voz del partido comunista revolucionario, eu
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Revolución #043, 16 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
¡La ola de protesta que recorre el país por los derechos de los inmigrantes es magnífica! De Nueva York a Los Ángeles, de Chicago a Houston, millones se han tomado las calles por la justicia y los derechos básicos.
Los inmigrantes viven con terror a diario: sin papeles, sujetos a redadas sorpresa, detenciones y la deportación o en la mira de paramilitares. En lugar de paralizarse y esconderse en las sombras, están alzando la cabeza, preguntando la razón de esa situación y qué se puede hacer al respecto, ¡y están en pie de lucha!
Las demandas básicas del pueblo son claras y justas, y hay que cumplirlas. Son:
En las próximas semanas varias acciones darán voz en general a estas demandas. Hay que ir a esas acciones, y llevar estas demandas, apoyarlas y luchar por ellas. En especial, es importante apoyar a los miles de jóvenes que se salieron de las escuelas. Es un disparate predicarles que se “queden en sus clases”, pues con su lucha por la justicia están contribuyendo, aprendiendo y enseñando mucho a los demás.
Ahora mismo, los varios representantes de la clase dominante capitalista imperialista están negociando un proyecto de ley para imponer un nuevo orden represivo en materia de inmigración. Como señala el artículo “Leyes migratorias: Todas son malas” de esta página, aunque hay fuertes diferencias en la cúpula sobre distintos aspectos de las leyes migratorias (al cierre de esta edición el Senado todavía no se ha puesto de acuerdo sobre un proyecto de ley), ninguno de los proyectos que está considerando el Congreso satisfará las justas demandas del pueblo. Todos, de distintas maneras, empeorarán la situación de las masas de inmigrantes.
No podemos dejar que se limite y canalice este gran auge de protesta al debate de la cúpula. Aceptar la noción de que “hay que defender la frontera” llevará a aceptar esos límites reaccionarios. No podemos aceptar la mejor de las alternativas negativas. Debemos perseverar en la lucha por lo que el pueblo desea y necesita, y no caer en el callejón sin salida de elegir “de dos males el menor”.
La clase capitalista imperialista que gobierna este país tilda a los inmigrantes de “parásitos” y “criminales”. Veamos la realidad. Un elemento esencial de este sistema de explotación son los inmigrantes. Muchos inmigrantes provienen de México, los países centroamericanos, China, Nigeria, Egipto y otros países saqueados por los imperialistas estadounidenses. En el mundo de hoy, 200 millones de personas tienen que buscar empleo en los países imperialistas porque no pueden mantener a su familia debido a que la explotación imperialista ha arruinado la economía de su propio país.
Al llegar a los países imperialistas, los explotan una segunda vez: los canalizan hacia los trabajos peor pagados y más duros y los sobreexplotan. Luego sacan provecho de ellos otra vez, pues las remesas que envían a sus familias constituyen una gran parte de las divisas de los países oprimidos, y contribuyen a mantener la “estabilidad” y el control imperialista de dichos países. Después, sacan provecho de ellos una vez más: los satanizan y les echan la culpa por la falta de trabajo digno, vivienda y otros problemas que genera el sistema. En la sociedad estadounidense se están operando grandes cambios sociales y económicos que impulsan a los imperialistas hacia un orden fascista. Como parte de esto, figuras de los medios como Lou Dobbs y políticos como Tom Tancredo azuzan un frenesí nativista y fascista en la clase media y en la clase obrera a favor de la noción de que Estados Unidos debe ser un país blanco, cristiano y altamente militarizado, y que esto eliminará los temores, ansiedad e inseguridad que trastornan su vida. Esta propaganda se dirige especialmente a los negros para hacer que les echen la culpa de su propia opresión (que es producto del sistema imperialista capitalista) a los inmigrantes, con quienes tienen mucho en común.
Los explotadores y opresores también temen a quienes explotan. Los inmigrantes son cruciales para la economía, pero los imperialistas ven en ellos una fuente de inestabilidad y rebelión contra el sistema. Muchos inmigrantes tienen amargas experiencias con la dominación y el saqueo yanqui, por ejemplo, los 1.5 millones de campesinos que perdieron el sustento cuando el gobierno mexicano firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Estados Unidos, lo que inunda a México de enormes cantidades de productos agrícolas baratos. El gobierno teme que tales inmigrantes mellen la “unidad nacional” que necesitan para apoyar sus guerras y agresiones en el mundo.
Por lo tanto, los imperialistas sienten la necesidad de aumentar la represión contra los inmigrantes. Quieren impedir que se unan con los oprimidos y obreros nacidos en este país y que compartan su conocimiento, experiencia y lucha contra el imperialismo. A eso se deben, en gran parte, todos estos proyectos de ley, cuyo objetivo es aumentar el control sobre los inmigrantes. Aunque se dice que George Bush tiene una posición “intermedia” en el debate sobre este tema en las altas esferas (pues, como representante de los intereses estratégicos de su clase, por el momento no presiona por las medidas más duras), su programa general (una concentración del sistema de agresión imperialista global y de medidas aceleradas hacia el fascismo en el país) es lo que ha sentado las bases y generado el ambiente para que mentirosos y demagogos sinvergüenzas como Lou Dobbs, Bill O’Reilly, Tom Tancredo y demás rieguen un virulento odio contra los inmigrantes y promuevan agresivamente “la identidad blanca, europea y angloparlante” de Estados Unidos.
El proletariado tiene una perspectiva completamente diferente acerca de la situación. Es una clase que no tiene nada: no tiene nada que perder más que sus cadenas y tiene un mundo que ganar. La forman las personas de todo el mundo cuyo trabajo, en conjunto, es la base de la sociedad y produce enormes riquezas que se roban un puñado de explotadores capitalistas, que transforman el producto de ese trabajo colectivo en “riquezas de particulares” y medios para mayor explotación.
Al proletariado le conviene escarbar y descubrir la verdad, y sobre esa base transformar el mundo. Y la verdad es que los millones de inmigrantes que viven en este país, con o sin papeles, son víctimas del sistema imperialista. Sus demandas son justas: plenos derechos y vivir y trabajar sin que se los cacen como animales ni los tilden de “criminales” y “aliens”.
El proletariado le dice de todo corazón a las compañeras y compañeros inmigrantes: “¡Bienvenidos! Welcome!”.
El proletariado de Estados Unidos es multinacional, con decenas de millones de negros, blancos, latinos y otros oprimidos. El proletariado revolucionario como clase no se identifica con ningún país en particular. El proletariado renuncia a la identidad chovinista de la nación estadounidense, que está al servicio del imperialismo. Su identidad es la del proletariado internacional y, con esa perspectiva, el proletariado pide la igualdad de naciones, culturas e idiomas.
Los capitalistas temen que los inmigrantes pongan en peligro su “unidad nacional”, pero el proletariado recibe con beneplácito la diversidad que traen los inmigrantes de todo el mundo, especialmente su caudal de conocimientos sobre la brutal realidad del imperialismo estadounidense y sus experiencias de lucha en contra de él. Les damos la bienvenida como gran fuente de fuerza en la lucha revolucionaria contra este sistema monstruoso. Valoramos la diversidad de idiomas, música, literatura, arte, comida y demás aspectos que enriquecen enormemente la cultura del pueblo en general.
Anhelamos y trabajamos por una situación revolucionaria: cuando maduren las condiciones objetivas mediante grandes sacudidas y cambios en la sociedad; cuando decenas de millones tomen conciencia de que el sistema es inútil; cuando haya un sector consciente de clase de las masas resuelto a jugárselo todo por la revolución; y cuando se ponga a la orden del día la lucha por derrocar el dominio de los imperialistas capitalistas. En ese momento, sin duda una gran parte de la lucha revolucionaria por el poder sería desmoronar la frontera sur.
Al tomar el poder mediante la revolución, como parte de la transformación revolucionaria de la sociedad, el proletariado eliminaría de inmediato los muchos maltratos y discriminación que sufren los inmigrantes hoy. A su vez, los inmigrantes de todo el mundo darían gran fuerza al proletariado para dirigir todos los aspectos de la revolución socialista y el avance de la revolución mundial hacia el objetivo final del comunismo.
Imagina una nueva sociedad en que invitan a los inmigrantes a clases a hablar con las nuevas generaciones sobre el sinnúmero de horrendos crímenes que han cometido Estados Unidos y otros imperialistas, en que los inmigrantes no sufren menosprecio por no hablar inglés o no conocer “la cultura estadounidense”, sino que enseñan a los demás diversas historias, culturas e idiomas como parte del vibrante florecimiento de una nueva cultura y educación socialista.
Como dice el Borrador del Programa del PCR, EU: “En el futuro comunista, las fronteras que dividen y jerarquizan a la gente serán tan absurdas como la noción de ‘divisiones raciales’, y la palabra ‘inmigrante' ya no tendrá sentido”.
La actual frontera mexicano-estadounidense se impuso en la década de 1840 después de que Estados Unidos libró una guerra contra México por grandes extensiones de territorio, a fin de ampliar la esclavitud en el Sur y expandir el capitalismo estadounidense en general. En los últimos diez años, más de cuatro mil personas han muerto porque los muros y la militarización de la frontera cerca de las ciudades obligan a cruzar por desiertos y montañas. Para colmo, algunos de la clase dominante quieren levantar más muros. Pero el “muro virtual” que piden otros es igualmente mortífero: más equipo policial y militar de punta y más agentes de la Patrulla Fronteriza. Sea físico o “virtual”, el muro es parte de la militarización estadounidense de la frontera y mata.
¡La actual frontera entre Estados Unidos y México no tiene nada de sagrado ni permanente y no tiene nada que respetarle!
En la guerra fría de la década de 1980, el presidente Ronald Reagan fue al muro de Berlín, símbolo de la aguda contienda de la época (con la amenaza de guerra nuclear) entre los bloques rivales de gángsteres imperialistas encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Como representante del gobierno estadounidense, Reagan lanzó un reto al jefe soviético: “Sr. Gorbachov: derribe el muro”. Unos años después, los imperialistas estadounidenses salieron triunfantes de esa contienda.
Desde una perspectiva de clase diametralmente opuesta y con una misión histórica completamente distinta, contra la mortífera ofensiva antiinmigrante de Bush y su clase, el proletariado revolucionario declara: “¡Abajo el muro!”.
Bob Avakian
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Puntos sobre el socialismo y el comunismo, Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad
Revolución #043, 16 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
Nota de la Redacción: A continuación publicamos partes de una charla que dio Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, a un grupo de militantes y partidarios el año pasado (2005). A esta edición se le agregaron subtítulos y notas al pie de página.
Esta charla ha salido en seis entregas. Esta es la última. Las otras cinco son:
1. “Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad”, en el #37.
2a. “El materialismo vs. el idealismo... la contradicción fundamental del capitalismo y la resolución revolucionaria de esa contradicción, primera parte”, en el #39.
2b. “El materialismo vs. el idealismo... la contradicción fundamental del capitalismo y la resolución revolucionaria de esa contradicción, segunda parte”, en el #40.
4. “Análisis materialista del estado y su relación con la base económica subyacente”, en el #42.
Toda la charla – “Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad”— está en la internet en revcom.us.
Aquí llegamos de nuevo a nuestro viejo amigo Immanuel Kant. Leyendo atentamente el libro Conversations1, se ve que a Bill Martin no le gustó mucho cómo traté el imperativo categórico moral de Kant en mi libro Democracy: Can't We Do Better Than That? (Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr), y lo comentamos. Aquí cabe recordar un comentario que hizo Samuel Johnson, un escritor y crítico inglés del siglo 18: dijo que para Shakespeare un juego de palabras era la manzana por la que daría gustoso el paraíso. Mejor dicho, Shakespeare estaba dispuesto a retorcer sus propios escritos a fin de meter un juego de palabras. Bueno, eso se aplica al libro Democracy. Yo tenía muchas ganas de hacer un juego de palabras y decir que el imperativo categórico moral de Kant se reduce simplemente a "cant". [ can’t = no se puede—Nota del traductor] Por eso lo hice. [risas]Pero a Bill le molestó esa formulación, de modo que por esa razón y por razones generales lo analizamos. A él no le gustó que descartara el tema con un “cant”; para dejar constancia, en el libro Democracy hay un análisis más serio que el juego de palabras. [risas]Pero Bill planteó varios puntos importantes sobre esto y lo discutimos a fondo. Vale la pena volver a la cuestión de ese imperativo moral trascendental: que el ser humano nunca debe ser un medio para llegar a un fin, sino un fin en sí mismo.
En el libro Democracy y en la conversación con Bill Martin afirmo que eso no se puede alcanzar en la sociedad dividida en clases, y en tal situación no es deseable; tampoco es alcanzable ni deseable en la sociedad comunista. Esto se desprende de un análisis materialista, un análisis comunista, del comunismo.
Primero, debemos entender que en esencia cualquiera que quiera que otras personas hagan algo que no quieren, viola el imperativo categórico moral de Kant; y no se puede vivir en sociedad y no violarlo. Y sí, esto también se aplica a los líderes de un partido comunista de vanguardia y de una lucha revolucionaria en la cual ese partido desempeña un papel decisivo. Cuando hay una lucha revolucionaria de masas por el poder estatal, los líderes de esa lucha, necesariamente, despacharán grupos a encuentros y batallas sabiendo que unos no regresarán; y si no lo hicieran, no podría haber una lucha revolucionaria por el poder. Pero al hacerlo, esos líderes violan gravemente el imperativo categórico moral de Kant, y con muy buenas razones y propósitos.
Pero en líneas generales, ¿por qué digo que este principio de Kant no se puede aplicar en una sociedad dividida en clases? Bueno, algo fundamental de la sociedad capitalista es que es imposible para la burguesía, la clase dominante capitalista, no tratar a los miembros del proletariado como un medio para llegar a un fin: esa es la esencia y la definición de las relaciones fundamentales del capitalismo. Por otra parte, en la dictadura del proletariado tampoco es posible que el proletariado no trate a la burguesía derrocada, y a los que constituyen la burguesía, como personas cuyas aspiraciones individuales hay que suprimir y restringir; no es posible verlos como fines en sí mismos, o el peligro de restauración capitalista aumentará enormemente. Bueno, a cierto nivel, es más fácil ver esto con relación a la sociedad de clases; en realidad, viéndolo más a fondo, se ve que no hay un gran salto del imperativo categórico moral de tratar a las personas como un fin en sí mismas, y no como un medio para llegar a un fin, al principio de que cada individuo sea el centro de todo y acabar con el principio de “pensar primero en uno”.
Esto suele ir de la mano con una especie de “solipsismo”: la posición filosófica de que solo podemos estar seguros de nuestra propia existencia y nuestra propia experiencia, de lo que podemos percibir y relacionar con lo que conocemos personalmente. Un ejemplo de ese punto de vista individualista es el solipsismo de “yo, Al Franken”. Cuando Al Franken salía en el programa cómico “Saturday Night Live” en los años 70, tenía un número satírico que siempre terminaba con “yo, Al Franken”: “Sí, me doy cuenta de que hay una guerra fría, alguien tiene que confrontar a los soviéticos y creo que mucha gente lo debe hacer, pero que sea otro, no yo, Al Franken. Yo no lo voy a hacer, hazlo tú, pero que me beneficie a mí, Al Franken”. Bueno, regresemos a la primera oración de democracia, la primera de las tres oraciones que parafraseé antes, que empieza así: “en un mundo de profundas divisiones de clase y grandes desigualdades sociales”2; bueno, si uno trata de implementar el imperativo categórico moral de Kant en tales circunstancias, en realidad acabará en un mundo de competencia con otras personas en el cual o tomará una posición “altruista” de subordinarse a los demás, lo que hará una minoría, o al contrario, tomará la posición de subordinar a los demás; eso es lo que hará la mayoría y acabarán en “yo, Al Franken”. El proceder de la sociedad, el proceder de un mundo y una sociedad con profundas divisiones de clase y grandes desigualdades sociales, guiados por la fuerza impulsora de la anarquía y la producción e intercambio de mercancías, no permitirán poner en práctica ese principio en la realidad, ni siquiera en la relación de los individuos. La necesidad incidirá en uno, y en otros individuos, y no será posible implementar ese principio, ni siquiera en las relaciones de los individuos, y mucho menos en la sociedad y el mundo en general, con sus profundas divisiones y desigualdades.
Inclusive en la sociedad comunista, no se dará el caso de que los individuos no tengan que subordinarse a los intereses generales de la sociedad. Esto se relaciona con la famosa declaración de Marx de que “el derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado”. Ahora bien, en la sociedad comunista, esto se manifestará de un modo radicalmente diferente a como se manifiesta en la sociedad de clases; la subordinación de los individuos a los intereses generales de la sociedad será de un modo cualitativamente diferente en un mundo comunista, inclusive comparado con la sociedad socialista y la dictadura del proletariado. Pero nunca habrá una sociedad en que el principio organizativo y “operativo” sea que cada individuo trate a cada individuo como una unidad completamente autónoma que siempre se debe considerar y tratar como un fin en sí mismo. Si se trata de hacer eso, la necesidad presente, inclusive en la sociedad comunista, lo impedirá. Veamos un importante ejemplo histórico de esto: Engels analizó que los elevados principios de la revolución francesa (la más avanzada y radical de las revoluciones burguesas), los principios de libertad, igualdad, fraternidad, libertad, etc., en realidad desembocaron en las relaciones y convenciones tradicionales y fundamentales de la sociedad burguesa. ¿Por qué? ¿Porque eran hipócritas quienes los proclamaron? No, no en la mayoría de los casos. Pero desembocaron en lo que Engels analizó porque las condiciones materiales, la base económica subyacente y la correspondiente superestructura se imponen. Como decía, los seres humanos hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio; y como también decía, la economía no existe en abstracto ni sin relaciones de producción definidas: en cualquier economía, en cualquier sociedad basada en una determinada economía, los individuos contraen determinadas relaciones de producción y su correspondiente conjunto de relaciones sociales, no a su libre arbitrio sino como resultado de la contradicción entre necesidad y la libertad que logren alcanzar transformando dicha necesidad.
Eso determina fundamentalmente cómo se relacionan los individuos, inclusive fuera de la sociedad de clases, cuando la humanidad haya dejado atrás la sociedad dividida en clases. Dentro de la sociedad de clases, definitivamente, el modo de relacionarse de los individuos es moldeado por las relaciones de producción y las relaciones sociales, que se plantean como relaciones de opresor y oprimido, explotador y explotado, diferencia y oposición de clases, y fundamentalmente antagonismo de clases. Lo vemos todo el tiempo. Como con la revolución francesa, a la consigna “libertad” le dan diferente significado distintas personas. La “libertad del propietario de casa” es un principio muy importante de la sociedad estadounidense. En mi autobiografía (From Ike To Mao and Beyond, My Journey From Mainstream America to Revolutionary Communist), relato un incidente de una batalla de vivienda en Berkeley en los años 60, cuando un tipo que se oponía a la igualdad en la vivienda debatió con un partidario de ella en el programa radial de Les Crane. El tipo que se oponía decía: “Yo no soy racista, pero no quiero que el gobierno me diga qué puedo hacer con mi propia casa. Yo la compré con mi propio dinero”. Yo llamé al programa, salí al aire y le dije: “¿Se opone a que el gobierno tenga reglamentos sobre la distancia que debe haber entre los enchufes en su casa?”. “No, nadie se opone a eso, esas reglas son necesarias”. “O sea, cuando habla de la ‘libertad del propietario de casa’, lo que está diciendo es que es un racista. No se opone a que el gobierno reglamente lo que puede hacer en su casa, lo que no le gusta es que el gobierno le diga que no puede rehusarse a venderle su casa a una persona negra”.
¿Qué significa entonces ese elevado principio de “libertad del individuo” con respecto a los “derechos del propietario de casa” dadas las relaciones sociales existentes? Si tratáramos a ese propietario de casa como un fin en sí mismo, nunca como un medio para llegar a un fin, tendríamos que aceptar su deseo de hacer con su casa lo que quiera, sin importar el beneficio o perjuicio social general. Especialmente los comunistas tenemos que reconocer y tratar correctamente la contradicción entre el bien social y el papel de los individuos (esto se relaciona con lo que Mao identificó como la contradicción entre el gobierno y el pueblo en la sociedad socialista); y es necesario reconocer la importancia de no pisotear lo segundo en nombre de lo primero. Volveré a esto cuando hable de la teoría de Rawls.3
Vemos, entonces, que principios elevados como la “libertad” tienen una manifestación social diferente, un significado social diferente, dependiendo de la matriz de relaciones sociales y fundamentalmente de las relaciones de producción y de la correspondiente superestructura en que existen. Lo mismo se aplica a “igualdad de oportunidad” e “igualdad ante la ley”. Estos son principios de la revolución burguesa y de la sociedad burguesa, pero se contraponen al principio y objetivo comunista de rebasar el cálculo de igualdad y desigualdad social, de dejar atrás el terreno en que la desigualdad, o la igualdad, tengan algún significado, de superar el estrecho horizonte del derecho burgués. El lema y principio del comunismo, “De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades”, es un lema que supera el estrecho horizonte del derecho burgués. Va más allá del cálculo de igualdad y desigualdad. Al pasar del socialismo al comunismo, también dejaremos atrás la esfera del derecho y por tanto de la igualdad ante la ley. Cuando dejen de existir las relaciones de propiedad conflictivas, cuando dejen de existir las relaciones de producción e intercambio de mercancías, cuando dejen de existir los antagonismos de clase y de hecho hayamos superado del todo las diferencias de clase, ya no habrá necesidad de que el derecho codifique e institucionalice las relaciones entre los individuos. Todo esto va implicado en superar el estrecho horizonte del derecho burgués.
Miremos otras perspectivas fundamentales de la libertad refractadas por el punto de vista de la burguesía a fin de entender mejor la perspectiva comunista de libertad y de las relaciones entre individuos, la perspectiva materialista de esto, en contraposición a la perspectiva idealista y en última instancia burguesa. Se habla mucho de “mercados libres”; también de “una fuerza de trabajo libre”. ¿Es eso un avance en comparación con una fuerza de trabajo esclava que es propiedad directa de otros? Sí. ¿Pero realmente es libre, con relación a los objetivos del comunismo? Esto se presentó durante el debate sobre el Borrador del Programa, cuando se debatía en el periódico y en internet. Raymond Lotta escribió una serie de artículos sobre el mercado porque en los debates en internet se planteó que el mecanismo de planificación socialista tiene fallas fundamentales y que hay que darle más campo al mercado en el socialismo. Lotta planteó una pregunta: Si dicen eso, ¿qué dicen sobre el mercado de trabajo? ¿Debe el mercado determinar la fuerza de trabajo, su precio y distribución en la economía y demás? Si no, ¿cómo se puede tener un mercado libre; o cómo puede operar el mercado si cosas básicas como la fuerza de trabajo no son parte del mecanismo del mercado y si no las determina la operación del mercado?
El hecho es que esas consignas, “mercado libre” y “fuerza de trabajo libre”, tienen un carácter social y de clase definido. “Fuerza de trabajo libre” corresponde a una fuerza de trabajo que es libre y móvil, que no es propiedad directa de un solo patrón, un solo explotador, que es “libre” para que la empleen y la despidan según las necesidades y los dictados de la acumulación capitalista y el afán de ganancia. Los “mercados libres” refuerzan los estrechos confines del derecho burgués. Dejando de lado los aspectos específicos del mercado de trabajo, la operación del mercado en general tiene que ver con reforzar los estrechos confines del derecho burgués, reforzar la dinámica de producción e intercambio de mercancías, aun si se deja de lado la cuestión de que la fuerza de trabajo se vuelve una mercancía y que esa es la base de la explotación del proletariado y, de hecho, de la creación de riqueza en el capitalismo. Aun dejando eso de lado, los “mercados libres” son una expresión directa del principio de las mercancías: de la producción e intercambio de los productos necesarios para la vida en la forma de producción e intercambio de mercancías y las correspondientes relaciones de producción y sociales, y la correspondiente superestructura. Dentro de los confines de esta forma de producción e intercambio de los productos necesarios para la vida, jamás será posible concebir y planificar la producción social desde el punto de vista de las necesidades generales de la sociedad, ni responder a las necesidades y los deseos de los miembros individuales de la sociedad de una forma consciente y planificada; por el contrario, todo esto se realizará “a espaldas” de los miembros de la sociedad y por medio de un proceso que los pone a competir y los antagoniza. Eso, repito, sin hablar del hecho de que, en un sistema en que están plenamente desarrollados y generalizados la producción y el intercambio de mercancías, la fuerza de trabajo en sí inevitablemente será una mercancía para comprar y vender, y surgirán y se intensificarán las correspondientes relaciones de explotador y explotado, junto con todo un conjunto de relaciones sociales opresivas y antagónicas. Todo eso sucede necesariamente con el desarrollo de los “mercados libres” y, es más, sucede en cualquier situación en que la operación del “mercado” es el factor decisivo y fundamental de la economía y, por consiguiente, de la vida de la sociedad.
De modo que todas estas cosas tienen un carácter social que refleja, repito, las relaciones entre las fuerzas y las relaciones de producción, y entre la base económica y la superestructura. Especialmente con el inicio de la época burguesa (aunque antes sucedía de otras formas), cada clase dominante identifica sus intereses y su noción de libertad con los intereses generales de la sociedad y con la libertad general de los miembros de la sociedad. Cada clase proclama (en especial al llegar a la época burguesa, y de una forma diferente con la nobleza y la monarquía feudal e inclusive con la clase esclavista), de una forma u otra, que sus intereses particulares son los intereses generales de la sociedad. En esta época, las clases dominantes y sus representantes políticos conscientes, ya sean burgueses o proletarios, ya sea en la sociedad capitalista o en la sociedad socialista, han planteado que los intereses de su clase representan los intereses generales de la humanidad, y que la libertad que busca su clase representa la encarnación general de la libertad para la humanidad, o la liberación de la humanidad. En el caso de la burguesía, sabemos y hemos visto con toda claridad lo que eso significa. En el caso del proletariado, significa trascender los estrechos horizontes del derecho burgués, superar la base económica de la producción e intercambio de mercancías y las correspondientes leyes económicas, como la ley del valor (que dice que el valor de cualquier mercancía se determina por el trabajo socialmente necesario para crearla). Por eso es necesario ver de un modo materialista y dialéctico las proclamaciones generales sobre la libertad o sobre los derechos de los individuos y ver qué significan en realidad y cómo se concretan en la práctica. Mejor dicho, la pregunta esencial es: ¿de qué son una expresión superestructural estos ideales; de qué conjunto de relaciones de producción y relaciones sociales, con sus correspondientes relaciones políticas, estructuras e instituciones? Esa es la pregunta que siempre hay que preguntar: ¿cuáles son las relaciones de producción y las correspondientes relaciones sociales y la correspondiente superestructura?
Pero ni siquiera la sociedad comunista va a ser una amalgama amorfa de individuos, unidos por el bien común, que fundamentalmente son entidades autónomas y son un fin en sí mismos. Con esa base nunca se alcanzará el comunismo; nunca se llegará a él con esa base. Es más, por la misma razón, jamás se alcanzará la libertad de los individuos de esa forma.
Ahora, con respecto a la cuestión de libertad y democracia, y los derechos del pueblo, un punto fundamental es que cuando las relaciones de producción niegan a las masas la propiedad de los medios de producción, y por lo tanto su capacidad de trabajar y de subsistir depende del pequeño grupo, o clase,que monopoliza la propiedad de los medios de producción, también les niegan a las masas la capacidad fundamental, o el “derecho”, por así decirlo, de ejercer un control esencial de su vida y, mucho menos, de la sociedad. Ni siquiera pueden controlar su propia vida y mucho menos la sociedad. Esta relación económica (en que una clase ejerce control de vida o muerte sobre otros) limita cualitativamente la capacidad de esos “otros” de participar o de desempeñar un papel importante en la determinación de la dirección de la sociedad. (En la charla “Dictadura y democracia, y la transición socialista al comunismo” examino varias dimensiones de esto). Además, esa relación económica se refleja por fuerza en la superestructura, en la encarnación y el ejercicio del poder político para reforzar las relaciones económicas de explotación.
Examinando más a fondo la relación entre la base y la superestructura, y la relativa autonomía de la superestructura, por un lado, y la reacción de la superestructura sobre la base económica, vemos que actualmente fenómenos como el “neoliberalismo”, el mayor desencadenamiento de la operación de mercancías y la explotación capitalista, y la globalización están produciendo menos solidez y estabilidad, más volatilidad y ansiedad en el aspecto económico y, si, en lo social, en muchas capas. Esto también se ve en los países imperialistas. Crea grandes trastornos en el tercer mundo, como lo mencioné antes (la expulsión de campesinos a los tugurios urbanos y el desplazamiento a otros países buscando los medios de subsistir), y asimismo en la sociedad imperialista. Esto lo explica Edward Luttwak en el libro Turbo Capitalism:por ejemplo, en la década de 1990, cuando mucha gente ganó mucho dinero rápidamente, no se dio la misma estabilidad y solidez que en otros tiempos en Estados Unidos. Una persona podía ganar mucho dinero y quedar en el aire a la semana siguiente. No hay garantía de tener un trabajo para toda la vida, mucho menos de “dejárselo” a los hijos y que ellos avancen más que uno. Esto va acompañado de la destrucción de los programas del New Deal y de la “Gran Sociedad”, aunado a un “fundamentalismo de mercado libre” como la ideología predominante, de la mano con un fundamentalismo religioso (y reforzado por él), especialmente el fundamentalismo cristiano. Vemos entonces un “conservadurismo fiscal”, la terminación de muchos programas sociales característicos de la “Gran Sociedad”, la eliminación del papel del gobierno en la economía y en la sociedad característico del New Deal (de lo cual hablaré más adelante); vemos eso junto con “conservadurismo fiscal” (reducción de programas sociales, reducción de impuestos para los ricos, etc.), y vemos que, a pesar de ciertas contradicciones, esto se entrelaza con el “conservadurismo social” reforzado por el fundamentalismo religioso. Todo esto tiene que ver con el análisis de “turbo capitalismo” y la mayor globalización, que lleva, como dice Luttwak, a expresiones no económicas que se derivan de causas económicas, de inestabilidad económica y la concomitante ansiedad. Esta es una de las cosas importantes del terreno con que tenemos que lidiar; tiene que ver con todas las consignas de “libertad” y con la dirección de la sociedad hoy.
De hecho, el “neoliberalismo” y el “conservadurismo fiscal” (repito: recorte de programas sociales, recortes de impuestos para los ricos y las corporaciones, etc.), junto con la globalización, van contra los intereses económicos no solo de las masas de proletarios y pobres, sino también de buena parte de la pequeña burguesía, mucha de la cual sufre importantes trastornos económicos, incertidumbre y dificultades como resultado de estos programas y las fuerzas subyacentes. La clase dominante (y en especial los sectores más resueltos a eliminar lo que queda de los programas del New Deal y de la “Gran Sociedad”) tiene la necesidad (y lo reconoce) de “cohesionar” y organizar a la población bajo el “conservadurismo social”, basado en el fundamentalismo religioso, o fascismo cristiano, como lo llamamos acertadamente. Esto es lo que Luttwak formula como “la manifestación no económica del descontento económico”. Y todo esto es muy complejo.
Varias personas, como por ejemplo Thomas Frank, el autor de What’s the Matter with Kansas,han tratado de explicar este fenómeno con un análisis socialdemócrata, populista, no un análisis proletario y comunista científico. Otras, con una posición socialdemócrata y economicista estrecha, sostienen que todo este “conservadurismo social” o fundamentalismo religioso es apenas una distracción para impedir que la gente actúe conforme a sus propios intereses económicos. Esto es un serio error y no capta que los aspectos superestructurales (en particular este fundamentalismo religioso) tiene una relativa autonomía como expresión ideológica, aunque de fondo se basa en los cambios económicos y los cambios sociales de la sociedad. Por eso Thomas Frank y otros como él se preguntan cómo hacer que esas capas sociales, por ejemplo los pequeños agricultores a quienes están arruinando Monsanto y otras grandes agrocorporaciones, reconozcan que las fuerzas que están apoyando al votar por el Partido Republicano son las mismas fuerzas que los están aplastando. Lo mismo con los trabajadores cesantes: ¿cómo hacer que entiendan que los ataques contra los sindicatos, contra el New Deal y la “Gran Sociedad”, debilitan su posición y van contra sus intereses? Pero, además de limitarse al estrecho marco de republicanos vs. demócratas, al estrecho marco de la política burguesa dominante, esos analistas progresistas socialdemócratas y demócrata burgueses subestiman la relativa autonomía de la superestructura y, a su vez, su efecto sobre la base económica y las relaciones sociales.
Aquí hay cierto paralelo con lo que dice Marx en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte sobre la relación entre el tendero y el intelectual democrático4. Pero es muy importante ver esto de manera dialéctica, no mecanicista. ¿Qué dijo Marx? Que en su vida cotidiana, en su forma de ver las cosas, los intelectuales democráticos, de un lado, y los tenderos, del otro, pueden estar a un mundo de distancia entre sí, y eso es una gran distancia, pero en cuanto a mentalidad, a la esfera de las ideas, a la concepción de cómo debe ser la sociedad y de qué fuerzas la impulsan, los intelectuales democráticos no van más allá de los tenderos en la vida diaria. Marx también dijo en la misma obra que los representantes intelectuales de la pequeña burguesía quieren colocarse por encima de las clases, pero que en realidad se ven zarandeados por el conflicto de las dos clases principales, el proletariado y la burguesía, entre las cuales se encuentran. Marx señala que aunque esto se manifieste de modo etéreo en el campo de la teoría y aunque esté muy alejado del intercambio cotidiano de mercancías que caracteriza la vida del tendero, el hecho es que la mentalidad de los intelectuales democráticos no va más allá de los límites que están condicionados por la producción e intercambio de mercancías. Incluso la concepción que esos intelectuales tienen de nociones como libertad y democracia son un reflejo de las relaciones de mercancía subyacentes. Eso es lo que explica Marx, algo sumamente profundo, en El dieciocho brumario. Es un análisis y una aproximación muy materialista dialéctica; no es algo vulgar, mecanicista, determinista y reduccionista.
Esto tiene un paralelo con los que se pliegan al fundamentalismo religioso: para la gran mayoría de ellos, sus intereses económicos están en conflicto con las medidas y programas que los llevan a respaldar. Es importante entender la complejidad de esto. Este fundamentalismo religioso no es un truco: es una manifestación reaccionaria organizada del sentimiento general de sectores importantes de las capas medias, así como de algunas masas de la base, de que lo que servia de “ancla” a su vida y les daba estabilidad económica se está desmoronando y alejando; es una forma de identificar eso con la pérdida de valores, convenciones y relaciones tradicionales (y en especial patriarcales), y a su vez de identificar eso con la necesidad de reafirmar a la fuerza la religión tradicional y, más aún, literalista, fundamentalista, absolutista: el fundamentalismo cristiano. Tenemos que entender la complejidad de todo esto. Como decía Marx, “están a un mundo de distancia”. No hay una correspondencia directa, mecanicista, cruda, entre lo que le pasa a la gente en el campo económico y su manera de concebirlo, refractado por medio de todas las diferentes relaciones sociales… doblado, por así decirlo cuando entra en la arena superestructural de las ideas y la cultura. La raíz de la determinación de esas ideas y cultura, y del fundamentalismo cristiano reaccionario, es la base económica subyacente, pero esa es su determinación de raíz.Tenemos que captar la dialéctica de esto, y el materialismo crudo y mecanicista no ayuda.
En la polémica en contra de K. Venu5 señalé que la gente como él ¡toma la democracia burguesa “mucho más seriamente” que la burguesía! En realidad creen la idea de que es una especie de democracia que se extiende a todos los individuos sin importar su clase. Mientras que la burguesía sabe, o percibe muy bien, que, ¿adivinen qué?, es una dictadura. Lo sabe y procede en consecuencia, especialmente sus representantes más conscientes, o si no dejan de ser representantes de esa clase. No es que alguien los apruebe o los eche, pero la dinámica opera así. Jamás olvidar esto. La democracia burguesa es dictadura burguesa. Es un medio de dominación política que suele corresponder a los intereses de la clase dominante burguesa y su forma de explotación, pero es eso y no otra cosa. Es una forma de dictadura.
Veamos ejemplos de cómo se ha manifestado esto en importantes representantes de la burguesía. Volvamos a Kant. Le comenté a Bill Martin que no debemos pasar por alto los escritos filosóficos y de ética de Kant simplemente porque pensaba que Federico el Grande era magnífico. Pero el hecho es que sus elevadas nociones de libertad y autonomía se reducían a apoyar a un “déspota ilustrado”. Eso es importante y tiene una razón de ser. Como señalé, no es correcto descartar una obra filosófica porque va acompañada de una posición política reaccionaria; pero es legítimo preguntar: ¿cuál es la conexión entre la filosofía y su manifestación política?
Veamos otra figura histórica asociada con el ascenso de la burguesía: Martín Lutero. Como en otros casos, Lutero no se proponía, al comienzo, iniciar la Reforma protestante. Clavó sus tesis en la puerta de una iglesia y se puso a elaborar el principio de que las instituciones y los funcionarios de la iglesia no son necesarios para llegar a dios, de que el individuo puede llegar a dios directamente. Eso fue en el campo de la superestructura y no sirvió al ascenso de la burguesía y del capitalismo de una forma cruda y reduccionista. No es que Martín Lutero formulara esos principios, o tesis, y los clavara en la puerta de la iglesia porque quería abrir un taller industrial. No. Se dieron en el campo de la superestructura, pero surgieron en relación con las relaciones de producción burguesas que empezaban a aparecer en esa época; a su vez, las ideas teológicas de Lutero estimularon esas relaciones de producción burguesas y la correspondiente superestructura. Lo que sucedía en ese terreno —atacar a la iglesia y básicamente su encarnación del feudalismo en la superestructura, o el papel de la iglesia y sus doctrinas y dogma como reflejo en la superestructura de las relaciones de producción y las relaciones sociales características del feudalismo— tenía mucho que ver con la naciente revolución burguesa y la mayor iniciativa y creatividad para desarrollar la ciencia y otras cosas que utilizó la burguesía. Pero no sucedió en un sentido determinista o reduccionista crudo, sino en un sentido dialéctico.
Pero, ¿qué hizo Martín Lutero cuando los campesinos de Alemania se sublevaron? Urgió que los clavaran contra la pared, textualmente. Recomendó la represión más sanguinaria de los campesinos, y se comportó como un perfecto representante de la burguesía, que proclama “libertad”, siempre y cuando la aplicación de su concepto de “libertad” dé mano libre a las restricciones a sus relaciones de producción y correspondiente superestructura, pero que ejerce la dictadura más sanguinaria cuando es necesario sobre las clases que explota y oprime.
O volvamos a John Stuart Mill. Sin repetir todo lo dicho sobre él y sus ideas sobre la libertad, recordemos que pensaba que era necesario ejercer limitaciones muy severas a la libertad de los colonos y los proletarios que querían una huelga, y ni hablemos de los proletarios conscientes de clase que querían tumbar y abolir el capitalismo.
O veamos a Thomas Jefferson. Hace poco salió un artículo, creo que en la sección de libros del New York Times o en la revista dominical del mismo, no recuerdo cuál, sobre un esclavista que le escribió a Thomas Jefferson que quería darles libertad a sus esclavos y le pedía consejos y apoyo, porque era algo polémico. El artículo decía que Jefferson le contestó firmemente: No. No haga eso en absoluto. Con el tiempo la esclavitud se acabará, pero en estos momentos es muy importante que protejamos esta forma de propiedad. Y Jefferson era un defensor de la Ilustración y propugnaba muchos principios de la revolución burguesa. Esta es una característica peculiar de Estados Unidos, donde la esclavitud se entrelazó con el desarrollo del capitalismo por más de cien años. Esto ejemplifica de nuevo que las nociones burguesas de libertad están condicionadas histórica y socialmente, y que su significado está relacionado con las condiciones en que surgen y se definen. No son principios abstractos y universales a los que todos debemos aspirar y que se deben aplicar a todos, sin importar la clase.
El otro día me puse a bromear sobre la película El ventrílocuo,en que Anthony Hopkins es un ventrílocuo y su muñeco va apoderándose de su personalidad al punto que no puede distinguir quién es quién. En cierto momento, un amigo le dice que le parece que tiene un problema serio, pero el ventrílocuo no lo acepta, no reconoce el problema. Entonces el amigo le dice: Mira, hagamos esto, guarda el muñeco un día entero, no le hables y no hables con su voz. El ventrílocuo trata de hacerlo pero no puede; la compulsión le gana. Bueno, mucha gente progresista que no tiene un análisis científico y materialista no puede pasar un día entero sin hablar de la democracia desclasada. Así es como ven el mundo.
Volviendo a la declaración de Marx en El dieciocho brumario de la relación entre los tenderos y los intelectuales democráticos, los que están tan enamorados de la noción idealizada de democracia no son tenderos, pero su mentalidad refleja las relaciones subyacentes de producción e intercambio de mercancías. Unos, al pensar en cómo reformar la sociedad, arrancan de esa noción desclasada de democracia y se la tratan de superponer a la base económica. Dicen cosas como: “Bueno, tenemos que ‘democratizar’ la economía”. Eso es invertir la realidad. La democracia de que hablan es una manifestación de las relaciones de producción y de las relaciones sociales existentes, y tiene contenido social y de clase definido; en realidad es democracia burguesa en lo externo y su esencia interna es la dictadura burguesa, pero tratan de superponer eso a la realidad del capitalismo a fin de “democratizar la economía”. ¿Qué significaría eso en una sociedad caracterizada por profundas divisiones de clase y desigualdades sociales? Inclusive si se pudiera hacer “borrón y cuenta nueva” y eliminar todas las grandes corporaciones, si se deja intacta la fundación de producción e intercambio de mercancías, pronto regresarán las profundas desigualdades y diferencias de clase, los monopolios, etc.
Ese es el idealismo fundamental de esas concepciones, que son un reflejo en la superestructura de las relaciones subyacentes. Volviendo a la observación sumamente importante de Marx, las ideas del intelectual democrático no son un reflejo directo de lo que hacen los tenderos en la vida práctica, pero no van más allá; mejor dicho, no van más allá de los estrechos confines y horizontes del derecho burgués. Así que lo importante al hablar de Kant, Martín Lutero, Jefferson, Mill u otros que podríamos citar no es que esos exponentes de la “libertad” eran simplemente “hipócritas”, sino que sus elevados ideales representan y expresan determinada concepción del mundo, que, a su vez, es el reflejo y en cierto sentido una concentración de ciertas relaciones sociales y, fundamentalmente, relaciones de producción. Si regresamos a los libros Democracy y El falso comunismo ha muerto6, encontraremos una discusión e ilustración de la concepción proletaria y de la concepción burguesa de libertad y liberación, y un examen de las limitaciones del ideal burgués de libertad y de su aplicación en la vida real: que es una manifestación de las relaciones de explotación y opresión y que nuestras ideas inevitablemente serán eso si no vamos más allá de los límites del derecho burgués.
El folleto sobre la Constitución estadounidense7 que escribí hace unos años dice que la Constitución es, como lo dice el título, “Una visión de libertad según los explotadores”, y que además de alabar la esclavitud (inclusive después de su abolición y de que una enmienda constitucional la declaró ilegal) no prohíbe una relación fundamental de explotación: la relación de contratar la fuerza de trabajo de otra persona (o de muchas otras) y de sacar ganancia de esa fuerza de trabajo. Visto desde de la concepción del mundo del capitalismo, poder hacer eso es la forma primordial y más alta de libertad; y no se reconoce que esto implica una negación fundamental de la libertad de los muchos cuya fuerza de trabajo la controla y utiliza una fuerza ajena, opresiva y represiva que está por encima de ellos. Esa relación se ve en el hecho de que los negros, cuando yo era chavo, llamaban “esclavo” al trabajo, al intercambio de fuerza de trabajo por salario.
Desde el punto de vista de la burguesía, esta relación no es explotación y, es más, es el principio central de una buena sociedad. Si quieren ver una loa de esto sin ningún disimulo, lean a Ayn Rand. Repito, en ningún momento se reconoce que esto es una negación fundamental de la libertad de los muchos que están en la posición de ser explotados y oprimidos. Y lo fundamental, repito, es que dado un sistema generalizado de mercancías, que es característico del capitalismo, y su “libertad”, los principios y la operación de la producción e intercambio de mercancías inexorablemente llevarán a reducir la fuerza de trabajo a una mercancía, a una situación en que las masas se ven obligadas a vender su capacidad de trabajo a otra persona (o a una sucesión de personas, una sucesión de dueños de los medios de producción, de capitalistas) a fin de vivir. Inclusive después de tumbar el capitalismo y establecer el socialismo, si no se avanza continuamente hacia la abolición de toda la producción e intercambio de mercancías, y su reflejo en la superestructura, se regresará a la situación en que la fuerza de trabajo vuelve a ser una mercancía, mejor dicho, se regresará al capitalismo.
Viendo todas estas nociones de libertad y pensando en la importancia de caer en el error de K. Venu (y él no es el único, ni siquiera entre comunistas) de tomar la democracia burguesa más en serio que la burguesía y creer en ella más que la burguesía, podemos sacar una lección del incidente que cité en la charla Revolución8: el ejemplo de un programa con periodistas negros en Cleveland, como parte de una gira de presentaciones en 1979. La moderadora era una negra joven y había tres periodistas negros. Fue uno de los programas más interesantes porque esos periodistas hicieron preguntas serias: ¿Por qué crees que la revolución es posible? ¿Qué harías sobre este o aquel problema? Plantearon preguntas de peso, en vez de las preguntas cínicas y arrogantes que por lo general hace la prensa. Y al final, cuando terminó el programa, sucedió algo que vuelvo a contar aquí porque capta mucho. Casi de paso, la moderadora me dijo: “Vaya, eres muy valiente”. Yo me sorprendí un poco y le pregunté: “¿Por qué lo dices?”. Y ella contestó con naturalidad: “Ya sabes, matan a quien dice lo que tú decías”.
Pensemos en lo que eso capta. No dijo matan por hacer ciertas cosas; dijo que matan por decir lo que estaba diciendo. Muchas veces, especialmente la gente de las capas medias cree que exageramos cuando decimos que la democracia burguesa es una dictadura; no creen que eso corresponde a la realidad. Así que tengo una prueba para el que la quiera hacer: vayan a un vecindario pobre de cualquier parte del país, establezcan una relación de confianza para que les hablen con honestidad y hagan esta pregunta: si hay una dirección revolucionaria y un líder revolucionario que exhorta a la revolución aquí, que simplemente exhorta a la revolución, y tiene muchos seguidores de gente como ustedes, ¿qué le pasará, qué le hará el gobierno? Y si pueden encontrar una de cada diez personas que no diga que matarán a esa persona o que tratarán de silenciarla y sacarla del juego, les daré un gran premio. Esta respuesta, que estoy seguro sería la respuesta común de los que han recibido los golpes de la dictadura burguesa, sería un reflejo (no una conclusión científica, pero sí un reflejo acertado) de la realidad de la dictadura burguesa.
El reto para nosotros, para nuestro partido y dirección, es forjar apoyo de millones y millones en los vecindarios pobres y, es más, en todos los sectores sociales, organizarlo, y hacerlo sin que maten o destruyan a nuestra dirección. Eso se debe a que reconocemos la realidad que confrontamos: la realidad de que esta sociedad está gobernada por una dictadura burguesa. Por eso, no debemos dejarnos llevar por las altisonantes consignas de “libertad” y “democracia”. Cuando se presentan sin mencionar a qué clase corresponden y en especial cuando se presentan como una defensa o celebración de lo que existe en Estados Unidos y/o del papel de Estados Unidos en el mundo, “como mucho” representan las ideas que se confinan al estrecho marco del derecho burgués; y objetivamente ocultan la realidad y naturaleza concreta de la dictadura burguesa y refuerzan las relaciones de producción y sociales subyacentes de la explotación y opresión capitalista-imperialistas de las cuales tales ideas se desprenden y en las cuales en esencia se sustentan. Esa es la verdadera relación entre la base y la superestructura de la sociedad capitalista.
En esta época del imperialismo en particular, esto tiene otra dimensión: las relaciones entre la democracia burguesa (en especial en los países imperialistas) y el imperialismo. En Democracy: Can’t We Do Better Than That? cité una parte de La ciencia de la revolución9 sobre la “base apolillada de la democracia” en los países imperialistas que dice que, en términos políticos, la fundación de dicha democracia no es la Carta de Derechos (estoy parafraseando) sino el dictador militar, el torturador y gente de esa calaña que ejercen tiranía abierta en el tercer mundo. En la época del imperialismo, esa es la relación entre la democracia burguesa (y, en realidad, la socialdemocracia: la democracia burguesa con un tenue barniz “socialista”) y el imperialismo. Esto se aplica a los países imperialistas en general, además de Estados Unidos. En estos países, las concesiones y migajas que reciben sectores de la aristocracia laboral y otros sectores de la clase obrera, y la pequeña burguesía, en la esfera económica, y el hecho de que ciertas capas no sienten directamente el peso de la dictadura, en la superestructura, en la esfera política, se basan en el saqueo imperialista del mundo y en las relaciones de dominación y explotación del imperialismo mundial. Sin embargo, las capas intermedias del país imperialista sentirán el peso de la dictadura cuando hagan algo que constituya una amenaza a los ojos de los representantes políticos de la clase dominante. Pero cuando eso se atenúa y modifica, en particular en el caso de las capas intermedias y privilegiadas del país imperialista, se desprende de la relación entre el imperialismo y el tercer mundo, y tiene que ver con la relación entre el imperialismo y la democracia burguesa.
Esto nos lleva al héroe de Christopher Hitchens (y otros): George Orwell. Cuando llegué a Francia, me puse a leer a Orwell; leí Homenaje a Cataluña y otras obras sobre la guerra civil española, y después leí otros libros suyos y me tropecé con la declaración más asombrosa, cuya franqueza se debe aplaudir: En Inglaterra, los intelectuales y otros izquierdistas apoyan al imperio por una razón básica. Todos sabemos que, si no fuera por el imperio británico, nos tocaría vivir en un lugar frío, lluvioso, gris, lúgubre, trabajaríamos muchas horas y comeríamos muchas papas. [risas]
Bueno, no se puede pedir una mejor autodenuncia de la relación entre la socialdemocracia, con todas sus críticas al totalitarismo, y el imperialismo. Esto no implica que haya que descartar sin más todos los escritos de Orwell. Yo he aprendido cosas importantes al leerlo. Pero en esencia, expresa con agudeza un importante fenómeno y una importante relación: las razones por las que gravitan hacia el imperialismo los que dicen ser socialistas, como él, y otros izquierdistas. Esto se manifiesta de otras formas en otros países, pero Orwell captó muy bien la esencia de la cuestión.
Esto se relaciona con la discusión sobre la Ilustración y sobre el hecho de que se divide en dos, que planteé en “Grandes objetivos y gran estrategia”10. El marxismo tiene una unidad básica con el principio fundamental de la Ilustración de conocer el mundo por medios racionales y científicos. Por otra parte, tenemos dos diferencias fundamentales: una, nosotros no creemos que la verdad de por sí libera. Aunque la verdad es la verdad y no tiene carácter de clase, en una sociedad dividida en clases el reconocimiento de las verdades depende de la lucha de clases, como vemos hoy con la evolución. Dos, no aceptamos que se utilice la Ilustración como apología y justificación del imperialismo, como lo hizo John Stuart Mill al decir que unos pueblos necesitan la mano civilizadora imperialista para entrar al mundo moderno, y como lo hizo (y justificó con doctrina) Clinton en Yugoslavia y como ahora lo hacen Bush y Cía. en mucha mayor escala.
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Pasemos a unos pocos puntos más y a la conclusión de este tema general. Desde la perspectiva de un análisis comunista, y específicamente de un análisis comunista del comunismo, en contraposición a un análisis utópico y en última instancia demócrata burgués, podemos decir que el comunismo no es un “renacimiento” a nivel mundial de la sociedad comunal primitiva. ¿Qué quiere decir y qué no quiere decir al hablar del comunismo “una comunidad de seres humanos libremente asociados”, una frase que hemos utilizado y que es una buena frase? Como he dicho, no quiere decir que el comunismo es una confederación amorfa de individuos, cada uno dedicado a lo suyo como un fin autónomo en sí mismo, y que de algún modo esto lleva al bien común. En realidad, pensándolo, esto se parece más a la visión de la buena sociedad de Adam Smith que al comunismo: que si cada individuo se dedica a sus propios intereses individuales, y si esto se expresa y se modifica por medio de la competencia, será para beneficio de la sociedad. Esto corresponde a la visión burguesa clásica de la sociedad y del bienestar social, y en realidad no tiene nada que ver, fundamentalmente, con el comunismo, que no es una sociedad en que hay una confederación amorfa de individuos que actúan con fines autónomos en sí mismos. Sin repetir todo lo que he dicho al respecto hasta ahora, debería estar claro por qué es así.
Tenemos que entender “una comunidad de seres humanos libremente asociados” de un modo materialista y dialéctico, con el análisis con que empecé de que la libertad es la transformación de la necesidad y de que siempre habrá necesidad, inclusive en el comunismo, inclusive cuando la contradicción entre las fuerzas y relaciones de producción y entre la base y la superestructura no se manifieste en la sociedad comunista como relaciones de clase y divisiones sociales de opresión, y no haya instituciones políticas de represión ni opresión social de grupos que “salieron perdiendo” en la división del trabajo. De modo que “una comunidad de seres humanos libremente asociados” se tiene que entender en un sentido materialista y dialéctico, con un buen conocimiento materialista dialéctico de la relación fundamental entre libertad y necesidad.
Esto se relaciona con la formulación de Mao de que en el comunismo la gente se cambiará consciente y voluntariamente a sí misma y al mundo objetivo. ¿Se puede tomar eso en sentido absoluto, divorciado de la necesidad; quiere decir que la gente es consciente de todo y todo es voluntario? No, por supuesto que habrá necesidad. El aspecto voluntario es que la gente reconocerá voluntariamente que a la sociedad le conviene, y por lo tanto también a los individuos, subordinar voluntariamente sus necesidades y deseos individuales al bien social, y buscar su propia individualidad dentro de ese marco, en vez de salirse de él (o tratar de salirse). El aspecto consciente también es concreto, pero relativo. Quiere decir que la gente es consciente a un nivel muy superior de lo que ha podido ser en formas previas de la sociedad, inclusive en la sociedad comunal primitiva, y mucho más que en la sociedad de clases, con su división del trabajo, especialmente entre el trabajo intelectual y el manual. Son cosas relativas y en movimiento. La gente será consciente en un sentido cualitativamente mayor que en cualquier época anterior, pero no lo sabrá todo, por supuesto, y sabrá menos que los que vivirán después. Hará cosas voluntarias en el sentido descrito, pero no todo será voluntario. Si en la sociedad comunista hay una inundación (o un desastre natural comparable), será necesario que la gente ayude y eso será voluntario en cuanto se desprenderá de la subordinación consciente y voluntaria del individuo a la sociedad y al bien social (aquí se ve la interconexión entre los aspectos voluntario y consciente de todo esto), pero no será voluntario que unos hagan ciertas tareas para ayudar tras ese desastre, ni siquiera en el comunismo.
De modo que tenemos que entender estas cosas en un sentido materialista y dialéctico, no en un sentido utópico e idealista, y en última instancia burgués o demócrata burgués (que no rebase los estrechos confines del derecho burgués). Esto se relaciona con la observación de Marx de que “el derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado”. A su vez, esto se relaciona con la observación de que los deseos y las necesidades se determinan socialmente y evolucionan históricamente. Los derechos que el pueblo ejerce, inclusive lo que concibe como sus derechos, surgen del carácter y el movimiento de la contradicción entre las fuerzas y relaciones de producción, y entre la base económica y la superestructura, y a su vez los reflejan. Por eso es que, volviendo a un ejemplo anterior, el “derecho del propietario de casa” puede formularse como el derecho a ser racista. ¿Y el derecho a no pasar hambre y a no morirse de hambre en el mundo de hoy? Como indiqué en el libro Democracy, tal derecho no existe porque la base económica y la superestructura que predominan en el mundo no le dan ese derecho al pueblo. La gente de Níger puede sentir el deseo de no morirse de hambre y de no ver que los zopilotes se coman a sus hijos que están a punto de morirse de hambre, pero no existe un derecho superestructural para que eso no ocurra porque no existen las condiciones en que se pueda hacer realidad. Las condiciones en que se pueden eliminar cosas como las hambrunas, la desnutrición general y las enfermedades evitables solo se pueden crear mediante la transformación revolucionaria de la sociedad y, a la larga, del mundo entero. Se pueden proclamar tales derechos, pero no serán una realidad para las masas de la humanidad con la base económica existente y su correspondiente superestructura. Por esa razón fundamental necesitamos la revolución.
Pero en la sociedad comunal primitiva, ni siquiera en la esfera conceptual se decía: “Exijo el derecho de no ser esclavo de mi abuela”. ¿Por qué? Porque en esa forma de sociedad no se presentaba ese fenómeno, así que no se formulaba como un derecho. Tales derechos surgieron cuando surgió la esclavitud. Proyectándonos al futuro, la demanda de no ser esclavo de su abuela ni de nadie más tampoco tendrá sentido en la sociedad comunista. Es más, ni siquiera sabemos si habrá abuelas; probablemente no las habrá como lo concebimos hoy. Mejor dicho, puede que el concepto de abuelas ni siquiera exista y mucho menos el concepto del derecho a no ser esclavo de la abuela. [risas]
A partnir de todo esto vemos que el derecho es una expresión de la contradicción, y del movimiento y el desarrollo de la contradicción, entre las fuerzas y relaciones de producción, y la base económica y la superestructura. O, como dijo Marx: “el derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado”. No se puede demandar el derecho a hacer absolutamente lo que uno quiera, ni siquiera en la sociedad comunista, porque no existe la base material para eso. Incluso en el comunismo, donde la esfera de los individuos y de la individualidad será mucho mayor que ahora, no habrá una base material para eso. La esfera de la iniciativa individual y de la individualidad será mucho mayor, cualitativamente mayor, en un mundo comunista, pero no será absoluta.
El fenómeno de la necesidad y de las restricciones siempre estará presente y, como he recalcado varias veces, no debemos verlo como algo enteramente negativo. Todas las restricciones (al igual que toda coacción) no son malas. Han evolucionado históricamente y existen en función de su contrario y, objetivamente, cuando la necesidad pide su transformación o cuando la restricción pide su ruptura, eso es lo que nos corresponde hacer, como hoy con respecto a las restricciones y la necesidad que imponen la contradicción fundamental del capitalismo y todo lo que ha suscitado.
Vale la pena recordar lo que dijimos antes de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado de Engels de que en la sociedad comunal primitiva no había separación entre derechos y deberes; también podemos entender que en la sociedad comunista, de una forma totalmente distinta y con una fundación y un marco diferentes, no habrá separación entre derechos y deberes. Los derechos y los deberes no serán antagónicos y tendrán significados cualitativamente distintos.
Notas
1. El título del libro es Marxism and the Call of the Future: Conversations on Ethics, History, and Politics (Open Court: 2005).
2. Las tres oraciones sobre la democracia son: En un mundo de profundas divisiones de clase y grandes desigualdades sociales, no tiene caso hablar de la “democracia” sin señalar su carácter de clase y a qué clase beneficia. Es más, mientras exista la sociedad dividida en clases no puede haber “democracia para todos”: dominará una clase u otra, y la clase que gobierna defenderá el tipo de democracia que concuerde con sus intereses y metas. Por eso, debemos preguntar: ¿qué clase dominará y si su gobierno, y sistema de democracia, sirve para continuar las divisiones de clase, y las relaciones de explotación, opresión y desigualdad que corresponden a ellas, o lleva a abolirlas?
3. Bob Avakian habla de la teoría de justicia de Rawls en otra parte de esta charla, que no forma parte de esta serie.
4. “No vaya nadie a formarse la idea limitada de que la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todos shopkeepers [tenderos] o gentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que les hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones a que impulsan a aquéllos prácticamente, el interés material y la situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada…
“Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en la que los intereses de dos clases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los demócratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo.Lo que ellos representan son los derechos del pueblo,lo que los interesa, es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las oposiciones de las distintas clases”. (Marx, “El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1973, tomo I, páginas 435, 437)
5. Esta polémica, titulada "Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor", salió en el número 17 (1992) de la revista Un Mundo que Ganar. (Está en línea en revcom.us).
6. Democracy: Can’t We Do Better Than That? (Chicago: Banner Press, 1986). El falso comunismo ha muerto… ¡Viva el auténtico comunismo! (Chicago: RCP Publications, 2004).
[Regrese al artículo]7. La Constitución de los Estados Unidos: Una visión de libertad según los explotadores (Chicago: RCP Publications, 1987).
8. Revolución: Por qué es necesaria, por qué es posible, qué es. A la venta en DVD (inglés/español), VHS (inglés) y VHS (español). $34.95 + $4 franqueo. Pedidos en línea a: threeQvideo.com o amazon.com; o envía un cheque o giro postal a: Three Q Productions, 2038 W. Chicago Ave. #126D, Chicago, IL, 60622.
9. Lenny Wolff, The Science of Revolution (Chicago: RCP Publications, 1983).
10. “Grandes objetivos y gran estrategiaâ€? es una charla que dio Bob Avakian a finales de los años 90. Hay pasajes de la charla en lÃnea en revcom.us.
Permalink: http://revcom.us/a/043/utilicen-este-libro-clases-s.htm
Revolución #043, 16 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
Recibimos la siguiente información publicitaria de la editorial Insight Press sobre la autobiografía de Bob Avakian From Ike to Mao and Beyond: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist.
Invitamos a nuestros lectores a que distribuyan esta información a profesores universitarios, maestros de preparatorias y secundarias y administradores, y que les recomienden poner esta autobiografía en sus listas de libros para el otoño. La información está en un archivo PDF en el portal de Insight Press (www.insight-press.com). También invitamos a los lectores a distribuir la Carta abierta a los estudiantes y jóvenes del Dr. Juan Gómez Quiñones, que está en el número de Revolución de la semana pasada.
"Bob Avakian es un corredor de larga distancia en la lucha de libertad contra el imperialismo, el racismo y el capitalismo. Su voz y testimonio son imprescindibles en nuestra lucha por los condenados de la tierra. Esta conmovedora historia de compromiso es muy oportuna".
Cornel West, clase de 1943, profesor de religión, Universidad Princeton
"Esta interesante historia de la vida de Bob Avakian pinta un cuadro humanizante de una persona que muchas veces solo vemos como un revolucionario férreo. Entiendo por qué Bob Avakian ha atraído a tantos partidarios apasionados. Ante la enajenación de esta sociedad capitalista bélica, ofrece la posibilidad de cambios radicales".
Howard Zinn, profesor emérito de ciencia política, Universidad de Boston
“Al leer la autobiografía pensé en el arte del narrador, en la importancia y el poder positivo que le dan los amerindios… En este libro yo veo una narración muy convincente y al día de nuestros tiempos… En un viaje más cercano, Bob Avakian hace un recorrido de un ayer conocido a un mañana posible en From Ike to Mao and Beyond.Este diario de esperanzas y de lecciones es una crónica de días de inquietud, acciones de desafío y sueños compartidos. Bob Avakian se imagina y sabe que no es el único, y está dispuesto a compartir sueños, los suyos y los nuestros. Sus recuerdos son lúcidos y claros, y las lecciones que ha aprendido son persuasivas como mapas para los que quieren un mundo mejor. Las experiencias que comparte con toda honestidad y generosa calidez son sus respetos para los que tienen el corazón fuerte y la mente clara, los que quieren hacer la labor de llegar al otro lado de la historia”.
Dr. Juan Gómez Quiñones, profesor de historia, Universidad de California en Los Ángeles
“La importancia del pensamiento crítico es un tema central de From Ike to Mao and Beyond. Esto desempeñó un papel importante en la transformación de Bob Avakian como individuo… Como profesores, queremos que nuestros estudiantes sean pensadores críticos. Este libro muestra un método para ver el mundo con ojos críticos”.
Robert Keith Collins, Ph.D., director, Homalusa: Centro de Investigaciones Africanas y Amerindias, Berkeley
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Revolución #043, 16 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
En las últimas semanas millones de inmigrantes han llenado las calles, desafiantes, para exigir que los traten como seres humanos; miles de hijos de inmigrantes han celebrado paros estudiantiles; y se han trazado planes para más protestas. Todos han condenado el proyecto de ley Sensenbrenner (HR 4437), que propone criminalizar a millones de indocumentados y a los que los ayuden.
La Cámara de Representantes del Congreso ya aprobó la HR 4437. Ahora el Senado está considerando su propio proyecto de ley migratoria, aunque hasta la fecha los senadores no se han puesto de acuerdo. El proyecto de ley que apruebe el Senado se tendrá que “conciliar” con el de la Cámara, el Senado y la Cámara tendrán que votar de nuevo y el presidente tendrá que firmarlo para que sea ley.
La reforma migratoria ha prendido fuertes divisiones y riñas en la cúpula de la clase dominante imperialista, cuya economía depende en gran medida de la superexplotación de la mano de obra inmigrante. (Ver “Bienvenidos los inmigrantes” en esta página). Pero ese debate NO es sobre los intereses del pueblo, sino sobre los intereses estratégicos de la clase dominante.
Se oye decir que el proyecto de ley del senador Arlen Specter es “pro inmigrante”, pero no lo es. Redoblará la represión contra los inmigrantes en la frontera y en toda la sociedad. (Ver nuestro análisis de este proyecto de ley en el #42)
El plan de Specter, presentado como “término medio”, que casi se aprobó esta semana en el Senado, propone dividir a los indocumentados en tres categorías. La primera categoría son los que tienen cinco años o más en el país (unos siete millones de personas), que podrán solicitar ciudadanía por un proceso sumamente represivo, sin garantías, de seis a ocho años que requiere aprender inglés, pasar un examen de cívica, pagar una multa de $2,000 e impuestos retroactivos, y demostrar que no tienen antecedentes penales y que han trabajado continuamente durante seis años. El requisito de no tener antecedentes penales es una trampa dado que muchos indocumentados han tenido que vivir fuera de la ley para subsistir en este país. Se presenta como el camino a la regularización para millones de indocumentados, pero en realidad es un proceso altamente represivo y selectivo.
La segunda categoría son los que tienen de dos a cinco años en Estados Unidos (unos tres millones de personas), quienes tendrán que salir del país y pedir permiso en la frontera para volver a entrar como trabajadores temporales. No hay garantías de que les permitan regresar ni de que puedan regularizarse y tendrán que irse tras trabajar seis años. La tercera categoría son los que tienen menos de dos años en Estados Unidos (más o menos un millón), quienes tendrán que abandonar el país. Podrán pedir una visa temporal para trabajar, pero sin ninguna garantía. Imagínense lo que pasaría si la ley decreta que millones de personas se vayan.
El Senado no se ha puesto de acuerdo sobre ningún proyecto de ley debido a las riñas internas de los capitalistas y a las valientes protestas de los inmigrantes. La estrategia del “término medio” de Specter busca dividir a los inmigrantes. No es “un paso adelante”. Contrapone a los inmigrantes que llevan más años aquí y a los que llevan menos; y manda a todos reportarse a las autoridades para que los puedan controlar y explotar mejor. Además, propone más centros de detención, muchos más arrestos, un sistema de trabajo segregado y más militarización de la frontera, lo que llevará a más muertes.
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Revolución #043, 16 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
A continuación publicamos parte de una carta que nos envió un lector tras vender el artículo "¡El porqué de la lucha de los inmigrantes… y por qué tenemos que apoyarla!" (#41, 2 de abril) en Watts, Los Ángeles, California.
Fuimos a un banco en la calle 103 y a una tienda. En ambos había negros y latinos. Ahí nos quedamos dos horas y media hablando, repartiendo el periódico y recaudando fondos. Los intermedios y atrasados decían: son ilegales, ¿no? Tienen que venir como los demás, tienen que solicitar visa, no pasarse sin permiso. Les están quitando trabajos a los negros. La discusión se prendió cuando una señora negra mayor retrógrada empezó a decir en voz alta que los latinos lo tienen todo, que les están quitando los trabajos a los negros y que tienen un alcalde latino. Hasta dijo que la gobernadora responsable durante el huracán Katrina era latina, lo cual no es cierto. Era tan retrógrada que hasta se inventó que la gobernadora era latina porque se llama Blanco y me decía, ¿no ves? Como para darme a entender que sabía un poco de español, pero en realidad lo que sabe es chovinismo. Lo que decía prendió un debate. Otra señora negra dijo que los ignorantes abren la boca sin saber lo que dicen. Nos dijo que se sentía orgullosa de nosotros por ir a platicar sobre el tema. El debate motivó a varias personas a comprar el periódico y hablar más.
Los negros tenían una posición mixta y contradictoria. La mayoría no saben qué es la HR 4437 ni cómo afectará a los inmigrantes. Tampoco conocen los otros proyectos de ley. Han visto que los estudiantes se han lanzado a las calles, pero no saben exactamente por qué. Saben que están luchando por sus derechos. Saben que es algo que tiene que ver con la inmigración ilegal, pero no entienden de lleno la situación. Otra cosa que vi con los negros y latinos (mejor dicho, los latinos que hablan inglés) es que muchos no conocen la historia de los mexicanos ni de los negros. Eso comprueba que este sistema de educación es una porquería. Se quejan de que los chavos se han salido de las escuelas, cuando no les han enseñando nada por décadas.
Después encontramos negros y latinos que sabían más sobre la HR 4437, por ejemplo que declarará delincuentes a los indocumentados, pero no sabían que quieren penalizar a los que los ayuden ni sabían del muro de 700 millas que quieren construir ni de los otros proyectos de ley, como el de McCain y Kennedy, que también está de la patada, o el que Bush ha propuesto. Pero cuando se enteraron de cómo afectarían a los inmigrantes y a los demás, se enfurecieron. Yo recorría la cola exhortando a comprar el periódico y preguntando qué pensaban de los paros estudiantiles y de las protestas…
Una chava latina de la prepa Jordan Downs que participó en el paro se sentía muy orgullosa. Nos dijo: lo hicimos, nos salimos de la escuela el jueves y el viernes. Se llevó 10 ejemplares del periódico en inglés y dos en español para los compañeros de paro. Me dijo que estaba de acuerdo con todo lo que yo decía. Nos dijo que la chota maltrató a los chavos de la prepa Lock. Su escuela y otras estaban bajo llave y no dejaban a los alumnos salir ni siquiera al baño. Una maestra les dijo que si tenían que hacer sus necesidades, las hicieran en la clase en un balde. (No recuerdo en qué prepa dijo que eso sucedió, pero la emisora KPFK también lo informó). Ahora se habla mucho de que no debieron salirse de la escuela porque necesitan la educación. Pero lo que están aprendiendo y todos estamos aprendiendo es que las escuelas no son sino prisiones.
Un chavo negro de la universidad Southwest nos dijo que él y otros fueron a apoyar a los estudiantes de unas prepas, creo que dijo la Lock y la Freemont. Nos contó que tiene un amigo que pasó tres semanas en el techo de una casa en Nueva Orleáns. Le dije que escribieran una carta al periódico. Decía que este sistema es inútil, denunció la guerra de Irak, lo que pasó en Nueva Orleáns, etc… Le pareció chévere lo que los estudiantes estaban haciendo. Dijo que eso es lo que debemos hacer todos ahora.
Un señor latino muy serio se metió de lleno a la discusión. Estuvo en la gran marcha y consiguió nuestro periódico; recién lo estaba leyendo. Le dimos el nuevo número y una muestra del video REVOLUCIÓN: POR QUÉ ES NECESARIA - POR QUÉ ES POSIBLE - QUÉ ES, de Bob Avakian. Él quiere una revolución, dice que es lo que necesitamos. Dice que la situación está empeorando, que se aprovechan de los inmigrantes, que los ponen a trabajar para enriquecerse y que contraponen a los negros y los latinos porque saben que si se unieran sería el fin de los de arriba. Tenía una perspectiva más amplia que la simple unidad de los negros y latinos; dice que quiere que sus hijos conozcan la verdad, que sepan cómo la situación ha llegado aquí. Sus hijos le han estado preguntando por las protestas. Él les explicó los detalles de la HR 4437. Dice que la gente tiene que organizarse y ayudar a los estudiantes a participar. Reconoce que la situación apremia y quiere reunirse con nosotros pronto.
Un negro de Carolina que participó en el movimiento de derechos civiles tenía ideas avanzadas. Marchó con Martin Luther King, le echaron encima perros policías… Nos dijo que apoya a los estudiantes y a los inmigrantes. Hablando de Bush y su pandilla, dijo que están armando un desastre con la guerra de Irak, el espionaje, las muertes y ahora esto.
Una de las cosas que me pareció importante es machacar que se trata de un sistema, un sistema imperialista mundial, que no se trata de una nación contra otra (de negros contra latinos). Yo decía que debemos hablar del imperialismo. Eso es algo que no nos van a enseñar en la escuela, no nos van a decir lo que es. (Creo que necesitamos un folleto de bolsillo titulado “El sórdido secreto de la palabra I”. A los chavos les encantaría. Debe explicar lo que es el imperialismo y dar ejemplos de lo que hace por todo el mundo. Debe hablar sobre el sórdido secreto de la superexplotación). Una cosa que nos sorprendió saber es la cantidad de campesinos mexicanos que han sido expulsados de la tierra debido a las exportaciones de granos y carne de puerco de Estados Unidos… 1.5 millones de campesinos han sido expulsados de la tierra en los últimos 10 años. Y por todo el mundo mucha gente tiene que ir a las ciudades de otros países a buscar trabajo.
Una latina de unos 30 años nos dio $10 y se llevó 20 periódicos en inglés y 20 en español. Nos dijo que le gustaba lo que decíamos de que se necesita una revolución y de lo mal que tratan a la gente. Era una bola de contradicciones: tenía una chamarra que decía Administration of Justice. Dijo que había estudiado justicia penal y quería ser policía. Estuvo en un campo de tiro al blanco con los sheriffs, pero debido a toda la política del departamento de policía decidió no ser policía. Ahora trabaja de consejera o algo así. Ha trabajado para la campaña de Villaraigosa y conoce a varios politiqueros de peso. La revolución de la que ella habla es reformar el sistema, luchar por derechos democráticos burgueses. Yo le dije que la revolución que nosotros queremos es la revolución comunista y hablamos un rato sobre eso. Dijo que le gustaba la visión, pero yo creo que la concibe como una revolución democrática burguesa. Le aconsejé leer el artículo del presidente Avakian que salió en ese número del periódico y le di una muestra del video de la charla REVOLUCIÓN.
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Una plática en un avión
Revolución #043, 16 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
Me senté en el asiento de en medio en la primera fila. El avión de Nueva Orleáns a Houston iba retrasado y quería bajarme rápido para no perder la conexión. El tipo sentado al lado de la ventana parecía un hombre de negocios y le pregunté qué hacía en Nueva Orleáns. Me dijo que era vendedor; fue a visitar a sus clientes e iba de regreso a Texas. Le dije que soy reportera gráfica del periódico Revolución y que pasé un par de días en Nueva Orleáns tomando fotos, tratando de captar la enormidad de la devastación y las dificultades de la gente. Ted había ido a Nueva Orleáns por lo menos seis veces desde el huracán Katrina y le constaba que el gobierno había hecho muy poco para resolver los enormes problemas que encaran los residentes que quieren reconstruir sus hogares y regresar.
Nos acomodamos para el vuelo de hora y pico y la discusión continuó hasta que se prendió la luz de que nos podíamos quitar el cinturón de seguridad. Ted y yo hablamos de muchas cosas: sobre la difícil situación de Nueva Orleáns, la guerra de Irak, la campaña del gobierno para penalizar a los inmigrantes, la separación de la iglesia y el estado, los impuestos y de su hija de dos años.
Ted es un típico estadounidense. No vive en una ciudad grande, es dueño de casa y tiene un ingreso respetable que le permite darse un par de vacaciones al año. Cuando hablamos de las mentiras del gobierno sobre las armas de destrucción masiva en Irak, Ted admitió avergonzado que votó por Bush, pero enseguida agregó que Bush probablemente va a pasar a la historia como el peor presidente de la historia del país.
Varias veces durante la conversación pensé en lo que Bob Avakian dice sobre la necesidad y la posibilidad de repolarizar este país en función de la revolución. Los enormes sucesos que se están dando en el mundo le están haciendo reconsiderar su manera de ver la vida. Le preocupa mucho el futuro, tanto que incluso pensó en no tener hijos por lo mala que está la situación. Está muy encabronado por la situación mundial y le interesó mucho mi punto de vista revolucionario.
Ted ingresó a los marines apenas salió de la prepa y combatió en la primera guerra del Golfo. Dijo que no se arrepentía de haber "servido a su país con orgullo" durante seis años. Pero está indignado de que Bush haya mentido sobre las armas de destrucción masivas y ahora se opone a la guerra de Irak.
Dijo que cuando estaba con los marines los tenían completamente aislados y no recibían información sobre los sucesos del mundo; que lo único que sabía era lo que sus comandantes le decían. Día tras día marchaba coreando: "La sangre hace crecer el césped, los marines hacen correr la sangre". Dijo que estaba tan adoctrinado que hacía todo lo que le ordenaban. No le molestaba en absoluto tener que matar porque pensaba que estaba en Irak para "salvar y servir a su país". Nunca cuestionaba lo que le ordenaban. Dijo que hasta los condicionaban a no ver como seres humanos a la gente que mataban.
Empezamos a hablar sobre las horripilantes torturas en Abu Ghraib y dijo: "Entiendo plenamente cómo pudo haber ocurrido… si yo hubiera estado en esa situación cuando era marine, hubiera hecho lo mismo. Si me hubieran ordenado aplastar a alguien o torturarlo, lo hubiera hecho".
Yo le dije que obviamente ya no es la misma persona y quería saber qué lo había cambiado.
Después de salir de los marines muchas cosas sucedieron, en su vida y en el mundo, cosas que le hicieron cambiar su manera de pensar. Una cosa que me pareció muy interesante fue que se inscribió en la universidad y tomó un curso con un "profesor liberal". Dijo que se enfrascaban en discusiones todo el tiempo, que discrepaba con todo lo que el profesor decía y discutían. Se rió un poco cuando me dijo que resulta que muchas de las cosas que decía el profesor eran verdad y que eso le causó mucho impacto, le hizo ver el mundo con más objetividad, y ver lo que este sistema le hace a la gente del mundo y de aquí mismo.
Le dije: “Imagínate si en vez de ir a la universidad te hubieras metido a policía en Nueva Orleáns después del huracán. ¿Qué hubieras hecho con la mentalidad de marine?”. Me contestó: "Hubiera maltratado a la gente".
Me puse a pensar si el "profesor liberal" sabría del impacto que tuvo en Ted y si sería uno de los profesores que David Horowitz ataca en su reaccionario libro: The Professors — The 101 Most Dangerous Academics in America.
Si Horowitz pudiera, haría echar a ese profesor por llevar a Ted a cuestionar lo que los marines estaban haciendo en Irak al “hacer correr la sangre”. O tal vez hubiera mandado a un estudiante a espiar y grabar en secreto las discusiones entre Ted y el profesor para presentarlas como pruebas para justificar la destitución del profesor por "apoyar el terrorismo".
Un marine no cuestiona ni piensa críticamente sobre lo que se le manda hacer. Pero durante nuestra conversación Ted hizo muchas preguntas, sopesaba a fondo, estaba abierto a nuevas ideas y no temía debatir las ideas. Creo que aprendió mucho de eso de su "profesor liberal".
Durante la conversación pensé en la transformación de Ted y en que confirma lo importantes que son las universidades como centros de pensamiento crítico, disentimiento y debate. Es importante que Ted y los otros estudiantes tuvieran la oportunidad de expresar sus desacuerdos con el profesor y de poder discutirlos, hayan cambiado de manera de pensar o no. La libertad académica debe florecer en torno a hipótesis examinadas a fondo. Los maestros deben estimular a sus estudiantes a buscar la verdad. Las universidades deben ser lugares donde los estudiantes debaten puntos de vista, donde se desafía a los profesores radicales y conservadores por igual para que sean parte del debate y la lucha que busca conocer la verdad. Esa es la clase de atmósfera vibrante que anda atacando Horowitz en nombre de la “libertad académica”.
La capitana prendió la luz del cinturón de seguridad para anunciar que estábamos a punto de aterrizar. Nos dimos los teléfonos y antes de despedirse Ted me dijo: "Pues, parece que lo que hace falta es una revolución. ¡Estoy listo para ella!".
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Sobre Nueva Orleáns
Revolución #043, 16 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
No puedo dejar de pensar en lo que vi en Nueva Orleáns. Frente al Centro de Convenciones, hablé con un señor que pasó cinco días en el Superdome. Recuerdo sus contradictorios ojos cafés, con círculos rojos; recuerdo su chamarra azul y blanca bajo el sol a plomo. Me contó que en esos cinco días que pasó en el Superdome solo comió una lata de sardinas. El olor de los cadáveres amontonados a la intemperie. Me dijo que pasarían meses para quitarse ese olor por más que se bañara.
Cinco días en el centro de voluntarios de Common Ground, en el 9th Ward de Nueva Orleáns: algo profundamente diferente a lo que había vivido. Condiciones de vida del tercer mundo. Destrucción de zona de guerra. Manzanas y manzanas de casas en ruinas. Del 9th Ward a casas lujosas, del French Quarter a las unidades habitacionales. Nada de movimiento. El gobierno no hace nada y cada iniciativa de reconstrucción se convierte en batalla. Amenazan con cerrar o demoler las iglesias y escuelas. Mientras tanto, se aproxima la temporada de huracanes y pende de un hilo el futuro de una ciudad entera.
Seis meses después de Katrina, reinan la humedad y el polvo. Inodoros descompuestos, sin agua potable, el olor de moho al vaivén de los vientos, sin tecnología ni cafés, ni tele ni diarios, ni supermercado ni comida para llevar. La destrucción es tan común como postes de teléfono por la carretera. Urgentes mensajes y números telefónicos pintarrajeados: “Llama a Ray al 214-555-3456”. “Volveré”. Vacío. En las calles montones enmohecidos y negros de pertenencias personales, mezcladas con ramas y concreto, rotas. Por aquí y allá un fragmento de porcelana floreada o un libro: intacto, seco. Todo eso era lo “normal”. Cuando volví a mi ciudad y casa, me sacudió la magnitud de la devastación que vi. Al caminar hacia mi coche con un café en cada mano, pensaba en tanta gente azotada por el huracán y en la destrucción de tantos lugares en el mundo capitalista, de gente que no puede volver a casa. La sensación no era de culpabilidad, pues sé que no soy diferente de ellos ni ellos de mí. Tampoco de amargura. Me siento impelida. Tengo la revolución en la punta de los labios. Quiero decirles a todos los que conozca que podemos conocer el mundo para transformarlo.
Conocí muchas caras y voces en Nueva Orleáns de gente con que vivimos y trabajamos apenas una semana. En esa vida forjamos lazos. Éramos 300 gentes en una escuela primaria y una ciudad de carpas en el estacionamiento de enfrente. Estudiantes universitarios, organizaciones, espíritus libres y nómadas, anarquistas, comunistas revolucionarios, grupos de iglesias, obreros y citadinos. De ellos, ¿cuántos sabían del 9th Ward antes de ir a Nueva Orleáns?
Conocí a una señora cristiana que me trae recuerdos de Glenda la buena bruja. Tiene una casa de huéspedes en el norte del estado de Nueva York. Por eso, organizó la alimentación de cientos de personas y que ellas se ocuparan de lavar sus propios trastes. Sin agua caliente.
Una noche me contó cuentos de visitas de ángeles y del poder de curar con oraciones. Y contó una historia verídica de cuando trabajó de voluntaria en un albergue de Houston, Texas, después del huracán. Una señora negra exigente le pidió atención. Ella se le acercó, le tomó las mejillas en las dos manos y con una sonrisa la miró en los ojos y le dijo: “¿Qué necesitas? ¿En qué puedo servirte?”. La señora negra empezó a llorar; era la primera vez que una persona blanca la tocaba.
Platicamos. Todo esto funciona, decía con un gesto hacia la colectividad a nuestro alrededor, “porque la gente quiere hacerlo. No es posible obligar a que vengan a hacer esto, no funcionaría...”.
Respondí que me parecía que “todo esto” funciona porque la gente toma iniciativa consciente, pero que en ciertas situaciones hay lugar para la coacción, que se podría “obligar” a la gente a hacer algo así. Me miró con seriedad, y hablé del papel de la coacción en la integración de una escuela en la película Remember the Titans (Los Titanes). Se le encendieron los ojos, pues estudió en una escuela donde ocurrió eso. Miró hacia una idea en la distancia y contestó: “Sí, sí, veo cómo podría ocurrir. Pero es importante tener a alguien que defienda firmemente algo, un líder y se necesita un interés común”.
El primer día, unos 60 voluntarios limpiamos la escuela primaria Martin Luther King. Veinte arrancamos la loseta rota. Mientras esperábamos en la larga cola para comer, hablé de la historia del comunismo, los logros de la China socialista, los avances en la medicina y ciencias, y cómo ver los errores que se cometieron. Charlaba con un estudiante preguntón de paliacate rojo de San Diego. Su papá vivió en Laos. Al sol de la tarde acompañé a una joven en un juego de columpios en medio del pasto crecido. Por un rato agitamos las piernas y observamos en silencio las nubes. De solo 18 años, participa en un colectivo ambulante que abrirá un centro de salud de la mujer en Nueva Orleáns. Cuenta que son cristianos que se consideran progresistas y que no les agrada Bush. Con entusiasmo adquirió un ejemplar de Revolución y otro para su hermano.
Al atardecer antes de la cena, jugamos al básquet en el gimnasio. Hablamos del trabajo del día. De noche en las escaleras toqué el DVD de Bob Avakian, Revolución: Por qué es necesaria, Por qué es posible, Qué es. Un grupo de cinco estudiantes de San Diego lo vio conmigo. Hicieron preguntas muy arro-jadas, como qué haría un país comunista sobre el genocidio en África. Di la mejor respuesta que pude sobre las contradicciones con que lidiaría una sociedad socialista y la importancia de tener una perspectiva internacionalista proletaria.
La última noche llevé en mi coche a los cuates de básquet y otra gente a una vigilia frente a la iglesia San Agustín, una alta iglesia blanca del French Quarter con vidrios emplomados. Los niños estaban colgados de las ventanas, codo a codo, para ver a Jesse Jackson, Al Sharpton, fieles, voluntarios y más. Aplaudían y movían las manos al aire al ritmo de una charanga de Nueva Orleáns. Esta fue la primera iglesia del Sur que permitió que los negros libertos y esclavos rezaran al lado de los blancos. Es un lugar con mucha historia, bajo amenaza y ataque. Con el pretexto del huracán, la arquidiócesis quiere echar a esta congregación. Pero la gente está harta y no está de humor para dejar que se siga destruyendo su comunidad. Tienen ganas de luchar, perseverar.
Una mujer de mi edad parada al borde de la multitud se balanceaba al ritmo de la música. Portaba una vela morada que se reflejaba en sus ojos. Llevaba aretes de lunitas, una blusa azul y una falda floreada. Platicamos largo rato. Viaja por el país, vive en una camioneta. Había estado cinco meses de voluntaria con la iglesia. Era su última noche. Le pregunté cómo se sentía. Se quedó callada un momento y dijo que “saturada”.
Le vendí el periódico Revolución y charlamos sobre las posibilidades revolucionarias en el país y que en esta sociedad falta de todo, de ayuda para los damnificados a alimento para el alma. Me preguntó cómo se podría hacer una revolución, pues hay gente como sus padres que ven la necesidad del cambio pero no están dispuestos a hacer sacrificios ni a mover un dedo. Opina que todos debemos hacer todo lo bueno que podamos como individuos, forjar lazos en las comunidades y multiplicar eso.
Me parece que eso tiene un elemento de verdad. Le expliqué mi propia manera de ver las cosas, a partir del artículo “Reforma o revolución” de Avakian. En Nueva Orleáns están las semillas de un futuro radicalmente diferente, que no se puede consumar en los hechos sin una revolución y una clase radicalmente diferente de poder estatal. Imagina un estado que movilizara a las decenas de millones de personas enfurecidas y entristecidas por el huracán y que quieren ayudar. En lugar de un estado que mata, reprime e ignora cuando hay un desastre, un estado que desencadena a la gente para satisfacer las necesidades básicas de la sociedad sin recurrir a la explotación y opresión. Imagina que la gente se reúna y cree un espíritu y cultura en torno a eso... algo parecido a lo que la gente logró con su creatividad en la lucha por la reconstrucción, con la ayuda de las masas afectadas.
Paradas a la orilla de la multitud a la luz del alumbrado, hablábamos en susurros, escuchábamos atentamente. Me observaba un minuto y paradas juntas nos observábamos otro minuto. Intercambiamos emilios, y ella me dio las gracias por la conversación y volvió a la multitud. No respondió de inmediato a lo que dije, ni a favor ni en contra. Pienso que me escuchó, que lo va a pensar. Sé que la tendré en la cabeza, en sus viajes de un lugar a otro, dedicada a contribuir a la sociedad y a ayudar a la gente como le parece mejor.
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Revolución #043, 16 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
El 30 de marzo, Anthony Soltero, un estudiante de 14 años, se pegó un tiro en la cabeza. El subdirector de la escuela secundaria De Anza, de Ontario, California, lo había amenazado con tres años de cárcel y multar a su madre porque Anthony organizó paros estudiantiles contra el proyecto de ley HR 4437. Su familia dijo en un comunicado de prensa que el subdirector le prohibió a Anthony asistir a la ceremonia de graduación como castigo por salirse de la escuela a protestar.
Su madre, Louise Corales, dijo: “En el octavo grado, Anthony estaba aprendiendo la importancia de sus deberes y derechos cívicos. Irónicamente, murió a raíz de que el subdirector de la escuela lo amenazó por ejercer esos derechos”.
¿En qué clase de sistema vivimos que los responsables de cuidar a los jóvenes y alimentar su pensamiento crítico amenazan a un estudiante de octavo grado con cárcel, multas y castigos porque protestó? ¡¿En qué clase de sistema vivimos que encierran a estudiantes en las escuelas, les rocían gas pimienta, los golpean con macanas, los arrestan, hostigan y amenazan — y en el caso de Anthony, lo llevan al suicidio— por pedir que traten a los inmigrantes como seres humanos?!
Eso es un producto del sistema imperialista... ¡y el mundo no tiene que ser así!
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Revolución #043, 16 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
De una corresponsal:En 1968, los estudiantes de prepa chicanos de East L.A. organizaron
potentes paros de protesta contra el racismo y la opresión en las escuelas, el prejuicio académico, castigos físicos por hablar español y pésimos edificios. Ese movimiento histórico es el tema de la película Walkout de HBO, que se estrenó en marzo y que se presentará varias veces en abril (el horario está en el portal de HBO). La película muestra cómo los estudiantes, con la ayuda de Sal Castro, un maestro progresista y popular, se enfrentaron resueltamente a la policía, los maestros retrógrados y a veces a sus propios padres. Es muy oportuna en medio del auge actual de lucha estudiantil por todo el país contra los ataques a los inmigrantes. El director y productor de Walkout es Edward James Olmos; vale la pena verla y discutirla en relación con lo que está pasando hoy, examinar las lecciones de la historia e identificar el problema y la solución.