El presidente, George Bush, y el secretario de Justicia, John Ashcroft,
clamaron: "¡Estamos trabados en una lucha de vida o muerte
para erradicar a los terroristas!". Hicieron una serie de acusaciones
vagas e insinuaron que los arrestados eran terroristas o posibles terroristas,
pero al final no les imputaron nada remotamente conectado con los ataques
del 11 de septiembre.
La salvaje embestida fue el comienzo de una ofensiva desalmada y brutal
que cobra fuerza con cada día que pasa y, por la cual, los inmigrantes
del país viven una terrible pesadilla. A la vez que Estados Unidos
soltó su máquina de guerra contra Afganistán y luego
Irak; despachó tropas a Yemen, Filipinas y otros países;
y sigue amenazando prácticamente al mundo entero, aquí ha
estado reprimiendo y atacando a los inmigrantes, sobre todo los musulmanes,
árabes y sudasiáticos.
Escalada grande y peligrosa
Ya antes del 11 de septiembre, el gobierno aumentó dramáticamente
los ataques contra los inmigrantes, especialmente en la frontera sur.
(Véase el recuadro "La guerra contra los inmigrantes antes
del 11 de septiembre"). Y desde entonces ha promulgado una amplia
gama de leyes, órdenes ejecutivas y fallos judiciales que representan
una escalada muy grande y peligrosa de graves ataques a los inmigrantes
que nos afectará a todos.
Hoy las comunidades árabes y sudasiáticas viven en la sospecha
y el miedo, y cualquier musulmán es un "posible terrorista".
El gobierno ha ordenado que miles de personas se presenten a inscribirse
y ser interrogadas. El FBI vigila las mezquitas y cultiva soplones en
las comunidades islámicas. Busca sembrar desconfianza y poner a
un vecino en contra del otro.
Según un periodista del Detroit Free Press : "Se ha
creado una extraordinaria y masiva red de agentes que infiltran las comunidades
árabes y musulmanas, soplones que dan información a investigadores,
y líderes de la comunidad que sirven de guías culturales
reticentes del mundo árabe de Detroit. El alcance de la investigación
es asombroso. Están vigilando todo aspecto de la vida del inmigrante
árabe".
Ordenaron que centenares de miles de inmigrantes "legales"
de muchos países árabes, musulmanes y sudasiáticos
se presentaran para inscribirse y, cuando cumplieron voluntariamente,
les dieron un trato brutal y humillante, y a muchos los trasladaron de
noche a cárceles remotas sin que pudieran avisar a sus familias
o abogados.
Más de 82,000 personas se presentaron a esa inscripción
especial. Hace poco anunciaron que deportarán a 13,000, no por
delitos de "terrorismo", sino por infracciones (leves, en muchos
casos) de inmigración. El gobierno va a ordenar que todos los inmigrantes
que no son residentes se inscriban.
Es muy parecido a lo que les pasó a más de 110,000 japoneses-americanos
durante la II Guerra Mundial. Como dijo John Oda hace poco en una rueda
de prensa en San Francisco: "Lo que está pasando con la amenaza
de deportar a 13,000 individuos es incorrecto, injusto e inmoral... A
mis padres, mis tías y tíos, mis abuelos, a todos ellos
los internaron durante la II Guerra Mundial. Todos cooperaron con el gobierno,
suponiendo que los tratarían con justicia. Pero los metieron en
campos de concentración en medio del desierto".
Los politiqueros y sus fieles servidores de la prensa grande han fomentado
un ambiente político de sospecha contra cualquier hombre de apellido
árabe o islámico y cualquier mujer que usa el hijab (pañuelo
tradicional árabe).
Bush y sus secuaces hablan de imponer medidas más duras y de mayor
alcance. En marzo, un embajador le advirtió al gobierno mexicano
que iba a pagar si no apoyaba la guerra contra Irak. Según el
New York Times , advirtió que en caso de que México
no votara por la resolución de la ONU a favor de la guerra, "ello
podría `atizar sentimientos' contra los mexicanos en Estados Unidos;
comparó la situación con la de los japoneses- americanos
internados tras el ataque a Pearl Harbor en 1941; y preguntó si
México `quiere echar leña al fuego del patriotismo en tiempos
de guerra'".
Medidas legales contra los inmigrantes
Con el propósito de hacer sus fechorías y sentar la base
para mayores embestidas, el gobierno ha instituido una serie de medidas
inauditas que contravienen las normas y garantías establecidas
del sistema judicial:
El Departamento de Justicia puede ordenar audiencias secretas para
"casos de inmigración especiales" que "hacen peligrar
la seguridad nacional". Por orden del primer juez de inmigración
de Estados Unidos, Michael Creppy, los jueces de inmigración deben
oír los "casos especiales" aparte en un proceso cerrado
al cual no asisten ni familiares ni la prensa ni observadores, y ni siquiera
deben confirmar ni negar que los van a oír. En otras palabras,
pueden detener a inmigrantes sin informar a nadie de los cargos ni del
hecho de que los tienen detenidos; es como "desaparecerlos".
Ashcroft y el Departamento de Justicia tienen el poder exclusivo de declarar
que un caso es "especial", y no hay ningún recurso de
apelación.
El gobierno de Bush prácticamente ha eliminado el derecho de
los inmigrantes (incluso los residentes permanentes) al proceso legal
establecido. Antes tenían las mismas garantías que los ciudadanos.
Pero se han ido minando y eliminando esas garantías, como el derecho
a un abogado, el derecho a sostener conversaciones en privado con él
y el principio de que el acusado es inocente hasta que se pruebe lo contrario.
En abril de 2003, Ashcroft legalizó la detención indefinida
de indocumentados sin la posibilidad de salir bajo fianza en casos de
"seguridad nacional", incluso si no los acusan de ningún
delito. Tomó esa decisión a raíz del caso de unos
haitianos detenidos en Florida y lo defendió con argumentos absurdos:
que Haití se ha vuelto un "centro de operaciones" de
terroristas que quieren entrar a Estados Unidos y que es necesario detenerlos
para evitar que otros hagan el peligroso viaje por mar de Haití
a Florida y abrumen la "seguridad de la patria". La decisión
se aplica a todas las nacionalidades, salvo los cubanos.
El gobierno ha detenido a inmigrantes como "testigos materiales"
en posibles casos de terrorismo. Sin acusarlos de nada, los mete a la
cárcel hasta que acepten dar testimonio contra otros, y si no "colaboran",
les entablan acusaciones. El tiempo de detención es a discreción
del gobierno y se prohíbe que el público asista a las audiencias
y que los abogados hablen sobre ellas. Incluso se prohíbe a los
funcionarios del gobierno hablar de esos casos. Un experto del Centro
de Estudios de Seguridad Nacional dijo: "Detener a personas simplemente
por motivos de investigación es propio de los gobiernos autoritarios".
Un defensor de las libertades civiles señaló que anteriormente
se detenía a testigos materiales con la intención de asegurar
su testimonio, pero "según la interpretación [de Bush/Ashcroft],
cualquiera de nosotros podría ser un testigo material, cualquiera,
hasta por la menor sospecha".
Ashcroft autorizó que la policía y otras fuerzas del
orden de Carolina del Sur y Florida arresten por presuntos delitos de
inmigración. Esto es nuevo y contraviene las leyes y normas establecidas.
O sea, que la policía podrá parar e interrogar a personas
que no han violado ninguna ley, simplemente por su idioma, el color de
la piel, la ropa que usan o a su antojo. Y se ve con buenos ojos que lo
haga. Según Ashcroft y el Departamento de Justicia, los asuntos
de inmigración son "funciones inherentes" del oficio
policial y hay que darle a la policía funciones de la Migra en
todo el país.
Esta y muchas medidas más no son provisionales. Al contrario,
son un elemento básico de la "nueva normalidad".
"Caminamos con miedo"
Por ahora aplican estas medidas principalmente contra los musulmanes,
árabes y sudasiáticos, pero en el futuro las podrán
aplicar a todos los inmigrantes y hasta contra los ciudadanos. Son parte
de una ofensiva para presionar, aplastar y explotar a los inmigrantes,
que ha convertido la frontera sur, ahora más que nunca, en una
zona de muerte.
Gracias al NAFTA/TLC, el maíz producido por la agroindustria estadounidense
con subsidios del gobierno inunda a México y arroja los campesinos
a la miseria. Cruzan la frontera para buscar trabajo en los campos o restaurantes
de este país esquivando una serie de infernales fortificaciones
de alta tecnología, ¡solo para poder pedir trabajo eventual
en una esquina! Y ahora en el país del "conservadurismo compasivo"
de George Bush, a los haitianos que emprenden el peligroso viaje por mar
en botes destartalados les puede tocar cadena perpetua sin que los acusen
de ningún delito.
El año pasado, Ashcroft lanzó la "Operación
Tarmac" supuestamente para mejorar la "seguridad" en los
aeropuertos, y en los siguientes meses arrestaron por infracciones leves
de inmigración a centenares de inmigrantes que trabajaban en los
aeropuertos de todo el país en chambas donde se gana una miseria.
Algunos llevaban muchos años chambeando en los puestos de helados,
restaurantes, etc., de los aeropuertos. Otros habían dejado esos
trabajos, pero se reportaron nuevamente porque los patrones los engatusaron
con la promesa de un aumento... y la Migra los agarró. No los acusaron
de tener "lazos terroristas", pero los deportaron a casi todos
y arruinaron su vida y la de sus familias por la "seguridad nacional".
En el ambiente de sospecha y represión fomentado por el gobierno,
los racistas y los cristianos fundamentalistas están envalentonados
y arremeten contra cualquiera que tenga aspecto árabe o musulmán.
En Phoenix, Arizona, tiraron explosivos al patio de una familia iraquí-americana.
En Indianapolis, Indiana, atacaron y prendieron fuego a un afgano dueño
de un restaurante en su propia cocina y sufrió quemaduras graves.
En Chicago, estalló un coche bomba frente a la casa de una familia
paquistaní-americana e incendiaron una mezquita después
de que un DJ tocó una canción con el coro racista: "Hunka
hunka quemando mezquitas".
El impacto de los ataques contra los inmigrantes ha sido tremendo, especialmente
en las comunidades musulmanas, árabes y sudasiáticas. Muchos,
incluso inmigrantes legales, se están "autodeportando",
es decir, están abandonando el país por temor a caer en
las garras del gobierno. Los centros de refugiados de Canadá están
colmados de ciudadanos de Paquistán, Bangladesh y otros países
que han huido de Estados Unidos. (Dichos centros se establecieron hace
muchos años para ayudar a los refugiados que huían de las
guerras de Centroamérica Made in USA y la persecución política).
Los que se han quedado sienten que están constantemente bajo la
lupa y que los tratan como criminales por el simple hecho de ser quienes
son, de donde son y sus creencias religiosas. Las medidas del gobierno
los hacen vivir en las sombras.
Por ejemplo, un señor de Bangladesh que vive en Nueva York le
dijo a un periodista que no se presentó a la inscripción
especial aunque sus abogados se lo recomendaron. Dijo: "Últimamente,
han arrestado a tantos y he oído que los van a deportar".
Un palestino de 37 años se presentó a la inscripción
en Tampa, Florida, y lo metieron al bote porque no sabían qué
hacer con un palestino nacido en un campamento de refugiados en Líbano.
Lo arrestaron porque se había vencido el plazo para la inscripción
de libaneses. Expresó los sentimientos de incontables inmigrantes:
"Caminamos con miedo".
¡Hay que pararlos!
Es preciso que construyamos un pujante movimiento que defienda a nuestras
hermanas y hermanos, y pare esta embestida contra los inmigrantes.
La represión y el hostigamiento de los inmigrantes están
entretejidos en la historia y trama social del país, pero la actual
escalada de ataques, por ahora principalmente contra los musulmanes, árabes
y sudasiáticos, es la más grande y peligrosa en muchos años.
El gobierno ha instituido una serie de medias altamente represivas parecidas
a las de cuando internaron a más de 100,000 japoneses-americanos
en campos de concentración durante la II Guerra Mundial, y ha establecido
un aparato de espionaje de alta tecnología que invade la vida de
todos. Realiza detenciones indefinidas (sin acusaciones), audiencias secretas
y mete a la gente a cárceles secretas. Quieren crear un ambiente
en que cualquier inmigrante (sobre todo los árabes, musulmanes
y sudasiáticos) sea considerado enemigo y una posible amenaza,
e infundirnos miedo para que lo aceptemos con cuentos de que todo es "por
nuestra seguridad".
Pero la verdadera amenaza al bienestar general viene de las autoridades
belicosas y fascistas que controlan la sociedad y han emprendido una guerra
sin fin en todo el mundo e instituyen más y más duras medidas
de represión y control en "la patria".
¡No se puede permitir esto! ¡Hay que pararlos!
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Frontera mortífera
En los últimos 20 años, las autoridades federales
y locales han apretado la represión y el control de los inmigrantes.
Militarizaron la frontera sur con la construcción de una
serie de muros desde Brownsville, Texas, hasta San Diego, California.
Como consecuencia, los que vienen a Estados Unidos para buscar trabajo
o regresan a México a sus familias y seres queridos tienen
que cruzar la frontera en regiones más y más remotas
e inhóspitas. Miles han muerto de deshidratación en
los desiertos de Arizona o ahogados en ríos o canales. Y
los guardacostas patrullan el mar y arrestan a inmigrantes hambrientos
que se lanzan desde Haití, China y otros países.
Medidas como la infame Proposición 187 de California han
negado servicios de salud y educación a los inmigrantes y
creado un clima político que, contra toda lógica,
los culpa de todos los males de la sociedad. California y Texas,
con sus enormes poblaciones de inmigrantes, prácticamente
prohíben a los indocumentados tener licencia de conducir,
lo cual los margina y obliga a vivir en las sombras.
Con estas y otras acciones las autoridades han aumentado la represión
y el control de los inmigrantes, a pesar de que la economía
nacional depende de su trabajo en muchos sectores y en prácticamente
todo el país, y a pesar de que los centros de muchas ciudades
han experimentado un gran crecimiento económico gracias a
los inmigrantes.
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FBI hace redada en Moscow, Idaho
En marzo del presente, el FBI hizo una redada en la Universidad
de Idaho en Moscow, Idaho. Una profesora de la facultad de Derecho
me escribió por correo electrónico:
"Ayer fue un día de mucha conmoción en esta
pequeña comunidad de Idaho, donde llegaron 120 agentes del
FBI armados hasta los dientes con equipo antimotín... para
arrestar a un estudiante de posgrado saudita por una visa ilícita.
Allanaron los apartamentos estudiantiles a las 4:30 de la madrugada,
lo cual fue espantoso para la familia del sospechoso y los vecinos...
Interrogaron (por cuatro horas o más) a unos 20 estudiantes
que por mala suerte conocían al estudiante saudita o tenían
leves irregularidades de visa. Por el momento no han detenido ni
arrestado a ninguno, pero han emprendido una cacería de los
que supuestamente ayudaron al que arrestaron. El Servicio de Inmigración
y el FBI trabajan de la mano en los interrogatorios. Con tácticas
propias de la Gestapo nazi amenazan a los estudiantes con revocar
la visa (y obligarlos a abandonar sus estudios), y amenazan a sus
esposas y novias con entablarles acusaciones por perjurio si no
colaboran en la investigación...
"Leer de esto en las noticias es una cosa, pero es muy distinto
cuando te toca personalmente. Los estudiantes extranjeros de esta
universidad están espantados y se sienten amenazados"
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El infierno de la Migra
A continuación publicamos los relatos de dos de los centenares
de inmigrantes árabes, musulmanes y sudasiáticos detenidos
tras el 11 de septiembre.
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Anser Mahmood, de 42 años, trabajaba de chofer de camión
en Bayonne, Nueva Jersey. Ahora vive en Karachi, Pakistán,
con su esposa y cuatro hijos porque lo deportaron a raíz
de los sucesos del 11 de septiembre.
Lo arrestaron en una redada poco después del 11 de septiembre;
30 agentes del FBI allanaron su casa el 3 de octubre de 2001. Buscaban
a su suegro, supuestamente por uso ilícito de tarjeta de
crédito. A Anser le dijeron que no tenía problemas
con el FBI pero que el Servicio de Inmigración lo buscaba
porque se le había vencido la visa de negocios. Lo detuvieron,
pero le aseguraron que estaría "de vuelta a las 11 de
la mañana al día siguiente".
No sucedió así y comenzó lo que él
llama "el infierno". Le pusieron grilletes y lo subieron
a una camioneta con otros cuatro musulmanes. Lo golpearon y le partieron
la cara. Un guardia de la cárcel de Brooklyn le dijo: "Eres
sospechoso del ataque a las Torres Gemelas".
Pasó cuatro meses y dos días en una celda solo sin
ventana. Por dos semanas ni siquiera pudo comunicarse con su familia
ni sus abogados. Los guardias observaban sus movimientos por una
cámara en la celda. No lo interrogaron sobre sus supuestos
nexos con los sucesos del 11 de septiembre. Cuando finalmente pudo
hacer una llamada, no pudo comunicarse con la familia porque el
teléfono estaba cortado. Unos racistas tiraron piedras a
la casa y rompieron tres vidrios.
El 2 de abril de 2002, lo acusaron del delito menor de uso ilícito
de una tarjeta de Seguridad Social. Se declaró culpable de
quitar la etiqueta que decía "no válido para
empleo" para conseguir una segunda chamba como chofer de taxi.
El 19 de abril, unos agentes del Servicio de Inmigración
lo subieron a un avión a Pakistán.
****
Nabeel Khalid, un estudiante de la carrera de administración
de empresas en la Universidad de Oklahoma, estaba estudiando para
un examen cuando unos agentes federales tocaron la puerta. Al cabo
de tres horas de interrogatorio se lo llevaron esposado. Cuando
les dijo que tenía que presentar un examen en dos horas,
dijeron que era lo que menos debía preocuparle.
Pasó un mes solo en una pequeña celda del Centro
de Detención del condado de Oklahoma. No lo acusaron de ningún
delito, pero tampoco le permitieron hablar ni escribir a su familia
ni al consulado de Pakistán. Los agentes federales recomendaron
que siguiera preso y no explicaron por qué un estudiante
sobresaliente de administración de empresas era "una
amenaza a la seguridad nacional".
A las tres semanas, dado que no tenía antecedentes penales,
un juez de inmigración ordenó que saliera bajo fianza.
Pero las autoridades federales ya tenían un pretexto para
deportarlo: trabajó de medio tiempo en una tienda (una infracción
de la visa estudiantil).
Un sacerdote leyó de las detenciones de Nabeel y otros 17
musulmanes en las redadas tras el 11 de septiembre y fue a la cárcel
a verlos: "No les dijeron absolutamente nada. No sabían
ni por qué estaban presos ni cuándo se iban a presentar
ante un juez ni que tenían derecho a un abogado".
El gobierno inició un proceso de deportación contra
Nabeel por trabajar en la tienda. Él aceptó salir
voluntariamente del país porque sabía que era prácticamente
seguro que lo iban a deportar y, como necesitaba dinero para terminar
los estudios, no tenía caso endeudarse más en el intento
de defenderse. De nuevo en Pakistán, le dijo a un reportero
que su padre no tiene trabajo y están pasando muchas penurias:
"Todo el dinero que tenía lo gastó en mí...
para que estudiara una carrera".
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