Revolución #224, 6 de febrero de 2011
La gran… y mortífera… ilusión
“¡El ejército está con nosotros!”
Cuando una lucha alcance un momento en que el propio poder estatal está en juego, casi siempre se oye este lema entre la población. Por lo general se oye cuando la situación esté al borde de un precipicio, cuando la situación esté en el aire: el viejo poder ya no tiene suficiente legitimidad para seguir gobernando, pero aquellas fuerzas que en serio quieren el cambio fundamental no tienen el entendimiento, organización y/o apoyo para tomar el poder por su cuenta. Mientras tanto, el ejército toma nota, o se le dice, que la vieja fuerza gobernante ya no sirve al orden establecido. En ese momento, algún “héroe” del ejército sale que afirma que está escuchando al pueblo. Y el pueblo pasa en tropel a su regazo.
No cuesta mucho ver por qué este sentimiento surja espontáneamente. Es muy difícil que el pueblo, incluso un pueblo revolucionario, venza la fuerza represora violenta de un ejército, incluso un ejército con pésima organización ni hablar de un ejército moderno con buen equipo. Sería más fácil si el ejército o una parte del mismo “se pasara” al lado del pueblo. De aún más importancia, las personas no entienden espontáneamente la verdadera naturaleza de las cosas, no buscan debajo de la apariencia de las cosas hasta la esencia. Por eso, si previamente no se ha usado el ejército contra el pueblo o si alguien surge desde el ejército con promesas de reformas, y las personas no tienen un entendimiento científico, pues el pueblo caerá en esa trampa.
Pero ¿qué ES la realidad? ¿Qué ES el quid del asunto? Los ejércitos no son instrumentos neutrales. No son máquinas que todos pueden manejar con igual resultado. Los ejércitos surgieron cuando las sociedades se dividieron entre explotadores y explotados, a fin de reforzar esa división y hacer respetar la voluntad de los explotadores. Ciertas clases crean los ejércitos, y éstos hacen cumplir los intereses de dichas clases. De hecho, en todos y cada uno de los sistemas, el ejército es el principal organismo por medio del cual la clase dominante hace respetar su voluntad. En las sociedades modernas, los ejércitos no representan y no pueden representar la nación en su conjunto, pues representan aquellas clases que controlan a la nación. En el Medio Oriente, aquellas clases son las potencias imperialistas del Occidente, junto con las clases reaccionarias (los capitalistas burocráticos, aquellos que se basan en la explotación semifeudal y feudal de los campesinos, etc.).
Con mucha frecuencia, desatarán a los ejércitos, incluso aquellos que “se han forjado según las tradiciones nacionalistas y democráticas”, directamente contra el pueblo. Eso pasó en 1973 en Chile, donde el ejército chileno que trabajaba bajo la batuta del gobierno yanqui y la CIA montaron un golpe de estado y masacraron a decenas de miles de personas. Eso pasó en Indonesia en 1965, donde el ejército, de nuevo bajo la batuta de la CIA, montó un golpe de estado y masacró entre medio y un millón de personas ahí. Y eso también ha pasado en otros lugares. Es necesario captar a fondo esta lección, que literalmente se ha pagado con sangre.
Bueno, ¿por qué es que en ciertas ocasiones, un ejército no aplastara de inmediato al pueblo?
A veces los propios Estados Unidos aconsejará al ejército de un país específico a que “se dé marcha atrás”, pero por lo común eso es una señal de que los imperialistas quieren maniobrar en la situación y no arriesgarse en ese momento que se dé un desafío total en contra de lo que es el pilar del domino de la clase dominante.
A veces, los oficiales de los ejércitos de los países oprimidos fraguarán un golpe de estado que desagrade o parece desagradar a los gobernantes de Estados Unidos. Pero incluso en esos casos, las acciones del ejército no están “por encima de las clases”, “a favor del pueblo” ni “a favor de la patria”. No. Por mucho que armen retórica populista e incluso, a veces, críticas contra el imperialismo, en esencia los ejércitos en estas situaciones representan los intereses de las fuerzas de clase de la burguesía que sienten que estén sometidas a los arreglos vigentes con los imperialistas en sus respectivos países y que ansían una tajada más grande de la explotación del pueblo. Los sectores de la población que se pasan al lado del ejército con la esperanza de que éste representara a las masas, pronto descubrirán que el ejército, al contrario, representa uno u otro sector de aquellos cuyo objetivo es explotar y oprimir a las masas. Tarde o temprano, los “héroes del ejército” de ayer se acomodarán con los mismos amos imperialistas cuya opresión hizo que el pueblo se sublevara en primer lugar. ¿La conclusión? No puede haber ninguna liberación auténtica sin el derrocamiento decisivo y el desmantelamiento del férreo control del poder político y en última instancia militar que ejerce la clase dominante y sin que lo reemplace un nuevo poder estatal revolucionario.
Es imperativo que las personas desechen las ilusiones, sobre todo en materia de algo como esto, lo que es una parte tan central del destino de su lucha. Es imperativo que aquellos que le están entrando a la lucha ahora tomen un “curso de inmersión” en la ciencia del comunismo, que es lo único que pondrá al desnudo la verdadera dinámica y fuerzas motrices de la sociedad: por qué las cosas son así y cómo pueden cambiar. Además, no existe ningún lugar más adecuado que comenzar que la charla de Bob Avakian que está saliendo por partes en este periódico y que se halla en nuestra página web: Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte.
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