Revolución #167, 7 de junio de 2009


La noche de los muertos vivientes

Obama, Cheney, y el "debate" sobre la tortura

Se dieron dos discursos importantes el 21 de mayo. Uno lo dio Barack Obama; defendió su decisión de suprimir miles de fotos que, según el general de división retirado Antonio Taguba, documentan “la tortura, el abuso, la violación y todo tipo de ultraje”. Además, Obama hasta rebasó lo que la administración Bush había implementado formalmente. Reclamó el derecho jurídico de encarcelar, por el tiempo que le dé la gana y sin juicio, a personas “que no se les puede enjuiciar pero que representan un peligro claro al pueblo estadounidense”.

Al discurso de Obama le siguió una refutación extraordinaria. No la hizo un oponente de la tortura, ni siquiera alguien que representara a los millones de personas que apoyaron a Obama y ahora están indignados por su adopción de una buena parte de la esencia del programa de Bush. Al contrario. Lo refutó un ex vicepresidente tan odiado al cual le dieron el escenario nacional para aventar un sermonazo que defiende a gritos los crímenes de la administración de Bush.

¿Qué significa que los medios de comunicación principales establezcan así los términos del debate y de la política “legítima”? ¿Cuáles son las implicaciones y los retos ante los que no aceptan que torturen en su nombre?

La tortura

En primer lugar, ¿de qué se trata en realidad? En una rueda de prensa que celebraron El Mundo No Puede Esperar y otros en frente del ayuntamiento de West Hollywood, California, el abogado Michael Rapkin describió las condiciones en que vive su ex cliente Mohammed Kahn, preso en Guantánamo desde que tenía 17 años, y en aislamiento desde hace dos años:

“Presenta síntomas de un trauma mental serio. Hace poco, empezó de nuevo a regar excrementos sobre las paredes de su celda. No lo quitó. Y en vez de mandar profesionales de salud mental para ayudarlo, mandaron diez guardias grandotes en uniforme antimotin que lo golpearon severamente. A esos les dicen Tropas IRF [Fuerzas de reacción inmediata]. Le rociaron gas lacrimógeno. Luego mi defendido empezó a golpearse la cabeza contra la pared de nuevo. Empezó a sangrarse por la cabeza. Grita y farfulla incoherencias. Las autoridades militares de Guantánamo, y estoy hablando de lo que pasó hace apenas unos meses, lo que está pasando ahorita en Guantánamo — las autoridades no ayudan a Mohammed. No le llega el aire fresco. No ve la luz del sol. No le toca ninguna interacción social. No tiene ningún contacto con su padre. Lo desnudan y le quitan su tapete delgadito de dormir y lo obligan a dormir en su celda con su excremento durante tres días. Más de 800 presos han pasado por Guantánamo. Y cada preso allí tiene cara, cada uno tiene una historia que contar”.

Eso está pasando hoy en día. Multipliquen esa historia por miles. Súmenle no solo Guantánamo sino Abu Ghraib, la prisión Baghram en Afganistán que a decir de todos es aún peor que Guantánamo y Abu Ghraib, y las mazmorras infernales de la CIA en todo el mundo, y las 98 personas (cuando menos) que han muerto en esas mazmorras a manos estadounidenses. Es necesario sacar estas historias a la luz del día, hay que castigar estos crímenes, hay que llevar a juicio a estos criminales — hasta lo más alto del mando. Hay que ponerle fin a todo eso.

Cheney el Telonero: La noche de los muertos vivientes

Obama ha dicho que no acusará a los que dieron las órdenes para esos crímenes de lesa humanidad, y está encubriendo esos abusos suprimiendo más de dos mil fotos que documentan la tortura; bloqueando una demanda de parte de personas que sufrieron las “entregas” (secuestradas por la CIA y entregadas a otros países para someterlas a torturas); resucitando los llamados juicios bajo la Ley de comisiones militares; y ahora, reclamando el derecho de encarcelar a gente formalmente por tiempo indefinido sin ningún juicio.

Sin embargo Cheney y otras fuerzas todavía poderosas de la clase dominante estadounidense están arremetiendo contra Obama con salvajismo vengativo. El nivel de desdén que por él sienten Cheney y aquellos a quienes representa se ve en el hecho de que Cheney —que no ocupa ningún puesto elegido— en pocas palabras se quejó de la duración del discurso de Obama como para decir que hubiera de callarse la boca y dejar que hablara Cheney (“Es bastante claro que el presidente sirvió en el senado y no en la cámara de representantes porque en la cámara tenemos la regla de cinco minutos”).

¿Qué pasa? Obama ha adoptado la esencia del programa de Bush, a la vez que cambia la apariencia. En un artículo de la revista New Republic, Jack Goldsmith, ex jefe de la Oficina de Consejería Jurídica de la Casa Blanca bajo Bush (y quien apoya en general el programa de Bush), explica punto por punto cómo Obama sigue muy de cerca a Bush en cuanto a Guantánamo, asesinatos, espiar a estadounidenses y la tortura. Goldsmith resume (y cabe escucharlo con atención): “La nueva administración ha copiado la mayor parte del programa de Bush, ha ampliado unos elementos y ha restringido solo un poco de él. Casi todos los cambios de Obama han estado al nivel de la apariencia, la argumentación, el símbolo y la retórica. Eso no quiere decir que los cambios de Obama carecen de importancia. Resulta que la apariencia, la argumentación, el símbolo y la retórica son de vital importancia para legitimar las políticas sobre el terrorismo”.

Si Obama ha adoptado la esencia del programa de Bush y sólo cambió la apariencia, ¿por qué lo contraataque tan ferozmente Cheney en representación de sectores poderosos de la clase dominante?

En primer lugar, Cheney representa a un sector de la clase dominante, a los neoconservadores, que de fondo promueven la afirmación agresiva, desenfrenada y muy franca del poderío militar yanqui y las políticas internas que le sirven. En su discurso, Cheney criticó a Obama por haber hecho públicos los memos de la tortura, con los dictámenes jurídicos de los abogados de alto rango en la Casa Blanca que autorizaron la tortura. Cheney clamó que “cuando los terroristas vean el gobierno norteamericano enredado en discusiones sobre los interrogatorios o sobre si los terroristas de otros países tengan derechos constitucionales, no se impresionan por nuestro sistema jurídico ni se preguntan si nos habían calculado mal desde el principio. Al contrario, los terroristas ven exactamente lo que esperaban de nosotros: se fue nuestra unidad, se vacila nuestra resolución, se distraen nuestros líderes. En resumen, ven debilidad y oportunidad”.

Cheney está luchando muy fuerte para que se grabe de forma permanente en la política del gobierno y de hecho en la estructura jurídica de Estados Unidos el ejercicio abierto de la tortura y el modo de operar en general de “la guerra contra el terror” del régimen de Bush. Por eso, en parte, Cheney y la gente de su entorno señalan en público que los demócratas han estado en este camino y que en lo básico siguen en él, aunque éstos barnizan esas políticas con una capa de invocaciones a la constitucionalidad y “el estado de derecho”. En su discurso, Cheney observó: “Algunos miembros del Congreso tienen mala fama por haber exigido que se les informen acerca de los más confidenciales programas de inteligencia. En privado los apoyan, y luego al primer indicio de controversia no se puede hallarlos”. Además, señaló con puntualidad que “el presidente Obama se ha reservado el derecho de ordenar el uso del interrogatorio realzado si lo creyera adecuado”.

En segundo lugar, Cheney está posicionando al sector de la clase dominante que representa, a los neoconservadores, con la finalidad de sacar provecho de cualquier revés importante que tenga Estados Unidos. Las fuerzas que se convergieron alrededor del régimen de Bush y que dicho régimen representó, sobre todo los neoconservadores y los fascistas cristianos, quizá no estén en el despacho oval por ahora, pero no se han arrepentido y todavía son poderosos. Los ataques de Cheney que casi acusan a Obama de ayudar a “los terroristas” existen en un ambiente de otros ataques contra Obama de parte de fuerzas abiertamente fascistas como Rush Limbaugh. Éste le llama con insistencia a Obama “socialista” (lo que no es), cosa que presenta a Obama como ilegítimo y fuera de la política aceptable. Además, el noticiero Fox y otros orquestaron y azuzaron las manifestaciones que utilizaron el simbolismo de la revolución norteamericana y de “derrocar la tiranía”. Estas fuerzas todavía están en muchos cargos poderosos en el gobierno, en la CIA inclusive.

En particular, estas fuerzas están muy atrincheradas en los altos rangos del ejército estadounidense. En el número de mayo de la revista Harpers, el artículo “Jesus Killed Mohammed” (Jesús mató a Mohama) describe al ejército yanqui en Irak que exhibe abiertamente el fascismo cristiano (el título del artículo viene de un lema pintado en un vehículo militar yanqui en Irak) y de qué tan dominantes son estas fuerzas en el ejército. Hace poco la revista GQ publicó unas fotos de citas de la Biblia con imágenes rarísimas creadas con el programa Photoshop que tapizaron de imágenes bíblicas triunfales los informes militares que el secretario de Defensa Rumsfeld entregaba a Bush para sus sesiones informativas sobre asuntos militares.

Esas fuerzas jamás han aceptado la legitimidad de ninguna fuerza de oposición, ni siquiera en la clase dominante estadounidense. Y aún no las aceptan. Cheney está preparando a estas fuerzas para que “estén con las botas puestas” de manera figurada y literal. O sea, aunque las políticas de Obama sí se parecen mucho a las de Bush, Cheney aún quiere al mando la franca intimidación al estilo gangsteril y está movilizando a fuerzas con este fin. Como parte de indicarles a sus seguidores que mantengan “las botas puestas”, la gente como Newt Gingrich de ayer y como Glen Beck de hoy está invocando el espectro de la guerra civil. (Para obtener una perspectiva estratégica sobre estas y otras cuestiones relacionadas, recomendamos que las y los lectores estudien La guerra civil que se perfila y la repolarización para la revolución en la época actual, de Bob Avakian, que está en línea en revcom.us.)

Lo que representa Obama

Un activista de libertades civiles le dijo al New York Times en referencia a la detención preventiva que aprueba Obama, de detener a las personas por un tiempo indefinido sin juicio: “Durante muchos años, hemos sabido que esto ha estado en el horizonte, pero durante el gobierno de George Bush logramos mantenerlo a raya. La idea de que pudiéramos encontrarnos peleando con la administración de Obama sobre estos poderes es verdaderamente pasmoso”.

¿Qué pasa?

Antes de las elecciones, el comentarista de la clase dominante Andrew Sullivan, un conservador en política que rompió con Bush, argumentó que ya se había establecido el programa básico de Estados Unidos, sin importar quién entrara a la presidencia; que la ocupación de Irak “tiene un impulso que conducirá la ocupación a la década siguiente”; que todos los candidatos presidenciales están “comprometidos con un despliegue de duración indefinida en Afganistán y con una alianza férrea con Israel”. Pero, argumentó, Obama era la mejor “cara” para la guerra en curso y la represión interna. Escribió: “Si uno quisiera el arma más burda pero más efectiva contra la satanización de Estados Unidos que alimenta la ideología islámica, la cara de Obama tiene un gran parecido”. Además, si los que gobiernan Estados Unidos se sintieran “obligados a imponer más restricciones sobre los viajes, las comunicaciones y las libertades civiles”, Bush (e implícitamente un nuevo presidente asociado con él) “sería incapaz de infundir la confianza ni hablar del apoyo de la mitad de la población en tales tiempos”.

Unos sectores importantes de la clase dominante sí adoptaron el enfoque de traer a Obama para recuperar la credibilidad interna e internacional de Estados Unidos. Pero no importa la cara que represente el imperio, hay retos fundamentales subyacentes que lo confrontan, y se encuentra atascado en la ocupación y guerra en el Medio Oriente y Asia Central y padece una crisis económica histórica.

Además, unos sectores de la clase dominante apoyaron muy conscientemente a Obama en parte como un mecanismo para canalizar al campo electoral el descontento y la ira de amplios sectores de la población que tienen un coraje latente pero en gran parte son pasivos. Estas fuerzas consideraron la promoción de Obama y su enfoque y estilo como una oportunidad de atraer de nuevo al redil a mucha gente que había empezado a cuestionar la situación en general.

El día que Obama y Cheney dieron sus discursos, Charles Krauthammer, un prominente columnista neoconservador, escribió un artículo que es muy revelador: “Lo genial de la democracia es que la rotación del poder obliga a la oposición a entrar en razón cuando entre en funciones. Cuando los tipos nuevos, puestos en poder por la voluntad popular, adoptan las políticas de los tipos antiguos, se forja un consenso nacional y se establece una nueva legitimidad.

“Esto nos está pasando ante los ojos. Las políticas de Bush en la guerra contra el terror no tendrán que esperar la confirmación de los historiadores. La hace Obama día a día. No significa nada que la desmienta. Vea lo que ha hecho” (“Obama in Bush Clothing” [Obama en la ropa de Bush], 21 de mayo de 2009, Washington Post).

Aquellos que piden justicia y cambio real tienen que escuchar y confrontar lo que está en la boca de este agente de la clase dominante.

La “pirámide del poder”

Para comprender las diferencias agudas y reales así como las similitudes fundamentales entre Obama y Cheney en este “debate” sobre la tortura y otros asuntos, es aleccionador retomar la metáfora de la “pirámide” que invocó Bob Avakian: “Arriba están las personas que gobiernan esta sociedad y en particular están aquellas personas representadas por el Partido Demócrata por un lado y por el Partido Republicano por el otro, que luchan entre sí. Eso es evidente, ¿no? Recordemos las elecciones presidenciales de 2000, las elecciones más aburridas en mucho tiempo, y de repente se pusieron interesantísimas y muy intensas, no por lo que dijeron e hicieron en la campaña sino por lo que pasó (y no pasó) en el conteo. Se pusieron de relieve las feroces luchas intestinas de la clase dominante. Volviendo a la pirámide, arriba está la clase dominante y sus representantes políticos con (aunque esto sea un poco simplista) los demócratas a un lado y los republicanos al otro. Por décadas, las personas que han estado agrupadas en torno a Bush y el tipo de gente que representan han estado trabajando y preparando toda una infraestructura, por decirlo así, al interior de la sociedad para encaminarla hacia una especie de onda fascista cuando sea necesario” (“La pirámide del poder y la lucha por cambiar de base el mundo”, Obrero Revolucionario (ahora Revolución) #1259, 21 de noviembre de 2004, en revcom.us).

En adelante en el mismo artículo, Avakian señala lo siguiente: “Al otro lado de la pirámide (supuestamente ‘a la izquierda’) están los demócratas. ¿Quiénes son las personas a las cuales quieren atraer? No digo que los demócratas realmente los representan, ¿pero a quienes quieren atraer desde la base, por decirlo así, del otro lado de esta pirámide? A todas las personas que defienden cosas progresistas, a todas las personas que en esta sociedad sufren opresión. En realidad una buena parte del papel de los demócratas es canalizar a esas personas hacia los cauces burgueses, electorales, tradicionales de la política nacional y confinarlos al marco de dichos procesos y... canalizarlos nuevamente si es que se alejan de ese marco o rompen con ese marco. Porque lo que pasa en las elecciones siempre enajena y encabrona a las personas en la base, por las mismas razones que señalé arriba: el Partido Demócrata habla de gente común, de los pobres, de los que sufren discriminación, etc., pero siempre los traiciona. Incluso en ocasiones hacen uso de la palabra ‘opresión’. Pero simplemente las traicionan una y otra vez. Representan los intereses del sistema y la clase dominante, y tienen cierto papel de siempre tratar de hacer que las personas que sufren opresión, coraje y enajenación vuelvan a participar en las elecciones”.

Este es el papel que Barack Obama está desempeñando. Debido a que es Obama quien está imponiendo una represión draconiana y declarando que la tortura quedará impune (y quien por defecto se reserva el derecho de cometerla de nuevo), también se está imponiendo un “consenso bipartidario”, que vuelve a establecer unas condiciones cada vez más hacia la derecha acerca de lo que se supone que sea el discurso aceptable.

En un sentido, el debate “Cheney contra Obama”, si bien representa algunas diferencias reales, también sirve de pantalla para Obama, quien se puede argumentar de manera interminable, es solamente un poquito mejor que Cheney, mientras que sigue adelante y se profundiza la agenda general de guerra y opresión.

Hacer lo correcto ahora

¿Qué quiere decir todo esto, ahora?

Quiere decir que las personas tienen que ser sinceras con sí mismas. Si la tortura, Guantánamo, guerras ilimitadas por imperio y destripar las libertades civiles estuvieran mal bajo Bush, pues ¡ocultar las cosas y continuarlas aún está mal bajo Obama!

Quiere decir hacer un profundo examen de conciencia acerca del tipo de mundo en que usted quiere vivir. No corresponde a los intereses fundamentales de la abrumadora mayoría de las personas en este país entablar un trato con el diablo, de trocar su oportunidad de vivir en la cima de la cadena de alimentación del imperialismo a cambio de lanzar terror y represión contra la gente por todo el mundo así como de reducir fuertemente los derechos para la población en los Estados Unidos. Usted vio que todo esto estuvo bien jodido bajo Bush; de ninguna manera está mejor bajo Obama.

Finalmente, quiere decir que todavía se preparan tormentas; que no se pueden confinar las aspiraciones de millones de personas en esta situación a la mejor forma de “colaborar al interior de un sistema” con el objeto de retocarlo. Al contrario, la gente puede llegar a ver que existe algo mucho mejor y posible, en el sentido de que es posible un sistema diferente con una visión mucho más radical de libertad y que las propias grietas que se manifiestan en los desvaríos de Cheney y las iniciativas de engaño de un Obama también podrían abrir las posibilidades para que millones de personas contemplen con ganas un sistema completamente diferente y la revolución que podría gestarlo con el desarrollo de la situación, y para que millones de personas más asuman esta visión y orientación hoy.

Todo eso habla de la necesidad de tener más oposición política, más resuelta, al rumbo general en que está encaminado el país y un rompimiento político con la camisa de fuerza de los términos del  “debate” entre Obama y Cheney.  

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