Revolución #153, 18 de enero de 2009


Asesinato policial prende rebelión en Oakland

¡El pueblo exige justicia para Oscar Grant!

Oakland, California. 1º de enero, el primer día de 2009. Un policía baleó a sangre fría por la espalda a Oscar Grant III, de 22 años de edad, mientras este yacía en el andén del tren de BART.

La chota mató a otro joven negro más. Pero esta vez lo hizo ante decenas de personas, y el incidente quedó grabado en teléfonos celulares y cámaras y rápidamente se difundió por la red.

La policía alega que había respondido a un reporte de un altercado verbal en el tren. La agencia noticiosa AP dijo: “En imágenes borrosas de celular trasmitidas una y otra vez por la red, los oficiales a la fuerza obligan a un hombre negro no armado a tirarse bocabajo en el suelo y lo sujetan en el andén lleno de pasajeros. De repente, un oficial desenfunda su revólver y le pega un tiro mortal por la espalda, y luego levanta la cabeza como si nada” (AP, 9 de enero de 2009).

John Burris, el abogado de la familia de Oscar Grant, que ha entablado una demanda de 25 millones de dólares, dice que los testigos le contaron que los oficiales provocaron a un grupo de jóvenes con palabrotas racistas, entre ellas la palabra “n” (por “nigger”, una palabra requete-despectivo que usan en referencia a las personas negras). Muy pocos medios grandes han mencionado este hecho.

Se realizó el entierro de Oscar seis días después, el 7 de enero. Esa noche, irrumpieron en las calles una justa rebelión por las décadas de furia latente contra la brutalidad policial y asesinatos francos, como el de Oscar. Doscientos cincuenta oficiales trataron de contener a cientos de manifestantes, atacaron con gas lacrimógeno, se abalanzaron sobre los manifestantes y acordonaron manzanas enteras, pero las masas se negaron a retroceder y se reagruparon una y otra vez en una resistencia furiosa que duró horas. Hubo más de cien arrestos.

Mentiras y encubrimiento

Al recorrer los videos del asesinato la red y luego las cadenas televisivas nacionales, de inmediato arrancó el aparato de mentiras, justificaciones y protección de los esbirros armados del sistema.

BART (el sistema de transporte rápido del Área de la Bahía de San Francisco) y el procurador del condado de Alameda (que tenía la autoridad de entablar cargos criminales contra Johannes Mehserle, el oficial que mató a Oscar Grant) prometieron realizar una investigación a fondo. Pero al cierre de esta edición, a once días del asesinato, no han arrestado ni hablar de acusar del asesinato de Oscar Grant, a Mehserle, quien estaba de licencia con paga hasta que se jubilara el 7 de enero.

Los funcionarios de BART han insinuado que es posible que Mehserle “solamente” tuviera la intención de dispararle a Oscar Grant con una pistola Taser, pero que desenfundó el arma equivocada. ¡Tonterías! El que un oficial, adiestrado en armas de fuego, se confundiera entre una pistola Taser ligera de plástico y un revólver automático pesado de acero. No obstante, dispararle a Grant con una pistola Taser aún hubiera sido un caso de brutalidad policial.

Oscar Grant III era aprendiz de carnicero en un supermercado de Oakland y tenía una hija de cuatro años de edad. Su hermana Adreena Grant le dijo a Revolución: “Él cuidaba a mi sobrina. Hacía lo que tenía que hacer. Trabajaba. Nunca rechazó a nadie. Tal vez iba de parranda de vez en cuando, pero era un buen hombre. Siempre cuidó a mamá cuando ella necesitaba ayuda. Jamás le dijo no a nadie y esta situación está mal porque ahora no puede ver nacer a su sobrino. Murió por nada. No hizo nada malo. Siempre hacía lo correcto. Si se topara con una persona desamparada, le daría una lana, comida, lo que necesitara. Nada más quiero algo de justicia. Quiero que ese tipo [el que hizo esto] esté tras rejas, de 25 años a cadena perpetua”.

Dolor, furia, rebelión

El 7 de enero empezó con un dolor entretejido con furia cuando cientos de personas colmaron el entierro de Oscar Grant.

Después del entierro, más de 500 personas protestaron en la estación de Fruitvale de Bart, donde ocurrió el asesinato. Se sentaban y se paraban en los torniquetes con letreros caseros. Después de reunirse en la estación y de que las autoridades la cerraron, los jóvenes de todos los colores emprendieron una marcha de personas de diversas nacionalidades, jóvenes y grandes, al centro. Corearon: “Todos somos Oscar Grant”. “Cuando la gente de Oakland está bajo ataque, ¿qué hacemos? ¡Nos levantamos y contraatacamos!” “Cuando la gente del mundo está bajo ataque, ¿qué hacemos? ¡Nos levantamos y contraatacamos!”

Un informe del noticiero CBS, en SFGate.com, describió la situación que empezó a eso de las 18:30 horas y duró hasta las 23: “Se prendió fuego a un contenedor de basura, los manifestantes hicieron brincar de un lado para otro la patrulla policial.  Unos diez minutos después, vi un bonche de oficiales correr tras alguien en bici. A las 20:09 un carro se voló en llamas… cinco minutos después, unos vándalos atacaron a un McDonalds y uno de ellos aventó un basurero por la ventana”. En las imágenes de los medios durante la noche, salieron jóvenes bocabajo en el suelo con las manos atrás, delante de cordones de policías, en representación de la posición de Oscar Grant cuando murió a manos de la chota. Otros tenían letreros pegados con cinta sobre la espalda: “Por favor no me disparen”.

En un video en SFGate.com, un reportero de CBS 5 relata que en el entierro de Oscar Grant, un pastor dijo que entiende la furia de la gente, pero recomienda la calma. Luego en el video un hombre negro dice: “Estamos hartos de la calma. Eso es ese rollo de ‘nosotros venceremos’ de ellos. Pero nosotros estamos haciendo algo diferente. Estamos entrando en acción”.

Los medios informaron que decenas de carros volaron en llamas y quedaron rotas las ventanas de negocios. Pero en las entrevistas de esa noche, muchos transeúntes hablaron de la injusticia del asesinato y de las implicaciones, y no los daños en propiedad ajena.

Ken Epstein, un reportero de The Oakland Post le dijo al canal 5 de la CBS: “Redactaba un artículo para el periódico sobre cuán furibunda estaba la gente y cuán injusto era el asesinato de Oscar Grant y que mi carro voló en llamas. Pero al mismo tiempo entiendo a fondo cuán furibunda está la gente y también estoy indignado”.

Pese a que quedó rota la ventana de la estética de su familia, Thyen Tran, un vietnamita de 24 años de edad, dijo que entiende la furia de los manifestantes. Respecto a los oficiales que asesinaron a Oscar Grant, dijo: “No tiene sentido, el uso de la fuerza brutal. No me cae bien, porque en primer lugar soy de una minoría y en segundo lugar, soy un joven” (New York Times, 8 de enero).

En una carta personal a la familia de Oscar Grant, Cornelius Hall, cuyo hijo Jerrold murió a causa de un disparo de una escopeta en la nuca por un policía de BART en 1992, escribió: “Entiendo tu dolor si bien jamás conoceré lo que sientes ni lo puede nadie más. Mantente dedicado a la búsqueda de la justicia aunque en ciertos momentos te canses”.  Agregó, de su propia experiencia y de la de muchas otras familias que han perdido a seres queridos: “BART tratará de satanizar a tu hijo a fin de hacer que se parezca un maleante. Mantente la cabeza en alto con la memoria de su amor”.

Esbirros brutales

Unos racistas blancos asesinaron a Emmet Till en 1955 por el “delito” de silbarle a una mujer blanca, en un tiempo en que los linchamientos eran tan comunes y tan estadounidenses como el pastel de manzana. Hoy es la policía principalmente que, abiertamente, como la policía, practican la brutalidad y terror contra los jóvenes negros y el pueblo negro en general.

Oscar Grant era un hombre negro joven que volvía a casa después de celebrar el año nuevo. Ese fue el único pretexto que necesitaba la chota para segarle la vida al estilo de una ejecución. Tal vez Oscar hablaba muy fuerte, tenía mucho orgullo y era muy negro. Quizá se mostró muy tranquilo ante las provocaciones de la policía. O tal vez por nada.

Al igual que Sean Bell, asesinado por la policía neoyorquina en 2006, mientras celebraba antes de su día de bodas.

En víspera de la toma de posesión de Obama, se habla mucho de un llamado “Estados Unidos post-racial”, que este país, con sus antecedentes racistas, ahora se ha “redimido”. Pero la continuación de estos asesinatos policiales ilustra lo contrario: que la opresión sistemática del pueblo negro es tan profunda y tan fundamental para el sistema estadounidense de capitalismo que la única manera en que se puede arrancar de raíz es mediante una revolución que elimine este sistema y cree un sistema socialista completamente diferente y mucho mejor como parte de emancipar a toda la humanidad. Este es un tema sumamente importante y global que analiza a fondo el número especial de Revolución #144: “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitaos” (en revcom.us).

Respecto a las personas que dicen que estos asesinatos son una “aberración”, más vale que reconozcan el hecho de que en efecto existe una verdadera epidemia de asesinatos policiales de jóvenes negros en las ciudades en todo el país.

Adolph Grimes es otro joven negro quien no vivió para ver el primer día de 2009: baleado y asesinado por la policía de Nueva Orleáns en la madrugada del 1º de enero. Grimes, de 22 años de edad, había estado viviendo en Houston desde el huracán Katrina y estaba de vista con su familia para las fiestas de año nuevo. Estaba sentado en un carro estacionado fuera de la casa de su abuela cuando un oficial de civil le pegó 14 tiros, 12 por la espalda (según el forense de Nueva Orleáns).

Una poderosa resistencia puede cambiar el ambiente en la sociedad en que demasiadas personas aceptan lo inaceptable. Puede darles ánimo a aquellos que este veredicto tiene bajo una pena capital constante. Puede alentar a mucho más gente a unirse para resistir. Puede ser una poderosa fuerza para construir un movimiento revolucionario apuntado a acabar con este sistema asesino.

¡TODOS SOMOS OSCAR GRANT! ¡EL MALDITO SISTEMA ENTERO ES CULPABLE!

¡LUCHAR CONTRA EL PODER, Y TRANSFORMAR AL PUEBLO, PARA LA REVOLUCIÓN!

 

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