Revolución #148, 23 de noviembre de 2008
Una carta de un lector:
El significado de la amenaza del alcalde de Nueva Orleáns: “Derechito a Angola”
Las tormentas provocadas por la naturaleza, en la forma del huracán Gustav, pasaron sobre Nueva Orleáns con daños mínimos, aunque otras partes de Luisiana y Texas sufrieron mayores estragos. Sin embargo, el daño provocado por las tormentas ideológicas humanas que anularon el veredicto justo del pueblo y culparon a los oprimidos por su opresión, sigue siendo muy real.
El mismito día del entierro de las últimas 81 personas no identificadas muertas tras el huracán Katrina hace tres años, el alcalde de Nueva Orleáns Ray Nagin, en palabras de la revista Newsweek, les dejó “un mensaje en particular para los posibles saqueadores”: “‘Esta vez no saldrán como si nada’. A los detenidos no los enviarán a una simple cárcel del distrito, sino al infame penal estatal de Angola. Nagin dijo: ‘Quiero dejar esto en claro, para que todo posible saqueador lo entienda. Irás derechito al penal Angola y que Dios te bendiga cuando llegues’”.
Esa declaración viene tan cargada de suposiciones falsas y reaccionarias y amenazas directas, que desmenuzarla requiere un esfuerzo.
Para empezar: ¿Quiénes son los verdaderos criminales que causan los horrores que la gente de Nueva Orleáns sufrió hace tres años? Nagin no dijo que iba a mandar a Angola a George Bush o al ex-jefe de la FEMA Michael Brown (¿recuérdense del comentario infame de Bush: “Brownie, estás haciendo un trabajo magnífico”?) No dijo que iba a mandar ahí a los miembros del Congreso o del Cuerpo de Ingenieros del Ejército que se negaron a financiar y apuntalar los diques para resistir el largamente esperado huracán de categoría cuatro o cinco. Tampoco a los sheriffs de Gretna que dispararon por encima de la cabeza a la gente que buscaba un lugar seguro contra la crecida de las aguas sucias; al parecer, eso fue un acto legítimo para proteger los valores de propiedad contra “esa gentuza”. Nagin no se entregó para irse a Angola él mismo, en vista de que no hizo preparativos para evacuar a los que no tenían coche e hizo estacionar los camiones escolares en zonas bajas donde pronto se inundaron.
No, señores, Nagin amenazó a los “saqueadores”. La gente que día tras día rebuscaba desesperadamente para hallar comida, agua y pañales mientras las aguas subían, y tenía que hacerse frente a los elementos armados de la Guardia Nacional y a los mercenarios de Blackwater (traídos por avión de la noche a la mañana desde Irak) que recorrían las calles amenazándola y disparándola. Vi a Oprah, que entrevistaba a un joven en las calles de Nueva Orleáns. Ella lo acusó de “requisar” un bote y él contestó, diciendo en esencia: Sí, requisé un bote. Y salvé a 200 personas. No me arrepiento de nada.
Nagin no estaba solo en dictar el veredicto de que el verdadero problema en Nueva Orleáns tras la devastación de Katrina fueron las masas de gente que vivían en los techos por tres o cuatro días, o que se apiñaron en el Superdomo como si se tratara de esclavos bajo cubierta de un barco negrero. El 13 de agosto de 2008, solo dos semanas antes de que Gustav tocara tierra, un juez anuló todas las acusaciones de homicidio en primer grado e intento de homicidio contra los siete policías que mataron a balazos a dos hombres negros e hirieron a otros cuatro; las víctimas, que no portaban armas, habían cruzado el puente Danzinger el 4 de septiembre de 2005 para comprar comida en una tienda. El hecho de que se acusaron a los policías de homicidio en primer grado, un delito que traía la posibilidad de la pena de muerte, demuestra el profundo sentir de que el pueblo tenía la razón, pues el mundo entero miraba horrorizado mientras el régimen de Bush y las autoridades municipales y estatales rehusaron salvar y proteger a la gente y, al contrario, soltó el poderío armado del estado en su contra.
Esta vez, al mirar el reportaje televisivo sobre Gustav, vi que de nuevo los Humvees iban a toda velocidad por las calles vacías, repletos de soldados de la Guardia Nacional que blandían armas, mientras los reporteros de la red MSNBC comentaron que se iba a considerar como saqueador a cualquier persona arrestada en violación del toque de queda. No vi a nadie, ni Nagin ni los medios de comunicación, que mencionara el “debido proceso judicial” –nada sobre juicios, nada sobre el hábeas corpus—solo una letanía repetida de “Irás derechito a Angola”.
El penal Angola: Un rincón especial del infierno sobre la tierra
Entonces, ¿qué quiere decir “derechito a Angola”? ¿Qué tipo de lenguaje cifrado es este, y por qué Nagin terminó diciendo sarcásticamente “que Dios te bendiga cuando llegues”? Dijo eso porque el penal Angola es un rincón especial del infierno sobre la tierra, en particular para los negros, y es una concentración de lo que significa ser negro en Luisiana y en este país en general.
Recomiendo leer la entrevista a David Blackmon, el autor de Slavery By Another Name [La esclavitud con otro nombre], publicada en dos partes en #133 y #134 del periódico Revolución. Pinta un cuadro vívido de la historia poco conocida del crecimiento económico del Sur tras la guerra de Secesión mediante el trabajo forzado y sin pago de los hombres negros, en la forma de cuadrillas de presos que trabajaban en los caminos, la industria y la agricultura. Todo eso tenía dos propósitos: acumular riqueza para la transformación económica del Sur, y reprimir y atemorizar a los esclavos recién liberados, pues la opresión sistemática de los negros y las ideas racistas que la respaldaban, forjadas durante la esclavitud, adquirieron nuevos matices y se reforzaron para ajustarse a las nuevas condiciones. Blackmon describe ese proceso: “[L]o que empezó a suceder en el Sur, particularmente después de que las tropas fueron retiradas en 1877... los legisladores de cada uno de los estados promulgaron leyes para criminalizar la vida de los negros. Estos se vieron en una situación en que era imposible no estar en violación de una leve infracción casi en todo momento. La infracción aplicada más frecuentemente era cuando no se podía probar empleo. De modo que se usaron las leyes contra el vagabundeo para encarcelar a miles de negros, al mismo tiempo que miles de blancos que pudieron ser arrestados por el mismo motivo no lo fueron sino raramente. Una vez bajo detención, el sistema jurídico había sido reestructurado de tal manera de coaccionar a grandes grupos de hombres a trabajar en empresas comerciales en trabajados forzados con la venia del sistema jurídico”.
Los tres penales más infames del Sur, donde obligaron a los hombres negros a una “esclavitud con otro nombre”, eran Atmore en Alabama, Parchman en Misisipí y Angola en Luisiana. Hoy, aunque han cambiado en ciertos aspectos, cumplen una función muy similar.
Antes de la guerra de Secesión, las prisiones del Sur servían principalmente para detener a deudores blancos, pues a los esclavos negros sus dueños los golpearon, los azotaron y los mataron a su discreción. En Luisiana, el sistema penal cambió en 1869 cuando un ex oficial del ejército Confederado, el mayor Samuel Lawrence James, arrendó Angola, consolidando varias plantaciones que cubrían unas 3.500 hectáreas del suroeste del estado, y las convirtió en un negocio para ofrecer el trabajo de presos. Las habitaciones de los esclavos se convirtieron en celdas y unos de los primeros guardias eran ex-soldados confederados. Muchos presos murieron después de unos pocos años, por las golpizas o el hambre. Como los ex-esclavos ya no generaban ganancias como propiedad humana, era más rentable hacerles trabajar hasta la muerte y luego reemplazarlos con otros. Los presos cosechaban algodón, trabajaban en agricultura, en las minas, la tala, y construían y reparaban los diques del río Misisipí. El informe anual de 1901 del sistema penal estatal de Luisiana dijo que 732 presos murieron en Angola de 1894 a 1901, o sea, más o menos 100 muertes al año.
En 1901, poco después de la muerte del mayor James, el estado tomó posesión del penal, pero muy poco cambió. Las condiciones incesantemente brutales, los presos de confianza convertidos en guardias con privilegios y armas para atemorizar a los demás, y los muchos asesinatos de presos a manos de los guardias: todo eso le dio a Angola la fama de ser el penal más sanguinario del país. En una protesta contra sus condiciones en 1952, 31 presos de Angola se cortaron el talón de Aquilés, una forma irreversible de automutilación que les hizo inservibles para sus atormentadores.
Para 1969, cien años después de su fundación, el Penal Estatal de Angola (nombrado así por la región de África que era el lugar de origen de muchos de los esclavos) se expandió a 7.285 hectáreas, pero conservó varias características de su pasado. Fue, de plano, una plantación, con relaciones sociales y del poder propios de la época de la esclavitud, y al menos el 75% de los presos eran negros. Otro rasgo fue una forma truculenta de esclavitud sexual, en que se vendían a los nuevos presos que llegaban al penal. Con más frecuencia, los presos venían ahora de los crecientes centros urbanos y cumplían sus penas lejos del apoyo de su familia y su comunidad.
Incluso hoy día, los presos de Angola trabajan la tierra, cosechando soya, maíz y trigo, y pizcando algodón. Muchos presos han comentado que sería más eficaz hacerlo hoy con maquinaria agrícola; sin embargo, cada mañana les obligan a ir al campo para trabajar, muchas veces por 17 horas al día y 65 horas la semana, agachados en labores a mano por dos a cuatro centavos la hora. Es otra ironía amarga que la mitad de ese sueldo se retiene en una cuenta para cuando salgan libres. Pero las normas de sentencia dictan que la mayoría de los presos jamás regresarán a casa. Cathy Fontenot, la subdirectora de Angola, calcula que el 97% de los presos actuales morirá en prisión.
Los 3 de Angola
A principios de los años 70, el Partido Pantera Negra se formó en Nueva Orleáns y en unos meses, la policía ya lo había atacado con saña y realizado 24 arrestos por delitos graves. Durante ese período intenso, tres jóvenes presos negros se unieron al Partido Pantera Negra y dirigieron protestas en Angola contra las condiciones ahí. Esos presos, llamados los 3 de Angola, pasaron más de 30 años en aislamiento, un récord para Estados Unidos, aunque no sabemos todavía cuántos años y qué tipos de tormento les esperan a los muchos presos que ahora están en aislamiento en las cárceles Supermax y otras unidades de aislamiento del sistema penal del país. A Robert “King” Wilkerson, que se integró al Partido Pantera Negra en la cárcel del distrito de Orleáns, se le mandó al aislamiento poco después de que llegó a Angola, acusado de un homicidio que ocurrió en la cárcel de Angola antes de su llegada. Lo pusieron en libertad en 2001. Los otros dos pasaron 36 años en aislamiento por matar a un guardia del penal, y ese año se los transfirieron a la unidad de seguridad máxima. En noviembre de 2006, la comisión judicial estatal recomendó, en una insólita decisión de 27 páginas, que se anulara la condena a Herman Wallace debido a la mala conducta del fiscal. En julio de 2008, la condena a Albert Woodfox se anuló por la misma razón, pero la fiscalía de Luisiana está decidida que se quede en prisión de por vida y quiere procesarlo por una tercera vez.
La experiencia de los 3 de Angola y de sus compañeros presos “en la Granja” es ampliamente conocida entre los jóvenes de los barrios pobres de Nueva Orleáns y los otros 11 distritos urbanos que alimentan continuamente el penal de 5.000 presos. Luisiana tiene un mayor porcentaje de la población en la cárcel que cualquier otro estado, en un país que tiene la mayor población carcelaria del mundo. Esos presos son parte de los 2.3 millones de personas de Estados Unidos, la mayoría negra o latina, que forman las generaciones de jóvenes oprimidos que no tienen ningún futuro que no sea la muerte o la cárcel; son parte del uno de cada 32 adultos que está en la cárcel, en libertad condicional o en libertad supervisada (según información de la Agencia de Estadísticas Carcelarias para 2005). ¡Cómo hace pensar en los ex esclavos obligados a cumplir trabajos forzados al no poder demostrar que “estaban bajo el control y la protección de un blanco”!
Las personas a quienes el alcalde Nagin les dirigió su amenaza saben exactamente qué significa “Irás derechito a Angola”.
*“Slavery Haunts America’s Plantation Prisons”, de Maya Schenwar, 28 de agosto de 2008, http://www.truthout.org/article/slavery-haunts-americas-plantation-prisons.
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