Revolución #150, 14 de diciembre de 2008


La Gran Revolución Cultural Proletaria de China (1966-1976)

 

Foto: asiasociety.org/chinarevo
Juventud, de Zhang Songnan, 1972, uno de los cuatro paneles en carboncillo de los Guardias Rojos que se ponían a construir una nueva sociedad. Esta obra es parte de la exhibición “El arte y la revolución de China” en el museo de la Asia Society, Nueva York.

 

 

 

Durante cientos de años las potencias extranjeras coloniales invadieron y dividieron a China. La mayoría de la población de China fueron campesinos sin tierra, obligados a trabajar para los grandes terratenientes. Padecieron endeudamiento, pobreza, hambre y enfermedades constantes. Los padres de familia vendieron a sus hijos porque no podían darles de comer. En las calles de la ciudad de Shanghai recogieron hasta 25.000 cuerpos al año. Apresaron a cientos de miles de personas y las obligaron a trabajar como peones en las plantaciones y las minas por todo el mundo. Los británicos inundaron a China de opio, convirtiendo a más de 60 millones de chinos en adictos, mientras los capitalistas extranjeros se enriquecieron de este comercio de drogas.

Mao Tsetung y el Partido Comunista de China dirigieron al pueblo chino en 20 años de lucha armada contra todo esto. En 1949 la revolución tomó el poder y expulsó al colonialismo extranjero. Derrocó a los terratenientes feudales y a los grandes capitalistas. Estableció un nuevo gobierno socialista.

 

 

 

Bajo el socialismo se mejoró la vida de la población de manera inmediata y dramática. Nuevas leyes prohibieron los matrimonios arreglados (obligatorios), la venta de niños, el trabajo infantil y el tráfico de drogas. Se lanzaron campañas de alfabetización. Se formaron organizaciones de masas de los campesinos, la juventud, las mujeres, los obreros, los intelectuales y los profesionales. Con la participación de millones de personas, identificaron y llevaron a cabo las transformaciones revolucionarias en cada esfera de la vida. Se organizaron las granjas y las fábricas de modo que redujeron las desigualdades entre ciudad y campo, entre trabajadores y campesinos, entre hombres y mujeres, y entre trabajo intelectual y trabajo manual. A principios de los años 1960 ya había comunas en el campo con un promedio de 20.000 habitantes cada una. De manera cooperativa y comunitaria organizaron comedores, guarderías y grupos aficionados del teatro. Entre 1949 y 1975 la esperanza de vida de la China socialista más que dobló, de unos 32 años a 65 años.

 

 

 

“Cartelones de grandes caracteres”: carteles escritos a mano que las masas colgaron en las paredes de las escuelas, fábricas y barrios por todo el país durante la Revolución Cultural. Constituyeron una increíble expresión de crítica pública a los líderes y las políticas. Como todos tuvieron acceso a esta forma de expresión, ofrecieron una plataforma inmediata para el debate de las masas en gran escala.

 

La visión de Mao del socialismo fue más allá de la alimentación, la ropa y los derechos básicos. Construir el socialismo en China supuso desbrozar y transformar las formas de actuar y las relaciones sociales y económicas antiguas y opresivas entre las personas. Supuso deshacerse de los viejos y opresivos modos de pensar que acompañan todo esto. Supuso avanzar hacia un mundo comunista libre de clases, opresión y explotación.

Pero algunos líderes del Partido Comunista querían llevar a China en la dirección opuesta. Habían luchado en la revolución, queriendo deshacerse de la dominación extranjera y liberar a China. Pero sus miras no fueron más allá de transformar a China en una nación poderosa. Promovieron programas y políticas que reforzaron las relaciones y el pensamiento capitalistas opresivos. Por eso Mao los llamó los “seguidores del camino capitalista”.

Para mediados de los años 1960 el futuro mismo de China estaba en peligro. Mao hizo el análisis precursor de que las clases y la lucha de clases continúan bajo el socialismo. Existe una lucha seria sobre qué tipo de sociedad construir, una capitalista o una socialista. Y el mayor peligro fueron los altos dirigentes del partido comunista y del gobierno que querían volver a introducir el capitalismo. Pero Mao reconoció que simplemente echar a estos dirigentes no resolvería el problema. Buscó una forma de impedir que se diera marcha atrás la revolución: “un medio de movilizar a las amplias masas de manera abierta, en todos los terrenos y de abajo a arriba para exponer nuestro lado oscuro”.

 

 

El objetivo de cerrar las brechas entre campo y ciudad, obrero y campesinos, hombre y mujer, y trabajo intelectual y trabajo manual, incluyó una campaña de alfabetización. Los jóvenes y los mayores por igual aprenden a leer y a escribir estudiando obras políticas en una escuela vespertina organizada en la aldea de Hsiaochinchuang.

 

 

En 1966 Mao lanzó la Gran Revolución Cultural Proletaria: una “revolución dentro de la revolución”. Desató la iniciativa de cientos de millones de personas para discutir, debatir y responsabilizarse de la dirección y el futuro de la sociedad. Los estudiantes criticaron a la autoridad opresiva en las esferas de la educación y la política. Las campesinas se enfrentaron a la tradición feudal. Los obreros se rebelaron contra los dirigentes conservadores del partido. Los intelectuales, artistas y profesionales se dedicaron la vida a “servir al pueblo”.

 

 

 

 

 

Durante la Revolución Cultural, más de un millón de jóvenes del campo y las ciudades recibieron enseñanza básica en medicina y llevaron los servicios médicos muy necesarios a las masas del campo. Estos “médicos descalzos” vivían y trabajaban con la gente común, e incluso trabajaban descalzos en el campo. Por esta, entre otras razones importantes, la esperanza de vida de China subió de 32 años en 1949 a 65 años en 1976.

Mao señaló: el blanco de la Revolución Cultural fueron “aquellos dirigentes seguidores del camino capitalista”. Pero el objetivo estratégico fue “resolver el problema de la concepción del mundo”, para que las masas transformaran su concepción del mundo y transformaran la sociedad, hacia la meta de un mundo comunista.

La Revolución Cultural llevó a cabo logros concretos en los servicios médicos, la educación y las ciencias. Las luchas contra la opresión de las mujeres y de las nacionalidades minoritarias tuvieron importantes avances. Se desarrolló una nueva cultura revolucionaria. Se revolucionaron las relaciones económicas y sociales. Se cuestionaron y transformaron los antiguos modos de pensar opresivos.

 

 

 

 

Cuando Mao murió en 1976, los “seguidores del camino capitalista” en el Partido Comunista de China tomaron el poder. Arrestaron a cientos de miles de personas y asesinaron a miles. Derrocaron el socialismo y restauraron el capitalismo.

Hoy China sigue llamándose socialista y comunista. Pero ha sido un país capitalista por más de 30 años. Esto ha traído sufrimiento y miseria para las masas populares. De nuevo el imperialismo, la explotación capitalista y la opresión feudal atrasada dominan en China. Existe una extrema polarización económica y social, entre ricos y pobres; entre hombres y mujeres; entre los habitantes de las ciudades y aquellos del campo; entre el trabajo intelectual y el manual.

La lección a sacar de todo eso NO es que el socialismo es imposible. La revolución no fracasó; fue derrotada.

 

Mao Tsetung en los años 1960.

Bob Avakian ha sobresalido en su defensa de los formidables logros de la Gran Revolución Cultural Proletaria y en su profundo análisis de las lecciones de esta experiencia en general. Sobre esta base, en muchas dimensiones ha desarrollado más la ciencia del comunismo. Como parte crucial de todo eso, ha hecho más para desarrollar la visión de una futura sociedad emancipadora y ha analizado más profundamente los medios y mecanismos para alcanzarla: el período de transición socialista de la dictadura del proletariado.

El reciente manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, El comunismo: El comienzo de una nueva etapa, lo expresa así: “Si bien ha estudiado profundamente los grandes avances de Mao acerca de la naturaleza de la sociedad socialista como transición al comunismo —y las contradicciones y las luchas que caracterizan esta transición y cuya resolución, en una u otra dirección, determinará si el avance continúa hacia el comunismo o que la situación vuelve hacia atrás al capitalismo—, ha aprendido de esos avances, los ha defendido firmemente y los ha propagado, Bob Avakian ha reconocido y subrayado la necesidad en la sociedad socialista de tener un papel mayor para el disentimiento, de promover más la efervescencia intelectual y de tener un ámbito más amplio para la iniciativa y la creatividad en las artes”. Esta nueva síntesis ha puesto la revolución comunista de vuelta en el escenario; todos y cada uno que anhelan un futuro mejor y verdaderamente liberada tiene que entrarle profundamente a este mayor avance del comunismo.  

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