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Revolución #49, 4 de junio 2006
El 19 de noviembre de 2005, un pelotón de marines atacó el pueblo iraquí de Haditha y mató a 24 personas a sangre fría.
El ataque empezó a las 7:15 de la mañana. Eman Waleed, de 9 años de edad, estaba en la casa cuando oyó estallar una bomba. La bomba era de la resistencia y mató a un marine. Poco después oyó disparos: en venganza, los marines mataron a cuatro personas que por casualidad estaban cerca de donde estalló la bomba.
La familia de Eman rezaba para que no les pasara nada cuando los marines tumbaron la puerta, les gritaron en inglés y los encañonaron. Mataron a los abuelos delante de ella. Un hombre y una mujer huyeron de la casa con un bebé y los marines abrieron fuego y mataron al hombre. Se dice que la mujer escapó con el bebé, pero de la familia de Eman solo sobrevivieron ella y un hermano menor, herido, porque los adultos murieron protegiéndolos.
Los marines fueron a la casa de al lado. Tumbaron la puerta y tiraron una granada en la cocina. Luego entraron y mataron a los sobrevivientes: ocho personas, de las cuales cuatro eran niños pequeños.
En la siguiente casa encontraron a Ahmed Ayed. Su hijo, Yousif, vivía al lado y corrió a ayudarlo cuando oyó los disparos. Le dijo a la revista Time que los soldados del ejército iraquí le bloquearon el paso y le dijeron: “No te acerques o los americanos te matarán a ti también”. Los marines arrastraron a cuatro hombres a un closet y los mataron a tiros.
Los marines se fueron cinco horas después y dejaron 24 civiles muertos. Inmediatamente corrieron a tapar lo que pasó: informaron que la bomba mató a 15 civiles, que los demás eran “insurgentes” y los mataron porque les abrieron fuego. Pero ahí mismo se comprobó que eran mentiras. Los cadáveres no tenían heridas de metralla sino de balas disparadas a quemarropa (como de ejecución). En las fotos y en un video tomado al día siguiente se ve que las casas están acribilladas de balas adentro, pero que no hay agujeros de bala en el exterior, lo que desmiente que hubiera un tiroteo con “insurgentes”. Pero los marines siguieron con su cuento, incluso cuando los sobrevivientes y los vecinos le contaron lo que pasó a la Associated Press. Solo en enero, cuando la revista Time le presentó el video y la versión de los sobrevivientes, la Infantería de la Marina admitió que los marines mataron a los civiles y dijo que fueron “daños colaterales”. Un vocero de la Fuerza Multinacional dijo: “La culpa de la muerte de los civiles la tienen los insurgentes, que ‘pusieron en peligro a los no combatientes, y no los marines que se defendieron’”.
Muchos periodistas han trazado comparaciones con lo que pasó en My Lai durante la guerra de Vietnam. El 16 de marzo de 1968, la “Compañía Charlie”, ya conocida por su salvajismo, masacró a más de 500 vietnamitas, casi todos mujeres, niños o ancianos. La víspera, el comandante, Ernest Medina, les dio a los oficiales permiso para matar a cualquiera que encontraran en el pueblo.
Sacaron a todos de sus chozas y los mataron con bayonetas; los tiraron a zanjas y los mataron a tiros. Violaron a varias mujeres antes de matarlas. El teniente William Calley, que dirigió la masacre, agarró a un niño de 2 años que trataba de escapar, lo tiró de nuevo a la zanja y lo mató.
A las 11 de la mañana, pararon para almorzar; después, se pusieron a masacrar de nuevo.
Taparon los sucesos de My Lai, a pesar de que se supieron por todas las fuerzas armadas y de que había fotos de los cadáveres en la zanja. La masacre indignó a otro grupo de soldados, dirigidos por Hugh Thompson, y estos rescataron a algunos niños. Thompson aterrizó su helicóptero entre los soldados y los civiles, y mandó abrir fuego contra los soldados de la Compañía Charlie si seguían matando.
Un soldado que se enteró de la masacre, Ronald Ridenhour, le escribió al presidente Richard Nixon, a varios congresistas y al alto mando militar, pero estos hicieron caso omiso de las cartas. La masacre de My Lai solo salió a flote un año y medio después, cuando el periodista Seymour Hersh se enteró.
My Lai tampoco fue una aberración: en Vietnam, la norma era aplaudir a los soldados por una alta tasa de muertos; se decía: “Si está muerto y no es blanco, es VC” (usaban el término despectivo VC, o Viet Cong, para describir a los luchadores de liberación vietnamitas).
El 26 de mayo la Infantería de la Marina anunció que las muertes de Haditha fueron “sin justificación” y posiblemente acusarán de homicidio a unos marines. Pero recordemos lo que pasó en My Lai: solo condenaron a un militar de bajo rango por la masacre, el teniente Calley, que le dijo repetidas veces a los soldados de la Compañía Charlie: “¿No los han liquidado? Mátenlos ya”. No condenaron a ningún oficial de alto nivel. Calley pasó unos años bajo arresto domiciliario y Nixon lo perdonó en 1975.
En ambos casos primero trataron de tapar lo que pasó y luego, cuando salieron los hechos, alternaron de una versión a otra: los soldados no podían diferenciar entre el “enemigo” y los civiles, o pensaban que estaban bajo ataque. Tanto My Lai como Haditha eran plazas fuertes de la resistencia a las fuerzas yanquis. El pretexto de que “todo el mundo nos odia” debe sonar familiar: es lo mismo que repite la policía para justificar sus asesinatos y brutalidad. Pero si todo el mundo odia a las fuerzas yanquis (¡con toda razón!), ¿qué dice eso de su papel? ¿Cómo se puede negar que sean una brutal ocupación que aplica castigo colectivo contra todo un pueblo por la resistencia?
Ahora dicen que fue obra de “un puñado de soldados malos”. No. Jody Casey, un soldado que ahora es miembro de Veteranos de Irak contra la Guerra, le dijo al periodista independiente Dahr Jamail que “nos dieron permiso para matar a gusto”. Dijo que solo tenían que colocar una pala al lado de un cadáver y decir que excavaba un hoyo para poner una bomba, y que era común llevar palas en los camiones con ese propósito. ¿No se parece a lo que hace la policía cuando coloca una pistola al lado de un negro o latino para decir que lo mató en defensa?
Mataron a centenares de iraquíes en Faluya en noviembre de 2004 para castigarlos por la oposición a la ocupación. Le cortaron el agua a la ciudad de Tel Afar en septiembre de 2004 y no dejaron salir a nadie de la casa para que no escondieran a los luchadores de la resistencia. Tumban puertas, les gritan a los niños aterrados en inglés y tratan a toda la población como el enemigo. Derramaron la sangre de los niños de Haditha: esa es la ocupación y la guerra yanqui en Irak.
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Revolución #49, 4 de junio 2006
Esto me lleva a otro punto que abordé en una charla hace casi 20 años. Como es importante, quiero volver a mencionarlo y subrayar lo importante que es entenderlo correctamente. Me refiero a la formulación y orientación (que es un poco mordaz a propósito) de ver como algo positivo la separación del movimiento comunista y el movimiento obrero, y de verla como parte de la ruptura con el economicismo y el reformismo. Esto representa una ruptura con toda una tendencia histórica que surgió y se impuso bajo Stalin, después de la muerte de Lenin: la identificación del movimiento comunista con el movimiento obrero. (Por otro lado, es importante subrayar que esa tendencia no solo se identifica con Stalin; también ha caracterizado a varias fuerzas que dicen que apoyan el “socialismo”, de un tipo u otro, y que se han opuesto y vilipendiado a Stalin, como los trotskistas, varios tipos de revisionistas, muchos socialdemócratas y otros socialistas reformistas, etc.).
Esta separación es un principio importante, pero de ninguna manera es lo mismo que separar al movimiento comunista del proletariado y del materialismo. Eso no lo necesitamos. Para que haya una revolución proletaria, especialmente en un país como este, tiene que fundamentarse en el proletariado, y esto entraña muchas contradicciones complejas.
Examinemos el carácter contradictorio de esto. Incluso si se pudiera concebir una revolución en un país como este sin el proletariado, o sin que el proletariado desempeñara un papel muy importante (incluso si se pudiera imaginar eso, por problemático que es), ¿creen que se puede construir el socialismo sin contar con el proletariado? Hablando muy concretamente, si se puede imaginar tal revolución sin contar con las masas populares que producen los artículos materiales necesarios para la vida (para construir una nueva sociedad), si uno va y les dice: “Bueno, produzcamos para hacer la revolución socialista”, van a contestar, directa o indirectamente: “¡Váyanse al diablo!”. Eso sería un gran problema. [risas] Tampoco es una situación estacionaria, porque mucha gente que no es proletaria hoy, como los semiproletarios y otros, pueden ser proletarios en la sociedad socialista (tendrán trabajo, se capacitarán y se entusiasmarán a contribuir, tanto material como política e ideológicamente, a la construcción de la nueva sociedad), cuando se haya conquistado el poder estatal y se tengan en las manos las riendas de la economía. Se pueden crear millones de nuevos proletarios de los sectores de desempleados y otros. Pero inclusive eso es un fenómeno contradictorio porque ser proletario en la sociedad socialista también tendrá influencias conservadoras, en comparación con la sociedad capitalista. En la sociedad capitalista, el proletariado es la clase explotada, mientras que en la sociedad socialista deja de serlo. Por supuesto, esto es algo muy bueno y este cambio radical es una parte integral del avance al comunismo, pero también entraña algunas influencias conservadoras. Por otro lado, incluso en el socialismo el proletariado será la clase que “sale perdiendo” en la división del trabajo, hasta que la revolución llegue al comunismo y esa división del trabajo se supere completa y finalmente. Por eso es que el proletariado se puede emancipar a sí mismo solo si emancipa a toda la humanidad: la única manera de superar y abolir las condiciones en que exista la base para volver a ser una clase explotada es transformar toda la sociedad, y de hecho todo el mundo, y crear una situación en que se hayan arrancado de raíz y acabado todas las relaciones de producción y las relaciones sociales, todas las instituciones, estructuras y procesos políticos, y todas las ideas que expresan y refuerzan la división de la sociedad en clases y la existencia de desigualdades sociales vinculadas a esas divisiones y antagonismos de clase (por ejemplo, entre el trabajo físico y el intelectual, y entre el hombre y la mujer).
Así que en el mundo actual vemos tendencias sumamente contradictorias con respecto a la situación de las masas populares. También hay tendencias contradictorias con respecto a los sectores aburguesados de la clase obrera en este país, a muchos de los cuales los están empujando hacia abajo los cambios que se desencadenaron con el fin de la “guerra fría” y la forma de resolución de la “guerra fría”, pero que ya estaban en marcha antes de eso. Esto tiene consecuencias contradictorias también. Estos cambios no llevan automáticamente a una postura más radical en el sentido positivo. Todo esto es parte de un cuadro complejo que tenemos que manejar. No podremos hacer la revolución proletaria, ni siquiera dar el primer salto de la conquista del poder, sin tener bases importantes en varias capas del proletariado, y sin esto tampoco podremos construir el socialismo y avanzar al comunismo.
Como parte del proceso de elaborar el borrador de nuestro nuevo Programa, investigamos detalladamente la situación del proletariado y de los diferentes sectores de la clase obrera, en líneas generales; pero tenemos que entender más profundamente la fisonomía, por así decirlo, las varias configuraciones del proletariado, tanto como de la sociedad en general. Tenemos que tener firmemente en mente el principio y la orientación estratégica en que Lenin hizo hincapié de ir más abajo y más a lo hondo a los sectores más básicos del proletariado, cuyos intereses concuerdan con la revolución proletaria, y se inclinan y gravitan hacia ella; pero tenemos que captar y manejar esto correctamente en toda su complejidad. Y tenemos que entender la evolución histórica de la clase obrera en Estados Unidos y sus tendencias contradictorias, qué manifestaciones han tenido durante las últimas décadas y tienen hoy.
Con relación a esto, un libro que me llamó la atención es Working Toward Whiteness, How America’s Immigrants Became White (Cómo los inmigrantes a Estados Unidos se volvieron blancos), de David R. Roediger. El libro concuerda con los temas y puntos de análisis de Thomas Sugrue en The Origins of the Urban Crisis (Los orígenes de la crisis urbana). Sugrue escribió sobre la situación de Detroit, pero Working Toward Whiteness examina toda la época del Nuevo Trato (New Deal) y de la posguerra tras la II Guerra Mundial.1 Roediger examina la suburbanización y el aburguesamiento de importantes sectores de trabajadores (blancos), especialmente de los obreros sindicalizados. Se concentra en sectores de la clase obrera que llama los nuevos inmigrantes: los que llegaron del este y el sur de Europa después de la I Guerra Mundial. Estos inmigrantes experimentaban discriminación y los mantenían en una especie de situación intermedia: no los consideraban enteramente estadounidenses ni blancos, pero los diferenciaban de las nacionalidades oprimidas, especialmente los negros. El libro detalla lo que les pasó. Por ejemplo, explica que gran parte del movimiento de eugenesia (las teorías racistas de inferioridad racial y de manipulación de poblaciones) de la época iba dirigido contra esos grupos. No cabe duda de que iba dirigido contra los negros y otra “gente de color”, pero también iba dirigido contra esos grupos inmigrantes; los eugenicistas los consideraban infrahumanos y, muchas de las características que hoy atribuyen a los inmigrantes de otros países, en esa época se las atribuían a los inmigrantes del Mediterráneo y el sur y este de Europa, por ejemplo la idea de que se reproducen como conejos.
Durante y después de la II Guerra Mundial, todo esto se desenvolvió en un contexto y marco internacional. Hablamos de esto en el borrador del nuevo Programa (e inclusive en el anterior Programa, si mal no recuerdo): del aburguesamiento de sectores importantes de la clase obrera como consecuencia de la guerra, la posición de supremacía del imperialismo estadounidense en el mundo imperialista, que le permitió sobornar a amplios sectores de la clase obrera.
Aquí también se pueden ver otras interconexiones. Por ejemplo, se ha indicado que un aspecto de la “estrategia de defensa” de la patria en la posguerra, especialmente del gobierno de Dwight Eisenhower, fue la construcción de un gran sistema de carreteras interestatales. Se construyó como parte de las necesidades de “defensa” en el contexto de la “guerra fría” y de la confrontación con la Unión Soviética, que pasó por varias fases pero que era bastante aguda en los años 50. Una consecuencia de un sistema de carreteras de alta velocidad, que al principio fue coincidencia y después fue más consciente por parte de la clase dominante, fue que creó una base material para la suburbanización porque permitía vivir en barrios periféricos y trabajar en las ciudades. Es otro ejemplo de las interconexiones entre la situación y las contradicciones internas e internacionales.
El libro de Roediger contiene importantes puntos y análisis, y quiero mencionar algunos de ellos. Dice que inmediatamente después de la guerra, “cuando el tío Sam decía que el nivel de consumo de los estadounidenses, fruto del sistema de libre empresa, probaba su superioridad al sistema soviético, una casa en los suburbios pasó a ser un símbolo importante (para los blancos), y el propietario subvencionado [nótese: subvencionado] pasó a ser el ciudadano social por excelencia. ‘Cuando uno puede criar a sus hijos en un buen barrio’, le dijo un vendedor de casas suburbanas a la revista Time en 1947, ‘irán a pelear contra el comunismo’”. [risas] Roediger habla del anticomunismo liberal y dice que planteó la oposición al racismo y la discriminación en el marco del interés nacional y de librar la “guerra fría”. Dice: “El anticomunismo liberal creó nuevas oportunidades para atacar las leyes Jim Crow [las leyes discriminatorias—Trad.] diciendo que minaban la unidad nacional y desprestigiaban a la nación en la guerra fría. Simultáneamente, presentó al suburbio blanco como la apoteosis del mercado libre, la sociedad de consumo y el sueño americano”. (Apoteosis quiere decir elevación al nivel de un dios o de ejemplo perfecto de un fenómeno). Esto es un punto importante: el suburbio blanco fue la apoteosis del mercado libre, la sociedad de consumo y el sueño americano.
Roediger continúa: “Presentado a veces como ‘el derecho a un barrio homogéneo en términos raciales’, el ‘derecho de los blancos’ o [nótese] la ‘libertad de elección’, trazó vínculos entre el segregacionismo urbano norteño y las demandas al estado características del progreso de los nuevos inmigrantes durante el Nuevo Trato” (una vez más se refiere en particular a los inmigrantes del este y el sur de Europa). Y dice algo muy importante con relación a muchos puntos que he subrayado: “Por supuesto, en ninguna sociedad, mucho menos una sociedad basada en el mercado, existe el ‘derecho de escoger a los vecinos’”. Nótese que esto es una manifestación del principio de Marx de que “el derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado”. Roediger continúa: “En realidad, la grandilocuente retórica pro segregacionista nunca planteó tal derecho [el derecho a escoger a los vecinos] y en cambio expresó la degradación lingüística de la supremacía blanca, que asumía que el concepto de ‘libertad’ conllevaba el derecho de no vivir cerca de ‘negros… chinos, mexicanos, amerindios y demás minorías’”. Continúa: “La política de vivienda del Nuevo Trato les confirió poderes y ventajas a los nuevos inmigrantes, pero como blancos y no como inmigrantes. Tal política es el ejemplo más claro de las reformas ‘blanqueadoras’ del Nuevo Trato. Amplió y aclaró los medios de favorecer a los blancos y aumentó la importancia de adquirir una identidad blanca”.
Es decir, Roediger afirma que no era simplemente racismo espontáneo. Sí había mucho racismo, pero además la política oficial del Nuevo Trato “amplió y aclaró los medios de favorecer a los blancos y aumentó la importancia de adquirir una identidad blanca”, como dice.
Continúa: “[Las medidas estatales] también hacían destacar la coacción que acompañaba los incentivos federales”. Es decir, se trataba de una combinación de incentivos y amenazas: si uno reafirmaba su identidad blanca, recibía ciertos beneficios; si no lo hacía, sufría las consecuencias.
Roediger describe cómo se desenvolvió esto: “Las normas de la FHA [entidad federal de préstamos para la vivienda] atacaban los barrios ‘mixtos’, y lanzaban advertencias contra la presencia, o incluso la posible infiltración, de poblaciones ‘socialmente antagónicas’ o ‘elementos raciales incompatibles’”. Recuérdese que está hablando de una entidad federal. “Así que la FHA y la VA [Veterans Administration] ayudaban a los descendientes de los nuevos inmigrantes a conseguir tasas de crédito más favorables y a comprar casas más baratas, y los desviaban de las zonas urbanas mixtas donde estaban los barrios de inmigrantes y las instituciones étnicas”. Es decir, esas entidades gubernamentales hubieran podido dirigirlos hacia los barrios mixtos, donde hubieran podido transformar su situación de una manera más cómoda, pero en vez los alejaban a propósito de tales barrios, de la integración, y los dirigían hacia los barrios suburbanos segregados. “La FHA”, dice Roediger, “fue la encarnación de la alianza del Nuevo Trato de los demócratas sureños supremacistas blancos y los segregacionistas norteños, en este caso los agentes de propiedades, los banqueros y los propietarios de vivienda blancos urbanos y suburbanos”.
Continúa: “Fuera de las consecuencias raciales dictadas por la lógica ‘sin raza’ del mercado [es decir, fuera de la espontaneidad de los factores económicos] en una sociedad desigual, la FHA creó potentes opciones preferenciales para los blancos… Con el máximo nivel de iniciativas de vivienda reservado para los blancos, los proyectos de vivienda pública, como nos recuerda el historiador Craig Steven Wilder, eran ‘las únicas construcciones nuevas a la disposición de los negros y los puertorriqueños’, y ‘por lo general las construían en zonas segregadas, lo que reforzaba la ghettoización’”. Una vez más, se trataba de una política federal consciente.
“Desde el comienzo”, dice Roediger, “el Nuevo Trato puso en práctica una política de vivienda de dos niveles. Por un lado, las iniciativas en materia de vivienda pública se dirigían principalmente a los trabajadores de bajos ingresos. Esas iniciativas le hacían venias a la segregación pero ayudaban a los pobres de todos los colores”. Es decir, reforzaban la segregación pero se ofrecían a los habitantes de una variedad de barrios, de diferentes razas o nacionalidades. “Igual que la ayuda directa”, y esto es muy importante, “la vivienda pública en poco tiempo cayó en el estereotipo de ‘welfare’ para los afroamericanos, de ‘limosna para los vagos’. Por otro lado, la ayuda gubernamental [es decir, las subvenciones] a la vivienda privada beneficiaba a propósito y en gran escala a los propietarios y compradores de casas blancos, pero no se consideraba de ninguna manera welfare”. [Citas de David E. Roediger, Working Toward Whiteness, How America’s Immigrants Became White, The Strange Journey from Ellis Island to the Suburbs, Basic Books, 2005, pp. 230, 226, 228, 231, 232, 227-28, 225, énfasis mío]
Este es un punto muy profundo: cómo se estereotipó la situación con segregación intencionada y estigma. Los dos lados que describe Roediger son una consecuencia de los fondos y subvenciones federales, pero uno es vivienda pública y se considera de segunda clase, limosna para los flojos; el otro se alaba como símbolo o apoteosis de la buena sociedad, con subvenciones gubernamentales a los propietarios individuales y segregación por “raza”, definida por la clase dominante.
Además, Roediger señala que el afianzamiento e institucionalización de la segregación, la discriminación y la supremacía blanca en la vivienda como consecuencia del Nuevo Trato fue acompañado de medidas parecidas en el empleo, incluso en la clase obrera industrial, y que esas medidas las aceptaron los dirigentes de los sindicatos industriales del CIO (Congreso de Organizaciones Industriales), que también cobró fuerza durante el Nuevo Trato. Esos “dirigentes sindicalistas” (entre comillas) eran reformistas y ligaron sus propios intereses a la “fortuna” del imperialismo estadounidense. Eso lo digo yo. [risas] Por su parte, Roediger continúa: “Dada la posición desigual de los nuevos inmigrantes y los trabajadores de color, las normas no raciales del CIO conferían poderes a los nuevos inmigrantes para defenderse como blancos”. (Working Toward Whiteness, p. 220) Es decir, como no luchaban contra la supremacía blanca, reforzaban la supremacía blanca y las manifestaciones del racismo en la superestructura.
Tomando en cuenta una vez más la dimensión internacional (específicamente el papel y las metas del imperialismo estadounidense en ese período), se puede ver que la defensa de la “blancura” estaba vinculada a la defensa del “americanismo”. Además, se puede ver la traidora subordinación del Partido Comunista, a pesar de su oposición declarada a la supremacía blanca y de sus acciones para combatirla, al marco del Nuevo Trato, por lo que esencialmente se volvió un apéndice del imperialismo estadounidense, con su supremacía blanca, que es un elemento institucionalizado del sistema y que se atrincheró más profundamente (como lo demuestra Roediger) durante el Nuevo Trato y la posguerra, cuando el imperialismo estadounidense triunfó y surgió como la principal potencia imperialista.
Aquí vale la pena citar a Eric Alterman, autor del libro What Liberal Media? Es socialdemócrata y liberal (y tiene claras limitaciones), pero ha dicho algo interesante e importante. Hablando de comentaristas como Bill O’Reilly y Chris Matthews [comentaristas reaccionarios—Trad.], dijo: “Para O’Reilly y Matthews, el concepto de ‘clase obrera’” (O’Reilly siempre dice que es de la clase obrera, [risas] pero su padre era agente de propiedades o algo por el estilo; siempre dice “soy un tipo de la clase obrera”, pero como dice Alterman) “para O’Reilly y Matthews, el concepto de ‘clase obrera’ no se define por ingreso sino por los valores culturales, como trabajar duro, devoción a la familia y respeto por la autoridad y la tradición”. (De pasada, se debe decir que el ingreso como tal no es una manera científica de establecer la clase a que pertenece una persona. Por ejemplo, puede que el dueño de una tienda gane menos que el trabajador de una maquiladora, pero los trabajadores son proletarios y los tenderos son pequeñoburgueses. Pero esto no le resta importancia a lo que dice Alterman). En realidad, los valores que Alterman resume son valores pequeñoburgueses de cierto tipo: una manifestación en la superestructura que representa a cierto sector de la pequeña burguesía trabajadora y de la aristocracia obrera. Así que este es un punto interesante e importante, y subraya una vez más lo importante que es entender correctamente lo que dijo Lenin de que la clase obrera se ha dividido en la época imperialista y de que la revolución debe ir “más abajo y más a lo hondo” y basarse en esos sectores del proletariado; y lo importante que es entender correctamente la separación del movimiento comunista y el movimiento obrero.
Por otro lado, con la conclusión de la “guerra fría” y el aumento de la globalización, ha habido cambios importantes y mucha “transición” en la clase obrera en general en Estados Unidos. Esto ha creado más bases objetivas para acercar a ciertos sectores antes aburguesados a la revolución proletaria, aunque las consecuencias de esto son sumamente contradictorias y de ninguna manera llegan a una mayor conciencia de clase en un sentido mecanicista o lineal, ni espontáneamente. El hecho de que el aburguesamiento de ciertos sectores de la clase obrera se está resquebrajando hasta cierto punto de ninguna manera lleva espontáneamente a la radicalización positiva, en un sentido mecanicista o lineal o espontáneo.
Nuestra orientación y enfoque estratégicos tienen que ser: ganar a la clase obrera amplia como parte del Frente Único con Dirección Proletaria, y anclarnos fundamentalmente en los sectores de “más abajo y más a lo hondo” del proletariado y en la cosmovisión y los intereses fundamentales del proletariado, no como individuos sino como clase, no como representantes de ciertos grupos del proletariado sino fundamentalmente como representantes de la cosmovisión y los intereses del proletariado como clase en el sentido más amplio. Aquí una vez más se ve la importancia del concepto (que he abordado en otras charlas y escritos) que hemos caracterizado como “combinar todos los factores positivos” (¡en oposición a todos los factores negativos!) del proletariado (y las masas básicas en general), con relación al desarrollo de la lucha y del frente único, con dirección proletaria.
Tomemos por ejemplo el libro Do or Die de Leon Bing sobre las pandillas de Los Ángeles. Ella describe a un chavo negro de 14 años, miembro de una pandilla, que observa diariamente a unos mexicanos que van a trabajar, lo que para él es un fenómeno raro. Para él es un fenómeno poco familiar, dadas las circunstancias en que ha crecido y la gente que conoce. Lo ve como algo raro; ¿qué es esto? Por otro lado, acabo de leer un artículo en nuestro periódico sobre una manifestación de 40,000 trabajadores inmigrantes en Chicago2 y sobre la labor de llevarles la convocatoria de El Mundo No Puede Esperar, el periódico Revolución y el DVD de mi charla Revolución. A raíz de eso, un proletario mexicano dijo que el DVD le enseñó la historia de los negros en Estados Unidos, toda la horrorosa historia de opresión; no sabía nada de eso y fue importante saberlo.
Así que, ¿cómo vamos a combinar todos los factores positivos? Por supuesto, hay ciertos factores negativos, como la desproletarización y su efecto en la manera de ver el mundo, como he descrito. Por otro lado, no estar totalmente sumergido en la economía, especialmente en un país imperialista como este, y no caer en el aburguesamiento, tiene ciertos aspectos positivos. Uno está más dispuesto a adoptar una solución radical, especialmente a medida que esto le parece más real. Y es nuestra responsabilidad hacer el trabajo necesario para que eso pase, junto con el desarrollo de la situación objetiva, y para transformar la situación al máximo grado posible en todo momento.
Por otro lado, no cabe duda de que quienes trabajan con regularidad en una situación proletaria tienen ciertas cualidades positivas. Su vida entraña cierta disciplina. Está el aspecto de la socialización del trabajo, de trabajar junto y en coordinación con centenares o miles de personas directamente (y, en última instancia, con miles y millones más por todo el mundo), que cuenta mucho. Está la amplitud de miras que tiende a desarrollarse con eso, si bien otras tendencias compensatorias la contradicen. Y están esas tendencias compensatorias: el conservadurismo que surge de tal posición. Un inmigrante que viene a Estados Unidos de México tiene 12 parientes en su pueblo que dependen de lo que gana; eso tiene cierta influencia. Tiene cuatro hijos; se vino de su pueblo con cuatro hijos que mantener. Los hijos están pasando por los cambios que se ven cuando uno vive en una sociedad diferente. Los padres son proletarios o, como pasa muchas veces, la madre viene con los hijos y ella es (o en la nueva situación se vuelve) proletaria, pero los hijos, o algunos hijos, se meten en el negocio de la droga. Hay un montón de tendencias contradictorias y tenemos que forjar una síntesis de todos los factores positivos de esto, y vencer los factores negativos.
No vamos a hacer, y nunca habrá, una revolución proletaria de “proletarios puros”, especialmente en el sentido y con la perspectiva economicista (que reduce a los trabajadores y su lucha a la esfera económica; que reduce la lucha de la clase obrera a las preocupaciones inmediatas, como los salarios, o en todo caso la restringe a la esfera económica, la máxima expresión de la cual sería una huelga general). La revolución no será una huelga general, como piensan los trotskistas y otros que esencialmente comparten el mismo punto de vista, si es que piensan en la revolución. Pero fuera de eso, no será un desenvolvimiento ordenado en que el movimiento revolucionario del proletariado se desarrollará en proporción directa a la cantidad de proletarios que haya. Será un proceso mucho más contradictorio y complejo, sumamente más contradictorio y complejo.
Un asunto con que tenemos que bregar constantemente (del que hablé en un artículo sobre George Jackson, y es otra forma de la contradicción de Escila y Caribdis, de tener que navegar, metafóricamente, entre una roca y un remolino)3 es que sabemos que hay miles y, en última instancia, millones de jóvenes semiproletarios, por ejemplo, y muchos nos han dicho una y otra vez que “cuando llegue la hora, estaré con ustedes”. Bueno, algunos no lo dicen en serio en este momento (como materialistas tenemos que captar eso), algunos no lo dicen en serio, ¿okay? [risas] Pero muchos sí lo dicen en serio, y uno de los retos más difíciles de nuestra situación es encontrar la manera de materializar la inclinación de esos jóvenes a favor de la revolución, y de hacerlo de una manera que corresponda a la estrategia correcta y el camino revolucionario en un país como este (como mencioné antes),4 que no rompa con esa estrategia y ese camino, y que no rebase ni la situación ni la conciencia de las amplias masas en un momento dado, ni cómo y por qué estén dispuestas a luchar.
Hay muchas dificultades cuando se puede seguir el camino de la lucha armada, de la guerra popular desde el comienzo, como el atractivo de caer en el reformismo armado, o el revisionismo armado, especialmente el atractivo de caer en eso tras librar la guerra popular cierto tiempo y tropezar con nuevos obstáculos, y en particular el reto de luchar contra la fuerza concentrada del ejército reaccionario y hacer todo lo necesario para derrotarlo. De todos modos, esa situación tiene ciertas ventajas, que no tenemos nosotros porque el camino revolucionario en un país como este no es la guerra prolongada, que la lucha total por el poder solo puede desarrollarse después de un cambio cualitativo en la situación objetiva, y que, en preparación para tal cambio cualitativo, debemos embarcarnos en trabajo y lucha políticos e ideológicos para acelerar y aguardar el desarrollo de una situación revolucionaria. Pero una vez que, en el desarrollo de un movimiento revolucionario, se presenten las condiciones en que la lucha armada sea la forma necesaria y apropiada de lucha, aumenta la posibilidad de movilizar a la gente, y a muchos que antes no participaban en el movimiento. Hablando específicamente de los millones de jóvenes de los barrios pobres, si se presentan las condiciones para la lucha armada —una vez que exista una situación revolucionaria, con un pueblo revolucionario de millones y millones de personas— muchos de esos jóvenes lucharán en las primeras filas. Por supuesto, será necesario librar una tremenda lucha ideológica con ellos acerca de para qué están luchando y para qué deben luchar, porque habrá potentes presiones espontáneas a luchar por otra cosa y de una manera que corresponde a otras metas, y no por lo que deben luchar. Se necesitará una fuerte presencia e influencia de un núcleo sólido comunista y lucha ideológica, pero muchos jóvenes estarán en las primeras filas, mucho antes que muchos de los proletarios “clásicos”. Por otro lado, si se piensa que será posible hacer la revolución sin que esos proletarios se sumen a la lucha (especialmente a la lucha definitiva por el poder, cuando llegue la hora), no, eso no va a pasar.
Tal es la complejidad que tenemos que manejar. Una vez más, tenemos que manejar correctamente todo lo que una revolución realmente entraña y desencadena, en contraposición a una noción simplista, lineal y mecanicista de cómo se desarrollará. Y repito el estribillo familiar (o lo que debe ser un estribillo familiar) de que lo que se necesita es una interpretación y una visión materialista y dialéctica de todo esto: del proletariado y la revolución proletaria, de la base y los medios para hacer la revolución y avanzar hacia el comunismo, a diferencia de una versión burguesa o pequeñoburguesa de idealismo. Esta es la línea de demarcación fundamental, no de quiénes pueden participar en esta revolución sino de qué punto de vista y programa de clase tiene que dirigirla, y de lo que los comunistas tienen que encarnar y expresar para dirigirla.
1. Nota del autor: When Affirmative Action Was White, An Untold History of Racial Inequality in Twentieth-Century America, de Ira Katznelson, contiene una investigación de cómo el Nuevo Trato fomentó discriminación, y otros temas relacionados.
Regrese al artículo2. El autor dio esta charla en 2005, cuando apenas comenzaban las movilizaciones populares contra los ataques a los inmigrantes y antes de las grandes manifestaciones de los últimos meses.
Regrese al artículo3. Ver “Otro vistazo a George Jackson” en el Obrero Revolucionario #968, 9 de agosto de 1998. Es un pasaje de la charla “Vencer las dos grandes cuestas: Más acerca de conquistar el mundo”.
Regrese al artículo4. En otra parte de esta serie (“La base, las metas y los métodos de la revolución comunista, segunda parte”, Revolución #47, 21 de mayo de 2006), Bob Avakian habló de los dos caminos al poder, o “caminos revolucionarios” en diferentes tipos de países: en el tercer mundo, donde “el camino revolucionario en líneas generales [es] la guerra popular prolongada, que supone rodear las ciudades desde el campo por un tiempo y después tomar el poder en las ciudades y a nivel nacional”; y en los países imperialistas como Estados Unidos, donde por necesidad hay “un período de trabajo y de preparativos políticos (e ideológicos), seguido de una insurrección de millones y millones de personas, centrada y anclada en los centros urbanos”.
Regrese al artículoPermalink: http://revcom.us/a/049/sunsara-es.html
Revolución #49, 4 de junio 2006
Este otoño…
Sé que a nadie le gusta que le cuenten el final de una película, pero este argumento es muy conocido y el final es pésimo, así que se los voy a contar: la voluntad del pueblo no se expresará en las elecciones para el Congreso de este otoño.
En estas elecciones no se expresará el odio que siente el 70 y pico por ciento de la población por el presidente. Estas elecciones no sentarán las bases para un juicio de destitución de este mentiroso que ha aprobado la tortura, que ha espiado a probablemente millones de personas y que dejó a los negros morirse en el techo de sus casas. No pondrán fin a una horripilante guerra que el mundo entero rechaza ni impedirán la próxima guerra. No detendrán a las corporaciones que atizan el calentamiento global ni pararán la represión, deportación y caza de los inmigrantes. No frenarán el movimiento que quiere someter a las mujeres y los gays a las normas y los castigos del Antiguo Testamento.
No tienen que creerme a mí. Escuchen lo que dicen los peces gordos demócratas.
Howard Dean salió en el programa lunático religioso “The 700 Club” de Pat Robertson y tras alabarlo dijo: "No creo que la primera cosa que vayamos a hacer sea meternos en una pelea partidaria sobre un juicio de destitución". El vocero de Nancy Pelosi, la líder demócrata de la Cámara, dijo: "La destitución no está contemplada, a ella no le interesa ese tema". Hasta John Conyers se ha dado por vencido: "En vez del juicio de destitución, he optado por proponer una supervisión detallada de los supuestos abusos".
En cuanto a la guerra, el espionaje ilegal y las redes de tortura, Chris Dodd, senador demócrata de Connecticut, dijo claramente que la estrategia de su partido "no será ponernos a la izquierda del presidente en cuanto a la seguridad nacional, sino ponernos a la derecha". Pero Hillary Clinton encabeza la pandilla al no rechazar la posibilidad de usar armas nucleares contra Irán cuando dijo: "Hay que darle una señal clara al gobierno de Irán de que estamos considerando todas las opciones”.
Luego tenemos a Bob Casey, la nueva estrella del Partido Demócrata que se ha postulado para senador de Pensilvania. ¿Estarán más protegidos los derechos fundamentales de la mujer si al momio republicano Rick Santorum lo reemplaza el demócrata Casey, quien se opone al aborto y defiende a Alito?
Con alternativas como estas, debe quedar claro para toda persona que tenga la valentía de ser honesta que la voluntad del pueblo no se expresará en las elecciones. Y si permitimos que encaucen nuestra oposición, recursos económicos, tiempo y energía hacia las elecciones, entonces, de una u otra manera el 3 de noviembre oiremos furiosos a un candidato u otro decir que tienen un "mandato" para hacer todo eso.
No importa lo que uno quiera creer, la verdad es que será darle nuestro tiempo a politiqueros que están ABIERTAMENTE a favor de la guerra, de la represión y dispuestos a doblegarse ante los teócratas.
George W. Bush sigue siendo sumamente peligroso. Sigue creyendo que está cumpliendo una "misión de 'dios'". Preguntémonos, ante la creciente oposición, ¿ha abandonado su programa?
Miren lo que ha pasado en los barrios negros de Nueva Orleáns: hasta hoy hay casas a las que no han entrado para ver si hay cadáveres, todavía no han reparado los diques y por kilómetros cuadrados parece una zona de guerra. Recuerden la orden de "disparar a matar" a los "saqueadores", recuerden que obligaron a los negros a regresar a las zonas inundadas y encaren el hecho de que miles nunca más tendrán hogar.
Miren la primera plana de los periódicos del jueves pasado: cuerpos encogidos y sin rostro de hombres, mujeres y niños masacrados en su hogar en Haditha, Irak. Observen que los militares, a muchos niveles, encubrieron eso una y otra vez. Recuerden a Abu Ghraib. Recuerden a Bagram. Pregúntense cuál es el costo humano de esta guerra cada día que continúa.
Miren el espionaje de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional). Recuerden que Bush mintió más de una docena de veces y dijo que no espiaría a civiles sin orden judicial. Recuerden las conversaciones sobre un juicio de destitución, que se fueron reduciendo a darle un voto de censura y no terminaron en nada, aunque se siguen conociendo detalles de más espionaje. De hecho, Bush ha institucionalizado ilegalmente mayores poderes de espionaje y ha puesto al frente de la CIA al tipo que organizó esas medidas ilegales de estado policial.
Miren a las niñas y pregúntense si el mundo en el que les ha tocado vivir les enseñará que soñar es muy doloroso, que el cuerpo es una vergüenza, y que el embarazo y las enfermedades de transmisión sexual son el justo castigo por tener relaciones sexuales. Piensen en las tinieblas que van rodeando no solo a la mujer sino a toda la humanidad, ahora que el aborto se ha penalizado en Dakota del Sur e incluso está bajo ataque el control de la natalidad, y se pronostica que en marzo del año entrante es posible que la Suprema Corte anule el fallo Roe vs. Wade [que legalizó el aborto—Trad].
Finalmente, miren claramente el poder y la proyección de los Ayatolas Cristianos de América que predican una interpretación literal de la Biblia y obediencia ciega y arrogante a los más violentos y arcaicos pasajes del Nuevo y el Antiguo Testamento. Piensen en lo que significa que se hayan infiltrado en los más altos niveles del ejército, que estén predicando la guerra santa en estadios llenos de jóvenes y que ahora digan que Bush no está haciendo lo suficiente ni con la debida fuerza contra los gays, la mujer y la ciencia. Y en medio de todo esto, uno de los peces gordos demócratas hace una peregrinación al programa “The 700 Club” a besar el anillo de Pat Robertson.
No, Bush no se ha retractado y las partes centrales de su agenda siguen a todo vapor. Hay que parar todo eso. Hay que ponerle fin. No se puede tolerar, no debemos hacerle concesiones ni debemos ignorarlo. A no ser que lo paremos, a no ser que REPUDIEMOS toda esta dirección, todo lo que Bush ha hecho y seguirá haciendo será parte de las nuevas normas. Repito, sería muy tonto pensar que Bush ha dejado de ser sumamente peligroso y que no está dispuesto a tomar medidas drásticas para cumplir su programa.
Hace casi un año, la convocatoria de El Mundo No Puede Esperar afirmó: "El gobierno de Bush se ha propuesto redefinir la sociedad con un molde fascista por muchas generaciones. Tenemos que responder ya; el futuro está en juego". Esto sigue siendo acertado y correcto.
Pero esto tiene que quedar claro: seremos nosotros —y no los demócratas o las elecciones— quienes lo harán o quienes quieren que eso se haga. Los demócratas no desafiarán a Bush no principalmente porque creen que podrían perder las elecciones. El problema es mucho más hondo. Los demócratas apoyan la mayor parte del programa de Bush. Aunque tengan diferencias, a veces fuertes, están de acuerdo con Bush en la cuestión fundamental de reforzar y ampliar el imperio, y están de acuerdo con Bush en la actual guerra injusta por ese imperio, que se libra bajo el pretexto de una “guerra contra el terrorismo”.
Como dice la convocatoria de El Mundo No Puede Esperar: "No habrá un salvador del Partido Demócrata. Cada día se ve con más claridad lo fatal que es depositar la esperanza y la energía en 'líderes' que nos recomiendan pactar con fascistas y fanáticos religiosos. De hecho, eso lo que hace es desmovilizarnos". Eso también sigue siendo correcto y se ve con más claridad hoy.
En los últimos meses he viajado por todo el país y he hablado con mucha gente sobre el hecho de que tenemos que apoyarnos en nosotros mismos y millones más como nosotros, para que nosotros mismos saquemos al gobierno. En todas partes he encontrado gente que está pensando muchísimo en el futuro, que se rompe la cabeza pensando cómo podemos sacar corriendo al gobierno de Bush y sopesando cómo será dejar la política trillada, de costumbre y sin salida.
Después de una charla en un café de Texas recibí una carta de un estudiante cuya perspicacia y honestidad sobresalen. Dice: "Sentí que estoy viviendo en un tiempo en el que podría haber grandes cambios. En particular me inspiraron las protestas de los inmigrantes y la victoria de los chavos en Francia. Creo que a pesar del ambiente general de derrotismo de este país y a pesar de la pobreza y angustia del mundo, se ve también el potencial vivo de que ocurra algo sin precedentes. Y yo quiero ser parte de eso".
Si los millones que detestan la dirección de este gobierno se organizan y echan a andar otra dinámica; si los que piensan así empiezan a actuar a montones, otro futuro resultará posible.
El Mundo No Puede Esperar ha convocado a grandes acciones el 5 de octubre. La visión es esta: “faltar al trabajo y a la escuela, cerrar las universidades y preparatorias, y organizar grandes manifestaciones para dejarle saber al país y al mundo que… millones rechazamos este gobierno ilegítimo y criminal, que es un peligro para la humanidad”. Es una visión poderosa. Si logramos que sea realidad, podría cambiar cómo se define en este país y en el mundo lo que es aceptable y lo que es posible, y dar un paso gigantesco para sacar corriendo a este odiado gobierno y toda la dirección que encarna.
El amigo de Texas también escribió que “confrontar no solo al presidente y su gobierno, sino todo su programa, es un gran cambio. Le están pidiendo a la gente que haga algo realmente aterrador y algo que la mayoría seguramente no se ha imaginado que es capaz de hacer”.
En efecto. ¿Pero no sería mejor ser parte de dar un paso a lo desconocido y de fomentar esto que tragarse las más profundas aspiraciones y valores, y dejarse traicionar una vez más y lanzar a una horrible trayectoria?
El movimiento El Mundo No Puede Esperar—Hay que Sacar Corriendo al Gobierno de Bush tiene raíces. Vayan al portal worldcantwait.org y miren la increíble variedad de signatarios de la Convocatoria. Observen las caras de los jóvenes que se salieron de centenares de prepas el pasado 2 de noviembre, día del lanzamiento del movimiento. Miren y oigan los avisos que sacaron el periódico New York Times y la emisora Air America, que llegaron a millones. Luego pónganse a preparar el terreno para un torbellino de tal magnitud y desafío el 5 de octubre que cambie las pautas por todo el país y que suscite cosas nuevas locas y aparentemente inimaginables al aspirar a lo más alto.
El momento es fecundo. Sí, efectivamente podría darse un gran torbellino de lucha el 5 de octubre y podría traer grandes cambios. Pero para eso se necesita que centenares y pronto miles manden a volar la pasividad, la trepidación y la actitud de “hay que esperar a ver”. Para que el 5 de octubre sea más que una protesta simbólica y ritual, se necesitará trabajar mucho, aprender mucho, tomar muchos riesgos y divertirse mucho.
En estos momentos hay chavos que buscan cómo darle sentido a la vida; inmigrantes que se han lanzado con valor a la calle; mujeres, y hombres, escandalizados por Alito y la prohibición del aborto en Dakota del Sur; negros y otros para quienes la palabra “Katrina” es una herida abierta; militares enardecidos por las barbaries que les ordenan cometer. Están en barras gays y bibliotecas, en cines y esquinas, en megaciudades y pueblitos, en esquinas de jornaleros y hasta en megaiglesias y bases militares… esperando a que ustedes les hablen.
Junten a unos amigos y agarren un paquete de Convocatorias. Hagan una manta de “Hay que sacar corriendo al gobierno de Bush”, pónganla en una camioneta y a viajar. Vayan a Dakota del Sur con batas de hospital manchadas de sangre y con ganchos de colgar ropa (símbolos del aborto ilegal) y pónganse a discutir con fuerza y con enjundia con los mayores críticos que encuentren. Lean sobre la evolución, llamen a la prensa y hagan una manifestación en un museo creacionista con pancartas de “Descendientes de simios contra el gobierno de Bush”. Sigan el ejemplo de Ray McGovern y denuncien en público a los criminales del gobierno de Bush donde asomen la jeta. Organicen una fiesta de la cuadra o una exhibición de arte, pongan un aviso en un periódico, lean la Convocatoria en veladas literarias y en camiones. Vayan puerta a puerta y hablen en serio. Créanme, los van a invitar a entrar y tendrán la oportunidad de llevar a otros a abrazar esta causa.
Si tienen una voz pública, sean como Gore Vidal, Harold Pinter o tantos otros y aprovéchenla para condenar al gobierno de Bush y encaminar a otros hacia El Mundo No Puede Esperar, como un movimiento para expresar su voz y hacerse oír.
En todas partes, anoten direcciones de email y números de teléfono, reúnan dinero, repartan la Convocatoria y pasen la voz de que el 5 de octubre es el día en que docenas de miles de personas tienen que echarle ganas en serio para crear un nuevo impulso en la sociedad que saque del poder a estos criminales.
Tenemos una opción. Repatingarnos con los brazos cruzados y ver que a este potencial lo barra otra traición electoral, que le pondrá el sello del “mandato popular” al intolerable programa “ganador”. O meternos a la refriega y luchar por aglutinar un movimiento que estalle con la fuerza potencial y la audacia para sacar corriendo a este gobierno.
¿Qué podría ser más importante, más jubiloso o más urgente? No es muy tarde para cambiar el final de esta película, pero sí es tarde para negar que solo se podrá hacer con una actuación nunca vista.
Cambien de papeles. Siembren resistencia. Que el 5 de octubre sea un día que quede en los anales de la historia… y que cambie el futuro.
Nueva York: Del 2 al 11 de junio se realizará un proyecto de capacitación de organizadores de El Mundo No Puede Esperar con organización, capacitación, foros y discusiones políticas. Puntos destacados:
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Revolución #49, 4 de junio 2006
Cientos de inmigrantes mueren trágicamente a lo largo de la frontera cada año. Se tienen que enfrentar a la deshidratación, el calor intenso de los desiertos de Arizona y las interminables carreteras peligrosas. Muchos se quedan en el camino por el calor inmenso. El año pasado, la Patrulla Fronteriza encontró 463 cadáveres: un 42.5% de incremento en un año.
Berta Alicia de la Rosa, miembro de una institución mexicana que lucha para disminuir el número de muertes en la frontera, compara el hecho de morir en la frontera: “Es como cocer a fuego lento el cuerpo y el cerebro. Cuando los encontramos, tienen la piel hecha chicharrón, se nota que se quitaron la ropa o se enterraron en la arena para escapar de las altas temperaturas”.
Cuando el gobierno estadounidense implementó su nefasta Operación Guardián en 1994, fue imposible para los inmigrantes cruzar por las zonas más comunes en California y Texas.
La militarización de la frontera con cercas, cámaras, helicópteros y el incremento de los agentes fronterizos y los grupos de vigilantes, como los Minutemen, hacen buscar caminos más remotos y peligrosos para llegar al norte, y enfrentarse con el calor de los desiertos de Arizona.
Parks dijo: “Los inmigrantes cruzan por aquí porque cerraron San Diergo y El Paso”. Debido a esta situación, Parks anticipa más muertes y rentó un trailer para albergar cadáveres que ya no caben en la morgue. La misma morgue está construyendo otro cuarto para duplicar su capacidad a 300 cadáveres.
El sistema en el que vivimos, que es el imperialismo estadounidense, arranca a las personas de sus hogares y las hace cruzar la frontera para ver cómo subsistir. Y al mismo tiempo, les hace más difícil la entrada a este país intencionalmente al ampliar las bardas y el número de agentes cada año, y alentando a los Minutemen, todo esto con plena conciencia del terror que significa para los inmigrantes.
¡La ola de protesta que recorre el país por los derechos de los inmigrantes es magnífica! De Nueva York a Los Ángeles, de Chicago a Houston, millones se han tomado las calles por la justicia y los derechos básicos.
Los inmigrantes viven con terror a diario: sin papeles, sujetos a redadas sorpresa, detenciones y la deportación o en la mira de paramilitares. En lugar de paralizarse y esconderse en las sombras, están alzando la cabeza, preguntando la razón de esa situación y qué se puede hacer al respecto, ¡y están en pie de lucha!
Las demandas básicas del pueblo son claras y justas, y hay que cumplirlas. Son:
De “Bienvenidos los inmigrantes ¡Abajo el muro!”, Revolución #43, 16 de abril de 2006, en revcom.us
La actual frontera mexicano-estadounidense se impuso en la década de 1840 después de que Estados Unidos libró una guerra contra México por grandes extensiones de territorio, a fin de ampliar la esclavitud en el Sur y expandir el capitalismo estadounidense en general. En los últimos diez años, más de cuatro mil personas han muerto porque los muros y la militarización de la frontera cerca de las ciudades obligan a cruzar por desiertos y montañas. Para colmo, algunos de la clase dominante quieren levantar más muros. Pero el “muro virtual” que piden otros es igualmente mortífero: más equipo policial y militar de punta y más agentes de la Patrulla Fronteriza. Sea físico o “virtual”, el muro es parte de la militarización estadounidense de la frontera y mata.
¡La actual frontera entre Estados Unidos y México no tiene nada de sagrado ni permanente y no tiene nada que respetarle!
En la guerra fría de la década de 1980, el presidente Ronald Reagan fue al muro de Berlín, símbolo de la aguda contienda de la época (con la amenaza de guerra nuclear) entre los bloques rivales de gángsteres imperialistas encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Como representante del gobierno estadounidense, Reagan lanzó un reto al jefe soviético: “Sr. Gorbachov: derribe el muro”. Unos años después, los imperialistas estadounidenses salieron triunfantes de esa contienda.
Desde una perspectiva de clase diametralmente opuesta y con una misión histórica completamente distinta, contra la mortífera ofensiva antiinmigrante de Bush y su clase, el proletariado revolucionario declara: “¡Abajo el muro!”.
De “Bienvenidos los inmigrantes ¡Abajo el muro!”, Revolución #43, 16 de abril de 2006, en revcom.usPermalink: http://revcom.us/a/049/concentracion.html
Revolución #49, 4 de junio 2006
Permalink: http://revcom.us/a/049/al-diablo-el-english-only.html
Revolución #49, 4 de junio 2006
El jueves 18 de mayo, el Senado (que supuestamente es la “voz de la razón” en el “debate de la inmigración”) legisló que el inglés es el idioma nacional. El impacto inmediato de esto no está claro, pero con toda seguridad tendrá consecuencias negativas para los indocumentados. Además, es un toque de clarín para demonizar, marginar y atemorizar más a los inmigrantes.
Esto no es apenas simbólico. El periódico Washington Post resumió así su impacto: “Nadie tiene derecho a comunicaciones o servicios federales en un idioma que no sea el inglés, exceptuando los que ya garantiza la ley”. Esta ley puede eliminar órdenes ejecutivas de Clinton y Carter de que ciertos servicios básicos, las reglas de conducta de los trabajadores públicos y ciertas ordenanzas se den en varios idiomas. La reaccionaria campaña de “English-Only” ha dicho que mandar que haya traductores en los hospitales es un exceso de plurilingüismo y que ojalá esta ley lo pare.
El voto del Senado fue parte de la dinámica de “yo chingo más a los inmigrantes que tú”, que está en marcha en la clase dominante. Horas antes, Bush le pidió al Congreso casi dos mil millones de dólares para mandar la Guardia Nacional a la frontera y apoyó la construcción de 370 millas de cercas.
Además de limitar los servicios esenciales a los inmigrantes (tengan o no tengan papeles), esta ley busca degradar y deshumanizar. Hace apenas una generación, golpeaban a los niños en las escuelas por hablar español. Antes de eso, a los amerindios les sacaron a golpes el idioma natal de la cabeza.
El Senado también mandó crear nuevos exámenes de inglés, de historia y de cultura de Estados Unidos para obtener la ciudadanía. Eso hace pensar en los exámenes que les hacían a los negros en el Sur sobre puntos misteriosos de derecho constitucional para que no pudieran votar.
Una enmienda de la ley dice que nada “debe disminuir ni aumentar los derechos existentes” de servicios plurilingües. Pero eso va contra el cuerpo de la ley, que elimina explícitamente muchos de esos derechos. Se supone que las diferencias las van a resolver en una reunión con la Cámara de Representantes, que es todavía más agresiva contra los inmigrantes.
Esta nueva medida del Senado es parte de la actual reestructuración general del marco de explotación de los inmigrantes, que son una fuente esencial de superganancias para la economía. El gobierno está tratando de reconstituir las normas de la sociedad, a raíz de los cambios de la economía global. Este es un proceso que ha desestabilizado a amplios sectores sociales del país.
En ese contexto, declarar que el inglés es el “idioma nacional” es parte de los esfuerzos de polarizar la sociedad de una forma que aísle a los inmigrantes y les eche la culpa de lo que les está pasando a los demás.
Al analizar el discurso de Bush sobre la inmigración, escribimos:
“Resumiendo, el gobierno tiene una fuerte contradicción entre las necesidades de mano de obra inmigrante y la amenaza a la uniformidad y ‘cohesión’ cultural, política y social que entraña la presencia de millones de inmigrantes; pero sus esfuerzos de lidiar con esto crean más fuerzas centrífugas.
“No fue gratuito que Bush proclamara en su discurso que todos deben saber inglés y ‘respetar la bandera’ como símbolo de ‘ideales compartidos’, y que acto seguido el Senado legislara que el inglés es el ‘idioma nacional’; tampoco es gratuito que tanto los enemigos como algunos amigos (sinceros y falsos) de los inmigrantes se quejen de que saquen otras banderas. Al gobierno le preocupa mucho conservar una unidad nacional reaccionaria y está aprovechando esta crisis para alentar una horrible xenofobia (odio a los extranjeros).
“Está usando a los inmigrantes como chivos expiatorios de todas las inseguridades, problemas y temores que este sistema le ha causado a la ciudadanía. Simultáneamente, busca que los inmigrantes se sientan solos y aislados. ‘Échenles la culpa a ellos’, les dice el gobierno a los que nacieron aquí. Luego da media vuelta y les dice a los inmigrantes: ‘Esos nunca los van a ayudar’. Es un juego muy peligroso, que ha llevado a los campos de exterminio, y que hay que reconocer y rechazar”.
De “La crisis de la frontera” y la revolución: Dimensiones estratégicas”, Revolución #48, 28 de mayo de 2006
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Revolución #49, 4 de junio 2006
Hacer frente a la realidad tal como es para transformarla. Es la declaración más profunda que he oído en la vida y me está impactando como jamás me hubiera imaginado. Fui cristiana fundamentalista durante 13 años; esto dirigió mis pensamientos y acciones desde la edad de 11 años. Aunque a veces flaqueaba en la fe cristiana, no sabía que tenía otra opción. Soy una negra que vive en el Sur; si no soy creyente, ¿entonces qué sería?
Quisiera regresar al principio para explicar lo que me llevó a decidir ser cristiana en primer lugar. En la casa me trataban muy mal y en el contexto de una sociedad que no me valoraba como mujer ni como negra, sentía que desde todas partes me caían los golpes, aunque no era consciente de ello en ese entonces. Asistí a un campamento de la iglesia donde la mayoría de las niñas ya habían “encontrado la salvación”. Me sentí muy incómoda porque era “distinta”. Pongan eso en el contexto de los sermones constantes de que si uno no “se salva” está destinado al infierno y súmenle el “hecho” de que Jesús te ama; para una niña angustiada tenía sentido sumarse a los fieles. No pude imaginarme el dolor que me causaría esa decisión durante los siguientes 13 años.
Como cristiana, me resultaba difícil “apasionarme por dios” por mucho tiempo. Mi vida iba en una dirección que no seguía todas las oraciones y ayunos que hacía. Mi familia terminó en la calle, mi papá me seguía maltratando, y me deprimía tanto que más de una vez pensé en terminarlo todo. Lo que me saca de onda es que de tan desesperada, rogaba a dios que me salvara de todo eso, y ahora veo lo confundida que estaba al pensar que dios me podía salvar de nada. En el mundo en que vivía, las fuerzas externas me dirigían; yo no era más que un títere al que le jalaban las cuerdas. Por un lado mi fe me enseñaba que el destino lo preordena todo, que no me quedaba otra que aguantarme todo ese dolor y sufrimiento. Por otro lado, nos enseñaban a pedir alivio a Jesús. Hasta ahora que estoy escribiendo esto sigo confundida sobre este punto, pero en ese entonces aceptaba cosas que no tenían ninguna lógica.
Una vez le dije a mi mamá que estaba deprimida y que no sabía qué hacer. Se quedó pensativa unos momentos y luego me dijo que me encomendara a Jesús. Me puse furiosa. ¿Qué había hecho Jesús más que ponerme reglas que no podía cumplir y hacer que me diera coraje y tristeza por no ser buena como debía? Nunca pude ser lo buena que debía, y en mis momentos de más angustia me preguntaba si dios podía existir, pero nunca podía hacer la transición al ateísmo. Por una parte, no sabía que tenía esa opción. La iglesia no me iba a enseñar a pensar críticamente sobre sus enseñanzas. Mis padres y mi familia, tan creyentes, no me iban a dar el ejemplo de examinar profundamente lo que creía. Solo llegué a la conclusión de que dios sí existía, pero no para mí.
Quiero explicarles algo que para mí compendia la experiencia del “cristiano renacido” y el fenómeno de reincidencia. Durante los 13 años que fui cristiana, nunca me pude mantener al nivel debido de fe y me alejaba. Durante esas temporadas me sentía deprimida y luego regresaba a la iglesia, o como quien dice, volvía al redil. Al rato me enfadaba de nuevo con la iglesia, dios y la religión, y luego volvía a caer, y así continuaba. Es un ciclo que te mantiene allí dando vueltas una y otra vez. Pero lo que inicia este ciclo es lo que llamaría el síndrome del campamento de entrenamiento de reclutas. Igual que en un campamento de entrenamiento militar, cuando una persona decide ser cristiana, la quiebran. Así como el sargento de instrucción le grita al recluta que es “un gusano, la escoria de la sociedad”, igualmente en la iglesia a uno le dicen: “¡eres un pecador, eres sucio, impuro!”. Te quiebran, quedas vulnerable y los únicos que te recogen son, en el caso del campamento de entrenamiento, los mismos sargentos que te quebraron, o en el caso de la iglesia, el pastor o el maestro quien te dice que todo está bien una vez que aceptes a Jesús como tu salvador personal. Para mí es un símil apropiado y explica lo que ocurre. Este sistema capitalista nos aplasta tanto, uno se siente tan bajo, que no sabe qué hacer. Trata de aliviarse con drogas, alcohol y religión simplemente para que esta vida tenga sentido. Si uno no se enseña a pensar críticamente, se quedará dentro de ese ciclo vicioso.
Ahí entra el presidente Avakian. Escuché “Dios no existe y necesitamos liberación sin dioses”. Estuve de acuerdo con lo que dijo de política, pero cuando se metió con la religión dije: eso no lo toquemos. Entiéndanme, cuando se trata de religión, nos enseñan a no tocarlo. A no cuestionarlo, porque si uno pensara tantito sobre lo que cree, no tendrían ningún sentido todas las contradicciones, la falta de coherencia, la hipocresía, porque la Biblia la escribieron unos tipos en el desierto en una época muy distinta, que no tendrían idea de la vida de hoy y que usaban ese libro para controlar y manipular, y para exculpar su propia crueldad. Nadie creería nada.
Pensé para mí, al oír la charla del presidente Avakian, ¡cómo se atreve a exigirme pensar críticamente sobre mi fe! No es que mi fe fuera un lazo tan fuerte que me conectaba con la realidad y la verdad, sino que yo quería aferrarme al hilito que me quedaba. Ya cuando dejé de enfocarme solo en lo mío, me di cuenta que precisamente el hecho de no hacerle frente a la realidad era lo que agravaba los problemas que tenía y que había sufrido en el pasado. El no hacerle frente no me permitía ser una participante activa en la vida ni escoger el futuro que yo quería para mí y para toda la humanidad. Fue un paso grueso para mí porque una vez que lo capté ya no pude dar marcha atrás.
Antes, cuando la vida me abatía, me le escondía. La religión funciona muy bien para no tener que hacerle frente a las cosas como realmente son. Uno no tiene que transformar la sociedad, no tiene que transformar su propia vida porque dios se encargará de todo. Es un proceso de pensamiento muy peligroso; permite aceptar lo inaceptable y paraliza. Quisiera dar un ejemplo personal de cómo el hacerle frente a la realidad como es para transformarla me ayudó a mí durante un tiempo muy difícil.
Un día al salir del trabajo llegué a la casa y encontré a mi mamá tirada en el piso de la recámara: había sufrido un ataque cardiaco y derrame cerebral. Obviamente eso es algo muy difícil de aceptar y yo quería huir. Quería desaparecerme para no ver a mi mamá sufrir tanto. Solo unos meses atrás, me lo hubiera pasado en oraciones y ayunos. Ahora que me consideraba atea, ¿qué haría? Sentí mucho conflicto. Bueno, hablé con un amigo que me ayudó a entender que yo sí podía confrontar esa situación. Que puedo hacerle frente a la realidad y no tengo que escondérmele ni huir. Me senté y me hice confrontarla. ¿Cuáles podían ser las consecuencias del derrame cerebral y ataque cardiaco que sufrió mi mamá? ¿Qué se puede hacer y qué no se puede? Tuve que confrontar la posibilidad de que mi mamá no lograría sobrevivir, y pensar lo que pasaba si lo lograba o lo que pasaba si no. Tuve que sentarme y hacerle frente a la realidad: ¿cómo iba a responder a las posibles consecuencias?
Hacerle frente así a la realidad me ayudó a mantenerme más calmada durante las semanas que ella estuvo en el hospital; me basaba en la realidad y eso me alivió mucho en lo emocional. Hasta me sorprendí. Comenté a los amigos que si hubiera tenido que recurrir a las oraciones y a dios para sobrevivir eso, me hubiera vuelto un desastre. Hubiera permanecido en un mundo sin realidad, hubiera entregado la fuerza que tenía a un dios en el cual ya no creo, no me hubiera visto capaz de participar en la vida porque hubiera cambiado de un momento a otro a echarle la culpa a dios por permitir que pasara eso, a pedirle perdón y rogarle que curara a mi mamá. Se imaginan en qué estado hubiera caído.
Reconocemos que está mal la dirección en que va encaminada esta sociedad, y mucha gente religiosa también lo reconoce. En eso tenemos puntos en común. Sin embargo, este gobierno aprovecha la religión para dividir a la gente, especialmente los negros. Aprovechan el hecho de que tradicionalmente muchos negros son cristianos; al hacer propuestas y someter a votación medidas que tocan temas religiosos, suponen que los negros votarán con ellos y por ellos. Tristemente, muchos negros se han dejado llevar por ese camino. Como la religión juega un papel tan importante en su vida, su apoyo a los teócratas solo creará situaciones mucho más horrorosas para los negros en este país. Si las autoridades siguen usando la religión como base de la política oficial, el trato a los negros de Nueva Orleáns tras el huracán Katrina será lo normal para todos.
Sé que John Lennon escribió la letra de la canción “Imagine” pero tomemos un momento para imaginarnos un mundo sin religión. La gente ya no se doblaría mentalmente bajo la carga del “pecado”; esa carga se levantará. Podremos cambiar el mundo y liberarnos de las reglas antiguas que durante siglos se han usado para controlarnos y manipularnos. Nos daremos cuenta de que la gente misma tiene el poder, no un espíritu allá en las nubes. Nos motivaremos a ser una fuerza para el cambio, libres de la idea de que somos títeres jalados por otros. Sin dios ni religión para detenernos, podremos crear la sociedad que nos permite ver las cosas como realmente son, en beneficio de toda la humanidad. Abandonar la religión es lo que realmente nos liberará.
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Revolución #49, 4 de junio 2006
El lunes 22 de mayo arrestaron y acusaron de sedición a la coronela retirada y ex diplomática Ann Wright en la base militar de Fort McNair, en el estado de Washington. Ella fue a pedir que se responsabilice al secretario de Defensa por las torturas de Abu Ghraib. Cuando la entrevistaron en el programa radial “Democracy Now”, dijo que dejó en la base volantes de la película Sir, No Sir, sobre la resistencia de los soldados a la guerra de Vietnam. Wright renunció a su puesto diplomático como protesta por la guerra de Irak y rindió testimonio en la Comisión sobre crímenes de Bush (foto). El número 20 de Revolución tiene una detallada entrevista a Ann Wright (revcom.us).
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Revolución #49, 4 de junio 2006
Conclusión: La nueva visión del socialismo de Bob Avakian
Cada vez más personas se preocupan por el estado del mundo y la suerte del planeta. ¿Tiene que ser así el mundo? No; hay una alternativa mundial concreta: el socialismo y el comunismo. Pero constantemente nos remachan que el socialismo fracasó y que el capitalismo es lo máximo. Toda una generación no ha oído más que el socialismo es una pesadilla. Esa "revisión de la historia" también ha afectado a muchos intelectuales progresistas. El proyecto Pongamos las cosas en claro se propone convertir este ataque ideológico contra el comunismo en un debate enérgico en las universidades sobre el pasado del comunismo y el futuro del comunismo. El economista político maoísta Raymond Lotta está dando una serie de conferencias por todo el país con ese fin. La conferencia "El socialismo es mucho mejor que el capitalismo, y el comunismo será un mundo mucho mejor" confronta las mentiras sobre el socialismo, analiza la experiencia y los logros de la revolución bolchevique de 1917 a 1956 y de la revolución china de 1949 a 1976, y plantea la nueva visión de Bob Avakian sobre el proyecto comunista. Revolución está publicando por entregas la conferencia:
Primera parte: Introducción
Segunda parte: Comunismo y socialismo
Tercera parte: La revolución bolchevique estremece al mundo
Cuarta parte: El experimento soviético: El poder proletario abre paso a la revolución social
Quinta parte: El experimento soviético: Se establece la primera economía socialista
Sexta parte: La II Guerra Mundial y sus secuelas
Séptima parte: El gran avance de Mao: La revolución conquista el poder
Octava parte: El avance de Mao: Romper con el modelo soviético
Novena parte: El Gran Salto Adelante
Décima parte: La Gran Revolución Cultural Proletaria en China
Parte 11: Mao sobre las contradicciones en la sociedad socialista
Parte 12: La Revolución Cultural en China, Una irrupción sísmica
Parte 13: La Revolución Cultural, Lucha compleja y liberadora
Parte 14: La Revolución Cultural, Logros en educación y cultura
Parte 15: La Revolución Cultural: Salud y economía
Parte 16: La derrota del socialismo en China y las lecciones para el futuro
Bob Avakian ha elaborado un nuevo modelo radical de la sociedad socialista.
La dictadura del proletariado es la forma de poder estatal y de dominación de clase que permite al proletariado y sus aliados tomar las riendas de la sociedad… transformarla… e impulsarla hacia el comunismo: una comunidad de seres humanos que se asocian libremente. Se necesita un liderazgo firme y orientado al futuro para guiar las arduas y complejas luchas para alcanzar la meta de una sociedad sin clases. Hay que defender el poder y no dejar que los capitalistas lo arrebaten de nuevo.
Pero, como indica Avakian, tiene que ser un nuevo poder que valga la pena defender. El socialismo tiene que ser un espacio efervescente y vibrante en el cual el pueblo quiera vivir… y que abra el camino al comunismo. Avakian ha bregado con distintos aspectos de este reto y, al hacerlo, ha ampliado los horizontes del marxismo. Permítanme plantear unos puntos de sus ideas sobre la efervescencia intelectual y el disentimiento en la sociedad socialista.
El socialismo desencadena a las masas a manejar la sociedad y transformarla hacia la meta del comunismo. Es una sociedad que quiere y necesita unir y dirigir a amplios sectores sociales a sumarse a la meta de crear un nuevo mundo. Por eso, Avakian ha hecho hincapié en la importancia de las esferas intelectuales, artísticas y científicas, y en el papel que puede jugar el intelectual en la sociedad socialista.
El intelectual y la efervescencia intelectual pueden contribuir al dinamismo y el espíritu crítico que deben caracterizar la sociedad socialista. Un aspecto sumamente positivo de la vida intelectual es la tendencia a observar con nuevos ojos y desde nuevos ángulos, a desafiar el statu quo y el pensamiento rígido; y eso es algo que el socialismo necesita fomentar mucho más. La efervescencia intelectual y científica es imprescindible para la búsqueda de la verdad, para conocer el mundo más profundamente y poder transformarlo más a fondo.
Históricamente, a los de abajo se les ha excluido de la esfera del “trabajo con las ideas”. La sociedad burguesa crea espacios apartados y restringidos donde una minoría puede explorar ideas, mientras la gran mayoría de la humanidad vive explotada y sin oportunidad de participar en la actividad intelectual. La sociedad socialista tiene que transformar esta situación; tiene que ponerle fin a la explotación y permitir a las masas populares trabajar con las ideas, abordar todos los temas y participar de lleno en la sociedad. La Revolución Cultural fue un gran avance en esa dirección.
Por otra parte, Avakian ha indicado que la sociedad socialista tiene que ofrecer oportunidades y espacios a los intelectuales, artistas y científicos. El objetivo no es mantener y reproducir las relaciones de torre del marfil que existen en el capitalismo. Pero tampoco hay que sofocar y limitar a los intelectuales; hay que unirse con ellos y dirigirlos.
Hay que reconocer que esto ha sido un problema en las sociedades socialistas hasta la fecha. Ha existido la tendencia a no dar mucha importancia a la actividad intelectual que no sirva directamente al programa del gobierno socialista en un momento dado o no esté ligada a él; o incluso se le considera un estorbo.
En el proceso de analizar este problema y criticar los puntos débiles, Avakian ha examinado la experiencia de la revolución proletaria en las esferas intelectuales y científicas.
Veamos el famoso asunto Lysenko. Lysenko era un agrónomo soviético de origen proletario que en los años 30 abogó por la teoría de que las características adquiridas se pueden heredar, algo incompatible con la biología y la genética modernas. Sin embargo, era una teoría tentadora porque prometía aumentar rápidamente la producción de granos. Como enfaticé cuando abordé la experiencia soviética, urgía solucionar los problemas económicos.
Stalin apoyó a Lysenko y promovió sus ideas. Muchos de los científicos que criticaban a Lysenko eran de la vieja guardia del mundo académico; unos eran reaccionarios políticos; y sus críticas se suprimieron. El problema es que en lo que concierne a la ciencia tenían razón ellos, y no Lysenko.
Para Avakian, ese asunto concentra un problema del movimiento comunista internacional. Muchas veces se cree que solo los marxistas poseen la verdad, y se consideran sospechosas o se rechazan de antemano las ideas intelectuales o científicas de una persona reaccionaria.
Sin embargo, este no es el enfoque marxista de la verdad. La verdad es la verdad, sin importar quién la diga. Los reaccionarios pueden poseer una verdad parcial. Ser de origen proletario o estar comprometido con el marxismo y el cambio revolucionario no da ninguna garantía de poseer la verdad. Una teoría se tiene que evaluar con criterios científicos.
Es necesario introducir y aplicar el marxismo creativamente en las diferentes esferas de investigación, porque es el reflejo más sistemático y científico de la realidad material con todo su dinamismo y constante cambio. El marxismo permite sintetizar distintas ideas y visiones de la manera más vigorosa y sustancial, y de modo que corresponda a los intereses populares de transformar el mundo. Sin embargo, el marxismo no reemplaza la investigación de los rasgos peculiares de las distintas esferas del conocimiento y la práctica científica. Los marxistas no siempre tienen razón; con frecuencia otros poseen la verdad.
Por eso, es de gran importancia en una sociedad socialista impulsar una dinámica en la cual se lucha por la verdad, en toda su complejidad y su dinamismo, y en la cual el marxismo se promueve y se aplica creativamente. Tenemos que seguir la verdad hasta donde nos lleve. Es clave para lograr el comunismo.
En su nueva visión del socialismo, Bob Avakian ha subrayado el papel del disentimiento en la sociedad socialista; no solo hay que permitirlo sino fomentarlo enérgicamente, incluso cuando se trata de oposición al gobierno.
Esto es algo bastante nuevo para los comunistas. ¿Por qué es tan importante el disentimiento? Porque revela los defectos y problemas de la nueva sociedad... porque fomenta el espíritu crítico que debe imbuir a la sociedad e impulsar la búsqueda de la verdad... y porque puede contribuir a las luchas para transformar más a fondo la sociedad. No llegaremos al comunismo sin eso.
Este es un aspecto de la democracia bajo la dictadura del proletariado. No se puede permitir que unos se organicen para derrocar el sistema, pero tampoco se puede crear una situación en la cual no se critica el gobierno por miedo a la represión, como ocurrió en la Unión Soviética de Stalin. Tiene que haber libertad de expresar desacuerdo con las autoridades, y la sociedad socialista debe ofrecer los recursos y los medios para hacerlo.
La sociedad socialista se organiza para alcanzar la meta de abolir todas las clases y diferencias de clase, superar todos los sistemas y relaciones de explotación; superar toda institución y relación social opresiva, como la opresión de la mujer; y permitir al pueblo deshacerse de todas las ideas y los valores opresivos que lo esclavizan.
Esta meta se inscribirá en la Constitución de la sociedad socialista, que asimismo institucionalizará el derecho de la enorme mayoría de la sociedad a expresarse, disentir, hacer huelga, protestar, etc. Pero la vieja clase dominante, sus representantes y agentes políticos no tendrán esos derechos. Igualmente, los que busquen derrocar el sistema socialista perderán sus derechos, o se les restringirán de acuerdo a sus crímenes en la vieja sociedad o en la nueva sociedad socialista.
La sociedad socialista no tomará estas medidas arbitrariamente; las abordará y decidirá por medio de reglamentos y procesos establecidos por la Constitución. No reprimirá las ideas políticas o ideológicas reaccionarias, a menos que representen directamente intentos de organizarse para derrocar el sistema socialista.
Avakian ha escrito que conviene dejar incluso a reaccionarios publicar libros y expresarse en la sociedad socialista. Eso contribuiría al proceso en el cual las masas populares llegan a conocer el mundo más profundamente y aprenden a distinguir más a fondo lo que concuerda o no concuerda con la realidad, y lo que concuerda o no con sus intereses fundamentales de abolir la explotación, la opresión y las desigualdades sociales. Es una manera importante de que las masas participen en el manejo de la sociedad y en la transformación de esa sociedad y el mundo entero hacia la meta del comunismo.
Avakian compendia este modelo de la sociedad socialista en lo que llama “núcleo sólido con mucha elasticidad”. Hay que aferrarse al poder y hay que impulsar la sociedad hacia el comunismo, no de regreso al capitalismo: esto es el núcleo sólido. Asimismo, dentro del marco de una sociedad que está superando toda forma de explotación, opresión y desigualdad, se necesita elasticidad: gran debate, efervescencia, experimentación, agitación y exploración en direcciones diversas y creativas.
Bob Avakian ha examinado la experiencia de la revolución socialista con este enfoque crítico y dialéctico, desde la perspectiva de cómo la humanidad puede llegar al comunismo. Su obra es extensa y se la recomiendo. Creo que se sorprenderán, que los estimulará y los inspirará.
En resumen, comencé hablando de la urgencia del momento actual en la historia mundial. ¿Está condenada la humanidad a permanecer bajo el cruel orden actual? ¿O es posible otro mundo, un mundo radicalmente distinto y mejor? Sí lo es. ¿Y qué tiene que ver con eso la experiencia de la revolución socialista durante los últimos 100 años? Todo. Esa primera ola de la revolución representa un principio, un principio histórico. Alcanzó grandes logros. Pero tenemos que lograr más. Tenemos que ir más allá y rebasarla.
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Revolución #49, 4 de junio 2006
A mi madre no le pusieron nombre hasta la edad de cinco años.
Mi abuela vino de China para casarse con mi abuelo en Estados Unidos en una boda concertada. Un día la policía allanó la lavandería donde él trabajaba. Mi abuelo y los demás trabajadores estaban fumando opio, así que se subieron al camión de la lavandería para escapar. Pero el camión se apagó en la vía férrea y un tren chocó con él y los mató. De esa manera mi abuela quedó viuda a la edad de 19 años.
Mi madre nació tres meses más tarde y, como la tradición feudal dictaba que un niño que nace en tales circunstancias es “mala suerte”, no le pusieron nombre. La llamaban “bebé” hasta que la inscribieron en el kinder y la secretaria le dio el nombre de Mary.
Como viuda joven, mi abuela lloró todas las noches. La tradición feudal dictaba que tenía que pasar el resto de la vida al servicio de la familia de su esposo muerto. Trabajaba en la lavandería, cocinaba para los trabajadores y cuidaba a sus dos niñas. Pero un día huyó en busca de otra vida. Cuando regresó a recoger sus dos hijas, la familia del esposo no se las dio. De esa manera mi madre y mi tía terminaron en un orfanato.
Ver la película Water, de Deepa Mehta, me recordó todo esto. La película es una historia del peso aplastante de las crueles tradiciones feudales; de bodas concertadas, pena y rebelión.
1938, Varanasi, India: A Chuyia la casan de niña y enviuda a la edad de siete años. Oímos el sonido de unas tijeras que le cortan metódicamente el pelo y de una navaja que le afeita la cabeza. Se sienta en silencio, sin entender lo que le está pasando, inconsciente de que su vida está a punto de cambiar drásticamente. Se oye un chasquido cuando le rompen los brazaletes. Le quitan la ropa de colores vivos. Su padre la deja en una casa donde 14 viudas pasan una vida de privación y vergüenza.
Las escrituras hindúes dicen que una mujer es la mitad del cuerpo de su esposo. Cuando él muere, ella es la mitad del cadáver. Así que tiene tres opciones: puede dejarse quemar en la pira fúnebre con el esposo; si se le permite, puede casarse con el hermano menor del esposo; o puede pasar una vida de abnegación: la cabeza afeitada, vestida de blanco, con comida simple, pidiendo limosna de día y durmiendo en un suelo frío y duro con otras viudas. Tiene que expiar los pecados que, según las escrituras religiosas, seguramente son la causa de la muerte del esposo.
Chuyia está con viudas de la casta alta, los brahmanes. Pero las tratan como si fueran infrahumanas o de la casta de los intocables. A lo largo del río Ganges la gente se baña con agua sagrada, según las creencias de la religión hindú. Una mañana una de las viudas choca accidentalmente con una señora y esta dice enojada: “Me ha contaminado y ahora tengo que volver a bañarme”.
Desde el comienzo, Chuyia siembra confusión: no acepta la vida nefasta que dicta la tradición. Dice una herejía cuando pregunta: “¿Dónde está la casa de los viudos?”. Infringe las reglas para dar un dulce a una viuda que se está muriendo. Se hace amiga de Kalyani, una joven viuda a quien no le han cortado el pelo. Más tarde nos enteramos de que es porque en la noche la obligan a trabajar de prostituta. Lo que gana, y lo que ganan las demás de limosna, paga la renta y la comida.
Cuando vemos por primera vez a Kalyani, vemos resignación en los ojos. Pero también hay señales de rebelión, como el secreto que comparte con Chuyia: tener un cachorro prohibido. El rechazo ingenuo de Chuyia de las reglas del internamiento la enciende. Se enamora de Narayan, un joven intelectual progresista de una familia privilegiada, que no cree en tradiciones como prohibir que las viudas vuelvan a casarse. Cuando Kalyani anuncia que va a casarse, Madhumati, la viuda tiránica que manda, la encierra y dice: “Nadie se casa con una viuda. Nos hundirás a todas. Nos maldecirán. Tenemos que vivir en la pureza para morir en la pureza”. Saca las tijeras de la tradición y le corta el pelo a Kalyani violentamente; ahora no puede esconder la “vergüenza” de ser viuda. Su frágil viaje a una vida normal se acaba.
A otra viuda, Shakuntula, también la sacude el espíritu rebelde de Chuyia. Los lectores recordarán a Seema Biswas, quien interpreta a Shakuntula, por su papel como Phoolan Devi en la película Bandit Queen. Al comienzo Shakuntula trata de ayudar a Chuyia a aceptar las reglas de la viudez, pero también le impresiona su rebeldía juguetona. El espíritu pisoteado de Shakuntula empieza a levantarse y pone en duda la fe religiosa que la ha llevado a tolerar las grandes injusticias de su vida. Toda la doctrina que ha aceptado está en duda y, con una resolución callada pero intensa, Shakuntula decide desafiar la tradición de una manera que cambiará la vida de Chuyia.
La supresión de Water
Deepa Mehta empezó a filmar Water en Varanasi, India en el 2000. Apenas inició la primera escena cuando un grupo de manifestantes reaccionarios atacó el set. Lo quemaron y lo tiraron al río, y quemaron una efigie de Deepa Mehta. El ataque lo organizaron el BJP (Partido Bharatiya Janata) y otros grupos hindúes fundamentalistas derechistas; dijeron que era una película anti hindú. En las semanas siguientes, los extremistas hindúes desencadenaron una campaña contra Water; Mehta la describió como “una campaña de censura pre-producción impuesta por matones”. Varios periodistas le echaron leña al fuego con mentiras sobre los temas de Water. Un periodista, retado por el productor David Hamilton, respondió: “Esta es una democracia y tenemos el derecho de sembrar mentiras”.
El gobierno estatal mandó irse a Mehta y su equipo cinematográfico internacional. Buscaron otro lugar para filmar pero, ante las amenazas de muerte y los ataques de los reaccionarios, Mehta decidió parar la producción.
En ese entonces el BJP, partido de derecha extremista, estaba en el poder y la censura de Water concordaba con el ascenso del fundamentalismo hindú en India. Mehta dijo: “Censuraban los libros, quemaban pinturas; los fundamentalistas hindúes mostraban su poderío y se proyectaban como guardianes de la fe. Water fue una víctima de todo eso”.
Los mismos poderes religiosos y políticos que obligan a respetar las tradiciones reaccionarias tan vívidamente representadas en Water estaban resueltos a impedir que se filmara. Pero Deepa Mehta también estaba resuelta y cinco años más tarde volvió a empezar la filmación, esta vez en Sri Lanka.
Al final de la película, antes de los créditos, una nota severa nos lleva de 1938 a hoy: según el censo del 2001, hay 34 millones de viudas en India, y a muchas las tratan como parias. Es difícil mirar la escena en que le afeitan la cabeza a Chuyia, le rompen los brazaletes, la deshumanizan, sin pensar en cómo los fundamentalistas oprimen a la mujer por todo el planeta: los fundamentalistas islámicos que la obligan a taparse con un chador o burka, o los teócratas de Estados Unidos que prohíben el aborto.
De hecho, Water no es únicamente una ventana al pasado, sino un comentario sobre la urgencia de hoy. En una entrevista de 2005, Deepa Mehta dijo: “Water es la historia de tres mujeres que tratan de romper ese ciclo, encontrar dignidad y quitarse de encima el yugo de la opresión, y si inspira a hacer algo en varias culturas, eso es lo importante”.
Recuerdo cuando entrevisté a unas viudas jóvenes en Nepal. Eran combatientes maoístas cuyos esposos cayeron en combates. Llevaban ropa de colores vivos y cuando posaron para una foto extendieron los brazos para mostrar los brazaletes. Me explicaron que era una señal de rebelión contra las tradiciones feudales sobre la “viudez”. No aceptaron llorar la pérdida del esposo el resto de la vida ni pasar la vida al servicio de su familia; al contrario, estaban resueltas a seguir luchando.
La historia de Chuyia tiene lugar en los años 30, en medio de la lucha por la independencia de India. Mehta establece un paralelo entre el deseo de las viudas de librarse y la lucha de India para quitarse de encima el colonialismo inglés. Narayan, el abogado que se enamora de Kalyani, es un intelectual que simpatiza con Gandhi y se opone a algunas tradiciones feudales opresivas, como las bodas concertadas y el horrible tratamiento de las viudas.
Al final de la película, hay una escena metafórica, desde el punto de vista de Deepa Mehta, en que el tren de Gandhi representa la liberación de la pesadilla de la casa de las viudas. Pero en realidad, el camino de Gandhi no llevó a la liberación de la mujer en India. Durante el mismo período de la historia de India, había fuerzas mucho más radicales y revolucionarias, especialmente los comunistas, que atacaron el colonialismo inglés y todo el sistema imperialista, que sigue dominando India hoy. El conocido revolucionario Bhagat Singh (representado en la película The Legend of Bhagat Singh) fue un joven que captó que Gandhi era representante de fuerzas sociales que no podían desafiar todas las relaciones económicas, políticas y sociales que oprimen a las masas. Se volvió ateo y comunista, y el gobierno colonial lo ejecutó siete años antes de la época en que se desarrolla Water.
En la película, Shakuntula le pregunta a Narayan: “¿Por qué envían a las viudas aquí? Tiene que haber una explicación”. Narayan contesta: “Una boca menos que alimentar. Cuatro saris. Una cama. Un rincón en la casa familiar. No hay otra razón. Disfrazado de religión, en realidad es cuestión de dinero”.
La explicación de Narayan describe la situación a nivel de la familia individual, pero es una relación más compleja de economía y de tradición e ideología. India se independizó formalmente en 1947 cuando acabó el gobierno colonial británico, pero hoy sigue siendo un país capitalista subordinado a las relaciones internacionales del imperialismo. Esas relaciones capitalistas incorporan tradiciones económicas feudales y descansan en una red opresiva de tradiciones, cultura e ideología feudales. Así hoy conviven una pesadilla urbana de maquiladoras de alta tecnología, trabajo infantil y tugurios en las zonas urbanas, y el viejo sistema de castas, fundamentalismo religioso y pensamiento y prácticas feudales.
En una escena de Water, un hombre religioso le dice a Shakuntula que se ha aprobado una ley que les permitirá a las viudas volver a casarse. Cuando ella pregunta “¿Por qué no nos enteramos?”, él contesta: “Hacemos caso omiso de las leyes que no nos benefician”. En India hay leyes que prohíben casarse con niñas, discriminar a las viudas, negarle educación a la mujer y quemar novias por la dote. Pero todo eso se impone con furor y arruina la vida de centenares de millones de mujeres. Por todo el planeta la mujer sigue siendo aplastada por el peso de la tradición patriarcal, en el tercer mundo y en los países capitalistas avanzados (como Estados Unidos, donde se fomenta el fundamentalismo religioso de la Casa Blanca para abajo).
Water es una potente crítica de la matriz universal de las retrógradas tradiciones, cultura e ideas patriarcales que legitiman e imponen la opresión de la mujer. Según las escrituras hindúes, las aguas del Ganges lavan los pecados, pero como se ve en Water ese agua sagrada también ahoga.
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Revolución #49, 4 de junio 2006
Del Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar
Esta es la segunda parte de una reseña de la película La pesadilla de Darwin, que recibimos del Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar (19 de diciembre de 2005). Publicamos la primera parte la semana pasada. La reseña está en línea en revcom.us.
Volvemos a la oficina de Diamond. “Son tiempos difíciles”, dice. Hoy el negocio está flojo. En el mercado europeo hay sobreoferta y superabundancia. Hace poco, dice, solía despachar 500 toneladas de perca al día. ¿A cuántas personas alimentan 500 toneladas? No tiene ni idea... “Dos millones”, dice el subtítulo.
Un periódico de África oriental, en la mesa de la oficina de Diamond, advierte de hambruna. Éste cuestiona la precisión de la noticia, pero acepta que hay sequía y que el cultivo de arroz requiere muchísima lluvia. Habrá una escasez de arroz en el país y al año siguiente se disparará el precio, admite. Cuando se le pregunta qué resultará, se encoge los hombros y dice que el gobierno importaría alimentos y otros productos.
Las sequías y otros desastres naturales provocan crisis alimentarias, pero la importación de cereales baratos y alimentos procesados (sobre todo de los países imperialistas) destruye el sector de producción agrícola de subsistencia y ha llevado a muchas comunidades campesinas a abandonar el cultivo de alimentos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial obligan a los países del tercer mundo a aceptar tales medidas económicas con el pretexto del libre comercio, el liberalismo económico y reformas estructurales. Esas medidas han provocado la ruina generalizada y el destierro de las comunidades campesinas, y han causado una escasez alimentaria crónica en el campo. Esta es la causa fundamental del aumento de la miseria y de la escasez de alimentos en muchos países africanos. Para colmo, por órdenes del FMI se suspenden los subsidios alimentarios, pero los alimentos de importación están fuera del alcance de los pobres.
Como muchos países subsaharianos, Tanzania solía cultivar suficiente comida para su población. Hoy la economía es rehén del mercado mundial, impulsado implacablemente por el sistema y el funcionamiento del imperialismo, con su estructura mundial en constante expansión, que aprieta a diario el dogal que asfixia al pueblo, y por el gobierno. Hoy Tanzania depende de la importación de alimentos porque las comunidades campesinas han abandonado sus tierras en busca de ingresos en la industria del pescado y en las plantaciones que cultivan para el mercado mundial. Cuando fallan los cultivos, tal como ocurre hoy en Níger y Malaui, sobreviene la muerte. En la producción de riqueza para el capital imperialista, el pueblo es presa de un sistema cuyo otro producto es el hambre.
Cada día, los enormes y vetustos aviones de carga soviéticos aterrizan en el aeropuerto de Mwanza para recoger los filetes de perca para Europa. Aquí, las tripulaciones rusas (piloto, copiloto, navegador e ingeniero) dan mantenimiento a los aviones, descansan y se reponen... y pasan el rato esclavizando a las mujeres del pueblo.
Un piloto ruso dice que antes llevaba equipo militar a Afganistán. Al principio, rehuye a la pregunta sobre la entrega de armamento a los países africanos; lo niega. Cuando se le plantea la pregunta desde otro ángulo, cambia de tema. “Éste es mi copiloto”, bromea, sonriendo a la foto de un gatito. Por fin admite que una vez entregó armas modernas a África: unos tanques para Angola durante la guerra civil. Tras la entrega, fue a Sudáfrica para cargar uvas y volvió a Europa. “Los niños de África reciben fusiles de navidad, y los de Europa uvas. Les obsequio esta pequeña historia”. Tras reflexionar un rato, dice, serio, que quiere que tengan felicidad todos los niños del mundo.
En un cerro que domina el pueblo, con nubes oscuras en el cielo, Richard Mgamba, un periodista investigativo, explica que los Ilyushin no llegan vacíos a Mwanza. Traen armas modernas y equipo militar para la República Democrática del Congo (donde cuatro millones de personas han muerto en cinco años de guerra civil) y otros conflictos de Liberia, el Sudán y otros países. El aeropuerto de Mwanza es el conducto para el suministro de armas de Europa, dice Mgamba, con que las empresas de transporte propietarias de los aviones perciben ganancias adicionales. Todos los países europeos tienen aparatos de seguridad y servicios de espionaje, pero ¿no pueden detener el contrabando de armamento?, dice indignado. Mucha gente concluirá que no quieren hacerlo, pues los imperialistas suministran armas con la finalidad de provocar y azuzar conflictos locales en pos de sus propios intereses.
En una escena desgarradora, vemos a las mujeres enfermas de SIDA; una de ellas no puede ponerse de pie. Demacrada, hosca, con enorme tristeza y culpa grabada en el rostro, los vecinos y familiares la ayudan a ponerse de pie ante la cámara. Otras mujeres miran fijamente la cámara, desanimadas, desamparadas y tristes.
El entierro de un muerto de SIDA de la aldea. Un acercamiento de los rostros. Facciones jóvenes y mejillas definidas con la muerte al acecho. Sin emoción, los aldeanos cantan un cántico fúnebre, que no obstante encierra mucha belleza. Belleza con profundo dolor. Entierran a sus muertos cubriendo de tierra el ataúd.
La emigración de las aldeas a las regiones o ciudades que prometen empleo ha vaciado el campo. Quienes emigran a Mwanza y los lagos y no hallan trabajo en la pesca o fábricas, acaban pepenando comida y lo mínimo para vivir.
En la región lagunera se han generalizado la prostitución, el VIH y la muerte por SIDA. En la aldea de Ito, M’Kono, un ex maestro y líder de la aldea, cuenta: “Se dice que las mujeres de por aquí son rameras, pero no es su culpa, no se les puede echar la culpa. La situación las obliga a prostituirse”. Muchas mujeres, que han perdido esposos y padres (a causa del SIDA y los cocodrilos de los lagos), van a Mwanza y otros pueblos de la región para prostituirse por una miseria. La pobreza azota al país y para muchas viudas y huérfanas la única opción es la prostitución. Acerca de la pobreza, prostitución, enfermedades y muerte, dice: “Es un círculo vicioso”.
Agrega: “Antes las grandes potencias europeas peleaban por las tierras de África... Hoy, pelean por los recursos naturales de África”. Se trata de la “supervivencia del más fuerte”. Antes como hoy, los europeos son los más fuertes y salen ganando. Observa: “Los europeos tienen dinero, son dueños del FMI, del Banco Mundial, del comercio mundial”. Ellos traen los productos, les sacan provecho y hasta se benefician de la ayuda humanitaria. “Es la ley de la selva”, termina.
El fundamentalismo cristiano y las penurias se alimentan mutuamente en las aldeas remotas. En una vecina aldea, un joven muy acelerado, bien comido y bien vestido, arenga micrófono en mano y hace gesticulaciones de energía ilimitada con la otra mano. Chilla alabanzas a su dios y a Jesús Cristo, denuncia al “diablo” y exhorta al rebaño a abstenerse de la tentación de Satanás. Con rostro amenazante y feroz termina con un gran ¡Aleluya! En medio de extrema penuria y miseria se ve que solamente la iglesia tiene equipo eléctrico. Pasan una película de Jesús a bordo de un barco pesquero recogiendo harto pescado.
El reverendo Cleopa Kaijaga, de la aldea, dice que cada mes mueren de SIDA de 45 a 50 y hasta 60 personas en la región. En su aldea de 10 a 12 personas mueren cada mes. Dice con pesar que recomienda que los pescadores se alejen de las prostitutas y que las mujeres se alejen “del negocio de la prostitución”. Las prostitutas acuden en busca de los pescadores al final del día. El reverendo reflexiona, con desaliento, sobre una situación verdaderamente desgarradora y desconcertante. Cuando se le pregunta si recomendaría el condón, dice que no, porque los condones (el único método de prevención del SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual) son peligrosos y un “pecado contra la ley de Dios”, y que las mujeres deberían abstenerse de las relaciones sexuales extramaritales. Este cristianismo protestante evangélico es una importante exportación de la clase dominante estadounidense a estas regiones.
La inmensa tristeza de las escenas de los niños y jóvenes de la calle que pierden a tan temprana edad la niñez y la inocencia, la profundiza el cinismo de Rafael, un soldado licenciado, hoy pescador de día y vigilante de noche en el Instituto Nacional de Pesca. Cuenta que al anterior vigilante lo rebanaron a hachazos unos ladrones. Sonriente, recibe un dólar por noche por vigilar el Instituto y dice con tranquilidad que estaría dispuesto a disparar a matar (con arco y flechas envenenadas) a cualquier ladrón que se atreva a entrar al complejo que vigila. Reflexiona en voz alta sobre su falta de educación y sus bajos ingresos, pero dice que no puede volver al ejército por la edad y que su situación mejoraría si estallara de nuevo una guerra.
Rafael cuenta que no hay hospitales ni clínicas cerca de su lugar de trabajo ni de su barrio. Quien necesita servicios médicos tiene que viajar largas distancias (a las grandes ciudades). Las medidas dictadas por los imperialistas han destruido los servicios sociales del país. Para exprimir los pagos de la deuda, de los años 1980 hasta hoy el FMI dictó que Tanzania recortara el presupuesto de servicios sociales y de salud. Por eso, la población es más vulnerable a enfermedades crónicas. El informe de 2005 del FMI alaba el crecimiento económico del país como un “éxito”... a costa del mayor empobrecimiento de los pobres, una mayor brecha de ingresos y analfabetismo, enfermedades y la muerte de muchos jóvenes.
Rafael afirma que la guerra es buena para la gente de la región, que el ejército paga buen salario y cuida de los soldados. Agrega: “Mucha gente de acá espera una guerra”. Sauper le pregunta: “¿Le teme a la guerra?”. “No le tengo miedo”, responde Rafael con confianza.
No es posible hacerle justicia a esta película en esta reseña. Termina con una escena triste y cruda: dos chicos muy jóvenes se turnan inhalando pegamento y fumando un cigarrillo antes de acostarse en un callejón oscuro al paso de un carro. La escena, como las demás, jamás se olvidará. Mediante una cinematografía cañona, Sauper da vistazos de las nefastas consecuencias para un país del tercer mundo que han provocado la Unión Europea, el FMI, el Banco Mundial y el capital financiero imperialista.