Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
Los objetivos tras la nueva guerra estadounidense en el Medio Oriente
29 de septiembre de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us
15 de septiembre de 2014. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. El presidente George W. Bush aprovechó el ataque al World Trade Center [las torres gemelas] el 11 de septiembre de 2001 como una oportunidad de demostrar la invencibilidad militar de su país. En vísperas de la invasión a Irak en 2003, dio una entusiasta bienvenida a las perspectivas de guerra, gruñendo “¡hagámosle!”, incapaz de prever que tras nueve años de ocupación Estados Unidos no lograría sus metas, el fortalecimiento de su control sobre el Medio Oriente.
La atmósfera fue diferente el 11 de septiembre de este año cuando Barack Obama anunció una nueva guerra liderada por Estados Unidos en Irak. Esta vez fueron los islamistas los que gruñeron “¡hagámosle!” con las decapitaciones que indican la determinación del Estado Islámico (también llamado EIIS, EIIL o Da’ash) de levantar su bandera negra en directa oposición a las barras y estrellas estadounidenses y su principal socio menor la bandera británica.
Esta vez no estaba la cuestión de guerra de relámpago del tipo “conmoción y temor” que Bush prometió llevaría a una victoria fácil y rápida. A cambio, la misma administración de Obama parece en conmoción, obligada a mostrar y desplegar su poderío militar en lo que se reconoce como un salto a lo desconocido donde no hay buenas opciones.
Sin embargo, incluso entendiendo, a cierto nivel, los riesgos involucrados esta vez, y admitiendo inicialmente que Estados Unidos no tenía una estrategia real, de todas formas Obama lanzó esta nueva guerra. Había pocas opciones: comparado con los ataques de Al Qaeda a lo que Obama, al igual que Bush, llama “la patria”, hoy el ejército del EI es un desafío mucho más grande a la actual configuración del Medio Oriente y al tipo de reconfiguración de esa región que satisfarían los intereses del imperio estadounidense.
A juzgar por el discurso de Obama, el plan es empezar primero bombardeándolos y baleándolos y luego ver qué se puede hacer. Su nueva “estrategia” de cuatro partes, elaborada a las carreras, es más un deseo que un plan.
Obama dijo que el objetivo de Estados Unidos es “degradar y en últimas destruir a EIIL”. Su jefe del estado mayor lo planteó algo diferente: “Éxito es un EIIL que no amenace más a nuestros amigos en la región, que no amenace más a Estados Unidos, un EIIL que no pueda acumular seguidores o amenazar a los musulmanes en Siria, Irak u otras partes”.
Otros observadores han señalado que debilitar o incluso destruir un ejército enemigo no se considera por lo general como una definición de los objetivos políticos de una guerra, que abarcan no solo lo que hay que derrotar sino lo que esta derrota se supone que logra. En este caso, el énfasis parece estar más en “degradar” —contener y debilitar— al EI que eliminar al fundamentalismo islámico y mucho menos definir cómo Estados Unidos y sus aliados esperan lidiar con las condiciones económicas, sociales y políticas que explican el extraordinario auge del EI y del islam yihadista en general.
Obama anunció “un esfuerzo continuo e implacable para eliminarlos [al EI] donde sea que estén, usando nuestra fuerza aérea y nuestro respaldo a fuerzas colaboradoras en tierra”, agregando que “esta estrategia de eliminar a los terroristas que nos amenazan, a la vez que simultáneamente se respalda a nuestros socios en las líneas de frente, es la que hemos seguido exitosamente en Yemen y Somalia por años”.
“Por años” podría ser una predicción realista de la duración de la nueva guerra de Obama, pero lo único que esta “estrategia” ha podido hacer en Yemen y Somalia es mantener triunfantes a los islamistas, hasta ahora, y ni siquiera ha “degradado” sus fuerzas de forma concluyente. Lejos de haber sido “contenido”, el fundamentalismo islámico ha crecido y se ha expandido exponencialmente.
Estados Unidos parece estar obligado a aceptar los riesgos porque el EI se ha convertido en la amenaza más concentrada y agresiva a su dominación del Medio Oriente y más allá. Pero lo que define los objetivos fundamentales de guerra de Washington es el perpetuar esa dominación, y no el mismo EI o el desastre que representa para los pueblos de la región. Cuestiones como la forma en que Estados Unidos pretende salir triunfante, o si es o no siquiera posible, no deben distraernos de la cuestión más fundamental: lo que Estados Unidos necesita lograr mientras trata de lidiar con las contradicciones y complejidades que lo hacen renuente a entrar en un conflicto frontal con el EI en primer lugar. Después de todo, si el fundamentalismo islámico en sí mismo fuera la preocupación principal de Estados Unidos, y no la dominación de la región, no hubiera tumbado a Saddam Hussein ni tuviera como blanco a Bashar al-Assad.
Cualquiera que sea la convergencia de intereses que pueda haber ahora entre Estados Unidos y los regímenes sirio e iraní, no han desaparecido los factores que llevaron a Estados Unidos a conspirar contra estos y amenazarlos. Probablemente Washington continuará buscando alcanzar sus metas, como crear divisiones y realineamientos favorables en las clases dominantes de estos países, bajo las cambiantes condiciones y en vista de sus intereses generales en la región.
El “elefante en la sala” es Israel, un activo estadounidense que es más indispensable que nunca y que sin embargo representa una contradicción para Estados Unidos en medio de su búsqueda de aliados en Medio Oriente para la Gaza-ficación de Irak y el reemplazo de los cilindros-bomba de Assad contra las comunidades sunitas por drones [aviones no tripulados] y bombarderos estadounidenses. El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, le ordenó al régimen egipcio llegar a Al Azar, la más alta institución religiosa sunita del mundo, para que bendiga la coalición con el protector de Israel, pero no hay garantía de que eso no desacredite a las autoridades del viejo orden y los regímenes que necesitan esas credenciales religiosas y no ayude a los yihadistas a impulsar un nuevo orden político y religioso. Estados Unidos puede considerar que tiene que aceptar el riesgo de mayor inestabilidad y tratar de jalar como sea a Egipto, Jordania, Líbano, Argelia y las monarquías del Golfo a esta coalición, no solo por su desesperada necesidad a corto plazo de golpear al EI sino también porque el islamismo yihadí que el EI representa es ya un inmenso peligro para todos estos Estados dependientes de Estados Unidos.
La nueva guerra de Obama equivale a confesar que el estatus quo no es una opción. En este sentido, su gobierno no está tan lejos de la concepción de la administración Bush de la necesidad de “secar el pantano que produce mosquitos” (los yihadistas), un proyecto para la reconfiguración del Medio Oriente que Bush trató de lanzar con la invasión de Irak de 2003, con desastrosas consecuencias, incluyendo el auge del EI.
Los planes y metas anunciados públicamente de Estados Unidos y sus aliados (las ex potencias coloniales y aún aspirantes a serlo, Francia y el Reino Unido) seguramente no representan la totalidad de su pensamiento y objetivos. Pero son suficientes para dar un vistazo de los horrores que tienen guardados para el pueblo de Irak, Siria y quizás más ampliamente.
Pretenden empezar con una campaña aérea acelerada — Estados Unidos ya ha lanzado más de 150 ataques con drones y de otro tipo, y Francia tiene sus aviones de combate Rafale en los cielos iraquíes en busca de blancos. Ya que el EI se ha atrincherado en ciudades medianas y grandes como Raqqa en Siria, y Tikrit, Haditha, Faluya y Mosul (con una población de casi 2 millones) en Irak, esto hace aún más probable que muchos civiles sean asesinados.
El segundo componente de su estrategia es apuntalar a los peshmerga del Gobierno Regional Kurdo, que abandonaron a los yazidíes, turcomanos y asirios al EI, y a cambio se concentraron en quitarle Kirkuk, la provincia rica en petróleo, al gobierno central. Pero incluso proteger a los kurdos no es uno de los objetivos de guerra de Estados Unidos. En general Estados Unidos y sus aliados no les están dando armamento pesado, lo que molestaría a Turquía, y acabarían como carne de cañón en el juego más grande en Irak y la región. Proteger a las minorías étnicas y religiosas siempre ha sido un pretexto totalmente falso para la intervención colonial y neocolonial.
El “socio” de Obama en Bagdad, el tercer componente, es Haider al Abadi, el nuevo primer ministro puesto por Estados Unidos que reemplazó al anterior primer ministro, Nouri al-Maliki, también puesto (y luego descartado) por Estados Unidos. Abadi declaró que sus fuerzas armadas ya no van a “bombardear indiscriminadamente” como lo han estado haciendo en Faluya, donde se dice que las masacres de Bagdad han llevado a muchos habitantes a aceptar al EI. Esta parece ser una confesión de lo que ha estado sucediendo hasta ahora. Pero incluso después de esto, el principal hospital de Faluya ha sido bombardeado de nuevo, con más bajas civiles.
Abadi, al igual que Maliki, es producto del partido fundamentalista chiíta Dawa (históricamente pro-Irán), y las milicias chiítas son sus únicas tropas confiables. Obama ha empezado enviando equipos de 12 soldados de Estados Unidos a dirigir al ejército iraquí (inclusive el New York Times los llama “asesores” entre comillas, evocando a los “asesores” estadounidenses en Vietnam).
Estados Unidos se ha hecho el de la vista gorda ante la limpieza étnica que expulsó a muchos sunitas de Bagdad cuando la ciudad estaba bajo su ocupación, y la ofensiva que se avecina probablemente verá más limpiezas étnicas en una escala más grande, como ya ha sido el caso durante las últimas semanas. Esto también, emana de los verdaderos objetivos de guerra de Estados Unidos, que no incluyen salvar la vida de nadie.
El cuarto y más importante componente, si Estados Unidos ataca al EI en Siria, debe tener “socios en las líneas de frente” allá, un “yunque” contra el que el martillo de los ataques aéreos liderados por Estados Unidos pueda aplastar a las fuerzas del EI. Sin esto, dicen algunos expertos militares, las propuestas de Obama serían tácticas en busca de una estrategia. Ese papel lo jugará una futura fuerza armada compuesta por soldados suplidos por la “oposición” siria. Pero lo cierto es que ahora esta oposición es casi totalmente islámica, diferenciándose del EI y entre ellos sobre todo por tener respaldo de Turquía, Arabia Saudita o Qatar, etc., y basarse cada vez más en el mismo tipo de políticas religiosas sectarias y tácticas de terror (incluyendo cortar cabezas) como el EI.
Una cosa parece segura: el choque entre Estados Unidos y el EI es un torbellino que arrastrará al amplio Medio Oriente a una serie de conflictos despiadados, complejos y prolongados. Millones de personas probablemente van a sufrir aún más horrorosamente a manos de las fuerzas reaccionarias, cada cual buscando sus propios intereses por la fuerza de las armas. Casi con seguridad la situación no se reducirá a dos bandos claramente definidos sino que estará caracterizada por alineamientos contradictorios y cambiantes entre enemigos mortales. A medida que todas las contradicciones de la región se agudicen grandemente, es probable que el choque entre las potencias occidentales y el islamismo se convierta en un factor aún más importante.
Si bien el EI ha creado grandes problemas para las potencias dominantes y puede asestarle verdaderos golpes a Estados Unidos., el sectarismo religioso encarrilado necesariamente por la meta de un Estado basado en la fe, está creando una cruel espiral de divisiones y masacres mutuas entre las masas populares cuyos verdaderos intereses residen en unirse contra los imperialistas y su sistema global. Lo hemos visto en Irak, donde el sectarismo religioso sunita-chiíta ha saboteado la lucha contra la ocupación y permanece como un factor con el que cuenta Estados Unidos para mantener a Irak y Siria bajo su bota, con o sin ocupación.
No tiene sentido tratar de descubrir quién es peor, Estados Unidos y sus socios y clientes que representan un viejo orden inaceptable, por una parte, o los islamistas que buscan un nuevo orden inaceptable, por la otra. La situación es terrible y nunca cambiará mientras el pueblo se sienta obligado a escoger entre uno o el otro.
El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar, una publicación política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.
Se necesitan: Voluntarios para revcom.us y Revolución
Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.