Revolución #154, 1º de febrero de 2009
Con la presidencia de Obama…
¿ El “sueño” se ha hecho realidad?
¿Y cuál es el sueño que de veras necesitamos?
¿Tiene que “tomar responsabilidad” el pueblo negro? ¿Responsabilidad para qué? RESPONSABILIDAD PARA LA REVOLUCIÓN — ¡CLARO QUE SÍ! TODOS NOSOTROS TENEMOS QUE TOMAR RESPONSABILIDAD PARA HACER LA REVOLUCIÓN — PARA EMANCIPAR A LA HUMANIDAD DE TODO ESTE SISTEMA DE OPRESIÓN. Bob Avakian, presidente del |
Mucha gente celebró la toma de posesión de Obama como un gran paso hacia hacer realidad el “sueño de Martin Luther King, Jr”. Muchos que se oponen con toda el alma a la opresión del pueblo negro creen que la presidencia de Obama esté allanando el terreno para el día cuando los negros puedan participar plenamente en la sociedad como iguales. Algunos dicen que la elección representa un gran paso en el proceso de cambiarle la mente y el corazón a la gente blanca para que vea al negro como gente, como ser humano. Otros, mientras tanto, han llegado hasta decir que la elección comprueba que Estados Unidos ya no juzga a la gente “por el color de la piel sino por el contenido de su carácter” (para citar el discurso de King titulado “Tengo un sueño”)... y que seguir hablando de la opresión es “solo un pretexto”.
Todos los que están celebrando —entre ellos, por supuesto, el Obama mismo— afirman que este paso demuestra la superioridad de la constitución estadounidense. King mismo formuló su sueño como un sueño de que Estados Unidos “cumpla con el auténtico significado de su credo” como lo describen la Constitución y la Declaración de la Independencia.
A ver, ¿sería cierto que la elección de Obama represente un paso mayor hacia hacer realidad el sueño de Martin Luther King, Jr.? Vamos a analizarlo. Y para hacerlo a fondo, tendremos que plantear un interrogrante más: El sueño que formuló King hace 45 años, ¿podría llevarnos a la emancipación? ¿O es en realidad una trampa o algo peor, que el pueblo debe rechazar y reemplazarlo con algo diferente?
La pesadilla norteamericana
En primer lugar, analicemos las circunstancias que propiciaron el movimiento de derechos civiles y luego la lucha de liberación negra. No tiene tanto tiempo que este país negaba a los negros incluso los derechos más básicos. En los estados del sur del país, no les permitían votar, y en muchos casos los asesinaron solo por tratar de inscribirse a votar. Les prohibían beber de las mismas fuentes de agua donde bebían los blancos o comer en la misma barra de restaurante. Y a todo eso lo defendió y lo impuso la ley, no solamente los alguaciles sureños bien conocidos como supremacistas blancos y los policías racistas, ¡sino hasta la Suprema Corte! Cuando no bastaba la “violencia legal”, entraban en acción las chusmas de linchamiento en el Sur —y sí, en el Norte también— que sacaban arrastrando a los negros de sus casas, los colgaban y los quemaban con regocijo y sin vergüenza alguna. En el Norte, pandillas y turbas de “ciudadanos decentes” expulsaban a todo negro que se atreviera a comprar una casa en el “barrio equivocado” o a poner pie en un parque o alberca “para blancos”. El legendario “Nuevo Trato” de Franklin D. Roosevelt (a quien Obama debe emular, según dicen muchas personas) reforzó esa estructura de supremacía blanca por todo el país1 .
Siempre se luchaba contra eso, en particular y abrumadoramente los negros. Pero durante los años 50 y 60, esta batalla constante logró florecer en un auge de lucha tumultuosa y heroica de las masas negras. Hacían frente a las mangueras de agua, los perros y los macanazos policiales, además del terror del Ku Klux Klan y el frío asesinato de centenares de personas. Tenían una determinación de ser libres, de no “tener que volver al pasado”. Todo eso sucedió en un tiempo de grandes desafíos al imperio estadounidense en el plano internacional y de grandes cambios económicos, en particular en el Sur del país; y a raíz de todo eso, ganaron derechos básicos.
Ahora los negros tienen el derecho a votar. Ya no es ilegal cuando los negros van a las mismas escuelas que los blancos. En unas partes del país, se abrieron ciertas oportunidades de trabajo y educación, y unos negros consiguieron trabajos de fábrica que pagaron más, y más negros entraron a las universidades. Hoy hay más profesionales, educadores, científicos y académicos negros que nunca, y la cantidad de funcionarios elegidos negros ha aumentado dramáticamente. Y se ha investido a Barack Obama como presidente.
En otras palabras, el sistema se vio obligado a permitir que un sector de negros progresara. Se señala eso cuando se habla de que Obama es la culminación del sueño. Pero miremos más a fondo.
A pesar de las batallas de los años 60, el funcionamiento del sistema —y la política consciente de los que lo gobiernan— en realidad ha empeorado la situación de muchos millones de negros durante las últimas décadas. Hoy, millones de negros todavía viven al fondo de la sociedad, arreglándoselas con trabajos mal pagados, si es que consiguen trabajo. Solo en Nueva York, la tasa de desempleo para los hombres negros está al 48%. Y con o sin un presidente negro, ¿quiénes quedarán más perjudicados a causa de la terrible ola de desempleo que apenas está comenzando?
O miremos la cuestión de la vivienda. Se aprobaron leyes que hicieron que la discriminación sea un delito, pero todavía vemos que los negros viven en guetos atiborrados (y cuando no, es que los han desparramado a “suburbios” distantes y aún segregados porque sus guetos se convirtieron en “zonas inmobiliarias atractivas”). O los servicios de salud. La índice de mortalidad para los niños negros supera a la de los niños blancos por casi 250%, la esperanza de vida es 6.3 años menos para los hombres afroamericanos que para los hombres blancos y en informe tras informe se documenta que los negros reciben un cuidado médico peor aun cuando tienen seguro médico (y un tercio de los adultos negros no contaban con un seguro de salud durante un tiempo en 2005, mientras que el 20% de los blancos en edad de trabajar no tenían cobertura durante el mismo plazo)2 . Miremos la segregación escolar. En las ciudades la segregación escolar es tan fuerte como hace 40 años; y la disparidad de fondos para escuelas destinados a los suburbios mayormente blancos y las ciudades mayormente negras sigue acentuándose.
También está la criminalización de muchas generaciones de jóvenes negros ya. En lugar de encontrar trabajo para estos jóvenes, el sistema sacó la industria de las ciudades. Trasladó las fábricas a los suburbios o a otros países. Permitió que floreciera el narcotráfico, el cual luego utilizó para encarcelar a los jóvenes negros y para promover los modelos reaccionarios del proxeneta y del delincuente. En el momento del boicot de autobuses en Montgomery, Alabama, lo que hizo que Martin Luther King atrajera la atención de la nación, había menos de 90.000 presos afroamericanos. ¿Hoy? Hay más de 900.000 y el número va en aumento. En otras palabras, se ha multiplicado más de diez veces. A la chusma de linchamiento la ha reemplazado la policía. Y para los que creen que estamos en los Estados Unidos pos-racial, nótense bien los casos de Oscar Grant, Adolph Grimes y Robby Tolan: atroces casos de asesinato y brutalidad policiales que se dieron en los primeros días de 2009.
Aun para la cantidad importante de personas negras que sí lograron superarse un poco, la opresión no terminó. Todavía está la realidad de “ser negro al volante”, y la posibilidad de que la policía mate en cualquier encuentro que tenga con un afroamericano. Está la realidad de la discriminación en el empleo, en la vivienda, en el crédito. Y está el hecho de que la mayoría de los niños de la clase media negra está en la dinámica de la movilidad social hacia abajo3 .
¿Un sueño hecho realidad? Hoy para millones, las palabras de Malcolm X describen con más exactitud la realidad que las masas viven: “No veo ningún sueño americano, veo una pesadilla americana”.
Una pregunta más profunda
Hay que plantear una pregunta aún más profunda. ¿Es posible que el sueño que planteó King ponga fina la opresión del pueblo negro?
Comencemos donde comenzó King: con la Constitución estadounidense. Al centro de la Constitución está la protección de los derechos de la propiedad. Como explicó James Madison, su autor principal: “Se instituye el gobierno no menos para proteger la propiedad que para proteger la persona de los individuos”. Cuando Madison habla del derecho de la propiedad, en primer lugar habla de proteger el derecho de la propiedad capitalista, el cual quiere decir el derecho del capitalista de poner a trabajar ese capital a fin de obtener ganancias. Esas ganancias surgen y solamente pueden surgir de la contratación de otras personas para trabajar para el capitalista, y que este se queda con el valor de lo que esas personas producen por encima de lo que necesitan para subsistir.
Así, a primera vista parece ser un intercambio equitativo: el capitalista paga sueldos y en cambio la trabajadora entrega su capacidad de trabajar. Pero de hecho, este “intercambio equitativo” solo puede darse sobre la base de la desigualdad profunda. El capitalista es dueño de los medios de producir mientras la trabajadora no es dueña de nada y tiene que encontrar a alguien que la contrate. Aunque encuentre una chamba, las mismas formas en que su trabajo genera más y más riqueza para el capitalista y la mera subsistencia para ella misma reproducen y refuerzan esa desigualdad.
Esta es la realidad: la amarga explotación, que conduce a una desigualdad aún más profunda y a una opresión que aniquila el espíritu, enmascarada en la apariencia de la igualdad. Esta contradicción entre la esencia y la apariencia, o entre las palabras almibaradas y lo que significan en los hechos esas palabras, se expresa en cada esfera de la realidad. La igualdad ante la ley se vuelve la clase de justicia que vemos cuando los grandes capitalistas contratan a equipos de abogados que les permiten meter un relleno tóxico en un barrio pobre; mientras que las masas en ese barrio, si es que lo saben, pueden tener el “derecho equitativo” a la representación legal por parte de menospreciados defensores públicos pobremente equipados. El supuesto derecho equitativo a una buena educación, o a la atención medica, se reduce a niveles radicalmente diferentes de educación y salud de acuerdo a la riqueza y a los recursos en el mundo real. Mientras que haya explotadores y explotados… mientras que haya capital y su incansable afán de ganancias domine la sociedad…, eso será la única igualdad que la gente conseguirá. Eso constituye en realidad los límites aplastantemente estrechos de la igualdad que se promete en la Constitución y que se pueden concretar sobre la base de esta Constitución.
Pero esto no aún es el panorama completo. La Constitución original, claro está, no solo protege la propiedad capitalista; también protege el derecho de los propietarios de esclavos de adueñarse y explotar a su propiedad humana. Y lejos del ideal que se enseña en la escuela, el capitalismo no surgió sobre la base de algunas personas que trabajaban más duro que los demás, se sacrificaban más y usaban su ingenio para acumular capital. El capitalismo surgió primero en Europa sobre la base de separar violentamente a los productores de cualquier medio de producción, mientras que se expulsaba a la fuerza a la gente de sus tierras hacia las ciudades para trabajar hora tras hora en fábricas para subsistir. A nivel mundial surgió, como Marx dijo, sobre la base del “descubrimiento del oro y la plata en las Américas, la extirpación, la esclavitud y el entumbamiento en las minas de la población aborigen, el principio de la conquista y el saqueo de las Indias Occidentales, y la transformación de África en una madriguera para la caza comercial de pieles negras” (Carlos Marx, El capital).
En otras palabras, el capitalismo ni siquiera arranca de raíz por completo otras formas de explotación, las cuales existen como una abierta desigualdad que reconocen; desbroza el camino lo suficientemente como para su propia expansión, y después incorpora y profundiza más estas otras formas. Lo hizo con la esclavitud en el Sur de los Estados Unidos por casi 250 años, y lo sigue haciendo con la esclavitud abierta en otras partes del mundo hoy4 . Esta ha sido una parte vital de cómo los Estados Unidos capitalistas ha crecido y obtenido su posición global económica, política y militar como potencia mundial.
La realidad es esta: usted no puede hablar sobre el surgimiento del capital especialmente en los EE.UU. sin hablar de la opresión y explotación del pueblo negro. La esclavitud no solo enriqueció a los esclavistas del sur. Esta era esencial para la expansión y el desarrollo de la manufactura y el comercio en el Norte. En el tiempo en que la esclavitud terminó la sangre del pueblo negro, como un pueblo, ya había sido regada dentro de la base de la riqueza norteamericana y su opresión fue profundamente empotrada dentro del tejido de la sociedad norteamericana y de la mente del pueblo. Al discutir la importancia central de la esclavitud para el crecimiento de los EE.UU., Bob Avakian señaló: “No existiría Estados Unidos como lo conocemos hoy sin la esclavitud. Esa es la simple y pura verdad”5 .
Dos amargas traiciones
Con la guerra de Secesión, la cual se dio por un conflicto entre el capitalismo del norte y el Sur esclavista sobre la capacidad de mayor expansión del capital, la esclavitud fue abolida. Un tercio de los afroamericanos que combatieron del lado del Ejército de la Unión dieron la vida en esa guerra, una proporción mucho mayor que en el caso de los soldados blancos. En ese momento se presentó una oportunidad para los triunfadores del Norte: integrar completamente a los ex esclavos en la sociedad dándoles tierras y derechos políticos (como el derecho a reprimir a aquellos que los atacarían).
Pero en realidad, los dirigentes del sistema se rehusaron a hacer eso. Les negaron la igualdad a los ex esclavos. Y en lugar de eso pusieron un sistema no mucho mejor que la esclavitud. Estos padecieron la explotación como aparceros amarrados a la tierra y obligados a trabajar en condiciones brutalmente opresivas. La vil segregación de las leyes racistas de Jim Crow gobernaba todos los aspectos de la vida, y la consideraba constitucional la Corte Suprema de EE.UU. Y todo esto contó con el respaldo y se hizo cumplir por medio del terror del Ku Klux Klan como pendía un oscuro nubarrón de turbas racistas que golpeaban a las puertas y arrastraban y linchaban sobre toda persona negra en el Sur.
¿Por qué en ese momento no le concedieron la igualdad al pueblo negro, en lugar de establecer este sistema horrible y anti-humano? Porque tal igualdad habría necesitado aún más que se desgarrara el tejido social, precisamente para armarlo de nuevo sobre una base más justa. Y según los capitalistas del Norte, habría causado demasiados trastornos y habría obstaculizado lo que estos capitalistas consideraban su necesidad de consolidar su dominio y extenderse hacia el oeste, es decir, consumar el genocidio contra los indígenas y el robo de sus tierras.
Exactamente esta misma lógica entró en juego a finales de los años 1960 cuando, como hemos descrito, una gran agitación social otra vez presentó unas opciones a los gobernantes de este sistema, y los gobernantes eligieron conceder algunos derechos a algunas personas, mientras que encadenaban a muchas más en condiciones que eran similares o aún peores. Como ha escrito Bob Avakian: “Se planteó claramente la pregunta: ¿dará el sistema derechos iguales a todos? Y la respuesta del sistema fue: ¡NO! No se trata simplemente de que la clase dominante no quisiera hacerlo, sino de que no podía hacerlo. No podía hacerlo porque eso hubiera desmantelado todo su sistema y hubiera minado su base económica y toda la superestructura”6 .
Lo que realmente quiere decir “ser un estadounidense”
A lo largo de esta historia, la ideología de la supremacía blanca y del racismo ha jugado un papel central en la justificación de todo esto. Esta mentalidad racista y supremacista blanca es parte del “aglutinador social” que une la sociedad estadounidense. ¿Qué queremos decir con “aglutinador social”? El sentido de lo que significa ser un miembro pleno de la sociedad en este país: un “estadounidense”. Empezando con la esclavitud, se consideraba a los esclavos, junto con los indígenas, como parias o marginados sociales que no se merecían los “derechos naturales” concedidos a todos los hombres blancos. Se llevó a la población blanca a identificar sus intereses con los de la clase de amos (tuvieran esclavos o no). Luego, después de la esclavitud, se promovía esta misma mentalidad en varias formas: las personas blancas se definían como “estadounidenses blancos”, en oposición violenta al pueblo negro, con un conjunto de privilegios, expectativas y derechos que acompañaban todo eso.
Puede que en las ideas se hayan operado algunos cambios hasta cierto punto, pero la mentalidad esencial no ha cambiado. Hoy la satanización de la juventud y de las masas negras en general, como “delincuentes sin posibilidades de la redención” y como un “peligro para los valores de la sociedad”, que son temas que Obama ha promovido abiertamente y sin vergüenza, ha llegado a ser una parte integral del aglutinador social. Esta mentalidad de la clase dominante no solo ha justificado crímenes horrorosos cometidos contra el pueblo negro por siglos, sino ha sido un importante pilar ideológico empotrado en este sistema y en lo que quiere decir ser un “estadounidense”, y que lo refuerza. Esta mentalidad de la clase dominante, o sea, la idea de que en virtud de ser blanco y “estadounidense”, uno tiene derecho a ciertos privilegios y uno tiene el derecho de defender esos privilegios con la violencia, se ha expresado en otros crímenes también: la guerra contra México y el robo de su territorio; el genocidio contra los indígenas; la colonización y neo-colonización de América Latina y las Filipinas; y el siglo de guerras por imperio que Estados Unidos ha llevado a cabo y que aún lleva a cabo.
Nadie que tenga un sentido de humanidad o decencia debería tener deseos de ser parte de eso. Todos los que tienen alguna humanidad y decencia deberían esforzarse por DEJAR de pensar como estadounidenses... y empezar a pensar acerca de la humanidad.
Ser parte del sistema o eliminarlo
Martin Luther King, Jr., escribió: “La revolución racial estadounidense ha sido una revolución para “ser parte” y no para derrocar. Queremos una parte de la economía estadounidense, el mercado de la vivienda, el sistema educativo y las oportunidades sociales. Esa meta en sí indica que un cambio social en Estados Unidos tiene que ser sin violencia”7 .
Barack Obama es, de hecho, el heredero de este sueño y de este camino inconfundiblemente estadounidenses. Ha escalado los peldaños de la estructura de poder hasta llegar a ser ejecutivo en jefe y comandante en jefe de Estados Unidos. Ha jurado servir los intereses de este país, como se concentran en la Constitución, cuya promesa es un marco y un vehículo de la explotación y una desigualdad fundamental.
King, desde luego, insistió en que la lucha por la justicia no debe usar la violencia. Sin embargo, incluso cuando decidió, a última hora, oponerse a la guerra horrorosa y genocida de Estados Unidos contra Vietnam, jamás cuestionó el “derecho” básico del gobierno de “usar la violencia”, es decir, de disponer de los medios violentos más horrorosos y masivos de la historia, y de usarla como estimara conveniente para poder apoyar al sistema y mantener el statu quo. King nunca aceptó, por lo menos nunca siguió hasta su conclusión lógica el hecho de que se defienden y se imponen por medio de las armas toda la injusticia, opresión y explotación en el mundo. Y que en el mundo de hoy, Estados Unidos ha llevado a cabo la gran mayoría de esa explotación, la que se ha impuesto por medio de armas estadounidenses.
Que seamos claros: “la parte de la economía estadounidense” que demandó King es en realidad una tajada del saqueo estadounidense. Se lleva a cabo ese saqueo en todo rincón del mundo, y la necesidad de asegurar su capacidad de seguir saqueando mantiene a los soldados estado-unidenses apostados en cada parte del globo. Las familias de Irak a que los soldados estadounidenses tumban las puertas de sus hogares y asesinan; la tortura en la cárcel supervisada por Estados Unidos en Bagram, Afganistán y la matanza sistemática de civiles que realizan los helicópteros estadounidenses, mientras que Obama dice que enviará a otros 30.000 soldados a ese país; el avión teledirigido de la CIA que, otra vez más, mata a civiles en Pakistán: todo eso y aún más es lo que asegura la “economía estadounidense”. ¿Qué clase de sueño es eso?
En realidad, King hasta pidió que el gobierno enviara soldados estadounidenses a Detroit para reprimir a la gente negra que se había levantado en rebelión ahí en 1967. Las tropas realizaron matanzas, como pudiera haber previsto fácilmente cualquier persona que tuviera un conocimiento mínimo sobre Estados Unidos y su ejército. King dijo en verdad: “Si hay que derramar sangre, que sea la nuestra” y el gobierno estadounidense estaba muy contento con complacerle.
La diferencia entre Obama y King es que Obama se jacta abiertamente de tener el “temperamento adecuado”, como así lo expresó, para mandar esa enorme maquinaria de opresión. Es decir, para utilizarla contra quienquiera se le oponga a Estados Unidos.
En ese sentido muy real, Obama sí que ha consumado el sueño de King, pero no la aspiración que generalmente se relaciona con él: la idea de poner fin a la opresión del pueblo negro. Como hemos visto, de muchas formas esa opresión se ha intensificado. Al contrario, hablemos de los límites de adónde lleva el sueño de King y adónde en verdad llevó durante su vida: al fortalecimiento de un sistema fundamentalmente injusto.
En otras palabras, hemos visto adónde lleva y adónde tiene que llevar ese sueño en el mundo real. Debemos y nos urge reconocer la realidad de ese camino y rechazarlo.
Un sueño de la verdadera emancipación
Pero hay un sueño con que debemos soñar. Y hay un camino hacia delante para alcanzar ese sueño.
La revolución que hace añicos y rompe con toda la estructura de explotación y opresión. Establecer un nuevo poder estatal revolucionario que apunte a arrancar de raíz y abolir todas las relaciones explotadoras y opresivas… y todas las feas maneras de pensar que acompañan esas relaciones, incluido al racismo y la ideología de la supremacía blanca.
Hemos publicado muchas cosas acerca del tipo de sociedad que podría lograr todo eso, tanto en las obras de Bob Avakian8 como todas las semanas en nuestro periódico. En particular, hemos hablado de la manera en que esta revolución arrancaría y podría arrancar de raíz la opresión del pueblo negro, como parte de emancipar a la humanidad, en El comunismo y la democracia jeffersoniana de Bob Avakian (en inglés) y en el número especial del periódico, La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos. En las semanas, meses y años por venir, hablaremos más de todo esto. No obstante, ahora mismo les alentamos a acceder a estos materiales en línea, ir a las librerías Libros Revolución para adquirirlos o pedirlos por correo.
En conclusión, queremos recalcar lo siguiente:
Estos son tiempos de crisis seria para este sistema y se vislumbran trastornos y levantamientos. El hecho de que los gobernantes racistas de este sistema lo consideraban una necesidad poner a un hombre negro a su cabeza revela cuán seria es esta crisis y a qué grado reconocen la necesidad de contener y desviar tales levantamientos y trastornos. Pero que no se equivoque: estos levantamientos y trastornos podrían rehacer la sociedad de maneras que podrían amontonar horror encima de horror de lo que ya es una vida cotidiana de horror para miles de millones de personas. O, en caso de que surgieran un movimiento revolucionario y resistencia, en ascenso, se podrían abrir los cauces y establecer nuevos términos, y tener el potencial de sentar las bases para arrebatar un futuro nuevo a esta crisis.
El cambio que necesitan el pueblo negro, y las demás personas, solo se puede alcanzar deshaciéndonos de este sistema que obliga a la gente a soportar condiciones de desesperanza y desesperación y que solo le ofrece callejones sin salida. En efecto, la propia gente tiene que cambiar y tiene que asumir una responsabilidad. Pero la gente solo va a cambiar a sí misma en una dirección positiva reconociendo la verdadera fuente del problema y transformándose radicalmente a sí misma en el proceso de cambiar y revolucionar sus condiciones y situación. Eso solo puede darse sobre la base de una lucha contra el sistema que impone todo eso, con una meta y objetivo de deshacerse de ese sistema, y NO mediante el “trabajo dentro de ese sistema”.
Notas
1. Una explicación más detallada se halla en Bob Avakian, Communism and Jeffersonian Democracy, RCP Publications, Chicago, 2008 y “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos”. Más información sobre el Nuevo Trato de Roosevelt se halla en Ira Katznelson, “New Deal, Raw Deal: How Aid Became Affirmative Action for Whites”, Washington Post, 27 de septiembre de 2005 y Katznelson, When Affirmative Action Was White, W.W. Norton and Company, 2005, capítulo 2. [regresa]
2. Véase “Trends in Black-White Life Expectancy Gap in the U.S. the coverage rates for Black people are much lower than for whites”, Journal of the American Medical Association, 2007 y “Health Care Disconnect: Gaps in Coverage and Care for Minority Adults: Findings from the Commonwealth Fund Biennial Health Insurance Survey (2005)” [regresa]
3. “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos”, obra citada. [regresa]
4. Véase “Esclavitud del siglo 21 en el capitalismo globalizado”, Revolución #102, 23 de septiembre de 2007. [regresa]
5. Communism and Jeffersonian Democracy, p. 17. [regresa]
6. Bob Avakian, “Cómo el sistema ha traicionado al pueblo negro: Momentos decisivos”, Revolución en línea, 8 de febrero 2007. [regresa]
7. Martin Luther King, Jr., Where Do We Go From Here: Chaos or Community?, Beacon Press,1968, p. 130 [regresa]
8. Véase bobavakian.net. [regresa]
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