Revolución #163, 1 de mayo de 2009
Los largos años de tinieblas — y el avance histórico
EL COMUNISMO:
EL COMIENZO DE UNA NUEVA ETAPA
Un manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos
A pesar de lo que se nos predica constantemente, este sistema capitalista bajo el cual vivimos, este modo de vida que constantemente agota —o en un instante destruye— la vida para la gran mayoría de la humanidad, no representa el mejor mundo posible — ni el único mundo posible. Las formas en que la vida cotidiana, por siglos y milenios, ha hecho que la gran mayoría de la humanidad estuviera abrumada, quebrada en cuerpo y espíritu, por la opresión, agonía, degradación, violencia y destrucción y el oscuro velo de la ignorancia y la superstición, no es la culpa de esta humanidad sufrida — ni es la “voluntad” de algún dios o dioses que no existen, ni el resultado de alguna “naturaleza humana” que no se cambia y no se puede cambiar. Todo eso es la expresión, y el resultado, de cómo la sociedad humana se ha desarrollado hasta este momento bajo la dominación de explotadores y opresores... pero ese mismo desarrollo ha traído a la humanidad a un momento en que lo que por miles de años ha existido, ya no tiene que ser así — en que un modo de vida completamente diferente es posible, en que los seres humanos, como individuos y sobre todo en su interacción mutua entre sí, en todas partes del mundo, pueden quitarse las cadenas pesadas de la tradición y ponerse a su máxima altura y florecer de formas nunca antes vividas o siquiera imaginadas en toda su extensión.
I.
Los largos años de tinieblas —
y el avance histórico
Las relaciones económicas y sociales explotadoras, incluidas la sistemática dominación de las mujeres por los hombres y la división de la sociedad en clases distintas con intereses en conflicto, no siempre han existido entre los seres humanos. Una situación en que un grupo pequeño monopoliza no solo la riqueza sino los mismos medios para vivir, y así obliga a cantidades mucho más grandes de personas a trabajar como burros bajo su mando, de una forma u otra, mientras ese pequeño grupo también monopoliza el poder político y los medios de imponer esa explotación y domina la vida intelectual y cultural de la sociedad, condenando a la abrumadora mayoría a la ignorancia y la sumisión — todo eso no siempre ha sido parte de la sociedad humana. Ni tendrá que continuar como la forma en que los seres humanos se relacionan entre sí, mientras estos sigan existiendo. Estas divisiones opresivas surgieron hace miles de años, reemplazando a las primeras formas de sociedad comunal, las que en sí habían existido por miles de años, y que se conformaban de grupos relativamente pequeños de personas que tenían en común sus pertenencias más importantes y trabajaban en común para satisfacer sus necesidades y procrear nuevas generaciones.
Cuando estas primeras sociedades comunales se desintegraron, no se debía a alguna “propensión natural” a buscar una posición superior y a “superarse” a expensas de otros, ni a una supuesta “predisposición genética” de los hombres a subyugar a las mujeres o de una “raza” de personas a conquistar y saquear a otras “razas”. Sin duda a veces había conflictos cuando los miembros de las primeras sociedades comunales se encontraran y no pudieran fácilmente conciliar las diferencias entre sí, pero estas sociedades no se caracterizaban por las divisiones opresivas institucionalizadas que conocemos tan bien hoy. La idea de que algunas personas de esas sociedades se establecieran como amos de otras y que buscaran adquirir riqueza y poder obligando a otras personas a trabajar por ellas les hubiera parecido bien rara, y atroz, a los miembros de esas sociedades comunales. Más bien, el surgimiento de divisiones de clase y de relaciones sociales opresivas entre las personas se debió a cambios en la manera en que los seres humanos se compenetraban con el ambiente natural “externo” y en particular los cambios en la manera en que estos seres humanos llevaban a cabo la producción de los artículos materiales necesarios para la vida y la reproducción y formación de nuevas generaciones.
En particular, cuando se empezó a llevar a cabo la organización de esta producción y reproducción de tal manera que los individuos, en lugar de la sociedad en conjunto, empezaban a controlar el excedente producido por la sociedad por encima y más allá de lo necesario para la mera subsistencia, y sobre todo cuando los individuos se establecieron más o menos permanentemente en parcelas de tierra y empezaron a llevar a cabo producción agrícola en esas tierras, se inició la larga noche en que los seres humanos han estado divididos entre amos y esclavos, los poderosos y los sin poder, los que gobiernan y los gobernados, aquellos con el papel decisivo de determinar el rumbo de la sociedad, y aquellos cuyo futuro se determina así, aunque su papel no incide en la determinación de ese futuro.
A lo largo de esos miles de años de tinieblas para la gran mayoría de la humanidad, la gente ha soñado con una vida diferente — en que la esclavitud, violación, guerras de saqueo y una vida de enajenación, agonía y desesperación ya no constituirían “la condición humana”. Ese anhelo de un mundo diferente se ha expresado en varias formas de fantasía religiosa — mirando más allá de este mundo a un dios o dioses que supuestamente controlaran el destino humano y que supuestamente, en alguna futura vida, si no en esta, por fin compensaran a aquellos que hayan soportado un interminable sufrimiento durante su tiempo sobre la tierra. Pero también ha habido repetidas tentativas de cambiar la situación en el mundo. Ha habido revueltas y sublevaciones, rebeliones de masas, conflictos armados y hasta revoluciones en que sociedades y las relaciones entre distintas sociedades se transformaron de maneras importantes. Han caído imperios, se han eliminado monarquías, han sido derrocados esclavistas y señores feudales. Pero, por cientos y miles de años, mientras que muchas vidas se sacrificaban en estas luchas, por voluntad o sin ella, siempre resultaba que al dominio de un grupo de explotadores y opresores lo reemplazaba el de otro — de una forma u otra, una pequeña parte de la sociedad seguía monopolizando la riqueza, el poder político y la vida intelectual y cultural, dominando y oprimiendo a la gran mayoría y en repetidas ocasiones librando guerras contra estados e imperios rivales.
Todo eso siguió intacto en lo fundamental — la luz de un nuevo día jamás apareció para las masas de la humanidad, a pesar de todo su sacrificio y lucha… hasta que, hace poco más de cien años, surgió algo radicalmente nuevo: un pueblo se levantó que encarnaba no solamente los deseos sino el potencial de acabar con todas las relaciones de explotación y opresión y todos los conflictos antagónicos destructivos entre los seres humanos, por todo el mundo. En 1871, en medio de una guerra entre “su” gobierno y el de Alemania, el pueblo trabajador de la capital de Francia, desde hace mucho explotado, empobrecido y degradado, se levantó para tomar el poder y establecer una nueva forma de asociación del pueblo. Esta fue la Comuna de París, que existió solamente en una parte de Francia y que duró solamente dos meses, pero que representó, en forma embrionaria, una sociedad comunista en que finalmente se eliminarían las diferencias de clases y las divisiones opresivas sociales. La Comuna fue aplastada por el peso y la fuerza del viejo orden — miles cayeron masacrados en una valiente iniciativa pero al final fallida de mantener viva la Comuna. Pero se habían dado los primeros pasos hacia un nuevo mundo, se había abierto el sendero, se había mostrado el camino, si bien solamente de manera fugaz en ese momento.
Aun antes de los sucesos de la Comuna de París, la posibilidad de un mundo radicalmente nuevo, sin explotación y opresión, se había establecido científicamente mediante la obra de Carlos Marx, junto con su contemporáneo y colaborador, Federico Engels, los fundadores del movimiento comunista. Como dijo el mismo Marx unos pocos años antes de la Comuna:
Una vez se ha penetrado en la conexión de las cosas, se viene abajo toda la fe teórica en la necesidad permanente del actual orden de cosas, se viene abajo antes de que dicho estado de cosas se desmorone prácticamente1.
Y eso es lo que había hecho Marx: con ciencia, había analizado y sacado a la luz no solo estas “conexiones” del sistema del capitalismo, que había llegado a ser la forma dominante de explotación en Europa y venía colonizando a grandes partes del mundo, sino también las “conexiones” entre el capitalismo y todas las formas anteriores de la sociedad humana — y al hacerlo, había mostrado que no había ninguna “necesidad permanente” ni para continuar el capitalismo ni para que existiera otra sociedad basada en la explotación y opresión de los muchos por los pocos. Eso fue un avance profundo en el conocimiento de la realidad por los seres humanos, lo que estableció la base teórica para un avance histórico mundial en la práctica, para la revolucionarización sin precedentes de la sociedad y de las relaciones entre las personas por todo el mundo.
El descubrimiento fundamental de Marx fue que el carácter de la sociedad, y las relaciones entre las personas en la sociedad, no se determinan por las ideas y la voluntad de los individuos —ni seres humanos individuales ni seres sobrenaturales fantásticos— sino por la necesidad que las personas tienen para producir y reproducir los artículos materiales necesarios para la vida y la manera en que las personas se reúnen, y los medios que utilizan, para satisfacer esa necesidad. En el mundo actual, con la tecnología altamente sofisticada —y, en particular, para aquellos que están más separados del proceso de producir estas necesidades básicas para la vida— se puede olvidar fácilmente que, si no se llevara a cabo la actividad productiva para satisfacer estas necesidades básicas (comida, vivienda, transporte, etc.) y si las sociedades no fueran capaces de reproducir su propia población, pues pronto la vida se paralizaría y ya no sería posible todo lo que ocurre en la sociedad que más o menos se da por sentado mientras su funcionamiento siga “como si nada”. Penetrar debajo de todos los complejos niveles del desarrollo histórico humano y la organización social a los cimientos subyacentes y al núcleo básico del funcionamiento de la sociedad humana fue una gran hazaña y contribución inapreciable de Marx.
Pero Marx mostró que, en cualquier momento dado, las formas con que la gente lleve a cabo la producción y la reproducción de los artículos materiales necesarios para la vida —el carácter de las fuerzas productivas (la tierra y la materia prima, la tecnología, sea sencilla o compleja, y las propias personas con su conocimiento y capacidad)— determinarán básica y fundamentalmente cómo la gente se organiza, las relaciones de producción que contraen las personas, para poder utilizar de la mejor forma las fuerzas productivas. De nuevo, Marx mostró que estas relaciones de producción no se tratan de la voluntad, ni de los caprichos, de los individuos, por poderosos que sean, sino que por necesidad han de conformarse en lo básico al carácter de las fuerzas productivas en un momento dado. Por ejemplo, si la tecnología de la informática y los procesos de producción correspondientes, que son un eje de las economías modernas actuales, se introdujeran en las sociedades formadas de pequeños grupos de recolectores-cazadores a lo largo de grandes extensiones de territorio (relativas al tamaño de su población), lo que fue el modo de vida de las primeras sociedades comunales, la introducción de esta tecnología traería cambios dramáticos en el carácter de esas sociedades: se trastocaría y se cambiaría su modo de vida de maneras importantes. Ni, por ejemplo, se podría utilizar de manera eficiente la tecnología moderna en la agricultura de plantaciones que fue la columna vertebral del modo de vida del sur de Estados Unidos durante la esclavitud y durante casi cien años después de que la guerra de Secesión de los años 1860 abolió la esclavitud. El carácter de esa agricultura de plantaciones suponía un nivel bajo de tecnología con un proceso productivo intensivo en mano de obra, primero con grandes cantidades de esclavos y luego de aparceros y jornaleros agrícolas: un trabajo rompe-lomo “de la madrugada al anochecer”. De hecho, en el período después de la II Guerra Mundial en particular, la introducción de nueva tecnología en la agricultura del sur —sobre todo una cantidad cada vez mayor de tractores y máquinas de sembrar y pizcar— socavó el viejo sistema de plantaciones y fue un importante factor que generara la expulsión de muchos negros, quienes antes habían estado encadenados a la tierra de una forma u otra, de la tierra hacia las ciudades del norte así como del sur. Eso, a su vez, constituyó una parte importante de la base material sobre la que se libró la lucha para poner fin a la segregación legal y al terror abierto del Ku Klux Klan y otros supremacistas blancos — una lucha que, por medio de enorme sacrificio y heroísmo, llevó a cabo cambios muy importantes en la sociedad estadounidense, y en la posición del pueblo negro en particular, aunque no puso fin, ni pudo poner fin, a la opresión del pueblo negro, la cual ha sido y aún es un elemento integral y fundamental del sistema capitalista imperialista de Estados Unidos2.
Esto ilustra otro hecho crucial que Marx sacó a la luz: sobre los cimientos de las relaciones de producción existentes en un momento dado, se levantará una superestructura de política e ideología —estructuras, instituciones y procesos políticos, modos de pensar y cultura— que en un sentido fundamental tiene que corresponder y corresponderá a las relaciones de producción existentes y a su vez les servirá y las reforzará. Marx mostró además que desde que los cambios en las fuerzas productivas generaron el surgimiento de las relaciones de producción caracterizadas por la subyugación y la dominación, se ha dividido la sociedad en diferentes clases, cuya posición en la sociedad se desprende de su papel específico en el proceso de producción. En una sociedad dividida en clases, será la clase que domina la economía —ese grupo en la sociedad que monopoliza la propiedad y el control de los grandes medios de producción (tecnología, tierras, materia prima, etc.)— la que dominará también la superestructura de política e ideología. Esta clase que domina la economía ejercerá un monopolio del poder político. Este monopolio del poder político está concentrado en el estado —en particular los instrumentos de represión política, tales como la policía y el ejército, el sistema jurídico y las instituciones penales, así como el poder ejecutivo— y asume una expresión concentrada en el monopolio de la fuerza armada “legítima”. Asimismo, los modos de pensar dominantes en la sociedad, y sus expresiones en la cultura, corresponderán al punto de vista y a los intereses de la clase dominante (como Marx y Engels lo explicaron en el Manifiesto Comunista, mientras que una sociedad esté dividida en clases, las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante).
Bien, ¿qué es la base fundamental, y cuáles son las fuerzas motrices subyacentes, del cambio en la sociedad? Marx analizó que, por medio de la actividad y las innovaciones de los seres humanos, se desarrollan constantemente las fuerzas productivas, y en cierto momento las nuevas fuerzas productivas que se han desarrollado entrarán en antagonismo con las relaciones de producción existentes (y la superestructura de política e ideología que corresponde a esas relaciones de producción). En ese momento, como lo caracterizó Marx, las relaciones de producción existentes han llegado a ser, en un sentido global, trabas, una cadena sobre las fuerzas productivas; y cuando surja tal situación, hay que llevar a cabo una revolución cuyo objetivo fundamental sea revolucionar las relaciones de producción, hacer que correspondan a las fuerzas productivas, a fin de generar una situación en que las relaciones de producción sean una forma más adecuada para el desarrollo de las fuerzas productivas, y no trabas a ese desarrollo. Las fuerzas que representen a una clase que encarna el potencial para llevar a cabo esta transformación de las relaciones de producción, para hacer que correspondan, en lo fundamental, a la manera de que se han desarrollado las fuerzas productivas, impulsan tal revolución. Pero esta revolución debe, y solamente puede, darse en la superestructura —en la lucha por el poder político sobre la sociedad, derrocando y desmantelando el viejo poder estatal y estableciendo un nuevo poder estatal— lo que por tanto posibilita la transformación de las relaciones de producción, así como la propia superestructura, de acuerdo a los intereses de la nueva clase dominante y su capacidad de desencadenar y utilizar de forma más plena las fuerzas productivas.
Claro, la revolución es un proceso sumamente complejo en que participan muchas personas y grupos, con muchos puntos de vista y objetivos, y puede que aquellos que llevan a cabo tal revolución estén más o menos conscientes de cuáles son las contradicciones subyacentes —entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción— cuyo desarrollo ha establecido la necesidad de tal revolución y ha dado pie a la dinámica que la hace posible y necesaria. Pero a la larga la influencia de estas contradicciones y esta dinámica llevarán a primer plano a aquellos que pueden actuar y que sí actúan básicamente según la necesidad de transformar las relaciones de producción de modo que correspondan al desarrollo de las fuerzas productivas. Eso es lo que pasó, por ejemplo, en la revolución francesa de finales del siglo 18 y comienzos del 19, la más radical de todas las revoluciones burguesas: muchas fuerzas de clase y grupos sociales diferentes participaron en esa revolución, pero a fin de cuentas fueron las fuerzas políticas que se pusieron a establecer el sistema capitalista, en lugar del viejo sistema feudal, las que pudieron afianzarse en el poder, en lo fundamental porque esa transformación de la economía, y de la sociedad en conjunto sobre esa base, representó el necesario medio para hacer que las relaciones de producción correspondieran a la manera en que las fuerzas productivas se habían desarrollado.
La guerra de Secesión estadounidense también ilustra los principios y métodos básicos que Marx desarrolló y aplicó al desarrollo histórico humano. Esta guerra de Secesión ocurrió en lo fundamental como resultado del hecho de que dos distintos modos de producción —caracterizados por distintos sistemas de relaciones de producción: el capitalismo y la esclavitud— se habían entrado en un conflicto antagónico entre sí y ya no podían coexistir en el mismo país. El resultado de esta guerra de Secesión fue que, con el triunfo de la clase capitalista centrada en el Norte, se abolió el sistema de esclavitud y llegó a dominar en todo el país el sistema capitalista — aunque, sobre todo después de un corto período de Reconstrucción tras la guerra de Secesión, la aristocracia terrateniente sureña y los nacientes capitalistas en el Sur se vieron integrados de nuevo en la clase dominante del país en conjunto, y de hecho han tenido una importante influencia en esa clase dominante, mientras subyugaron de nuevo a los ex esclavos con formas de explotación y opresión apenas menos duras que la esclavitud (y algunas formas de esclavitud seguían existiendo, en particular en el Sur, por mucho tiempo después de la abolición legal y formal de la esclavitud).
De estos ejemplos históricos, se puede ver cómo, en las revoluciones que llevaron a cabo cambios cualitativos en la sociedad pero no obstante solamente llevaron a establecer a una nueva clase explotadora en la posición dominante, se ha repetido el mismo patrón en que las masas oprimidas se sacrifiquen (o sean sacrificadas) en estas revoluciones (por ejemplo, 200.000 ex esclavos combatieron por el Norte en la guerra de Secesión, una vez que se les permitiera hacerlo, y murieron con una tasa de mortalidad mucho más alta que los otros soldados del ejército de la Unión) pero a fin de cuentas los explotadores de las masas, nuevos o antiguos, se beneficiaron de ese sacrificio. Así ha sido desde que las divisiones de clases y la dominación de clases explotadoras han surgido y han caracterizado la sociedad humana. Eso fue todo lo que era posible... hasta ahora.
La cosa más significativa, y liberadora, que Marx sacó a la luz es que el desarrollo de la sociedad humana, como resultado de la dinámica que él descubrió, ha llevado a una situación en que un mundo radicalmente diferente es posible. Hemos llegado al momento en que, por medio del complejo desarrollo que se ha esbozado solamente en términos muy básicos aquí, las fuerzas productivas ya existen que hacen posible crear, y expandir de manera continua, una abundancia que, en términos fundamentales, la humanidad en conjunto puede compartir y utilizar para satisfacer las necesidades materiales de la gente en todas partes, y a su vez proporcionar una vida intelectual y cultural cada vez más enriquecida para todos. No solo se ha desarrollado la tecnología con que es posible hacer todo eso en un sentido general sino que también es posible que grandes grupos de personas que trabajan en común utilicen —y de hecho deberían utilizar— esta tecnología. Marx descubrió la contradicción fundamental del sistema capitalista que aún domina el mundo a un costo tan grande y con daños tan grandes para la humanidad: la contradicción entre el modo socializado con que se lleva a cabo la producción, y el hecho de que una pequeña cantidad de capitalistas controla este proceso de producción y se apropia lo que produce. Como recalca la Constitución de nuestro Partido:
[E]n el mundo de hoy grandes cantidades de personas —que trabajan colectivamente y están organizadas en redes altamente coordinadas— llevan a cabo la abrumadora mayoría de la producción de cosas y la distribución de estas. En la base de todo este proceso está el proletariado, una clase internacional que no es dueño de nada, sin embargo ha creado y trabaja estas enormes fuerzas productivas socializadas. Estos gigantescos poderes productivos podrían facilitar que la humanidad no solo satisficiera las necesidades básicas de cada persona del planeta, sino que construyera una nueva sociedad, con un conjunto completamente diferente de relaciones y valores sociales… una sociedad en que todos verdadera y plenamente pudiesen florecer3.
Lograr eso —resolver, por medios revolucionarios, la contradicción fundamental del capitalismo y dejar atrás la división de los seres humanos en explotadores y explotados, gobernantes y gobernados— es el objetivo de la revolución comunista. Es una revolución que corresponde a los intereses fundamentales del proletariado, que lleva a cabo, en las condiciones de dominación y explotación capitalista, la producción socializada y que encarna el potencial de hacer que las relaciones de producción correspondan a las fuerzas productivas, y que desencadena más esas fuerzas productivas, entre ellas, el propio pueblo. Pero, a diferencia de todas las clases anteriores que han llevado a cabo revoluciones en beneficio de sus intereses, el proletariado revolucionario no nada más aspira a colocar a sí mismo y a sus representantes políticos en la posición dominante de la sociedad; aspira a dejar atrás la división de la sociedad en clases, arrancar de raíz todas las relaciones opresivas y con ello eliminar todas las instituciones e instrumentos por medio de los cuales una parte de la sociedad domine y suprima a las otras. Como Marx resumió de manera sucinta, esta revolución tiene como objetivo —y se concluirá únicamente cuando se haya logrado— lo que han llegado a llamarse las “4 todas”: la abolición de todas las diferencias de clase, de todas las relaciones de producción en que estas descansan, de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción y la revolucionarización de todas las ideas que surgen de esas relaciones sociales. Marx también sintetizó de manera sucinta y poderosa la esencia de eso recalcando que el proletariado solo puede emanciparse a sí mismo emancipando a toda la humanidad.
Por todo eso, la revolución comunista representa la revolución más radical y verdaderamente liberadora de la historia.
Al repasar la inmensa experiencia histórica que figuró en sus conclusiones, Marx señaló el profundo concepto de que la gente efectivamente hace la historia, pero no la hace de la manera que quiera. La hace de acuerdo a las condiciones materiales —y en particular las condiciones y relaciones económicas subyacentes— que ha heredado de generaciones anteriores, y los potenciales caminos del cambio que se hallan en la naturaleza contradictoria de estas condiciones. Como señaló Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, en “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad” (parte 1):
Aquí se puede trazar una analogía a la evolución en el mundo natural. Una de las cosas que se recalca una y otra vez en el libro sobre la evolución de Ardea Skybreak es que el proceso evolutivo solo puede efectuar cambios a partir de lo que ya existe…. La evolución en el mundo natural solo se da y solo se puede dar por medio de cambios que surgen a partir de la realidad y las limitaciones que ya existen (o, para decirlo de otra manera, la necesidad que existe), y en relación con ellas4.
Eso da la respuesta básica para aquellos que preguntan: ¿qué derecho tienen ustedes los comunistas de decir cómo se pueda organizar la sociedad, qué derecho tienen los comunistas de dictar qué cambio sea posible y cómo deba darse? En esencia, estas preguntas están mal planteadas y representan una mala interpretación básica de la dinámica del desarrollo histórico —y de los posibles caminos del cambio— en la sociedad así como en el mundo material en general. Es como preguntar por qué los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos —o por qué los seres humanos no pueden tener hijos capaces de volar alrededor de la tierra por sí mismos en un instante, saltar sobre edificios altos de un solo brinco y tener una vista de rayos X que traspasa objetos sólidos— y pedir que se conteste: ¿qué derecho tienen ustedes de dictar qué resulte de la reproducción, qué derecho tienen de decir que los vástagos humanos tengan ciertas características y no otras? No se trata de “qué derecho tienen” sino de qué es la realidad material, y qué posibilidades para el cambio residen en el carácter —contradictorio— de esa realidad material. Se trata de dos cosas:
Por primera vez en la historia de la humanidad, han surgido las condiciones materiales que hacen que sea posible la abolición final de las relaciones de dominación, opresión y explotación; y se ha desarrollado el marco teórico para guiar la lucha hacia ese objetivo a partir de la realidad material, y de su desarrollo histórico, que ha generado esta posibilidad.
Al mismo tiempo, esta transformación histórica mundial de las relaciones sociales humanas solo puede darse a partir de las condiciones materiales concretas, y las contradicciones que las caracterizan, que abren esta posibilidad, pero que también contienen obstáculos a la realización de esta transformación social radical; y requiere que se entienda y se trate de manera científica esta dinámica contradictoria —y que dirija un grupo organizado de personas sustentado en este método y enfoque científicos— para llevar a cabo la lucha compleja y ardua por lograr esta transformación por medio del avance hacia el comunismo en todo el mundo.
De
IV. Los nuevos retos, y la nueva síntesis
En el proceso de dirigir en general a nuestro Partido, en los últimos 30 años Bob Avakian ha seguido profundizando un análisis científico de la experiencia del movimiento comunista internacional y la orientación estratégica para la revolución comunista. De ese trabajo ha salido una nueva síntesis, un mayor avance del marco teórico para hacer avanzar esta revolución.
Tal como señala la Constitución de nuestro Partido, la situación en el mundo actual —incluida la derrota de la ola inicial de la revolución comunista— “presenta, de nuevo, la gran necesidad para el comunismo”. Y:
Si bien no existen países socialistas en el mundo, existen la experiencia de las revoluciones socialistas y el rico caudal de teoría científica revolucionaria que se desarrolló mediante la primera ola de revoluciones socialistas. Pero para hacer frente a los retos de la nueva situación, hay que hacer avances en la teoría y en la práctica de la revolución comunista, a fin de tratar de manera científica la experiencia general de la primera ola de revoluciones socialistas y las implicaciones estratégicas de los enormes cambios que se están operando en el mundo, y de sacarle las necesarias lecciones.
Bob Avakian ha asumido esta responsabilidad y ha desarrollado una obra, método y enfoque comunistas que responden a estas grandes necesidades y retos.
[De la última parte del Manifiesto:]
VII.
Conclusión: Un reto y un llamamiento
Lo que hemos dicho aquí lo decimos en serio, y lo que decimos en la “Conclusión” de la Constitución de nuestro Partido lo decimos en serio:
El Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, ha asumido la responsabilidad de dirigir la revolución en Estados Unidos, en las entrañas de la bestia imperialista, como su participación principal en la revolución mundial y el objetivo final del comunismo. Esta es una gran tarea histórica — y todos aquellos que anhelan que esto pase, deben reunirse alrededor de esta vanguardia y apoyarla, trabajando juntos con el Partido, movilizando apoyo para él y, sobre la base de asumir la causa y el punto de vista del comunismo, ingresando a él.
La emancipación de toda la humanidad: esa, y nada menos, es nuestra meta. No existe ninguna causa mayor, ningún objetivo mayor a que dedicarnos la vida5.
Todo lo que hemos mencionado aquí, y todo lo que hemos puesto al descubierto, en términos directos y sin adornos, debe darle aún mayor importancia y mayor énfasis al llamamiento a que aquellos que comparten, o respetan, nuestra determinación de hacer surgir un mundo nuevo, sin explotación y opresión, acudan en apoyo y ayuda a este Partido.
A los revolucionarios y a los comunistas de todas partes, a todos aquellos que anhelan otro mundo radicalmente diferente y mucho mejor: no demos marcha atrás ni volvamos a atrincherarnos en el pasado en la forma que sea — al contrario, avancemos con osadía hacia la meta del comunismo y hacia la emancipación de la humanidad de las milenarias cadenas de la tradición.
El texto íntegro del Manifiesto está en línea en revcom.us/Manifesto/Manifesto-es.html
Notas
1. Marx a Kugelmann, 1868, citado en America in Decline, An Analysis of the Developments Toward War and Revolution, in the U.S. and Worldwide, in the 1980s, t. 1 (Chicago: Banner Press, 1984), p. 10. [regresa]
2. Un análisis más amplio de la relación entre la opresión de los negros y el desarrollo histórico del capitalismo y del imperialismo en Estados Unidos se halla en Bob Avakian, El comunismo y la democracia jeffersoniana (en inglés) (Chicago: RCP Publications, 2008), y en línea en revcom.us. [regresa]
3. Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (Chicago: RCP Publications, 2008), “Preámbulo: Principios básicos del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos”, pp. 2-3, cursivas en el original. Esta Constitución se halla en revcom.us. [regresa]
4. “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad”, partes 1 y 2, en revcom.us y en Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, un folleto de Revolución, 1º de mayo de 2008. El citado libro de Ardea Skybreak es The Science of Evolution and the Myth of Creationism — Knowing What’s Real and Why It Matters (Chicago: Insight Press, 2006). La serie de Revolución, “La ciencia de la evolución”, en que se basa el libro, se halla en español en revcom.us. [regresa]
5. Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, “Conclusión”, p. 27; también está en línea en revcom.us. [regresa]
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