Revolución #147, 16 de noviembre de 2008
Estados Unidos en Afganistán:
Una guerra por imperio, y no una “guerra buena” convertida en mala
Parte 3: Una pesadilla para el pueblo
El lunes 3 de noviembre, mientras que mucha gente en Estados Unidos se preparaba para celebrar el posible triunfo electoral de Obama, la pequeña aldea de Wech Baghtu del sur de Afganistán se preparaba para su propia celebración: de una boda. Pero esta se convirtió en un horror cuando un proyectil estadounidense cayó sobre la fiesta y masacró a al menos 60 personas, principalmente civiles, con mujeres y niños.
“Tenía a mi hijo lesionado en los brazos, aquí mismo, sangrando”, le dijo el padre de la novia a la agencia noticiosa AFP. “Murió anoche. Perdí a dos hijos, dos nietos, un sobrino, mi madre y un primo”.
Tres días después, otro ataque aéreo yanqui dejó 20 muertes más en la provincia de Badghis. “Los norteamericanos bombardean constantemente los hogares de civiles”, dijo el integrante del consejo provincial Mohammad Tawakil Khan. El bombardeo de su hogar dejó dos hijos y un nieto muertos.
Al día siguiente, un bombardeo yanqui dejó de 10 a 13 muertos en una aldea en el norte de Waziristán en el oeste de Pakistán colindante con Afganistán, que fue el quintodécimo ataque semejante en los últimos dos meses.
Estas son las últimas atrocidades de la escalada de la guerra yanqui en Afganistán. Un bombardeo del 6 de julio dejó 47 muertos en una fiesta de bodas cerca de la aldea de Kacu y uno del 22 de agosto masacró a más de 90 civiles en Azizabad.
Estos ataques aéreos yanquis sobre fiestas de bodas han sido una característica de la actual ocupación, pues los ocupantes consideran como hostil en sí a cualquier gran reunión de afganistaníes.
Según Human Rights Watch (8 de septiembre), los ataques aéreos yanquis y de la OTAN se triplicaron en 2007 en comparación con 2006, con la muerte de 321 civiles en 22 bombardeos y cientos más de lesionados.
Es probable que el saldo de muertes por parte de Estados Unidos sea mucho mayor. En 2007, la OTAN informó que mató a seis mil “talibanes”. La Associated Press informa que han muerto más de 4.200 en 2008, que las autoridades de Afganistán y del occidente los han tachado en su mayoría de “militantes” (por tanto les consideran blancos legítimos, o sea, que no son “civiles”). Pero estas autoridades constantemente han mentido y ocultado estas atrocidades de Estados Unidos y la OTAN, así que es posible que estos miles de personas también fueran civiles. Por ejemplo, durante los días después de la masacre de civiles de agosto en la aldea de Azizabad, las autoridades yanquis decían que el saldo de muertes fue mucho menos de lo que los aldeanos y los reporteros habían contado. (Ver, Glenn Greenwald, “The Government, the Media and Afghanistan”, Salon.com, 11 de septiembre de 2008).
La mentira más grande: Afganistán es la “guerra buena”
Desde el principio, estas atrocidades han sido producto y manifestación del carácter imperialista, antipopular e injusto de la guerra yanqui en Afganistán. Pero eso NO es lo que los gobernantes yanquis quieren que creamos: que es una “respuesta justificada” al 11 de septiembre a fin de “proteger a norteamericanos”.
Como hemos documentado en este reportaje, el gobierno de Bush concibió la guerra y ocupación yanqui de Afganistán y luego de Irak como las salvas iniciales de una guerra ilimitada por un imperio mayor, disfrazada de una “guerra contra el terror”. Desde el comienzo, ha tenido por objeto derrotar a las corrientes y grupos fundamentalistas islámicos reaccionarios que representa un emergente obstáculo a la hegemonía yanqui (y los ataques del 11 de septiembre les dejaron en claro la magnitud de esa amenaza a los gobernantes yanquis), derrocar a los gobiernos que no están completamente bajo el control yanqui y reestructurar las regiones del Medio Oriente y Asia Central a fin de profundizar la dominación yanqui. Los voceros del régimen de Bush hablaban de “secar el pantano”, o sea, tener en la mira a regiones enteras donde viven decenas de millones de personas.
Todo esto tiene el propósito largoplacista de controlar más profundamente importantes recursos y rutas de transporte del suministro de energéticos estratégicos y establecer nuevas bases militares y puentes de playa como parte de un plan consciente de forjar un imperio global sin rival. Afganistán ha sido solamente un frente de esta guerra global y regional. La guerra y ocupación de Irak no fue una “desviación” pero, al igual que la invasión de Afganistán, ha sido parte de una estrategia general del imperio mayor estadounidense.
Estados Unidos utiliza y fortalece
a opresores reaccionarios
Antes de la invasión yanqui, la vida de la población de Afganistán era un infierno bajo el gobierno del Talibán fundamentalista islámico. Este imponía las restricciones religiosas reaccionarias y las asfixiantes relaciones sociales bajo la pena de muerte, con un salvajismo que se grabó en la memoria colectiva del mundo mediante los apedreamientos en los estadios contra las mujeres acusadas de “delitos” como el adulterio. Además, el Talibán impuso unas relaciones económicas feudales que mantenían a los campesinos en grilletes y empobrecidos. Si bien en ocasiones su agenda entraba en fuerte conflicto con aquella de Estados Unidos, en lo fundamental el Talibán no se oponía a la dominación general de Afganistán por el imperialismo. De hecho, había estado muy dispuesto a hacer tratos con Estados Unidos acerca de los oleoductos y en otros frentes.
Estas fuerzas fundamentalistas islámicas reaccionarias se oponen a algunas medidas y políticas del imperialismo estadounidense y representan un creciente polo de oposición a la dominación estadounidense del Medio Oriente. Pero no traen nada bueno en absoluto estas fuerzas que representan las relaciones sociales y económicas anticuadas y reaccionarias y siguen imponiendo horrores sobre la población.
Después del 11 de septiembre de 2001, el gobierno del Talibán de Afganistán no se volvió intolerable para los imperialistas yanquis debido a su naturaleza completamente reaccionaria y a todos los horrores que trae para la población de Afganistán. De hecho, un factor que contribuyó al ascenso del Talibán y de otras fuerzas fundamentalistas islámicas fueron el apoyo económico, de organización y militar proporcionado al Mujaidín Islámico de parte de Estados Unidos y Arabia Saudita (en muchas ocasiones mediante los servicios de inteligencia paquistaníes) en sus combates contra la Unión Soviética en los años 80 en que Estados Unidos buscaba vencer a una potencia imperial rival y obtener un mayor control sobre la región del Medio Oriente y Asia Central. Además, Estados Unidos apoyó directamente al gobierno del Talibán durante una parte de los años 90. La decisión del gobierno yanqui de invadir a Afganistán no tuvo nada que ver con la naturaleza teocrática y reaccionaria del Talibán, que principalmente representaba a ciertos sectores de las clases feudales y las tribus de la más grande nacionalidad del país, los pashtos. La invasión y ocupación yanqui de Afganistán de 2001 y su derrocamiento del régimen del Talibán no tenían por objeto llevar la democracia y la liberación al pueblo de Afganistán, sino derrotar al fundamentalismo islámico y dominar y controlar directamente a Afganistán en beneficio de la agenda imperial de Estados Unidos. Esta es una injusta guerra de agresión, un crimen de guerra, y Estados Unidos y las fuerzas de la OTAN siguen trabajando para imponer esta agenda a bala mediante una brutal y sanguinaria ocupación que tiene en la mira al Talibán y al pueblo de Afganistán.
No es una “democracia”
sino un régimen títere
de odiados reaccionarios
Esta injusta brutalidad de la ocupación yanqui se manifiesta en las fuerzas de Afganistán en que Estados Unidos confió, apuntaló y utilizó para formar un régimen títere después de la invasión, en beneficio de sus objetivos. Son los mismos odiados terratenientes, comandantes de milicias y jefes tribales y feudales que han estado atormentando a la población del país décadas tras décadas, quienes representan e imponen las relaciones feudales tradicionales muy opresivas que han hecho de la vida un infierno para la población.
En un infame incidente, los sanguinarios combatientes de la “Alianza del Norte” encerraron en contenedores de carga a cientos de personas sindicadas de ser partidarios del Talibán (en muchos casos porque eran del grupo étnico pashto) y los mataron por asfixia. Estas son las fuerzas en que Estados Unidos ha confiado para imponer la ocupación. Hoy, estos mismos aliados de Estados Unidos son responsables de extensos crímenes de guerra y la muerte de “prisioneros del Talibán” los cuales un informe de 2005 de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán documenta. Este informe menciona 800 casos de maltrato de detenidos de parte de las fuerzas estadounidenses en unas 30 bases del campo de batalla y denuncia a la CIA por operar centros de detención clandestinos con “presos fantasma” (los cuales no cuentan con derechos bajo la ley ni acceso a un defensor y de quienes la Cruz Roja Internacional probablemente no reciba informes ni que esta los visite.)
El continuo trato opresivo de las mujeres es otro ejemplo de la naturaleza de la ocupación estadounidense. El Régimen de Bush utilizó el trato bárbaro y horroroso de las mujeres bajo el Talibán como parte de la justificación de la invasión yanqui con su promesa de libertad para las mujeres. Pero hoy, después de siete años de ocupación yanqui, las mujeres afganis siguen presas de las relaciones tradicionales opresivas y violentas y de las reglas islámicas, a pesar de unos cambios superficiales de los derechos legales formales de las mujeres.
En octubre de 2007, la Organización Democrática Nacional de Refugiados en Europa dijo: “La situación de las mujeres ha deteriorado y a cientos de miles de muchachas y mujeres no se les permiten estudiar ni trabajar, y están confinadas dentro de las paredes de su casa”.
Cada 30 minutos, una mujer afgani muere en el parto; el 87% de las mujeres afganis son analfabetas; solamente el 30% de las muchachas tienen acceso a educación en Afganistán; una de cada tres mujeres afganis padece violencia física, psicológica o sexual; del 70 al 80% de las mujeres viven en casamientos obligatorios en Afganistán; los casos de inmolación están en auge. (http://www.afghan-web.com/woman/)
El Departamento del Estado yanqui alega que Estados Unidos, junto con la ONU, el Banco Mundial y otros organismos internacionales (dominados y controlados por el imperialismo norteamericano), “han ayudado en muchos diferentes proyectos humanitarios y de desarrollo a través de Afganistán desde la caída del Talibán en 2001”. (website del Departamento del Estado sobre Afganistán, http://www.state.gov/p/sca/ci/af/)
Pero en realidad, los objetivos imperialistas de Estados Unidos, la guerra injusta que está librando y los reaccionarios con quienes se ha aliado han asegurado que Afganistán siga siendo un país extremadamente atrasado y desesperadamente pobre, donde la vida está empeorando, y no mejorando.
Por ejemplo, la producción de opio. Cuando Estados Unidos invadió a Afganistán en 2001, el reaccionario Talibán había parado la producción de amapolas de opio. Hoy, después de siete años de ocupación yanqui, la producción del opio de Afganistán representa el 90% de la producción mundial y es la tercera parte del PIB (producto interno bruto) afgani. ¿Por qué? En buena parte, porque los caudillos reaccionarios aliados de Estados Unidos se benefician del dinero de las drogas y dependen de él para mantenerse en el poder. (Eric Margolis escribe: “Washington canceló los esfuerzos de la DEA para combatir el comercio afgani de drogas por miedo a poner en peligro la base de poder del antiguo ‘activo’ de la CIA, el presidente Hamid Karzai. El hermano de Karzai, Ahmed Wali, y los otros partidarios más importantes del régimen instalado por Estados Unidos están involucrados hasta cierto punto en el comercio de la heroína” [Huffington Post, 15 de octubre de 2008].)
Las condiciones de vida del país bajo la ocupación yanqui están entre las peores del planeta. Las estadísticas, espeluznantes. La realidad que describen, difícil de imaginar. Afganistán es el país número 174 (de 178) en cuanto a la pobreza según el Índice del Desarrollo Humano de la ONU. Desde 2003, la esperanza de vida ha caído a 43.1 años, y el nivel de la alfabetización de los adultos ha caído al 23.5%.
Según el imperialista Banco Mundial, el PIB de Afganistán de 2007 fue de solamente $11.6 mil millones, menos que Estados Unidos gasta por tres portaaviones de la clase Nimitz. El hambre está generalizada y va en aumento. “Se considera que hasta el 70% de los aproximados 26.6 millones de habitantes de Afganistán se hallan en una condición insegura relativa a la alimentación según la Organización de Alimentación y Agricultura de la ONU”, informa el Banco Mundial, “y últimamente millones padecen la inseguridad ‘de alto riesgo’ relativa a la alimentación debido a los altos precios de los alimentos”.
Uno de cada tres niños menores de cinco años de edad está desnutrido y en 2005 (el último año en que se registraron las estadísticas), cada afgani percibió un promedio de $271 al año, o sea, menos de un dólar al día, y el 42% de la población percibe menos del $14 al mes.
La horrible dinámica de las dos fuerzas anticuadas que se refuerzan mutuamente
Dos fuerzas históricamente anticuadas y reaccionarias están en contienda en Afganistán: las fuerzas fundamentalistas islámicas que representan los sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida, contra los sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente.
La brutal ocupación yanqui de Afganistán ha avivado los sentimientos antiyanquis en el Medio Oriente. Dada la falta de una fuerza verdaderamente revolucionaria que pueda dirigir al pueblo a combatir tanto al imperialismo estadounidense como al fundamentalismo islámico reaccionario, mucha gente de Afganistán, por desesperanza, ha acudido al Talibán. Como señala un reciente artículo del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar: “El Talibán y los otros fundamentalistas están sacando provecho del caos y la miseria creados por los ocupantes y el régimen títere. Están librando su propia guerra e imponiendo sus dictados teocráticos medievales sobre más partes del país y de la población, si bien no tienen zonas estables de poder político” (3 de noviembre de 2008, nuestra traducción).
De este modo, la naturaleza reaccionaria de la guerra y ocupación yanqui ha llevado a reforzar y alentar el fundamentalismo islámico reaccionario.
Ahora mismo, unos 40 países mantienen a más de 60.000 soldados en Afganistán bajo el mando estadounidense, entre ellos 33 mil tropas yanquis. Este es el triple del número de efectivos de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán después de la caída del gobierno Talibán en noviembre de 2001. El régimen de Bush planea mandar 8.000 tropas más a Afganistán en enero, mientras un alto general ha pedido 15.000 más, un “aumento” que Obama aprueba. (Hasta este mes, 555 integrantes del ejército estadounidense han muerto en Afganistán, Pakistán y Uzbekistán desde 2001, y los muertos de efectivos militares de este año en Afganistán han alcanzado por lo menos 113, el más alto de la guerra.)
Como ha documentado este reportaje, nada bueno puede resultar o va a resultar de la intensificación de una guerra por imperio injusta y sanguinaria. Muchos, muchos más afganis van a morir. El fundamentalismo islámico reaccionario se va a avivar aún más.
Así que todos aquellos que se opongan a las guerras injustas tienen que intensificar su resistencia ante cualquier intento de Estados Unidos de continuar o intensificar la guerra de Afganistán — AHORA. Darle un nuevo rostro a la guerra, y al imperio, no va a cambiar en absoluto esta situación. Apoyar a Obama y darle “tiempo” quiere decir una pena de muerte para miles de personas de Afganistán, Pakistán y la región.
“Lo que vemos en contienda, con la jihad por un lado y McMundo/McCruzada por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos polos anticuados, acabará fortaleciendo a los dos”. Bob Avakian,
|
Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.