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La conversión del debate sobre los “campos de muerte polacos” en un arma y los blancos del debate

15 de marzo de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Nota de la redacción de revcom.us: Este artículo salió poco antes del proyecto de ley de marras, que penaliza el uso de la frase “campos de muerte polacos”, firmado por el presidente polaco el 6 de febrero.

 

4 de febrero de 2018. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. El parlamento polaco ha aprobado una ley que penaliza el uso de la frase “campos de muerte polacos” para referirse a Auschwitz y otros campos de concentración ubicados en Polonia donde unos tres millones de judíos y tres millones de personas más fueron asesinados durante la II Guerra Mundial. Esta ley es un serio paso en la marcha de Polonia hacia el fascismo. Al mismo tiempo, el amplio repudio a esta ley se ha caracterizado por falsedad e hipocresía en gran escala. Los gobiernos de Estados Unidos, Israel y otros países la han condenado solo para impulsar sus propios intereses asesinos.

La ley, que espera la firma del presidente polaco, amenaza con tres años de cárcel a “cualquiera que acuse, públicamente y en contra de los hechos, a la nación polaca, o al Estado polaco, de ser responsable o cómplice de los crímenes nazis cometidos por el Tercer Reich”. Se podrían eximir las personas participantes en “actividades artísticas o científicas”. Pero su destino quedará en manos de un sistema judicial que cada vez más está bajo el control del partido gobernante Ley y Justicia (PiS)*, cuyo ministro del Interior escandalosamente calificó como “una bella imagen” una marcha neonazi de decenas de miles el pasado noviembre.

La ley constituye una provocación, suscitando deliberadamente las críticas de la Unión Europea e Israel, para hacer parecer a Polonia como víctima. Fue redactada cuidadosamente para resistir las impugnaciones legales. Vista en términos estrechos y fuera del contexto, no pisotea los hechos. Es indiscutible que no existía un Estado polaco en la época del Holocausto. A diferencia de otros países que fueron invadidos o dominados por Alemania durante la guerra como Hungría, Francia, Noruega, etc., los nazis hicieron añicos al Estado entonces existente y gobernaron a Polonia sin un gobierno colaboracionista. Consideraban a los polacos y a todos los eslavos como una “raza” inferior, poco mejor que los judíos. Auschwitz-Birkernau y otros campos de exterminio en suelo polaco fueron operaciones completamente alemanas.

En cuanto a eso de la “nación polaca”, si bien puede que sea defendible en los tribunales, el uso de “nación” es un mito (da a entender que los polacos que ayudaron a los nazis no deben considerarse verdaderamente polacos) y omite los siguientes hechos básicos.

El antisemitismo tuvo un papel básico en la construcción de la identidad de Polonia como nación católica, una identidad que ha revivido el gobierno actual. De cierto modo similar a la supremacía blanca en Estados Unidos, la exclusión y opresión de los judíos se entretejieron en la estructura de la sociedad polaca. Polacos del común realizaron actos de violencia en masa contra judíos mucho antes de la invasión nazi, durante la ocupación, e incluso luego de la derrota del ejército ocupante alemán.

Relatos de judíos que sobrevivieron al genocidio describen el dilema de necesitar ayuda urgente para esconderse o huir y no poder confiar en los polacos a su alrededor. El problema no era que todos los polacos no judíos fueran antisemitas, sino que por lo general no se podía saber de antemano lo que cada polaco haría. Muchos delataban los judíos a los nazis, algunos por miedo, otros por prejuicio o avaricia. En un conocido caso (Jedwabne, 1941), más de 300 judíos fueron detenidos en redadas, encerrados en un granero y quemados vivos por sus propios vecinos, sin intervención nazi.

Sin embargo, muchos polacos arriesgaron su vida o murieron defendiendo a las víctimas de los nazis. Por ejemplo, la revuelta de los judíos encarcelados por los nazis en el Ghetto de Varsovia no hubiese podido mantenerse tanto, como lo hicieron, sin las armas y suministros médicos contrabandeados desde afuera por algunas fuerzas polacas clandestinas y civiles del común. Familias polacas acogieron a fugitivos del ghetto en sus apartamentos, los cuidaron hasta que se recuperaban de la inanición, la enfermedad o las heridas, y podían continuar su huida. Si los alemanes encontraban a un judío en la casa de alguien, todos los familiares y hasta el portero del edificio eran fusilados. Para mencionar un caso, la familia Iwanski que vivía afuera del ghetto estaba encargada del alcantarillado, la principal vía de circulación de personas y suministros. También montaron una enfermería en su apartamento. Los esposos Iwanski se enteraron de que su joven hijo se había unido a la resistencia judía solo cuando encontraron su cadáver entre los cuerpos de otros combatientes caídos y que ellos ayudaban a trasladar para sepultarlos. El gobierno polaco, aunque absuelve unilateralmente a la “nación polaca”, no honra a héroes de este calibre.

       

Es justo culpar principalmente a los nazis. Pero los reaccionarios que critican a Polonia por todo esto son tremendamente hipócritas. Entre los fundadores y primeros líderes del actual Estado alemán, había mucha gente que fue cómplice en el régimen nazi. Además, Estados Unidos y Reino Unido se negaron a hacer algo para detener el funcionamiento de los campos de muerte. Los sobrevivientes de Auschwitz relatan su sentimiento de total abandono cuando veían a los bombarderos británicos y estadounidenses sobrevolando los campos de muerte para destruir blancos considerados estratégicos para los objetivos de guerra de Estados Unidos y Reino Unido. Esos objetivos no incluían salvar vidas destruyendo el sistema de ferrocarriles que diariamente llevaba a la muerte a decenas de miles de personas. Al ignorar estos hechos, buena parte de la condena internacional contra Polonia por evadir la responsabilidad del genocidio es profundamente deshonesta y en provecho propio.

La posición del gobierno polaco hacia el Holocausto es lo contrario del “Nunca más”. La esencia de esta ley es hacer borrón y cuenta nueva y partir de cero, exaltando la inmaculada “nación polaca” —“la Polonia pura, la Polonia blanca”, como coreaban los neonazis en su marcha de noviembre pasado— puliendo la imagen del fascismo católico que es su ideología, y esta vez acogiendo los llamados a un “Holocausto musulmán”. Criticar a este régimen por distorsionar la historia no puede evadir la pregunta de por qué está sucediendo esto ahora. Además, no se puede tratar a Polonia como un caso excepcional, intrínseca y particularmente desafortunado. Su gobierno es muy consciente de su papel como punta de lanza de la tendencia fascista en Europa, ahora en el poder en Ucrania, Polonia, Hungría, Eslovaquia y Austria, y que influencia fuertemente la “política dominante” en Alemania, Francia, Holanda, Italia y otros países, incluyendo Reino Unido. De manera perversa, la administración de Trump se ha unido a las críticas a esta ley polaca para poder impulsar su propia agenda e ideología fascista. Al igual que la nueva ley, esto requiere explicación y contexto.

Trump tiene muy fuertes lazos con el gobierno polaco. Su primera visita al extranjero fue a Varsovia, donde a diferencia de anteriores presidentes de Estados Unidos y otros jefes de Estado, se saltó la formalidad de visitar Auschwitz. Los polacos entendieron su discurso de llamar a que “defendieran con la propia vida” la lucha por “la familia, la libertad, el país y Dios” como un apoyo al proyecto fascista. ¿Por qué habría de preocuparle esta nueva ley al régimen fascista estadounidense, encabezado por alguien que es tristemente célebre por haber dicho que entre los nazis y otros supremacistas hay “gente buena”?

La razón la reveló su vicepresidente Mike Pence en un discurso en el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, el aniversario de la liberación de Auschwitz, en los mismos días en que el parlamento polaco aprobó la ley. Pence, que se autoproclama católico evangélico, planteó sin rodeos la visión fundamentalista religiosa que comparte toda la “base” evangélica de Trump, bendiciendo el programa de Trump de un país fascista que busca “volver a tener grandeza” a nivel global a costa incluso de una guerra nuclear y la genocida matanza de millones, empezando con los norcoreanos. Estos “sionistas cristianos”, como muchos de ellos se autoproclaman, creen que estamos entrando en el “fin de los tiempos” de la historia, la segunda llegada de Cristo, que ocurrirá tan pronto como los judíos se tomen toda Jerusalén y lo acepten como su salvador. (En ese momento, los judíos que no se conviertan al cristianismo serán lanzados a las llamas del infierno al igual que todos los demás no creyentes). Esta ideología, con las guerras apocalípticas que defiende, no es menos potencialmente genocida en sus implicaciones que el nazismo.

Por supuesto, hasta que llegue ese día, esta gente y su führer Donald Trump respaldarán al Estado de Israel, un bastión crucial para el proyecto estadounidense de pulverizar al mundo. El fascismo cristiano y otras variantes del fascismo, y el sionismo, van a trenzarse en conflictos doctrinales, pero están celebrando un maridaje forjado en el infierno. Los líderes israelíes criticaron la ley polaca por penalizar el debate histórico y político. Pero, ¡¿qué posibilidades hay de que apliquen este argumento a su propio gobierno por penalizar el debate sobre los orígenes de Israel, construido sobre la base de la expulsión y sometimiento de los palestinos!? Y ¿cómo pueden regañar los políticos israelíes a Polonia por cuestiones de libertad de expresión cuando recientemente volvieron ilegal que cualquiera en cualquier parte del mundo respalde el boicot al Estado sionista? (Una posición que comparten Estados Unidos y Francia).

La gente tiene que darse cuenta de qué es lo que pasa con estos debates supuestamente “históricos”. La cuestión no es que la historia necesariamente se repite, ni que se puede comprender el mundo de hoy buscando analogías del pasado. Pero los sucesos de la historia reciente muestran lo que podría pasar, que el tipo de cosas que en un momento parecen impensables pueden llegar a suceder, al agudizarse las contradicciones. Mirando los objetivos tras el debate “histórico” de hoy, podemos ver a dónde podría llevar a la humanidad este auge del fascismo. Así es como la historia nos juzgará — y es lo que debe determinar nuestro proceder.


* Nota de revcom.us: Lea más en inglés sobre el PiS, el partido gobernante de Polonia cuyas siglas se refieren a “Ley y Justicia”, en “La humillación de Ángela Merkel y el llamamiento a un 'holocausto musulmán' en Polonia”.  [regresa]

 

El 17 de marzo de 2017, el Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar (SNUMQG) anunció su transformación en una herramienta más completa para la revolución basada en la nueva síntesis del comunismo de Bob Avakian. Lea el editorial del SNUMQG aquí: “Editorial: Introducción a un SNUMQG transformado”.

 

 

 

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