Debbie Lang
Obrero Revolucionario #1106, 10 de junio, 2001, en rwor.org
El Dr. James Pendergraft es un médico afroamericano que tiene cinco centros de salud en la Florida. Cuando terminó sus estudios de medicina, trabajó en el ejército para pagar los préstamos universitarios. Estudió medicina materno-fetal dos años y se especializa en abortos de fetos de 18 a 28 semanas. (En el país hay pocos médicos calificados para practicarlos). Cuando asesinaron al Dr. Bernard Slepian en Buffalo por practicar abortos, el Dr. Pendergraft dijo: "El aborto es una causa por la que vale la pena morir". El 24 de mayo el Dr. Pendergraft recibió una sentencia de tres años y diez meses de cárcel y una multa de $25.000 por una extorsión que no cometió. Parece que el gobierno de la Florida le va a quitar la licencia de practicar medicina. El "crimen" del Dr. Pendergraft fue abrir una clínica de aborto en Ocala, Florida. El gobierno espera que los demás médicos presten atención. Pero el Dr. Pendergraft y sus partidarios van a luchar contra esta injusticia. Sus abogados apelaron y pidieron libertad bajo fianza hasta la fecha de la apelación. (El OR,
No. 1103, contiene información al respecto). Hace poco, nuestra corresponsal Debbie Lang entrevistó al Dr. Pendergraft.
OR: Cuéntenos de dónde es y por qué decidió ser médico.
Dr. Pendergraft: Soy de Chapel Hill, Carolina del Norte. Cuando nací, mis padres eran universitarios: mi padre estudiaba en Nueva York y mi madre estudiaba enfermería en Hampton, así que me criaron mis abuelos hasta los ocho años. Al principio, no le puse atención a los estudios; era medio gandalla. Ahora que recapacito, creo que era que todavía no sabía qué hacer.
Un día jugué un partido de fútbol americano y al día siguiente amanecí con dolor al lado derecho. El dolor empeoró y terminé en el hospital con apendicitis. Fue una especie de revelación; al ver a los médicos en batas blancas, muy limpios, me pregunté qué había que hacer para ser como ellos. Si todo lo que hacían era preguntar y operar, pues yo quería hacer eso. Luego le pregunté a uno y me dijo que tenía que sacar buenas calificaciones en la escuela y no meterme en problemas. Desde ese día mis calificaciones pasaron de regular a excelente. Así empezó todo. Además, mi padre tenía un libro de anatomía, de la estructura ósea, así que me aprendí los nombres de los huesos.
Me enteré de que mi tía se hizo un aborto clandestino y quedó estéril. Debió ser a finales de los años 40. No pudo tener hijos. Ella también quería que fuera médico, aunque no necesariamente para practicar abortos. Su abuelo fue médico (mi bisabuelo) y por eso quería que estudiara medicina. Así que lo del hospital y la influencia de esas tres personas --mi madre, mi padre y mi tía--me encaminaron a la medicina.
OR: En su juventud el aborto era ilegal. ¿Conoció experiencias de aborto?
DP: No, en realidad no, con una excepción: en mi tercer año de medicina en Tuskegee, en 1980, había varias pacientes con complicaciones de aborto. Una trató de abortar con un gancho; fue la primera vez que lo vi. Y en 1980 el aborto era legal, pero todavía se veían casos así y abortos hechos por cualquiera.
OR: ¿Eran pobres que no podían ir a un médico o no había médicos?
DP: No conozco las circunstancias y, tristemente, en esa época no lo cuestioné. Ojalá les hubiera preguntado qué les pasó. Mejor dicho, sé que abortaron, pero no pregunté por qué. Después me enteré de que el aborto es ilegal en la mayoría de los países, pero que las mujeres hacen lo que sea necesario si no quieren un embarazo. Di por hecho que esa era la situación de ellas o de lo contrario no habrían pasado por lo que pasaron.
OR: ¿Por qué se especializa en obstetricia y ginecología, y en particular en abortos tardíos?
DP: Muy buena pregunta. Yo trabajaba en el Pentágono y me interesaba la cirugía ortopédica. Bueno, siempre me gustó la obstetricia y ginecología, y en el Pentágono atendía muchas pacientes que querían anticonceptivos, tenían vaginitis o lo que fuera. Poco a poco me fui adentrando en el campo y decidí dedicarme a él.
Cuando trabajé en medicina materno-fetal, diagnosticábamos muchas anormalidades fetales, pero no podíamos practicar abortos; el hospital y ciertos médicos no nos dejaban. Varios profesores no practicaban abortos, en absoluto. Para mí era una ironía: podíamos diagnosticar anormalidades fetales y teníamos el mejor equipo y tecnología. Pero a la hora de atender a la paciente que tenía esa emergencia, esa crisis, una de las necesidades más importantes de su vida (probablemente la más importante), no podíamos ayudar. Yo no las podía ayudar o no debía. Eso me impactó: era un problema.
Yo era muy bueno en el campo de medicina materno-fetal. Soy muy buen diagnosticador y atiendo bien. Soy muy bueno con pacientes de alto riesgo, como problemas del corazón, etc. Pero me sentía mal como médico porque no podía atender a esas pacientes, las dejaba a la deriva, cuando sabía que yo las podía ayudar. Eso me hizo concentrarme más en las pacientes de segundo semestre.
OR: Para poner a las mujeres a la defensiva, la oposición al aborto dice que los fetos son niños. Nosotros decimos que los fetos no son niños, que la mujer no es incubadora y que el aborto no es asesinato.
DP: Bueno, estoy plenamente de acuerdo. Si me pareciera que el aborto está mal, no lo haría. Yo soy firme partidario de los derechos de la mujer, del derecho a escoger. Es su cuerpo y ella debe tener libertad de decidir qué hacer con él en todas las circunstancias. Y especialmente después de 24 semanas, si es un peligro para su vida o si se sabe que el feto no va a vivir, ¿por qué obligarla a tener un bebé que se sabe que no vivirá, que se sabe que causará trauma psicológico y económico a esa familia? No está bien.
OR: ¿Por qué tan pocos médicos aprenden a hacer abortos? ¿No lo enseñan en las facultades de medicina?
DP: No, el aborto causa controversia y no lo enseñan en muchas partes. Antes, solo el 25% de los residentes aprendía a hacer abortos, pero ese porcentaje baja cada año. Ahora es voluntario. Los médicos no practican abortos principalmente por miedo: miedo de que les hagan la vida imposible a ellos y a la familia, miedo de que los maten. No quieren andar con chaleco a prueba de balas. No quieren los problemas asociados con el aborto. Es un sacrificio para la familia, para los niños, por ejemplo que en la escuela les griten que su papá es un asesino.
La mayoría de los médicos, de los ginecólogos, no quieren exponer la familia a eso. La mayoría apoya el derecho de la mujer a escoger, aunque unos pocos no lo hacen; pero no lo practican porque no quieren problemas. Recuerdo que cuando era residente el hospital dejó de practicar abortos de segundo trimestre por presión de grupos políticos.
OR: Usted anuncia los servicios de sus clínicas en vallas, radio y televisión. Distribuyó 50.000 condones en discotecas con el nombre de la clínica. ¿Por qué?
DP: Primero que todo, porque no me parece mal. ¿Acaso hay que tapar el aborto? ¿No hablar de él? ¿Acaso es algo sucio? Yo no lo veo así. Yo soy un ginecólogo certificado con dos años de experiencia en medicina materno-fetal. No tengo nada que esconder. Soy muy buen médico y quiero que todos sepan que si tienen un problema pueden venir a una clínica que siente orgullo de su trabajo, que sepan lo que hacemos y que lo hacemos bien.
Entonces, ¿por qué no repartir condones en discotecas? ¿Por qué no anunciarnos en vallas? O sea, estamos en Estados Unidos, ¿o no? Todos somos iguales; bueno eso me enseñaron, aunque ahora lo dudo. Pero si McDonald's, Coca-Cola y Nike pueden poner anuncios en vallas, ¿por qué yo no?...
No tengo que pedir perdón; no creo que la mujer deba pedir perdón si queda embarazada por error o si tiene un feto anormal. Uno puede preguntar por qué, ¿por qué dios permite que pasen ciertas cosas? Lo entiendo porque todos los que creemos en dios lo hacemos. Pero por otra parte, si una mujer tiene un problema y decide abortar, puede contar conmigo para resolver ese problema. Ese es mi punto de vista.
OR: Los oponentes del aborto han montado una campaña sistemática de acoso e intimidación en su clínica de Ocala. Cuéntenos cómo es entrar a la clínica para las pacientes y los trabajadores.
DP: A diario hay de cinco a 15 personas en la puerta con el objetivo de armar problemas, de intimidar y de hacer que la gente no vaya. Ese es su objetivo y lo dicen claramente.
Los trabajadores ya no se asustan tanto como antes, pero siempre que llegan deben tener cuidado. Deben tener cuidado de no ir a atropellar a los que se paran en mitad de la entrada con pancartas grotescas. Cuando los empleados entran, los llaman por su nombre y les dicen: "¿Por qué trabajas aquí?" "Por qué no te vas? Te ayudamos a conseguir otro trabajo".
Cada paciente que entra pasa una molestia. Les dicen: "El Dr. Pendergraft es un asesino". Ahora les dicen: "Lo condenaron de tres delitos graves. Es un criminal. ¿Cómo vas a ver a un médico que es un criminal?". Claro que no explican por qué me acusaron, en primer lugar. Anotan las placas de los carros; los filman. Un tipo se sentaba en el estacionamiento con una cámara de alta potencia y fotografiaba descaradamente a todos los que entraban. Es un ambiente de intimidación y acoso. Hay pacientes que ven eso y no se atreven a entrar; unos se van. No entran por temor de que vayan a regar el chisme...
A los médicos nos gritan: "Miren cómo corre; cree que hoy lo van a matar", cosas así. Cada vez que me ponen sus grotescas fotos en la cara y me gritan que deje de "matar bebés" y que rezan por mí, recuerdo a los dos médicos que mataron en la Florida y a los demás médicos que han matado y herido en el resto del país y en Canadá, recuerdo al doctor Slepian. Son amenazas concretas. Muchos empleados se van por miedo, por las tácticas terroristas de intimidación.
OR: ¿Cómo es la vida diaria para usted? Lo persiguen y lo acosan. He oído que se pone un chaleco a prueba de balas y que tiene un revólver.
DP: Bueno, ya no tengo revólver; me lo prohibió un juez hace un año. Es irónico que me toque andar desarmado en medio de esa gente. Es una locura. No tengo protección personal... A los médicos nos localizan por las placas del carro, por las tarjetas de crédito, etc. Averiguan dónde vivimos. Por eso yo no tengo nada que me conecte al lugar donde vivo. Todo va a una casilla postal o a la oficina, o de no se la pasarían en mi casa todo el tiempo... Mis hijos no viven en la Florida. Trato de verlos una vez al mes. Así es mi vida, básicamente.
OR: ¿Mandó a sus hijos a otro estado para protegerlos?
DP: Sí, claro.
OR: Mucha gente no sabe que, por más que el aborto sea legal, el 86% de los condados del país no ofrecen servicios y que las mujeres pobres no pueden pagar los costos. Usted ofrece servicios a pacientes que no tienen dinero; ¿qué harían si no pudieran ir a sus clínicas?
DP: No sé qué harían. Atendemos a muchas pacientes gratis o a bajo precio. A veces llamamos a organizaciones que consiguen fondos para las pacientes pobres, pero la mayoría de las veces no pagan todos los gastos o no tienen dinero y lo hacemos gratis.
Siempre lo he hecho así. En otras clínicas que conozco y en que he trabajado no atienden a pacientes que no pueden pagar. Las despachan. Conozco a un médico que no da descuento y eso me da tristeza. Pero yo no hago eso. Uno tiene que ayudar; cuanto más ayuda, más recibe a cambio, ya sea a nivel económico o a otro nivel. Para mí el dinero no es importante; no voy a dejar de comer porque cada semana haga dos o tres operaciones gratis. No me afecta.
OR: ¿Qué se necesitará para combatir los ataques al derecho al aborto? ¿Cómo le pareció la reciente Marcha de Emergencia por la Vida de la Mujer en la capital?
DP: Me pareció maravilloso ver tanta gente joven; es un comienzo. Pero me parece que la situación va a empeorar antes de mejorar porque mucha gente no le da importancia al aborto. Como es legal, no se preocupan. Yo atiendo muchas mujeres que me dicen que no son partidarias del aborto pero que lo necesitan. Bueno, pues son partidarias. Por eso van a verme. Hay que hacer ver que debe ser un servicio para todos, todo el tiempo, no una cosa para ciertos individuos. Si no se entiende la necesidad general, muchas mujeres morirán. Quizá eso es lo que se necesita, aunque espero que no, para que vuelva a haber manifestaciones y militancia, como antes, a tal nivel que produzca efectos. Pensábamos que la vez pasada tuvo efecto, pero no. Por eso se necesita otro levantamiento, otro Motín del Té, otra situación como la lucha de derechos civiles en Alabama...
Me alegra que los jóvenes apoyen el derecho al aborto; me alegra recibir apoyo y ver apoyo a la causa, porque no se trata de una persona. Es algo mucho mayor. Me parece muy importante apoyar a la mujer y, especialmente, el derecho al aborto.
Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en:
rwor.org
Cartas: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Teléfono: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(Por ahora el OR/RW Online no se comunica por correo electrónico.)