Preguntas sobre el "porno feminista", la naturaleza de la verdad, el "trabajo sexual" y el socialismo encontradas en una universidad de humanidades

Sunsara Taylor | 2 de abril de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Como parte de los preparativos de las manifestaciones y celebraciones del Día Internacional de la Mujer de este año con el movimiento Fin a la pornografía y el patriarcado: La esclavización y degradación de la mujer y como parte de hacer que todo esto contribuya a hacer concretamente la revolución, he sido parte de un equipo que ha ido regularmente a una universidad de humanidades de élite.

A continuación se presentan algunas preguntas de las y los estudiantes surgidas la semana pasada y unas breves respuestas. Aunque también hubo muchas respuestas positivas, destaco estas objeciones e preguntas porque reflejan estereotipos más amplios en el pensar de la gente que obstaculizan el que ésta actúe en las formas necesarias para derrotar la verdaderamente implacable y letal guerra contra las mujeres y para transformar el mundo en general. Espero que estas respuestas estimulen a otros a salir y discutir estas cosas con estudiantes y otras personas. También invito a las y los lectores a enviarnos sus “preguntas espinosas” al periódico Revolución a través el enlace al final de este artículo.

¿Cómo puedes estar en contra de todo el porno? Sé que cierto porno es muy degradante, pero ¿qué hay con el derecho de las mujeres a usar pornografía y a estar en el porno? ¿Por qué no reivindicas el porno, creando un porno feminista y gay?

Esta pregunta surge casi inmediatamente de los estudiantes y profesores de los estudios de género y se responde más a fondo en “La esclavitud con otro nombre: El trabajo sexual y la farsa del ‘empoderamiento’ según los estudios de género: Una carta abierta sobre la subyugación sexual y la racionalización intelectual”; “Feminismo ‘sexo-positivo’ y Sasha Grey: Ninguna defensa al porno”, pero ahora hablaré brevemente de esto. La pornografía no es simplemente la representación del sexo, es la representación de la degradación sexualizada, de la cosificación y humillación erotizadas y lo que predomina en la pornografía es la deshumanización y humillación de las mujeres. Es muy revelador que la violación, los crueles insultos misóginos lanzados a las mujeres, los escupidos en la cara de las mujeres, “follarles la garganta” a la fuerza y todo tipo de otras porquerías que no voy a describir, todas están dentro del porno convencional.

Si bien es sumamente importante luchar contra el estigma y la vergüenza que se le amontona a la mujer por disfrutar del sexo o desear tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, la forma de hacer esto NO es promocionando el porno o tratando de “reivindicarlo”. Lo importante NO es que las mujeres o la gente LGBT estén “equitativamente representados” dentro de un género que está basado en la esclavización, deshumanización y degradación. Lo importante es poner FIN a todas las formas de esclavización y degradación, inclusive en las relaciones sexuales. Como ha dicho desde hace un buen tiempo el movimiento StopPatriarchy.org [Fin al patriarcado], “Si no puedes imaginar el sexo sin la pornografía, pues ¡ya te jodiste!”. Necesitamos luchar por un mundo en el que la dominación y la cosificación no sean erotizadas, en el que a las mujeres no se las vea como objetos a humillar y degradar para el placer sexual de los hombres, en el que no exista una cultura en que los hombres se exciten por eso, en el que a las personas LGBT no se les satanice ni se les margine de la sociedad, y en el que la opresión y degradación en todas sus formas sean erradicadas y superadas.

“¿No es algo erróneo tener un evento sobre China y Japón sin que haya una sola persona china o japonesa en el panel?”

No, no es erróneo.

Si bien este comentario/pregunta no está dirigido contra el trabajo que estábamos haciendo (pero al contrario, fue un comentario hecho por un estudiante de mentalidad radical sobre un evento que se anunció para el campus), considero que es importante responderle porque refleja el relativismo generalizado y la política de identidad que domina la mayor parte de las universidades de las humanidades y más allá. Este relativismo es erróneo y sumamente dañino. Por relativismo me refiero a la opinión de que lo que es verdad no se puede determinar de manera objetiva sino que depende de quién está hablando, y que “la verdad” difiere según las experiencias de diferentes personas.

De hecho, la verdad es lo que concuerda con la realidad objetiva; la verdad no depende de la identidad de la persona que habla. Si está lloviendo en Manhattan, está lloviendo independientemente de que una persona blanca, negra o asiática o ninguna lo comenta. Si dos personas difieren de si está lloviendo o no, la manera de solucionarlo es ir afuera y observar la evidencia concreta — no analizar la “identidad” de quien está hablando. Lo mismo se aplica para conocer cualquier otro fenómeno objetivo, incluyendo las relaciones entre China y Japón. Si, por ejemplo, una persona blanca tiene algo que decir sobre esto, debe ser evaluado con base en si corresponde o no a la realidad objetiva. Si corresponde, debe ser aceptado como verdadero. Si no corresponde, o si los puntos de vista expuestos por una persona blanca en el curso de la discusión sobre China o Japón son racistas o impregnados de chovinismo estadounidense, entonces el contenido de lo que tiene que decir debe ser denunciado y criticado por la forma en que refleja y refuerza los sistemas objetivos de la opresión — no por la “identidad” de quien opina. Y el mismo criterio se aplica para cualquiera —de cualquier nacionalidad— que tenga algo que decir.

No proceder de lo que corresponde concretamente a la realidad y a cambio tratar de determinar lo que es “verdad” sobre la base de la identidad de quien lo diga, implica que no se va a poder desarrollar una comprensión correcta del mundo. Por ejemplo, ¿qué hacer con que gran cantidad de mujeres proclaman y creen profundamente que “el aborto es asesinato”? ¿El hecho de que haya mujeres diciendo esto quiere decir que el aborto es realmente un asesinato? ¡Claro que no! Esto sólo significa que hay muchas mujeres bajo la influencia de la concepción y las ideas del propio sistema patriarcal y por los ideólogos patriarcales que las oprimen. El hecho objetivo es que los fetos NO son bebés y que el aborto NO es asesinato. También es un hecho objetivo que obligar a las mujeres a tener hijos contra su voluntad es una forma de esclavización y por esto quitar el derecho al aborto va objetivamente contra los intereses de las mujeres. Sin embargo, la única manera de llegar a conocer esta verdad es examinando la realidad, no mirando la “identidad” de las personas que promueven una idea.

La gente que adopta el enfoque relativista termina paralizada e incapaz de actuar decididamente cuando la “narrativa” de una agrupación oprimida entra en conflicto con la “narrativa” de otro grupo oprimido, o cuando la resistencia a los crímenes objetivos del sistema capitalista imperialista bajo el cual vivimos requiere luchar con cómo piensan otros. De hecho, muchos de los que adoptan este enfoque proclaman muy abiertamente que la cuestión no es actuar, sino simplemente encumbrar las “narrativas marginadas”. Mientras tanto, las fuerzas muy reales y objetivas de explotación y opresión siguen oprimiendo una y otra vez, imponiendo un costo terrible al planeta mismo y a todos sus habitantes.

Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, en Lo Básico 4:10, habla de la enorme necesidad de que la gente rompa con este tipo de relativismo, si alguna vez queremos ir más allá de un mundo en el que los que tienen más poder pueden imponer por la fuerza sus puntos de vista a otros:

“Para que la humanidad avance más allá de un estado en que ‘no hay razón como la del bastón’ —y en que en última instancia la situación se reduce a las relaciones de poder bruto—, se requerirá, como elemento fundamental de este avance, un enfoque hacia el conocimiento de las cosas (una epistemología) que reconoce que la realidad y la verdad existen objetivamente y no cambian en conformidad con (ni dependen de) diferentes ‘narrativas’ y cuánta ‘autoridad’ tenga una idea (o ‘narrativa’) ni de cuánto poder y fuerza se pueda ejercer en nombre de cualquier idea o ‘narrativa’ particular en cualquier momento dado”.

Volviendo al ejemplo específico de un programa que se celebra sobre China y Japón sin que participen personas chinas o japonesas, he aquí otro elemento de la realidad que debe entrar en el cuadro, pero con un enfoque muy diferente al del relativismo.

Uno de los grandes problemas en Estados Unidos, tanto históricamente como hoy día, es el racismo generalizado, la supremacía blanca y el chovinismo estadounidense. Esto es parte de la realidad objetiva que cualquiera, independientemente de su “raza” o nacionalidad, debe reconocer y ser parte de combatirlo hasta su fin. Esta lucha para acabar con el racismo y la opresión nacional debe incluir la eliminación de las barreras que impiden que las personas de las nacionalidades oprimidas o de los países no europeos puedan participar de lleno en la academia, la política, las artes y todas las demás esferas de la sociedad. Pero la lucha por la inclusión de las nacionalidades oprimidas, de la gente de otros países y de las mujeres en pie de igualdad en todas las esferas de la sociedad es muy diferente que proclamar que las personas que no son de esos grupos particulares no tienen derecho a hablar sobre esas culturas y pueblos y no pueden ofrecer una comprensión veraz sobre estos. Esta lucha no debe librarse sobre la base de insistir que sólo los chinos deberían poder hablar sobre China, que sólo las mujeres deberían poder hablar sobre los “asuntos de mujeres”, etc. Esta lucha tiene que basarse —y sólo puede librarse más cabalmente y ganarse si se basa— en desenmascarar y oponerse a las estructuras objetivas del racismo en Estados Unidos y a la cultura e ideología que las refleja y refuerza. Y, repito, ¡todo el mundo tiene una responsabilidad de librar esta lucha y hacer incidir lo que entienden que es verdad independientemente de su “identidad” personal!

¿Pero acaso las “trabajadoras sexuales” no son trabajadoras como las demás, no deberías estar tratando de luchar para que ellas tengan mejores condiciones? ¿No es de eso de lo que trata el socialismo, de los derechos de los trabajadores?

Para explicar un poco más cómo se plantea esta pregunta: algunas feministas y algunos dizque “socialistas” defienden la pornografía y el “trabajo sexual” aprovechando el hecho de que existen condiciones despiadadas de explotación de los trabajadores en muchos campos —desde las maquiladoras y los campos de frutales hasta las minas y las empacadoras de carne— para argumentar que esto en realidad no es distinto a las condiciones que enfrentan las mujeres en los escalones más brutales de la industria del sexo. “Al igual que otras formas de trabajo son explotadoras bajo el capitalismo”, también lo es “el trabajo sexual”, argumentan. Y, prosigue su lógica, “Tal y como debemos luchar por mejores condiciones para todos los trabajadores, así debemos luchar también por mejores condiciones —y sindicatos— para las trabajadoras sexuales”.

Este argumento tiene dos grandes problemas.

En primer lugar, estar en la pornografía o la prostitución NO es igual que “cualquier otra forma de trabajo”. Siempre habrá una necesidad de producir los requisitos materiales para la vida (comida, ropa, vivienda, etc.); lo importante es crear un sistema en el que se puede hacer esto sin la explotación. Por otra parte, no existe tal “necesidad” permanente de que los hombres compren la sumisión sexual de las mujeres; lo importante es llegar a tener un mundo en el que nadie desea esto ya ni es posible hacerlo.

En segundo lugar, el socialismo NO se trata de “mejorar las condiciones de los trabajadores” dentro de este sistema, sino ¡se requiere una REVOLUCIÓN para deshacerse de este sistema, para abolir el sistema de trabajo asalariado, y alcanzar la emancipación de toda la humanidad!

Déjenme explicar un poco más.

Definitivamente es cierto que hay muchos trabajos en este mundo que son realmente degradantes y sumamente explotadores. Esta es una parte importante de por qué necesitamos una revolución, es una locura total y es innecesario que la vida de tantas personas se desperdicie de esta forma.

Pero cuando existe la explotación de la gente en las minas de Sudáfrica o en las maquilas de China o en los campos del sur de California o en los millones de otros trabajos humillantes, peligrosos y mal pagos alrededor de este planeta, el interés del capitalista en hacer esto es producir mercancías de la forma más barata posible a fin de acumular la mayor ganancia posible cuando estas mercancías finalmente se vendan. Generalmente a los trabajadores se les paga apenas lo suficiente para que vuelvan a trabajar al día siguiente, pero a través de su trabajo producen un valor mayor que eso; así los capitalistas obtienen sus ganancias. Al mismo tiempo, los capitalistas se ven compelidos a competir entre sí —a expandirse y aventajarse a otros, o salir arruinados— por lo que se ven compelidos a explotar más y más despiadadamente a aquellos que emplean. Todo esto hace necesaria y urgente la revolución, para hacer añicos el control de los capitalistas sobre los recursos de la humanidad y crear un sistema económico y social en el que las necesidades humanas pueden satisfacerse sin explotación ni divisiones sociales antagónicas.

Por otra parte, cuando un hombre compra a una mujer o a una niña en la prostitución o la pornografía, lo que está comprando no es la capacidad de ella de producir valor mediante el trabajo. Lo que está comprando es su esclavización y degradación sexual. Ese hombre está comprando la facultad de tratar a una mujer como cosa, de tener acceso a su cuerpo mientras viola su humanidad. Él está pagando por la experiencia de poder despreciar, violar, golpear, insultar y humillar a una mujer. En esta situación se convierten en mercancías el cuerpo de la mujer y la subyugación y humillación de la mujer.

Existe un “mercado” para todo eso únicamente porque vivimos en un mundo aún dominado por el patriarcado — es decir, el sometimiento generalizado de la mujer por el hombre. Bajo el patriarcado, a los hombres y a los muchachos se les enseña desde edades muy tempranas a ver a las mujeres como objetos a utilizar, conquistar, controlar y degradar para su placer sexual. Al mismo tiempo, millones de mujeres —debido a su condición general de oprimidas— permanecen en desesperación y vulnerabilidad de objetos de uso y abuso.

La revolución que necesitamos es aquella que elimine y trascienda por completo todas las formas de patriarcado, que conduzca a la humanidad más allá de un mundo en el que la mitad de la humanidad está subyugada y esclavizada por la otra mitad. Necesitamos rehacer radicalmente la sociedad, tanto en sus cimientos económicos como en su cultura, de modo que ninguna mujer nunca más sea objeto de la fuerza ni coacción ni engaños ni golpes ni del secuestro ni de la venta ni la humillación de modo que venda su cuerpo y en la que los hombres de todo el mundo se asombren con horror ante la idea de que los hombres solían excitarse al ver a las mujeres humilladas y degradadas. Se trata la manera de hacerse todo eso y cómo se puede hacer esto solamente mediante una auténtica revolución comunista tal como en la nueva concepción de Bob Avakian, en muchos lugares, como Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad.

En conclusión, para retomar el punto sobre las “condiciones de los trabajadores”, es muy importante defender la lucha de los explotados y oprimidos contra sus condiciones inmediatas, pero es de aún más importancia no confundir esa lucha con la revolución que necesitamos. El auténtico socialismo NO es la lucha por mejores condiciones de los trabajadores dentro del sistema capitalista. El socialismo es el nuevo sistema económico y social que se crea a través del derrocamiento revolucionario del capitalismo, durante el cual se arranque de raíz y elimine la misma división de la sociedad entre una pequeña clase de capitalistas que son dueños de los medios de producción (las fábricas, la tierra, etc.), y una enorme clase de personas que no posee más que su capacidad de trabajar (la que se ven obligados a vender a un capitalista para sobrevivir). El objetivo final de esta revolución es el comunismo. Como el propio Marx señaló, la exigencia de los auténticos revolucionarios comunistas no debe ser “Un salario justo por una jornada de trabajo justa”, sino, “¡Abolición del sistema de trabajo asalariado!” Bob Avakian ha desarrollado este análisis mucho más, resaltando la diferencia crítica —en la meta, en el método y en el programa político— entre la revolución comunista para emancipar a toda la humanidad y el “movimiento laboral”. Un lugar extraordinario para adentrarse en esto, es en su discurso en inglés “El comunismo: Un mundo nuevo y la emancipación de toda la humanidad, no ‘los últimos serán los primeros, y los primeros, últimos’”.

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