Revolución #204, 20 de junio de 2010
Una frontera bañada de sangre: El asesinato de Sergio Hernández
“Por el Río Bravo de mar a mar
En la arena huellas al millar…”De la canción, “Across the Borderline”
(Al otro lado de la frontera – John Hiatt – Ry Cooder – James Dickinson)
Al atardecer el 7 de junio, un jovencito de catorce años, Sergio Hernández, agonizaba desangrando bajo el Puente Negro, un puente ferrocarrilero entre Ciudad Juárez, México y El Paso, Texas, Estados Unidos. Tenía la cara destrozada y una bala de calibre 40 en la cabeza. La bala se le había pegado un agente de la Patrulla Fronteriza Estadounidense, uno de más de 17.000 capataces fuertemente armados que rondan la frontera.
Sergio había salido de su casa en un barrio de Juárez para visitar a su hermano mayor, que trabaja en el manejo de equipaje en una agencia aduanera en un cruce fronterizo. Quería cenar con su hermano y pedirle dinero prestado para artículos para la escuela. Después, con unos amigos, bajó al río. “Eso fue su error, el ir al río,” dijo su mamá. “Por eso lo mataron”.
Las ciudades de Juárez y El Paso forman una zona metropolitana de dos millones de personas, divididas por una tensa línea. A Juárez vienen personas desde el campo y las ciudades en el interior de México, con la intención de brincar la frontera; son personas cuyas vidas han sido arrolladas por la abrumadora dominación imperialista estadounidense que ha venido saqueando su tierra natal durante generaciones, y algunos buscan trabajos manuales en El Paso o en los campos del oeste de Texas y Nuevo México, otros pretenden adentrarse más al país del norte.
El 7 de junio, esa tensión explotó en una violencia asesina. Un agente de la Patrulla Fronteriza brincó de su bicicleta cuando un pequeño grupo de hombres traspasaron corriendo por un agujero en la cerca por el lado estadounidense. Agarró a uno y apuntó su arma contra otro que estaba parado en tierra mexicana. Tiró dos balazos uno tras otro, luego el tercero.
Y Sergio Hernández cayó agonizando, mientras sus amigos quedaron llorando horrorizados a su lado.
Pronto se emitió la historia oficial. La Patrulla Fronteriza declaró que los informes sobre el incidente indicaron que los agentes que patrullaban en bicicleta fueron “asaltados con piedras por un número desconocido de personas”. La Patrulla Fronteriza y otros funcionarios del gobierno declararon que el agente fue rodeado de una turba que le arrojaba piedras, antes de que él disparara el arma.
Sin embargo un video grabado en un teléfono celular comprueba que este cuento es pura mentira. La CNN reportó en su sitio web que “un video que la CNN consiguió arroja duda sobre la declaración del agente de la Patrulla Fronteriza de que lo rodearon presuntos inmigrantes ilegales que le arrojaban piedras cuando él mató a balazos al chico en la frontera con Ciudad Juárez… El video contradice la historia de [la portavoz del FBI Andrea] Simmons. Ella había dicho: ‘Este agente, que tenía el segundo sujeto detenido en el suelo, dio una orden verbal a los demás sujetos que pararan y se retiraran. Sin embargo, los sujetos rodearon al agente y continuaron arrojándole piedras. Entonces el agente accionó su arma de servicio varias veces, pegándole a un sujeto quien murió más tarde”.
El video demuestra claramente que nadie está “rodeando” al agente. A clara vista apunta el arma contra un grupo de personas que están en el lado mexicano del río, que en esta temporada es bastante seco, con sólo tres metros de ancho. Se oyen tres tiros de su arma.
Varios vendedores en el puente encima del lugar del asesinato también desmintieron la versión oficial. Estela González, que vende gorras en el puente Paso del Norte, dijo: “El mocoso no arrojaba piedras. Sólo miraba”. Otro vendedor, Luis Rodríguez, dijo: “El mocoso no aventaba nada. Luego [el policía] empezó a tirar bala a lo loco. Disparó tres veces”.
Sergio Hernández y sus amigos, que estaban en Juárez, se agachaban tras un pilar de hormigón cuando el incidente brotó. Como dijo la madre de Sergio: “El hombre que mató a mi hijo era un cobarde. No debió haberlo hecho. Mi hijo estaba en México, no en Estados Unidos”.
Pero lo que siguió da hasta más coraje si es posible.
En los días tras el asesinato de Sergio, los portavoces oficiales del gobierno estadounidense han tratado de tachar al joven de un delincuente habitual y un coyote veterano, un traficante de seres humanos. El noticiero Fox en seguida vuelve a presentar un video del incidente, destacando comentarios que provocan aún más el odio anti inmigrante, aprueban, justifican y hasta promueven el asesinato de Sergio Hernández.
T.J. Bonner, presidente del sindicato de puercos fronterizos, dijo que el asesinato de Sergio Hernández es justificado y legal, visto desde cualquier punto de vista. El supuesto apedreamiento, según Bonner, “es un encuentro de fuerza mortal, que justifica el uso de fuerza mortal”. En un comunicado oficial a la prensa, la Patrulla Fronteriza dijo: “Si bien es lamentable la pérdida de la vida de este adolescente, se debe solamente a su decisión de recoger una piedra y asaltar a un agente de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. Respaldamos los actos de los agentes que cumplieron con su deber en El Paso, y confiamos en que la investigación del incidente justifique sus acciones”.
Mientras tanto, se llevó a cabo el entierro de Sergio en Juárez. Sobre el ataúd una foto de él en uniforme de fútbol y sus calificaciones de secundaria.
Este es el mundo en que vivimos. A un jovencito se le arrebata la vida en un cruel instante. El asesino sale impune, sin que se conozca siquiera su nombre. Los burócratas y las autoridades judiciales ya hacen una “investigación” con intención de justificar este crimen. Manipulan los medios de comunicación para azuzar el odio racial y así preparar el terreno para más violencia contra inmigrantes.
Más de un comentario ha comparado el asesinato de Sergio Hernández con la costumbre de los soldados israelíes de balacear a jóvenes palestinos por arrojar piedras. Un concejal de El Paso, Beto O’Rourke, opinó que el asesinato de Sergio Hernández “refleja, y podría avivar más, las tensiones fronterizas generales que arden sin cesar. La imagen de piedras contra balas no es una que queremos aquí. Parece demasiado a Israel y Palestina”.
Sergio es el segundo mexicano asesinado por la Patrulla Fronteriza en las últimas dos semanas. El 28 de mayo, Anastacio Hernández, que vivía en Estados Unidos desde la edad de 14, murió de un paro cardíaco después de recibir repetidos choques de una pistola eléctrica por agentes fronterizas en San Diego.
El asesinato de Sergio Hernández hace duros ecos por todo el planeta: Las bodas y celebraciones en Afganistán que son el blanco de escuadrones de la muerte de “operaciones especiales” y son bombardeadas por aviones piloteados remotamente; jóvenes valerosos en Palestina que enfrentan los tanques, bombas de fósforo y metralletas de la ocupación israelí; Aiyana Stanley-Jones de 7 años, asesinada en la sala de su casa por policías de Detroit; Oscar Grant balaceado a sangre fría en Oakland cuando regresaba de una fiesta del Año Nuevo.
Este es el mundo en que vivimos — un mundo en que urge la revolución.
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