Revolución #148, 23 de noviembre de 2008
Hacer la revolución en Estados Unidos
Parte 1
El 26 de octubre, oradores del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, dieron presentaciones en Nueva York y Los Ángeles sobre “Hacer la revolución en Estados Unidos”. Próximamente Revolución colocará el texto íntegro del discurso en su portal (revcom.us) y lo publicará por entregas en el periódico. Se revisó levemente en preparación para su publicación.
Comencemos con las cuatro preguntas que se plantearon en el anuncio de esta presentación.
¿Necesitamos una revolución y una sociedad radicalmente diferente? Lo que ocurre cada día —lo que le hace a la gente este sistema día tras día aquí y en todo el mundo— clama: SÍ.
¿Es posible una revolución en un país como Estados Unidos?
SÍ, LA ES.
¿Hay verdaderamente una estrategia y un método para abordar cómo hacer tal revolución? SÍ, LOS HAY.
¿Hay un grupo que está organizado partiendo de esa estrategia y ese método, que está trabajando por tal revolución, y que podría dirigir esa revolución cuando llegue la hora? DE NUEVO, SÍ.
Por estas preguntas es que ustedes están aquí hoy. Así que vamos al grano para contestarlas.
Primero, ¿es cierto que necesitamos una revolución y una sociedad radicalmente diferente?
Nuestro partido, y en especial nuestro presidente, Bob Avakian, han dado muchos discursos y escrito muchos textos que tratan la necesidad de la revolución. En un reciente número especial de nuestro periódico, Revolución, titulado “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos”, tratamos de nuevo este tema.
Mostramos cómo este sistema —o sea, este sistema del capitalismo— surgió primero en Europa mediante el destierro violento de los campesinos con la respectiva separación de sus medios de vida y muchas veces a costa de su propia vida, y su transformación en los primeros elementos de la clase obrera moderna — es decir el proletariado. Mostramos que posteriormente el capitalismo llegó a las Américas, del sur y del norte, y exterminó a decenas de millones de indígenas y les robó sus tierras. Mostramos a su vez cómo el mismo capitalismo fue a África y raptó a más de diez millones de personas, las metió en la esclavitud y mató a un sinnúmero más. Y cómo el capitalismo en Estados Unidos se desarrolló y se cebó de la esclavitud. Y luego estos capitalistas traicionaron los grandes sacrificios hechos por los ex esclavos y por otras personas, en la guerra de Secesión y la Reconstrucción, prometiendo la emancipación, pero al final solamente cambiaron las formas en que explotaban y oprimían al pueblo negro.
Mostramos cómo esta traición constituyó una parte crucial de los cimientos de todo un sistema de explotación y saqueo del mundo: el imperialismo-capitalismo. Todas las semanas en nuestro periódico, mostramos cómo el imperialismo ha ordenado la muerte de decenas de millones de personas en todo el mundo en guerras coloniales y guerras mundiales, hasta hoy en Irak, Afganistán y quién sabe cuál país será el siguiente. Hemos mostrado lo que todo esto significa para los habitantes de todo el mundo —el hambre, la brutal explotación y aun la esclavitud abierta—, como ilustramos en un número reciente de nuestro periódico, los niños de apenas seis años de edad en la India tienen las manos ensangrentadas de tanto coser etiquetas para productos que dicen “No se utilizó el trabajo de niños para fabricar este producto”.
Casi todas las semanas en nuestro periódico mostramos cómo el capitalismo tomó y modificó la opresión patriarcal de la mujer y cómo este sistema sigue sometiendo a la mitad de la humanidad, oprimiéndolas en cada momento — mientras ofrece al hombre el nocivo privilegio de ser un pequeño opresor y tirano en el hogar, las relaciones y en la calle.
Espero que hayan leído nuestra cobertura de la locura financiera de hoy — cómo el capitalismo ha tomado algo tan básico como la necesidad de vivienda del pueblo y la ha convertido en un objeto de especulación parásita. Hoy millones de personas han perdido sus hogares por los que pasaron la vida trabajando, y millones más podrían correr la misma suerte mañana, la semana entrante o el otro año. Además, está la dura ironía de que muchas de las mismas personas que hoy se han visto obligadas a vivir en la calle y en albergues son los trabajadores de la construcción que, en otro sistema, podrían hacer uso de sus destrezas para construir vivienda digna para seres humanos. Bajo el capitalismo, no se puede hacer nada a menos que sirva a la mayor acumulación del capital y los intereses políticos de la clase dominante capitalista. Esta necesidad fundamental representa una barrera entre el trabajo que la sociedad necesita y las masas que podrían hacerlo.
Veamos el planeta, que se está muriendo de asfixia del veneno y contaminación generados por la loca lógica de las “ganancias ante todo”. Veamos a los maestros, trabajadores de salud y otros que se dedican a ayudar a las personas. Veamos cómo el sistema les exprime lo que pueda y después las entrampa en la constante frustración y agotamiento emocional. Veamos las ciencias, que tienen los conocimientos para prevenir la muerte sin razón de no solo millones sino cientos de millones o prevenir la vida acortada por la malaria, la diarrea infantil, el SIDA y la diabetes. Pero, repitiendo, hoy eso no conviene a la acumulación del capital y por ende mueren personas.
Se puede decir lo mismo sobre el hambre — hoy la humanidad podría producir, por primera vez en la historia, suficiente comida para dar de comer a todos los habitantes del planeta. Pero la “necesidad fundamental” de la acumulación capitalista constituye una barrera y por tanto no solo millones sino cientos de millones padecen desnutrición y hambre e incluso mueren de hambre — y hoy se está empeorando esta situación a causa de la misma clase de especulación capitalista parásita que causó la crisis de vivienda. En las famosas palabras de Carlos Marx, el fundador del comunismo, el capitalismo vino al mundo cubierto de pies a cabeza de sangre y hoy esa sangre sigue cubriéndolo y la puedes ver por todos lados al salir de este edificio, ocurre en formas aún peores por todo el mundo, y esa sangre seguirá goteando, fluyendo y chorreando mientras exista el capitalismo.
Pero de fondo esto no se trata de personas avaras o malas. Que no me malinterpreten —las personas que manejan este sistema de hecho son avaras, sádicas, monstruosas, horribles, hipócritas y cien cosas más— pero solo son la personificación de un sistema. No existe ningún dios y “él” no creó al hombre a su semejanza. Pero sí existe el capital y este deforma, marca y moldea a las personas de esta sociedad con el punto de vista, las relaciones y los valores de cuidarse del número uno y la competencia despiadada que requiere para su funcionamiento cotidiano. Este es un sistema — un sistema que no es sino la avaricia organizada con el respaldo de la maquinaria de asesinato en masa.
A propósito —o no tanto— que no nos digan que poner a otra persona en el poder para administrar el mismo sistema de avaricia organizada y asesinato en masa vaya a cambiar un ápice la situación. Que no nos digan que si un día permitieran a los presos de Ática, San Quintín u otra de las miles de cárceles que este sistema construye para encerrar a los jóvenes negros y latinos a los que ha descartado y dejado en el olvido, no nos digan que si permitieran que los presos eligieran su celador, estos dejarían de estar enjaulados, que estarían ejerciendo su libertad.
Estamos hablando de un sistema, en cuya base hay un sistema económico. Es un sistema económico en que las masas populares —cientos de millones en todo el mundo— tienen que trabajar en común para crear riqueza. Es un sistema económico en que un puñado relativo de capitalistas toma y controla la riqueza que crean esos cientos de millones de personas. Eso es lo que significa cuando hablamos de “explotación”. Sobre esa base se levanta un sistema político — un sistema político en que esta misma clase de capitalistas monopoliza los instrumentos de fuerza y violencia, o sea, los ejércitos, las cárceles y los policías, con el objeto de reforzar, defender y extender esas relaciones. El dominio político y muchas formas de opresión social sobre la base de la explotación económica —todo eso son la esencia y la realidad de lo que George Bush llama “capitalismo democrático”.
Como señalamos en la Constitución de nuestro partido, lo más cruel de todo eso es: ¡ESTO NO TIENE QUE SER ASÍ! La propia forma en que cientos de millones de personas están reunidos para crear las enormes riquezas del mundo ha sentado las bases para un mundo completamente nuevo. Como explicamos en nuestra Constitución, solo se podría lograr eso mediante una revolución. En ella, explicamos qué haría esta revolución. Cómo este nuevo poder revolucionario arrebataría de inmediato el poder y propiedad a la clase capitalista imperialista. Cómo de inmediato se tomarían medidas para satisfacer las necesidades más apremiantes del pueblo y solucionar lo que los que nos gobiernan hoy dicen son problemas “espinosos” que no se pueden resolver. Cómo este poder sería parte de algo más grande — de una revolución mundial, que lleve a la emancipación general de la humanidad. Cómo esta nueva sociedad tendría mucha efervescencia, disentimiento y debate, y la dirección se ejercería para desencadenar todo eso y en un sentido global guiaría todo eso hacia el objetivo final del comunismo — el objetivo de eliminar toda la explotación, toda forma de dominio político, todas las relaciones sociales opresivas y todas las formas de pensar que acompañan y refuerzan todo eso.
Así que en respuesta a la primera pregunta: SÍ, NECESITAMOS una revolución y tenemos una visión y una concepción de una sociedad radicalmente diferente y mucho mejor.
Continuará.
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