Indignación en París, un mundo de opresión, la urgencia de otro camino

26 de enero de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El miércoles 7 de enero, dos atacantes asociados con fuerzas fundamentalistas islámicas tomaron por asalto una reunión de la junta de redacción de la revista francesa de sátira, Charlie Hebdo. Rociaron la sala con balas. En cosa de minutos, resultaron muertas una docena de personas entre miembros de la junta de redacción, caricaturistas y otros, y resultaron lesionadas once personas. En un incidente dos días después, cuatro personas resultaron muertas cuando alguien que se identificaba con fuerzas jihadíes tomó rehenes en una tienda judía en París.

Millones de personas —de todos los orígenes y creencias— se lanzaron a las calles indignadas por la masacre en Charles Hebdo. Judíos, musulmanes, cristianos y ateos marcharon hombro a hombro.

Se presentaron preguntas profundas: ¿Quién, y qué, tiene tanto miedo a la parodia que masacrarían a escritores y editores a plena luz del día? ¿Cómo es posible que algo así ocurra en estos tiempos? ¿Qué son los hilos que entrelazan los conflictos sangrientos en gran parte del mundo con estas muertes en París? ¿Y qué puntos de vista de clase —cuáles fuerzas e intereses subyacentes— están detrás de los programas y soluciones en contienda que se proponen al mundo?

Digámoslo sin rodeos: Cualquier concepción del mundo que queme a los herejes en la hoguera, que dicte fatwas [decretos religiosos] contra los infieles o que asesine a los que hacen burla a ella o a sus líderes y símbolos, es totalmente ilegítima. Semejantes puntos de vista no pueden revelar, sino sólo ocultar, las raíces de la opresión cruel y las desigualdades obscenas de esta planeta y no ofrecen ninguna alternativa concreta. Son reaccionarios hasta el tuétano. Las acciones que cometen los jihadíes islámicos —y la ley religiosa fundamentalista draconiana que imponen donde tienen el poder— son una parte integral de una concepción del mundo que nació en la época de la esclavitud, y refleja el punto de vista de los amos de esclavos y varios sectores feudales que se han adaptado y, aunque parezca irónico, han sido avivados por un mundo asolado por las dislocaciones sociales sísmicas y la terrible miseria que las formas modernas de explotación y opresión producen.

Es otra amarga ironía que el fundamentalismo islámico, que nació de clases explotadoras y las representa, hoy es atrayente y atrae a algunas personas cuyos intereses fundamentales —como clase de personas— corresponden a la eliminación de toda forma de explotación. Los fundamentalistas islámicos atraen y consiguen seguidores entre algunos de los pueblos más oprimidos en los ghettos de hoy día de Europa, donde los inmigrantes son aislados y subyugados, y en los cinturones de miseria de las megaciudades del tercer mundo, del Cairo a Kabul, porque parecen oponerse a las potencias opresoras que han dominado, explotado, saqueado y matado al pueblo durante años, hasta siglos. Sin embargo, la búsqueda del orden, consuelo y orgullo en las costumbres del pasado, que están arraigadas en relaciones opresivas entre las personas, no puede emancipar a nadie — ni a los más oprimidos y pisoteados, ni tampoco a la humanidad en conjunto.

Además, la realidad es que hay OTRA MANERA para entender el mundo, y OTRO CAMINO que el mundo podría tomar que SÍ PODRÍA liberar concretamente a los oprimidos, un camino que corresponde a los intereses de los que no tienen nada en este mundo, y que corresponde a sus intereses colectivos —de clase— de alcanzar un mundo más allá de toda forma de la explotación y opresión. Es el camino de la revolución comunista —específicamente la nueva etapa del comunismo desarrollada por Bob Avakian (BA). Conózcala y bregue con ella en http://www.revcom.us/avakian-es. Nuestro partido trabaja duro para apoyar esfuerzos en todo el mundo de construir un movimiento entre estas masas, y más allá, basado en eso.

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Ello por un lado. Pero al mismo tiempo obran los intereses de los gobernantes del “Occidente” — en esencia, los representantes del imperialismo occidental. Trabajan duro para tergiversar y pervertir la indignación justa por las matanzas en París hacia programas, y puntos de vista, que apretarán las cadenas de opresión en el mundo y soltarán nuevas y peores rondas en un vil choque de fuerzas reaccionarias que solamente apretarán las cadenas de la opresión y sufrimiento.

Y maniobran presurosos para aprovechar la confusión que ellos mismos siembran, para poner en marcha una peor represión contra los inmigrantes en Europa, para justificar nuevas invasiones, asesinatos y tortura por todo el mundo y para convencer a la gente de su grotesca afirmación de que este sistema es el mejor posible.

En respuesta a la matanza en Charlie Hebdo, los líderes de las “grandes potencias” y sus representantes se pusieron en la primera fila de la marcha en París. Siendo ellos la mayor causa de la explotación, opresión, miseria y represión en el planeta, se identifican como los defensores mundiales del disentimiento, la tolerancia y el laicismo, de la separación entre la iglesia y el estado, y de “paladines de la ‘democracia’”.

Bob Avakian, que ha desarrollado una nueva y vital síntesis del comunismo, va al grano de lo que representa aquella democracia:

La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es la democracia, sino el capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia sino el imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. (Lo BAsico, 1:3)

Lo que los gobernantes de países como Estados Unidos y Francia pregonan, practican e imponen es la facilitación y reforzamiento del funcionamiento de un sistema mundial de explotación y opresión (capitalismo-imperialismo). Un sistema de maquiladoras y trabajo infantil, desigualdades obscenas, racismo, opresión de la mujer y devastación ecológica. Lo que los países como Estados Unidos y Francia traen al mundo es la explotación de miles de millones de personas por unas pocas, y prisiones, policías asesinos y operaciones militares mundiales que refuerzan dicha explotación, las ideas que la justifican y las estructuras que la facilitan (por ejemplo, las elecciones que montan).

Su hipocresía es obscena. Esas potencias mundiales abrazan a los gobernantes fundamentalistas de Arabia Saudita — donde crear un blog liberal se castiga con 1.000 latigazos y diez años de cárcel, y donde, el 19 de enero, las autoridades decapitaron a una mujer en público; uno de los policías involucrados subió un video de la ejecución horripilante a YouTube (posteriormente, YouTube lo quitó). La “indignación” que expresan los gobernantes de países como Francia por el secuestro de muchachas por Boko Haram o por la masacre de minorías religiosas por el Estado Islámico está supeditada a cómo ese u otro ultraje beneficie o perjudique a sus intereses económicos, políticos y militares. A veces los intereses de los imperialistas los llevan a integrar a los fundamentalistas islámicos y obrar por medio de éstos; a veces dichos intereses los llevan a oponérseles, pero esas decisiones se basan, para repetir, en sus intereses como explotadores capitalistas imperialistas. Nunca se basan en la “libertad de expresión”, a pesar de sus afirmaciones constantes.

Fíjense con quiénes se entrelazaron los brazos en París: los gobernantes sauditas, los tiranos militares egipcios y Benjamín Netanyahu de Israel, al cual lo promueven esos “paladines de la tolerancia y la libertad” como líder de la “única democracia en el Medio Oriente”, aunque él preside un estado que comete una limpieza étnica violenta y un genocidio contra el pueblo palestino, y dirigió, el año pasado, la masacre de 2.000 palestinos en Gaza — entre ellos, cientos de niños.

Los imperialistas occidentales —los que gobiernan en países como Estados Unidos y Francia— pretenden reunir al pueblo en torno a su estandarte, reforzar e influenciar la manera de pensar de la gente de acuerdo a la noción que, cualesquiera que sean los defectos que tenga esta sistema, se trata del mejor de todos los sistemas posibles, en particular porque permite el disentimiento y prevé la expresión libre de ideas, hasta las ideas no populares, en contraste con varios fundamentalistas islámicos y otras fuerzas y regímenes “totalitarios”. ¿Pero qué es la realidad de lo que es su sistema, y en qué se basa de verdad?

A los ojos del capitalismo, la capacidad de los seres humanos de construir, crear, pensar, innovar... no es más que una mercancía a la cual explotar o a la cual desechar si no es posible incorporar a dichos seres humanos en el engranaje de la explotación. ¿Qué libertad de expresión tendría una niña pepenadota en busca de comida en un relleno sanitario en una megaciudad del tercer mundo? ¿Una joven obligada a prostituirse? ¿Las trabajadoras calcinadas en las maquiladoras en Bangla Desh, y las y los jóvenes que van perdiendo la vista y la salud en las maquiladoras en México? (Lea más sobre la naturaleza verdadera de lo que contribuyen al mundo los gobernantes de países como Estados Unidos y Francia y lo que refuerzan en sus propios países, en “La vergonzosa hipocresía de los 'líderes mundiales' que se hacen pasar como paladines de la libertad de expresión”.)

En pocas palabras, los gobernantes de países como Francia y Estados Unidos representan un sistema mundial de capitalismo-imperialismo que es la mayor causa de la miseria, deshumanización, opresión, supremacía blanca, opresión de la mujer, y opresión en general en todo el mundo. Refuerzan su sistema a base de enormes fuerzas armadas, invasiones, prisiones, policías asesinos y cámaras de tortura. No dudan en apoyar y aplicar la represión y el terror cuando les convenga, ¡¡y casi todo el tiempo les conviene!!

No son ninguna alternativa positiva a nada.

El fundamentalismo islámico y el imperialismo occidental — Que están en contienda y se refuerzan mutuamente

Una dinámica más profunda y más siniestra opera entre las “democracias del Occidente”, tal como se proclaman, y las fuerzas de la jihad fundamentalista islámica. Las dos se refuerzan mutuamente, al mismo tiempo que están en conflicto.

Al arrollar vastos territorios de África, el Medio Oriente y otras regiones, el capitalismo-imperialismo expulsa a las personas de sus tierras, comunidades y vidas tradicionales, que por lo menos tenían la apariencia de ser coherentes y viables. Orilladas a ir a megaciudades y ciudades miseria, obligadas a trabajar en maquiladoras o como prostitutas, bombardeadas con el Internet pero privadas de comida, agua y albergue, y en la ausencia de una alternativa REAL a las fuerzas que trastornan su vida, esta dinámica orilla a las poblaciones de lo que se llama el “mundo islámico” a adoptar valores tradicionales que parecen estar en oposición a las fuerzas de locura y opresión.

Y en un mundo en que las opciones parecen estar limitadas al McMundo/McCruzada o la Jihad, cada medida para reforzar las estructuras y los valores que facilitan la operación del capitalismo imperialismo mundial, cada ataque con aviones no tripulados (drones), cada niño asesinado por un soldado israelí, cada “redada nocturna” en la que los soldados estadounidenses asesinan, cometen violaciones y siembran terror en una aldea afgani, alimenta y sirve para reclutar a nuevos combatientes para lo que parece ser la fuerza “opositora”.

A la inversa, cada ataque a periodistas iconoclastas, “herejes” o personas inocentes como los ataques en París, termina por echar leña para que los gobernantes del “Occidente” se hagan pasar por paladines de la libertad de expresión y opositores a la teocracia. Éstos invocan tales incidentes para justificar, supuestamente, la intensificación de la perfilación racial, los rastrillajes tipo estado policial, la censura, la represión, las deportaciones, las invasiones a otros países y para soltar a virulentas fuerzas fascistas.

Así es: cada medida tomada por cualquier lado de esta ecuación mortal fortalece la ecuación entera, y cada vez que la población de cualquier lado de la ecuación se deja embaucar de modo que se identifique o se alinee con cualquier lado de este conflicto, eso refuerza a ambos lados de este choque tóxico.

De estas dos sectores totalmente anticuados, el capitalismo-imperialismo occidental es el principal instigador de la situación actual, tanto por el funcionamiento “inconsciente” de su sistema mientras trae devastación, destrucción y sí, la esclavitud literal al mundo, como por las políticas conscientes al servicio a la explotación, particularmente las guerras por el imperio: la McCruzada para reforzar un sistema mundial del imperialismo.

Esa dinámica entera, con el choque de esas “opciones”, es demente. ¿En serio, lo mejor a que una persona puede aspirar es un mundo concebido y reforzado por cualquiera de estas dos fuerzas? ¡Hace muchísimo tiempo que la humanidad debería reventar las cadenas de ambos modos de organizar la sociedad y de pensar, para crear un mundo totalmente nuevo y distinto!

Para que eso ocurra, tenemos que oponer resistencia, empezando ahora mismo, a las medidas que buscan manipular la indignación totalmente justificada y hacer que las personas se hagan cómplices o se conformen en silencio con los crímenes que cometen las mismísimas potencias que son las más responsables de la situación infernal en que el planeta se encuentra. ¡NO a la guerra por imperio! ¡NO a las redadas y la represión! NO a la perfilación racial y a soltar a los perros fascistas para atacar a los inmigrantes o a las personas del Medio Oriente.

Y tenemos que hablar claro: NO, su estilo de vida NO es el “mejor de todos los mundos posibles”. Es un estilo de vida que le exprime la vida y el espíritu a miles de millones de personas, devasta el medio ambiente y que se refuerza mediante aviones no tripulados y armas nucleares, cámaras de tortura y policías asesinos. ¿No es ridículo, demente y asesino que ÉSTAS sean las supuestas opciones, cuando se podría organizar concretamente a la humanidad para poner fin a toda la explotación, arrancar de raíz toda forma de opresión y empezar a vivir en armonía con el medio ambiente?

Existe una VERDADERA alternativa: la revolución comunista. Dicha revolución comunista, como BA la ha concebido, no solamente “tolerará” el disentimiento y las “voces de otros”, sino que animará y valorará el disentimiento, porque solo mediante el disentimiento, y la lucha en torno a lo que es cierto y correcto, es posible que las personas conozcan la verdad y cambien el mundo conscientemente de acuerdo a los intereses de la humanidad. ¿Usted quiere a un mundo en el que se valoran de veras el disentimiento y el pensamiento crítico? Pues ésa es otra razón para conectarse con la revolución comunista: vea la obra que BA ha escrito sobre el tema, léala a fondo y trabaje para hacer que ese mundo nazca. Se puede explorar esa obra y las maneras de conectarse con ella en www.revcom.us.

Una revolución verdaderamente emancipadora, una revolución comunista, implica la participación de millones y millones de personas que están decididas a operar un cambio radical en la sociedad y en el mundo. Esta revolución comunista se propone derrocar los sistemas y relaciones grotescos y horrorosos en el mundo que causan tanto sufrimiento indecible e innecesario para miles de millones de personas en todo el mundo y que a su vez también engendran y en lo fundamental son responsables de las grotescas formas de oposición a esta situación. La naturaleza y el objetivo de esta lucha revolucionaria son nada menos que la lucha consciente y decidida de millones y en última instancia de miles de millones de personas, en todo el mundo, para crear un mundo nuevo sin explotación, opresión y desigualdades sociales.

Hay que abrir brecha en medio de UN GRAN CÍRCULO VICIOSO: en lo político, lo moral y sobre el terreno.Para nada se puede ver los sucesos en París como justificación de aún más actos de agresión o represión —de aún más ataques de aviones bombarderos no tripulados contra la población civil, así como otras formas de agresión que cobran la vida de más personas inocentes, más represión contra los inmigrantes, más espionaje y vigilancia— todo lo que en parte o en total ya vienen aplicando "como respuesta" a la matanza en París. Cuando las personas toman una postura valiente contra todo eso, eso puede estropear los intentos de canalizar la indignación hacia cauces que solo empeorarán las cosas. Y, al tomar esa postura, las personas les enviarán un mensaje a las poblaciones al “otro lado” de la división McMundo vs. Jihad: de que no todos aceptan ese programa, y que algo nuevo y distinto debería y puede surgir en medio de esta locura.

Como escribimos inmediatamente después de la masacre y la respuesta francesa: “Lo que hace falta con urgencia en este momento, en oposición a los actos nocivos de este tipo, en países como Estados Unidos (y Francia) y en todo el mundo, es forjar una masiva resistencia y oposición política a lo que los imperialistas, encabezados por los imperialistas estadounidenses, hacen: los muchísimos crímenes que han cometido y siguen cometiendo, y la manera en que aprovecharán este incidente a fin de ponerse a justificar y cometer crímenes con aún más saña. En esta conexión, hace falta una resistencia contra las medidas represivas contra las comunidades de inmigrantes y la oposición a la satanización de los inmigrantes, pues tales medidas y satanización habían ido ganando impulso desde mucho antes de este incidente”.

Esa clase de resistencia puede empezar a crear y contribuir a una nueva situación, en la que la gente del mundo entero vea una alternativa a las “alternativas” mortíferas del fundamentalismo islámico y del imperialismo occidental, y condiciones que posibilitan que otro camino surja como una fuerza poderosa, una verdadera alternativa al mundo tal como es. Un mundo sin explotación, opresión ni desigualdades sociales de ningún tipo. Un mundo en el que no existen fronteras entre los países que “tienen todo” y los que “no tienen nada”, en el que ya no se denigra a las personas porque viven en cierta parte del mundo o son de ahí, en el que ya no hay opresión de la mujer, sea mediante la violenta pornografía degradante o al envolverlas en burqas, y en que los seres humanos ya no necesitan, quieren o recurren jamás al derramamiento de sangre para demostrar que “no hay razón como la del bastón”, sino en el que trabaja junto una comunidad mundial de la humanidad —diversos individuos únicos que trabajan lo mejor que puedan para contribuir sus ideas y acciones para mejorar el mundo, sin temor de represalias o represión— para lidiar colectivamente con los grandes desafíos a los que la humanidad se enfrenta.

Tomemos eso como el punto de partida para decidir cómo analizaremos, qué nos sentiremos y cómo actuaremos con relación a los sucesos horribles en Francia. Y retemos a los demás a hacer lo mismo.

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