“¡Botemos a la rata!”
Cuando un presidente estadounidense fue sacado del poder — Richard Nixon, 1974
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La gente en Estados Unidos se enfrenta a una necesidad histórica urgente: expulsar YA al régimen fascista de Trump y Pence, al servicio de los intereses de la humanidad. Hay ejemplos de gobernantes odiados que han sido forzados a dimitir por un levantamiento de masas, incluso aquí mismo en Estados Unidos. Este fotoensayo da una imagen de los tiempos y la trayectoria que llevó a la expulsión del presidente Richard Nixon en 1974.
Perdían la guerra en Vietnam, se enfrentaban a un auge de agitación en el “frente nacional”
Cuando Nixon fue elegido presidente en 1968, Estados Unidos estaba perdiendo su guerra genocida en Vietnam en contra de las fuerzas de liberación nacional. Nixon se postuló como acérrimo defensor de la guerra, en la cual Estados Unidos iba a masacrar a tres millones de personas. En Estados Unidos y por todo el mundo hubo feroces protestas de masas en contra de la guerra. El 15 de octubre de 1969, más de dos millones de personas participaron en la Moratoria, un día de huelga nacional en contra de la guerra. Un mes después, más de medio millón inundaron la capital de Estados Unidos para la Movilización y 100.000 se reunieron simultáneamente en San Francisco.
A medida que ardía la lucha en contra de la guerra, brotaron masivos levantamientos de los negros en las comunidades marginadas de las ciudades. Después del asesinato de Martin Luther King Jr. en 1968, estallaron rebeliones en más de 100 ciudades. El Partido Pantera Negra revolucionario atrajo a muchos jóvenes negros. La lucha para la liberación negra inspiró a otras personas: las mujeres que exigían su liberación, los indígenas que luchaban contra los horrores del pasado y del presente, las decenas de miles de personas que marchaban en contra de la guerra en la Moratoria Chicana de 1970. La revolución estaba en el aire, y nuevas organizaciones revolucionarias y comunistas se formaban y crecían, como la Unión Revolucionaria, precursora del Partido Comunista Revolucionario, dirigida por Bob Avakian.
En toda la sociedad se produjo una amplia revuelta cultural en contra del statu quo de las guerras y el racismo del sistema, sus modas y música, y su “moral” sexual. Millones de personas estaban transformando sus ideas y vida, y el terreno político estaba cambiando dramáticamente.
La escalada de la guerra en el sudeste asiático, el nuevo aumento de protestas en Estados Unidos
Ante las protestas en Estados Unidos y por todo el mundo, Nixon se comprometió a “desescalar” la guerra. En realidad, en marzo de 1969, ordenó una nueva operación: bombardeos secretos de saturación en Camboya, país fronterizo con Vietnam. Un año más tarde, Estados Unidos inició una invasión terrestre de Camboya.
Esta enorme escalada prendió más resistencia. Los manifestantes de la Universidad Estatal de Kent en Ohio quemaron el edificio del ROTC [Cuerpo de Entrenamiento para Oficiales de la Reserva]. Mil tropas de la Guardia Nacional ocuparon el campus y, el 4 de mayo de 1970, abrieron fuego contra una multitud, mataron a cuatro e hirieron a nueve. Once días después, la policía abrió fuego a los manifestantes de la Universidad Estatal de Jackson en Misisipí, una universidad históricamente negra, mató a dos e hirió a doce. La respuesta a la violenta represión fue más ira y protesta. Cuatro millones de estudiantes se tomaron las calles en ciudades universitarias de todo Estados Unidos, y 450 campus fueron cerrados. En toda la sociedad, amplios sectores de la población se volvieron en contra de la guerra y, en muchos casos, en contra del gobierno.
La resistencia también se propagaba en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Muchas unidades de soldados en Vietnam rechazaban combatir. Los soldados rasos que regresaron formaron los Veteranos de Vietnam en contra de la Guerra y pusieron al descubierto las atrocidades que habían cometido. En 1971, cientos de ex combatientes arrojaron sus medallas a las escalinatas del Capitolio en Washington, D.C., y declararon: “Si tenemos que volver a combatir, será para apoderarnos de estas escalinatas”.
La represión de los cerdos policías contra los manifestantes, radicales y masas de personas
El gobierno de Estados Unidos llevó a cabo una intensa represión en contra de la gente y los líderes de los movimientos. Un instrumento central en ésta fue el programa COINTELPRO del FBI. En tan sólo un ejemplo de la persecución a los revolucionarios negros, en 1969 los agentes del COINTELPRO trabajaron con la policía municipal de Chicago para asesinar al líder de los Panteras Negras, Fred Hampton. Para 1970, el FBI y el procurador general de Estados Unidos ya habían emitido más de 40.000 informes de inteligencia sobre “desórdenes civiles y disturbios en los campus”. El FBI y los policías municipales persiguieron a los activistas y los arrestaron bajo falsos cargos de “conspiración” que conllevaban fuertes penas.
La “guerra contra la droga” se lanzó bajo el mandato de Nixon y, en las décadas siguientes, arruinaría millones de vidas, especialmente de negros y latinos. John Ehrlichman, un alto funcionario de Nixon, admitió años más tarde que ésta era realmente una guerra contra el pueblo. Al señalar que la Casa Blanca de Nixon “tenía dos enemigos: la izquierda antibélica y los negros”, dijo que “al hacer que el público asocie a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína, y luego al criminalizar fuertemente a ambos grupos, podríamos desbaratar esas comunidades. Podríamos arrestar a sus líderes, allanar sus casas, trastornar sus reuniones y vilipendiarlos noche tras noche en los noticieros vespertinos. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo sobre las drogas? Por supuesto que sí”.
Apuntaban el fuego a los rivales políticos
Nixon también usó el poder del poder ejecutivo en contra de los rivales en la clase dominante y sus representantes políticos y literarios así como en contra de las personas en el aparato del gobierno que se rebelaban contra lo que Estados Unidos estaba haciendo. Su personal compiló una “lista de enemigos” sobre personas en el gobierno, los medios de comunicación y otras esferas. Una unidad conocida como los “plomeros” llevó a cabo operaciones ilegales contra los oponentes. En una de ellas, entraron ilegalmente en el consultorio del psiquiatra de Daniel Ellsberg para intentar robar información personal con el fin de desacreditarlo. Ellsberg, un contratista del gobierno, había arriesgado su vida en prisión para poner al descubierto documentos secretos del gobierno (conocidos como los Papeles del Pentágono) que revelaban importantes verdades sobre la guerra de Estados Unidos en Vietnam.
En junio de 1972, mientras Nixon hacía campaña para la reelección, varios hombres entraron ilegalmente en las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata, situadas en el complejo Watergate de Washington, D.C. Fueron pillados en el acto y arrestados. Los hombres estaban conectados a la campaña de reelección de Nixon y trataban de instalar escuchas telefónicas y robar documentos.
En un discurso en agosto, Nixon mintió diciendo que la Casa Blanca no tenía nada que ver con el robo en el Watergate. En noviembre, Nixon fue reelegido con una victoria aplastante.
Se revienta el escándalo del Watergate
Después del “impulso” que recibió de su reelección, Nixon ordenó el “bombardeo navideño” de ciudades densamente pobladas de Vietnam del Norte en diciembre de 1972, la ofensiva aérea más intensa y devastadora de la guerra. Pero por muy sangrientas que fueran estas operaciones militares, Estados Unidos obviamente estaban en camino a la derrota. Al mismo tiempo, se tenía a las protestas en contra de la guerra que habían estado sacudiendo a Estados Unidos durante años, así como los cada vez más radicalizados movimientos para la liberación negra y otros movimientos contra el sistema. Y entre amplios sectores de la población, los sentimientos antigubernamentales y la alienación del sistema se estaban extendiendo ampliamente.
Todo esto impulsó y agudizó los conflictos al interior de la clase dominante. En este contexto, Watergate se reventó en un gran escándalo durante 1973 y al año siguiente.
Repercute la demanda de “Botemos a la rata”, y se obliga a Nixon a dimitir
Las contradicciones en la cúpula generaron más oportunidades para la lucha “desde abajo” por parte de la gente. Bob Avakian relata en su autobiografía que a medida que la situación se calentaba en torno a Watergate, él y otras personas en la Unión Revolucionaria “pensaban que sería bueno echarle más leña al fuego popularizando la consigna ‘Botemos a la rata, organicémonos para luchar’, y movilizando a la gente en serio con ese espíritu y con esa orientación. Así, aprovechamos una crisis que se estaba agudizando al interior de la clase dominante, para impulsar nuestra lucha”.
Se dieron una serie de protestas y oposición. En abril de 1974, 10.000 personas marcharon en Washington, D.C., con carteles que decían “Botemos a la rata” y “Metan el jefe al bote”. Una semana antes, 21 jóvenes de la Brigada de Ática que exigían que Nixon dimitiera ocuparon la Estatua de la Libertad durante 21 horas. La AFL-CIO publicó una lista de 19 puntos de cargos por los que deberían someter a Nixon a un juicio político de destitución y envió cuatro millones de copias a los miembros de los sindicatos de todo Estados Unidos. Un informante anónimo del gobierno, llamado “Garganta Profunda”, proporcionó información a los reporteros del Washington Post Bob Woodward y Carl Bernstein para sus artículos ampliamente leídos que pusieron al desnudo las acciones ilegales de Nixon y sus intentos de encubrirlas.
Cuando algunos ayudantes de la Casa Blanca testificaron ante un gran jurado que Nixon grababa todas las conversaciones en el Despacho Oval, la batalla por las cintas se convirtió en un eje importante. Un comité del Senado, un juez que supervisa el juicio de los ladrones del Watergate y el fiscal especial independiente Archibald Cox exigieron que Nixon entregara las cintas. En octubre de 1973, Nixon ordenó el despido de Cox, y varios funcionarios del Departamento de Justicia renunciaron en protesta — esta fue la infame “Masacre del Sábado por la Noche”.
En marzo de 1974, un gran jurado nombrado por un nuevo fiscal especial acusó a siete ex ayudantes de Nixon de cargos relacionados con Watergate, nombrando al propio Nixon como un “co-conspirador no acusado”. En julio, la Corte Suprema de Estados Unidos ordenó que Nixon entregara las cintas. Después de intentar hacer dilaciones un tiempo, Nixon se vio obligado a entregar las cintas, lo que dejó en claro su injerencia directa en varias actividades ilegales. Para ese entonces, muchos republicanos habían abandonado a Nixon, y el Comité Judicial de la Cámara de Representantes votó a favor de procesarlo en un juicio político de destitución por obstrucción de la justicia, abuso de poderes, encubrimiento criminal y varias violaciones de la Constitución. Ante la certeza de que lo iban a hallar culpable en el juicio político, Nixon renunció el 8 de agosto y dejó el cargo al día siguiente.
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La expulsión de Nixon da una sensación de cómo algo así podría volver a suceder. Sin embargo, hay importantes diferencias en la situación actual en comparación con aquellos tiempos. El Partido Republicano se ha convertido en un instrumento totalmente fascista, con el núcleo duro representado por el régimen de Trump y Pence rabiosamente decidido a mantener su control sobre el poder y transformar completamente la sociedad de acuerdo con sus horrorosos objetivos fascistas cristianos, a la vez que los conflictos entre los gobernantes en muchos sentidos están aún más agudos hoy. También existe el elemento adicional de un movimiento fascista agresivo, fuertemente armado y que cada vez más se toma las calles con acciones agresivas y a menudo violentas e incluso mortíferas.
Todavía es posible expulsar a este régimen, pero se va a requerir una movilización verdaderamente masiva y sostenida de la gente de todo Estados Unidos, de diversos orígenes sociales, decidida a expulsar a estos fascistas. Y dado el momento en el que nos encontramos hoy, esto tendrá que ocurrir en el lapso de meses y semanas, y no años.