El tifón en las Filipinas… y las fuerzas destructoras no naturales del imperialismo

18 de noviembre de 2013 | Periódico Revolución | revcom.us

 

14 de noviembre de 2013. El jueves 7 de noviembre, el tifón Haiyan (conocido también como Yolanda) azotó a las Filipinas, una nación con una gran población muy pobre y compuesta por varias islas, con el saldo de una enorme destrucción para su pueblo, tierra y economía, especialmente en las islas Leyte y Samar. Tacloban, una ciudad de 220.000 personas, la capital provincial de Leyte, ha quedado en ruinas en gran parte, según los reportajes.

Haiyan tocó tierra con vientos sostenidos de más de 315 km por hora. Para tener una idea de qué tan fuertes son esos vientos, cuando el huracán Katrina tocó Nueva Orleáns con muerte y destrucción en 2005, los vientos más fuertes se estimaban en 210 km.

Los vientos también venían acompañados de una marea tormentosa de 6 metros de altura, una muralla de agua la cual inundó a las zonas costeras y convirtió las tierras y ciudades en pantanos y lagos en unos cuantos minutos.


Unos supervivientes del tifón caminan por la devastada ciudad de Tacloban, Filipinas, 11 de noviembre de 2013. Foto: AP

La escala total y las consecuencias del sufrimiento provocadas por la tormenta todavía no están claras. Haiyan azotó una zona más extensa que el huracán Katrina, y todavía no se habían reanudado las comunicaciones con varios lugares seis días después. Los primeros cálculos de los muertos están en un mínimo de 2.410 (al 13 de noviembre) a diez mil o más. Por lo menos 600.000 personas han perdido sus hogares, con decenas de miles de heridos.

Los reportes en relación a las condiciones después de la tormenta son horribles y sumamente desgarradores: los cadáveres por todas partes se pudren, malolientes como potencial fuente de enfermedades; casi no hay comida y agua potable. Las raciones en una zona, según los reportes, eran de 965 gramos de agua —unas cuatro tazas— por hogar por día, ¡con una temperatura entre 30 y 32 grados centígrados! La gente está tan desesperada para encontrar agua que está buscando y rompiendo la tubería del agua para extraer lo que tienen por dentro. Según reportes, ocho personas murieron al forcejear para conseguir arroz de un almacén cuando se les derrumbó una pared encima.

Los hospitales están abrumados y se han agotado las medicinas. Los doctores están trabajando días sin dormir, a punto de llorar porque sólo pueden disculparse con la gente que no pueden atender. Hay personas que desesperadas, tratan de subirse a aviones para salir del lugar pero los soldados del gobierno filipino las hacen retroceder con fusiles en la mano en el aeropuerto.

¿Por qué está sucediendo esto?

Mientras millones de personas en el mundo observan con el corazón desgarrado al ver una vez más tanta agonía y sufrimiento, los medios de comunicación del sistema nos bombardean con la misma versión de siempre: "Es un desastre natural, así son las cosas" y nos aseguran que Estados Unidos está en camino a rescatarlos con su flota de buques de guerra que por casualidad estaban por ese rumbo.

Es cierto que las tormentas poderosas y destructoras son parte de la vida de este planeta y que los seres humanos siempre hemos tenido que encontrar las mejores medidas para minimizar los daños y sufrimientos que provocan. Pero en este caso —tal como en el caso del huracán Katrina en 2005 y el terremoto de Haití en 2010— la fuerza de la naturaleza se ha "cruzado" con las fuerzas del imperialismo-capitalismo: con la destrucción del medio ambiente causado por este sistema, con la forma en que empobrece a la gente por todo el mundo y con su indiferencia total y descuidada por la vida de las masas, todo lo que hace que, primero, no se hagan las debidas advertencias y luego no proporciona para nada la ayuda necesaria para hacer frente a esta tormenta poderosa.

El cambio climático global y el aumento de las tormentas mortales

Los climatólogos (los científicos que estudian el clima) señalan que la formación de las tormentas masivas supone el entrelazamiento de varios factores y por eso es imposible decir definitivamente que ninguna tormenta en particular sea el resultado del cambio climático que está provocando una emergencia ambiental mundial. Los tifones, los huracanes y los ciclones (los cuales son el mismo fenómeno, con nombres distintos en diferentes partes del mundo) ocurren naturalmente y varían mucho en fuerza y tamaño.

Pero aumenta la evidencia de que el cambio climático global ya está causando más severos extremos climáticos y, muy probablemente, tormentas más poderosas, y se pronostica que eso vaya en aumento a medida que los cambios climáticos avanzan. El impacto del cambio climático sobre la severidad y el número de huracanes se debate entre los climatólogos, pero hay varios estudios que pronostican que la intensidad de los huracanes se intensificará en por lo menos algunas regiones del planeta.

La fuente de energía de los huracanes son las aguas calurosas del océano. Los océanos se están calentando como resultado del aumento del dióxido de carbón (CO2) y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera. Este incremento es el resultado de la búsqueda sin cesar de la producción rentable por parte del capitalismo-imperialismo mundial.

Según el periódico Guardian, las estadísticas del gobierno filipino manifiestan un incremento de la fuerza de velocidad pico de los vientos de los tifones más fuertes que han azotado a las Filipinas en las últimas seis décadas. Haiyan fue una tormenta extraordinariamente poderosa; de hecho, podría ser el huracán/tifón más poderoso en toda la historia escrita.

Así que aunque no podemos decir que Haiyan fuera "causado" por el cambio climático, sí es cierto que los océanos más calurosos implican que los huracanes lleguen con más fuerza, así que es muy posible el cambio climático contribuyó a incrementar la potencia de Haiyan.

Además, la marea tormentosa causa muchos daños de los ciclones. En pocas palabras, el nivel del agua sube y rebasa las barreras naturales y artificiales que normalmente impiden las inundaciones. Pero el mismo nivel del mar (el nivel del mar en relación al nivel de la tierra) también se ha aumentado debido al cambio climático global, lo que significa que el "punto de partida" para la marea tormentosa va ser más alto que en otras circunstancias.

Lo que esto significa para muchas partes del mundo —sobre todo las regiones tropicales y subtropicales las que son en su mayoría muy pobres y en muchas viven grandes poblaciones, además de contar con mucha agricultura e industria concentradas en la costa— así serán las cosas con cada vez más frecuencia en el futuro. Eso subraya la necesidad de esfuerzos masivos y urgentes para parar la quema de combustibles fósiles y otras actividades que provocan el cambio climático, y para permitir que el clima se reponga y la naturaleza se cure.

No solamente hay una repentina pérdida de vidas en las tormentas, sino que la inundación paulatina de las zonas costales provocará una reducción en la producción de alimentos (por la destrucción de las tierra de cultivo) y convertirá a millones de personas anteriormente productivas (aunque muy pobres) en refugiados que necesitarán comida, vestimenta, etc. Las posibilidades de gran sufrimiento en todo esto son casi inimaginables, y apenas estamos tocando la superficie aquí.

Sin embargo año tras año, los imperialistas organizan conferencias internacionales a nivel gubernamental con el fin de aparentar que están trabajando para resolver esta situación, cuando de hecho están continuando y hasta aumentando el nivel de la destrucción del medio ambiente motivados por la búsqueda de ganancias, lo que creó el problema en primer lugar. Así que de estas reuniones no resulta ninguna propuesta para ningún cambio serio, y muchas veces inclusive sus propuestas muy modestas de reformas se encuentran bloqueadas por las negativas de Estados Unidos y otras potencias imperialistas a apoyarlas.

En 2012, Naderev Sano fue el representante de las Filipinas para la Conferencia de las Partes del Protocolo de Kioto (una conferencia internacional relacionada con el cambio climático) en Doha, Qatar. Exponiendo un gran enojo y frustración con respecto a la reunión, dijo: "El resultado de nuestro trabajo no trata lo que desean nuestros amos políticos. Más bien trata lo que exigen de nosotros siete miles de millones de personas. Yo les pido a todos: Por favor, no más demoras, no más pretextos". Pero estas reuniones tratan precisamente lo que desean sus "amos políticos" —en lo fundamental Estados Unidos y otras potencias imperialistas— así que una vez más, no tomaron ninguna medida seria en esta reunión.

En 2013, Sano representa de nuevo a las Filipinas en la reunión COP que se lleva a cabo ahora en Varsovia, Polonia. El 12 de noviembre, cinco días después de que el tifón Haiyan azotó a las Filipinas, Sano anunció en la conferencia que iba a hacer una huelga de hambre para exigir medidas concretas para luchar contra el calentamiento global. Dijo que estaba ayunando "en solidaridad con mis compatriotas quienes están luchando por comida en mi país" inclusive con su propio hermano quien "ha estado recolectando cadáveres con sus propios manos". Sano dijo, "Lo que está pasando en mi país como resultado de este incidente climático extremo es una locura. La crisis climática es una locura".

(Para aprender más sobre la seriedad, los orígenes y el impacto del cambio climático, lea los artículos en revcom.us, "Nuevos estudios científicos sobre el peligro del cambio climático global" y "La super-tormenta Sandy y el cambio climático". Para entender por qué el capitalismo-imperialismo es completamente incapaz de resolver este o los demás problemas importantes de la humanidad, lea "Sobre la 'fuerza impulsora de la anarquía' y la dinámica del cambio, Un agudo debate y urgente polémica: La lucha por un mundo radicalmente diferente y la lucha por un enfoque científico de la realidad".)

Esta poderosa tormenta se ha entrelazado con la extrema pobreza, el atraso y la corrupción en las Filipinas, los cuales también son el resultado del capitalismo-imperialismo, para hacer que el impacto inmediato fuera mucho peor y para hacer que la campaña de rescate y socorro fuera un desastre a la vez. No hay nada de "natural" en esto.

Un elemento de esta situación —y que ocurre en todo el mundo— es que el capital imperialista ha penetrado en las zonas rurales, especialmente en el tercer mundo, y ha provocado la destrucción de la agricultura en pequeña escala y ha obligado a cientos de millones de campesinos a migrar a las grandes ciudades en busca de trabajo en la industria y en la economía informal. La mayoría de la población del mundo hoy viene concentrándose en las grandes ciudades en condiciones de extrema pobreza y a menudo estas ciudades están ubicadas en la costa o a la orilla de los ríos. En otras palabras, el funcionamiento del capital imperialista ha obligado a millones de personas a vivir en condiciones empobrecidas donde constituyen un "objetivo" concentrado de los desastres "naturales".

No le advirtieron al pueblo a medida que aumentaba la fuerza de la tormenta

Aunque los científicos estaban rastreando a Haiyan durante casi una semana antes de que tocara tierra y aunque la habían reconocido como una tormenta muy peligrosa tres días antes, el pueblo en la zona no tenía ninguna advertencia de que se aproximara y nada de ayuda para hacer algo aun si lo hubieran sabido.

¿POR QUÉ?

En primer lugar, la capacidad científica de pronosticar tormentas resultado fuertemente perjudicado cuando Estados Unidos dejó de enviar aviones especializados en el tiempo a los sistemas de tormentas en el mundo y específicamente dejó de hacerlo en la región del Pacífico por "consideraciones presupuestales" — a pesar del hecho de que la mayoría de los ciclones tropicales ocurren en el Pacífico. Contar con la capacidad técnica y científica para dar por adelantado una advertencia de estas tormentas mortales y negarse a hacerlo constituye nada menos que un crimen.

Pero una vez que los científicos efectivamente rastrear la trayectoria de la tormenta y empezaran a reconocer que era sumamente peligrosa, aun así no le advirtieron al pueblo filipino. Los científicos empezaron a rastrear la trayectoria de la tormenta el 2 de noviembre; alcanzó el nivel de una tormenta tropical con el nombre Haiyan el 4 de noviembre; se convirtió en un tifón el 5 de noviembre; el 6 de noviembre se le declaró un ciclón de Categoría 5. (Katrina fue de Categoría 4).

Por fin en este momento las autoridades de la dependencia gubernamental filipina responsable emitió una advertencia pública — una advertencia de nivel 1, el más bajo de los cuatro niveles. Y el 7 de noviembre lo aumentó al nivel 4 y por lo tanto canceló las clases en las escuelas y ordenó la evacuación de algunas personas. Pero claramente, eso ya era tarde para que la gran población predominantemente pobre pudiera salir del lugar.

Aparentemente, los preparativos principales del gobierno eran de transportar a policías a la zona. No hay reportes, por ejemplo, de la recolección de comida, equipo o provisiones médicas alrededor del país o su transporte a la zona afectada por la tormenta ni de provisiones existentes aparte de los molinos de arroz y los almacenes privados.

Nada de ayuda para las víctimas

Además, tras la tormenta, las operaciones de rescate y socorro han sido dolorosamente inadecuadas en relación a lo que se necesitaba. Jamela Alindogan, una reportera para la cadena Al Jazira quien estaba en Tacloban, expresó una frustración extrema acerca del socorro en una entrevista con Democracy Now!:

"La respuesta para esta emergencia es muy lenta…. [L]a mayoría de las personas afectadas por estas calamidades son los que se encuentran en el sector económico más bajo. Son los más vulnerables. ¿Qué ha hecho el gobierno? Pese a todos los tifones y destrucciones y desastres naturales que han azotado a este país, parece que la capacidad de actuar y de responder todavía es muy lenta…

"[M]iren cómo el gobierno ha respondido. Tuvieron varios días de aviso para prepararse y no obstante decían que tenían sus provisiones listas, y ¿dónde estaban esas provisiones?... O sea, el secretario del Interior estaba ahí tres días antes, el secretario de Defensa. Todos estábamos en el mismo hotel. Y parece que si uno les preguntara, parecen sorprenderse por este desastre. Pero no obstante, estuvieron sobre aviso. Más de mil personas han muerto, y miles más están desaparecidas. Millones de personas más, de hecho, han perdido sus casas. Puede que hayan cambiado las cifras, que los nombres de los desastres hayan cambiado, pero el resultado en todas las historias de estas personas es siempre el mismo. Cuando azota el desastre, la gente tiene que arreglársela por su cuenta. Y desafortunadamente, parece que el gobierno filipino siempre manifieste mucha presencia y una respuesta muy lenta a las necesidades de la gente afectada".

Algunas personas le están echando la culpa a la incapacidad del gobierno filipino de responder a esta emergencia, señalando la corrupción y la incompetencia — lo que es cierto. Pero eso no es el meollo del asunto — el verdadero meollo del asunto estriba en que las Filipinas es un país dominado por el imperialismo.

Estados Unidos dominó a las Filipinas directamente como una colonia durante casi 50 años, de 1898 a 1946 (aunque Japón ocupó la mayor parte del territorio durante la Segunda Guerra Mundial). El dominio estadounidense directo causó grandes sufrimientos en la población, incluida la represión brutal de toda resistencia, y cuando se fue, puso en su lugar a unos dictadores títeres brutales para representar sus intereses. Mediante estos gobiernos así como inversiones y otras medidas, Estados Unidos sigue siendo la potencia política, económica y militar número uno en las Filipinas. Un gobierno establecido bajo el domino estadounidense es un gobierno de reaccionarios que existe para mantener las relaciones feudales opresivas en el campo, el dominio sumamente explotador de los inversionistas extranjeros en las zonas urbanas y el dominio del imperialismo sobre todo el país. Tales gobiernos no responden a las necesidades del pueblo — al contrario, reprimen y explotan al pueblo en beneficio de Estados Unidos así como del poder y riqueza de los opresores y explotadores locales.

Así que, es de sorprender que tal gobierno no dé ni sea capaz de darle prioridad a las necesidades e intereses del pueblo.

Y francamente, aunque Estados Unidos, el gobierno filipino y otras potencias opresoras quisieran proporcionar toda la ayuda necesaria, su forma de hacer las cosas —la cual en gran parte se apoya en el dinero, máquinas y tecnología y a la vez mantener "bajo control" al pueblo— no es una buena manera de responder a un desastre como este. En la medida que Estados Unidos proporcione ayuda, lo hace con balas y fusiles, con el alineamiento de las personas en una fila bajo la vigilancia de soldados mientras los helicópteros dejan caer comida o aterrizan con gran ruido y viento. Reducen a las masas a víctimas impotentes o a unas personas que luchan por sobrevivir lo mejor que puedan quienes luego son objeto de acusaciones de "saquear" o alborotar sin freno.

Pero sin duda a millones de personas en las Filipinas (y en los países vecinos) —desde pescadores, camineros, vendedores y agricultores hasta doctores y maestros y definitivamente muchísimos jóvenes— les encantaría poner su energía, habilidades y creatividad a trabajar para responder a las necesidades del pueblo sufrido en la zona del desastre.

Con una dirección revolucionaria, se podría movilizar a la gente de cada barrio para recoger comida, agua y provisiones y de ahí podría utilizar los medios de transporte a su disposición, sean camiones, autos, barcos pequeños, bicicletas, hasta los pies, para llevarlas a la zona afectada y distribuirlas. Los revolucionarios solucionarían estos problemas principalmente dirigiendo todo eso. Pero los imperialistas no emplearán ni pueden emplear tales métodos.

 

"Un pueblo fantasma en cuestión de tres horas"

Jamela Alindogan, una reportera de Al Jazira que estaba en un hotel en Tacloban, describió vívidamente el impacto de la tormenta en una entrevista con Democracy Now!:

"[D]e repente azotó el tifón, y se dio ese viento increíble, básicamente. Estos árboles volaban como si fueran ingrávidos, de papel. Se llevaban los techos, así nomás. La visibilidad era de hecho sólo de un metro. Estábamos cerca de la costa, pero no podía ver la llegada de las olas. Y de repente, en cuestión de 30 minutos, el agua surge hasta la altura del segundo piso....

"Y de repente sentimos que, fíjese, el viento efectivamente estaba empezando a — los tejados y el techo estaban empezando a ceder. Y en cuestión de 20 minutos, empezó a derrumbarse y se oía un sonido muy pero muy aterrador. Y de repente todo el techo se ha ido, y nos estábamos expuestos a esa bestia, ese poder increíble que de hecho es inimaginable. El sonido es absolutamente aterrador. Es horroroso. Es decir, va más allá de lo que nadie podría imaginar. He cubierto los conflictos armados, pero nada tiene comparación con este, nada tan increíble y tan aterrador como lo es cubrir un desastre natural como el tifón Haiyan....

"[Después de que el viento se amainó], nos fuimos de esa zona, básicamente porque no quedaba nada. Es decir, ese lugar se ha convertido en un pueblo fantasma en cuestión de tres horas. Tardamos en salir caminando de ahí unas tres horas para llegar a la siguiente ciudad. Se veía pura devastación por todas partes. Ya habían comenzado los saqueos. Y era difícil imaginar cómo — fíjese, los daños. Es decir, es algo que se ve en las películas, se ve, pero se puede — es muy abrumador verlo en realidad. Uno no cree que fuera posible. Y en un corto lapso de tiempo, ver que una provincia entera —en efecto, una zona muy histórica del centro de las Filipinas— ha quedado en ruinas así no más".

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