explicó que este ejército de la bandera roja era el ejército de ellos, dedicado a los intereses de ellos y dedicado a la liberación de ellos. Los campesinos dieron de comer y alojaron a los soldados del Ejército Rojo y algunos se alistaron en el ejército revolucionario. Esta escena se repitió dondequiera que marchara por el campo el Ejército Rojo bajo la dirección de Mao.
Durante este período, Mao estudiaba la teoría militar por derecho propio, y la historia de la guerra revolucionaria de la Unión Soviética, y la de otras guerras, tales como las de China. A fines de los años 30, llegó a ser el primero en desarrollar una línea militar y un sistema de pensamiento marxistas globales en asuntos militares. La doctrina partió del concepto que una guerra revolucionaria depende de las masas y solamente puede tener éxito si cuenta con su apoyo y las alista activamente en la lucha.
Mao tenía unas ideas militares sumamente científicas. Dijo que como al principio el Ejército Rojo era mucho más débil que las tropas del gobierno, una victoria rápida fue imposible, y que al llevar a cabo batallas militares frontales solamente resultarían aplastados. Pero al evitar pruebas de fuerza decisivas y al librar una guerra de guerrillas, las fuerzas revolucionarias podían derrotar y debilitar al enemigo en batallas más pequeñas y, por un proceso prolongado, ganarse apoyo popular, aumentar su fuerza y la cantidad de tropas, y extender su control. Mao dijo que era necesario continuar con una política estratégica de guerra prolongada en el campo para cambiar poco a poco el desfavorable balance de fuerza. Para llevarlo a cabo Mao desarrolló muchos diferentes principios de la guerra de guerrillas, como: “Cuando el enemigo avanza, retrocedemos; cuando el enemigo se detiene, lo hostigamos; cuando el enemigo se fatiga, lo atacamos; cuando el enemigo se retira, lo perseguimos”.
La Gran Marcha
En 1932 Japón invadió a China. Los japoneses lanzaron una campaña de “matarlos a todos, quemarlo todo” en que mataron a 30 millones de chinos. En diciembre de 1937, las tropas japonesas entraron a Nanking y 50.000 de ellas libraron una orgía de violación, asesinato y saqueo. En cuatro semanas mataron a 300.000 personas. Decapitaron a bebés y violaron a miles de mujeres, jóvenes y ancianas. Pusieron en fila a miles de hombres y los fusilaron con ametralladoras. Usaron a grupos de chinos para prácticas de bayoneta. Rociaron a otros con queroseno y los quemaron vivos. Fue una guerra vil y brutal con el propósito de subyugar al pueblo chino, doblegarlo y quebrar su resistencia.
Los comunistas dirigieron al pueblo a combatir a los japoneses, mientras que Chiang Kai-shek rehusó movilizar a sus tropas, salvo para atacar a los comunistas. Las tropas del KMT de Chiang Kai-shek, apuntaladas por los imperialistas, lanzaron ataques masivos contra el Ejército Rojo. En 1933 un millón de tropas, tanques y aviones del KMT se movilizaron contra el Ejército Rojo. El 16 de octubre de 1934, obligaron a Mao y al Ejército Rojo a hacer una retirada estratégica desde Kiangsi y emprender una increíble GRAN MARCHA.
El Ejército Rojo, dirigido por Mao, marchó más de 9.600 km por terrenos de lo más peligroso y arriesgado del mundo. Atravesó 12 provincias con 200 millones de habitantes. Cruzó 18 cordilleras y 24 ríos y ocupó 62 ciudades y pueblos. Combatió y derrotó a un millón de soldados del KMT, con un promedio de casi una escaramuza al día, e hicieron 235 marchas de día y 18 de noche. Mao llamó la Gran Marcha un manifiesto, una fuerza de propaganda y una máquina de sembrar. Dijo: “Ha sembrado muchas semillas que brotarán, echarán hojas, florecerán y darán fruta, y producirán una cosecha en el futuro”.
Después de tres meses de la Gran Marcha, en enero de 1935, el Ejército Rojo alcanzó Dsunyí, en la provincia de Kweichou. Aquí tuvo lugar una conferencia muy importante de los líderes del Partido Comunista que llegó a ser un punto de viraje crucial. Por primera vez, el partido se unió en torno a la línea de Mao sobre la estrategia política y militar, y su dirección general. Cuando el Ejército Rojo salió de Dsunyí, casi 4.000 campesinos de la zona se unieron a la marcha.
El 20 de octubre de 1935, un año después de salir de Kiangsi, la Gran Marcha terminó en la zona de Shensí del Norte. Empezaron la Gran Marcha con unos 100.000 elementos y terminaron con solamente unos 20.000. Si bien la Gran Marcha fue una retirada estratégica, no fue una derrota. El Ejército Rojo alcanzó su nueva base de apoyo con la dirección intacta y la voluntad política más fuerte que nunca.
Los comunistas fueron los mejores combatientes contra los invasores japoneses. En 1936 Mao había planteado que el KMT y los comunistas formaran un frente único contra los invasores japoneses. Pero mientras que Chiang Kai-shek, líder del KMT, guardaba sus armas y soldados para combatir a los comunistas, el Ejército Rojo libró el 75% de las batallas contra los japoneses entre 1937 y 1945. El Ejército Rojo libró 92.000 batallas, mató a un millón de tropas enemigas y capturó a 150.000 prisioneros.
Desarrollar la teoría comunista
Pero nada de eso podía haber sucedido de manera espontánea. Mao desarrolló la teoría para resolver los problemas de la revolución y guiar su curso. Hizo nuevas contribuciones importantes y necesarias a la ciencia del comunismo. En este período Mao abordó los problemas de estrategia para hacer la revolución en un país oprimido por el imperialismo, asuntos militares y filosofía. Las obras “Sobre la contradicción”, “Sobre la práctica”, “Sobre la nueva democracia” y muchas más hicieron contribuciones importantes a la comprensión de los revolucionarios por todo el mundo, y siguen siendo relevantes hoy. Además, es importante aprender del método y enfoque de Mao en torno a estos problemas. En todas estas esferas, Mao se basó rigurosamente en la teoría marxista, pero también descubrió que fue necesario romper con las convenciones en ciertos sentidos importantes.
A fines de 1939, Mao escribió un ensayo precursor: “Sobre la nueva democracia”. Al abordar las cuestiones específicas de China, demostró que como las potencias imperialistas la habían dominado por décadas, nunca había podido desarrollarse como país independiente y tenía una economía distorsionada y dependiente. El desarrollo imperialista había transformado algunas relaciones de producción muy atrasadas de China. Pero las relaciones económicas feudales y semifeudales—por ejemplo, los terratenientes poseían las tierras y oprimían a los campesinos—existían al lado de las relaciones capitalistas y estaban incorporadas a ellas; las instituciones políticas e ideas atrasadas que las acompañaban siguieron en vigor, mientras que las potencias imperialistas dominaban al país entero.
Mao concibió la revolución en China y otros países oprimidos como un proceso de dos etapas. La primera etapa es la revolución de nueva democracia. Esta revolución une a todos los que se puedan unir para expulsar al imperialismo y derrocar al feudalismo y al semifeudalismo y a la clase capitalista burocrática y al sistema de estado dependiente del imperialismo y al servicio de él. Hay que llevar a cabo importantes tareas democráticas en esta primera etapa, especialmente la reforma agraria basada en la consigna “la tierra para quien la trabaja”, así como otras demandas como acabar con la opresión de las minorías nacionales y de las mujeres. Aunque estas demandas típicamente aparecen en el contexto de la revolución democrática burguesa**, y tienen el potencial de abrir la puerta al desarrollo capitalista, Mao dijo que si se librara la lucha como parte de la revolución comunista mundial, y específicamente si el nuevo estado creado por la revolución fuera una forma de poder político revolucionario dirigido por el proletariado mientras que se uniera con el campesinado, con una concepción y programa para avanzar relativamente rápidamente al socialismo, tal revolución también podría abrir la puerta a la transición socialista al comunismo. Mao analizó que en su primera etapa, tal revolución podía y debía unirse con sectores de los capitalistas así como los sectores educados opuestos a la dominación imperialista.
En oposición a algunos en el Partido Comunista de China, Mao sostenía muy firmemente que el proletariado tuviera que dirigir el proceso revolucionario general y llevarlo a cabo desde el principio con una clara concepción estratégica del socialismo y del comunismo. Así que si bien la revolución pasa por etapas específicas, es importante ver que es un proceso unificado que se orienta con un hilo rojo que recorre el proceso entero, guiado por el punto de vista, la ideología y la política del proletariado y su objetivo de un mundo comunista.
Guerra y victoria
Después de la Gran Marcha, Mao y sus tropas establecieron una base de apoyo en Yenán donde reconstruyeron el Ejército Rojo y el partido con el propósito no solamente de expulsar a Japón, sino derrotar al KMT y conquistar el poder nacional.
Miles de campesinos, obreros e intelectuales fueron a Yenán donde se estaban sembrando las semillas de una nueva sociedad socialista y se formaron grupos revolucionarios en torno a diversos aspectos de la vida. Había asociaciones de mujeres, jóvenes, campesinos, obreros, niños escolares y ancianos. Aun había una asociación de “holgazanes” que se reunieron para hablar de cómo podían hacerse miembros productivos de la nueva sociedad.
La movilización de las masas se puso a arrancar de raíz la brutalidad y pobreza del feudalismo. Se eliminaron los matrimonios arreglados, la costumbre de fumar el opio, el infanticidio, la esclavitud infantil y la prostitución. El conocimiento científico y revolucionario empezó a desplazar a la religión y superstición. Los terratenientes brutales ya no podían explotar vilmente a la gente (y con la derrota de los japoneses en 1945 y el comienzo de la guerra civil, se repartieron las tierras entre muchos campesinos que las trabajaban).
Entre los artistas e intelectuales de las ciudades grandes que fueron a Yenán estaba Chiang Ching, quien se afilió al partido en 1933 y llegó a Yenán en 1937. Enseñó arte en la Academia de Arte que se había establecido en Yenán y se afilió a los equipos de propaganda que fueron al campo para montar piezas teatrales para los campesinos. Mao tenía mucho interés en los escritores, poetas y artistas y apreció el papel que juega la cultura en moldear la opinión pública en la sociedad. Asistía a obras de teatro, conciertos y danzas en la academia. Conoció a Chiang Ching; se enamoraron y se casaron en 1939.
A algunos periodistas occidentales como Edgar Snow y Anna Louise Strong que fueron a Yenán les llamaba la atención la conexión que Mao tenía con la gente, su energía y el nivel elevado de su filosofía. Un historiador escribió: “Hay muchas fotos de Mao, en pantalones parchados, chaquetas gastadas y holgadas, con los bolsillos siempre abultados con libros y papeles. También hay muchos recuerdos de las largas entrevistas con él, a veces de toda la noche, de su pasión infatigable de explicar los pormenores más pequeños. Participaba en las fiestas, se reía de las piezas teatrales, en las fotos solía intentar no ocupar el centro del cuadro. Anna Louise Strong nos dejó un precioso cuadro de palabras de Mao bailando a su propio ritmo, y no es un buen baila’or, de niños que entran y salen corriendo de la cueva en que trabajaba. Tenía una especie de alegría pícara e infantil, pero puede convertirse en seriedad severa en un segundo…. Al hablar, tiene una manera de presentar un tema muy complejo para que pueda entenderlo incluso un hombre sin educación. Nunca habla por encima del nivel del público pero tampoco lo trata con condescendencia. Hay un flujo real de intimidad entre él y el pueblo. Parece estar siempre en contacto” (Han Suyin, El diluvio de la mañana).
Yenán se volvió un centro de un movimiento que se pusiera a extenderse y expandir las zonas liberadas por toda China. En 1945, había 19 bases rojas en nueve provincias, y en el territorio bajo la administración de los comunistas vivían unos 100 millones de personas.
En 1945, por fin derrotaron a los japoneses. De inmediato, Estados Unidos, que no había atacado a los comunistas mientras que luchaban contra Japón, cambió de tácticas. Hizo todo lo que pudiera para ayudar al KMT a derrotar a los comunistas. Envió a 90.000 marines yanquis para ocupar a ciudades importantes y proteger puertos, aeropuertos, centros de comunicaciones, minas de carbón y las vías ferroviarias para el KMT. Los asesores yanquis entrenaron a los oficiales del KMT y Estados Unidos le dio armas y vehículos modernos a Chiang Kai-shek. En los siguientes dos años, Chiang recibiría de Estados Unidos equipo y préstamos por valor de 1.5 mil millones de dólares (o aprox. 13 mil millones de los dólares de hoy). Pero el Ejército Popular de Liberación se impuso y en la primera mitad de 1949 derrotó a casi medio millón de tropas del KMT. El gobierno de Chiang Kai-shek se derrumbó en abril y el Ejército Popular de Liberación capturó otras ciudades importantes en los meses siguientes.
Una nueva China socialista
El primero de octubre de 1949, Mao, de pie en la Plaza Tienanmen de Beijing, anunció la formación de la República Popular de China. Habló ante una multitud de millones y declaró: “¡El pueblo chino se ha puesto en pie!”
Mao había dirigido al pueblo chino en 20 años de lucha armada para derrocar a sus opresores y expulsar al imperialismo extranjero. Ahora, el pueblo tenía el poder para construir el socialismo, como una sociedad de transición con el objetivo de un mundo comunista libre de clases y de todas las relaciones e ideas opresivas que acompañan una sociedad de clases.
En ese día histórico, Mao compartió la alegría y celebración del pueblo, pero también entendía, como ha señalado, que: “La revolución china es grandiosa, pero después de su victoria, el camino será aún largo y nuestra tarea aún más grandiosa y ardua”.
*La “revolución democrática burguesa” se refiere al derrocamiento del feudalismo por la clase capitalista, que suele incluir ciertas reformas democráticas. Por ejemplo, la Revolución Estadounidense o la Revolución Francesa. Un análisis más cabal de cómo esas revoluciones amplían las relaciones de explotación capitalistas y cómo las demandas e ideales de esas revoluciones reflejan, en lo fundamental, estas relaciones explotadoras, se halla en tres obras de Bob Avakian: Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr? (hay pasajes en español) y el libro Dictadura y democracia, y la transición socialista al comunismo, así como el folleto (en inglés) El comunismo y la democracia jeffersoniana. [back]
Próximamente, parte 2: Los enormes logros de la revolución china una vez en el poder, y por qué y cómo fue derrotada, y el capitalismo restaurado
Lecturas recomendadas sobre Mao Tsetung de estos años de la historia de China: Red Star Over China, de Edgar Snow A la venta en amazon.com, Libros Revolución y muchas librerías grandes. |
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