Revolución #156, 15 de febrero de 2009


¡Basta ya!

Marcha de vidas robadas del 6 de febrero afronta fuerte intimidación policial

“Sabes, solían lincharnos. Ahora solo nos disparan. Nos disparan solo para tener algo que hacer. Y no solo aquí. Pasa por todas partes”.

—Patricia Johnson, hermana
de Anita Gay, baleada en su hogar
por la policía de Berkeley

OAKLAND— El 6 de febrero, unas 200 personas se reunieron en el cruce principal de la ciudad para decir: “Basta ya. ¡No más vidas robadas! ¡Todos somos Oscar Grant!” Vinieron para protestar contra una epidemia de brutalidad policial, siendo el asesinato de Oscar Grant el ejemplo más reciente. Mientras iba congregándose, la multitud se enteró que Johannes Mehserle, el poli de BART (el metro) quien fue grabado en video asesinando a Oscar Grant con un tiro por la espalda, quedó en libertad bajo fianza.

Si crees que epidemia tal vez sea una palabra muy fuerte, nótese que mientras se distribuía ampliamente el número de Revolución con el poema “Basta ya, Estados Unidos, 2009” durante la semana antes de la marcha, en la mayoría de los casos los distribuidores encontraban a otros que hablaron del asesinato de parientes y amigos por la chota.

La acción estaba decidida y fuerte ante una enorme demostración de fuerza del Departamento de Policía de Oakland y la desafió. La plaza central fue completamente rodeada por cordones de policías fuertemente armados y barricadas metálicas. Cualquiera que viniera para protestar tenía que caminar por entre barreras metálicas que rodeaban la plaza y cordones de polis vestidos de motín. Es una barbaridad y es una denuncia de la clase de sistema que es y de la misma violencia del estado contra la que la gente protestaba, que mientras Mehserle pudo salir en libertad bajo fianza, las víctimas de la brutalidad policial afrontaban este muro de fuerza que buscaba impedir que dijeran la verdad y confrontaran la injusticia. A pesar de eso, una marcha furiosa y desafiante tomó las calles.

En otras ciudades importantes del país, como Nueva York y Los Ángeles, hubo acciones en solidaridad con la marcha en Oakland: “Basta ya. ¡No más vidas robadas! ¡Todos somos Oscar Grant!”

Al centro de esta acción y muy unidos estaban las familias y los amigos de las personas muertas a manos de la policía. Su presencia unida fue una declaración poderosa así como un recuerdo de la brutal realidad del asesinato policial. Rashidah Grinage, cuyo hijo Y esposo murieron en su casa a manos de la policía de Oakland. Sonya Wahnee, madre de Andrew Moppin, un joven amerindio comanche y klamath de 20 años, estuvo al lado de Robin Glenn, tía de Jody Woodfox, de 27 años. Ambos jóvenes murieron a manos del mismo poli de Oakland. Danny García, el hermano de Mark García; Kathleen Espinosa, la madre de Asa Sullivan; Mesha Irizarry, la madre de Idriss Stelley: muertos a manos de la policía de San Francisco. Cora Lee Simmons, un pariente de Acorn Peters, muerto en la Reserva Round Valley en el norte de California. Tara Batts, un amigo íntimo de Julio Paredes, baleado en la nuca frente a un club en Emeryville. Se leyeron declaraciones de solidaridad de los parientes de otras víctimas del terror policial de otras partes del país.

Ara Jo, la prima de Michael Chou muerto en 2007, dijo: “Ojalá que no fuera necesario que estuviéramos aquí. Ojalá que no tuviéramos dolor. Ojalá que no fuera necesario movilizarnos y reunirnos aquí y sentirnos furiosos por algo que hemos perdido. Pero esa es la realidad. Esa es la vida de todos los días. No podemos darnos el lujo de tener miedo y no pensar en él, lo cual ojalá que yo pudiera hacer pero no puedo. Ojalá que pudiéramos simplemente decir a estos polis que se larguen. Pero no podemos. Esa es la realidad que nos confronta todos los días”.

Un orador del Club Revolución del Área de la Bahía, que inició el llamado a la marcha y ayudó a dirigirla, habló de la necesidad de la revolución: “Se tiene a estos idiotas de los medios y de otros lugares que dicen que el problema son estos ‘jóvenes alborotadores’. Pues dime esto: ¿Fueron estos jóvenes los que secuestraron a millones de africanos y los usaron como esclavos para construir la ‘riqueza sin par’ de esta nación? ¿Fueron estos ‘maleantes’ los que desataron una ola de terror de parte de las chusmas de linchamiento del Ku Klux Klan (KKK) para violar, ahorcar y quemar vivos a negros mientras ni siquiera se les permitía beber de la misma fuente que los blancos? ¿Fueron estos ‘delicuentes’ los que, después de la concesión de derechos formales a los negros, usaron la policía para continuar esta ‘tradición estadounidense’ de supremacía blanca y terror de la chusma de linchamiento? ¡No, de ningún modo! A lo largo de este período, desde la esclavitud hasta el KKK, desde las chusmas de linchamiento hasta la policía y las prisiones, había un sistema que se beneficiaba de todo lo que acabo de presentar”.

Con los familiares en la protesta participaron estudiantes universitarios y de secundaria así como una gama amplia de personas, entre ellas gente trajeada que trabaja en el distrito financiero. El Colectivo de Mujeres de la Organización de Jornaleros habló y trajo una bandera y un contingente de mujeres inmigrantes. Un grupo de 40 jornaleros latinos envió un mensaje de solidaridad a la manifestación: “Jornaleros de San Francisco declaramos: Todos somos Oscar Grant. ¡Presente! ¡Presente! ¡Oscar Grant está presente!”

Cuando la multitud trató de marchar por la Broadway, la calle principal del centro de Oakland, la policía la bloqueó, ¡aunque no hay ninguna ley en contra de marchar en la acera! Se dio un enfrentamiento muy tenso: manifestantes valientes, organizados y decididos con los ojos clavados en fila tras fila de polis. Exigieron el derecho de marchar y representar a los miles de vidas robadas por la policía.

Kathleen Espinosa, la madre de Asa Sullivan, asesinado por la policía de San Francisco, describió la escena: “A veces ayudé a cargar la bandera de Vidas Robadas (del Proyecto de Vidas Robadas del 22 de Octubre). Si alguien puso pie en la calle, lo que era fácil de hacer cuando se llenaba el espacio para caminar en la acera, la policía empujó a todos hacia la acera. Fíjate, había muchas mujeres y algunos niños en nuestro grupo. Los familiares y otros cargaban retratos de las víctimas de la policía.... Esto mostró que nuestro derecho de caminar en las calles de Oakland no es un derecho en Oakland cuando se ordena que la policía bloquee a personas pacíficas y lo hace por la fuerza”.

Esta asquerosa muestra de violencia estatal abierta que tenía el objetivo de impedir a la fuerza que la gente se uniera a la concentración y la marcha y de intimidar y aterrorizar a aquellos que sí vinieron, tomó lugar después de semanas de batallar con la ciudad solamente para conseguir un permiso de sonido y de marchar, y eso a pesar de que no había ningún fundamento legal para denegarlo, lo cual provocó protestas de la ACLU (la Unión Americana de Libertades Civiles) y de Amnistía Internacional. Esta batalla continuó durante la concentración y hasta el momento en que la marcha salió de la Plaza Frank Ogawa, mientras los organizadores de la marcha y sus abogados se pleiteaban con la policía y funcionarios de la ciudad.

Al negarse a ceder, la marcha tomó otra ruta a la delegación de la policía. Sobrevolaban helicópteros. Polis vestidos de motín flanquearon la marcha tan fuertemente que la gente no podía unirse a la marcha. Docenas de personas, muchas con la calcomanía “Peligro — Policías en el área”, seguían la marcha desde el otro lado de la calle, pues querían unírsele pero tenían en cuenta lo que les podía hacer la policía si lo hicieran. “Jo’er”, dijo una mujer joven, “¡De todos modos voy a la marcha!”

Durante la marcha, los jóvenes y otros se fueron en las narices de los policías de motín, llevando los retratos de las personas asesinadas por la chota o ejemplares de Revolución con la foto de Oscar Grant en la portada. Otros sostenían celulares a manera de decir: “Los estamos vigilando a ustedes”. Cuando la marcha pasó por la cárcel de Oakland, se podía ver a los presos adentro asomándose por las pequeñas ventanas para ver un poco de la marcha y dando saludos con el puño.

Esa misma noche, después de que Mehserle salió libre bajo fianza, el alcalde negro “liberal” de Oakland, Ron Dellums, lanzó una declaración: “Al oponernos a la violencia, no debemos tomar parte en la violencia. Al oponernos a la injusticia, no tomemos parte en actos injustos”. ¡Pero Dellums no tenía ningún problema con la generalizada movilización de violencia policial para suprimir los derechos de la gente de protestar! Ha estado dando pleno apoyo a la violencia ilimitada de la Policía de Oakland, de balear a jóvenes no armados, golpear y encarcelar por protestar justamente e intimidar para impedir que la gente acudiera a la protesta del 6 de febrero.

La consigna “¡Todo el maldito sistema es culpable!” tuvo una profunda acogida de la gente durante la marcha, pues ha visto cómo el sistema ha encubierto el asesinato de Oscar, ni siquiera acusó a los otros polis involucrados, puso en libertad bajo fianza a Mehserle, arrestó a más de 100 personas que protestaban por el asesinato y ahora trataba de impedir que la gente dijera la verdad y demandara la justicia.

Cuando los manifestantes volvieron a la plaza, policías se formaron dentro del área aprobada para la protesta. Agarraron a un manifestante pero lo soltaron cuando la gente coreó: “¡suéltenlo!” Cuando la familia de Andrew Moppin trataba de subirse al transporte público, la policía agarró a un miembro de la familia. Lo detuvo bajo el pretexto de que creía que él se parecía a alguien que se subió al toldo de un patrullero en una protesta previa. Cuando lo soltó a los diez minutos, le advirtió que no protestara otra vez porque tal vez lo confundiera con esa misma persona. Eso es aún más evidencia de que la respuesta de este sistema al maltrato que inflige a las masas es infligir aún más violencia y amenazas de violencia para impedir que la gente se levante la cabeza.

La concentración terminó con un discurso de Clyde Young del Partido Comunista Revolucionario, que señaló la importancia de la poderosa declaración hecha ese día y la necesidad de continuar luchando contra la brutalidad policial y el sistema que la motiva.

 

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