Revolución #180, 25 de octubre de 2009
A las y los valientes luchadores del 22 de octubre
En Oakland, California, la policía asesinó a Oscar Grant el día de Año Nuevo; lo ejecutaron a quemarropa ante cientos de testigos teniéndolo postrado en el andén del metro completamente sometido por un agente. La policía de Chicago asesinó a Corey Harris, un estudiante de secundaria de 17 años, atleta y padre, simplemente porque huyó de un altercado el primer día del año escolar en curso; lo mató un policía al cual no lo han identificado aún. En Rockford, Illinois, el 24 de agosto, dos policías blancos mataron a un hombre negro de 23 años, Mark Anthony Barmore, en la espalda teniéndolo postrado en el suelo dentro de una guardería infantil en frente de 10 ó 12 niños horrorizados.
Y una y otra vez, encubren los asesinatos — ¿cuántas veces no ha resultado que la dizque pistola que la víctima traía, según la policía, en realidad era un peine... un celular... o nada?
Eso tiene que TERMINAR.
Estos ultrajes policíacos y un sinnúmero más —sobre los cuales hemos informado en muchos números de Revolución— juntos, comprueban la verdad innegable de que en esta sociedad mantienen abajo a la gente, y en especial a los negros y los latinos, mediante una fuerza asesina brutal.
Cada hombre joven negro o latino en Estados Unidos quien sale de la puerta de su hogar entra a un mundo en el cual le espera que le dicten una pena de muerte. En la edición electrónica de Revolución de esta semana, usted verá que el 8 de agosto los alguaciles del Condado de Los Ángeles asesinaron a Ezequiel “Tito” Jacobo, de 33 años de edad. ¿Por qué? Por sospecha de violar la libertad condicional.
Estados Unidos, que se jacta sin cesar acerca de sus llamadas libertades, en los hechos lleva la batuta a nivel mundial en un rubro: su índice de encarcelamiento y la cantidad bruta de aquellos que mantiene enjaulados. Estados Unidos, que habla sin cesar del “espíritu humano”, en los hechos considera a toda una generación de los jóvenes y los trata, desde que van a la escuela, como delincuentes. Y eso se manifiesta en especial, una vez más, en las comunidades negras y latinas.
La violencia policial garantiza que siga funcionando el sistema capitalista: si uno no paga la hipoteca o la renta, acuden la policía y los alguaciles para sacarlo de la casa a punta de pistola. Eso en sí es un ultraje.
Pero la cosa va más allá de que la policía hace cumplir las leyes injustas de este sistema — de hecho, la policía constante y rutinariamente viola las propias leyes y la propia Constitución del sistema con el fin de mantener sometido al pueblo. En los primeros seis meses del año en curso, el Departamento de la Policía de Nueva York paró a cientos de miles de personas —la abrumadora mayoría varones negros y latinos— y los metió en sus bases de datos de delincuentes, a pesar de que ni siquiera se les había acusado de cometer un crimen en la vasta mayoría de los casos.
La violencia policial desenfrenada, generalizada e indignante viene siendo el trato normal en Estados Unidos a los manifestantes que no se dejan que los acorralen dócilmente en los “corrales para protestas” aislados. Cuando miles de manifestantes valerosos, la mayoría jóvenes, se reunieron en Pittsburg el 24 y 25 de septiembre del año en curso para confrontar al G-20 (representantes de las economías más grandes del mundo), los asaltaron escuadrones policíacos antimotín, les negaron o revocaron permisos para protestar y se infiltraron en sus organizaciones tiras y provocadores policiales. A centenares de manifestantes —juntos con personas que simplemente iban camino al trabajo o la escuela— los golpearon, les rociaron con gases y los arrestaron. El año pasado, antes de la Convención Nacional Republicana (CNR) en Minneapolis, acusaron a los “8 del CNR” de cuatro felonías serias de conspiración, entre ellas “Conspiración de amotinar en el fomento del terrorismo”, antes de que ocurrieran las protestas (siguen esperando el juicio).
¡Ya basta!
No hay ninguna razón por qué el pueblo debe seguir viviendo, y muriendo, de esta manera. Revolución se une de todo corazón con los esfuerzos de la gente de una amplia gama de perspectivas políticas para declarar el 22 de octubre que ESTO TIENE QUE TERMINAR. Nos solidarizamos con ustedes y llamamos a la gente a trabajar con nosotros, con la urgencia requerida, hacia lo que se planteó en el Mensaje y Llamamiento del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos:
“Los días en que este sistema simplemente puede seguir haciendo lo que le hace a la gente en este país y en todo el mundo... en que la gente no tiene la inspiración ni la organización para hacerle frente a estas barbaridades y acumular las fuerzas para poner fin a esta locura... esos días deben TERMINAR. Y esto SE PUEDE hacer” (“La revolución que necesitamos… La dirección que tenemos”, Revolución #170, 19 de julio de 2009, en línea en revcom.us).
Como parte de contribuir a ese proceso, alentamos de nuevo a los lectores “¡A dar testimonio!”, a mandarnos su testimonio contra el abuso, brutalidad y asesinato policial (vea el recuadro en la página 10).
Por último, llamamos a todos los valientes manifestantes que vayan a las calles el 22 de octubre a que breguen con lo siguiente en el citado Mensaje y Llamamiento del PCR:
“Mira lo que este sistema les hace a los jóvenes aquí mismo en Estados Unidos. Para los millones de ellos en las zonas urbanas, si es que no son asesinados a temprana edad, es probable que tengan un futuro en la cárcel (casi uno de cada ocho hombres negros jóvenes está preso, las cárceles están atestadas de negros y latinos y este país tiene el mayor índice de mujeres presas en el mundo). Este sistema les ha arrebatado a tantos jóvenes la oportunidad de tener una vida digna y ha hecho que muchos de ellos, demasiados, vivan, se mueran y maten para nada —nada bueno— para nada salvo joder a otros y matarse entre sí en las calles de las ciudades de este país... o ingresar a las fuerzas armadas y recibir adiestramiento como asesinos en masa, masacrando a personas en países por todo el planeta. Un sistema que no ofrece a los millones y millones de jóvenes ningún propósito superior, ninguna mejor suerte, salvo el crimen y el castigo, o convertirse en ciegas máquinas asesinas para el sistema mismo — ¡eso en sí es suficiente causa para barrer este sistema de la faz de la tierra!”
Se cierra el Mensaje y Llamamiento del PCR con estas palabras:
“Hablamos en serio y no retrocederemos ni le daremos la espalda a lo que hemos iniciado, a la gente que necesita esta revolución. Seguiremos persistiendo y echando raíces para fortalecer este movimiento para la revolución, para forjar las bases, ampliar la influencia y organizar las fuerzas que necesitamos para hacer la revolución. No seremos intimidados, obligados a retroceder ni ahuyentados.
“UN MUNDO COMPLETAMENTE DIFERENTE, UN FUTURO MUCHO MEJOR, ES POSIBLE. TENEMOS LO QUE NECESITAMOS PARA LUCHAR POR ESE MUNDO, POR ESE FUTURO.
“NOS TOCA A NOSOTROS ENTRARLE Y ASUMIR EL RETO DE HACER QUE ESTO OCURRA.
“Como dice la Constitución de nuestro Partido: ‘La emancipación de toda la humanidad: esa, y nada menos, es nuestra meta. No existe ninguna causa mayor, ningún objetivo mayor a que dedicarnos la vida’”.
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