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Editorial: Israel, Gaza, Irak y el imperialismo: el verdadero problema y los verdaderos intereses del pueblo

28 de agosto de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us

 

18 de agosto de 2014. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Recientemente el columnista británico Robert Fisk escribió que si la gente quería “abordar ‘las cuestiones subyacentes’ de la guerra entre Israel y Palestina”, como lo aconsejó John Kerry, secretario de estado de Barack Obama, debería preguntarse por qué los palestinos están en Gaza. La respuesta no es lo que Kerry tenía en mente.

Dos terceras partes de la gente de Gaza son refugiados. Las fuerzas israelíes deportaron gente a Gaza porque ésta no hacía parte de la tierra que ellos querían en 1948, cuando el ejército sionista expulsó violentamente al 90% de la población árabe para abrir paso a lo que se convirtió en Israel ese año. Destruyeron sus casas y trajeron colonos judíos del extranjero para ocupar los nuevos poblados construidos sobre las ruinas. Luego Israel se tomó Gaza en 1967, primero tratando de llenarla con más colonos judíos y luego convirtiéndola en una cárcel. Ahora matan de hambre y les disparan a quienes están prisioneros allí —a nombre de proteger los pueblos del sur de Israel como Ascalón y Sederot de donde proceden muchos gazanos.

Pero la “cuestión subyacente” aún más grande es por qué Estados Unidos y otros gobiernos de Occidente arman, financian y respaldan políticamente a Israel y hasta más colonos. ¿Por qué declaran que su poderío militar estará siempre respaldando el “derecho de Israel a defenderse”, a pesar de ocasionales roces? Es porque lo que están defendiendo es el principal puesto de avanzada confiable de Estados Unidos en el Medio Oriente, un pilar de la dominación imperialista de la región y sus pueblos. El llamado “lobby judío” no es lo que motiva el respaldo de Estados Unidos a Israel, simplemente ayuda a crear opinión pública para justificarlo. El papel indispensable de Israel para Estados Unidos es la razón fundamental de la incesante agresión, soberbia brutalidad e ilimitada arrogancia de los sionistas.

La “cuestión subyacente” fundamental es la opresión. Este es el punto de vista desde el que debemos ver a Hamás. No podemos respaldarlo porque no representa la liberación de la opresión. Su programa político, social e ideológico es reaccionario, es contrario a los intereses de la inmensa mayoría de los palestinos y del pueblo del mundo. Hamás representa una concepción oscurantista, un régimen religioso y la subyugación de la mujer.

En vez de desesperarnos o paralizarnos por esta complejidad, comprender correctamente las cuestiones subyacentes haría posible e irresistible tomar acciones políticas, especialmente oponernos a la agresión israelí, una agresión que nunca, bajo ninguna circunstancia, se puede justificar como “defensa propia”. Al comprender que el sionismo no es solo racismo sino una herramienta imperialista esencial, podemos desenmascarar y denunciar la mano estadounidense y europea que sostiene al Estado de Israel fundado sobre la limpieza étnica y que permite que esos asesinos masacren una y otra vez a palestinos no armados, ya sean niños y jóvenes baleados en las manifestaciones en Cisjordania o familias enteras masacradas en Gaza.

Y aún más, con esta comprensión debemos respaldar la exigencia de levantar el bloqueo a Gaza —una exigencia común del pueblo palestino— como una cuestión elemental de justicia y solidaridad con los gazanos y todos los palestinos.

La “cuestión subyacente” en Irak, para continuar con el mismo método, es también el imperialismo. ¿Cómo es posible que Obama hable de dar “ayuda humanitaria” a los yazidíes, los kurdos o cualquier otro cuando Estados Unidos hizo posible el desastre humanitario en Gaza (por no hablar de Afganistán, Libia, Haití y demás lugares en los que Estados Unidos ha intervenido)? El bloqueo, los bombardeos, la invasión y la ocupación estadounidenses crearon el lío que es Irak, y ahora Obama y sus secuaces de Inglaterra y Francia quieren bombardear y merodear más. Tenemos que oponernos a esto.

En cuanto a las divisiones religiosas y étnicas en Irak por las que Occidente afirma que se requiere su intervención: desde el pacto Sikes-Picot durante la Primera Guerra Mundial cuando Francia y Gran Bretaña se repartieron la región, los imperialistas hicieron todo lo que pudieron por establecer regímenes coloniales y semicoloniales basados en divisiones étnicas y religiosas en Palestina, Líbano, Siria e Irak, aliándose con las elites reaccionarias en el poder hasta la actualidad.

El crecimiento del fundamentalismo islámico es el resultado de una confluencia de factores, incluyendo los cambios económicos y sociales generados por la globalización de la economía imperialista, el hastío con la hipocresía y la ruina moral tras los valores promovidos por los imperialistas de Occidente y sus lacayos y matones locales, la incapacidad de los movimientos árabes nacionalistas de concebir una ruptura completa con el mercado mundial imperialista, las calumnias que son lo único que la mayoría de las personas conocen acerca de las revoluciones socialistas en Rusia y China y los años que Estados Unidos y otras potencias pasaron respaldando a grupos islamistas en beneficio de sus propios intereses inmediatos (como la ayuda pasiva y a veces activa que los servicios secretos israelíes le dieron a Hamás para contrarrestar el movimiento laico de liberación nacional en Palestina). Si bien las corrientes islamistas se han salido de control y sus acciones se han convertido en un verdadero problema para estas potencias hoy, la amplia influencia del islamismo entre los oprimidos constituye también un problema desde el punto de vista de la liberación de los pueblos del Medio Oriente y el mundo.

Lo que ahora llaman el Estado Islámico (antes llamado ISIS, EIIL o Da’ash) es un tormento para los pueblos de Irak y Siria, y cualquiera que argumente algo diferente tendría que explicar cómo lo de cortar cabezas para imponer el terror religioso, la limpieza étnica y la dominación patriarcal pueden unir a los pueblos del Medio Oriente para luchar contra sus verdaderos enemigos. Al mismo tiempo, los imperialistas con sus armas de alta tecnología han acabado con muchas más vidas que cualquiera que use espadas, a pesar del discurso “democrático” y “civilizado” que ellos usan para justificar sus masacres. Esta situación es un ejemplo extremo de una verdad básica: el fundamentalismo islámico y el imperialismo occidental están trabados en una batalla real, pero si se apoya a alguno de ellos se termina apoyando a ambos.

Tenemos que denunciar a las potencias imperialistas y su sistema que constituyen la raíz del problema, forjar resistencia a sus cruentas intervenciones que tanto han contribuido a llevar al Medio Oriente a donde está hoy, y también denunciar y oponernos al islamismo (y los regímenes religiosos en general), que no tendrían el poder que tienen hoy en el mundo sin el funcionamiento y los crímenes del sistema imperialista.

Es especialmente importante que la gente bregue con los hechos para entender la situación como realmente es, y que los que tienen cierta comprensión al respecto actúen de una forma en que puedan empezar a conectarse con más gente y movilizarla muy ampliamente y convertirse en un eje de movilización para la resistencia y una fuente de esperanza en una situación que de lo contrario sería sombría. Además, es muy necesario que la gente levante los estandartes de la revolución en oposición tanto al imperialismo como a las fuerzas religiosas que solo buscan modificar el orden opresivo mundial para su provecho y según su concepción y no cambiarlo en una forma liberadora. El surgimiento de crecientes movimientos reales y vivos decididos a derrocar al viejo orden y a construir un nuevo poder estatal y una visión de sociedades radicalmente nuevas y completamente liberadoras en donde la gente de todas partes quiera vivir, podría hacer que sea posible comenzar a arrebatarles la iniciativa a los enemigos del pueblo.

 

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar, una publicación política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

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