La masacre en la sinagoga de Pittsburgh, Donald Trump y el auge del antisemitismo:
Por qué el apoyo a Israel NO es incompatible con el antisemitismo
| Periódico Revolución | revcom.us
De un miembro del Club Revolución:
Pensé que el artículo sobre “La masacre en la sinagoga de Pittsburgh, Donald Trump y el auge del antisemitismo” fue realmente bueno, e importante. En respuesta al argumento de que Trump no puede ser antisemita porque es un partidario de Israel, el artículo señala correctamente que “este apoyo no tiene nada que ver con una preocupación por la gente judía (¡y mucho menos por los musulmanes!). No. Esto se basa en el rol que Israel juega en el mundo para Estados Unidos, en particular como un bastión para su dominación en el Medio Oriente así como el fanatismo cristiano de una sector de los cristianos evangélicos — los fascistas cristianos de quienes Mike Pence es un líder importante”. Y que este apoyo a Israel por parte de los cristianos fascistas se arraiga en el antisemitismo. Pero creo que hay más que decir sobre la relación entre Israel y el antisemitismo, y por qué el apoyo a Israel no es de ninguna manera incompatible con el antisemitismo.
Históricamente, el movimiento sionista en Europa surgió como una respuesta al antisemitismo. Pero a diferencia de los comunistas (de ascendencia tanto judía como no judía) que lucharon para derrotar el antisemitismo como parte de la lucha para abolir todas las formas de opresión y explotación, y otros que lo opusieron resistencia debido a su compromiso con la justicia y la igualdad, los sionistas básicamente aceptaron la permanencia del antisemitismo, y de ahí capitularon ante el mismo: “Reconocí el vacío y la inutilidad de tratar de ‘combatir’ el antisemitismo”, escribió el fundador del sionismo Theodor Herzl, y buscó un escape. Esto, por supuesto, se alineó con los sentimientos antisemitas de mucha gente que en cualquier caso quería que los judíos se fueran... no muy diferente de los muchos racistas (entre ellos Abraham Lincoln) que apoyaron los planes de “regreso a África” para resolver “el problema racial de Estados Unidos”. Recuerde, antes de idear su “solución final”, Hitler inicialmente planeó deportar a los judíos en lugar de exterminarlos.
Y los sionistas vieron el ascenso de Hitler al poder como una confirmación de su idea de que la integración judía en la sociedad europea era imposible. En lugar de condenar y combatir el nazismo, muchos líderes sionistas lo vieron como una oportunidad, una “fuerza fértil” como lo expresó David Ben-Gurion, para alentar la emigración judía a Palestina. Mientras las organizaciones judías en Estados Unidos y en todo el mundo organizaban boicots contra la Alemania de Hitler, los colonos coloniales sionistas en Palestina mantenían relaciones diplomáticas y económicas con Alemania durante la preguerra. Desde 1933 a 1939, los nazis y los líderes sionistas alemanes tenían un “acuerdo de traslado” mutuamente beneficioso para sacar a los judíos (especialmente a los judíos adinerados y los sionistas) de Alemania y enviarlos a Palestina. Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo paramilitar sionista, el “Stern Gang”, hasta se ofreció a luchar para los nazis a cambio del traslado de judíos de la Europa ocupada por los nazis a Palestina. En 1938, después del pogrom de Kristallnacht (Noche de vidrios rotos) en toda Alemania, cuando Inglaterra se vio obligada a dejar entrar a unos pocos miles de refugiados judíos, David Ben-Gurion hizo la siguiente declaración:
Si yo supiera que fuera posible salvar a todos los niños de Alemania transportándolos a Inglaterra, y solo a la mitad trasladándolos a la Tierra de Israel, elegiría esta última, porque ante nosotros no solo está el número de estos niños sino el ajuste de cuentas histórico del pueblo de Israel.
Tal era la preocupación del “padre fundador” de Israel por las vidas de los judíos en su conjunto.
Los sionistas construyeron su proyecto colonial sobre la base de dos grandes mentiras: 1) que Dios prometió la tierra a los judíos, y 2) que Palestina era una “tierra sin gente para un pueblo sin tierra”. Su nacionalismo obsesionado con la tierra hizo eco de la lógica de “sangre y suelo” de sus perseguidores antisemitas.
El Estado de Israel se fundó sobre las cenizas de la destrucción terrorista de cientos de aldeas palestinas y la limpieza étnica y expulsión del territorio de casi un millón de palestinos, lo cual no podía pasar sin el papel crucial desempeñado por las fuerzas paramilitares sionistas, para algunos de los cuales los fascistas italianos sirvieron literalmente de modelo. El historiador israelí Tom Segev describe la horrible ironía de 100.000 judíos, en su mayoría sobrevivientes del Holocausto, apoderándose de viviendas palestinas:
Gente libre, los árabes, se habían ido al exilio y se habían convertido en refugiados indigentes; unos refugiados indigentes, los judíos, se tomaron los hogares de los exiliados como un primer paso en su nueva vida como personas libres. Un grupo perdió todo lo que tenía, mientras que el otro encontró todo lo que les hacían falta: mesas, sillas, armarios, ollas, sartenes, platos, a veces ropa, álbumes familiares, libros, radios y mascotas. La mayoría de los inmigrantes irrumpió en las casas árabes abandonadas sin dirección, sin orden, sin permiso. Durante varios meses, el país se vio envuelto en un frenesí de tome lo que se pueda, el primero que llegue es el primero que se sirva.
Israel, que ha sido una Nakba (catástrofe) para el pueblo palestino desde el principio y una pesadilla implacable desde entonces (mientras fingía ser una democracia ilustrada para todos), ahora está resolviendo la contradicción inherente en un “estado judío democrático” quitándose la fachada democrática (que siempre estaba muy gastada) e implementando un fascismo judío abierto. Con la misma lógica del grito nazi en Charlottesville, “los judíos no nos reemplazarán”, volteado y aplicado a los árabes, la nueva ley israelí declara oficialmente que Israel es un “estado-nación del pueblo judío” así formalizando la supremacía judía. Gaza convertida en un gigantesco campo de concentración... repetidas matanzas en masa de palestinos y el espectro del “traslado” en masa o incluso “soluciones finales”... las víctimas de los nazis actuando como nazis. ¡Qué desastre moral!
¿Y cómo respondieron los líderes de Israel al asesinato en masa de 11 judíos en la sinagoga de Pittsburgh? Unos activistas del partido del primer ministro Netanyahu, el Likud, circularon un correo electrónico que apoyaba el motivo del tirador, culpando a la sinagoga por su participación en la Sociedad Hebrea de Ayuda para Inmigrantes. El correo electrónico dijo que la Sociedad “alentó la inmigración” y “actuó en contra de Trump”, lo que “alentó el antisemitismo”. El principal emisario de Israel que fue a Pittsburgh después del asesinato en masa, Naftali Bennett, es un fascista pro Trump conocido por incitar una atmósfera pogromista contra los migrantes africanos en Israel, a quienes él llama “infiltrados” y los acusa de propagar el crimen y la violación (¿te resulta familiar?). El “rabino principal” del cada vez más teocrático Estado de Israel se negó a llamar a la sinagoga Tree of Life [Árbol de la Vida] en Pittsburgh una “sinagoga”, porque no es de la rama “ortodoxa” del judaísmo. Israel está orgullosamente vinculado con fuerzas fascistas alrededor del mundo —no solo en Estados Unidos y ahora Brasil, sino también con los descendientes nazis más inmediatos en Hungría y Polonia, por ejemplo— uniéndose a su coro de ataques antisemitas contra George Soros. Para los sionistas, de verdad se les ha cerrado un círculo.
Como Bob Avakian ha señalado, ha existido dos respuestas al Holocausto, dos significados para la idea de “nunca más”. Una respuesta es: nunca más debe pasar algo así a nadie. La otra respuesta es: nunca más debe pasar esto a nosotros, y sobre esa base, todo lo que hagamos a otros está justificado. Adonde lleva esta última se ve a plena vista en el Estado de Israel.
Después del Holocausto, lo peor que le ha pasado al pueblo judío es el estado de Israel.
Bob Avakian, Lo BAsico 5:12
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