La película Argo, o "Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar a la CIA"
C. Clark Kissinger | 4 de noviembre de 2012 | Periódico Revolución | revcom.us
Recibimos esta carta de un corresponsal y la estamos compartiendo con las y los lectores.
Hay una triste trayectoria desde la película antibélica clásica Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (título en español: ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú) hasta la última producción de los consagrados liberales de Hollywood, Argo. ¿Por qué unos liberales como Ben Affleck, George Clooney, Alan Arkin y John Goodman habrían creado un canto de elogios a la CIA?
Sí pues, esa CIA. La que derrocó al gobierno de Mossadegh en Irán, de Arbenz en Guatemala, de Sukarno en Indonesia, de Goulart en Brasil, de Allende en Chile, etc., asesinando en el proceso a cientos de miles de personas… de parte de los guardianes encubiertos del imperio.
El hecho de que Argo es una película muy bien hecha hace que sea aún más insidiosa. Esta película de suspenso acelerado atrae a los espectadores paso a paso hasta que al final los tiene totalmente en vilo... vitoreando a los malos: "¡Vamos CIA, gánele a Irán!" Toda la atmósfera patriotera de Estados Unidos en ese tiempo se recrea con cariño, con cintas amarillas atadas a los árboles y ataques a personas iraníes en las calles estadounidenses.
La crisis de 1979 en la embajada yanqui
El contexto de la película es la revolución iraní de 1979 y el derrocamiento del reaccionario cha de Irán. El cha huyó de Irán y finalmente se refugió en Estados Unidos. Eso llevó a que una gran multitud irrumpiera en la embajada estadounidense en Teherán, exigiendo la entrega del cha una vez más a Irán para que fuera procesado por sus muchos crímenes. Incluso antes, la situación se había agravado cuando el presidente estadounidense Jimmy Carter demostró con alarde su apoyo al odiado cha.
Todo se complicó más porque el ímpetu para tomar la embajada vino de los simpatizantes del ayatolá Jomeiní, quien quería avergonzar a las figuras pro estadounidenses que quedaban en el gobierno interino pro-yanqui de Irán, y provocar su salida del gobierno. La toma sucedió la víspera de un referendo sobre la nueva constitución reaccionaria que iba a formar una república islámica. No obstante, la toma de la embajada y la demanda de entregar el cha gozaban de una popularidad enorme entre el pueblo de Irán.
Además, poco después de la toma de la embajada, la Unión Soviética invadió al país vecino de Afganistán, en su propia demostración de poderío en la región. Y mientras la crisis se alargaba, el equipo de Ronald Reagan, que poco después derrotó a Carter en las elecciones presidenciales de 1980, comenzaba sus propias negociaciones con Jomeiní a espaldas de la administración de Carter, cosa que al final llevó al escándalo Irán-Contra. Todo eso creó un hervidero de contradicciones que alimentaba la creación de todo un ambiente de "Estados Unidos bajo sitio".
"No es nuestra embajada"
Pasando todo eso por alto, la película Argo pone la realidad patas arriba. Primero que todo, como decía el PCR en ese tiempo: "¡No es nuestra embajada!" La embajada en Teherán no representaba al pueblo de Estados Unidos; representaba los intereses de la clase dominante estadounidense, y la demanda de entregar al cha para el juicio estaba plenamente justificada. La embajada era de hecho un "nido de espías", así como afirmaron los iraníes. Ese hecho lo confirmaron contundentemente los miles de páginas de documentos confiscados de la embajada, algunos reconstruidos minuciosamente de originales que los funcionarios habían triturado. De los 52 "diplomáticos" tomados como cautivos durante la toma, se identificó más tarde a 21 de ellos como elementos de las fuerzas armadas estadounidenses y una cantidad no revelada como agentes de la CIA. Ese pequeño cuadro de agentes que estaba tratando de desestabilizar al nuevo régimen iraní fue lo que quedaba de un personal de mil funcionarios de la embajada antes del derrocamiento del cha.
El argumento de Argo hace caso omiso de todo eso y trata, al contrario, la fuga clandestina de Irán de seis "diplomáticos" que se habían escabullido por una puerta de atrás durante la toma de la embajada y se refugiaron en la embajada de Canadá.
Durante toda la película, ésta pinta a los iraníes como tarados incompetentes o como una turba sanguinaria que quería matar a todo estadounidense que encontrara. Por supuesto, la realidad no era así. Yo sé porque estuve en Teherán en diciembre de 1979, a la cabeza de una delegación estadounidense que apoyaba la demanda de devolverle al cha para el juicio. Caminé entre la multitud fuera de la embajada, representada en la película como una chusma alborotada, y recibí una buena acogida por todos lados. La verdad del asunto es que el pueblo iraní se esmeró mucho en distinguir entre el gobierno estadounidense, el cual sí odiaba por muy buenas razones, y el pueblo de Estados Unidos, al cual no consideraba como enemigo.
A dónde llevará el chovinismo estadounidense
El papel objetivo de esta película es ablandar a las personas progresistas para que acepten cualquier crimen que la clase dominante estadounidense considere necesario hoy con respecto a Irán.
Aquí vemos la relevancia y la importancia de que la clase dominante haya jugado la carta del "Presidente Negro". Si el presidente fuera un Bush blanco, Hollywood posiblemente estaría produciendo películas de verdadera oposición y posiblemente estarían estallando protestas en las calles. Con Obama al mando, muchas personas que deberían tener mejores criterios se han amansado. La política progresista se limita a uno que otro quejido acerca de un programa sanitaria de pagador único o cobrarles impuestos un tantito más altos a los ultra-ricos. Mientras tanto, se corre un velo sobre los crímenes contra los pueblos del mundo o éstos se aceptan abiertamente como el precio que hay que pagar para la vida que tenemos en Estados Unidos.
La solución al problema de ser arrastrado continuamente hacia la derecha no se halla en tomar partido ni con los reaccionarios fundamentalistas islámicos que están en el poder en Irán ni con los reaccionarios gobernantes del imperio estadounidense. Lo que se necesita ahora es una oposición cada vez mayor a las amenazas y los crímenes del gobierno estadounidense, no importa quién sea el presidente, y hacer nacer un camino distinto para los pueblos del mundo.
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