Las mujeres de las maquiladoras
Luciente
Obrero Revolucionario #947, 8 de marzo, 1998
A diario miles de turistas van a Tijuana, México. En la zona comercial, compran jeans de marca a buen precio. Los soldados y marineros de San Diego van a emborracharse y divertirse... a costa de los mexicanos. Muchos turistas están de paso nada más, camino a las playas de Acapulco o Mazatlán.
¿Y si se quedaran más tiempo?
¿Qué tal si fueran más allá de la zona turística y las tiendas, de los niños que venden chicle, los hoteles y la plaza de toros? Llegarían a las colonias pobres en las laderas de las colinas.
¿Y qué verían?
Las colonias
Las colonias son la realidad que vive el pueblo de Tijuana. Allí se construyen casitas con lo que se encuentre: cartón, pedazos de madera, plástico, clavos, cuerda y alambre. Por lo general, no hay agua corriente, alcantarillado ni electricidad.
En los últimos años, esas colonias han experimentado un enorme crecimiento y se han extendido por toda la frontera de México y Estados Unidos, como una especie de campamento de un gran ejército de obreros pobres y campesinos sin tierra. Mucha gente de esas colonias trabaja en las maquiladoras concentradas en Tijuana y otras ciudades fronterizas.
A la frontera llega gente de todo México a buscar trabajo: campesinos echados de sus tierras, pobres de las ciudades repletas donde el desempleo oficial es 30% (aunque todo mundo sabe que es mucho más).
Muchos llegan con la idea de cruzar, pero ahora es más peligroso y difícil por la militarización de la frontera. Otros llegan a ciudades norteñas como Tijuana, Matamoros, Reynosa y Ciudad Juárez porque han oído que en las maquiladoras hay trabajo.
La población de las colonias se ha duplicado en unos cuantos años a más de medio millón de habitantes debido al enorme crecimiento de las maquiladoras. Esas fábricas de artículos de exportación se han establecido a lo largo de la frontera durante los últimos 30 años. La mayoría son subsidiarias de compañías estadounidenses o japonesas, como General Motors, AT&T, Fruit of the Loom, Sanyo y Panasonic. En 1990, el 90% de las maquiladoras eran estadounidenses. Hay tanta demanda de mano de obra en la frontera que el desempleo en Tijuana y otras ciudades es de apenas 1%.
Las trabajadoras
de las maquilasMás del 60% del millón de trabajadores de las maquiladoras son mujeres. En muchos casos contratan exclusivamente a mujeres porque, según los gerentes, son ideales para el ensamblaje por ser "más diestras, más sumisas y porque existe una fuente inagotable de mujeres deseosas de trabajar". Compañías como Zenith y General Motors mandan equipos de enganchadores a las colonias con altoparlantes que anuncian empleos "solo para mujeres".
Las corporaciones yanquis--y sus economistas, sociólogos, etc.,--justifican el alto porcentaje de mujeres en las maquilas diciendo que es una experiencia liberadora: que emancipa a la mujer mexicana de las cadenas de la opresión feudal y machista del campo. Pero la vida de las obreras desmiente ese cuento, pues experimentan maltrato, sufrimiento y superexplotación. Las oprime el mismo sistema que arruina a los campesinos y mantiene las cadenas de la opresión de la mujer.
"Vivo la vida de una caricatura, siempre corriendo. Mi familia me dice que descanse, pero les digo que el día que me muera será el día que descansen mis pies", dice una obrera de una maquiladora.
Todos los días, ella y muchas más corren a las maquiladoras y corren de vuelta a casa después de su jornada de ocho o más horas. En las fábricas están encadenadas a las máquinas que producen ganchos, zapatos, cinturones de seguridad, televisores, computadoras, repuestos de carro, instrumentos quirúrgicos, etc. En la casa casi siempre tienen que cargar con la responsabilidad de cuidar a los hijos y otros parientes; cocinan, limpian, lavan y hacen todos los quehaceres que le tocan a la mujer. La familia subsiste gracias a su aportación económica, y tiene que ver cómo estirar los $25 a $40 que gana a la semana.
La mayoría de las trabajadoras de las maquilas tienen de 15 a 25 años y en muchos casos son madres solteras.
La vida de las obreras
Un grupo de derechos humanos, Human Rights Watch, entrevistó a docenas de trabajadoras de las maquilas y publicó un informe titulado No Guarantees: Women In Mexico's Maquiladora Sector, que documenta la discriminación que experimentan diariamente, sobre todo las mujeres encinta: trato cruel y deshumanizante por parte de los dueños y supervisores, hostigamiento sexual y condiciones de trabajo peligrosas y hasta mortíferas.
Una obrera de Sunbeam-Oster le dijo a Human Rights Watch: "Eramos muy, muy pobres, éramos 12 hermanos, y mis padres no podían mandarnos a estudiar a todos. Como era la mayor, tuve que dejar los estudios para ayudar en la casa y trabajar en las casas de los vecinos para ganar un poco de dinero. Tuvimos que irnos San Luis Potosí porque no había trabajo y no nos alcanzaba ni para comer. La situación de las mujeres era peor; el único empleo era de sirvienta. Como éramos nueve muchachas, trabajar en las maquiladoras era la única esperanza. Al llegar aquí, vimos lo terrible que es: no hay dónde vivir y hay que trabajar en las máquinas todo el día. Pero para nosotros no hay nada en San Luis Potosí".
El boletín del Comité de Apoyo a las Trabajadoras de las Maquiladoras entrevistó a María, una obrera de Zettler, una compañía estadounidense de computadoras.
María trabaja doble jornada, una en la fábrica y otra en la casa. Si bien trabaja en la fábrica de 2 a 10 p.m., todos los días empieza a trabajar a las 5 de la mañana.
Se levanta antes de que su marido para preparar la comida, generalmente una sopa de fideos, y también le prepara el lonche. Son los únicos momentos solitarios que tiene en todo el día. Cuando su marido se levanta, desayunan juntos (pues no pueden comer ni cenar juntos) y él sale para el trabajo.
Los dos trabajan, pero apenas les alcanza para lo imprescindible, como comida, agua, electricidad (aunque no tienen televisor, refrigerador ni aparatos eléctricos), pañales, ropa, una señora que cuida los niños, etc. Los trabajadores de las maquilas no tienen para carne, fruta, verduras, leche; ni les alcanza muchas veces para tortillas y frijoles.
Los fines de semana tampoco descansa María. Le toca lavar la ropa, hacer la compra, cocinar para la semana y limpiar la casa de cartón y madera donde vive con su marido, sus hijos, su mamá y tres hermanos.
Dice María: "Siempre estoy trabajando; corro y corro pero jamás avanzo".
Exprimidas
Las condiciones de trabajo en las maquiladoras son peligrosas para la salud.
La fábrica Matsushita despidió a la doctora Adela Moreno porque se quejó de que no había ventilación y no daba gafas protectoras a los soldadores.Las obreras de Zenith dicen que solo reciben guantes cuando van de visita gerentes de Estados Unidos.
En una planta Erika de W.R. Grace en Reynosa, las obreras que ensamblan botiquines no tienen máscaras ni les permiten un descanso cuando se marean por los vapores nocivos. Monse trabajó allí durante ocho meses, pero se fue porque los productos químicos le provocaban dolor de cabeza a diario. Por lo mismo, ahora tiene problemas de memoria y un día no podía recordar cómo llegar del trabajo a la casa.
Las maquiladoras y el embarazo
Cuando contratan a las obreras les hacen un examen de orina dizque para detectar "enfermedades", pero en realidad es para eliminar a las solicitantes encinta. Les preguntan sobre su vida personal e íntima: si tienen relaciones sexuales, con qué frecuencia, si usan anticonceptivos y cuándo reglan.
Se presiona a la mujer encinta para que deje el empleo. Se le da trabajo más duro o se la obliga a trabajar de pie mucho rato. Eso causa complicaciones.
María Elena Corona Caldero, una obrera de Plásticos Bajacal que ensambla ganchos, le dijo a Human Rights Watch:
"Cuando empecé a trabajar en Plásticos Bajacal, no hacían prueba de embarazo. Uno no más tenía que trabajar... todo el tiempo. En noviembre, cuando supe que estaba embarazada, fui al supervisor para pedirle un trabajo donde me pudiera sentar. Me dijo que no había nadie que me reemplazara y que tenía que seguir igual. Un día de diciembre me sentía mal y le pedí un descanso de mi trabajo de empacar ganchos en una caja en la línea de montaje. Me tocaba empacar 75 cajas. Me dijo que no.
"Ese mismo día, empecé a sangrar. Mi esposo trabajaba allí también y le pidió permiso al supervisor para llevarme al hospital. Rojas [el supervisor] le dijo que no. Finalmente, me permitió ir al baño, pero tenía que pasar con el guardia porque tenía la llave del cajón donde se guardaban el papel higiénico y la aspirina. Me dijo que no había ni papel ni aspirina.
"A las 6:30 de la mañana, cuando terminó mi turno, salí de la fábrica y fui directamente al médico. Pero la hemorragia era tan grave que perdí el feto. Vi que el médico escribió en mi ficha que perdí el niño a consecuencia del trabajo".
La doctora Moreno le dijo al Los Angeles Times: "Es un círculo vicioso de pobreza y explotación". Explotan a las mujeres en todo aspecto: les pagan muy mal--a veces 80 centavos la hora--y las explotan y degradan sexualmente.
La doctora relata que los gerentes les manosean las nalgas a las obreras y se toman toda clase de libertades con ellas. A una señora que tiene seis hijos la acusaron de robo porque se quejó de que su jefe le dijo que se acostara con él o perdía el trabajo.
***** Las maquiladoras se han regado por la frontera como una bacteria carnívora. Campesinos y obreros, hombres y mujeres, obligados a abandonar su tierra para buscar trabajo, han llegado a la zona fronteriza, donde las maquiladoras se los comen vivos.
Las mujeres que trabajan en las maquilas sufren la superexplotación de los capitalistas extranjeros, además de la opresión diaria del hogar y el trabajo doméstico.
¡No es cierto que las fábricas de los imperialistas y su dizque desarrollo industrial hayan liberado a la mujer mexicana! Al contrario, han fortalecido e intensificado su opresión.
Sin embargo, esta nueva situación implica que esas mujeres tienen mayor contacto con el mundo fuera del hogar o del campo; han levantado la cabeza--muchas veces por primera vez--y al hacerlo han visto tantito cuál es la fuente de tanta miseria que sufre el pueblo de México. Esas experiencias prenden la ira de centenares de miles de mujeres, y forjan unidad y fuerza para buscar cómo salir de su infierno.
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